Información general
Página 22/LA NACION
2
3
Sábado 14 de abril de 2007
Incendio en alta mar: el capitán volvió al Irízar
Continuaba el fuego en el rompehielos Treinta marinos intentan sofocarlo; hasta anoche no se sabía si el navío podría ser reparado; avanza la investigación judicial Por María Elena Polack De la Redacción de LA NACION Todavía anoche había focos de incendio en el interior del rompehielos Almirante Irízar, que comenzó a arder el martes último a las 22, mientras navegaba a 140 millas náuticas de Puerto Madryn, y que obligó a la evacuación de sus 240 tripulantes. Ayer regresó a la embarcación su comandante, el capitán de fragata Guillermo Tarapow, tras haber permanecido algunas horas en el destructor Almirante Brown, que se encuentra a una milla de distancia del rompehielos, junto con otras naves militares como las corbetas Robinson y Granville y el aviso Gurruchaga. El clima en la zona, marcado por fuertes nubes, temperatura menor a los 17° C, vientos constantes de 45 kilómetros por hora con ráfagas de hasta 76 kilómetros por hora y olas moderadamente altas, complicaron el desarrollo del operativo de auxilio para la nave que incluía el acercamiento del aviso Suboficial Castillo para poder usar su sistema hidrante para acelerar el proceso de enfriamiento de la nave. Al buque accedió en las últimas horas un contingente de 30 marinos entre buzos tácticos e integrantes del Servicio de Salvamento de la Armada que despliega dos tareas simultáneas: luchar contra el fuego que aún se detecta en la nave y a controlar las averías generadas por el incendio. Entre las primeras acciones que se desarrollan en el buque, la Armada destacó ayer que funcionan cuatro motobombas que alimentan de agua a dos líneas de mangueras para refrigerar las secciones externas de la nave. El Ministerio de Defensa dispuso ayer que el manejo de la difusión de la información sobre el estado de la embarcación pase a manos de la Armada, tras haber sido responsabilidad del Estado Mayor Conjunto. En Rawson, en tanto, el juez federal Ricardo Sastre anticipó que la investigación que ya tiene en sus manos procurará determinar qué fue lo que sucedió, pero descartó que vaya a impulsar sanciones a los eventuales responsables del siniestro. Sastre no descartó que el incendio en el rompehielos haya sido originado por “un error humano”. Sin embargo, sostuvo que “el objetivo no es investi-
gar circunstancias ni actitudes sino saber por qué comenzó el fuego”. Dejó la responsabilidad de aplicar sanciones a la Armada al decir que [esa fuerza] “realizará su propia evaluación para determinar eventuales responsabilidades”. La Justicia ya tomó declaración a 13 suboficiales que estaban de guardia en el barco, en la zona de la sala de máquinas y en el puente [de mando] que fueron los primeros en advertir que el buque empezaba a incendiarse en la noche del martes último mientras navegaba hacia su destino habitual en el Apostadero Naval Buenos Aires. El magistrado no descartó citar al capitán de fragata Tarapow y a otros marinos que están embarcados en el Irízar. También dijo que los peritajes judiciales se harán cuando la nave llegue a puerto.
Por Jaime Rosemberg De la Redacción de LA NACION
Evaluar daños Mientras en la Capital, la diputada nacional Nora Ginzburg (Pro-Capital) impulsó ayer un proyecto de resolución para que Tarapow sea distinguido en el Congreso por su “apego a los derechos humanos poniendo ante todo a sus subordinados a salvo”, el comandante del rompehielos sigue ajeno a los reconocimientos por su acción en favor de la rápida evacuación de los tripulantes y su decisión de no abandonar el buque. Tarapow supervisa las tareas que se efectúan para poder apagar el incendio y determinar si la nave podrá ser remolcada a la base naval de Puerto Belgrano. La cantidad de marinos que abordaron el Irízar permite que las tareas de enfriamiento de la estructura y de control de daños se efectúe prácticamente sin interrupciones, ya que funcionan por turnos de trabajo y de descanso que les permiten mantener un ritmo continuo de labores. Hasta anoche, ni oficial ni extraoficialmente ningún marino se animaba a calcular cuándo estará controlada la situación y de qué manera el rompehielos será trasladado a Puerto Belgrano, donde en marzo del año último el rompehielos británico Endurance ingresó para que le repararan una avería en el timón, producida justamente en su regreso a las islas Malvinas tras efectuar su campaña antártica de verano.
