Capítulo I

—Lo de siempre, Rubí— contestó sin pensarlo, se levantó de la cama. Se lavó la boca y .... Era el rey Alberto junto con Sir Bartolo el mensajero y Sir Carlson el.
90KB Größe 10 Downloads 39 vistas
Terra: El Sueño y el Engaño Capítulo I Alberto, el príncipe de Castelina En un valle, entre montañas, se sitúa el Reino de Castelina. Se observa la ciudad, rodeada por murallas, el Río Vivo (llamado así porque de ahí venían muchas criaturas además de estar abarrotado de peces) pasa por el medio de ésta y el gran castillo llamado Castinela se sitúa en el centro rodeado por el mismo río como método de defensa. Para entrar al castillo tienen que pasar por puentes que se abren hacia afuera del gran castillo de piedra y arcilla. Al área oeste de la cuidad se encuentra el Sector Urbano con el Monasterio y al este estaba el Sector Mercantil con la Plaza de la Cuidad. Los sectores estaban divididos por el río y unos puentes los comunican. El Reino lo dirigía el gran rey Alberto Esteban y la reina Estela de la Marca proveniente del continente como aconteció con las demás esposas de los pasados reyes. El rey Alberto tenía un solo hijo llamado Alberto Leonardo por lo que sus amigos, parientes y criados le decían Aleos. Aleos era un joven fantasioso y problemático, pero a su vez era justo y humilde. Le gustaba la labor de su padre y quería algún día ser como él. Tenía un amigo recién nombrado soldado. Era el más joven de los soldados que haya tenido Castelina. Su nombre era William Buck y junto a Aleos habían vivido muchas aventuras. En una mañana, Aleos se despertó al caerle los rayos del sol provenientes de la ventana. —¿Qué deseas desayunar? — le preguntó la joven sirvienta sin importarle como se retorcía en la cama. —Lo de siempre, Rubí— contestó sin pensarlo, se levantó de la cama. Se lavó la boca y al salir al comedor ya la comida estaba servida. Se sentó a comer y en minutos alguien apareció.

—¿Quieres clases de Vigora?— preguntó la voz de su padre quien estaba detrás. —Te estaré esperando en la tarde. La Vigora era un deporte que consistía en peleas con palos (semejante a pelea de espada). La persona tenía que, evitando darle al adversario, ingeniárselas para partirle el palo o sacarlo del área de combate ya debidamente marcado. —¿En serio?, cuenta con ello. —contestó emocionado Aleos. —¿Qué vas a hacer hoy? —Pues tenía pensado ir por la Cuidad —le contestó Aleos mientras deleitaba de su desayuno. —No iras solo—dijo su padre muy serio. —Cierto, iré con Will. — Ese Willian Buck no es más que una mala influencia para tí. No sé como lo convertí en soldado— contestó su padre con coraje. — Will es un soldado honesto y es mi amigo—le contestó Aleos en un alto tono de voz a su padre. —Es un ladrón y eso no se puede cambiar — dijo a su vez su padre quien estaba alterado por la conversación— Además sabe magia, mis sirvientes lo han visto en el poblado de Esperanza y no cree en nuestras creencias. —El cambió y respeta nuestras creencias como yo respeto las suyas— arremetió Aleos levantándose de la silla. —Lo siento pero irás con Neil— le dijo yéndose del comedor y dejándolo solo. Al salir del comedor Aleos volvió a su cuarto y se puso una ropa de campesino que tenia y cuando abrió la puerta Neil lo estaba esperando. Neil era el más valiente soldado tercer nivel del Rey y siempre lo tenían a cargo del problemático príncipe. Tal vez porque tenía paciencia con él.

