Notas
Domingo 13 de mayo de 2007
LA NACION/Página 33
¿Eclipse u ocaso del feudalismo?
Kirchner: “En Santa Cruz somos todos anarquistas”
Por Mariano Grondona
Por Joaquín Morales Solá
L
A palabra “feudo” proviene del indoeuropeo peku, propiedad “mueble” o móvil en contraposición a la propiedad “inmueble” o inmóvil a la que los indoeuropeos distinguían drásticamente de los bienes muebles que cargaban con ellos cuando, como el pueblo nómade que eran, erraban por la inmensa planicie euroasiática. De peku derivan tanto el dinero o “pecunia” como el ganado “pecuario”; ambos, bienes “muebles”. Cuando los indoeuropeos se asentaron en regiones tan distantes entre ellas como Europa y la India hacia el año 3000 a.C. (de ahí que se los llame “indo-europeos”), no sólo se volvieron sedentarios; inauguraron además un sistema de propiedad inmueble que respondía a su propia tradición; esto es, como un escalonamiento de poder que descendía de los grandes jefes a los jefes menores para llegar finalmente a los simples guerreros. Así nació la palabra “feudo” en alusión al “contrato de vasallaje” que celebraban un jefe mayor y otro menor, en virtud del cual éste comprometía su lealtad a su superior a cambio de protección, pagándole por ello un tributo “pecuniario” en monedas o en reses. Una vez que los bárbaros se asentaron en Europa después de haber devastado el Imperio Romano, el feudalismo renació como un sistema donde el poder, en lugar de estar concentrado como lo estaba en Roma, se fragmentaba en un sinnúmero de posesiones subordinadas unas a las otras mediante un calidoscopio de contratos de vasallaje, hasta que las nacientes monarquías europeas lograron reunificar otra vez el poder en territorios “nacionales” como España, Francia o Inglaterra a partir del siglo XV. Pero el feudalismo no ha sido exclusivo de la historia europea. También entre nosotros surgió un nuevo feudalismo cuando, no bien nos habíamos emancipado de España, nuestro territorio quedó a
A partir de 1983 también nacieron gobernadores como Menem, Kirchner, Rodríguez Saá, Romero, los Romero Feris, los Juárez, los Saadi y otros partir de 1820 en manos de señores feudales a los que se les daba el nombre de gobernadores y que respondían a apellidos tan diversos como López, Bustos, Ramírez o Güemes. En cualquier lugar y en cualquier época, por lo visto, cada vez que se fragmenta el poder renace el feudalismo. Sólo a partir de la batalla de Caseros en 1852, cuando derrotó al gobernador Rosas, el gobernador Urquiza comenzó como presidente la reunificación del país, que culminaría pocos años después con Mitre en el marco de la nueva Constitución nacional. Pero una lección nos había quedado: que, cada vez que el poder central se fragmenta, resurge la raíz feudal. Lo que cabe preguntar ahora es si la Argentina democrática de 1983 no ha dado lugar, también, al renacimiento del feudalismo ancestral.
Los gobernadores Todos vinculamos 1983 con la exaltación de Raúl Alfonsín, pero también es verdad que a partir de 1983 nacieron gobernadores como Menem, Kirchner, Rodríguez Saá, Romero, los Romero Feris, los Juárez, los Saadi y otros que, aunque después seguirían distintos caminos, comenzaron por dominar a sus respectivas provincias. ¿Era un nuevo regreso al feudalismo? Algunos de estos gobernadores, sin pretender extender su imperio al territorio nacional, terminaron por ser reemplazados o limitaron por cuenta propia el poder local. Su feudalismo resultó así temporalmente limitado y políticamente defensivo, volviéndose eventualmente compatible con el poder nacional. Pero hubo dos gobernadores que usaron sus provincias como una plataforma para conquistar el poder nacional. El primero fue Menem, que vertebró la presidencia continua más larga de nuestra historia constitucional, de 1989 a 1999. El segundo es Kirchner, que llegó a la presidencia en 2003 después de haber gobernado por doce años Santa Cruz. ¿Llamaremos a estos gobernadores, a estos nuevos y exitosos señores feudales, no ya “defensivos” sino “ofensivos”? El hecho es que, de los 24 años de democracia que llevamos,
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14 han sido dominados por gobernadores “ofensivos” y el segundo de ellos aspira a permanecer en el poder por lo menos 4 años más. Si se cumple este pronóstico, la Argentina democrática de 2011 habrá vivido 18 de sus 28 años bajo gobernadores “ofensivos”: las dos terceras partes de su breve historia.
