Fuego en las manos

Fuego en las Manos by Alan D.D. is licensed under aCreative Commons .... Dejó el agua fría, pues no tenía calentador, relajara todos, cada uno de .... Tomó el primer libro que tenía de su biblioteca y leyó un capítulo al azar. Pasadas .... siempre cosas saladas, decidió probar una torta de chocolate con trozos de galleta.
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Fuego en las manos

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Derechos reservados 2014 Alan D.D. Imagen de Portada: Andrés Antinoro. Edición de la Portada: Alan D.D. Edición de la Contraportada: Alan D.D. Todos los derechos reservados. Código Safe Creative: 1407041374333

Fuego en las Manos by Alan D.D. is licensed under aCreative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 4.0 Internacional License. Puede hallar permisos más alláde los concedidos con esta licencia en http://tintanocturna.blogspot.com/ PRIMEROS CAPÍTULOS GRATUITOS

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Prefacio No podía ver nada. Sus ojos estaban abiertos y podía distinguir algunas figuras a su alrededor, pero realmente no sabía por dónde iba ni hacia dónde se dirigía. Solo tenía un objetivo en mente, y era seguir corriendo hasta caer exhausto. Preferiblemente en un lugar seguro. Corrí a, corría y no podía correr más porque sus pies no lo lograban. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez; apenas habían pasado cinco segundos… Once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve, veinte; otros cinco segundos… Podía sentir el viento helado golpeándolo en la cara, el sudor recorriendo su frente y su nuca. La oscuridad lo envolvía, la única testigo del desastre que se acercaba lentamente. Dobló por una esquina a la derecha, contó dos cuadras, volvió a girar pero a la izquierda, entrópor un callejón y dio con la calle siguiente, saltó una cerca, recorrió el patio de la casa que había allíy salióhacia otra calle. Tomóla avenida, acelerólo poco más que pudo. La luz roja de un semáforo llegó a sus ojos por medio segundo. Cambió a verde en el momento justo en que la miró. Una línea de ideas fue por su mente sin control hasta que supo por dónde ir. Ya tenía un destino. Solo debía soportar lo suficiente para llegar. La idea de tener una meta, un lugar en donde todo podrí a llegar a su fin, le dio nuevas fuerzas. Renovado, aumentóaún más su velocidad, ignorando el grito de dolor que salía de sus músculos. Usain Bolt seguramente estaría nervioso por perder el lugar como uno de los hombres más rápidos del mundo… Pero era de noche, ya todos estaban dormidos, almas, personas y animales, asíque no habría pruebas. Lo sentía, se estaba acercando, un escalofrí o que le recorrió toda la espalda se lo hizo saber, una sensación de peligro que ya se le estaba haciendo más que conocida. Una mano pronto lo tomarí a, imprevista y de repente. Jadeaba, lloraba por el esfuerzo, ya no sentía las piernas, estaba cansado, acabarí a tropezando en cualquier momento para estamparse desastrosamente en el duro y mojado asfalto. No podía más, no podía más. Ya sus músculos se estaban entumeciendo, su respiración se detenía por algunos segundos, su corazón latía desbocado, sus pulmones ardían, su boca estaba reseca, su lengua igual.

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Pocos segundos, solo unos pocos segundos más y entrarí a a su departamento. Ella podía ayudarlo. Ya veía el edificio a pocos metros de distancia. Solamente había que llegar, llegar y todo podría acabar. Pronto el dolor se acabarí a, la soledad, el sufrimiento y las lágrimas, todo tendría sentido cuando le diera su mano milagrosa. Pronto todo volvería a la normalidad, pero tenía que llegar, solamente llegar, luego ella lo haría todo, pero debía llegar y nada más. Dudóen ese momento. ¿Realmente querí a verle la cara luego de tanto tiempo? No sabía si esa pregunta era sobre él o sobre ella, pero allíestaba, marcada como una herida abierta en su mente. No era momento de hacerse preguntas, de pensar, o algo que se le asemejara en lo más mínimo. Era momento de correr por su vida. Ya estaba tan cerca que no tenía sentido dudar, no serviría de nada, e incluso era tarde para arrepentirse de haber tomado esa decisión. Diez pasos, nueve pasos, ocho pasos, siete pasos, seis pasos, cinco pasos, cuatro pasos, tres pasos, dos pasos, un pa… Una pierna se detuvo. Sus músculos se tensaron. Cayó al suelo de forma precipitada. Sus ojos salieron de sus órbitas. Su corazón dejóde latir. Escupiótodo el aire que tenía en sus pulmones. En menos de lo esperado, su cara se destrozóal llegar a la entrada del edificio, dejando una mancha roja desparramada por todas partes…

