Cristo, nuestro Sacerdote - Recursos Escuela Sabática

16 nov. 2013 - Aquel que puede salvar hasta lo sumo, y el Padre acepta la fragancia ... del sumo sacerdote y de la víctima— vestido con sus ropas inmacu-.
111KB Größe 2 Downloads 55 vistas
IV Trimestre de 2013 El santuario

Notas de Elena G. de White Lección 8

23 de noviembre de 2013

Cristo, nuestro Sacerdote Sábado 16 de noviembre “Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. Cuán cuidadoso es el Señor Jesús de no dar ninguna ocasión para que el alma se desespere. ¡Cómo defiende y protege al alma de los fieros ataques de Satanás! Si debido a múltiples tentaciones pecamos por ser sorprendidos o engañados, él no se aleja de nosotros y nos deja para que perezcamos. No, no; ese no es nuestro Salvador. Cristo oraba por nosotros. Fue tentado en todo como nosotros lo somos; y como fue tentado sabe cómo socorrer a los que son tentados. Nuestro Señor crucificado está intercediendo por nosotros en la presencia del Padre delante del trono de la gracia. Podemos recurrir a su sacrificio expiatorio para nuestro perdón, nuestra justificación y nuestra santificación. El Cordero sacrificado es nuestra única esperanza. Nuestra fe eleva la mirada hacia él, se aferra de él como de Aquel que puede salvar hasta lo sumo, y el Padre acepta la fragancia de una ofrenda ampliamente suficiente. A Cristo ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra, y para el que cree todas las cosas son posibles. La gloria de Cristo está implicada en nuestro éxito. Él tiene un interés común en toda la humanidad. Es nuestro Salvador que simpatiza con nosotros (Comentario bíblico adventista, tomo 7, pp. 959, 960). Recursos Escuela Sabática ©

Domingo 17 de noviembre: Nuestro Sumo Sacerdote Fue Cristo el que habló mediante Melquisedec, el sacerdote del Dios altísimo. Melquisedec no era Cristo, sino la voz de Dios en el mundo, el representante del Padre. Y Cristo ha hablado a través de todas las generaciones del pasado. Cristo ha guiado a su pueblo y ha sido la luz del mundo (Mensajes selectos, tomo 1, p. 479). En el servicio del tabernáculo y del templo, cuando la víctima era sacrificada, el sumo sacerdote, vestido en vestiduras blancas, tomaba con sus manos la sangre que se derramaba y la esparcía en dirección al tabernáculo. Lo hacía siete veces como una expresión de perfección. De la misma manera Cristo, como el gran antitipo de ambos — del sumo sacerdote y de la víctima— vestido con sus ropas inmaculadas de justicia, ofrecía la virtud de su sangre carmesí en dirección al Lugar Santo para reconciliar al ser humano con Dios. Cristo podría haber elegido quedarse en las cortes celestiales, con vestiduras más blancas que el blanco más blanco, sentado como Príncipe a la diestra de Dios. No estaba obligado a descender de su trono, dejar su manto y corona reales, y venir a esta tierra para ser rechazado, abusado, odiado, burlado y herido con una corona de espinas. Voluntariamente aceptó ser humillado porque deseaba salvar al mundo de la ruina eterna. Cristo no rasgó su manto como lo hizo Caifás. En cambio entregó su cuerpo para ser rasgado y herido por la transgresión humana. Por su propia elección murió delante de toda la nación de adoradores, para encontrarse el tipo con el antitipo, el símbolo con la realidad, sacerdote y víctima combinados. Cristo, nuestra Pascua, fue sacrificado por nosotros en lugar del sacrificio. Fue el Cordero inmolado desde la fundación del mundo. Es el verdadero Sumo Sacerdote que después de haber sufrido la humillación, la vergüenza y el reproche, y de haber sido crucificado y puesto en la tumba, se levantó triunfante sobre la muerte. Es un sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec (Manuscript Releases, tomo 12, pp. 397, 398). Recursos Escuela Sabática ©