GENTILEZA FAMILIA TARAPOW
Guillermo Tarapow (el primero desde la izq.), con sus seis hermanos
Todos esperan al capitán MAR DEL PLATA.– El teléfono no para de sonar y la casilla de correo electrónico se cargó como nunca. Son mensajes de amigos, familiares o camaradas, todos con felicitaciones por el desempeño del mayor de sus siete hijos, el capitán de fragata Guillermo Alejandro Nelson Tarapow. “Vamos a necesitar una máquina extractora porque con mis lágrimas voy a hacer una laguna”, cuenta Graciela, madre del capitán del rompehielos Irízar. Aunque su muchacho ya no está solo a bordo, a ella no le alcanza. Quiere verlo, abrazarlo y besarlo. El escenario se repite en el domicilio de Guillermo Tarapow, en Puerto Belgrano. Allí lo espera su esposa, Silvia. Graciela asegura a LA NACION que no dormirá tranquila hasta que su hi-
El Senado congeló fondos para el buque
jo vuelva a tierra. Esa preocupación tiene un alivio mínimo con las muestras de reconocimiento que recibe diariamente. “Todos nos felicitan a nosotros y a Guillermo por su modo de obrar. Tiene un don”, destaca. En la familia creen que, si no hay mayores contratiempos, en no más de cuatro días tendrán a Guillermo en Puerto Belgrano. Por eso ya están preparando el viaje para esperarlo al borde del muelle. Tal vez sea la excusa para programar un reencuentro a pleno de los Tarapow, abuelos, hijos y nietos, que no se da desde hace casi siete años. Ya se anotan en la comitiva de bienvenida Marcelo y Fernando, los dos hermanos que también son oficiales de la Armada. Y, por supuesto, sus padres.
GENTILEZA ARMADA ARGENTINA
A pesar de los intentos por superar la situación, el fuego seguía dominando ayer buena parte del Irízar
Cómo fue la vida a bordo en el último viaje del Irízar Viñetas de la travesía que el enviado de LA NACION no olvidará Juan Carlos siempre cantando y allí, bien arriba, en el puente de mando, el silencio que merece la voz de la conducción, más cuando es de noche y los hielos se cerraron proa a la base Jubany, esa que compartimos con los alemanes y que, como dijo un cabo infantil e inocente: “¡Tiene cine y todo!”. Volví a ver con encanto la bahía de Jubany y cómo nos cruzamos con el pequeño, por más moderno que sea, rompehielos norteamericano Palmer. Yo, también como los chicos, pensé: “Me quedo con el mío”. Sí, porque el Irízar será para siempre mío.
Por Mariano Wullich De la Redacción de LA NACION Comenzar abril a bordo de un emblema como el rompehielos Almirante Irízar no es poca cosa para cualquier hombre de mar. Tampoco lo fue para mí, que no lo soy. Cumplir la última etapa antártica con un buque que ya hizo historia –no hablemos por ahora del futuro– es algo para relatar. Es que hace catorce días subí con el entusiasmo con que lo hice siempre al gran barco naranja, medio cabezón, por su edificio blanco y sus obstinadas embestidas, y con un ambiente interno generoso, en el que también los tiempos fríos pierden ante la camaradería. Fueron, en mi tercera pasada por la Antártida, días para el recuerdo. ¡Cómo no recordar entonces aquel domingo primero de mes, cuando el helicóptero Sea King nos buscó en la base Marambio y se posó en la cubierta de vuelo del buque de los hielos, que ya navegaba hacia la base Esperanza! Era un reencuentro, para mí, con el barco que, cuando está en Buenos Aires, en el Apostadero Naval, miro a diario desde mi ventana de la Redacción de LA NACION. Claro que el reencuentro allá, a casi 5000 kilómetros, a 23 grados bajo cero, es lo que siempre espero.