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Capí tulo 1 Leandro despertó bruscamente de la pesadilla. Tenía la respiración acelerada y el corazón le latía tan fuerte que sentía que le explotarí a en cualquier momento. Incluso le dolía el pecho por las bruscas contracciones de este. Una gruesa capa e sudor impregnaba su piel. Se había levantado tarde, el reloj estaba estampado en el piso, asíque no sabía quéhora era. Los rayos del sol le lastimaron los ojos cuando pasaron por entre las cortinas blancas de su habitación. Recogiólas piernas y tratóde calmarse, a pesar de que todo a su alrededor le estaba dando vueltas. Ya era una semana y siempre era el mismo sueño; no había noche que no soñara eso desde la primera vez, y estaba considerando que se volvía loco, que necesitaba un psicólogo o un psiquiatra, pues incluso en el día veía referencias a esos sueños. Se sentía observado, de a ratos sentía una pudrición en el ambiente, y de repente se le aceleraba el pulso, como si alguien realmente estuviera persiguiéndolo; como un regalo extra, las últimas dos noches había visto una sombra en varias partes de su casa, dejándolo tanto o más aterrado que un niño que no quiere ver dentro del armario o bajo la cama de su cuarto. El café no lo mantenía lo suficientemente despierto, sus amistades le comentaban su aspecto descuidado, incluso en una ocasión su mejor amiga le comentó que hablaba solo. Se pasóla mano por la cara, agotado por todo. Ya no podía más, necesitaba alguna ayuda o terminarí a por perder la poca cordura que le quedaba. Dejósalir un suspiro. Tomó el teléfono celular que tenía al lado, en la mesa de noche, y marcó el número de Rebecca, a quien hacía un tiempo no veía; casi un año. No le gustaba aparecerse únicamente cuando necesitaba algo, pero no tenía otra opción. Habían peleado y por eso no se veían, sin embargo confiaba en que el tiempo había enmendado sus errores, o al menos había curado sus heridas. Se había burlado mucho de ella, la había ridiculizado por todo, y ahora necesitaba que precisamente ella lo ayudara, asíque se tragósu orgullo cuando contestóy le explicótoda la situación. La voz de Rebecca era fría y algo seca, seguramente estaba mal de la garganta, pero no parecía molesta o con alguna muestra de rencor, asíque Leandro asumió que todo estaría bien entre ellos a partir de ese momento, o mínimamente había empezado un cambio en su relación. Cuando colgó, dejó el aparato de nuevo en la mesa. De repente le entraron tantas náuseas que tuvo que levantarse a la carrera para ir al baño. Por poco no llegaba, pero

