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Lunes 23 de julio de 2007
La hora del caos
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La mancha negra del día fue el escándalo en el handball: la final en la que Brasil se impuso a nuestra selección terminó con una batalla campal RIGONDEAUX ABANDONO LA VILLA
Cuba sufrió una deserción de peso en el boxeo
Momento de descontrol en la final del handball, con la pelea protagonizada entre los jugadores brasileños y los argentinos
Por Juan Manuel Trenado Enviado especial
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IO DE JANEIRO.– Fue el peor de los escenarios. Por la derrota en el clásico, que se sufre. Por la clasificación olímpica que volvió a atragantarse. Por una generación que sumó otra frustración. Por ese final bochornoso que no puede explicarse ni justificarse. Nada le salió bien al seleccionado masculino de handball que cayó en la final con Brasil (30-22) y lloró en el podio por una medalla de plata que no fue motivo de alegría. La Argentina jugó un muy mal partido en la ofensiva. En el primer tiempo sólo anotó seis goles (perdió 11-6) y en el segundo, pese al esfuerzo por acercarse en varias oportunidades, el equipo nunca tuvo la claridad para hacerse dueño del marcador. El partido se terminaba, estaba definido. Ganaba el equipo local por siete goles y quedaban 21 segundos. Hubo un penal para Brasil. Lo hizo Leonardo Bortolini, con un lujo (una rosca), que no le cayó bien a los argentinos. Se cruzaron insultos Bruno Civelli y el autor del tanto, que cuando iba camino al banco de suplentes para un cambio, le sacó la lengua y le hizo un gesto de burla a Facundo Torres. Y empezó la gresca. Fernando García, el arquero argentino que estaba en el banco de suplentes, cruzó la cancha para agredir a Bortolini. Lo siguieron Leonardo Que-
rin y Sergio Crevatín. Varios jugadores se trenzaron en una pelea y hasta un par de hinchas brasileños se colaron en la cancha para golpearse con los argentinos. La policía entró para intentar controlar el escándalo, pero costó volver a calmar los ánimos. El jugador brasileño Silvio Laureano se fue al vestuario con un corte en la frente, tratando de controlar la hemorragia con una toalla empapada en sangre. Pasaron varios minutos hasta que pudiera reanudarse el encuentro. Por los incidentes, fueron expulsados Bortolini, Jaqson y Pizzinato, en Brasil, y Querín y Mariano Castro en la Argentina. Tal vez el único motivo de orgullo argentino después de semejante escándalo fue el comportamiento de su capitán, Gonzalo Carou, que no sólo fue de los que ayudó a terminar con la batalla campal, sino que apenas terminó el partido reconoció la derrota con sinceros saludos a sus rivales. Y hubo más motivos de vergüenza. Oscar Schmidt, uno de los mejores basquetbolistas brasileños de todos los tiempos, en la platea insultaba: “¡Argentinos cag…, no saben perder! Son todos iguales, anotá eso”, le grito a los periodistas argentinos mientras incitaba al público local. En la conferencia de prensa, el entrenador argentino Mauricio Torres, se lamentó por lo ocurrido: “Quiero pedir disculpas por los incidentes del final. Mis jugadores perdieron el control. Reaccionaron a las provocaciones y no era el lugar ni la forma de hacerlo”.
Los jugadores, mientras tanto, le apuntaron a Bortolini: “Parece que es su personalidad, siempre tenemos estos problemas con él”, dijo Carou. Algo más duro fue Alejo Carrara: “El N° 9 de Brasil, sí. Es un hijo de p…”, dijo después de la premiación y con absoluta tranquilidad frente a los medios brasileños. “Este partido marcó el final de un ciclo”, se lamentó Facundo Torres. El handball argentino nunca llegó a los Juegos Olímpicos. Tampoco estará en Pekín 2008. Pero además, este puede haber sido el último certamen para Mauricio Torres como DT del equipo mayor. De aquí en más, podría dedicarse a otras tareas en la coordinación de la selección nacional. Sería el final más doloroso, no sólo por lo deportivo, sino porque en el recuerdo la imagen de esa pelea quedará por encima de todo. Y eso es una gran pena.
EL OTRO ESCANDALO Además del handball, otro escándalo se desató ayer cuando los jueces en la final del los 52 kilos de mujeres en judo le dieron el triunfo a la cubana Sheila Espinosa sobre la brasileña Erika Miranda (en la foto, llorando). El público les arrojó objetos a las autoridades y en el palco se desató una pelea entre cubanos y brasileños.
// A FP
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La Argentina nunca ganó un panamericano de handball. Fue subcampeón en 2003 y 2007: ambas veces cayó ante Brasil.
RIO DE JANEIRO (De nuestros enviados especiales).– El mexicano Carlos Cuadras se subió al ring con el ritual de siempre. Se movía con soltura, en los minutos previos a su combate con Guillermo Rigondeaux. Pero enseguida se dio cuenta de que en el rincón opuesto no estaba el cubano. Y no sólo eso: no había nadie del equipo de ese país. Nadie le había avisado al mexicano lo que en Río de Janeiro ya era un secreto que corría con rapidez: una de las dos máximas estrellas que trajo la delegación insular a estos Panamericanos había desertado la noche anterior. Y dejó a todos los oficiales cubanos casi sin palabras. Se les hizo difícil a las autoridades cubanas confirmar la noticia. No es para menos: por sus éxitos en el boxeo amateur, Rigondeaux se convirtió en una de las mejores imágenes de Cuba para el mundo. Considerado el mejor boxeador del mundo en la actualidad, el bicampeón olímpico y mundial, de 27 años, acumulaba hasta aquí 104 victorias seguidas, cifra que alcanzó el viernes último en el primer combate que disputó en Río, ante el puertorriqueño Miguel Marrero. El segundo debía ser el de ayer. Pero Rigondeaux nunca apareció en el pesaje por la mañana y las especulaciones empezaron a rodar. “Les dimos permiso para salir el sábado a la noche y nunca regresaron”, confirmó a la agencia DPA Maximiliano González Díaz, máxima autoridad del boxeo cubano. En realidad, Rigondeaux no fue el único que se escapó, ya que Erislandy Lara, otro campeón olímpico, desapareció junto con su compañero en el mismo momento. Rigondeaux era la máxima figura cubana en estos Juegos, junto con el atleta Bayron Robles (110 m con vallas). Por lo que representaba Rigondeaux, se trata de un gran golpe para Cuba. Con ellos dos, ya son cuatro los cubanos que se escaparon de la Villa. En los primeros días, el jugador de handball Rafael da Costa abandonó la concentración, lo mismo que Lázaro Lamelas, uno de los entrenadores del equipo de gimnasia artística. Además, el boxeo cubano también queda deshilachado. En el panamericano de Caracas, en diciembre último, tres campeones olímpicos (Yan Barthelemy, Yuriorkis Gamboa y Odlanier Solís) dejaron la concentración y se radicaron en Alemania. De Rigondeaux no se conoce el destino, pero lo seguro es que a Cuba no volverá.