Casa Publicadora Brasilera Comentarios de la Lección de Escuela Sabática IV Trimestre de 2013 El Santuario
Lección 7 (9 al 16 de noviembre de 2013)
Cristo, nuestro Sacrificio João Antonio Rodrigues Alves
Introducción La obra de la redención no fue un pensamiento en la mente divina posterior a la aparición del pecado, una improvisación, ni un “plan B” resultado de la sorpresa introducida por el pecado y sus consecuencias. Por el contrario, el plan divino para la salvación de la humanidad había sido formulado antes de la fundación del mundo. El vidente de Patmos se refiere al Cordero “que fue muerto desde la creación del mundo” (Apocalipsis 13:8). Un aspecto crucial en la obra de la redención es el sufrimiento y la muerte de Jesús. Por esa razón, se afirma que en el corazón de la religión cristiana está la Cruz. Sobre esa cruz, Dios encaró el problema introducido por el pecado, y concretó la salvación del pecador. Históricamente, la cruz se ubica en el tiempo hace unos dos mil años. Sin embargo, podemos decir que esa cruz, antes de ser erigida en el Calvario, fue planificada en el corazón de Dios desde la fundación del mundo. Debido a su importancia, es extremadamente peligroso el pensamiento de que la muerte de Jesús no sea sustitutiva. Algunos consideran a la idea de la sustitución como irrelevante, o muy violenta, e incluso insuficiente. 1 Pero, ¿cuál es el concepto bíblico? Esto es lo analizaremos a continuación.
Jesús en Isaías 53 Algunos autores consideran al texto de Isaías 53:13 al 53:12 como el más importante del Antiguo Testamento. Independientemente de la importancia que se le atribuye, es el más citado o aludido en el Nuevo Testamento, siendo que es una de las más completas descripciones de la obra redentora del Mesías. En él se anunció, sin marPara mayor información, ver Millard J. Erickson, Christian Theology, 2ª ed. (Grand Rapids, MI: Baker, 2004 [7ª impresión]), pp. 818-840; Raoul Dederen, ed., Tratado de Teologia Adventista do Sétimo Dia (Tatuí, SP: CPB, 2011), 193-205. Recursos Escuela Sabática ©
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gen de dudas, que la única solución para el problema introducido por el pecado, sería la obra del Siervo del Señor. Isaías 53 habla de rechazo: el Siervo fue rechazado mientras vivió (Isaías 53.1-3). Y el punto culminante del rechazo fue en el momento de la muerte del Siervo (53:4-9). ¿Y por qué murió? ¿Qué significado tiene su muerte? Él murió en nuestro lugar, como nuestro Sustituto. Su obra fue en nuestro favor. No murió a causa de sus pecados, siendo que no había pecado; sí a causa de los nuestros. Teológicamente, fue una muerte expiatoria y una expiación vicaria. La muerte del Siervo fue una iniciativa divina, una evidencia de su gracia libremente extendida al pecador. En el versículo 6 leemos que “el Señor cargó sobre Él el pecado de todos nosotros”, un lenguaje que nos remite a Levítico 16. El versículo 7 declara que el Siervo fue llevado como un Cordero al matadero. El cordero era el animal más representativo del sistema sacrificial. Pero aquí estaba el verdadero Cordero, “que quita los pecados del mundo” (Juan 1:29). Al ser sacrificado, el Mesías cumplió todo el simbolismo de los sacrificios levíticos, volviéndonos innecesarios. Resumiendo la obra realizada por el Siervo sufriente, 2 Él purificó, cargó las enfermedades, asumió los dolores, y el castigo le fue impuesto. Sus heridas trajeron la sanidad, El ofreció su vida en expiación. Justificó, se entregó a la muerte e intercedió por los demás. Pero el Siervo no permanecería muerto. Volvería a vivir. Sería exaltado (52:13), y quedaría satisfecho al ver que no había muerto en vano. Muchos serían justificados en virtud de su sacrificio expiatorio. Esta descripción profética de la muerte sacrificial de Cristo fue ofrecida por Isaías como la única manera eficaz para concretar la expiación del mundo. Cristo se convirtió en lo que nosotros somos para que nosotros fuéramos restaurados a la comunión con Dios. Para reflexionar: Piensa en la grandeza de la obra de Cristo realizada en la cruz del Calvario en tu favor. La obra fue definitiva. No es necesario que deba repetirse. ¿Qué respuesta has dado a esta manifestación de gracia infinita? Fue por ti, ¡acepta el ofrecimiento! El camino de la salvación está abierto. El Mesías te espera.
