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cultura
| Martes 11 de novieMbre de 2014
CULTURA
Edición de hoy a cargo de Constanza Bertolini www.lanacion.com/cultura | @LNcultura | Facebook.com/lanacion
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Marido y mujer, bajo el mismo techo crearon buena parte de su obra, pero cada uno tiene su propia biblioteca
Dos escritores y una conversación que ya lleva casi medio siglo premiados. Sylvia Iparraguirre y Abelardo Castillo, que hoy recibirán un Konex
a las Letras, cuentan delicias (literarias y de las otras) de la vida de a dos Texto Gonzalo Garcés | Foto Santiago Filipuzzi
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eciben cada uno un premio Konex; después de la ceremonia, se lo llevan a la misma casa. No es una escena fácil de imaginar, pero este año les pasó a Abelardo Castillo (79) y Sylvia Iparraguirre (67). En la edición 20042014 del galardón que se entrega esta tarde ganaron, respectivamente, el premio de Brillante de las Letras Argentinas, y uno de Platino, en categoría novela. Iparraguirre y Castillo viven juntos desde hace cuarenta y tantos años. Aunque se consideran “individualidades absolutas”, bajo el mismo techo escribieron libros como La tierra del fuego, Crónica de un iniciado, El Parque, El que tiene sed, La orfandad
o Las maquinarias de la noche. Castillo no vacila en despertar a su mujer para leerle un poema de Rilke; ella, a veces, prepara una bandeja para compartir un picnic a las cinco de la madrugada. Son la clase de pareja que, en una fiesta de cien personas, prefieren conversar entre ellos. Lo que sigue intenta captar algo de esa conversación que lleva casi medio siglo. El entrevistador pregunta; ellos se divierten, hablan de literatura, juegan a acusarse mutuamente de robarse los libros y, por momentos, parecen olvidar que el resto del mundo existe. –¿Qué fue lo primero que cada uno leyó del otro?
Castillo (a Iparraguirre): –Cuando vos llegaste por primera vez a la revista El escarabajo de oro, yo estaba leyendo Noche para el negro Griffiths. Estaba totalmente concentrado en mi lectura. Iparraguirre: –Y yo estaba en otra cosa. Estaba en la facultad y ahí no se veía a ningún escritor vivo; leíamos a escritores del Siglo de Oro. Pero tuve una gaffe: me vestí como para una gran ocasión y estaba todo el mundo vestido muy normalmente. Me sentía como en examen, pensaba que todos me iban a preguntar: “¿Qué te parece?”. Y yo no sabía qué decir. A. C.: –La primera narración de ella que leí fue el cuento “Toda una tarde de la mano, al costado de la vía”. Que
me asombró por la habilidad formal y por cierta gracia del personaje del chico, que en lugar de hobby decía “obi”. Sigo creyendo que es uno de los mejores cuentos de Sylvia. –Vos, Sylvia, eras más joven. Sin embargo, no se nota influencia de Abelardo en tu escritura. S. I.: –En realidad tengo una inmensa influencia de Abelardo, pero en el sentido del oficio de escribir. En un sentido profundo estamos totalmente de acuerdo, pero en otro somos muy diversos. Por ejemplo, en La tierra del fuego perseguí el tema de Jemmy Button durante meses; Abelardo no lo habría hecho. Él tiende a un punto más existencial, con una prosa más tensa. Yo tiendo
Todos somos potenciales artistas visuales foTografía. La máxima corresponde al Nano Festival, que ya va por su cuarta edición Natalia Blanc LA NACION
Con la cámara digital incorporada a la vida cotidiana como un objeto indispensable, siempre a mano para registrar todo aquello que suceda alrededor, en la actualidad cualquier persona puede ser un potencial artista visual. Ésa es la idea de la frase “Todos somos fotógrafos”, lema del Nano Festival de Fotografía, cuya cuarta edición se inaugurará pasado mañana, a las 19, en la Galería Arte x Arte. Organizado por Daniel Merle, Fernando de la Orden, Manuel Fernández y Mateo Heras, en el encuentro presentarán imágenes de fotógrafos emergentes, se rendirá homenaje a consagrados como Grete Stern y se realizarán talleres y charlas abiertas a todo público. Una de ellas, programada para el próximo sábado, a las 18, tiene un título sugestivo: “Esto no es una foto”. Del debate participarán Diego Ortiz Mujica, uno de los referentes
