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Ciudadanía y Emergencia: Sustentabilidad, pesquisa de ... - Minvu

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Seminario: “CIUDADANÍA Y EMERGENCIA: SUSTENTABILIDAD Y PESQUISA DE SENTIDOS” · 21-23 de octubre de 2009 Organizan: Universidad de Chile, Vicerrectoría de Extensión Ministerio de Vivienda y Urbanismo, Programa “Quiero mi Barrio” Rector Universidad de Chile: Víctor Pérez Vicerrector de Extensión: Francisco Brugnoli Decano (s) Facultad de Arquitectura y Urbanismo: Leopoldo Dominichetti Auspiciador: Universidad Nacional de Colombia Colaboradores: Facultad de Arquitectura y Urbanismo + Facultad de Ciencias Sociales Dirección general: Carla Meier Producción y gestión programática: Elisa Giesen

Publicación: “CIUDADANÍA Y EMERGENCIA: SUSTENTABILIDAD Y PESQUISA DE SENTIDOS” Editado por la Universidad de Chile Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones Facultad de Arquitectura y Urbanismo Rector: Ennio Vivaldi Vicerrectora de Extensión y Comunicaciones: Faride Zerán Decana Facultad de Arquitectura y Urbanismo: Marcela Pizzi Auspiciador de la Edición: Ministerio de Vivienda y Urbanismo, Programa “Quiero mi Barrio” Dirección Editorial: Constantino Mawromatis + Carla Meier Editores: Elisa Giesen + Jimena Azócar Fotografías: Pablo Madariaga + Lídice Varas + Archivo MINVU Diseño de interior: Txomin Arrieta Diseño de tapas: Salvador Verdejo Impresión: Salesianos Impresores S.A. Fotografía de tapa: Ortofotografía tomada por el servicio aerofotogramétrico del General Juan Soler Manfredini de la Fuerza Aérea de Chile (SAF) proyecto FONDEF, escala 1:5.000, 1995 Representante Legal: Rector de la Universidad de Chile Casa Central Universidad de Chile Av. Libertador Bernardo O’Higgins N° 1058, Santiago de Chile Teléfono (56-2) 2978 2000 ISBN: 978-956-19-0912-0 © Todos los derechos reservados. Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones, Universidad de Chile Publicación editada en el año 2015, basada en las ponencias y actividades realizadas en el seminario: “Ciudadanía y Emergencia: sustentabilidad y pesquisa de sentidos”, llevado a cabo entre el 21 y el 23 de octubre del año 2009 en la Casa Central de la Universidad de Chile. Esta edición forma parte de una trilogía de actividades en la misma línea reflexiva con “La Ciudad del Futuro”, realizada en 2007 y publicada en 2008; y “Ciudad y Deseo”, realizado el 2008 y publicado el 2009. Los contenidos expresan los puntos de vista de los participantes y no necesariamente los de las instituciones organizadoras y de sus editores. Hecho en Chile / Printed in Chile

Índice

Barrio, ciudad y emergencias ...................................................................................................................................

p. 4

Paulina Saball Astaburuaga · Ministra de Vivienda y Urbanismo

Presentación de la publicación .................................................................................................................................

p. 5

Marcela Pizzi K. · Decana Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile

Bienvenida ..............................................................................................................................................................

p. 6

Francisco Brugnoli

Presentación ............................................................................................................................................................ p. 10 Elisa Giesen

Discurso inaugural ..................................................................................................................................................

p. 12

Víctor Pérez

CONFERENCIA MAGISTRAL ............................................................................................................................ p. 14 Manuel Antonio Garretón

PANEL 1 · ¿Quiénes protagonizan la emergencia ciudadana? Responsabilidad y compromiso en su acción ................................................................................................................................................................. p. 20 Humberto Eliash + Alejandra Vio + José Manuel Tala + Lake Sagaris + Matías Reeves

CONFERENCIA MAGISTRAL ............................................................................................................................ p. 36 Gabriel Salazar

PANEL 2 · ¿Qué vínculos se generan entre la ciudad y la emergencia ciudadana? Sobre la ocupación de los espacios públicos ........................................................................................................................................... p. 44 Matías del Río + Christian Beros + Roberto Fernández + Pablo Cottet + Marisol Saborido + Nelson Morales

CONFERENCIA MAGISTRAL ............................................................................................................................ p. 62 María Emilia Tijoux (Moderadora) + Vicente Espinoza + Eduardo Dockendorff

PANEL 3 · Tensión entre ciudadanía y poder: ¿Quién moviliza a quién? ................................................................. p. 76 Luis Eduardo Bresciani + Mauricio Tapia + Fernando Jiménez + Rosario Carvajal + Jorge Larenas

PANEL 4 · ¿Qué efectos tiene la emergencia ciudadana sobre la cultura nacional? ................................................... p. 88 Loreto Rebolledo + Loreto Schnake + Francia Jamett + Alberto Gurovich

CONFERENCIA MAGISTRAL ............................................................................................................................ p. 102 Alberto Mayol

Clausura .................................................................................................................................................................. p. 111 Francisco Brugnoli Alejandra Vio

Ciudadanía y Emergencia: Sustentabilidad y pesquisa de sentidos ........................................................................... p. 120 Elisa Giesen

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Barrio, ciudad y emergencias Paulina Saball Astaburuaga · Ministra de Vivienda y Urbanismo

A seis años de realizado el Seminario “Ciudadanía y Emergencias: Sustentabilidad y pesquisa de sentidos”, en un contexto de acelerados cambios en nuestro país, queremos presentar esta publicación pendiente, ya que aborda temas fundamentales que nos parecen de alta relevancia en la discusión de las temáticas que afectan hoy a nuestras ciudades. En este sentido, es significativo relevar la reciente promulgación de la Política Nacional de Desarrollo Urbano, en tanto, dentro de sus objetivos ha estado capitalizar muchas de las discusiones presentadas en este seminario, las que sin duda contribuyeron a buscar un nuevo enfoque respecto de cómo abordar nuestras ciudades. Para el Ministerio de Vivienda y Urbanismo haber sido parte de este Seminario, a través de la experiencia del Programa de Recuperación de Barrios, resulta significativo porque desde un comienzo la apuesta del “Quiero Mi Barrio” fue iniciar una recuperación física y social a escala barrial, trabajando directamente con quienes habitan el territorio. Esto significó entender la regeneración urbana estableciendo una nueva relación Estado-Ciudadanía que busca propiciar un nexo entre la política pública y los ciudadanos, donde todos los involucrados comparten niveles de responsabilidad y compromiso en el diseño y ejecución de la recuperación barrial. Desde este punto de vista, entendiendo la emergencia como una situación que nos habla de nacer, de germinar, de un brote como algo nuevo que aparece o se da a conocer, la importancia del Programa como ámbito ciudadano está en la búsqueda permanente de todos los actores presentes en el territorio, reconociendo a cada uno de ellos como un factor de cambio, donde la articulación con otros genera sinergias positivas de transformación y sostenibilidad de su entorno. Para el Ministerio haber reconocido la escala barrial como una nueva unidad de gestión urbana, ha significado un recorrido silencioso hacia un cambio de paradigma, en el que entendemos que el éxito de las políticas urbanas y habitacionales dependen, en gran parte, del diálogo que seamos capaces de generar entre todos y todas quienes construyen y habitan las ciudades. Es así que si el Ministerio venía abordando la vivienda como unidad de gestión en la que dialoga con las familias, con la

escala barrial se transita a un enfoque territorial en virtud del cual se dialoga con la comunidad, generando instancias de participación que recogen la diversidad de actores en el territorio. Desde esta perspectiva, en el marco de la implementación de la nueva Política Nacional de Desarrollo Urbano, en un contexto de política pública enfocado en la reducción de la brechas en materia de equidad urbana, hablar de las emergencias ciudadanas resulta un tema de alta contingencia. En consecuencia, con el desafío de disminuir la segregación urbana existente hoy en nuestras ciudades, la nueva Política tiene como principal objetivo alcanzar el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, a través de procesos participativos que buscan propiciar el fortalecimiento social, ambiental y económico de las ciudades. De esta forma reconoce, que la articulación y coordinación entre las personas se transforma tanto en un instrumento para alcanzar dicho objetivo como en un fin en sí mismo, donde la participación pasa a ser una herramienta fundamental en la que los actores sociales son autocríticos y capaces de coproducir, en conjunto con los actores institucionales, el futuro de sus entornos y su ciudad, asumiendo corresponsabilidad y compromiso en el proceso. Mediante instrumentos y procesos públicos que entreguen seguridad, desarrollo y nuevas oportunidades a la vida de las personas, la Política busca así posibilitar la generación de los espacios que faciliten la convivencia de las personas en su territorio, estableciendo a través de sus ejes un vínculo con la emergencia de nuevas temáticas de participación ciudadana entre todos quienes transitan y posibilitan la construcción de la ciudad. Por ello, para el Gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, realizar un trabajo cercano y dialogante con la ciudadanía, a través de los diversos programas y líneas de atención, pasa a ser fundamental en tanto hablar de desarrollo urbano. Para que éste sea sustentable, requiere de una mirada compleja que recoja simultáneamente al ser humano, la vida en sociedad, sus creencias, la economía, el trabajo, la cultura, la naturaleza, etc. con el objetivo de que “la satisfacción de las necesidades actuales de las personas se realice sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las suyas” 1.

1 Informe de la Comisión Brundtland, Organización de las Naciones Unidas, 1987. Citado en: Hacia una Nueva Política Urbana para Chile: Política Nacional de Desarrollo Urbano. Vol. 4. Ministerio de Vivienda y Urbanismo, 2013.

Presentación de la publicación Marcela Pizzi K. · Decana Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile

La presente publicación corresponde a la tercera de una serie que reúne los resultados de los denominados “Encuentros de Ciudad”, organizados en torno a diferentes ejes temáticos. El primero de ellos fue realizado el año 2007 y publicado el 2008, “La Ciudad del Futuro, Espacio Público, Ciudadanía y Sustentabilidad, un desafío para la Ciencia y el Arte”. El segundo, realizado el año 2008 y publicado el 2009, “Ciudad y Deseo: exclusión y diversidad del barrio a la metrópolis”. El tercer encuentro se realizó el año 2009 y, que hoy con cierto retraso publicamos, corresponde a “Ciudadanía y Emergencia: sustentabilidad y pesquisa de sentidos”. Sus contenidos están vigentes y cobran hoy especial relevancia a la luz de los hechos posteriores suscitados en nuestro país, caracterizados por una ciudadanía cada vez más activa y ávida de participar como protagonistas en el devenir de su futuro. Las movilizaciones continuas que se han desarrollado desde diferentes actores el año 2011, han tenido como consecuencia la re significación del espacio público como escenario de las demandas ciudadanas.

Dichas expresiones ciudadanas se abordan en estos encuentros realizados en la Casa Central de la Universidad de Chile, organizados por la Vicerrectoría de Extensión y la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de nuestra Casa de Estudios. Ellas se abordan gatillando la reflexión y el debate, a partir de una serie de preguntas que desde distintas aproximaciones buscan comprender los alcances y significados de este fenómeno en nuestro país. En dicho contexto, se analiza desde una perspectiva conceptual la relación entre ciudadanía y emergencia, sus protagonistas, sus expresiones, la ocupación del espacio público, las tensiones entre ciudadanía y poder, sus efectos sobre la cultura nacional y su sentido y motivaciones. Para la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, que cultiva e integra las disciplinas de la Arquitectura, el Urbanismo, la Geografía y el Diseño con una visión integradora multiescalar del espacio, es relevante acoger la discusión de la emergencia ciudadana en dicho contexto, reafirmando su compromiso con la construcción del conocimiento con los temas país y el servicio a la sociedad, desde la misión y los principios que sustentan la Universidad de Chile.

