INFORMACION GENERAL
Lunes 5 de octubre de 2009
I
La crisis del agro | Los que debieron cambiar de actividad
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Nota II de III
Cuando la tierra no alcanza para vivir En el sudoeste bonaerense, los chacareros afectados por la sequía subsisten haciendo changas, manejando remises o maquinaria
Por la seca y la caída del stock, piden ayuda oficial
FERNANDO BERTELLO ENVIADO ESPECIAL
Algunos esperan beneficios impositivos
FOTOS DE MAURO V. RIZZI / ENVIADO ESPECIAL
José Luis Bubien, un chacarero que ahora maneja maquinaria vial de la municipalidad, con su mujer, Silvia Aceituno, en su campo
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Alvaro Sabugo en su feedlot
Omar González es hoy remisero
luego de un abrupto cambio en su situación productiva. De 150 vacas de cría ahora tiene 20. “Con 20 vacas no se puede vivir. Tengo una familia y el campo no da. Por eso salí a trabajar afuera”, explicó. Como empleado municipal maneja máquinas viales para arreglar caminos rurales y realizar rellenos de tierra, entre otras cosas. Jamás había realizado una actividad así. “Yo no sabía nada de máquinas viales; tuve que aprender porque antes sólo manejaba un tractor”, relató. A los pocos animales que quedan los va a alimentar con grano al salir del trabajo municipal. Lo acompaña Silvia Aceituno, su esposa. En la entrada de su establecimiento se ven claramente las consecuencias de la sequía y su impacto sobre una zona árida y de suelos frágiles: el campo tiene lotes volados, donde ya no hay
pasto ni la capa fértil. “Esto era verde hace dos años”, sostiene.
Buscar trabajo A Diego García, de 36 años, se le murieron 47 animales. Dice: “Está duro para conseguir trabajo de otra cosa”. Tercera generación de productores, el año pasado llegó a manejar una ambulancia para una empresa –“como una changa”, según su descripción– y ahora está intentando volver a trabajar de otra cosa. Con el campo no alcanza. “Presenté un currículum en un negocio de materiales para la construcción”, dice. Como otros productores, se lamenta por la hacienda que perdió. “A veces no tengo ni ánimo de levantarme”, confiesa. La desazón se apodera de muchos cuando recuerdan cómo tuvieron que desprenderse de sus animales. “Se iban a morir todos y
entonces los vendí”, recuerda Oscar Blanco, que dice que ahora vive de lo que sacó de esa operación. Aclara que su mujer trabaja en una rotisería para sumar ingresos. Algunos hacen un gran esfuerzo para mantener la hacienda que les queda. Y se endeudan. Juan Labeyrie, vicepresidente de la Asociación de Productores de Algarrobo y Zona, cuenta que jamás había necesitado recurrir a un crédito. Pero eso cambió cuando necesitó comprar alimento para la hacienda. De un promedio de 400 vacas madres se quedó con 85, por ventas forzadas y mortandad. “Debo en este momento $ 140.000 porque me prestaron el banco y terceros para los gastos comunes del campo”, informó. Lo que debe es mucho más que el capital que le quedó en vacas.
El bajo nivel del dique Itiyuro hizo que proliferaran algas, que liberan desechos que podrían ser tóxicos PARA LA NACION
ARCHIVO
El dique Itiyuro, con aguas no aptas para el consumo El ingeniero Dante Gerometta, experto en temas hídricos, explicó a LA NACION que las algas en el dique Itiyuro, que nutre a la mayoría de la población del departamento de San Martín, desde Coronel Cornejo hasta Profesor Salvador Mazza (en la frontera con Bolivia), han contaminado el espejo de agua. Dijo que la baja de la represa transparenta el agua y permite que el sol desarrolle las algas,
que, como parte de su función biológica, eliminan desechos que pueden tener variados grados de toxicidad y causan un gusto amargo y muy desagradable. El especialista sostuvo que el tratamiento será difícil: “Sólo lo solucionará una fuerte lluvia, aunque la primera habitualmente llega en la segunda quincena de este mes”. La alerta la dio el doctor Jorge Tapia, gerente del hospital local.