De Menem a Kirchner Los gobernadores “ofensivos” han tenido dos rasgos que explican tanto su éxito inicial como su dificultad final. Menem y Kirchner pudieron imponerse de entrada a sus competidores porque habían ensayado en el “pago chico”, como en laboratorio, el método que trasladarían al poder nacional. Para Menem, la Argentina era una “La Rioja grande”. Para Kirchner, ese papel anticipatorio lo cumplió Santa Cruz. La dificultad para ambos ha sido, en cambio, que, cuando tomaron el poder, lo hicieron sin tener en cuenta que el orden nacional es más plural y que hay que compartirlo con otros actores hasta un punto que no es necesario en el orden local. Esta dificultad se expresó finalmente en el hecho de que, habiendo aprendido a “subirse” al poder, no habían aprendido que, en el orden “nacional”, tarde o temprano también es necesario “bajarse” de él. Ni Menem ni Kirchner previeron cómo habrían de bajarse del poder nacional. Menem pretendió la “rereelección” como un camino al poder vitalicio que no consiguió. El camino de Kirchner, todavía inconcluso, fue indirecto. Al apoyar la reelección indefinida de Rovira en Misiones, buscó un precedente que eventualmente le permitiría seguir el mismo método en el orden nacional. Pero en Misiones el pueblo les dijo que no tanto a Rovira como a él. La otra gran diferencia entre ambos es que, en tanto que Menem mantuvo su influencia en La Rioja hasta el final, cediéndola sólo ante el nuevo poder “ofensivo” nacional de Kirchner, a éste es su propia provincia la que se le ha rebelado. La historia de Kirchner marca entonces una notable asimetría. Su poder nacional nació en Santa Cruz. Pero es esa misma Santa Cruz la que se volvió contra él, obligándolo a gobernarla mediante el sistema opuesto al que él mismo ha proclamado en el orden nacional: la renuncia a la represión, en nombre de los derechos humanos. Si bien el feudalismo ha permitido en provincias largos períodos de poder, resulta evidente que, a pesar de su ventaja inicial, ninguno de los gobernadores “ofensivos”
¿Será el propio Kirchner capaz de moderar el poder nacional que hoy detenta en forma absoluta, en busca de una salida intermedia para 2011? ha encontrado la manera de perdurar indefinidamente sin compartir el poder en el orden nacional. Los ejemplos de Rodríguez Saá, Romero o Sobisch, que han abandonado la idea de la reelección indefinida, parecen en este sentido el único método disponible para convertir un poder inicial absoluto en un poder sucesorio relativo. ¿Es éste el camino que debiera seguir Kirchner? ¿Lo dejarían en todo caso la legión de todos aquellos a quienes ha herido con su punzante estilo? Si no lo hicieran, serían culpables de no darle una salida civilizada a la situación actual. Pero ¿será el propio Kirchner, a su vez, capaz de moderar el poder nacional que hoy detenta en forma absoluta, en busca de una salida intermedia en dirección de 2011? Tanto aquellos que aplauden como aquellos que censuran al Presidente deberían comprender que este “aterrizaje suave” desde una altura insostenible en una democracia es lo único que aún nos queda para dejar atrás, definitivamente, la euforia y la depresión que siempre acompañan, como inseparables gemelas, a las ambiciones ilimitadas de poder.