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Bienvenida Francisco Brugnoli*

* Vicerrector de Extensión de la Universidad de Chile, 2006-2010.

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La emergencia de la ciudad Para la Vicerrectoría de Extensión que me correspondió con mucho honor encabezar (2006-2010), creación fundadora que se debió a un mandato emanado de la comunidad universitaria a través de la modificación del Estatuto Universitario1 de 1981 realizada el 2006, y cuya designación correspondió al primer Rector elegido según sus disposiciones, el profesor Víctor Pérez Vera. La tarea que más se identificó con su programa fue el abrir las convocatorias de encuentros de nuestra comunidad con la sociedad, en torno a problemas que de manera principal involucraran a ambos actores, como parte muy importante y definitoria de la extensión universitaria. Encuentros cuyo fin fue recuperar la participación activa de la Universidad, desde sus propios quehaceres en las más relevantes urgencias país. Víctima de un encierro determinado por la intervención a que fue sometida nuestra casa de estudios el ensimismamiento se replicó hasta lo más profundo en sus estructuras, contradiciendo con esto su discurso fundacional, aquel que en las palabras de Andrés Bello se auto mandataba en su compromiso con el desarrollo de la nación. Los Encuentros de Ciudad, los comprendimos en el concepto de extensión como interactividad, donde en torno a urgencias nacionales, se buscó por una parte recoger inquietudes y por otra dialogar sobre ellas desde los especialistas más concernidos por ellas desde sus disciplinas, con otros provenientes de distintos centros de estudio o instituciones vinculadas, más representantes sectoriales de la sociedad. Siendo justamente la reflexión sobre el concepto de ciudadanía, como lo ha demostrado suficientemente el tiempo, uno de los de mayor urgencia de atender y respecto del cual se elaboró un programa de cuatro encuentros, debiendo realizarse uno al año. Esta vez estamos entregando a ustedes el ejercicio realizado en torno al eje temático “Ciudad y Emergencia: sustentabilidad y pesquisa de sentidos” realizado en octubre del 2009 siendo el tercero de estos, antecedido por “La Ciudad del Futuro: espacio público, ciudadanía y sustentabilidad; un desafío para la ciencia y el arte”, realizada en 2007 y publicada en 2008; y “Ciudad y Deseo: exclusión y diversidad; del barrio a la metrópolis”, realizado el 2008 y publicado el 2009 La palabra emergencia nos dice de la acción de brotar. De nacimiento e inicio de otra cosa, pero también de acontecimiento, o también de accidente que sobreviene (RAE). Desde otra perspectiva nomina lo que acontece cuando, por combinación de factores conocidos, surge un fenómeno que no era previsible. O que surge en las mutaciones de especies; en los momentos intuitivos de nuevas configuraciones o en que se realizan descubrimientos e invenciones; en la fertilización recíproca de culturas y en las crisis y revoluciones (Dicc. D Sociología. H. Pratt Fairchild, Ed. FCE). La ciudad entendida como resultante del acuerdo de un grupo de personas para vivir en conjunto, implicaría así la convención necesaria respecto del lugar escogido como habitable y para el orden de toda su implementación material, así como de las normas de convivencia; siendo entonces simultáneo el nacimiento de la ciudad material y del ciudadano, quien origina lo primero y cuyo propósito es el de mantener el objetivo fundacional de vivir juntos y decidir sobre los nuevos requisitos para su vigencia. Durante el año 2006 una mayoría de escolares de nuestra ciudad capital, Santiago, salieron a la calle manifestándose por una mejor calidad de la educación, movimiento que fuera llamado La Revolución de los Pingüinos y que ha permanecido como el icono inicial de unas cada vez más numerosas manifestaciones públicas ya no solo de estudiantes sino que de diversos sectores sociales, lo que se ha unido a una serie de actos de mayor o menor violencia contra bienes de uso público y contra la ciudad misma si así entendemos una gran parte de los rayados de muros, excluyéndose de esto naturalmente los que sí pueden ser incluidos como manifestaciones artísticas de interés aunque también nos hablarían de una insuficiencia del actual paisaje urbano. 1. DFL 153 del Ministerio de Educación

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Si estas manifestaciones tienen ese doble carácter, afán destructivo por una parte y las constructivas manifestaciones de un deseo de mejor educación, que significa mayor capacidad de comprensión de mundo y en consecuencia de participación en su construcción, entendemos claramente que este fenómeno se identificaría con el concepto de emergencia; podríamos hablar de un deseo de cambio, crisis, de una actualidad y la exigencia de una mayoría de ser actores o sujetos de ese cambio. En buenas cuentas una reaparición o reapropiación del concepto de ciudadanía, coincidente con la aparición de todo un movimiento nacional que empieza a identificarse en ese concepto, estableciéndose una necesidad urgente de cambiar la comprensión de una sociedad, ciudad, fragmentada y excluyente que meramente la cuantifica en sus estadísticas materiales y número de habitantes. Nuestras ciudades en Latinoamérica no nacieron de ese acuerdo pleno citado antes, ellas fueron fundadas como recintos militares en el orden de las fortalezas romanas, que si satisficieron a los colonizadores brindándoles seguridad y fácil comunicación interna, siendo excluida como parte del acuerdo fundador la población indígena, por lo cual fueron desde su origen ya destinadas a no ser satisfactorias al total de la sociedad. Sin embargo su diseño armónico que tanto asombró a los primeros viajeros sirvió también a la naciente república como expresión del orden jerárquico que el Estado exigiría. Esa armonía de diseño de alguna manera también tranquilizó a sus habitantes. Pero en los últimos años la especulación urbana desarrollada en el neoliberalismo salvaje que nos fuera impuesto bajo la dictadura, justamente como parte de su discurso excluyente, ha implicado un aumento de su superficie y densidad, sin atender a los espacios de esparcimiento necesarios y generando una política habitacional de habitaciones de dimensiones insuficientes, que estrechan nuestras calles y saturan los servicios sanitarios. Las consecuencias de su arbitrio parecen entonces lógicas. La estructura de poder se hace excluyente de una participación ciudadana efectiva al ser esta delegada en grandes empresas y sus consorcios que tienen de hecho una capacidad de acción que se proyecta como imposible de sancionar. Así la estrechez de las calles tiene su reacción en la agresión de muros que son los tags o su desaparición virtual que ofrece el street art a través de muy valiosos ejemplos. Pero el reclamo por la educación parece sin duda aún de mayor complejidad por implicar de alguna manera la carencia fundamental de capacidad para la construcción y nominación de mundo, estando en un espacio que se siente tan insatisfactorio que nos obliga a una reacción de sobrevivencia pero sin tener la capacidad de imaginar la posible construcción de otro. Ello sin duda nos lleva a una situación de profundo quiebre; pero esta situación expuesta por los más jóvenes, aquellos que a pesar de su precariedad si tienen la educación necesaria para su angustioso presentimiento, es la que nos desafía justamente en la demanda de las bases de una construcción de ciudadanía. La Universidad en general pero especialmente esta, la Universidad de Chile, tiene la obligación ineludible de constituir una reflexión en todos sus ámbitos disciplinares y entregar no la solución –algo contradictorio con su vocación pluralista–, pero sí presentar los posibles escenarios que contribuyan a imaginar ese mundo necesario y apremiante. Sin duda que los contenidos de esta publicación constituyen una contribución necesaria en este sentido; todos los participantes lo han hecho aportando sus distintos puntos de vista y creo que por esta razón, todos hemos terminado enriqueciendo las herramientas de comprensión de este particular fenómeno de nuestra ciudad. Si bien es cierto que las consecuencias de la globalización de un neoliberalismo salvaje como el nuestro, nos ha inundado de sustitutos de satisfacción social cuyo engaño parece finalmente descubrirse, también nos provoca por esto último, la ineludible pregunta sobre esa otra posibilidad que salve el vacío que su vaciamiento ha provocado.

Presentación Elisa Giesen*

* Jefa de Proyecto. Socióloga Universidad de Chile.

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Imaginar la ciudad representa un desafío que habitualmente ha sido tratado por las perspectivas arquitectónicas y urbanistas, a pesar de que existen otras miradas que, sin pertenecer a estas corrientes académicas, ofrecen un punto de vista importante sobre este fenómeno. En este sentido, es posible sostener que disciplinas como el arte, la ciencia política y la sociología son pertinentes para el abordaje de este desafío, al preguntarse por la relación que se genera entre la ciudad y sus habitantes. Considerando que ellos son los que la llenan de vida y actividad, no parece factible concebir este escenario como un conjunto de edificios vacíos y calles desiertas; la ciudad se nutre y requiere de la participación de sus ciudadanos, al mismo tiempo que ellos se identifican con ésta, en la medida que les ofrezca seguridad y los cobije entre sus muros. Dado que el pulso de la ciudad depende de la acción de sus residentes, se ha establecido que la participación ciudadana responde a la conducta idónea para su desarrollo y crecimiento sustentable. Vale decir, que el involucramiento de individuos conscientes de sus derechos, en la resolución de las problemáticas que los afectan directa e indirectamente, representa la conducta más saludable para copar el espacio público que los alberga1. Entendiendo que esta participación exige un compromiso importante por parte de los ciudadanos, también se reconoce que éstos no se encuentran en condiciones de asumirlo, en vista de que la lógica mercantil ha atropellado los principios solidarios que se encuentran en su base, imponiendo una actitud más bien clientelista y de competitividad agresiva entre las personas2. Ahora bien, si éstas se hacen escuchar en respuesta a esta situación y haciendo valer sus derechos, a partir de la lesión de sus intereses o en defensa de los mismos, aún puede sostenerse que la ciudadanía se encuentra compenetrada con su hábitat. Si bien su vínculo con la ciudad es menor del que se espera inicialmente, no es errado que la expresión más común sea ésta, sobre todo si se considera que surge en forma impulsiva y como primera reacción ante las inseguridades que emergen por la postergación de la vida común en la ciudad. Las inquietudes aparecen cuando ni la participación ciudadana deseada, ni el ejercicio reactivo de la ciudadanía se hacen presentes; cuando se produce la sensación de que la ciudad se ha vaciado de ciudadanos, cobijando tan sólo a un conjunto de residentes atomizados por el desinterés y el egoísmo que ha extendido la lógica económica en las sociedades capitalistas. Entonces, ¿es posible concebir una ciudad sin ciudadanos? Siguiendo las perspectivas presentadas, sí, pareciera que esto es posible. La convicción de que sólo existe un formato políticamente correcto de presentar las demandas colectivas y que otorgan vida a la ciudad, excluye cualquier expresión alternativa, que emanada desde la misma, transmite el mismo mensaje o sencillamente, busca irrumpir en ésta con el propósito de revivir su pulso. De ello se desprende, que es la ciudad quien llama a flexibilizar estas nociones, revalorizando el significado más general asociado a los ciudadanos y que se refiere a las personas que habitan en ella. Consecuentemente, esto permitirá diversificar las concepciones convencionales de la acción ciudadana, llenándola de la libertad exigida actualmente por ellos y que evoca sus fundamentos, al reivindicarla como un espacio en el que todo es posible, dada la ausencia de constreñimientos a la creatividad individual. Si en la actualidad la ciudadanía ha adoptado múltiples identidades, expresándose libremente según sus representantes, surge la pregunta por la sustentabilidad temporal y el sentido de estas fuerzas renovadoras que emergiendo libremente recuerdan las palabras de Andrés Bello en relación a que “la moral (…) es la vida misma de la sociedad; la libertad es el estímulo que da un vigor sano y una actividad fecunda a las instituciones sociales”.3 1. En: A. Escobar; “Participación Ciudadana y Políticas Públicas. Una problematización acerca de la relación Estado y Sociedad Civil en América Latina en la última década” (2004). 2. En: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); “Informe de Desarrollo Humano en Chile 2000: Más sociedad para gobernar el futuro”, Santiago de Chile (2000). 3. Fragmento del discurso pronunciado por Andrés Bello durante la inauguración de la Universidad de Chile el 17 de Septiembre de 1834. Disponible en: www.uchile.cl/uchile.portal?_nfpb=true&_pageLabel=conUrl&url=4682

Discurso inaugural Víctor Pérez*

* Rector de la Universidad de Chile, 2006-2014. Ingeniero civil industrial, Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile. Master of Science en ingeniería industrial, Universidad de Michigan, EE.UU. Profesor Titular de la Universidad de Chile desde 1986. Ha sido profesor visitante en universidades nacionales y latinoamericanas, Prorrector de la Universidad de Chile y Decano de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas durante dos períodos.