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No son aptas para consumo humano las aguas que abastecen a Tartagal CARLOS F. PASTRANA
CONTAMINACION s EN EL NORTE SALTEÑO
SALTA.– El agua es el karma de Tartagal. A principios de año, el desborde del río y el aluvión que arrasó la ciudad dejaron durante semanas sin agua a dos barrios. Ahora, se descubrió que las aguas del dique Itiyuro, que abastece al 80 por ciento de los 120.000 habitantes del norte salteño, se han contaminado, y la empresa estatal a cargo del suministro recomendó no consumir el fluido de red hasta que los análisis de laboratorio establezcan si el líquido contiene, o no, sustancias peligrosas para la salud humana. “El agua tiene gusto como a podrido, disculpe que se lo diga así”, comentó Hugo Sandoval desde Villa Saavedra. “Cuando se abre la canilla ya se siente el mal olor”, acotó otro vecino, José Barraza. “Es un sabor como a mucha lavandina, muy fuerte”, describió Emilio Ovando, otro tartagalense. Una vecina, Gladys de Williams, estimó que desde el viernes su familia ha gastado unos cien pesos en agua mineral, dato corroborado por otros coterráneos de esta zona tropical en la que ayer la temperatura trepó a 34°C, con ráfagas de viento que aumentaban la sed.
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JUAN COUSTE (Estación Algarrobo).– A Omar González se lo ve conforme con su nuevo trabajo. Es remisero. Va y viene de Bahía Blanca, a unos 80 kilómetros. Con un utilitario lleva pasajeros y hace comisiones. Dice que, a diferencia de su anterior oficio, ahora le va un poco mejor. Hasta el año pasado fue productor, engordaba terneros, pero los números no cerraban y la sequía golpeaba. Entonces, liquidó la producción y cambió de rubro. En esta localidad, un pueblo de 1800 habitantes más conocido como Algarrobo, la crisis generada por una sequía que lleva más de cuatro años trastornó todo. Hay quienes cerraron el campo y tomaron otro rumbo. De estar todo el día con las vacas, se adaptaron a otra actividad. Según dicen aquí, hace dos años había alrededor de 250 productores. Esa cifra bajó a 233. Y se derrumbó el stock existente en el norte del partido de Villarino, donde, entre otras localidades, figura Juan Couste. En este sentido, se redujo de 196.000 animales, en 2008, a 100.000. A los productores se les murió hacienda, pero también tuvieron que malvender. Una gran mayoría se quedó con el 20/30% del stock inicial. La situación obligó a muchos a dedicarse a otra cosa. Como González. “Ya el año pasado veía cómo venían las cosas, por la sequía, y que no me daban los números. Entonces, vendía toda la hacienda y se me dio por probar con un remise. Lo vi como una forma de subsistir. Dentro de la malaria que hay en el pueblo, con esto me va más o menos bien”, comentó. De 54 años, González antes compraba entre 50 y 60 terneros todos los años y los engordaba para venderlos con más kilos. Esto en un campo de 125 hectáreas productivo sólo en el 50%. Pero, observando el efecto de la sequía, que dejaba los campos sin pasto, y que ya no había rentabilidad, se sacó de encima toda la hacienda para comprarse un utilitario. “Viajo a Bahía Blanca todos lo días, a la mañana y a la tarde”, cuenta sobre su nuevo oficio. Su labor comienza a primera hora de cada mañana. ¿Volvería a la ganadería?, le preguntó LA NACION. “Si cambian los precios y el clima”, dice, sin entusiasmarse demasiado. La sequía, la mortandad y el consiguiente cierre de campos abrieron una crisis social. Según dicen aquí, de los 120 desempleados que hay en el pueblo desde 2008, el 65% se trata de ex personal de los campos. Además, aquí acotan que quince familias ya se fueron de los campos a otras localidades. “Hay una crisis social porque hay un sector que ya no genera recursos”, subrayó Fabián Vissani, presidente de la Asociación de Productores de Algarrobo y Zona (Apraz). José Luis Bubien tiene 45 años y se presenta por su nuevo oficio. “Soy maquinista”, expresa. Desde hace dos años es empleado por la delegación de la Municipalidad de Villarino, partido al que pertenece el pueblo. Trabaja de lunes a viernes, de 7 a 15. Bubien llegó a este oficio
El problema de potabilidad no se solucionaría ni siquiera hirviendo el agua, ya que no se conoce la bacteria que puede estar afectándola. La prestadora del servicio de agua y cloacas, a cargo de la provincia, recomendó no consumir el agua de red “hasta que se completen los análisis de laboratorio que permitan descartar la presencia de sustancias perjudiciales para la salud”. Empresarios y vecinos analizan pedir la suspensión del cobro de la tarifa de agua para compensar el perjuicio económico a los pobladores obligados a usar agua mineral. El gobierno provincial informó que funcionarios del ente regulador viajaron a la zona y ordenaron la urgente purga de las redes de agua y el tratamiento con carbono activado en la planta potabilizadora del dique. Se comenzó a bombear líquido desde el embalse El Limón al Itiyuro, para aumentar su nivel y disminuir la influencia de las algas. Y se dispuso repartir agua, prioritariamente a escuelas, iglesias, hospitales y lugares públicos. El miércoles se había licitado un nuevo pozo de bombeo y nexo de agua potable en Yacuy, cerca de Tartagal, que mejorará las prestaciones.
