Augusto Fernandes. “Sostengo que el dolor cibernético se va a imponer”

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espectáculos

| Jueves 4 de septiembre de 2014

Luego de estar alejado del teatro, el prestigioso director estrena Ojo por ojo, con Federico Luppi, Érica Rivas y Darío Dukha

Augusto Fernandes. “Sostengo que el dolor cibernético se va a imponer” Viene de tapa

—¿Por qué se da eso en este autor? —Lo veo también en Chejov. Son emergentes de una situación social de corrimiento. Strindberg dice: «Yo no hago pie». Y fíjate que los emergentes de principio de siglo se volvieron todos locos: Nietzsche, Artaud, Van Gogh. Una sarta de locos que te llevan a pensar: «por algo será». La locura es una defensa para no reventar. Yo diría que Strindberg, un poco, nos cuenta eso; para él, es un asunto con Dios. Acusa a Dios de todo el tormento que el hombre padece. En Camino a Damasco lo pone al ángel caído como el verdadero redentor. —¿Cómo analizás el mundo de los jóvenes que llegan a formarse como actores a tu estudio, y que también parecerían habitar una época de corrimiento? —Llega gente muy poco expresiva y con algo de la adolescencia que es terrible. En la adolescencia, uno elige un personaje para poder estar en su mundo y después, si quiere ser actor, va a moverlo cada vez más. Hoy lo que notas es que la adolescencia está muy presente y hay mucho miedo expresivo. Si hablas de los vínculos amorosos, ya no existen los histéricos, por ejemplo. Son personajes neutros con miedo a arriesgar. Hay en los grupos una camaradería donde no se sabe bien qué pasa y eso hay que combatirlo. Todo es cara de póquer y la voz es muy afectada. Pienso que se está terminando una cultura y estamos a caballo de otra que todavía está mostrando la oreja. —¿Y por eso volvemos a Chejov y Strindberg? —Lo que dice Chejov es muy claro: «Si la vida y la ciencia avanzan, yo me voy quedando atrás», como un campesino que va perdiendo el tren porque la sociedad industrial, cuando aparece, da un golpe muy fuerte en todo sentido. Hay un corrimiento de valores automático y eso asoma en los personajes de ambos autores.

Esto también pasará

Un director que parecía alejado, pero estaba muy cerca patricio pidal/afv

Todo cambia demasiado rápido. Incluso la emancipación femenina, el sufragismo, lo que fue la inserción de la mujer en cuestiones políticas está hablando de algo. Se produce un cambio hacia una cultura que va a tener aviones, globalización, Internet, Twitter, Facebook y una forma de vinculación bastante virtual. Creo que es una sociedad muy distinta y muy sofisticada. —Plagada de continuas crisis, además.

Estrenos

De Mariano Saba, con dirección de Andrés Binetti. Ocurre en un futuro lejano y actúan Mariela Asensio, Fernando Gonet, Alejandro Lifschitz, Alfredo Martín y Mariano Saba. Desde hoy, jueves, a las 21, en el Teatro del Pueblo, Av. Roque Sáenz Peña 943.

domingos, a las 20, en el San Martín, Corrientes 1530.

hablar a las parEdEs

solEdad para cuatro

En medio de una situación confusa, dos hermanos cenan junto a una intrigante tía que come y bebe en silencio. Con dramaturgia y dirección de Dardo Dozo. Viernes, a las 21, en La Tertulia, Gallo 828.

almas ardiEntEs

De Santiago Loza, con Mirta Busnelli, María Onetto, Analía Couceyro, Stella Galazzi, Maricel Álvarez, Gaby Ferrero, María Inés Sancerni, Eugenia Alonso, Paula Kohan y Santiago Gamardo. La dirige Alejandro Tantanian. De miércoles a sábados, a las 21; y los

—El comienzo del siglo XXI anuncia crisis en esto y en lo otro. Las crisis son reales. Están pidiendo una sociedad que sea tratada de otra manera; de hecho, se va a imponer. Yo hablo del dolor cibernético, se va a imponer. Los bancos se van a terminar. Esto se está viendo. Como dice la astrología: la sociedad acuariana globalizada, mezcla de razas, el casamiento entre homosexuales, es concreto. Esto habla de una utopía social que ya está en ciernes y creo

las novedades semanales de las cartelera teatral

De Ricardo Halac y con la dirección de Patricio López Tobarez, que cuenta la historia de dos jóvenes que preparan la casa para recibir la visita de dos chicas. Jueves, a las 21, en el Teatro Sha, Sarmiento 2255, sala 2.

mujErEs tEnían quE sEr

Basado en el libro de Felipe Pigna, la dirige Erika Halvorsen y cuenta con la participación de Alicia Berdaxagar, Julia Calvo, Fabiana García Lago y Julieta Cayetina. Martes, a las 21, en La Comedia, Rodríguez Peña 1062.

a los quincE dE mis quincE

La obra plantea la crisis de los 30 de la protagonista. De Santiago Herrera Paz, Claudia Santos Lucio y Guillermo López de Bock. Sábados, a las 23, en La Mueca, Cabrera 4255.

saVErio, El cruEl

De Roberto Arlt y con la dirección de Cristian Sabaz. Sábados, a las 20, en El Popular, Chile 2080.