Cristo fue coronado con espinas. Sus manos y sus pies fueron perforados con clavos. Cada paso hacia adelante en la vergonzosa escena, fue de intenso sufrimiento. Pero el propósito de Dios fue que se diera publicidad a todo el proceso, punto tras punto, escena tras escena, a una fase de la humillación eslabonada con otra. Se había determinado que esos acontecimientos sucedieran durante la Pascua... El sumo sacerdote ocupaba un puesto de poder e importancia. No solo era consejero y mediador, sino juez; y sus decisiones eran inapelables... El sumo sacerdote, vestido con sus mantos consagrados y costosos, con el pectoral sobre su pecho, con la luz que brillaba sobre las piedras preciosas engarzadas en el pectoral, presentaba una apariencia sumamente imponente, y causaba admiración, reverencia y espanto en la gente sincera y leal. El sumo sacerdote fue diseñado de manera especial para representar a Cristo, quien llegaría a convertirse en sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec (Comentario bíblico adventista, tomo 5, pp. 1075, 1076). Lunes 18 de noviembre: Abogado e Intercesor Los servicios religiosos, las oraciones, la alabanza, la contrita confesión del pecado, ascienden de los verdaderos creyentes como incienso hacia el Santuario celestial; pero al pasar por los canales corruptos de la humanidad se contaminan tanto, que a menos que se purifiquen con sangre nunca pueden tener valor ante Dios. No ascienden con pureza inmaculada, y a menos que el Intercesor que está a la diestra de Dios presente y purifique todo con su justicia, no son aceptables a Dios. Todo el incienso que procede de los tabernáculos terrenales debe ser humedecido con las gotas purificadoras de la sangre de Cristo. El sostiene ante el Padre el incensario de sus propios méritos en el cual no hay mancha de contaminación terrenal. El junta en el incensario las oraciones, la alabanza y las confesiones de su pueblo, y con ellas pone su propia justicia inmaculada. Entonces asciende el incienso delante de Dios completa y enteramente aceptable, perfumado con los méritos de la propiciación de Cristo. Entonces se reciben bondadosas respuestas (Comentario bíblico adventista, Recursos Escuela Sabática ©

tomo 6, p. 1077). “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1). Son ilimitados los decretos y dádivas de Dios en nuestro favor. El mismo trono de gracia está ocupado por Aquel que nos permite que lo llamemos Padre... Ha colocado a su diestra a un Abogado revestido con nuestra naturaleza. Como nuestro Intercesor, la obra de Cristo es presentamos ante Dios como a sus hijos e hijas. Intercede a favor de los que lo reciben. Con su propia sangre ha pagado el precio de su rescate. Por virtud de, sus propios méritos les da poder para llegar a ser miembros de la familia real, hijos del Rey celestial. Y el Padre demuestra su infinito amor por Cristo al recibir y dar la bienvenida a los amigos de Cristo como a sus amigos. Está satisfecho con la expiación efectuada. Es glorificado con la encamación, la vida, la muerte y la mediación de su Hijo... Cristo es el vínculo entre Dios y el hombre... Coloca toda la virtud de su justicia del lado del suplicante. Ruega por el hombre, y el hombre que necesita ayuda divina suplica por sí mismo en la presencia de Dios, usando la influencia de Aquel que dio su vida por la vida del mundo. Cuando reconocemos delante de Dios nuestro aprecio por los méritos de Cristo, se añade fragancia a nuestras intercesiones. Cuando nos acercamos a Dios mediante la virtud de los méritos del Redentor, Cristo nos coloca muy cerca de su lado, rodeándonos con su brazo humano, mientras su brazo divino se aferra del trono del Infinito. Pone sus méritos, como dulce incienso, en el incensario de nuestras manos a fin de animar nuestras peticiones (Dios nos cuida, p. 135). Los hombres tienen un solo Abogado, un Intercesor, que puede perdonar las transgresiones. ¿No se llenarán de gratitud nuestros corazones ante Aquel que dio a Jesús para que fuera la propiciación por nuestros pecados? Pensad profundamente en el amor que el Padre ha manifestado en favor de nosotros, el amor que ha expresado Recursos Escuela Sabática ©

para nosotros. No podemos medir ese amor. No hay medida para él. Solo podemos señalar al Calvario, al Cordero muerto desde la fundación del mundo. Es un sacrificio infinito. ¿Podemos comprender y medir lo infinito? (Comentario bíblico adventista, tomo 7, p. 926). Martes 19 de noviembre: Mediador El ángel más encumbrado del cielo no tenía poder para pagar el rescate de un alma perdida. Los querubines y serafines tienen únicamente la gloria de que han sido dotados por el Creador como criaturas suyas, y la reconciliación del hombre con Dios solo podía ser realizada mediante un mediador que fuera igual a Dios, que poseyera los atributos que lo dignificaran y lo declararan digno de tratar con el Dios infinito en favor del hombre, y también de representar a Dios ante un mundo caído. El sustituto y garantía del hombre debía tener la naturaleza del hombre, un entronque con la familia humana a quien había de representar, y, como embajador de Dios, debía participar de la naturaleza divina, debía tener una unión con el Infinito a fin de manifestar a Dios ante el mundo y ser un mediador entre Dios y el hombre. Únicamente en Cristo se encontraban esas cualidades. Revistiendo su divinidad con humanidad, vino a la tierra para ser llamado Hijo del hombre e Hijo de Dios. Era la garantía para el hombre, el embajador para Dios: la garantía para el hombre al satisfacer mediante su justicia [de Cristo] las demandas de la ley de Dios en lugar del hombre, y el representante de Dios al hacer manifiesto su carácter ante una raza caída. El Redentor del mundo poseía el poder de atraer a los hombres hacia él, de aquietar sus temores, de disipar su lobreguez, de inspirarlos con esperanza y valor, de capacitarlos para creer en la buena voluntad de Dios de recibirlos mediante los méritos del Sustituto divino. Como objetos del amor de Dios, siempre debiéramos estar agradecidos porque tenemos un mediador, un abogado, un intercesor en las cortes celestiales, que suplica por nosotros ante el Padre Recursos Escuela Sabática ©