Una historia similar tiene Alvaro Sabugo, que de trabajar con un stock de 6000 animales pasó a otro de 3500. “Pero debo por 2000 (animales), por créditos que tomé”, indicó. “A los animales los mantengo a fuerza de comprar alimento”, añadió. Según destacó, gasta entre 160.000 y 170.000 pesos por mes para cubrir este rubro. Un dato: Sabugo tiene un feedlot por el cual, según afirma, la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca) todavía no le efectivizó el pago de $ 30.000 por compensaciones del año 2008. Por si fuera poco, según explica, por lo que va de este año el organismo le debe entre 600.000 y 700.000 pesos en subsidios.
MAÑANA La crisis por la sequía, un duro golpe para los trabajadores rurales
JUAN COUSTE (De un enviado especial).– En medio de la crisis por la sequía y los productores que buscan migrar hacia otra actividad, están los que resisten. Como Alberto Villaverde: “El campo es lo que sé hacer; me resisto a cambiar. Voy a luchar hasta las últimas consecuencias”, dice a LA NACION. Sin embargo, aquí afirman que es difícil continuar con los pocos animales que quedaron, y más difícil aún es recuperar el stock. “Si queremos volver a producir no tenemos recursos”, dice Silvia Aceituno, mujer de José Luis Bubien, que del campo pasó a un empleo municipal. Por eso, aquí piden que haya una fuerte política de ayuda para salir de la crisis. “Tendría que haber un plan nacional para los chacareros de acuerdo a las zonas”, dice Diego García. El dato clave es que, como dice Jorge Veremenchik, los que pudieron quedarse con hacienda sólo tienen un 20 o 30% del rodeo inicial. Entre otros reclamos, Jorge Stalldecker, del comité de crisis formado en el pueblo, quiere que la región sea contemplada como “zona patagónica”, lo que , por ejemplo, redundaría en beneficios impositivos. Otras actividades también se vieron golpeadas por la sequía, como la apicultura. En este sentido, Miguel Macchia siempre tenía abejas como anexo al campo. Pero la seca las fulminó. “De 400 colmenas me quedé con 160; la apicultura era un ingreso, pero ahora es un gasto”, expresó. Tan fuerte es la crisis y la pérdida de stock que los consignatarios locales, que antes hacían mayoritariamente negocios con la gente del pueblo, ahora tienen que viajar mucho para trabajar. “Antes hacía negocios con la gente de acá; ahora tengo que hacer más de 200 kilómetros”, aseguró Fabián Genovese, de una casa consignataria. Algarrobo es uno de los lugares que recibió el maíz enviado por el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, por la sequía. Cuentan aquí que, a raíz del envío, Moreno le dijo a un productor: “Quédese tranquilo que no se le va a morir ni un animal más”. En medio de la crisis, en la zona se escuchan críticas a la Mesa de Enlace. “No estamos conformes con la respuesta de la Mesa de Enlace para esta zona. El tema ganadero fue dejado en segundo plano y acá no podemos hacer soja”, se quejó Fabián Vissani, presidente de Apraz. También critica al Gobierno: “No tiene ninguna política agropecuaria”.