A sopa y soda “¡Bienvenido!”, me dijo ese domingo Guillermo Tarapow, el comandante, a quien ya conocía, pero sólo de un rápido saludo. Esta vez no fue así. Tuvimos largas conversaciones comida de por medio, aunque Guillermo sólo tomara sopa y soda: “Me estoy cuidando; ya bajé ocho kilos. Es que dentro de unos días voy a hacer mi salto cien en un paracaídas”, me comentó en su siempre voz templada y baja, mientras yo tomaba vino de la casa. Supe rápidamente, apoyado en otro de sus comentarios, que era de esos hombres de antes, esos marinos que
En el pasaje Drake
ARCHIVO
El Irízar, en los mares australes
nunca abandonaban el buque. Los días me dieron la razón. En esa cámara, yo ya tenía un conocido, el coronel Mario Dotto, un fantástico impetuoso que una vez más me bajó en Esperanza en otro 2 de abril, para que todos viviéramos emocionados, junto a las familias que allí invernan, el acto por la gesta de las Malvinas. No olvido sus palabras: “Allí quedaron soldados que no tuvieron relevo”. Dentro de un lanchón de desembarque volví al buque al caer la noche y con otra esperanza, la de sacarme el traje antiexposición (amarillo), volver a los mocasines y, después de comer, bajar a lo de Luisito. Lo de Luis tiene nombre de restaurante de San Isidro (La Caleta), pero no es otra cosa que la cantina del barco, allí donde se puede encontrar desde una afeitadora hasta una milanesa, desde un souvenir hasta una cerveza y, como dijo un uruguayo (Dante), “desde un escarbadientes hasta un elefante”. “Vos, siempre acá. Nunca en el gimnasio”, le dijo en tono medio vigilante un suboficial a otro. Le respondieron: “Y vos siempre allá, levantando pesas. Nunca te veo por la biblioteca”. De pasada por la capilla, el padre
Después, la navegación continuó por el estrecho tan temido: el Drake. Los que nunca lo cruzaron preguntaron lo de siempre: “¿Cuánto dura el paso? ¿Se mueve mucho? Esta vez, fue un paso estándar: ni mucho ni poco. Amarras en Ushuaia, y los que pueden bajar, se bajan, después de haber completado una campaña de cuatro meses. Otros salieron de compras y algunos fuimos a lo de tía Elvira por una exquisita centolla. A la salida de la puerta del restaurante tuve de nuevo la vista imponente de nuestro gran rompehielos en el canal Beagle. Me apuré a abordarlo por esa sensación de las cosas que uno quiere y que se van. ¿Cómo no aprovechar una completa navegación por todo el litoral atlántico argentino? ¡Seguimos! Un par de días de viaje para atravesar la altura de Santa Cruz, algo más hacia Chubut, y por la noche, cuando la gente esperaba el “rancho” (comida), no hubo otra cosa que fuego. El viaje en el Irízar había terminado; el ancla se había clavado allí en el fondo y vino lo que nunca esperé: la evacuación. Hoy sólo espero que el rompehielos vuelva, cueste lo cueste y sea cuando sea. El mar también lo está esperando y la Antártida, necesitando; no sea cosa de que esos hielos comiencen a cerrarse porque ya no teman la aparición del coloso puño color naranja.
La mayoría peronista en el Senado desoyó advertencias de diputados opositores y congeló durante dos años el proyecto de ley que preveía aportar 24 millones de pesos al rompehielos Almirante Irízar en concepto de mantenimiento y modernización, una cifra que tal vez podría haber contribuido a evitar el incendio que en la noche del martes último destruyó buena parte de un buque emblemático de la Armada. El 16 de diciembre de 2004, la Cámara de Diputados, por entonces con mayoría duhaldista, aprobó por unanimidad un proyecto de ley redactado por el radical Miguel Angel Giubergia (UCR-Jujuy) que, en su único artículo, asignaba por cuatro años seis millones de pesos al rompehielos, destinados “a financiar gastos de mantenimiento mayor y modernización (...) y su adecuación a las normas de protección del medio ambiente antártico”. En los considerandos del proyecto, Giubergia alertaba sobre “los riesgos para el personal en operación y el medio ambiente debido al estado de los medios navales” y aéreos que operan en la Antártida. Luego de su aprobación en la Cámara baja, el proyecto recayó en la Comisión de Presupuesto del Senado, que encabezaba –y conduce hoy– el kirchnerista Jorge Capitanich (FVChaco), con mayoría de legisladores oficialistas. Luego de dos años sin tratarse, el proyecto perdió estado parlamentario. “Es increíble lo que ocurrió. Todos sabemos que a un buque de ese tama-
“La política de desfinanciar a las Fuerzas Armadas y la ideología exagerada termina siendo contraria al interés nacional”, afirmó Pinedo ño hay que revisarlo cada diez años. Queda clara ahora la falta de política que hay en el Gobierno; ahora se rasgan las vestiduras por un proyecto que debería haber salido sin problemas”, afirmó Giubergia a LA NACION. Según el diputado jujeño, “Capitanich nos dijo que no había recursos para implementar el proyecto, pero se gastan millones en otras cosas y se investiga al Gobierno por 17 millones recibidos en presuntas coimas”, afirmó, en relación al controvertido caso Skanska que salpica a funcionarios del Ministerio de Planificación que encabeza Julio De Vido. Ante las reiteradas consultas de LA NACION, allegados a Capitanich afirmaron que éste se encontraba en el Impenetrable chaqueño, “en campaña”, y que por lo tanto no contestaría la consulta. Desde Pro, de Mauricio Macri, respaldaron las críticas. “En su momento, apoyamos el proyecto, y es lamentable que no lo hayan aprobado porque hablamos de un rompehielos categoría A, el único que había en la región. Se perdieron millones de dólares por falta de mantenimiento”, afirmó el diputado macrista Federico Pinedo (Pro-Capital). “La política gubernamental de desfinanciar sistemáticamente a las Fuerzas Armadas y la ideología exagerada termina siendo contraria al interés nacional. Lo mismo pasó con los radares y ocurre en otros ámbitos vinculados”, culminó Pinedo.