1. Buenas noticias

rock de los años sesenta, y uno de los más importan tes de todos los tiempos. ... —Es Abbey Road —dijo su padre, anticipándose a su pregunta. Pero a Lily ese ...
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1. Buenas noticias

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Las gotas corrían con rapidez por los cristales de la ventana de la habitación de Lily. Y ella las seguía, hipnotizada. Llovía desde la tarde anterior. No es que eso la disgustara. Al contrario, la lluvia limpiaba las calles, alimentaba los prados y los árbo­ les en los parques, y reducía el volumen del ruido de la ciudad. Pero ese sábado por la mañana Lily no conseguía concentrarse en su tarea. Llevaba dos ho­ ras ya con el libro de Historia abierto en la misma página. Su mente viajaba lejos, se iba con el agua que caía del cielo cubierto de nubes. Si prestaba atención, le parecía oír, en la planta superior, el crujido del armario blanco.

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Capítulo 1 Por las noches, en el silencio de la casa adorme­ cida, también creía percibir un sonido que venía del taller y que era como un reclamo. Pero tenía que ser prudente, porque si sus padres la descubrían, ten­ dría problemas. Lily comprendía que el secreto que el armario custodiaba era muy grande. Y ahora sa­ bía que formaba parte de él. Recordó la aventura que había vivido en Versalles, en la corte de María Antonieta, y el retrato de su tía abuela, con el vestido de terciopelo verde y la cin­ ta mágica entretejida en el pelo. Se acercó a la cama, se arrodilló, apartó un poco la colcha y metió la mano debajo. Había peluches viejos, juguetes olvidados, una caja de bocetos nunca llevados a la práctica y… Ahí estaba lo que quería. Un cofrecito rosa, de ésos que tienen una cajita musical y una bailarina que gira sobre sí misma en cuanto levantas la tapa, pero el mecanismo llevaba roto mucho tiempo. Sin embargo, eso no tenía importancia porque Lily buscaba otra cosa. En el interior forrado de ter­ ciopelo rosa del cofre guardaba la cinta que había traído de Versalles. Ahí estaba, ante sus ojos, mara­ villosa y brillante. 10 Lily Lace minifalda rock-interiores.indd 10

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No tenía ni idea de qué ha­ cer con ella, pero sabía que era importante si su tía abuela se había tomado la molestia de ir a buscarla. Lily sacó la llave de plata del bolsillo de su peto y la miró. La apretó, calentando con su mano las hermosas alas de mariposa. Y la sintió vibrar. —¿Qué relación tienen entre sí? —se preguntó Lily mirando primero la cinta y luego la llave. —¡Lugana! —oyó que su padre gritaba en ese preciso instante. La llave de plata se cayó al suelo. Lily se la metió deprisa en el bolsillo, cerró el cofrecito y lo guardó de­ bajo de la cama. Luego se acercó a la puerta para descubrir lo que sucedía. —¡Lugana! —llamó otra vez Mateo desde el pi­ so de abajo. —¡Ya voy! —respondió su madre, saliendo del despacho con el pelo recogido y una cinta métrica alrededor del cuello.

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Capítulo 1 El padre de Lily fue a su encuentro, abanicándo­ se con un periódico salpicado de agua. —¡Buenas noticias! ¡Mira! —dijo nervioso. Ella tomó el periódico y le­­yó. Después, levantó la cabeza: —¡Es maravilloso! Una crí­tica tan fabulosa… ¿Ca­ pelina? ¡Hablan del pañue­ lo! Ven a leerlo —llamó entonces a la hermana mien­ tras se dirigía a su cuarto con los ojos fijos en la fo­ to de una modelo que lle­ vaba un pañuelo a modo de top. Unos instantes después, Capelina Lace salió del ba­ ño con una bata lila y el pelo enjabonado. —¿Qué dijiste? —Lo que oíste. ¡Dos co­ lumnas en la página de tenden­ cias sobre nuestra nueva creación!