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pudo vaciar todo en el excusado. Las rodillas le temblaron mientras el fuego salía de su garganta, haciéndolo sudar más que nunca en su vida. Sentía la piel caliente. Le levantó jadeando y con los ojos llorosos. Necesitaba refrescarse, y pronto. Sin pensarlo mucho se quitóla ropa para entrar a la ducha que tenía en el baño. Mientras el agua corrí a por su piel, y el estaba seguro de que esta se estaba evaporando al toque, apoyólas manos en la pared. La cabeza aún le daba vueltas y sentía un fuerte dolor en la frente. Comenzó a respirar profundamente para tratar de calmarse. No podía dejar que sus emociones lo dominaran tan fácilmente. Dejó el agua fría, pues no tenía calentador, relajara todos, cada uno de sus músculos. Posiblemente estarí a gastando mucha, pues ni siquiera había tocado el jabón, pero no le importaba en lo más mínimo. Necesitaba olvidarse, al menos por una ducha, que estaba siendo atormentado por su mente, o puede que incluso por algo más. Apretó los ojos. Él no era una persona supersticiosa o creyente de que pudiese haber “algo más allá de lo visible”, le parecía ridículo, por decir lo menos. No obstante, había llamado a una bruja de su confianza para que lo ayudara. Apretólos dientes. Cuando se terminó de bañar, Leandro se sentó en el sofáde la sala, esperando a que sonara el timbre y abrirle a su ex novia. Habían tenido el mejor de los romances, todos decían que su noviazgo era la unión perfecta, y sin embargo, cuando ella le confesóque era bruja, todo cambió. Leandro no podía verla cerca porque inmediatamente se burlaba. Puso la cabeza entre las manos y apoyóestas en sus rodillas mientras recordaba cada cosa que le había hecho a esa mujer. Si cocinaba, le pedía que no hubiera sapos ni sangre de rata; si barría, le decía que tuviera cuidado de no volar en el apartamento; si ella le comentaba que querí a tener una mascota, le advertía que no serí a un gato negro, lechuza o sapo. Poco a poco, día a día, broma tras broma, la paciencia de Rebecca se agotó. Un día, al llegar del trabajo, Leandro se encontró con el apartamento completamente solo, sin Rebecca o sus cosas. Había sido un inepto, un imbécil y un idiota. El más grande de todo el mundo. A pesar de todos sus sarcasmos y comentario pesados, estaba realmente enamorado de ella, pero en ese momento no lo sabía. El timbre resonó por toda la habitación, sacándolo de sus recuerdos. Fue a abrir de inmediato y se sorprendió al ver que Rebecca seguía en buena forma, pues él había subido de peso en medio de un impulso compulsivo de comer que tuvo luego de su ruptura. El tiempo no había pasado por ella. Seguía con un cuerpo escultural, una piel ligeramente bronceada por el sol diario, sus ojos oscuros y cabello castaño rojizo. Como había empezado a ser costumbre en ella poco antes de confesarse, vestía una franela, un pantalón pegado y unas botas, todo de negro. —Hola. Pasa, por favor—Dijo con la cabeza gacha—. —Me sorprende que me llamaras precisamente a mí—La voz de Rebecca había cambiado apenas, seguía siendo melodiosa y fuerte, sonó algo conmocionada por el hecho, pero aún había algo de resentimiento en ella—. —No sabía a quién acudir, no conozco a nadie más—Le hizo un gesto para que pasara cuando abrióla puerta—. —Entiendo, a ver, ¿Sigues durmiendo en la misma habitación?—Dijo ella mirando el lugar, apenas había cambiado—. —Sí, no logro mudar las cosas—Leandro se pasó las manos por el cabello mientras Rebecca le daba la espalda—.