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La Universidad de Chile, en su condición de institución pluralista y pública, siente el deber de propiciar la reflexión en torno a la ciudad, abriendo esta discusión a la participación permanente de nuestra sociedad. Así, la multidisciplinariedad de los gestores de este proyecto converge con su propósito, que consiste en abordar las nuevas expresiones ciudadanas. Tradicionalmente, hemos asociado la participación de la ciudadanía a motivos y demandas políticas. Hoy día los ciudadanos han cambiado, se identifican con nuevos proyectos y presentan demandas distintas a las que estábamos acostumbrados. Si hace veinte años una de las mayores preocupaciones giraba en torno a sus viviendas y a la protección social, hoy nos enfrentamos a intereses variados, que no necesariamente convergen en un mismo proyecto. Este es un panorama novedoso y pertinente. Muchos esperan promover el uso de las bicicletas en la ciudad, protestando contra la expansión irracional del mercado automotriz, y, por otro lado, los automovilistas demandan regulaciones en los cobros por el uso de las autopistas interurbanas. En este sentido, la sociedad organizada también nos obliga a reflexionar sobre la coherencia de los intereses de esas emergencias ciudadanas, que cuestionan el uso tradicional de los espacios y transgreden la delgada delimitación que existe entre lo público y lo privado. Nos preguntamos entonces, si las demandas de estos nuevos ciudadanos afectan las relaciones entre la política y la ciudadanía, entre la ciudad y sus ciudadanos. Si los intereses son múltiples y variados ¿dónde queda el valor de un ideario nacional conjunto y unívoco? No lo sabemos, al igual que desconocemos si las emergencias ciudadanas son tan disímiles entre sí, como lo aparentan. Algunos sugieren que a este conjunto de inquietudes, acciones y manifestaciones, subyace un sentido

único, asociado al interés por participar y dar a conocer las preocupaciones que nos conciernen. Dada la dificultad de estas preguntas, reconocemos que no será fácil abordarlas y alcanzar un consenso al respecto. Honestamente, tampoco es lo que buscamos. En este momento sentimos la necesidad de producir y generar el debate, convocar a la reflexión sobre las emergencias ciudadanas que, tal como lo plantea el término, apuntan a la urgencia del fenómeno y a su condición embrionaria. Como universidad estatal, pública, de carácter nacional y laica, la Universidad de Chile debe poner en discusión las problemáticas que afectan a nuestras sociedades y convertirse en un agente de cambio. Con esta reflexión, que se propone sobre el estado actual de la ciudadanía, buscamos promover cambios en nuestra sociedad, contribuyendo de esa manera al desarrollo de Chile. Asumimos esta perspectiva en nuestra condición de universidad, que nuevamente abre sus espacios al país y a sus ciudadanos. Si hay algo que esta institución promueve son los espacios públicos, porque la Universidad de Chile es un espacio público que, a su vez, genera espacios públicos para todos los chilenos y chilenas, independientemente de su condición económica, social, o sus ideas o sus puntos de vista. La privatización de los espacios públicos no es lo que la ciudadanía quiere. La ciudadanía hoy se expresa y lo hace para defender los espacios públicos que nos corresponden a todos los chilenos y chilenas. Esa es la misión de la Universidad de Chile: seguir siendo la universidad de todos los chilenos y chilenas.

Conferencia magistral Manuel Antonio Garretón*

* Sociólogo, P. Universidad Católica de Chile. Doctorado l´Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, París. Director del Centro de Estudios de la Realidad Nacional, P. Universidad Católica de Chile. Profesor Titular, investigador y coordinador del área de Estudios Políticos Latinoamericanos de Ciencias Sociales, FLACSO - Chile. Premio Nacional de Humanidades 2007. Ha sido director y decano de diversas instituciones académicas, enseñado en universidades nacionales y extranjeras. Ha participado y dirigido múltiples proyectos de investigación y enseñanza. Asesor y consultor de diversas instituciones públicas y privadas nacionales e internacionales. Miembro de consejos de organizaciones profesionales y académicas, revistas y jurados. Autor de más de cuarenta libros entre autoría, co-autoría, ediciones, compilaciones y más de doscientos cincuenta artículos en revistas, traducidos en diversas lenguas.

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¿De qué hablamos cuando nos referimos a ciudadanía y a emergencia? El análisis contemporáneo que podemos desarrollar en torno al concepto de ciudad está íntimamente relacionado a un conjunto de transformaciones, hitos o vectores, que ocurren en el mundo y que tienen un impacto directo sobre una serie de movimientos que se expresan en ella. Para entender tal proceso, es necesario hacer una referencia a transformaciones más generales, vinculadas a nuestra época y por cierto a nuestra sociedad. Sin entrar en detalle, quisiera enunciarlas para poner el marco en el cual reflexionamos sobre la ciudad. El hito básico es, por un lado, el fenómeno de la mundialización o globalización, que va acompañado por un cambio en los sistemas productivos y comunicacionales. No es lo mismo internet que globalización, sin embargo, internet o la informatización es parte y, siendo un fenómeno distinto, retroalimenta la mundialización y viceversa. Ese primer hito, globalización o mundialización e informatización, tiene un efecto que podríamos definir de la siguiente manera: el debilitamiento de la polis que en los últimos dos siglos fue la sociedad del Estado nacional. La polis se convirtió en el principal lugar donde la gente se organiza y construye sus sentimientos de pertenencia. El lugar

donde, en un espacio territorial, se expresan e interactúan economía, política, cultura y organización social, donde se constituye un centro de toma de decisiones. Los procesos de globalización e informatización implican un debilitamiento de esa polis y, por lo tanto, el surgimiento o la presencia de otros procesos de tomas de decisiones, de pertenencia, de sentido, diferentes a aquellos que se daban con anterioridad y que eran vehiculizados a través de lo que llamamos la política. Al debilitarse el Estado y los sentimientos de pertenencia al Estado nación, lo que se debilita es la política, la forma de vinculación entre el Estado y la gente. Ese es un primer efecto importante. El segundo efecto es la redefinición del lazo, del vínculo entre la gente. Esto tiene que ver más con el aspecto de informatización que con el de mundialización. Tomemos por ejemplo facebook. Lo primero que se aprecia al incorporarse a facebook es la pregunta “¿quieres ser mi amigo?” Alguien que existe, no sabes dónde, quiere que seas su amigo. En esta sola acción, hay diez mil o cinco mil años que se redefinen, porque el concepto de amigo fue siempre una relación personal, no un mercado donde alguien dice “¿quién quiere ser mi amigo?”. Es la introducción de una nueva forma de relación, de vínculo, de lazo, y se caracteriza, a mi juicio, por su despersonalización, por el predominio de la impunidad. Soy impune al entrar en la relación de facebook, pero no lo soy cuando saludo, cuando conozco y tengo

una relación física con alguien a través de los ojos o del tacto. En ese sentido, creo que hay un cambio muy grande en las relaciones de sociabilidad y que tiene una proyección enorme. Hay una transformación muy radical en las formas de convivencia, en las relaciones personales, cuyas consecuencias todavía no medimos. No sabemos cómo llamar a esto. Tanto es así que vamos a usar conceptos antiguos para definirlo. Entonces se dirá que facebook es democrático, se hablará de “los ciudadanos”, un concepto del siglo XVIII. Ciudadanos que ejercen su ciudadanía a través de facebook. Estos dos fenómenos, mundialización e informatización, se expresan en dos cosas. Por un lado, debilitamiento de la polis, y pérdida de “fisicidad” del vínculo, lo que algunos autores como Bauman van a llamar la sociedad líquida. Por otro lado, hay un fenómeno general de “descategorialización” en las sociedades. Esto quiere decir que en la sociedad industrial que predominaba hace veinte o treinta años, las pautas de conductas individuales provenían generalmente de la pertenencia a categorías. En el caso de la sociedad industrial, la categoría principal, aunque no la única, era la clase social. Hoy día, como todos se pueden dar cuenta, hay un desdibujamiento de la clase social y la pretensión de algunos que señalan que el 80% en Chile pertenece a la clase media, ilustra lo señalado porque prácticamente toda la sociedad sería clase media. Más allá de la

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falsedad de esta afirmación más bien demagógica y publicitaria, lo cierto es que en una cierta época, a partir de la identificación con una u otra clase social era posible desplegar las pautas de conducta vinculadas a esas categorías. Hoy día hay un desdibujamiento de las categorías. La pertenencia a la categoría deja de ser un principio organizador de las conductas y de los comportamientos. Hay gente que dice ser católica, pero está de acuerdo con algunos métodos anticonceptivos, es decir, para sus pautas de conducta no significa nada pertenecer o no pertenecer a la iglesia católica. Al perderse la noción de categoría - puede ser la clase o el país o la edad- que rige las pautas de conducta de la gente se produce un fenómeno que podríamos definir como fenómeno de “desolidarización”. La descategorialización tiene un aspecto de ruptura de sentimientos de pertenencia a una categoría, y esto se va a expresar, por ejemplo, en las segregaciones, y sobre todo en otro fenómeno que me interesa señalar: la individualización, la pérdida de categorías colectivas y el énfasis en el sujeto individual. En este sentido, no hay nada que se acerque más a lo que es este país, que los reality show: allí usted está al lado de otro que es siempre su competencia y por tanto es necesario establecer estrategias de relación para destruir al otro, de modo de finalmente ganar. Pero es necesario distinguir dos dimensiones en el proceso de individualización: uno en el que predomina el concepto de individuo como puro conjunto de intereses, lo que Macpherson llamaba el individualismo posesivo o para decirlo más simplemente, el egoísmo individualista. Y por otro lado, el proceso de individualización como construcción de sujeto, entendiendo que hay otros como yo, que tienen por lo tanto los mismos derechos, y que tenemos que, en conjunto, construir el entorno en el cual vivimos. Entonces, el sujeto no se construye a partir de la clase social como en otra época, sino que se construye a partir de la relación entre sujetos individuales. Grandes sociólogos, como Touraine, sostienen hoy día que el único sujeto en la sociedad es el individuo y lo están entendiendo como sujeto personal. Sin embargo, en Chile, a mi juicio, lo que predomina es el individualismo egoísta y