Las palabras
Desodorante
“–¿Usted violó la ley que prohíbe hacer campaña antes de los 60 días de las elecciones? “–Nunca salió un cartel que dijera que iba a ser candidato. Decía: «Heller en la ciudad». Podría haber sido la propaganda de un desodorante.” (Del candidato a vicejefe de gobierno porteño Carlos Heller.) ¿Por qué el señor Heller se comparó con un desodorante y no con cualquier otro objeto de consumo pasible de ser publicitado? Sin salir de los artículos de tocador, la marca Heller, por su ascendiente alemán de “más rubio, más claro”, parecía más apropiada para un colorante del cabello. Y, sin embargo, el subconsciente to lo hizo optar por el desodorante en su ingeniosa respuesta. La razón es obvia: la propaganda de desodorante es para sacarle el mal olor a la campaña sucia. Los subconscientes dicen la verdad y jamás fallan. Lamentablemente, el desodorante Heller sí está fallando, y no por culpa de la calidad del producto sino porque en esta campaña los que mandan no son los subconscientes sino los inconscientes, y contra la inconciencia no hay desodorante que valga. Todos se agreden mutuamente de
mil maneras, la mayor parte de las veces desde el anonimato. Los que pueden usan la cuota de poder y de dinero que tienen para abrumar a la gente con sus afiches, a veces firmados y a veces disfrazados, y, peor todavía, para difundir rumores y chismes horribles. Lo que agrava la cosa es que algunos de estos rumores y chismes, además, son ciertos. Hace falta un acuerdo entre los candidatos. Al desodorante Heller habría que sumarles la colonia Telerman, el jabón Macri, el shampoo Cristina, el dentífrico Lavagna y el desenredante Carrió. “Todos juntos por una campaña limpia” sería una consigna magnífica. Por nuestra higiene personal, estaríamos dispuestos a hacer una buena inversión en este tipo de cosméticos.
Hugo Caligaris
también. Son gente dura, curtida. El Sur es así. Y yo no fui una excepción como gobernador. A mí también se me sublevaban cada dos por tres. Pero es cierto, también, que la severa censura de la protesta en los medios periodísticos de Santa Cruz, en manos de los amigos presidenciales, calentó aún más los espíritus que ya ardían. Los amigos le han hecho mucho daño a Kirchner. Hasta sus opositores radicales aceptan que el Presidente fue siempre un hombre austero. No pasa lo mismo con la estirpe de nuevos empresarios kirchneristas de Santa Cruz. Ostentan la nueva riqueza sin límites, cuentan los adversarios. Kirchner da vueltas sobre la necesidad de reinstalar el diálogo en su provincia. ¿Cómo? ¿Acaso se ha convertido en un profeta del diálogo, justo él tan poco propenso a dialogar con sus adversarios? Ustedes me conocen poco. Yo pego un portazo, pero siempre dejo abierta una ventana para seguir hablando. Nunca dejo de hablar, explica. Por primera vez habla de su estrategia negociadora. Eso se presta a confusiones. Primero golpeo para ganar 20 metros y después abro la negociación. Ya tengo 20 metros en el bolsillo. ¿Creen que en algún momento dejé de hablar, por ejemplo, con el campo? Nunca, pero primero los arrinconé a sus dirigentes. ¿Es bueno? ¿Es malo? La opinión es libre, pero no pueden negar que mal no me fue. Descifremos: cambió la estrategia en Santa Cruz. Encontró un límite y decidió respetarlo. Es, en última instancia, un servidor de los hechos. Tratará de modificarlos, si puede; si no, se someterá a ellos. ¿Por qué habla de una conspiración política en Santa Cruz cuando lo que aparece es un reclamo docente? Hay un reclamo docente. ¿Cómo negarlo? Pero hay también
¿Y el conflicto docente? El nuevo gobernador es un negociador nato y tratará de buscar la ayuda del obispo. Yo siempre conté con la ayuda de los obispos grupos de izquierda que resuelven todo en asambleas en las que compiten quién es más duro. Así no se llega nunca a nada. Y están los radicales. ¿Sabe qué querían los radicales? Adelantar las elecciones. Las elecciones de la provincia se harán junto con las presidenciales. Un candidato del oficialismo irá con un Kirchner y el radical irá con Lavagna. ¿A quién cree que votarán en Santa Cruz? Otra cosa sería si votaran lejos de las presidenciales. ¿Y el conflicto docente? Se harán algunas propuestas razonables ahora. Tampoco puedo desequilibrar la situación de los trabajadores con el resto del país. El nuevo gobernador es un negociador nato y tratará de buscar la ayuda del obispo. Yo siempre conté con la ayuda de los obispos de Santa Cruz para resolver los conflictos laborales. Monseñor Romanín se excedió un poco con sus palabras, pero es cierto que no había diálogo con él, y eso fue un error. Río Gallegos es su tormento. Gallegos, le