Salieron juntos al sector Mercantil de la ciudad. Todos miraban al soldado de tercer nivel con extrañes pues escoltaba a un joven campesino. — ¿No puedes vestirte mejor para la próxima?— le pregunto Neil a Aleos. —Sólo cállate y sígueme—le contestó sin hacerle caso a las palabras del soldado. En el camino Neil vio a Will quien también estaba vestido como un campesino y le avisó a Aleos. Neil, a diferencia de los demás y por eventos pasados, creía en el cambio de Will. Will estaba investigando a qué se debía el tumulto que había en la plaza, cuando Aleos lo asustó. —¿Qué haces aquí?— preguntó Aleos quien lo notaba furioso. —Presenciando una injusticia— contestó mientras veía lo que sucedía. —¿Y qué es lo que sucede? — A esa mujer la quieren quemar porque la descubrieron utilizando la magia para defenderse. — Muy bien hecho por tu padre al poner esa ley. La magia no es más que obra del demonio—dijo Neil quien no le importaba la vida de un mago, y a menos que la persona cambiara, no era buena. Aunque había hecho una excepción con Will. — ¿Cómo puedes decir eso?—preguntó Aleos dándole un codazo— Cúbrenos. Al decirlo se metieron los dos entre la gente del pueblo dejando al soldado sólo y rabiando porque le habían hecho la jugada de siempre. Ellos quieren jugar a ser héroes y Neil terminaba salvándolos. Los dos muchachos se acercaron al lugar de la injusticia. Era un altar de leña donde había una mujer atada. A su lado estaba un torturador cargando una antorcha. Los torturadores eran personas altas y musculosas que tapaban su rostro con una capucha negra. Su función era torturar y llevar

a cabo ejecuciones. Los muchachos se taparon la cara con una bolsa que tenían a sus espaldas y se acercaron. — ¡Esto les pasa a la gente que utiliza magia en Castelina!— dijo el juez a cargo del juicio de la mujer. Este le dio señas al torturador para que prendiera la fogata. En eso los dos muchachos se tiraron al altar de leña. Will cogió a la mujer y cargándola en sus brazos se la llevó. Aleos corrió donde estaba el torturador y se tiró al suelo, pasó debajo de sus piernas y lo pateó de espalda cayendo éste con la antorcha en el altar. El altar cogió fuego y el torturador daba gritos de auxilios cuando un soldado encapuchado, montado en su caballo negro, brinca por encima del altar en llamas. A todo esto el pueblo se quedó quieto presenciando este evento. A lo lejos venían guardias pero por tal cantidad de personas no pudieron pasar. El soldado encapuchado le dio órdenes al caballo de que tirara el altar y con unos zapatazos del caballo las leñas quedaron esparcidas por toda la plaza. El torturador salió vivo pero mal quemado. El soldado corrió a donde estaban los muchachos y dejó su caballo. Los dirigió por un callejón para salir de la pesadilla. Pero a la salida del callejón un grupo de guardias los esperaban. No les quedó más remedio que levantar las manos. Will soltó a la mujer y también las levantó. En eso el soldado desconocido se quitó su capucha dejando ver que era Neil. —Soy Neil Warrior, soldado de tercer nivel del Rey Alberto —dijo dándoles señas a los muchachos para que se quitasen las bolsas de la cara —él es William Buck, soldado de primer nivel del Príncipe Alberto II y él es Alberto Leornardo, príncipe de este reino. Si hemos actuado así es porque debe de haber una equivocación ya que ella es una mujer de Dios y debe de estar en el convento del Monasterio y no en una hoguera. Will y Aleos se reían de la mentira de Neil y él estaba tan furioso que los podía matar. Los guardias hicieron caso al soldado y abandonaron el lugar. Le perdonaron la vida a la mujer al ver que el príncipe la defendía y no sin antes llevarla al convento. La mujer llorando le dio las gracias a los

individuos que la salvaron y se fue con uno de los guardias que la llevaría al convento. —¿Los demonios lloran así?— preguntó Aleos burlándose de Neil quien le había enternecido la escena. Neil no contestó nada y los escoltó al castillo. Ya en el castillo, Neil se fue a la sala, Aleos se cambió y se puso un traje más adecuado y Will se cambió y se puso el traje de soldado volviendo a su labor. Todo quedó como si no hubiese pasado nada. Al rato, Aleos, baja otra vez para ver a Will, que estaba en las caballerizas del castillo. —¿Qué historia tienes para contar?— le preguntó Aleos a Will como si en el día no hubiera pasado nada. Will fué criado por un ladrón que le enseñó sus artes. Al tiempo, éste se convirtió en ladrón y tuvo que, junto a su padre, irse a Verde Cruz. Todas esas historias Will se las contaba a Aleos. Además de como un señor lo devolvió a Castinela conociendo entonces a Aleos. —Oye hagamos un trato — le contestó Will — dale la tarde libre a Rubí, entonces te cuento. —No la necesitaré pues tendré en la tarde clases de vigora con mi padre— le dijo Aleos con una felicidad notable. —Al fin tienes tiempo con tu padre. —Sí —le contestó —no entiendo porque mi padre solo tiene tiempo para su reino. —Él tiene un cargo importante igual que tú lo tendrás algún día—dijo Will tratando de animarle. —No seré como él—dijo reflexionando. En eso aparecieron tres personas que se dirigían hacia donde estaban ellos. Era el rey Alberto junto con Sir Bartolo el mensajero y Sir Carlson el guardián del trono y estratega militar.