no la individualización como proceso de construcción de sujeto. El último tema en relación a los anteriores y que puede ser casi una consecuencia, es la redefinición del concepto de ciudadanía. ¿Qué era la ciudadanía en términos clásicos? la reivindicación de un sujeto de derecho frente a un determinado poder. La ciudadanía entonces tenía dos dimensiones. Tenía la dimensión de derechos individuales, y los derechos colectivos o categoriales, que se referían no a un ser, sino a un ser de tal manera (derechos de género o etarios), o a los derechos de los pueblos, no del individuo sino de la colectividad (derechos de pueblos originarios). A diferencia del concepto de derechos humanos, los derechos del ciudadano son derechos que existen por pertenecer a la polis y no por ser, y por lo tanto, hay ciertos derechos que todo ser humano tiene, pero que la polis no le otorga. Es el caso de un extranjero, por ejemplo. El que pertenece a una polis, salvo acuerdos especiales, no tiene derecho a decidir lo que ocurre en la de otro. Hay también derechos de los Estados. Cuando se habla del imperialismo, de lo que se está hablando es del derecho a la autodeterminación de los pueblos, del Estado, finalmente. El concepto de ciudadanía tiene que ver con la pertenencia a una polis. Es en virtud de esta pertenencia que tengo derechos Hay una doble dimensión en este concepto de ciudadanía, distinguida por los anglosajones: una es la citizenship, es decir, derechos ciudadanos, y la otra, la citizenry, que es el cuerpo de ciudadanos (como cuando decimos “la ciudadanía rechazó tal cosa”, al decir “la ciudadanía”, no estamos hablando de un conjunto de individuos, estamos hablando del cuerpo de ciudadanos). Y este último es el elemento debilitado: el cuerpo ciudadano, su organización y expresión de voluntad. Como botón de muestra recordemos que hace poco la clase política chilena se ha dado el gusto, de cometer el crimen histórico de decir que los procesos de participación, dependen de los estados de ánimo, es decir, el voto voluntario. El voto voluntario consiste en consagrar el principio de ciudadanía, como un principio de estado de ánimo. Bajo estos términos, los impuestos también pueden ser voluntarios y, más aún, que el ciudadano que quiera puede

mandar a su hijo al colegio y el que no quiera, no lo mande. Con esto estoy diciendo que hay una peligrosa redefinición de ciudadanía en la cual todo interés o aspiración pasa a definirse como derecho ciudadano. El efecto positivo es que la gente es consciente de sus derechos y está dispuesta a defender lo que cree que son sus derechos. Pero lo negativo está en que pareciera que sus derechos no toman en cuenta los derechos del otro, salvo cuando coinciden sus intereses. Poniendo en este marco el tema de la ciudad, lo que se plantea como tema central es la reconstrucción de la comunidad política. Es este el eje con el cual se pueden examinar el tema de las ciudades. Todos sabemos que el mundo camina a estar conformado por ciudades y que en el 2030 prácticamente el 80% de la humanidad estará en las ciudades. Estos espacios llamados ciudades, donde la gente vive y trabaja, también han sido el lugar donde se constituyen movimientos de acción colectiva, movimientos sociales. En general, los movimientos de acción colectiva que existían y que eran de base urbana o de base ciudad, como el movimiento obrero por ejemplo, o como los movimientos culturales, usaban la ciudad para reivindicar cosas que trascendían la ciudad como territorio. Es decir, la orientación de los movimientos sociales de base urbana, salvo excepciones, eran básicamente hacia intereses y derechos generales, eran reivindicaciones al Estado o al país. Lo que está ocurriendo, que es lo nuevo, es que los movimientos urbanos están teniendo cada vez más la característica de actuar sobre la ciudad y no sólo desde la ciudad. Se puede decir que muchos de los movimientos actuales, por ejemplo los migrantes o los Okupa1, tienen una doble dimensión que es necesario saber leer. Ellos están planteando una reivindicación que probablemente va dirigida al Estado, en el caso de los migrantes es evidente: “déjenos trabajar”; y en el caso de los Okupa o de las tomas de poblaciones: “queremos un lugar para vivir y expresarnos”. En este sentido tienen un aspecto de movimiento clásico, pueden ser nuevos pero actúan bajo códigos tradicionales, reivindicando desde la ciudad hacia la autoridad política. Pero hay otra dimensión

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que no es la reivindicación al Estado para resolver problemas determinados, sino la reivindicación de un tipo de ciudad, de una nueva ciudad o un nuevo modo de convivir y organizarse en el territorio urbano. Y cuando hay buenas respuestas de los gobiernos, ellas también apuntan más allá de resolver el problema de la vivienda o de la educación, a potenciar la idea de polis, es decir, de comunidad de vecinos y de gente que participa en la toma de decisiones a nivel local. Esto nos plantea lo que a mi juicio es el tema socio-político del siglo XXI. Los grandes temas del siglo XIX y XX fueron la construcción y el desarrollo de los estados nacionales, y las divisiones en ellos entre ricos y pobres, etc. El gran tema del siglo XXI, sin dar por terminados los anteriores, será la construcción de las ciudades, entendidas como aquellas comunidades en que los ciudadanos toman decisiones; el paso desde lugares de habitación y trabajo, a espacios de toma de decisiones. Es decir, hay que entender los movimientos que hoy día existen en las ciudades y aquellos que vienen, como parte de esta problemática fundamental de la humanidad globalizada, que es reconstruir comunidades políticas. Las ciudades más allá de ser centros económicos, lugares de vida, esparcimiento, etc., son lugares donde los ciudadanos toman decisiones. Lo anterior explica y plantea un problema de institucionalidad nacional estatal, lo que supone hablar de una cierta autonomía de las ciudades, y el paso del derecho a la ciudad, inalienable y que todos tienen, no sólo el de pertenecer a un país, que es un derecho clásico, sino que

el derecho a la ciudad con todo lo que ello significa. Por otro lado está el tema del gobierno de la ciudad. Y este es un tema en el cual este país está decididamente atrasado. La ciudad como polis, dentro de otra que es la nacional, conectada con otras polis que son otras ciudades, implica gobierno. En el caso de Santiago se llama Gobierno Metropolitano, cosa que no existe. Pero la idea de gobierno de la ciudad supone una estructura de participación en el gobierno y la reserva de cierta toma de decisiones a esa estructura de participación. Cuando hablo de estructura de participación hablo de inserción de los ciudadanos en los organismos de tomas de decisión de los ciudadanos, fórmulas como los plebiscitos, el referéndum. Entonces ¿autonomía de los municipios? de acuerdo, pero al interior de un gobierno de ciudad, y eso supone entonces extender o redefinir el concepto de ciudadanía. Se tiene que organizar la ciudad como cuerpo. Eso supone institucionalidad, supone derecho de la ciudad, supone gobierno de la ciudad y supone estructuras de participación y por lo tanto carta de los derechos ciudadanos en cada ciudad. En este punto creo que hay que volver a la pregunta inicial de este foro, ¿qué entendemos por emergencia? Se trata de la emergencia de movimientos o tipos de acciones con el doble sentido de reivindicación ante la polis nacional, pero reivindicación también de un tipo, un deseo, una idea de ciudad, que tiene que resolver, entre otras cosas, urgencias. Hoy día la emergencia de cosas nuevas tiende a ser contestada focalizadamente,

básicamente, no viendo en el espectro de emergencia, de urgencia, un llamado a la construcción de algo distinto. Hace unos años yo hablaba de que la manera cómo se constituyen los actores sociales, los sujetos, depende de la relación entre Estado, sistema de representación y base social. Mencionaba una matriz sociopolítica como este sistema de relación entre Estado, sistema de representación, sociedad, economía y cultura, como la columna vertebral de una sociedad, en el sentido que de esta relación surgen los actores sociales. Mi impresión es que en Chile hubo una determinada forma de constitución de los actores sociales, que hoy día se está desarticulando y que lo que tenemos que pensar es en la constitución de matrices de relaciones sociales al nivel de las ciudades, que van a ser distintas unas de otras y eso supone el fortalecimiento de la autoridad política, un fortalecimiento del sistema de representación que puede ser distinto en cada ciudad y un fortalecimiento de los actores sociales autónomos. En Chile esta matriz fue siempre demasiado partidaria. Al haber atravesado todas las ciudades, no había identidad ciudadana por ciudades, y la identidad de los actores era básicamente a través de la pertenencia o relación con el sistema de partidos a nivel nacional. Mi impresión es que eso, en la medida que ha estallado, requiere de la búsqueda de formas de relación que impliquen fortalecimiento de la autoridad, del Estado, o de la ciudad, del sistema de representación y de la sociedad civil, y ello de manera original para cada ciudad. Ese es el sentido de la demanda y de los movimientos urbanos actuales.

1. Movimiento social, que se apropia de terrenos desocupados, adaptándolos como lugares de reunión social y cultural.

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Panel 1 ¿Quiénes protagonizan la emergencia ciudadana? Responsabilidad y compromiso en su acción

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Humberto Eliash*. Provocador

Nuevos emergentes urbanos El concepto de emergencia tiene muchas caras, tales como aquellas que emanan después de situaciones de catástrofes naturales a las que nuestro país está permanentemente sometido, como terremotos, inundaciones, etc. Pero también se aplica a las situaciones nuevas (“emergentes”) en la sociedad y en la ciudad que, por tanto, aún no están internalizadas y en consecuencia no son objeto de atención por las políticas públicas. En este caso lo que nos interesa debatir es cómo el concepto de emergencia se aplica a grupos sociales que por su naturaleza y la evolución sociocultural de país, han aparecido en la escena social y reclaman un espacio en la ciudad y un trato igualitario a los grupos tradicionales. Esta situación hace mucho más necesaria la participación ciudadana en todo lo que son los procesos de diseño y aplicación de políticas públicas y también en lo que tiene que ver con los mecanismos y las herramientas de planificación urbana. Este es un tema relativamente nuevo. En Chile ni siquiera teníamos bien consoli-

dados los mecanismos de participación ciudadana para los actores -digamos convencionales- cuando aparecen estos nuevos actores, y en consecuencia nos viene esta nueva complejidad que nos desborda de alguna manera como profesionales y muchas veces como autoridades encargadas del diseño del espacio público. Entonces, hay algunas preguntas que surgen y que intentaremos responder en estos días de seminario. ¿Quiénes son los emergentes en el Chile actual? ¿Qué relevancia tienen estos grupos? ¿De qué manera ocupan los espacios urbanos? Para quienes estamos interesados en el tema de ciudad y espacio público ¿cómo se manifiestan estos grupos en el espacio público? Para ello intentaré definir cinco grupos de estos emergentes en las ciudades chilenas. Primero los inmigrantes. En Chile hay 200.000 inmigrantes. Hicimos una comparación con otros países para saber qué significa porcentualmente esa cantidad de personas. En Suiza, los inmigrantes son el 23% de su población, en Suecia es el 12%, en España es el 10%, y en Chile es apenas el 1,25%. Nuestra cifra está muy

distante de la realidad de los otros países, por lo tanto es un tema para poner en el tapete. Nos preguntamos ¿qué pasará el día que esa cifra se acerque a los dos dígitos como en los países señalados? Revisando cómo se compone esta inmigración, que según la cifra oficial es de 184.464 personas (proyectada por nosotros al día de hoy a 200.000), principalmente son argentinos, luego peruanos, y en proporciones menores, bolivianos, ecuatorianos y otros grupos muy minoritarios. Viendo lo que significa que nosotros tengamos 200.000 inmigrantes, nos preguntamos ¿cuántos chilenos hay, que a su vez son inmigrantes en otros países? Esa cifra es cuatro veces mayor. Es decir, por cada extranjero que hay en Chile, hay cuatro chilenos viviendo como inmigrantes en otros países, lo cual también es interesante como cifra a tomar en cuenta. Un segundo grupo son los integrantes de culturas originarias, que según cifras oficiales son 692.192 personas. Este grupo se compone mayoritariamente de personas de origen mapuche, y en cantidades

* Arquitecto, Universidad de Chile. Socio fundador del estudio Eliash Arquitectura y Urbanismo Ltda. Profesor de Taller de Título en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile y en otras universidades de Chile y el extranjero. El año 2002 obtuvo la medalla Claude Brunet de Baines que otorga la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile. Autor de varias publicaciones. Miembro fundador de los SAL (Seminarios de Arquitectura Latinoamericana), integra el comité editor de varias publicaciones y ha sido presidente de la Bienal de Arquitectura de Santiago de Chile y vicepresidente del Colegio de Arquitectos de Chile. Actualmente es presidente de la Comisión de Acreditación de Pregrado de la Agencia Acreditadora de Arquitectura, Arte y Diseño. Ha dictado conferencias sobre su obra y sobre Arquitectura Moderna en Chile y publicado artículos en libros y revistas de Europa y América.