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—Empezarépor allí,si no quieres ver, quédate aquí—Le indicóel sofá—. —Está bien—Leandro aceptaba que necesitaba su ayuda, pero preferí a quedarse lejos para evitar hacer comentarios que desconcentraran a Rebecca, después de todo, aún no sabía si había corregido esa parte de su carácter—. Rebecca entró con total libertad a las habitaciones del apartamento y se dirigió a la de Leandro. Cuando cerró la puerta, este se sentó en el sofá, selló sus ojos y cara con las manos. Estaba cansando. No querí a seguir creyendo que las cosas se limitaban a lo que veía, esos días tormentosos se lo habían demostrado, pero al final su mentalidad, cerrada y obsoleta, como decían sus amistades cercanas, no lo dejaba creer en ello. Simplemente no podía. Era como si la información estuviera averiada y no entrara correctamente, provocando que su cerebro la eliminara en el acto, sin darle tiempo de repararla. No escuchaba nada en la habitación, todo estaba en total silencio, un mutismo que le daba miedo, que lo aterraba por completo. No entendía el motivo, pues siempre le había gustado que todo estuviera callado. Su mente se dejóllevar por las ideas. Posiblemente tuviera que ver con el hecho de tener quién-sabe-quéen su cuarto o apartamento y una bruja que antes había sido su novia. Cerrólos ojos y perdióla noción del tiempo, por lo que no se dio cuenta de cuándo salió Rebecca del pasillo que llevaba a los cuartos y baños del lugar hasta que ella chasqueó varias veces los dedos en frente de él para sacarlo de su trance. —¡Hey, te estoy hablando! —¡Ah!—Reaccionóde repente levantando la cabeza—. ¿Quépasó? —Que, cosa rara—Se veía el sarcasmo de la frase—, te quedaste en tu mundo. —Muy graciosa, dime ya—Dijo Leandro algo fastidiado—. —Síhay algo, hiciste bien en llamarme, creo que podrí a solucionarlo en unos días. —¿Cuántos crees?—Un escalofrío le recorrió toda la espalda cuando Leandro hizo la pregunta, no sabía si realmente querí a saber la respuesta; de repente se congeló—. Haber hecho esa pregunta era signo de que admitía que había algo adentro. Era signo de que creía en la posibilidad de que una persona blanca e intangible podía estar jugándole una broma. Ahogóun quejido de frustración. ¿Quéhabía pasado con su cordura? Hace mucho que la perdí, pensópara símismo. —Un mes, no debería tardar más—Rebecca se encogióde hombros con indiferencia—. —¿Qué?—El temor se asomópor su voz, querí a obligarse a creer que un mes completo lidiaría con esa situación—. —No te hagas el sordo, ya me escuchaste. O aguantas o te mudas, escoge. —Vale, vale—Leandro levantó las manos para calmar a Rebecca, quien se veía algo enojada—. Me aguanto, ¿Hay algo que deberí a saber? —Solamente que fue enviado, no estáporque quiere. —¿Deberí a sospechar de alguien?—Allíestaba de nuevo, la aceptación de que lo que estuviera pasando, no era normal en los términos que él manejaba—. —Obviamente—Para Rebecca, Leandro era como un universitario que no sabía el abecedario—, ¿Crees que fue un regalo o una broma de Halloween? No seas ridículo— Dijo con fastidio—. —Bueno, pero bueno, no caigamos en peleas, ¿Te parece? —Como digas, si no necesitas nada más, me voy, a menos que tengas un chiste reservado—Fue como una estaca directa al corazón. No lo había olvidado, y no pudo evitar entenderla—. —Deja el tema, ya te abro—Cuando Leandro abrió la puerta, sin decir nada, Rebecca salió, tomóel ascensor y se dirigióa la planta baja del edificio—.