(Mensajes selectos, tomo 1, p. 301). Se presenta a Cristo Jesús como que está continuamente de pie ante el altar, ofreciendo momento tras momento el sacrificio por los pecados del mundo. Él es ministro del verdadero tabernáculo que el Señor levantó y no el hombre. Las sombras simbólicas del tabernáculo judío ya no tienen virtud alguna. No se necesita hacer más una expiación simbólica diaria y anual, pero es esencial el sacrificio expiatorio mediante un Mediador debido a que constantemente se cometen pecados. Jesús está oficiando en la presencia de Dios, ofreciendo su sangre derramada, como si hubiera sido un cordero [literal] sacrificado. Jesús presenta la oblación ofrecida por cada culpa y por cada falta del pecador. Cristo, nuestro Mediador, y el Espíritu Santo, constantemente están intercediendo en favor del hombre; pero el Espíritu no ruega por nosotros como lo hace Cristo, quien presenta su sangre derramada desde la fundación del mundo; el Espíritu actúa sobre nuestros corazones extrayendo oraciones y arrepentimiento, alabanza y agradecimiento. La gratitud que fluye de nuestros labios es el resultado de que el Espíritu hace resonar las cuerdas del alma con santos recuerdos que despiertan la música del corazón (Comentario bíblico adventista, tomo 6, p. 1077). Se llega a Dios por medio de Jesucristo, el Mediador, el único camino por el cual él perdona los pecados. Dios no puede perdonar pecados a expensas de su justicia, su santidad y su verdad. Pero es seguro que perdona pecados, y los perdona plenamente. No hay pecados que no perdone en el Señor Jesucristo y por medio él. Esta es la única esperanza del pecador, y si depende de ella con fe sincera, estará seguro del perdón, un perdón pleno y gratuito. Hay solo un camino que es accesible a todos, y mediante ese camino un perdón rico y abundante aguarda al alma arrepentida y contrita, y los pecados más tenebrosos son perdonados... La justicia exigía los sufrimientos del ser humano; pero Cristo suministró los sufrimientos de un Dios. No necesitaba hacer expiaRecursos Escuela Sabática ©

ción por sí mismo mediante sufrimientos; todos sus sufrimientos fueron por nosotros. Todos sus méritos y toda su santidad quedaron a disposición del hombre caído, presentados como un regalo (Comentario bíblico adventista, tomo 7, pp. 924, 925). Miércoles 20 de noviembre: El gran Sumo Sacerdote La intercesión sacerdotal de Cristo se lleva a cabo ahora en favor de nosotros en el Santuario de lo alto. Pero cuán pocos comprenden realmente que nuestro gran Sumo Sacerdote presenta ante el Padre su propia sangre, pidiendo para el pecador que lo recibe como su Salvador personal todas las mercedes que abarca el pacto de Cristo como la recompensa de su sacrificio. Ese sacrificio lo hace plenamente capaz de salvar hasta lo sumo a todos los que se allegan a Dios por él y se dan cuenta que él vive para interceder por ellos (Comentario bíblico adventista, tomo 7, p. 944). ¿Qué abarca la intercesión? Es la cadena de oro que une al creyente finito con el trono del Dios infinito. El agente humano, por quien Cristo murió para salvarlo, importuna el trono de Dios, y su petición es asumida por Jesús, quien lo compró con su propia sangre. Nuestro gran Sumo Sacerdote coloca su justicia del lado del que implora con sinceridad, y la oración de Cristo se une con la del suplicante humano (Recibiréis poder, p. 307). Agradezcamos a Dios que tenemos un gran Sumo Sacerdote que traspasó los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, quien no entró en el Lugar Santo hecho de manos, sino que entró una vez y para siempre en el Santuario celestial. Y ahora, por haber obtenido eterna redención para nosotros por virtud de su propia sangre, se presenta ante el Padre en favor nuestro (The General Conference Bulletin, 1º de octubre, 1899). El pecado de Adán y Eva produjo una horrenda separación entre Dios y el hombre. Y Cristo se interpone entre el hombre caído y Dios y le dice al hombre: “Todavía puedes venir al Padre; se ha trazado Recursos Escuela Sabática ©

