2 | ADN CULTURA | Viernes 4 de octubre de 2013
Final abierto
Alfred Hayes, experto en corazones rotos Verónica Chiaravalli
E
l hombre acaba de descubrir que su esposa tiene un amante. Ha visto la escena. No es una sospecha ni un rumor. De regreso a la casa que pronto dejará de ser su hogar, mientras se esfuerza por controlar el dolor y la indignación, piensa en lo que acaba de ver, en las razones de su desgracia. El hombre tiene unos cincuenta años. En la plenitud de la vida, diríamos hoy. Pero los hechos ocurren a fines de la década del 60 del siglo XX, cuando la juventud era una condición tan valiosa como en la actualidad aunque mucho más acotada en el tiempo. Y Asher, nuestro hombre, empieza a pensar que todo lo que le pasa le pasa por viejo. Entonces arma las valijas y vuela a Nueva York. La casa de Los Ángeles la deja encendida. Completamente. Cada lámpara, cada luz. Una capilla ardiente. Un incendio simbólico. Así comienza Mi perdición, el nuevo libro de Alfred Hayes que La Bestia Equilátera rescata para el lector en español, como novedad editorial de este mes. Dado que Asher es guionista en Hollywood (y que el propio Hayes también lo ha sido), el título en inglés (The End of Me) permite jugar con más de un sentido posible. La editorial ya había publicado del mismo autor Los enamorados y Que el mundo me conozca. Feliz idea. Hayes es un artista del soliloquio y domina con maestría los matices más sombríos de la emoción amorosa. Trasplantado de su Inglaterra natal a Nueva York cuando apenas tenía tres años, fue periodista y poeta. Luego de una misión militar en Italia durante la Segunda Guerra Mundial, vivió algún tiempo en Roma y colaboró con maestros del neorrealismo como Roberto Rossellini y Vittorio De Sica. Sublime escuela para la melancolía que tiñe sus relatos. Un aire de familia emparienta Mi perdición con su libro inolvidable, Los enamorados. Así como en Mi perdición, Asher escapa de la relación asimétrica impuesta por su esposa para entrar luego en otra similar, esta vez consentida, también en Los enamorados los personajes sufren de a tres. Y también el protagonista de esta novela, que aún no ha cumplido 40 años, siente que ha llegado su final. Además, en ambas novelas Nueva York respira con vida propia. Pero en Mi perdición, la descripción que hace Asher de la ciudad a la que ha ido en busca de un bálsamo para su alma herida es asombrosa, especialmente por el modo en que él sabe encontrar notas de profunda humanidad donde el lugar común sólo observa hipertrofia y ajetreo. “[Nueva York] en otro tiempo me había curado. Sus multitudes, como enormes secantes, habían absorbido mi vida [...]. Me curaría entre sus ángulos brutales [...]Caminaría lento, pensé, y dejaría que la ciudad saliera a mi encuentro lentamente. Pero Nueva York no sale a tu encuentro lentamente. No es un paisaje. Sale a tu encuentro de golpe. Existe de manera constante en la periferia de tu visión. Casi siempre en el borde de lo que estás viendo ves algo que aún no has visto”.C
línea & letra
Poesía interpretada por Pablo Bernasconi
Dicen que en el mar no hay amor D. H. Lawrence Dicen que en el mar no hay amor, que en el mar no puede vivir el amor, sólo peladas astillas de sal de vida sin amor. Pero desde el mar saltan los delfines alrededor del barco de Dionisio con vides violetas en sus mástiles, y se alzan con el violeta oscuro de los arco iris y ¡saltan, livianos van! Súbitos se zambullen por deleite puro: y el mar está haciéndole el amor a Dionisio con el vigor de estas pequeñas ballenas felices.
En: Uvas y otros poemas, traducción de Carmen Vasco, Ediciones del Dock.
Lawrence Eastwood, 1885 - Vence, 1930 Famoso por la novela El amante de Lady Chatterley, de 1928, y por el escándalo que rodeo su publicación, D. H. Lawrence escribió poesía prácticamente toda su vida, desde sus inicios como escritor hasta Ortigas, aparecido en 1930, el mismo año de su muerte.
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