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Buenas noticias —Entonces, ¡funcionó! Qué felicidad —dijo Ca­ pelina abrazando a su hermana con tanto ímpetu que le embarró en el pelo un poco de espuma con aroma de jojoba. Lugana se limpió con la mano y dijo: —Hay que renovarse, querida hermana. En la moda todo vuelve, siempre. Sólo es necesario saber anticiparse. —Y tal vez nos llegue otra buena sugerencia —di­jo Mateo. —Quién sabe de dónde salió ese misterioso di­ bujo… —comentó Capelina. —Lo que está claro es que gracias a esa creación, que alguien pasó por debajo de la puerta de casa, todavía tenemos posibilidades de salir adelante —insistió Lugana. —Sólo es el primer paso. Queda mucho trabajo por hacer. —¡Tenemos que ir enseguida al taller! Los prime­ ros encargos pueden llegar hoy mismo —dijo Lugana con nerviosismo, antes de desaparecer en su cuarto.

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Lily, que siguió la conversación desde el otro lado de la puerta, sentía que el corazón le estallaba de ale­

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Capítulo 1 gría. La idea del pañuelo que tuvo en su viaje a Ver­ salles le parecía magnífica, pero no se esperaba tanto éxito. ¡Estaba realmente contenta! Entretanto, no se percató de la llegada de Pigato, que se metió en su cuarto aun a costa de que ella le diera un portazo de frente. —¡Ay! ¿Pero cómo se te ocurre? —preguntó Lily, sorprendida. No parecía que Pigato tuviera tiempo que perder. Emitió dos maullidos decididos y se dirigió de nue­ vo hacia la puerta. Era evidente que quería que lo siguiera. Y Lily le hizo caso. El gato caminó hacia las escaleras y subió los peldaños en unos cuantos saltos. Lily comprobó que el camino estaba libre y fue detrás de él. Se coló en el viejo taller y fue a reunirse con Pi­ gato. En la penumbra vio la silueta del gato que se dirigía al fondo de la sala, hacia el armario blanco. Mientras se aproximaba, sentía de nuevo aquella tensión extraña que estaba a un paso del miedo. Respiró hondo y siguió adelante. Cuando llegó al armario, no pudo creer lo que veían sus ojos: la puerta estaba abierta de par en par y los vestidos colgados de los ganchos se mo­ 14 Lily Lace minifalda rock-interiores.indd 14

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vían ligeramente, como si los meciera una brisa imprevista. Lily dio un paso atrás, pero Pigato maulló de nuevo. —¿Qué está pasando? —preguntó ella, asustada. Entonces, Pigato saltó dentro del armario y co­ menzó a agitar una pata hacia arriba. Lily, llena de curiosidad, venció el miedo y lo miró. Y, por fin, comprendió. —Quieres que escoja uno, ¿no? El gato se limitó a observarla con sus grandes ojos verdes. —De acuerdo. ¡Veamos cuál me gusta más! —di­ jo la niña, y se dio a la tarea de encontrarlo.

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2. Círculos, cuadrados y trapecios

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Tal vez fueran los motivos geométricos que lo deco­ raban, blancos como la nieve, o el contraste con el fondo rojo chillón, el caso es que en cuanto le pu­ so la vista encima, Lily se sintió atraída por aquel vestido. Lo sacó del armario y lo puso sobre Pedro, el burro de metal, para examinarlo mejor a la luz de la linterna que tenía oculta en el taller. Y pudo cons­ tatar que el vestido era muy original, de lo más extra­ vagante. —¿Te gusta, Pigato? Quién sabe cuándo lo con­ feccionaron… Hum, veamos —trató de hacer me­ moria—. Si no me equivoco, la tía dijo que la

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Capítulo 2 minifalda la inventaron en los años sesenta, así que tiene que ser posterior. ¿Y si fuera justamente de esa época? El minino emitió unos maullidos de aprobación mientras recorría con su cola sinuosa la orilla del vestido, que realmente era bastante corto. —Ahora no me queda más que leer las instruc­ ciones… —dijo Lily tocando la suave tela del vesti­ do. Ya se le había pasado el miedo—. Tal vez descubra al­go más sobre esta tela mágica, amigo mío, y regrese con una nueva idea para mamá y para la tía Capelina. El desfile está ca­da vez más cerca —con­ sideró Lily. Después vio lo que estaba escrito en la eti­ queta del gancho. “Ponérselo por la ca­beza, pasando pri­ mero el brazo izquierdo y luego el derecho. Subir el cierre