El globo rojo

De Ezequiel Gaitan. Cuenta la historia de un director teatral que convoca a su ex novia para una obra. Domingos, a las 20, en El Temenos, Gaona 1880.

que se va a mezclar todo, como se pronostica. Y creo que se termina –voy a decir un disparate– el catolicismo tal como fue, lo que significa. También estamos hablando de la disolución de los lenguajes. La crisis de lenguaje no sólo ataca la palabra, ataca a todo y eso es algo que les digo a los actores. Parte de las cosas que nosotros utilizamos para comunicarnos son las escenas que hacemos. Esas escenas también están en crisis. No se cómo hacer frente a una expresión, porque no hay expresión. —¿Por eso, una y otra vez volvés a los clásicos? —Me interesa el teatro con mayúsculas. Yo todavía estoy contento con lo que veo en el off. Pero, para mí, como persona, no como hombre de teatro, esos espectáculos no me cuentan nada. Hago un viaje profesional y digo: «Qué lindo». Me pasó con El pasado es un animal grotesco [de Mariano Pensoti] o con Viejo, solo y puto [de Sergio Boris]. Este último me pareció un experimento realmente muy interesante porque se ocuparon en cómo habla esa gente de verdad, no trataron de ser naturales. Cada persona tiene un color de un determinado lugar. Y eso es algo que se dejó de hacer. Porque la naturalidad que aparece hoy es televisiva, para ser más espontáneos, más vivos, para particularizar lo que se dice, pero no para reflejar el color de determinado tipo de situación. —De esa constante parecería no salirse. —Es el arte acorralado. Una vez más el arte es una situación y creo que va todo tan rápido que no hay tiempo de ver cuál es el emergente. Una vez, hace muchos años, me invitaron en Berlín a hacer una ponencia sobre la realidad del teatro de ese momento. La realidad era terrible. Por un lado, estaba el cartel de Medellín; por otro, en Irán habían matado a dos mujeres a pedradas, el Muro estaba por caerse. De qué iba a hablar. La confusión no se puede observar confusamente, pero, para que la confusión sea clara, uno tiene que tener claridad para saber de qué se trata. Yo creo que estamos atravesados por eso. Me gustó mucho la obra El loco y la camisa [de Nelson Valente] o Parte de este mundo [de Adrián Canale]. Este último me pareció delicioso. ¡Qué lindo!, pero no está Borges. Caigo en los grandes autores porque me hacen sentir de otra forma.ß

Ojo por ojo Dirección: Augusto Fernandes Teatro Xirgu-Untref, Chacabuco 875. Viernes y sábados, a las 21; domingos, a las 20.

dos mariposas

Cuenta la relación de dos primas durante la década del 50. De Claudio Lentz. Sábados, a las 23.30, en Paraje Artesón, Palestina 919.

El sótano, sE busca EmplEado

De Fernando Pereyra, dirigida por Eduardo Lamoglia y protagonizada por Ivo Cutzarida, Álvaro Ruiz y Damián Albariño. Martes, a las 20.30, en El Tinglado, Mario Bravo 948.

El VisitantE

Un thriller psicológico de Diego Norton. Actúan Fabián Crespo, Fanny Rodríguez y Carlos Miceli. Sábados, a las 20, en Espacio Abierto, Pasaje Carabelas 255.

mE dEsconozco, pEro tEngo mEmoria

De Leandro Airaldo con Sol Rodríguez Seoane. Viernes, a las 21, en Vera Vera, Vera 108.

Carolin Widmann y la orquesta de Dresde

liliana morsia

CláSiCa

Sonido y tradición alemanes orquEsta Filarmónica dE drEsdE. ★★★★★ excelente. director: Michael Sanderling. solista: Carolin Widmann, violín. obras: Peque-

ña Suite (Witold Lutoslawski), Concierto para violín y orquesta en re mayor op 61 (Beethoven), Sinfonía n° 1 en do menor op 68 (Johannes Brahms). organiza: Mozarteum Argentino. sala: Teatro Colón.