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muy menores, del resto de los grupos originarios que oficialmente son nueve de acuerdo a la legislación chilena. Eso es a nivel de todo Chile, por lo tanto a nivel de Santiago obviamente hay una proporción menor y están concentrados sólo en algunas comunas de Santiago, como Peñalolén, Cerro Navia, etc., y en algunas ciudades de Chile, aparte de Santiago, como Temuco y Padre Las Casas. Este es un grupo, también muy menor (4,6%). En tercer término tenemos las organizaciones ciudadanas. Aquí no tenemos cifras, pero hay algunos organismos de los cuales hoy día tenemos representantes en esta mesa, que van a intentar acercarse a las respuestas que buscamos en este seminario. Evidentemente, este es un actor nuevo dentro del escenario de la ciudadanía actual. Hay algunos grupos con mucha capacidad de organización, con mucho poder de convocatoria, que tienen publicaciones periódicas y una opinión que cada vez se valida más en las instan-

cias de toma de decisión. Por citar alguna de esas organizaciones : Defendamos la ciudad (www.defendamoslaciudad.cl), Ciudad Viva (www.ciudadviva.cl) y Ciudadanos por Valparaíso, etc... El cuarto grupo lo constituyen las minorías sexuales, tema que también se abordó en el seminario anterior en términos de su relación con la ciudad. Ellos no solamente reclaman derechos de equidad frente a la legislación y a las políticas públicas, sino su espacio en la ciudad. De acuerdo a cifras oficiales proporcionadas por el Movimiento que los agrupa, son 747.769 los homosexuales masculinos. Ahí hay algunos de los grupos, también con bastante capacidad de organización, que se sienten discriminados en la ciudad. Se habla de generar “barrios rojos” en Santiago y Valparaíso, lo cual también es una forma de discriminación. Finalmente, el otro grupo lo constituyen las tribus urbanas, que también es

un tema nuevo, emergente. No tenemos cifras porque no hay aún un catastro de ellos, pero hay una amplísima gama y una genealogía extraordinariamente compleja, que da cuenta del desarrollo de estos agentes en la ciudad. Ahí se encuentran por ejemplo “los flaites”, que es una categoría que tiene a su vez otras subcategorías, que luego se mezcla con un derivado de “los emos”, que son “los pokemones” y forman los “pokeflaites”. Esto habla de una gran complejidad en el desarrollo de este tipo de tribus y de la sofisticación que tienen. Uno tiende a agruparlos como si fueran algo homogéneo, pero hay mucha diversidad y mucha riqueza entre ellos. No pretendo sacar conclusiones, no es mi rol de “provocador”, sólo presentar algunos de estos temas para invitar a su discusión. Sin más, ofrezco la palabra a los expositores en el mismo orden en que están señalados en el programa.

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Alejandra Vio*

En este espacio que nos invita a reflexionar sobre quiénes protagonizan la emergencia ciudadana y cómo el concepto de ciudadanía se ha ido complejizando quisiera partir señalando que nosotros como Ministerio de Vivienda y Urbanismo, y especialmente como Programa de Recuperación de Barrios, entendemos el barrio como un espacio privilegiado para el ejercicio de la ciudadanía. En el año 2006, la Presidenta Bachelet nos planteó el desafío de iniciar un proceso de recuperación de barrios vulnerables de manera participativa, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y de las vecinas y vecinos del país. Partimos así la identificación de 200 barrios a nivel nacional que corresponden a 80 comunas y a las 15 regiones del país. Una vez seleccionados los barrios en conjunto con las mesas vecinales, la participación de los alcaldes y de los gobiernos regionales, nuestros equipos profesionales comenzaron a instalarse en cada uno de estos 200 barrios los cuales presentaban un alto grado de deterioro, principalmente con un déficit importante de espacios públicos. Vimos que eran barrios con sitios abandonados e inseguros, con alta presencia de micro basurales, con escasas áreas de encuentro, y también con vulne-

rabilidad social, deserción escolar, desempleo, cesantía y delincuencia.

des, sujetos sociales con visiones distintas de lo qué es y quieren de su territorio.

En este contexto es que, como Ministerio definimos la recuperación barrial desde una mirada integral y con una visión de largo plazo, reconociendo que los barrios son espacios multidimensionales y que requieren, por tanto, acciones y miradas que integren a los distintos actores. Es decir, desde el aparato público, pero también convocando a otros actores del espacio privado.

Por esto, una de las primeras tareas fue obtener información que nos permitiera conocer las diferentes visiones existentes al interior de los barrios. Se realizaron talleres de autodiagnóstico segmentados por sujetos sociales - niños, mujeres, hombres, adultos mayores – que mostraron las principales problemáticas y fortalezas que observaban al interior de sus barrios y de sus territorios.

Desafíos de la diversidad física y social

Esta diversidad se expresa, por ejemplo entre los adultos mayores, que tienen una visión distinta a la que tienen los más jóvenes sobre el territorio. Esto, sin duda, ha implicado también que como Ministerio debamos afrontar los conflictos propios de la contraposición de intereses, impulsándonos a formular una propuesta común respecto del mejoramiento de barrios y generar un modelo flexible que reconozca los deseos y visiones de los actores.

Ninguno de los 200 barrios en los que iniciamos el proceso de recuperación es igual a otro. Algunos se diferenciaban porque eran más antiguos, y la prioridad en ellos fue impulsar oportunidades de recuperación de los espacios públicos. En cambio, los que tienen una data menor, generalmente barrios integrados por familias jóvenes, lo que exigían de la política pública eran contenidos de ciudad: conectividad y más y mejores accesos a bienes y servicios. Pero al interior de cada uno de estos barrios, tanto en los antiguos como en los nuevos, había diversidad y particularida-

Desde esa perspectiva, el principal desafío del Programa de Recuperación de Barrios fue el de generar integración social en los barrios, transitando desde una mirada individual a la construcción de un proyecto colectivo y de un sueño común.

* Asistente Social, Licenciada en Servicio Social. Magíster (c) Políticas Sociales y Gestión Local. Diplomada en Salud Mental, especialización en Vivienda Social. Desde 1997 ha estado vinculada al sector de vivienda y los últimos cuatro años a la gestión local en la Municipalidad de Peñalolén. Encargada Nacional del Programa “Recuperación de Barrios” del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, entre los años 2009 y 2010.

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Otro desafío fue incluir a la diversidad de actores sociales. Uno de los elementos y una de las organizaciones más representativas de lo que ha implicado este cambio de paradigma al interior del Ministerio, ha sido la incorporación de todos los actores del barrio en el Consejo Vecinal de Desarrollo. El Consejo Vecinal de Desarrollo es una instancia que busca reunir a todos los actores naturales y organizaciones existentes al interior de los barrios. Un consejo vecinal promedio está compuesto por 21 consejeros, de estos, un 68% son mujeres y el 32%, hombres. Es una organización joven. En promedio sus consejeros tienen 48 años. En un principio, uno de los principales temas a resolver fue la institucionalidad de las Juntas de Vecinos respecto de la figura del Consejo Vecinal, puesto que en un momento se vieron amenazados por esta nueva forma de incorporar gente para que interviniera en el territorio. Sin embargo, el trabajo realizado ha demostrado que ambas instituciones no eran incompatibles. Los presidentes de las Juntas de Vecinos que tienen algún cargo al interior del Consejo Vecinal de Desarrollo, representan más de un 30%. En este sentido, hemos tratado de potenciar a los Consejos Vecinales de Desarrollo como un espacio amplio y convocante. De hecho, el 50% de los consejeros nunca antes había participado en otra organización o instancia al interior de los barrios. Un tercer desafío - en términos de nuestra vocación como Ministerio - es la generación de espacios públicos, pero tal como decía la Ministra Patricia Poblete1, espacios públicos no intencionados sólo desde el “nivel central” y desde el gobierno. La intencionalidad de este Programa de Recuperación de Barrios es que los espacios sean generados con la participación de los vecinos representados por los Consejos Vecinales de Desarrollo, pero también con todos los vecinos que conforman los barrios. Y en este contexto es que hemos propiciado diseños participativos de estos espacios públicos, espacios multifuncionales con el objeto de responder a las tensiones que

se producen entre los distintos segmentos al interior de los barrios, haciendo coincidir los espacios en que puedan compartir los adultos mayores y los niños, los jóvenes y todas las personas del barrio. Así, la impronta ha sido marcar que la gente pueda salir de sus casas, que vuelva a ocupar los espacios públicos a través de la organización de actividades en estos espacios, en las calles, tomarse nuevamente las plazas, es decir, tomarse los barrios para generar convivencia, regenerar tejido social y regenerar las confianzas de los vecinos.

Generación de ciudadanía El trabajo desarrollado por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo ha reconocido las particularidades y las fortalezas de la comunidad como una plataforma para el lanzamiento de esta nueva etapa de desarrollo de recuperación de los barrios. Sin reconocer el capital social y el capital organizativo que tienen los barrios, no podríamos haber llevado a cabo ningún proceso de recuperación. En todos los barrios, más allá de sus carencias, siempre hay gente que necesita, quiere y está motivada a participar. Por otro lado, ha sido parte de los objetivos del Programa el favorecer la autonomía vecinal y la transferencia de herramientas que les permitan desarrollar y participar activamente en el plan de recuperación de sus barrios, entendiendo que cada uno de los vecinos que participan en el proceso de recuperación de barrios tiene deberes y derechos, así como también nosotros tenemos deberes y derechos como Ministerio. Como entendemos que los derechos y deberes son compartidos es que firmamos un Contrato de Barrio, que no sólo busca determinar cuál es la inversión que el Ministerio realizará en determinado barrio, sino que además establece un compromiso hasta el final con el proceso. Por otro lado, desde la integración de los distintos actores, hemos entendido y avanzado en lograr una mayor simetría entre la comunidad y las instituciones. Esto supone propiciar una nueva relación entre la política pública -entre este Programa en particular, el Ministerio y los ciudadanos- donde todos compartimos

responsabilidades y compromisos en el diseño y ejecución del Programa. Ejemplo de esto han sido las adaptaciones institucionales que hemos desarrollado a nivel nacional como Ministerio; a nivel regional, desde las SEREMI y los SERVIU; y también en el nivel local para asumir el Programa. A la luz de la instauración de las mesas técnicas comunales, se han podido generar espacios donde los vecinos también interpela a los gobiernos locales respecto de sus compromisos.

