Córdoba, la gran anfitriona

comedia musical que escribieron Je- rry Bock y Sheldon Harnick (los mis- mos de El violinista en el tejado), que consta de tres historias (tres actos) inconexos.
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Espectáculos

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Domingo 7 de octubre de 2007

Festival Internacional de Teatro Mercosur

Córdoba, la gran anfitriona Hoy termina el encuentro que centró su mirada en la escena latinoamericana Por Verónica Pagés Enviada especial

Francisco Pesqueira, en compañía de muñecos

La belleza de la canción y la poesía Muy buena

✩✩✩✩ A las palabras, fragmentos, textos y canciones de muchos autores. Idea: Pesqueira/ Cesanelli. Dirección: Maru Cesanelli. Intérprete: Francisco Pesqueira. Piano y voz: Sol De Raco. Voces en off: Vicky Buchino, María José Demare, Georgina Hassan, Gachi Leibovich, Marikena Monti, Ligia Piro, Mónica Posse, Elena Roger y Julia Zenko. En el Teatro Enrique Larreta, Mendoza 2250, 4786-0280. Domingos a las 19.30. Entrada: $ 10. Duración: 60 minutos.

El formato es mínimo; la sala y el escenario son pequeños; hay un actor, una pianista y unos muñecos; la escenografía son paneles móviles y un arcón de donde surgen las ropas y la utilería. Se impone la intimidad: la complicidad con el público se trama de inmediato. Francisco Pesqueira impone una presencia llamativa: tiene hermosa voz, canta aceptablemente y se mueve con destreza. Su cuerpo es el instrumento a través del cual se encarnan fragmentos, textos y canciones de muchos autores, casi todos conocidos y amados. Palabras dichas o tarareadas, de esas que brotan espontáneamente en las más diversas situaciones, desde la rutina de la ducha diaria hasta los momentos en que evocamos lo que fue, o lo que no pudo ser, o aquel instante de felicidad que colmó toda la vida. A menudo, las dicen voces conocidas: Marikena Monti, María José Demare, Ligia Piro, Elena Roger o Julia Zenko, entre muchas.

Tiene encanto esta cabalgata por palabras de María Elena Walsh y de Antonio Machado, de José Pedroni y de Alejandra Pizarnik, de Gabriela Mistral y de García Lorca, y de otros. Las hay que nacieron con música propia – la “Serenata para la tierra de uno”, de María Elena, o “Se equivocó la paloma”, con versos de Alberti–, y otras a las que el dúo Pesqueira/Cesanelli les suma acordes que a veces suenan, en apariencia, disociados del texto, hasta comprender que la intención es, justamente, proponer una manera distinta, nueva, de escuchar y disfrutar de lo que la costumbre podría haber opacado.

Un piano y una voz Pesqueira resuelve con solvencia dificultades que van desde cómo ubicar su corpachón en un escenario escaso hasta recorrer con su voz un amplio abanico expresivo, desde el susurro hasta la imprecación y el grito, desde el clown hasta el galán del romancero. ¿Cómo arrancar matices inéditos, por ejemplo, a “Volverán las oscuras golondrinas”, de Bécquer? El actor lo consigue, en una lección de cómo conciliar romanticismo y sarcasmo. Sentada al piano, tocada con un sombrero hongo y sumándose de vez en cuando a la acción teatral, Sol De Raco aporta simpatía y elegancia.