Sustitución suficiente Todo el sistema de ofrendas del Antiguo Testamento apuntaba a la muerte sustitoria de Jesús. Él fue la ofrenda final por los pecaos de la humanidad. No había otra salida. La salvación se basa en el sacrificio único de Jesús El camino para la gloria pasa por el Calvario. La pasión precede al a gloria. No existe la gloria sin la Pasión. La Cruz precede a la corona. El clamo de Jesús en el Getsemaní, pidiéndole al Padre que, si fuera posible, pasara el cáliz amargo, revela de manera inequívoca que el camino de la cruz no pudo ser evitado, para que el plan de salvación se hubiera definitivamente concretado.
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Gerhard von Rad, Teologia do Antigo Testamento (San Paulo: ASTE, 1974), tomo 2, p. 248. Recursos Escuela Sabática ©
Pablo desarrolló este concepto en el capítulo 2 de Hebreos. De su exaltado estatus (Hebreos 1:5-14), recibiendo la adoración y el servicio de los ángeles, se hizo temporariamente inferior a tales seres celestiales. ¿De qué manera? Convirtiéndose en hombre y siendo llevado a la muerte. “Probó” la muerte por, en favor de, y en lugar de, todos los hombres. 3 La expresión “probar la muerte” describe gráficamente, “la realidad difícil y dolorosa de morir que es experimentada por el hombre, y que fue sufrida también por Jesús”. 4 La amargura de la muerte experimentada, “no fue la de un noble mártir aspirando a un estatus de santidad, sino que el Salvador, sin pecado, tuvo que morir para liberar a los pecadores de la maldición de la muerte espiritual”. 5 El Calvario es el camino para la reconciliación entre el hombre pecador y el Dios Santo. Así, lejos de ser una derrota, el Calvario es una estruendosa victoria. Aunque históricamente la cruz haya sido el punto más bajo en la carrera de Jesús, paradójicamente es el punto más elevado. Contextualmente, el sufrimiento y la muerte de Jesús allanaron el camino para la gloria. La humillación y la exaltación operan como dos aspectos complementarios de una única obra. La expresión “coronado de gloria y de honra” (versículo 9), recuerda la investidura de Aarón como sumo sacerdote (Éxodo 28:2-40), lo que anticipa el argumento posterior de que Jesús es efectivamente nuestro Sumo Sacerdote.
La sangre de Cristo El dilema humano presente en la epístola de Hebreos es la contaminación, y el Agente para efectuar la purificación es la sangre. Pero no la sangre de toros y machos cabríos, que podía concretar una purificación externa o ceremonial, pero que no tiene el poder de purificar la conciencia. El apóstol presenta un tipo de Sangre superior, la sangre del propio Cristo. En muchas ocasiones, el autor destaca la superioridad de la sangre de Cristo en relación al sistema ritual del santuario, con sus repetidos sacrificios de animales y el consecuente derramamiento de sangre. Mientras que el sumo sacerdote ingresaba en el Lugar Santísimo del santuario terrenal, con sangre de animales y sólo una vez al año –en un acceso limitado o restringido– Cristo entró con su propia sangre en el Santuario Celestial para siempre, en un acceso ilimitado. La obra de Cristo en Hebreos es enfatizada a través de repetidas referencias a su sangre, la que asegura el perdón al que la acepte. Su sangre, al ser superior, fue derramada una vez y para siempre para purificación de los pecados. Su sangre nos perfección y nos convierte en santos. Naturalmente, no se trata de la sangre de Cristo en sí misma, sino de la acción de ofrecerse a Dios como un sacrificio sin mancha (9:14), y los resultados positivos para aquellos que se apropian de su ofrecimiento de perdón y purificación. Para reflexionar: ¿Hemos permitido que la sangre salvífica de Cristo realice, con todo su poder, todo aquello que es capaz de hacer en nuestra vida? Su poder purificador, ¿ha alcanzado cada aspecto de nuestra vida? ¿O hemos limitado su acceso, y conservado algún pecado “acariciado”?