Logros de la activación comunitaria Quisiera relatar brevemente algunos logros que hemos observado en estos cuatro años de Programa. Dentro del proceso aplicamos una encuesta de satisfacción a los vecinos, una muestra de veinte barrios en siete regiones, y que nos presenta la mirada de los propios vecinos y vecinas sobre los impactos del Programa. Se les preguntó si creían que éste había aportado en aspectos tales como en la mejora de la imagen del barrio, calidad de vida, etc. y nos dimos cuenta que más del 50% de los encuestados considera que el Programa sí ha colaborado. Pero llama principalmente la atención la percepción que tienen sobre la mejoría en los temas de imagen, de identidad barrial, participación, convivencia vecinal y calidad de vida. Esta encuesta se aplica a vecinos que no necesariamente participan en el Consejo Vecinal de Desarrollo, y eso nos parece muy interesante. Por otro lado, al principio del Programa aplicamos otra encuesta para ver cómo los vecinos definían su barrio según ciertos atributos: tranquilo, inseguro, conflictivo, entre otros. Al inicio, cuatro de los seis atributos tenían una percepción negativa, y hoy, en los barrios que ya están terminando el proceso de intervención del Programa, sólo uno de los mismos seis atributos es percibido como negativo. Pero han ido apareciendo otros que no teníamos considerados al inicio, por ejemplo que es amable y que es bonito, a propósito de la intervención allí realizada. Por último, quisiera señalar que en enero de este año, en el marco de la realización de “Diálogos Ciudadanos”, un encuen-

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tro de barrios realizado en conjunto con la Universidad Diego Portales, aplicamos una encuesta a todos los consejeros vecinales y a los presidentes de los Consejos Vecinales de Desarrollo de la Región Metropolitana, para comparar los resultados con la Encuesta de Cohesión Social de CIEPLAN2 . Respecto de la confianza vecinal los consejeros vecinales duplican la percepción de confianza en que se encuentra la población en general. Ante la pregunta ¿usted diría que se puede confiar en la mayoría de las personas o hay que tener cuidado de ellas? Los dirigentes vecinales de nuestro Programa hoy día están más propensos a confiar en los otros.

Respecto a la lealtad democrática preguntamos ¿la democracia es mejor que cualquier otra forma de gobierno? ¿Está de acuerdo o no? Para este caso, la lealtad democrática para los consejeros, expresada en la afirmación “la democracia es preferible a cualquiera otra forma de gobierno”, es del 65,8% en promedio a nivel nacional, que corresponde al 55%.

Respecto a la responsabilidad social, cuando preguntamos ¿qué responsabilidad cree que debieran tener los siguientes actores en el mejoramiento del barrio? todos nuestros dirigentes se sienten con altas responsabilidades y establecen que es una acción compartida por todos.

Algunas reflexiones para terminar. El Ministerio de Vivienda y Urbanismo, y en general el Estado, reconocen que los barrios presentan diversidad y una oportunidad para el desarrollo de las políticas públicas inclusivas y para una ciudadanía más activa. Por otro lado, creemos que es necesario plantearnos como ciudadanía, como gobierno y como Estado, un nuevo contrato social entre el Estado y la ciudadanía. Creo que hemos ido avanzando como Ministerio en la instauración de este Contrato de Barrio, pero sin duda tiene que ser mucho más amplio.

Respecto a la integración social planteamos: “mis ideas no son tomadas en cuenta al interior del Consejo Vecinal de Desarrollo”. El resultado es que cerca del 50% de los consejeros manifiesta que sus ideas sí son tomadas en cuenta.

La experiencia también nos ha demostrado que la mejor forma de abordar la diversidad de los barrios, es desde las propias comunidades y desde los propios vecinos y que, por lo tanto, desde la política pública se tiene que entregar una oferta que lo haga posible.

Por otro lado, la importancia de la trama social del vecindario radica en que son una fuente de sociabilidad, formación e identidad y sentido de pertenencia. Tal como decía Manuel Antonio Garretón3 , debemos entender estos espacios como mini polis. Por último, el trabajo del Consejo Vecinal de Desarrollo hace pensar positivamente en el objetivo de recuperación barrial, pensado en la acción multisectorial y con participación de los actores públicos y privados. Lo que nos demuestra también que los Consejeros Vecinales manifiestan la responsabilidad fundamental en la recuperación compartida de estos territorios, y que la sociabilidad es el resultado de la corresponsabilidad entre el Estado y la ciudadanía y entre ellos como vecinos. La integración social así aparece manifestada a través de una mayor lealtad democrática, un interés por participar y recuperar experiencia de los proyectos compartidos.

1. Patricia Poblete, Ministra de Vivienda y Urbanismo entre el periodo 2006 y 2009. 2. La Encuesta de Cohesión Social en América Latina realizada por Cieplan (Chile) y el Instituto Fernando Henrique Cardoso (Brasil) es un estudio empírico, con una base de 10.000 casos, que utiliza diferentes indicadores para medir los niveles de cohesión social en los países analizados, tales como percepción de oportunidades y movilidad social, la calidad de la convivencia social y política, temor e inseguridad, adhesión a la nación, felicidad, entre otros.

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José Manuel Tala*

Todos conocemos lo que es una Junta de Vecinos. Allí los vecinos, en conformidad a la ley, se juntan para crear y luchar por sus espacios públicos e intereses comunes. Lamentablemente, el tiempo y los momentos hacen que estos espacios públicos de repente se vuelvan de concreto. La globalización en sí, ha generado la pérdida de espacios, la pérdida de identidad de los barrios, la poca comunicación entre sus vecinos y la falta de esperanza de que su barrio pueda surgir. Desde las Juntas de Vecinos, que es la identidad madre desde donde se crean las uniones comunales, los vecinos se han unido para creer que su barrio puede surgir, en el sentido de crear espacios públicos como las plazas, en tratar de mejorar la comunicación entre vecinos, de crear instancias de comunicación y participación ciudadana, como es el caso del Programa Quiero Mi Barrio, pero a su vez también indicar que ni Santiago, ni Chile, son 200 barrios. Son muchos más los barrios, donde todos los días hay dirigentes sociales que están 24 horas al servicio de la comunidad. Nadie nos paga, pero velamos porque el vecino del lado pueda dormir bien, porque nuestras propiedades y nuestros espacios públicos sean un lugar seguro y que no tengamos que estar encerrados en nuestras casas por falta de un lugar para juntarnos.

Cuando yo era un niño, mi padre y mi madre me llevaban a jugar a una plaza. En ese espacio público se juntaban mis vecinos. Con ellos jugábamos a la pelota, al caballito de bronce, o a los autitos de madera. Hoy día esos espacios se han perdido y como Junta de Vecinos hemos tratado de recuperarlos. Se han perdido por varios factores: delincuencia, cesantía, drogadicción y la poca comunicación entre vecinos. Para recuperar ese espacio público y esa plaza que quedó deteriorada, una unidad vecinal, en cualquier parte de Chile, se junta, hace un proyecto, lo presenta en conjunto y logra hermosear un lugar, colocándole iluminación, juegos, asientos. Y en ese punto se abre el espacio para la comunidad. Luz, donde la gente puede venir a participar y a juntarse con sus vecinos, escaños donde los niños y las personas adultas pueden participar del espacio público. Pero la Junta de Vecinos no sólo es eso, es crear espacios públicos, crear ambientes, escuchar a nuestros vecinos. Nuestra primera prioridad es escuchar a nuestros vecinos. Ver cómo solucionamos su problema de habitación, cómo solucionamos el problema de la delincuencia que está presente en todos los barrios, y en cómo llegamos a sentirnos mejor, pero no sólo con hablar sino con

acciones. Y estas acciones se concretan en reuniones, en participación, en proyectos, en abrir el espacio y la comunicación, donde recuperar nuestro espacio público sea la primera prioridad. Todo lo anterior, en conjunto con las autoridades también, permite abrir ese espacio a la comunidad donde llegue la vida y la identidad correspondiente, con sus actividades y beneficios, que se logran cuando trabajamos en comunidad; como el Quiero Mi Barrio, donde se crearon los Consejos Vecinales de Desarrollo, pero que trabajan solamente en barrios puntuales, no trabajan en todos los barrios. Creo que en un futuro próximo tendremos que tener un consejo comunal donde trabaje todo el barrio, porque no solamente es un espacio del barrio el que se necesita liberar, es todo el barrio. Para nosotros, las Juntas de Vecinos y las Uniones Comunales, es importante la participación ciudadana. Hemos tratado de recuperar barrios antiguos en varias comunas de nuestra región (Metropolitana) y en varias regiones, para lo cual se han hecho proyectos en conjunto con el Ministerio y en conjunto con el municipio, para tratar de rescatar la parte histórica y no perder esa riqueza cultural que todos los barrios tienen.

* Ingeniero civil eléctrico, Universidad de Chile. Técnico en nivel superior en electrónica industrial, Inacap. Miembro del Consejo del Fondo para el Desarrollo de la Sociedad Civil, Gerente General de JMT Ingenieria y Presidente de la Federación Metropolitana de Uniones Comunales de Juntas de Vecinos.

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Con la vorágine de nuestras construcciones y edificaciones hemos perdido la calidad de barrio. Ya no llegamos a un barrio que nos recibe con un ambiente cálido, sino que llegamos a un barrio donde tenemos 30 o 50 edificios y cuando llegamos a nuestro edificio, lo único que hacemos es encerrarnos en nuestros departamentos. Lo mismo ocurre con nuestros niños. Partiendo de la educación del barrio creo que las personas se enriquecen. Hay que

liberarse del play station, del wii y todas las nuevas tecnologías, y recuperar el espacio de barrio, en conjunto con los espacios públicos que existen en nuestras ciudades. Luchar todos por mejorar nuestra infraestructura y nuestra calidad de vida y con eso mejorar nuestra calidad de barrio, conocer a nuestro vecino del lado y saber sus necesidades para poder ayudarlo. Con esa actitud construimos un barrio y hacemos que nuestra comunidad crezca.