del país de la fotografía clásica en blanco y negro; Estrella Herrera, que lleva adelante el proyecto artístico Nido Errante; Rosana Shoijett, fotógrafa que trabaja con la técnica del collage, y Martín Oesterheld, cineasta y nieto del creador de El Eternauta, convocado para aportar una mirada externa al ambiente fotográfico. “Todos los años proponemos una discusión vinculada al tema candente del momento –explica Merle–. En 2013 debatimos sobre la validez de los concursos de fotografía. En esta oportunidad decidimos plantear cuáles son los límites de la disciplina y si esa frontera es necesaria hoy en día, con la expansión del concepto de «arte apropiado», que, en este caso, son imágenes creadas a partir de fotografías de otros autores, sean conocidos o anónimos.” La obra ganadora del premio Petrobras de 2013 fue el disparador del tema de la mesa redonda. Sigue el curador: “Más allá de la calidad del trabajo de Dino Bruzzone
Volar
Manuel Tesino
(la reproducción de un cómic), esa imagen y otras que se exhibieron, por ejemplo, en el Salón Nacional de Fotografía, nos llevaron a pensar si las fotos intervenidas no deberían concursar en una categoría distinta. Es una buena excusa para discutir cuestiones que tuvieron mucha repercusión durante el año en nues-
tro sitio web y en nuestra página de Facebook”. Con muestras individuales de Sofía López Mañan y Marcela Magno, en el festival se expondrán también los trabajos seleccionados de las tres convocatorias lanzadas por los organizadores en las redes sociales durante 2014: “Intimidad”, “Nano busca un autor” y “Homenaje a Los sueños, de Grete Stern”. Durante cuatro días (los días posteriores a la inauguración estará abierto de 15 a 21, en Lavalleja 1062) y con entrada libre, en el encuentro confluirán las miradas de aquellos que trabajan profesional y artísticamente con las imágenes y también las de quienes ya han comenzando a recorrer ese camino, pero no tienen un lugar donde mostrar sus obras. El Nano, concluye Merle, se propone reunir “a la mayor cantidad posible de gente que desarrolla herramientas expresivas con la tecnología que tiene a su alcance: de la camarita del celular a la réflex, del registro analógico al digital”. ß
a ver fragmentos, tranches de vie, como dicen los franceses. A. C.: –Además, yo tengo cierta resistencia a eso que se llama novela histórica. Creo que ésos son temas que se deben tratar en el teatro. Por fortuna, además de ser, probablemente, la mejor novela de Sylvia, La tierra del fuego no es una novela histórica. Es una novela contemporánea que narra un hecho histórico. –Abelardo, usted dijo una vez que Sylvia puede ser demoledora en sus críticas. A. C.: –Cuando le leí por primera vez Crónica de un iniciado, Sylvia me demolió literalmente tres capítulos. Me dijo: “Pero esto es muy sesentista”. Y tenía toda la razón. Eso me sirvió para reducir esos tres capítulos a uno. –Sylvia, ¿qué entendías por “sesentista”? S. I.: –Abelardo me lleva algunos años, no demasiados, pero sí algunos, y había vivido la etapa de los 60 de un modo diferente; yo veía esa época con cierta distancia. Digamos que soy un poco alérgica a las grandes palabras. A. C. (a S. I.): –Vos escribiste un cuento que me parece espeluznante. Es terrorífico, pero sucede en tres días. Y Sylvia creía que tenía que contar lo que sucede en el primero, el segundo, el tercero. Le dije: “Sylvia, uno impone el tiempo. Podés hacer pasar un año en una línea; lo único que tenés que saber es qué pasó en ese año que no le contás al lector”. –Hay escritores que les gustan a ambos: Tolstoi, Faulkner, Kafka, Poe. ¿Hay alguno que sea motivo de disenso entre ustedes? S. I.: –André Gide. Abelardo me ha conminado a leerlo. Me lee cosas de Gide en voz alta. Y yo una vez, para su ofensa total, le dije: “Eso es moho francés”. A. C.: –Pero no leíste La puerta estrecha. Además, Gide fue uno de los hombres más honestos que existieron. S. I.: –Pero se iba de turismo sexual a Marruecos. A. C.: –¡Pero eso no tiene nada que ver con la literatura de Gide! S. I.: –Yo te comprendo, pero ese amor por la mujer, y después se iba con el marinero... A. C.: –Eso se llama contradicción existencial. S. I.: –Entiendo, pero no me gusta. A. C.: –Lo que pasa es que vos estás más formada en la literatura inglesa. S. I.: –Eso es cierto. Punto a favor [risas]. A. C.: –A mí lo contrario me pasaba con Virginia Woolf. Pero soy más flexible que mi señora [risas]. A veces me aburre inmensamente, pero ha escrito libros notables. S. I.: –Yo leo mucha teoría de la literatura y Abelardo, mucha filosofía. Vuelvo siempre a Mímesis, de Erich Auerbach, Bajtín, El campo y la ciudad, de Raymond Williams. Todo lo sólido se desvanece en el aire, de Marshall Berman. Son libros en los que siempre encontrás algo. A. C.: –La teoría de la literatura va hacia lo abstracto, y cuando yo hablo de literatura voy a lo concreto. Sin embargo, el pensamiento abstracto se me da en la ciencia o la filosofía. Me interesan más los apriorismos kantianos respecto del tiempo que un ensayo sobre el tiempo en la novela. –Ustedes tienen dos bibliotecas. ¿Tienen libros repetidos?