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Por dos segundos, Leandro se quedósin palabra, pero luego de unos segundos reaccionó y recordó. Claro, no necesitaba llaves. Con un movimiento de manos ella podía abrir cualquier puerta que quisiera, no era algo que le preocupara realmente. Lo que sílo tenía algo perturbado, era el hecho de que síhabía algo en ese lugar. No estaba loco, desquiciado, ni con problemas mentales. Realmente algo había llegado a instalarse en su hogar, y el hecho de que alguien se lo hubiera enviado por quién-sabequéempeoraba la situación. Unos pasos tranquilos hicieron que saliera de sus pensamientos. Calmados, secos, casi musicales y con cierto ritmo. A Leandro se le heló la sangre, pero justo cuando volteó, no encontrónada y el sonido se detuvo. Siento sus piernas temblar. —Es del piso de arriba—Dijo para sí mismo y calmarse—, es una familia muy numerosa, con niños; sí, sí—Repitió nerviosamente—ellos son muy inquietos y ruidosos, son solamente los niños—Estaba tan metido en la idea y el hilo de sus pensamientos que se había olvidado de que en el piso de arriba vivía una anciana solitaria, viuda desde hacía ya varios años y con una gata—. Se quedó varios segundos allí, mirando el final del pasillo, sin mover ni un músculo y atento a cada acción que pudiera ocurrir. Se fue alejando poco a poco, un trayecto que fue casi más que eterno, hasta finalmente perder de vista el pasillo. Con todo lo que había pasado se le había cerrado el apetito sin remedio. Abrióla nevera por simple costumbre, un reflejo para tratar de volver al mundo que tenía antes, el mundo donde un mal sueño era sinónimo de estrés laboral. No funcionó. La comida, en vez de apetecerle, se le antojaba asquerosa. Le daba náuseas ver incluso las manzanas que estaban allí,asíque la cerró. Tampoco querí a ir a comprar periódico o salir por algo, asíque decidióquedarse adentro. Pasólargo tiempo sentado en la computadora, se distrajo con las redes sociales, correos, todo lo que pudiera servir para olvidar aquello que lo acosaba durante la noche y parte del día. Llegó el medio día y se hizo su almuerzo. Comió, sin muchas ganas, pero comió, y se sorprendió a sí mismo de mantener la comida adentro. Dejó que el día pasara lentamente en frente de la pantalla de la televisión, luego volver al internet. Cuando ya era irremediablemente tarde, casi las 11:00 pm, Leandro decidió apagar la computadora e ir a dormir. Tal era ya su cansancio que, apenas se cambió, se acostóen la cama, se quedódormido de inmediato.

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Nuevamente, a mitad del sueño, Leandro se despertó gritando. El mismo sueño, la misma pesadilla. Estaba empezando a cansarse de ello, de que algo que no veía, escuchaba, sentía ni olía pudiera tener control sobre él. ¡Era estúpido! Pero más lo era él, que sabía que ese era realmente el caso y que no podía cambiarlo. Miró la hora en su celular y se asombró al ver que eran las 4:30 am, no era tan tarde, como acostumbraba. Normalmente se despertaba a la medianoche o las 1:00 am, asíque eso al menos era un avance. Sin embargo, no se sentía del todo descansado. Le dolía la cabeza; no sentía por completo el brazo izquierdo. Pensóen que el mal dormir no le despejaba la mente y de tanto moverse terminó descansando encima de su miembro, con ello terminó más calmado, listo para comenzar un día. Se levantó, se bañó lentamente, dejando que el agua lo relajara más, justo como había intentado el día anterior, se cepilló y arregló como si necesitara ir a algún lugar. Sin nada que hacer hasta que el sol se terminara de levantar, decidióponerse a leer un poco. Tomóel primer libro que tenía de su biblioteca y leyóun capítulo al azar. Pasadas varias páginas, luego de recordar a la inmortal de Le Fanu, tenía ganas de un buen café, pero su cafetera estaba algo dañada y tardaba un poco más de lo usual, así que decidió ponerla a funcionar mientras que bajaba a comprar el periódico. Miró la hora nuevamente, esta vez en el reloj de la sala; eran ya las 7:13 am. No era muy mañanero, todo lo contrario, pero esa vez se sentía bastante enérgico, con ganas de salir y caminar un rato o hacer muchas cosas, lo que fuera. Bajódel edificio y caminócon tranquilidad a la panaderí a que estaba a solamente una cuadra. El clima estaba bastante fresco. Maracaibo era una ciudad infernal: Ruidosa, peligrosa y calurosa, pero en las mañanas parecía un lugar totalmente distinto. Era fresco, un poco soleado, silencioso y seguro, era la clama que precedía al desastre del mediodía. Todos los marabinos lo sabían perfectamente. Como era de esperarse, estaba cerrada, lo vio a lo lejos, asíque caminó un poco hasta encontrar a un hombre que vendía los periódicos de ese día. Le pidió un ejemplar, cancelóel dinero y se dirigióde nuevo al apartamento. Cuando entró, echóde menos el aire fresco que hacía cuando empezaba otro día. No se había dado cuenta de lo bien que le sentaba, de lo calmante que podía ser. Seguramente tendría mucha tensión acumulada y cualquier cosa parecía remediar eso, por lo que abrió las ventanas, dejando que entrara el viento tibio. Buscó la taza de café, ya lista, para sentarse a leer el periódico. No había gran cosa en los anuncios, solamente algunos secuestros y problemas de los que siempre se hablaban. No le parecían interesantes en lo absoluto, asíque abandonóla lectura cuando llegó a la mitad, luego de revisar los tí tulos faltantes y fijarse en los estrenos de los cines locales. Era fanático de las películas románticas, algo raro en los hombres, pues casi todos preferí an algo de acción o terror, y si tenía ambas, mucho que mejor. No le incomodaba verlas, pero se sentía mucho mejor viendo romances y amorí os, y su favorita entre todas era “Diario de una Pasión”. Casualmente estaba por llegar a las salas de cine como parte de unas funciones especiales en 3D, dentro de unas dos semanas, asíque anotóla fecha, el lugar y colocó un recordatorio en su teléfono para reservar un boleto.

