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Cada momento que pasa va quedando menos y se va mi mujer
va quedando menos y se cierra la boca y se va la voz y se van las letras y se van los gestos
Cada momento que pasa y se va la piel
va quedando menos y se van los deseos y golpean la puerta y se abre la puerta
Me llaman Aún queda música y se va
queda tiempo y se va Mar, viento, día, noche, frío, calor, polvo, sombra, padres, hermanos, amigos, una ciudad, viajes, sueños, recuerdos
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ELLOS se van, y luego me voy yo En el espacio vacuo permanece unánime uno de los principios. Para quien quiera tomarlo queda el sufrimiento
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PLAZA BALCARCE
La Luna no existe hace años. Un televisor se enciende en la habitación de un departamento en un quinto piso. Dos perros, en la vereda de la plaza de enfrente, aúllan bajo su resplandor blanquecino. Una mujer se asoma a la ventana con sus pechos descubiertos e interrumpe el resplandor. Los perros se van. Arriba, un hombre se acerca a la mujer y la toma por detrás. Se alejan de la ventana y la habitación se oscurece por completo. Un instante antes otro televisor se había encendido en un piso diez sobre la calle transversal. Allí debajo están ahora aullando los perros. Es la emisión de medianoche. Hoyes luna llena sin cortes publicitarios. No hay gatos. La vieja de la leche está en el décimo piso clavada frente al fulgor sin interrupciones, y los gatos se murieron de hambre. La Luna no existe hace años pero el supermercado de la estación de servicios está abierto las veinticuatro horas. En la plaza cinco botellas de vino beben a tres hombres. Cuando terminan, la escultura que hay en el centro recibe cinco botellazos, uno con algo de tinto. Los hombres se derraman y la escultura graniza. El césped bebe a la salud del guardián, y el guardián hace años que no existe. Alguien enciende un cigarrillo. Es el guardián. Trae una sexta botella y fuma un cigarrillo. Se junta con los otros tres hombres y comparte su trago. Terminan de beber y el guardián arroja la sexta botella contra la escultura. La escultura graniza, el césped bebe a la salud del guardián, y el guardián hace años que no existe. El guardián deja caer el cigarrillo en el piso y se aleja. Viene un tipo, ve que aún queda tabaco y lo recoge. Los perros se le acercan. La programación terminó y en el cielo sólo hay estrellas. En el departamento del quinto piso se asoma desnudo el hombre. Con el halo de los pechos de la mujer en sus manos confunde a los perros que comienzan a aullar
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nuevamente. El hombre, agotado, baja las manos y se acuesta. Los perros continúan en la plaza. El que recogió el cigarrillo le pasa la ultima pitada a otro. Los empleados de seguridad de los edificios controlan la escena. La vieja del décimo con el televisor apagado también controla por el portero-visor. No hay peligro. El cigarrillo por fin se termina. Los perros no saben qué hacer. La vieja toma un Insomniuni 7,5 miligramos de zopiclona. Los perros no pueden dormir y la estación de servicio está abierta las veinticuatro horas. Este cuadro se repite cada noche, y la Luna hace años que no existe.
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