CORDOBA.– Quizá sea la dimensión más humana de la ciudad, la irrefutable cercanía de los lugares involucrados que casi nunca van mucho más lejos de tres cuadras para acá o para allá, lo que volvió tremendamente presente al Festival Internacional de Teatro Mercosur en las calles cordobesas. Es cierto que parte de los objetivos de este encuentro apuntaban a ello, por lo que no fue difícil encontrar en distintas plazas o lugares públicos una murga, una intervención, una performance, que completaban el amplio panorama teatral que brindó el encuentro –que finaliza hoy– a lo largo de sus diez días de fiesta. Quizás algún observador con historia en estas tierras pueda concluir que el festival haya perdido el carácter experimental de sus primeros años, que impulsó una renovación no sólo de la escena local, sino que también tuvo su rebote en la de Buenos Aires. También se extrañó –antes casi llegaba al grado de costumbre– la presencia de propuestas teatrales llegadas de lugares lejanos y exóticos –por ende, siempre enriquecedoras– para la mirada local. De todas maneras, con los ojos más puestos en la escena latinoamericana, el festival –que este año estuvo suscripto en el circuito El Teatro del Mundo en Argentina, que organizó el Instituto Nacional del Teatro– resultó un interesante collage escénico en el que primaron los aplausos de pie y los bravos. En este sentido, siempre emociona y contagia la calidez del público cordobés, que se hace cargo de su festival, a tal punto que casi no se queja de las esperas ni de los problemas técnicos; simplemente, espera que el hecho teatral se consume.

Fragmentos y totalidades En un encuentro de este tipo, es difícil no tener una mirada frag-

Paco Giménez Con la presentación de cuatro de sus obras, el grupo Teatro La Cochera fue uno de los más elegidos por el público

mentada de lo ocurrido, pero muchas veces la totalidad se logra con la charla posterior con los elencos, otros periodistas, con el público. Conversaciones largas y pasionales que enriquecen siempre lo que acaba de suceder sobre el escenario. Sin duda, luego del espectáculo multimedia que dio por comenzado el encuentro en el bellísimo Paseo del Buen Pastor, donde hasta hace un tiempo funcionaba la cárcel de mujeres, el primer fin de semana fue tomado por Neva, la propuesta chilena del grupo Teatro en el Blanco que, con una apuesta mínima en recursos técnicos, pero con todo puesto en el texto y en las actuaciones, logró conmover a la platea.

Los ecuatorianos del grupo Malayerba, que dirige un referente ineludible de la escena latinoamericana como es Arístides Vargas, puso al público de su lado con sus dos propuestas viajeras: La razón blindada y, sobre todo, con Nuestra Señora de las Nubes. Dentro de la escena cordobesa, y en lo que se fue una suerte de homenaje, se presentaron cuatro obras del grupo Teatro La Cochera, que desde hace más de 20 años dirige Paco Giménez. Presenciar una de las propuestas del grupo en el mismo teatro donde se pergeñó le agrega a la obra en sí un sabor, un color y una emoción difíciles de encontrar en otro sitio. Así pasaron La fonda cordooobesa y la histórica Choque de cráneos, en la que se recrea una visión enloquecida y por momentos feroz de Los siete locos, de Arlt, en la que el elenco descuella. En el unipersonal Paco peca, el pro-

pio Giménez –esta vez con la precisa dirección de Marcelo Massa– pone en juego todo su encantador histrionismo para mostrar algo de su mundo personal. Paco juega, canta, baila pequeñas ideas e intimidades que conmueven a la vez que provocan las más francas carcajadas. Y en Los que no fuimos, la obra que cerró su paso por el festival, toca un tema difícil, como el de la Guerra de las Malvinas, y logra alejarse de toda literalidad para hacer poesía con el cuerpo de sus actores. Otros cordobeses que mostraron su trabajo –De penitencias y autopsias– fueron los cinco dramaturgos actores Gonzalo Marull, Natalia Alvarez, Sergio Osses, Maximiliano Gallo y Jazmín Sequeira, que con la dirección del uruguayo Sergio Blanco bucearon en cinco casos policiales de Córdoba para contraponer los mundos de la dupla muerto-asesino en ámbitos tan reales como perturbadores: la cárcel (escenificado en un antiguo y derruido regimiento militar cercano a un viejo centro de detención) y en la morgue (la que funciona en el Hospital de Clínicas). La idea funcionó, en gran parte, no sólo por la contundencia del lugar elegido para montarla, sino por las muy buenas actuaciones, entre las que se pueden destacar las de Gonzalo Marull y Jazmín Sequeira. Otra vez en el plano internacional, el brasileño Gerald Thomas tuvo que vencer graves problemas técnicos para mostrar sus dos trabajos: el muy atractivo Terra em transito, donde abruma con su actuación Fabiana Gugli, y la complicada y caprichosa hasta el hartazgo Rainha Mentira Queen Liar. Por su parte, los mexicanos de Teatro de Ciertos Habitantes lograron el delirio de la desbordada platea del Teatro Real con De monstruos y prodigios: la historia de los castrati, que también se vio en el FIBA. Una maravilla de actores. Córdoba fue una fiesta en la que la escena local tuvo mucho que ver con esa sensación de plenitud que dejó en sus invitados.