disTiNCiÓN
A. C.: –Cuando nos conocimos, tenía ya la biblioteca formada y ella consideró que eso era bien ganancial [risas]. S. I.: –Bueno, Mímesis, que tengo desde la facultad, vivió mucho tiempo en tu biblioteca. A. C.: –Está en mi biblioteca. S. I.: –No; lo recuperé [risas]. –Los escritores tienden a manejar su vida cotidiana con bastante independencia del mundo exterior. ¿Cómo lo hacen ustedes? A. C.: –Al principio podía influir la diferencia de horarios, aunque Sylvia también es trasnochadora y tiene horarios insensatos, si uno los juzga desde la normalidad. Pero como no le importa almorzar a las dos de la mañana, eso se solucionó casi de entrada. Y después, no sé si es un defecto o una mera característica, pero yo no puedo planear ni siquiera una lectura seria si no dispongo de todo el día. Si sé que algo va a ocurrir a las ocho de la noche, ese día ya está perdido para mí. Si estoy escribiendo, no quiero interrupciones. Pero creo que el secreto de una relación entre dos escritores es justamente uno que es muy difícil de mantener si no son ambos escritores: poder mantener la individualidad absoluta dentro de ese minicolectivo que es el matrimonio. S. I.: –Completamente de acuerdo: somos dos individualidades. Yo a
Iparraguirre: “Si uno está escribiendo, por ahí no comemos. A veces hacemos picnics a las cuatro de la mañana” Castillo: “Cuando nos conocimos yo tenía la biblioteca formada y ella consideró que era un bien ganancial” [risas] veces estoy todo el día sola en casa porque Abelardo está durmiendo: estoy acompañada por él, pero estoy sola. Si uno está escribiendo, por ahí no comemos o comemos a cualquier hora. A veces hacemos picnics a las cuatro de la mañana. A. C.: –Sylvia es más meticulosa con la comida; sin ella, yo habría muerto de inanición. S. I.: –Cada uno tiene sus ritos. Abelardo me persigue para leerme cosas. Me gusta que lea poemas en voz alta. A. C.: –Es que hay cierto tipo de lectura que no podés no compartir. Una vez te desperté para leerte uno de los Sonetos a Orfeo de Rilke. De golpe cayó sobre mí el unicornio y tuve que despertarte. Sylvia es fanática del tapiz La dama y el unicornio. Y hay un soneto de Rilke que no lo nombra, pero va formando al unicorno. Dice que los hombres lo necesitaban y que había un hueco en la realidad donde necesitaba existir ese animal –al que no nombra– y que el amor de los hombres, no el alimento, lo formó, hasta que de la frente le surgió un cuerno. Y vos sentís: es el unicornio, que está naciendo acá, en este momento. Naturalmente, ¿cómo no vas a despertar a tu mujer?ß
VisiTa
Ana María Shua, Premio Nacional de Cultura
Bernardo Carvalho llega con una nueva novela
La escritora Ana María Shua obtuvo anoche el Premio Nacional de Cultura, en la categoría cuento y relato, correspondiente a obras estrenadas o publicadas en el período 2010-2013. La autora fue distinguida por su trabajo Fenónemos de circo. En una ceremonia en el Palais de Glace recibió el galardón: 50.000 pesos en efectivo y una pensión vitalicia equivalente a cinco jubilaciones mínimas al momento de jubilarse. La distinción nacional incluyó las categorías Música sinfónica y de cámara, Ensayo antropológico, Ensayo artístico y Guión de radio y de televisión. Los primeros premios de esas especialidades recayeron en Luis Mucillo, por Mabinogion. Suite para Orquesta (según antiguas leyendas galesas), Sabina Frederic (Las trampas del pasado: las fuerzas armadas y su integración al Estado democrático en Argentina), José Emilio Burucúa (El mito de Ulises en el mundo moderno) y Jéssica Valls y María Victoria Ocampo (Bienvenido Brian, obra televisiva). ß
El brasileño Bernardo Carvalho, de quien acaba de publicarse en español Hijo de mala madre, llegará el miércoles a Buenos Aires en una fugaz visita de promoción de dos días. Nacido en 1960 en Río de Janeiro, Carvalho, uno de los escritores más interesantes de su generación, era conocido ya en la Argentina por la novela Nueve noches, centrada en la fascinación del narrador por un antropólogo norteamericano, cuyas peripecias se entrelazaban hasta volverse indiscernibles. Hijo de mala madre, la nueva novela recién publicada en castellano, teje una cantidad de historias sobre el fondo de la Rusia en guerra con Chechenia en 2003. Son tres mujeres que coinciden en el sufrimiento que les deparan los campos de refugiados, los ataques guerrilleros, las torturas, y los secuestros. El arte de Carvalho, una vez más, consistió en convertir un tema histórico en un asunto humano, y lograr una trama apretada en la que el destino de cada uno es el destino de todos. ß