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Prendió la computadora y revisó las noticias a nivel mundial, pero tampoco había gran cosa aparte de las inflaciones de diversos países, no era el mejor de los comienzos, así que olvidóel internet y decidióponerse a escribir. Todos sus amigos ignoraban el hecho de que realmente esa era su verdadera pasión, pues por vergüenza a que lo creyeran un estúpido soñador sin futuro, pensaban que trabajaba como el jefe de chefs en un restaurante que estaba justamente delante del edificio en donde vivía, y asíera realmente, pero lo que le proporcionaba una parte de su sueldo era la venta de sus libros en internet. No deseaba ser la burla de sus conocidos o la comida de los medios, asíque escribía bajo el nombre de Natalia J.P. Era mucho más común ver el nombre de una mujer en ese tipo de historias, era más normal; asíque su reputación estaba cuidada. No podía envidiar a Nicholas Sparks, el creador de The Notebook, la novela que inspiró su película favorita. Todos lo admiraban y elogiaban, y era un hombre escribiendo literatura romántica. Esperaba algún día poder ser como él, pero veía esa posibilidad muy lejana mientras viviera en Venezuela. El lugar solamente abría de noche, por lo que tenía toda la mañana y tarde para dedicarse a los quehaceres, que no le tomaban mucho rato, y el resto del tiempo lo dedicaba a ser Dios en los mundos que creaba. Como era de esperarse, sus historias eran solamente romances. Detestaba la nueva oleada de temas fantásticos y sobrenaturales que veía en todas las tramas, tanto en el cine y la televisión como en los libros. ¿De quéserví a leer algo imposible y que eran meras imaginaciones exageradas? ¿Quétenía de bueno ver una banda de brujas volando y riendo como locas o un montón de vampiros chupando sangre? No le veía el sentido. En ese momento trabajaba en la historia de una chica llamada Sandra. Ella trataba de lidiar entre dos amoríos: Fernando Gonzáles, hijo de buena familia y bastante tierno, y Fernando Caraballo, un chico prodigio en las ciencias y que era muy atento y detallista con ella. Era la primera vez que se aventuraba a probar con el susodicho triángulo amoroso, pues detestaba ver algo tan repetido en los libros contra los que competía. Leandro esperaba que el suyo fuera diferente, y aunque hasta ese momento no lo había lograda, esperaba poder conseguir un detalle que lo hiciera destacar de entre el resto. De nada serviría su esfuerzo si al final acababa siendo “una escritora” más del montón. Simplemente bajarían las ventas, provocando que se truncaran sus sueños de salir a vivir en el exterior. Sacudióla cabeza y volvióa centrarse en su ménage àtrois1. Llevaba casi 100 páginas y estaba muy inmerso en la historia cuando de repente, justo cuando Caraballo sospechaba que Sandra compartía su corazón con alguien más, sintió un frío intenso en la nuca. Se levantósobresaltado, con un sudor frío en la frente y el corazón acelerado. La silla se tambaleó, casi se caía del rápido y brusco movimiento. Su respiración se había acelerado demasiado, comenzando a marearse, asíque se sentó en un sofácolor vino que estaba a su lado, buscando calmarse. Como no daba mucho resultado y la sensación seguía impresa en sus poros, decidió terminar de leer el periódico; aún que se aburría por completo, en ese momento le pareciólo mejor que había en el mundo. Se concentró lo más que pudo en retener la información, al menos mientras se recuperaba de esa recaída, aunque no mucho. Si se le quedaban los recuerdos de la lectura impresos en la cabeza, corrí a el riesgo de caer influenciado, y Natalia no mataba