D

e existir un plus en la calificación de la excelencia, un caso perfecto para aplicarlo con justicia sería el de la Orquesta Filarmónica de Dresde en su concierto para el Mozarteum Argentino, con la batuta de su director estable, Michael Sanderling, y la brillante participación de Carolin Widmann como solista del Concierto para violín op. 61 de Ludwig van Beethoven.El programa abrió con la Pequeña Suite del compositor polaco Witold Lutoslawski, una obra atractiva en cuatro movimientos, basada en elementos folklóricos estilizados y dramatizados desde la textura orquestal, alternando temas rítmicos y enérgicos con otros temas líricos de reminiscencia popular que crearon un clima sugerente en la apertura de la noche. El concierto de Beethoven a continuación encontró en la excepcional violinista Carolin Widmann una intérprete profunda, consistente, de sonido voluminoso y expresivo, en perfecta consonancia con el color de la orquesta. La ejecución transcurrió con ejemplar serenidad, sin aristas ni alardes de virtuosismo, dedicada toda la atención exclusivamente a las ideas de la obra, por ejemplo en el inspirado tema principal –una melodía dulce que se oye infinidad de veces a lo largo del primer movimiento, Allegro ma non troppo–, vertido con riqueza de matices, alejado por completo de toda inercia en la repetición. Una Widmann vibrante en el desarrollo de la cadencia alcanzó su punto de arte más conmovedor. En la suave romanza del Larghetto, solista y ensamble profundizaron la homogeneidad en el canto, y desembocaron en un Rondó Allegro brillante, en el que cada pasaje, cada pequeño trino, cobró belleza y sentido musical. Como encore, Widmann ofreció una bella Sarabande de Johann Sebastian Bach: dicción impecable, sonido denso y tan inconfundible para las elaboradas líneas bachianas. En conjunto, una se-

lección de repertorio que nunca fue en busca del efecto sino de las alturas del alma humana. En la segunda parte, la soberbia Filarmónica de Dresde se mostró en la monumental Sinfonía n° 1 de Johannes Brahms, como la quintaesencia del sonido alemán y de la tradición de Europa Central: un sonido espeso, oscuro, amplio, contundente. O como explicaba Günther Naumann, violinista con el título de virtuoso de cámara, en diálogo con esta periodista en Berlín: “Nuestra orquesta se caracteriza por un sonido blando y redondo pero preciso a la vez, cálido en las cuerdas como en los vientos, tanto en las maderas como en los metales”. Fue gloriosa la interpretación de Brahms en esa compenetración con las sonoridades aterciopeladas del compositor hamburgués, inquietante y majestuosa desde el comienzo, sin el más mínimo atisbo de superficialidad en los momentos más imponentes de su música. Muy por el contrario, primaron el control, la concentración y el pathos de un organismo que sabe conducirse con eficiencia unánime al puro beneficio de su arte. Una aventura acústica impactante en manos de la Filarmónica de Dresde fue el atravesar esta obra plena de tensiones dramáticas y pensamientos musicales de una envergadura colosal. En la misma frecuencia de sobriedad y templanza, Michael Sanderling expresó su talento en una dirección mesurada, elegante, sin gestualidades inútiles ni concesiones al show de cara al auditorio. Demostró en cambio que el trabajo verdadero del director de una orquesta con 120 conciertos al año es aquel que transcurre en la disciplina del ensayo y la preparación de un conjunto de músicos que sin grandilocuencias vanas logran edificar tan magnífico potencial sonoro. Como cierre fuera de programa: el final de la Obertura de la ópera Guillermo Tell de Gioachino Rossini.ß Cecilia Scalisi

allegro

El pianista húngaro que quería conquistar América música y nEgocios. Henri Herz fue un pianista vienés, nacido en 1803, que hizo giras por toda Europa hasta que, muy ávido de nuevas posibilidades económicas (más que musicales) cruzó el Atlántico. En una carta a su hermana le dijo, sin rodeos, “tengo la intención de llevar la música adonde se pueda hacer dinero”. En 1846 llegó a Estados Unidos. Con su manager, Bernard Ullman, planearon varias estrategias. La primera fue hacer arreglos de algunas melodías patrióticas estadounidenses. La segunda fue presentar ese repertorio en “conciertos gigantescos”. En uno de éstos, en Nueva York, subió ocho pianos a un escenario con dieciséis intérpretes tocando a cuatro manos en cada teclado. El resultado musical, según el Evening Mirror, fue poco menos que espantoso, con instrumentos mal afinados, pianistas que, sin mirar los gestos del director, Herz, seguían su propio tempo, además, con errores de

todo tipo. Pero hubo entre 2600 y 2800 personas fascinadas y Herz y Ullman descubrieron el negocio y la felicidad. La crítica, sin embargo, fue impiadosa. En una de ellas, se apelaba a una ceremonia fúnebre y se señalaba que Herz había enterrado la música y que los ocho pianos parecían “una exposición de un fabricante de ataúdes”. Lejos de estas reprobaciones, Ullman tenía todo muy claro. Este empresario húngaro fue uno de los primeros en mirar a la música como un negocio. Ullman definía a la música como “el arte de atraer a un auditorio por medio de recursos secundarios –que, con frecuencia, se convierten en principales– al mayor número posible de gente curiosa de modo tal que, cuando se comparen los gastos con los ingresos, los últimos superen a los primeros por el mayor margen posible”. Sí, claro, sonidos, estéticas, interpretaciones y propuestas artísticas no eran lo esencial, por supuesto.ß Pablo Kohan