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Lake Sagaris*

Soy inmigrante, llevo 30 años en Chile y cuatro años como dirigenta de la Junta de Vecinos de Bellavista. Quisiera concretizar algunos de los valores que José [Manuel Tala] ha compartido con nosotros y complementar lo señalado por Alejandra [Vio], en relación a las organizaciones ciudadanas autogestionadas, que creamos nosotros mismos y que no dejamos que otros nos definan. Trataré de destacar algunas lecciones de identidad, de quiénes somos, también algunas herramientas innovadoras y finalmente mirar hacia dónde vamos con lo bueno y lo malo también. Porque todos sabemos que hoy día ocurren cosas malas en la ciudad, que no tienen por qué estar pasando. Quiénes somos. En esta experiencia de La Chimba partimos en el año 1996 con la “Coordinadora No a la Costanera Norte1” . Veinticinco organizaciones que por primera vez nos uníamos, formamos una coalición absolutamente diversa con gente de La Vega, de Independencia, Pedro

de Valdivia Norte, Bellavista2, etc. Aquí la diversidad y la ciudad han sido nuestros signos desde la partida. Esas son las organizaciones que crearon Ciudad Viva. Y cuando hablo lo hago con mucho honor y con mucha humildad a nombre de toda esa diversidad que va desde las Pergoleras, los feriantes de Tirso de Molina, la gente desplazada de Independencia y otros lugares del sector. Partimos diciendo “participar es crecer juntos” y hoy día además decimos que “la igualdad precisa de todos”. Tal como dijo José3, si sólo se hacen programas en beneficio de ciertos sectores, no se está construyendo igualdad. Hay un riesgo de construir ghettos. En relación a las amenazas o problemas de los barrios, yo agregaría un modelo de ciudad que se planifica y se hace cada vez más en base al automóvil y no de las personas y sus sistemas de vida. Eso es algo que tenemos la oportunidad de cambiar, y en los años venideros tendremos cada vez más la obligación y la necesidad de revertir. El transporte es vital para la conec-

tividad, porque permite el acceso a todos los bienes de la ciudad. La calle también es un espacio público y un espacio cívico vital. Cuando se invaden las calles residenciales con autos andando a velocidades de 50 o 60 kilómetros por hora, algo que se demostró en el año 69 y de ahí en adelante, tienes menos amigos, menos salud mental, menos salud física, etc. También está el tema de la identidad, del patrimonio y del entendimiento. Y eso viene de las organizaciones ciudadanas, de los barrios, de las comunidades, no del Consejo de Monumentos Nacionales. Hay una ola en defensa y protección de nuestros barrios y nuestras identidades locales en Chile, que ha dado como resultado la declaración de zonas típicas. Partimos en Bellavista, en Yungay se tomó un tremendo desafío, en Valparaíso también, y además hoy día tenemos la Asociación Chilena de Barrios y Zonas Patrimoniales. Esto demuestra que el mayor patrimonio de la ciudad son sus personas, y en La Chimba eso lo aprendimos de La Vega, de las Pergoleras, sobre todo con su lar-

* Escritora de origen canadiense. Magíster en Ciencias de la Planificación Urbana y Desarrollo Comunitario, y actualmente candidata a Doctora (PhD) en Urbanismo, Universidad de Toronto. Reside en Chile desde enero de 1981. Actualmente preside la organización comunitaria “Ciudad Viva”, donde desarrolla diversas actividades para la protección del patrimonio urbano, el transporte para la equidad, el empoderamiento de las organizaciones ciudadanas y una ciudad más equitativa y sustentable. 1. La Costanera Norte es un proyecto de autopista urbana que contemplaba, en ese entonces, pasar por el centro histórico, cultural, recreativo y físico de la ciudad de Santiago. 2. Se refiere a comunas y barrios ubicados en el sector norte y nororiente de la ciudad de Santiago de Chile. 3. José Manuel Tala.

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ga historia de lucha por sus derechos a la ciudad. Para nosotros, la participación ciudadana no es menos que la práctica cotidiana de la democracia, y preferimos por tanto, cada vez más hablar de profundizar la democracia. La democracia es un valor y la participación es un derecho humano fundamental. Está en las cartas internacionales y hay muchas razones para ello. Este es un proceso que influye significativamente en cómo las personas participan políticamente, cómo los políticos gobiernan y cómo los privados realizan sus negocios y sus actividades. Creo que Chile ha sido bastante visionario en ese sentido. No es que no tenga muchas críticas, pero es bastante impresionante. Lo que percibo es una extensión de las organizaciones ciudadanas hacia las autoridades, buscando también extender la mano; pero falta mucho. Algunas herramientas: nosotros en Bellavista tuvimos el problema de Pío Nono4 y creamos un megaproyecto ciudadano. Nos costó diez años levantarlo. Tuvimos que convencer a dos municipalidades y a varios ministros de vivienda y finalmente se logró. Nuestros afiches informativos pasaron a ser La Voz, una publicación ciudadana con 20 mil ejemplares. Cada vez que sale, cuesta mucho, pero sale. También aprovechamos todas las comunicaciones, creamos espacios cívicos y retomamos la calle. Hay muchos barrios hoy en día que no tienen una plaza, pero todos tienen calles, y las calles son nuestras. Los domingos deberían estar cerradas las calles en todos los barrios, para que los niños puedan jugar, los viejos y los jóvenes puedan salir y disfrutar de nuestras calles como espacios de arte, espacios de actividades. Las calles son para conectarnos, no para dividirnos, no para separarnos. Y si no nos están sirviendo, tenemos que cambiar eso.

También adoptamos una técnica del Nuevo Urbanismo5 y creamos una versión chilena de la “charrette”, un taller de planificación y participación intensiva donde se juntan autoridades y todos los actores de un tema, un conflicto, un problema o un lugar. Así es que mucho antes de los consejos, empezamos a crear estos talleres de trabajo. Ahí nació “Pío Nono” y un plan de gestión del Barrio Bellavista. Publicamos libros y realizamos un seminario en la CEPAL con Enrique Peñaloza, donde también planteamos con mucha fuerza el tema del transporte y conectividad. Después de eso, el transporte público empezó a ser un tema de política pública.

organizaciones sobrevivientes, pero falta mucho en términos de innovación en gobernanza para llegar a ser protagonistas.

Asimismo creamos un Mapa Verde para Santiago, y otros mapas participativos. El tema del mapeo es muy importante para el trabajo ciudadano, el trabajo barrial. Es una herramienta que a nosotros nos ha servido mucho en un Chile muy dividido, muy desconfiado.

Hemos seguido avanzando en estos temas, hemos aprendido mucho, hasta hemos sacado algunos magíster, estamos sacando doctorados también en varias universidades. Nos asociamos con Interface for Cycling Expertise (I-CE), que es una red mundial con base en Holanda. Incluso esta semana tenemos con nosotros una representante de India que está apoyando en el tema de las evaluaciones.

Somos el país más desconfiado de América Latina, según algunos estudios. Se trata de adaptar estrategias de ecología de actores. Eso lo aprendimos también con algunos traspiés en el mundo ciclístico, donde también participamos mucho; hay que dejar de disfrutar la propiedad monopólica de ciertos temas. Se debe reconocer que todos tienen su nicho, que todos tienen un lugar, y que incluso estrategias contradictorias pueden servir y pueden complementarse para avanzar, por lo tanto, necesitamos integrar los distintos actores y reconocer sus roles y potenciales. Obviamente, este es un aprendizaje logrado a partir de la diversidad de la Coordinadora, característica que nos define como organización ciudadana. También significa construir ciudadanía activa. Pasar de ser víctima, sufriente, triste –que es lo que pasa cuando cuestionas alguna política del Estado como las autopistas–, a pararse por un mínimo de dignidad, para finalmente llegar a ser protagonista. Yo creo que Chile ya tiene muchas

Hemos participado también en la creación de Ciclistas Unidos de Chile (CUCH), con esta misma idea de las ecologías de actores y con mucha efectividad. Ahora hay una propuesta de Ley de la bicicleta, viene en camino un manual de diseño urbano cicloinclusivo, y nuestro sueño de Pío Nono se hizo realidad, también con el mismo concepto de ecología de actores. Entre los privados, el Patio Bellavista trabajó con nosotros y ese fue el primer resultado de este proceso.

Eso es el producto de la aplicación de ecologías de actores al tema de la bicicleta. Ahí ven al ex Intendente, el Subsecretario de Cultura, el Subsecretario de Transporte, dirigentes ecologistas, Manuel Baquedano, muchos y muchas ciclistas, muchas organizaciones, juntas de vecinos y otros. Me voy a referir brevemente a las cosas que hemos hecho como parte del proceso de la ecología de actores, de cómo se ha ido creando una comisión técnica con participación ciudadana, una escuela para enseñar a mujeres a pedalear, capacitaciones con los holandeses donde nosotros los ciudadanos también capacitamos, la creación ciudadana y la autoría de un manual de diseño para la bicicleta como transporte activo. Es decir, muchas cosas muy positivas y muy innovadoras. Finalmente este año empezamos a experimentar también con investigación ciudadana para la acción, pero ya aplicada a la organización comunitaria y no desde la academia.

4. Calle Pío Nono, puerta de entrada al patrimonio popular y creativo del Barrio Bellavista. 5. Movimiento urbano norteamericano que se basa en el trabajo de un grupo de arquitectos, urbanistas y otros actores, quienes proponen volver al modelo “Main Street” de ciudad, sustentado mucho más en la calle como espacio de encuentro, densidades medianas, buenos sistemas de transporte público, y una infraestructura urbana que privilegie la caminata y la bicicleta.

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¿Hacia dónde vamos? Aquí un par de cosas muy importantes: democracia participativa y aprendizaje ciudadano. Creo que José [Manuel Tala] ilustró muy bien estos aspectos. El barrio es un lugar privilegiado para aprender a ser ciudadanos y ciudadanas activas. Necesitamos nuevas formas de gobernanza urbana. Es bueno que el Ministerio nos invite y fomente la organización, pero en algún momento los ciudadanos tenemos que controlar democráticamente nuestros territorios, y también hay que tener transparencia contra la corrupción, la incompetencia y muchos vicios que vivimos hoy en día en la gestión de la ciudad. Ahora quisiera referirme a un par de cosas respecto a las juntas de vecinos, ya que se está hablando de que todos nos inscribamos automáticamente para votar. Creo que debería ser igual para las juntas de vecinos. El gobierno barrial debería ser elegido, debería ser controlado por sus propios socios y deberían tener una cuota que se fije en referéndum o plebiscito y que se podría cobrar con las contribuciones. Cualquier otra cosa es paternalismo.

ejemplo, requiere un estudio de impacto ambiental y requiere participación ciudadana. Pero ningún megaproyecto urbano pasa por ese proceso, con un estudio, sino que pasan con una declaración. Pasan con declaraciones sumamente mentirosas, como ocurrió, por ejemplo, con el proyecto de la Inmobiliaria Universidad San Sebastián, que actualmente está destrozando la puerta de entrada al Barrio Bellavista. En la Declaración de Impacto Ambiental se pregunta: ¿Cambiará la estructura poblacional del sector, siendo Bellavista un sector de 5 mil personas, agregándoles 5 mil residencias más? La empresa responde que no. Obviamente es una mentira burda y es una mentira que lo acepten en los consejos ambientales y en la CONAMA6.

Las juntas de vecinos son milagrosamente funcionales dado que prácticamente todo el sistema político y de gestión urbana les hace un boicot feroz.

La gestión del alcohol: ¿hasta cuándo se entregan más derechos a vender un elemento tóxico sin ningún control y destruir barrio tras barrio en esta ciudad? No digo que seamos puritanos pero, por ejemplo en los Estados Unidos, centro del libre comercio, y en todo el resto del mundo, existen organizaciones vecinales que tienen el derecho de veto sobre patentes de alcohol. Eso es necesario en Chile. Si no, no hay barrios sanos y no hay forma de enfrentar la drogadicción.

Finalmente, tienen que acabar las actuales prácticas opacas y cuestionables de gestión urbana. Los reglamentos en Chile no son malos. El de medio ambiente, por

Por otro lado, se requiere una ley de patrimonio eficiente. El Consejo hace más para poner barreras a la declaración de zonas típicas, que otra cosa.