1

“Hogar de tres” en francés. Se usa para hablar de tríos amorosos o sexuales.

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o maltrataba a sus personajes; era eso lo que más ayudaba a que nuevos lectores se acercaran. Al momento de doblarlo y dejarlo nuevamente en la mesa que tenía en frente, estaba mucho más tranquilo que antes, aún había algo de sobresalto en él, pero poco a poco se le irí a pasando, tampoco es que el papel hiciera milagros. Volvióa la computadora, terminóel capítulo en menos de cinco minutos, cuidando que estuviera bien redactado y siguiendo el ritmo que tenía antes, cerró el documento, lo guardó, apagó el aparato, llevó la taza de café, a medio tomar, al fregadero, tomó las llaves del auto y al ver que eran ya las 8:36 am, decidióir por un buen desayuno. No querí a pasar más tiempo allídentro, por lo que en vez de ir a la panaderí a, que en ese momento ya estaba abierta, decidió ir a un Jeffry’s que estaba cerca si iba en carro. El tráfico estaba realmente ligero, asíque en menos de lo que esperaba estaba al frente del negocio. Estacionócerca y entróal lugar. Había algo en ese negocio que lo hacía sentirse bien. No sabía qué era, simplemente sentçía que se relajaba muchísimo cuando entraba. El ambiente estaba muy callado, sin mucha charla, había algo en él que le producía una gran sensación de agrado y comodidad, algo que no sabía cómo explicar realmente. Fue viendo los diversos postres que había en los mostradores, y como había comido siempre cosas saladas, decidió probar una torta de chocolate con trozos de galleta. Aunque la veía bastante grande para una sola persona, y estaba seguro de que le acarrearí a algún peso que no deberí a tener, se dicidió a llevar el resto a su casa; podrí a ser buena idea tener algo azucarado en su casa al terminar de cenar ese día. Al momento de pedir y cancelar, escuchó la puerta abrirse con el típico sonido de campana del establecimiento. No le prestó mucha atención, ya era hora para que la gente comenzara a llegar. Justo cuando volteópara buscar mesa, quiso que la tierra se lo tragara. Allíestaba Rebecca. Tenía el cabello amarrado en una cola de caballo, estaba sin mucho maquillaje y en vez del típico negro, iba vestida con una franela blanca sin estampados, un cinturón blanco y unos jeans bastante ajustados, acompañaba todo con una pequeña cartera violeta. Era interesante verla así,sin la luz apagada que siempre traía. Leandro se sorprendió a símismo mirándola por largo rato, pues se dio cuenta de que las personas volteaban a ver quéera lo que le sucedía, asíque decidiósentarse en una de las mesas de afuera mientras que ella caminaba hacia los mostradores. ¿Quéle había pasado? No sentía nada por ella, eso era obvio, pues no veía sentido a vivir con alguien que tenía una realidad diferente a la suya. Seguramente era por el hecho de verla vestida de forma tan distinta. El simple hecho de ver algo que no fuera negro sobre su piel era un suceso paranormal más impresionante que los vuelos en escoba. Con ese pensamiento dejóel tema y comenzóa comer su porción. Sin embargo, a los pocos minutos aparecióRebecca, justo en frente de él. —¿Estáocupado?—Dijo señalando la silla que había sobrado en la mesa—, no hay más mesas. —No, puedes sentarte—Le indicócon algo de indiferencia; cuando se sentó, Leandro se fijóen que Rebecca solamente llevaba un café—. ¿Eso es todo lo que vas a pedir? —Sí,no soy muy amante del dulce. —¿Y para quéviniste?—Preguntócon interés—. —El ambiente aquí es… No sé, único. Me encanta—Sonrióantes de dar un sorbo—. —Tienes razón—Leandro bajóla mirada sonriente y se fijóen que tenía dos cucharas— . Si quieres, podríamos compartir, esto es demasiado para uno. —Me suena bien—Rebecca tomóla cuchara sobrante y mientras Leandro acomodaba el pedazo para dejarlo en medio, ella sorbió otro poco de café—. Oye, disculpa lo de