—Will, trae los caballos— le ordenó el rey Alberto. Will sin chistar le obedeció. — ¿Te acompaño?— le pregunta Aleos a su padre quien lo mira serio. —¿Crees que no me enteré de lo que hiciste?— le pregunta con coraje a Aleos —Bueno, mejor olvidémoslo. Tengo unos asuntos en el Continente pero primero me hospedaré en Dalineros y si no salgo ahora no llegaré hoy. Will trae los tres caballos, Alberto monta rápido uno y se dirige al puente. Antes de que llegara, Neil corre hacia él. —¿Lo acompaño señor? —No—le contestó mirándolo de reojo — Tu labor es de cuidar a mi hijo. Es más, creo que tu título de valentía te lo ganaste cuidándolo. Cuando se junta con su amigo es un monstruo que ha quebrantado casi todas mis leyes. —Perdone es que pensé que era un soldado y no una niñera. A todo esto los demás veían detalladamente la conversación de los dos hombres. — Te lo advierto, si vuelves a dejar que mi hijo haga otra cosa, te juro que será mejor para ti el exilio— le gritó el rey moviéndose ya que el puente lo habían abierto y los otros dos ya habían montado sus caballos. —¿Es esto una emergencia?—le pregunto Aleos a Sir Carlson a quien le tenía mas confianza. —No, esto estuvo planificado hace meses— le contestó yéndose y dejando ver que Neil aun estaba donde se había detenido al rey. Los ojos de Neil se enrojecieron al verlos a ellos. Entonces se fue. —Me volvió a fallar mi padre—le dijo Aleos. —Olvídalo, mira ahora me tengo que ir con Rubí pero después en la noche te veo en el Monasterio.

—Esta bien—le dijo Aleos tomando un camino distinto al de Will. En la noche, Aleos bajaba hacia la salida del castillo pero una voz femenina lo detuvo. —¿En todo el día no saludas a tu madre?—le pregunta la reina Estela —Lo siento —le dice yendo a abrasarla. —¿Es acaso que una chica habita en tu corazón? —No, voy al Monasterio—dijo dirigiéndose otra vez a la salida. —Sólo quiero que sepas que hiciste bien al salvar a la muchacha. Esas palabras lo paralizaron, dirigió su mirada hacia donde estaba su madre pero ya no estaba. Entonces al fin bajó las escaleras del castillo y afuera Neil lo estaba esperando, cosa que lo molestó. Ya en el Monasterio, un lugar inmenso, Neil se quedó en la planta baja rezando en la Iglesia. Aleos subió al segundo piso donde había una biblioteca. Actuó como si estuviera leyendo libros hasta que Will apareció. —¿Cómo te fue con Rubí?— le preguntó Aleos — Excelente. Sabes, la quiero con el alma. — Te envidio Will, eres feliz aunque el mundo se ponga en tu contra. —No digas eso ¿porque no te consigues una chica? Yo conozco una hija de mercante que no esta nada mal. — Ser príncipe es una maldición, mi padre no tiene tiempo para mí, yo no tengo tiempo para mi madre y ni siquiera tengo tiempo para mí. Desearía no ser más príncipe. Esas palabras le dieron una idea que le cambiaría su vida. — ¿En que piensas? —pregunta Will al verlo pensativo

—Escapémonos de Castelina. —¿Estas loco? —Sí. Será como en los viejos tiempos. Will se negó repetidamente pero Aleos logró convencerlo.

Para comprar el libro e información: http://www.lulu.com/content/libro-tapa-blanda/terra-el-sueño-y-el-engaño/2728958

Por Angel Yamil Ortiz 2009© Todos los Derechos Reservados