Para un análisis del significado de la preposición hyper, usada en Hebreos 2:9, ver Erickson, p. 831. Johannes Behm, Theological Dictionary of the New Testament, v. 1, p. 677. 5 S. J. Kistemaker & W. Hendriksen, New Testament Commentary: Exposition of Hebrews (Grand Rapids: Baker Book House, 1953-2001), v. 15, p. 67. Recursos Escuela Sabática © 3 4
Sacrificio sin mancha La ley ordenaba que el animal ofrecido en sacrificio en el santuario debía ser perfecto. La razón para esto es que simbolizaba a Cristo, la Ofrenda sacrificial por excelencia. El apóstol Pedro dejó esto bien en claro cuando afirmó que fuimos rescatados por “la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha ni defecto” (1 Pedro 1:18, 19). No les posible al hombre ofrecer algo por sí mismo, siendo que naturalmente es imperfecto. Sólo el Sustituto celestial puede expiar los pecados de la humanidad. Al hombre le corresponde únicamente aceptar el ofrecimiento de la gracia del Cielo en su favor. Jesucristo es la Ofrenda perfecta, “inocente, limpio, apartado de los pecadores” (Hebreos 7:26). Aunque fue tentado en todas las cosas, Jesús nunca cedió a la tentación. Era sin pecado, y no cometió ningún pecado. La expresión “se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios” (Hebreos 9:14) indica la razón por la cual el sacrificio de Cristo es absoluto y definitivo. “Al calificar a Cristo como ‘sin mancha’ (ἄμωμον, ámomon en el griego original), el autor nos remite a los sacrificios realizados en el santuario. Ese término denota la ausencia de defectos en el animal sacrificial (Números 6:14; 19:2). Con esto se enfatiza la perfección del sacrificio de Cristo. Jesús no es sólo el Sumo sacerdote sin pecado (4:15; 7:26), es también la Víctima “sin mancha”. La ofrenda de sí mismo a Dios, sin mancha, fue la culminación de una vida de perfecta obediencia (5:8; 10:5-10). 6 Para reflexionar: Como profeso seguidor de Cristo, ¿entiendo el llamado a ser santo e irreprensible (Efesios 1:4)? ¿Qué está faltando en mi vida para que se concrete en mí el propósito divino?
Un gran peligro Pablo demostró la superioridad de Jesús a través de diferentes comparaciones, y exaltó la suficiencia de su sacrificio, de su sangre que purifica nuestra conciencia, asegurándonos una santa osadía para entrar ante la presencia de Dios. Sin embargo, en algunos puntos él presenta algunas advertencias que gradualmente se van volviendo muy serias, y que merecen nuestra profunda consideración. En primer lugar, él advirtió contra el peligro de abandonar la verdad (Hebreos 2:1-4). Luego, advirtió del peligro de no entrar en su reposo a causa de la dureza del corazón (3:8-11). Después, considera el peligro de no alcanzar la madurez espiritual, cayendo en el camino, luego de todo lo que alguien experimentó en la vida cristiana, y ya no ser conducido al arrepentimiento (6:4, 5). El resultado de esto es una aterradora expectativa de juicio y de fuego que consumirá a los enemigos de Dios (10:27). Vivir deliberadamente en pecado luego de alcanzar el conocimiento de la verdad es algo muy serio (10:26). Con esto se crucifica nuevamente al Hijo de Dios y se lo expone a la ignominia (6:6). Es humillar al Hijo de Dios y profanar la sangre del Pacto, ultrajando el Espíritu de la gracia (10:29). Esa es
6 W. L. Lane, Word Biblical Commentary: Hebrews 9-13 (Dallas: Word, Incorporated, 2002), v. 47B, p. 239. Recursos Escuela Sabática ©
una clase de apostasía que puede conducir a una persona a rechazar definitivamente a Cristo. Tal como se expone en la Guía de Estudio, “no muchos creyentes rechazarían directamente el sacrificio de Cristo o aún pensarían en tal cosa”. El peligro es que sutilmente podríamos asumir una postura respecto de las realidades espirituales que culmine en una completa apostasía. Por eso, es necesario que estemos atentos a nosotros mismos, a nuestra vida espiritual, a los ejercicios espirituales –comunión, relación y misión–. Para reflexionar: ¿Estamos, sutilmente, abandonando las verdades de la salvación? ¿La fe que ha sido entregada a los santos? ¿Qué podemos hacer para renovar nuestra fidelidad a Cristo?
Conclusión Jesús murió en mi lugar. Fue mi Sustituto. Pagó con sangre el precio de mi salvación. ¿Por qué entonces en muchas ocasiones me encuentro negociando con Dios la clase de discipulado que deseo ofrecerle? ¿No comprendo que, al actuar de ese modo, estoy menoscabando la muerte de Cristo? ¿Por qué razón es tan difícil para mí, pecador, entregarme completamente a Cristo? ¿Qué puedo hacer?
Dr. João Antonio Rodrigues Alves
Dr. en Teología
Traducción: Rolando Chuquimia © RECURSOS ESCUELA SABÁTICA
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