¿Debo forzar las cosas? Leía en algunas historias del Japón recopiladas por John Stevens (escribo en literal para no perder detalle) que “el maestro Takuan (1573-1645) enseñó a muchos maestros famosos de sable. Un día Iemitsu (1604-1651) el tercer Tokugawa Shogun, recibió un tigre como regalo de la corte de Corea. Iemitsu entonces retó al maestro Yagyu Tajima Munenori (1571-1646) a que venciera a la bestia. Munenori aceptó el reto de inmediato y entró decididamente en la jaula; justo cuando la bestia iba a saltar Munenori golpeó al animal en la cabeza con su abanico de hierro y entonces el tigre retrocedió y se encogió lleno de miedo en una esquina.
Takuan, que también estaba presente, censuró a Munenori diciendo: “Ese no es el enfoque correcto”; entonces, Takuan entró en la jaula desarmado y cuando el tigre se levantó a atacar Takuan se escupió en las manos y suavemente empezó a frotar la cara y las orejas del tigre. El feroz animal se calmó en el momento y empezó a ronronear y a frotarse contra el monje. “¡Así es como se hace!” exclamó Takuan”.
A veces mi amigo mi amiga, nos enfrascamos y exigimos demasiado a las personas que nos rodean y a nosotros mismos y, al ver que las cosas no tienen el resultado que queríamos obligamos casi con violencia y presión incalculable a que salgan de golpe echándolas a perder, entonces nos enojamos, nos deprimimos, empezamos a recordar fracasos viejos (el demonio es especialista en ayudarnos en esto) y nos amargamos; amargando también a los demás.
Es siendo sabio, diligente y paciente y, por supuesto, pidiéndole dirección a Dios; como podemos obtener adecuados resultados; porque a veces lo que nosotros queremos no nos conviene y Dios tiene un propósito mejor y diferente.
Hay puertas que se cierran simplemente porque no es nuestro camino y porque no nos van a ser de bendición; es entonces cuando debemos fluir como el agua y dejar que el tiempo pase para que nuestro ánimo sea el adecuado y poder tomar una decisión correcta, no ser agua estancada sino ser diligente sin desesperarse; perfeccionando nuestro carácter sin contaminarnos de ira, quejas, envidia y maldad.
Mi amigo, mi amiga: no fuerces lo que quizá no te conviene, no compitas para perder la paz, no te llenes de tristeza porque alguien tiene más que, o porque llegó primero; no es bueno llevar más equipaje del que podemos cargar; ni te afanes por el mañana porque no sabemos si vamos a estar vivos; solo Dios tiene control de todo.
Ten presente el vivir como el guerrero samurái: “disfrutando, y trabajando honradamente la vida en cada sorbo de aire”, ten paz en tu corazón, respira profundo y sé agradecido con tu vida, y graba en tu corazón lo que dijo el Señor Jesucristo:
“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mateo 6:25-26)
Y si ese mismo Jesús resucitó a Lázaro que tenía cuatro días de haber muerto recuperando su cuerpo, su mente y su alma íntegramente; cuanto más entonces podrá hacer por nosotros: no hay límites para el Señor.
Dios te bendiga Escrito por Luis Gustavo Ramírez. Renshi
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