un plan mediante el cual Dios puede reconciliarse con el hombre y el hombre con Dios; mediante un mediador puedes aproximarte a Dios”. Y ahora está de pie para mediar en tu favor. Es el gran Sumo Sacerdote que está implorando en favor tuyo; y tú debes venir y presentar tu caso al Padre por medio de Jesucristo. Así puedes encontrar acceso a Dios (La maravillosa gracia de Dios, p. 154). Jueves 21 de noviembre: El sacrificio único Cristo hizo un pleno y completo sacrificio, un sacrificio suficiente para salvar a cada hijo e hija de Adán que muestre arrepentimiento ante Dios por haber transgredido su ley, y manifieste fe en nuestro Señor Jesucristo. Pero, a pesar de que el sacrificio fue amplio, muy pocos llevan una vida de obediencia para alcanzar esta gran salvación. Pocos están dispuestos a imitar sus admirables privaciones, soportar sus sufrimientos y persecuciones, y compartir su agotador trabajo para traer a otros a la luz. Muy pocos siguen su ejemplo en ferviente y frecuente oración a Dios pidiendo fuerzas para soportar las pruebas de esta vida y cumplir sus deberes diarios. Cristo es el Capitán de nuestra salvación, y por sus propios sufrimientos y sacrificio ha dado ejemplo a todos sus seguidores de que la vigilancia y la oración y el esfuerzo perseverante, son necesarios de parte de ellos, para representar correctamente el amor que moraba en su pecho por la raza humana caída (Exaltad a Jesús, p. 236). Mediante Cristo, se dan al hombre tanto restauración como reconciliación. El abismo abierto por el pecado ha sido salvado por la cruz del Calvario. Un rescate pleno y completo ha sido pagado por Jesús en virtud del cual el pecador es perdonado y es mantenida la justicia de la ley. Todos los que creen que Cristo es el sacrificio expiatorio pueden ir y recibir el perdón de sus pecados, pues mediante los méritos de Cristo se ha abierto la comunicación entre Dios y el hombre. Dios puede aceptarme como su hijo y yo puedo tener derecho a él y puedo regocijarme en él como en mi Padre amante. Debemos centralizar nuestras esperanzas del cielo únicamente en Recursos Escuela Sabática ©

Cristo, pues él es nuestro Sustituto y Garante. Hemos transgredido la ley de Dios, y por las obras de la ley ninguna carne será justificada. Los mejores esfuerzos que pueda hacer el hombre con su propio poder son inútiles para responder ante la ley santa y justa que ha transgredido, pero mediante la fe en Cristo puede demandar la justicia del Hijo de Dios como plenamente suficiente (Fe y obras, pp. 96, 97). El poder del Padre eterno y el sacrificio del Hijo deberían estudiarse más de lo que se estudian actualmente. La obra perfecta de Cristo fue consumada mediante su muerte en la cruz. Nuestra única esperanza de salvación se encuentra en su sacrificio y en su intercesión a la diestra del Padre (Mensajes selectos, tomo 2, p. 195). En la muerte de Cristo, el Cordero inmolado por los pecados del mundo, el símbolo se encontró con la realidad. Nuestro gran Sumo Sacerdote fue constituido en el único sacrificio de valor para nuestra salvación. Al ofrecerse sobre la cruz, se realizó una expiación perfecta por los pecados de los seres humanos... Durante su intercesión como abogado nuestro, Cristo no necesita ninguna virtud humana ni mediación de nadie. Él es el único portador del pecado, la única ofrenda por el pecado. La oración y la confesión deben dirigirse solo a él, quien entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo. Salvará hasta lo sumo a todos los que acuden a él con fe. Él vive constantemente para interceder por nosotros (Exaltad a Jesús, p. 313).

Material facilitado por RECURSOS ESCUELA SABATICA ©

http://ar.groups.yahoo.com/group/Comentarios_EscuelaSabatica http://groups.google.com.ar/group/escuela-sabatica?hl=es

Suscríbase para recibir gratuitamente recursos para la Escuela Sabática

Recursos Escuela Sabática ©