dicen los santacruceños. Los radicales o los peronistas ganan ahí la intendencia por menos de mil votos. La sociedad está dividida. Kirchner ha hecho muy poco por unirla. Fue diez años gobernador y sólo habló oficialmente dos veces con el intendente radical con el que convivió ocho años. Ahora, encima, no cree en los números de los manifestantes que dicen los diarios de Buenos Aires. Asegura que los contó, fotografías mediante, casi uno por uno. Hay un grupo duro de unas 1300 personas. Ellos están siempre. Son activistas fogueados. Fueron a pegarle con saña a la policía. La policía reaccionó; son personas como cualquiera. Pero nunca hubo diez mil personas. Jamás. Los números son su obsesión. Por algo siempre trata de establecer la demanda de la gente común para luego precisar su oferta política. Confía en el nuevo gobernador, Daniel Peralta. ¿No era un negociador lo que pedían? Ahí está. Hace poco, el gobierno nacional se escandalizó por una información sobre un problema judicial en Yacimientos Carboníferos de Río Turbio, que controlaba Peralta. ¿Por qué tanto escándalo? Ahora se
sabe: estaban preservando la última carta política que le quedaba a Kirchner en su provincia. La pregunta central se refiere a qué márgenes políticos tendrá Peralta. La oposición y los sindicatos se lo preguntaron a quemarropa al propio Peralta. Todos los márgenes. No me meteré en nada, afirma el Presidente. Sin embargo, a veces las palabras lo ponen al descubierto. Habla del gabinete de Peralta como si fuera el suyo. ¿Hizo gestiones para resolver el problema de Techint en Venezuela? Hice todo. Una cosa son los problemas locales y coyunturales que podamos tener con esa empresa y otra cosa es mi obligación de defenderla en el exterior. Le dije a Chávez que es una empresa argentina y que yo no quiero enterarme de sus problemas leyendo los diarios. Debió llamarme antes y contarme el problema. Pero Chávez es como es. El problema de Techint en Venezuela está resuelto ahora. Su teléfono es más eficiente que la Cancillería cuando se trata de tres líderes extranjeros: Rodríguez Zapatero, Lula y Chávez. ¿Es así? Es así. Con ellos me manejo directa y personalmente, admite. Se mete solo en el escándalo de Skanska. No estoy acusando a nadie, dice. Creo, además, que Paolo Rocca es uno de los tres mejores empresarios argentinos. No nombra a los otros dos. Agrega: Cuando hablo de un problema entre privados, estoy aludiendo a posibles actos de corrupción de ejecutivos de las empresas, sobre todo de Skanska. Un ejecutivo de Skanska declaró ante el juez que las facturas truchas se habían usado para hacer pagos indebidos. No dijo a quién o a quiénes. Un preso señaló al Ministerio de Planificación, pero comenzó a desdecirse en los últimos días. ¿Y si hubiera funcionarios complicados? No hay ninguna prueba por ahora, pero yo no puedo asegurar que no haya algún funcionario desleal o corrupto. Se irá en el acto, subraya el Presidente. Ingresa Cristina Kirchner. Amable y cordial, en su casa no es la mujer dura y apasionada que se conoce en el escenario público. La próxima candidatura presidencial es, en el matrimonio presidencial, sólo motivo de bromas. Nunca hablarán de ese asunto ante extraños. La decisión tendrá el ritual de los grandes espectáculos. La diferencia entre uno y otro está a la vista. El Presidente anda preocupado porque todavía no le llegaron los últimos datos de la recaudación impositiva y de las reservas del Banco Central. La
Las encuestas le dan bien a Cristina. Respuesta de ella: No me hagan hablar de eso ahora, los votos se cuentan de a uno y después de las 6 de la tarde senadora prefiere identificar con precisión los procesos políticos y arroparlos con conceptos igualmente exactos. Recuerda que conoció en Francia a Ségolène Royal y a Nicolas Sarkozy; expone las diferencias con la Argentina política. Cristina Kirchner desliza un solo concepto electoral. No le gusta que se mezclen la política y la religión. Este es un país laico y hemos hecho tal vez la única hazaña de llevarnos bien entre todas las religiones. No echemos a perder esa conquista mezclando política y religión, aconseja. Las encuestas le dan bien. Ella subió mucho y ahora estamos casi empatados, acota el Presidente; los números y las encuestas, otra vez. ¿Y si la senadora ganara las próximas presidenciales? Respuesta de ella: No me hagan hablar de eso ahora. Los votos se cuentan de a uno y después de las seis de la tarde del domingo de elecciones. Todo lo demás es relativo y cambiante. La tarde se oculta. Un estallido de verdes languidece en el despacho privado de los presidentes. El otoño es una promesa que nadie cumplió.