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hasta la mitad y luego proseguir lentamente hasta cerrar­ lo del todo. Hacer una pirueta”, terminó de leer Lily. —Son unas instrucciones muy extrañas y compli­ cadas. Está claro que el que las escribió no quería que cualquiera que se pusiera los vestidos los hicie­ ra funcionar así como así. Pigato estuvo de acuerdo y empezó a ronronear. —Sí, yo también te echaré de menos. Pero estoy convencida de que regresaré con información muy in­ teresante —concluyó Lily, y empezó a ponerse el vestido. Siguió las instrucciones, pero cuando estaba a punto de subirse el cierre oyó ruidos que provenían del otro lado de la puerta. —¿Lily? ¿Pequeña? —oyó llamar. —¡Es Ágata! —exclamó la niña—. ¿Y ahora qué? Probablemente Ágata no entraría en el viejo taller, pero si lo hiciera y la encontrara allí dentro… Prefe­ ría no pensarlo. Meditó unos instantes y luego se decidió: se quitó el vestido con rapidez, lo colgó en el gancho y se vistió con su ropa otra vez. Luego fue a la puerta y esperó a que Ágata bajara por las escaleras. Las bajó ella también y, como si no pasara nada, se dejó ver.

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Capítulo 2 —Estoy aquí —dijo. —¿Lily? ¡Teléfono! —dijo la mujer—. Te he bus­ cado por todas partes. ¿Dónde andabas? —En mi cuarto. —Mira, pequeña, ¡las mentiras harán que te crezca la nariz! —le dijo ella moviendo el dedo ín­ dice frente a la nariz de la niña. Olía de maravilla. Lily sonrió y corrió hacia el teléfono que había en la habitación de sus padres. —¿Sí? Ah, hola, Becky… No, no, estaba estudian­ do… —dijo Lily, esperando que Ágata se alejara. Cuando se sintió segura, cerró la puerta y comenzó a susurrar—: Estaba haciendo una cosa, pero ahora no puedo decirte nada más. Tengo que irme. Sí, de verdad. Créeme, Becky, ¡es algo fuera de lo normal! De acuerdo. Después te lo cuento todo. Te espero a las doce y media. ¡Hasta luego! Lily colgó y recorrió el pasillo. Todo estaba tran­ quilo. Su madre y su tía trabajaban en el taller. Del despacho de su padre llegaba una canción: Eleanor Rigby picks up the rice in the church where a wedding has been Lives in a dream… 20 Lily Lace minifalda rock-interiores.indd 20

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—Hola, papá —dijo, asomándose por la puerta. Quería ver cómo estabas. —Hola, Lily. —¿Qué estás escuchando? —Una canción de los Beatles. Era un grupo de rock de los años sesenta, y uno de los más importan­ tes de todos los tiempos. —Lo sé. Siempre me lo dices —respondió Lily sonriendo. En la mesita junto al sillón donde se sentaba su padre, vio un disco con una funda extra­ ña: la fotografía de varias personas que atravesaban una calle por un paso peatonal. —Es Abbey Road —dijo su padre, anticipándose a su pregunta. Pero a Lily ese nombre no le decía nada. —Me voy a hacer la tarea. De la cocina llegaba un aroma delicioso que anunciaba una comida sabrosísima. Antes de regresar al taller, Lily decidió echar un vis­ tazo a los nuevos bocetos en el despacho de su madre. En medio de una pila de papeles desordenados, encontró el boceto de un vestido color turquesa cla­ ro. Tenía un pañuelo a modo de adorno, que partía del hombro y podía ponerse de diversas formas.

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de ue r p se liza rea seda n ó en chif n o e

ornam ento en tela para drapea r de divers as fo rmas

piezas de encaje del mismo tono

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Círculos, cuadrados y trapecios —Está bien, pero necesitaríamos una idea que lo hiciera más exclusivo… Y seré yo quien la encuen­ tre. ¡Tengo que ponerme en marcha! —dijo y regre­ só al taller, donde se topó con Pigato exactamente en el mismo sitio en el que lo había dejado. Lily se puso el vestido de nuevo, acarició por última vez a su gato, se subió el cierre, hizo la pirueta y… ¡PUFF!

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o a e mas

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