Ernesto Schoo

China y Perciavalle, como Eva y Adán Buena

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EDUARDO RIVERO

Gasalla y Nito se van a la playa Nito Artaza no le puso nombre todavía a su espectáculo, pero ya se sabe que se estrenará a mediados de diciembre en el teatro Mar del Plata, de esa ciudad. Después de todo el lío mediático surgido con Moria Casán, anteayer, a las 19, Artaza firmó contratos con Antonio Gasalla y Luciana Salazar, que formarán parte de la compañía.

Diario privado de Adán y Eva, el musical. Basado en el primer acto de la comedia musical The Apple Tree, de Jerome Coopersmith, Jerry Bock y Sheldon Harnick. Canciones: Jerry Bock y Sheldon Harnick. Música: Federico García Vigil. Dirección general y adaptación de canciones: China Zorrilla. Con China Zorrilla y Carlos Perciavalle. Pianista: Matías Piégari. Luces: Adrián Condomi. Producción ejecutiva: Juanjo Ubiría. Producción artística: Diego Romay. Producción general: Alejandro Romay. En El Nacional. Duración: 70 minutos.

El manzano (The Apple Tree) es una comedia musical que escribieron Jerry Bock y Sheldon Harnick (los mismos de El violinista en el tejado), que consta de tres historias (tres actos) inconexos. Uno de ellos, el primero, a su vez, está basado en El diario de Adán y Eva, de Mark Twain. China Zorrilla tomó ese primer acto; le pidió al uruguayo Federico García

Vigil que adaptara sus canciones a melodías más cercanas a este lado del mundo y armó una pequeña comedia musical. La presentó hace 25 años junto a Carlos Perciavalle, en una mezcla de teatro leído y semimontado. Y les fue muy bien. Era un buen producto para que los amigos se volvieran a reunir para cerrar la temporada 2007 de El Nacional. En el mismo formato, o sea, sentaditos a una mesa, muy elegantes, con libreto en mano, leen sus partes y se incorporan (o no) para interpretar las canciones. Aclaración reiterada y necesaria: no es una comedia musical tradicional y clásica, es teatro leído, con algo de semimontado. En esta versión, se incorpora la informalidad de una charla aclaratoria en la que los actores hablan de la historia de esta propuesta, chistes mediante en torno a la edad, con alguna que otra anécdota de estos reyes de contar anécdotas. Todo lo que ocurre después es una historia de amor muy simpática. (Años atrás

MARIANA ARAUJO

China Zorrilla y Carlos Perciavalle, en un ensayo de la obra

también se vio una versión bellísima de Manuel González Gil, con Miguel Angel Solá y Blanca Oteyza.) Están acompañados en escena por el joven pianista Matías Piégari, que los acompaña con astucia y prolijidad, ya que tanto China como Perciavalle no son cantantes. Dicen las canciones y, como tienen muy buen oído, las entonan como pueden, con esa habilidad que tienen los

grandes actores. La adaptación musical que hizo García Vigil es ajustada a lo intimista de la propuesta.

Dos capocómicos Decir que China Zorrilla y Carlos Perciavalle son buenos actores, carismáticos y con oficio, es una redundancia. Pero la efectividad de este pequeño espectáculo, que bien

podría ser de café concert, radica en la dulzura y la gracia que le pone China a su Eva, y de la simpatía y la garra con la que Perciavalle aborda a su Adán. Fuera del espectáculo, conviene alertar que el aire acondicionado de El Nacional anda muy bien.

Pablo Gorlero