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ayer—Justo cuando se formaba un pequeño silencio incómodo, Rebecca había hablado—. —¿Qué?—No entendía de quéhablaba—. —Mi actitud, seguramente te caícomo una patada en las bolas—Leandro rió con el comentario—, tuve un día demasiado estresante y sin querer terminédescargando todo en ti—Rebecca tomóun pedazo de la torta y se le llevóa la boca—. —No te preocupes—Dijo aun sonriendo—, la verdad es que esperaba que vinieras peor que eso, o que ni me contestaras—Y se le fue la sonrisa del rostro al recordar—. —Bueno, lo que pasó, pasó, nada más que hacer salvo olvidar y perdonar. No somos niños de primaria, creo que podemos conversar como gente. —Me parece buena idea—Leandro tomóun pedazo y se lo comió—. —¿Cómo ha ido tu mañana?—Luego de hablar, Rebecca tomó otro poco de café, seguramente ya estaba por la mitad—. —Pues…—Leandro tenía miedo de lo que pensara de él—. —Anda, que necesito saber—Rebecca estaba algo seria—. —El mismo sueño, de nuevo, pero me levanté a las cuatro de la madrugada, normalmente era a la medianoche o la una—Recordóde repente el suspiro en su nuca— ; cierto, y también sentíun viento helado en la nuca—Se estremeció de solamente decirlo—, de resto, nada más. —Hmmm, me lo esperaba, si te soy sincera. —¿Quéquieres decir? —Que era obvio que pasarí a algo así, pero de menor intensidad. Apenas y movílas energías en el lugar—Añadió para símisma y luego tomó otra porción de torta—. De todas formas, creo que necesitaré ir de nuevo, ¿hay algún problema?—No sonaba pedante, en vez de eso se veía interesada de no molestar a Leandro, algo que le llamóla atención—. —No, para nada. Cuánto antes se termine esto, mejor—Era un cambio radical de conversación y de actitud de un día para el otro; Leandro no sabía si alegrarse o preocuparse, pero debía admitir que se sentía bastante bien no pelear con ella—. —Bueno, entonces esperemos a que termines tu desayuno, que por cierto te queda poco, y vamos a tu apartamento. Cuando Leandro se fijó, ya casi habían terminado de comer el pedazo de torta que había comprado y Rebecca había terminado su café. Sin darse cuenta habían comido muy pronto mientras hablaban. Se sentía un poco mal estar callado en frente de ella. No es que le incomodara pasar el tiempo con ella, o tal vez sí, un poco. No lo sé, se sinceró para sus adentros. No era normal, simplemente las cosas solían desarrollarse de otra forma cuando se trataba de Rebecca. Algo estaba diferente en ella hoy, seguramente no era el único que lo pensaba, pues se había dado cuenta de que ella también lucía extraña cuando dejaba de hablar. Recordó la forma en que sus ojos desviaban la mirada cuando tomaba café, como tratando de evadir algo. Leandro se dio cuenta de que, aunque solo habían pasado unos segundos, estaba mirando su comida como un idiota. ¿Qué le pasaba? Apretó los ojos por medio segundo, simuló que tenía algo en la garganta, imbécil, ¿en serio? y trató de aparentar que estaba normal. Dejóun poco para ella, solo por cortesía, se levantóy fue al baño

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