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DOS ELECCIONES. Por Santiago Pérez Díaz. Según el mundo, la mayoría siempre tiene la razón. Según Dios, esa premisa no es cierta, y la mayor parte de las veces, la mayoría está equivocada. En lo que se refiere a los ministerios y servicios dentro del campo eclesial y misionero, los llamamientos y elecciones para ...
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DOS ELECCIONES Por Santiago Pérez Díaz Según el mundo, la mayoría siempre tiene la razón. Según Dios, esa premisa no es cierta, y la mayor parte de las veces, la mayoría está equivocada. En lo que se refiere a los ministerios y servicios dentro del campo eclesial y misionero, los llamamientos y elecciones para realizar funciones como pastor, evangelista, profeta, maestro, misionero, y otros, procede enteramente del Espíritu de Dios y no de los hombres. A las congregaciones y cuerpos dirigentes les corresponde imponer las manos, orar y enviar a tales personas ya escogidas por Dios. Consideremos dos casos en la iglesia primitiva. LA ELECCIÓN DE LA IGLESIA, Hechos 1:15-26. Después de la ascensión del Señor Jesucristo a los cielos, los apóstoles y un grupo de hermanos, hasta sumar 120, se mantuvieron en oración reunidos, día a día, en espera de la llegada del Espíritu Santo prometido por el Señor. Esta espera duró 10 días. En ese tiempo el apóstol Pedro toma la iniciativa y recuerda que las Escrituras declaraban en el libro de los Salmos que otro debía tomar el lugar de aquél que traicionó al Señor (Salmo 69:25 y 109:8). Ellos llegaron a la conclusión de que otro testigo de las enseñanzas y milagros de Jesús, desde el inicio hasta el final de su ministerio, debía ser contado con los doce y ocupar el lugar dejado por Judas. Había varios hombres que llenaban esas condiciones. De esos hombres hicieron una pre-selección de dos: José Barsabás y Matías ¿cuál de ellos debía ser añadido a los doce? Ellos, los 120, no lo sabían. Entonces optaron por echar suertes entre los dos candidatos. Oraron pidiendo que el Señor seleccionara, diciendo “muestra cuál de estos dos has escogido”. Y la suerte cayó sobre Matías, y Matías fue contado como uno de los doce apóstoles. LA ELECCIÓN DE DIOS, Hechos 9:1-20. Después de la llegada del Espíritu Santo a la iglesia, todos los discípulos, incluyendo los apóstoles, fueron investidos de poder. La predicación se extendió por toda Judea, Samaria, Galilea y aún en lugares como Damasco en Siria. Iglesias nacieron en muchos pueblos y ciudades. Pero también nació la confrontación con los discípulos de Cristo, los de “este Camino”. Fue de ese modo que un joven llamado Saulo, natural de la ciudad de Tarso de Cilicia, celoso de las tradiciones judías y opuesto a la nueva fe de la “secta” de los seguidores de Jesús de Nazaret, después de perseguir y encarcelar a muchos discípulos del Señor en Jerusalén, fue a Damasco con cartas de autoridad para llevar presos a los creyentes. Llegando cerca de la ciudad fue derribado a tierra por una poderosa luz y escuchó la voz que le dijo “Saulo, Saulo ¿por qué me persigues”. “Yo soy Jesús a quien tu persigues”. Esta experiencia transformó radicalmente la cosmovisión de Saulo y su siguiente vida. El Señor le expresó a su siervo Ananías, quien oró por Saulo para que recobrara la vista, y quien lo bautizó, “instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre”. Este Saulo de Tarso, perseguidor del evangelio, fue transformado en el eminente apóstol Pablo, un siervo de Dios usado poderosamente para llevar el evangelio a nuevas regiones del mundo mediterráneo y usado para escribir la mayor cantidad de cartas registradas en las Escrituras del Nuevo Testamento. ¿Quién es el apóstol número doce que sustituyó a Judas? ¿Matías o Pablo? ¿Cuál de los dos nombres aparecerá en los nombres de los doce cimientos de la Jerusalén celestial? No tenemos una respuesta clara respecto a estas preguntas. La iglesia eligió un apóstol y el Señor eligió a otro. De Matías nada más se menciona en las Escrituras,

aunque sin duda sirvió en la causa de Cristo. El ministerio apostólico de Pablo sobrepasó a todos los otros apóstoles, pero como él mismo escribió, “no yo, sino la gracia de Dios en mí”. Siempre dejemos al Señor escoger por nosotros, porque él escogerá lo mejor. En cada área de la vida personal y de la vida de una iglesia, sea una cuestión de importancia o de aparente escaso valor, dejemos que nuestro Dios y Señor, elija por nosotros. Usado con permiso ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.