6. Comisión Nacional del Medio Ambiente

Para terminar hablaré sobre los costos, sobre los resultados de este sistema opaco. Uno hace un tremendo esfuerzo para construir algo lindo como el Patio Bellavista y llega una inmobiliaria disfrazada de universidad privada y destroza la vista, destroza la relación entre la ciudad y el cerro y hasta quiere romper el nuevo Pío Nono para colocar una rampa de entrada en un bien nacional de uso público. Con esto desaparece el cerro. Se puede hacer desaparecer algo tan grande como eso. En Valparaíso se hace desaparecer el mar. Eso por las declaraciones mentirosas. Por eso la necesidad de romper el silencio. Ustedes ven que se debate en El Mercurio, en los medios de comunicación. Ellos responden a lo que decimos desde la Junta de Vecinos, pero nunca nos entrevistan a nosotros, sólo ponen sus respuestas. Entonces queremos una verdadera participación y eso depende mucho de todos. Elegir entre esto que no es sustentable, que no sirve para disminuir el calentamiento global ni los problemas que vienen, o tener comunidades realmente sanas, diversas, autogestionadas y donde realmente se vivan los sueños de cualquier comunidad humana.

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¿Quiénes protagonizan la emergencia ciudadana? Responsabilidad y compromiso en su acción

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Matías Reeves*

Tengo 25 años, me queda todavía un año para salir de la Universidad de Chile. Estoy haciendo mi tesis de Ingeniería Industrial y Magíster en Gestión y Políticas Públicas. Soy uno de los estudiantes que fundó el Movimiento Educación 2020.

par de días, unos estaban de acuerdo, otros en desacuerdo. Entonces, el programa Tolerancia Cero1 invita a Mario Waissbluth2, profesor mío en el magíster, a una mini sección que se llamaba “Una idea para Chile”.

Primero voy a contar cómo surgió este movimiento, en lo que estamos hoy día, cuál ha sido el aprendizaje en términos de participación ciudadana y cómo pueden participar. Para esta presentación no me quise centrar en las propuestas del movimiento, para no desviarme del panel, pero de todas maneras está todo en el sitio web.

Poco después, el profesor pasó por mi oficina -yo trabajaba en docencia en la escuela- y me dijo que le habían hecho esta invitación, y propuso hacer algo más entretenido con los estudiantes. Ahí surge una idea que a todos nos mueve, que es mejorar la calidad de la educación en Chile. Su reportaje era un diagnóstico un poco más allá de lo que se había estado haciendo y en estas conversaciones, en las que yo también había participado a través de internet, surge esta idea, que por lo demás no es nada nuevo. Lo novedoso es que nosotros planteábamos hacerlo desde lo que pasa al interior de los colegios. Es decir, no seguir en estas discusiones sobre la institucionalidad o temas ideológicos, que si bien deben seguir desarrollándose, sino que ver lo que pasa adentro de las escuelas y aulas. Tratar de simplificar lo complejo que es

Cómo partió esto. Un profesor de la Escuela de Ingeniería que era columnista de la Revista Qué Pasa publicó un artículo. El editor le iba diciendo “dale más, dale más, dale más información”, siendo que los editores de las revistas lo que hacen siempre es cortar. Tiraron el título en la portada y se produjo un pequeño remezón en la página de la revista y en la escuela. Luego, alguien posteó en un foro este documento y se comenzó a discutir. Al cabo de un

el tema educacional y enfocarnos en los profesores y directores. A grosso modo, en una primera instancia hicimos lo que nosotros llamábamos el “Manifiesto 2020”. ¿Qué decía ese manifiesto? Tomábamos el diagnóstico y hacíamos una serie de propuestas que se rigen por estos hechos. Por un lado, profesores de excelencia, que sean los mejores profesionales del país; que los que quieran entrar a estudiar pedagogía sean los que tengan la pasión, la vocación, las ganas por enseñar y que sus familias no los detengan porque con sus puntajes bien podrían optar por Medicina. En el caso de los directores y sus atribuciones, o bien “directores de nivel internacional”. Que sean reales líderes administrativos, pero más allá, que sean líderes pedagógicos. Que sean capaces de levantar una escuela. Hemos visto cómo buenos directores en dos años logran aumentar el rendimiento y los logros de un niño, no sólo en puntajes SIMCE o PSU, o en ese tipo de mediciones, sino que en estímulo y en la pasión del niño por aprender.

* Ingeniero Civil Industrial y magíster en Gestión y Políticas Públicas, Universidad de Chile. En 2005 fue distinguido con la beca “Fe Grande” y al año siguiente fue becado por el Grupo Santander-Universia para realizar estudios en el extranjero. Entre agosto y diciembre del 2008 se desempeñó como Jefe de Tutoría Docente en el Departamento de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile; mismo año en el que fue reconocido como uno de los “100 Jóvenes Líderes” del país por la Revista El Sábado (El Mercurio). Actualmente, es Coordinador Ciudadano de la organización Educación 2020. 1. Programa de análisis político y entrevistas del canal de televisión Chilevisión. 2. Ingeniero Civil Químico, Universidad de Chile. Doctor en Ingeniería, Universidad de Wisconsin. Académico de la Facultad de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile.

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Apoderados participativos y bien informados, que estén involucrados en el proceso educativo del niño, que sepan qué están haciendo. Que ellos mismos se den cuenta que la realidad de la educación chilena hoy en día está mal. Algunas personas me han dicho: “si yo llegué a Cuarto Básico y mi hijo va a salir ahora de Cuarto Medio, seguro va a tener mejor educación que yo. Entonces ¿cuál es el problema de la educación, si mi hijo va a salir del colegio?” Por eso, la idea es que estén involucrados y que sepan las realidades para que puedan ayudarlos. Y para eso, a su vez, necesitamos que el director esté capacitado y tenga las atribuciones para trabajar con los apoderados y los profesores también. Por último, que los profesores tengan las condiciones adecuadas para desempeñarse. No sacamos nada con tener muy buenos profesionales, tanto en directores como en profesores, si no tienen las condiciones para desempeñarse adecuadamente, tanto en remuneraciones como en el aspecto social. Si pasa el 90% de su tiempo en la sala de clases y el restante para reuniones de apoderados, para trabajar con niños que tengan más dificultades, no se les puede pedir más. Todo esto por supuesto no es gratis. Nosotros tenemos un cálculo aproximado de aumento en educación de 2 mil millones de dólares en el tiempo de aquí al año 2020. El grupo lo integraban el profesor Waissbluth junto a estudiantes de Ingeniería de la Universidad de Chile. Invité además a mis amigos, al núcleo más cercano y a gente de la Universidad Católica. Ese día hicimos una grabación del programa que iba a salir en Tolerancia Cero. A partir de ese día, del 7 de septiembre y hasta el 18, llamamos a la gente a ingresar a una página web, muy simple pero muy funcional, y en un grupo en Facebook, para juntar firmas electrónicas a través de su apoyo con RUT al movimiento, a quienes aseguramos la confidencialidad de los datos.

Luego íbamos a partir al Congreso, a La Moneda3 y al Ministerio a decirles: “miren señores, toda esta gente cree que se debe hacer esto, así es que ahora ustedes hagan algo”. No era más que eso. Luego yo volvería a mis clases, a la universidad y todo el mundo seguiría en lo suyo. Pero partimos el 7 de septiembre y en un poco más de una semana éramos 15.000 personas en la página web a lo largo de todo Chile. Al iniciar el proceso pensábamos que íbamos a llegar a juntar unas 7.000 firmas como máximo, pero luego nos comenzó a ir bien. Comenzaron a llamarnos los medios de prensa, incluso estuve en la radio con Iván Valenzuela4 y otros “famosillos”. Allí me presentaron casi como un experto en educación. Pero yo hablo como un ciudadano más que dice que la educación está pésima, y que lo vivo porque mi hermano está en un colegio municipal y veo la realidad que afecta mi techo, a mi familia. Comenzamos a recibir mails de personas que tienen ganas de participar, que quieren hacer muchas cosas, y de diferentes partes de Chile. Al principio no teníamos mucha claridad respecto a qué decir sobre los profesores que están a punto de jubilar, por ejemplo. Pero un día nos mandó un mail una profesora de 55 años, del sur de Chile, que nos decía: “¿qué va a pasar conmigo? En las condiciones en que he trabajado toda mi vida, ya estoy cansadísima. ¿Qué me ofrecen?”. Y así, leíamos cosas que nos sorprendían mucho. Había gente que decía “al fin algo de la ciudadanía distinto a lo tradicional”. Pasaron algunos días y nos llegó una invitación muy sorprendente para nosotros. Desde la Comisión de Educación de la Cámara Baja nos invitaron a contarles nuestra propuesta. Cuando en la Cámara nos dijeron que teníamos que seguir más allá del día 18, nos dimos cuenta que aquello que partió como una corrida de cien metros, la habíamos transformado en una maratón. Nos dimos cuenta que

3. Palacio en donde funciona el Poder Ejecutivo. 4. Periodista del canal de televisión de la Universidad Católica de Chile.

teníamos que organizarnos, y ahí nos frenamos para ver qué podíamos hacer. Hoy día somos 52 mil personas inscritas en el sitio web apoyando la idea, en cinco ciudades organizadas (La Serena, Valparaíso, Rancagua, Concepción y Valdivia), incluso con programas de radio. Vamos a hacer una Fundación, hay gente trabajando con sueldo y otras personas como voluntarias. Hacemos de todo para que las cosas sucedan. El 21 de mayo la Presidenta anunció parte de nuestras propuestas. Por ejemplo, ya está andando un programa de formación de dos mil nuevos directores escolares. Es decir, una de las primeras propuestas para este año, ya se está llevando a cabo. Estamos organizados a lo largo del país y en grupos. Cuando la gente decía que quería participar, yo no sabía qué decirles. Entonces, entre todos comenzamos a construir con la gente de regiones. Vinieron desde Arica, Concepción, Puerto Montt, y nos fuimos organizando. Ahora cada uno tiene sus actividades. En cuanto a la participación ¿Con qué nos hemos ido encontrando y cómo hemos ido aprendiendo? Si bien nosotros no somos ni queremos ser un grupo de expertos, y no queremos ser otro centro de estudios ni mucho menos, nos tenemos que basar en la realidad de Chile. Esto es básicamente la teoría de movimiento social, porque así como hemos ido aprendiendo de educación, también hemos ido aprendiendo de participación ciudadana y movimientos sociales. Hemos enfrentado la desconfianza, la desmotivación, el chaqueteo, los prejuicios y la deserción y hemos sabido asumirlo. Hemos ido aprendiendo y esto no tiene por qué ser la solución ni mucho menos. Es una propuesta más, que mucha gente está apoyando y que vamos a ir profundizando y mejorando en el tiempo.

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Conferencia magistral Gabriel Salazar*

* Estudió Historia, Filosofía y Sociología en la Universidad de Chile. Entre 1977 y 1984 realizó un doctorado en Historia Social y Económica en la Universidad de Hull, en el Reino Unido. Desde 1985 se ha desempeñado como investigador y profesor en distintas instituciones académicas y universidades chilenas. En la actualidad, es director de la Maestría en Ciencias Sociales de la Universidad ARCIS, casa de estudios en la que se dedica también a la docencia y la investigación. Igualmente se desempeña como profesor en el Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile. Es autor, coautor y editor de numerosas publicaciones. Entre sus libros se destacan: Labradores, Peones y Proletarios (1985); Violencia Política Popular en las Grandes Alamedas (1990); Los Intelectuales, los Pobres y el Poder (1995); Autonomía, Espacio y Gestión (1998); Historia Contemporánea de Chile (1999 - 2002) y Ferias Libres: Espacio residual de la Soberanía Ciudadana (2003).

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¿Cómo se expresa una emergencia ciudadana? El tema planteado por el Seminario “Ciudadanía y Emergencia” es tentador desde el punto de vista sociológico en relación a lo que hoy está ocurriendo en las ciudades de Chile, pero, como sabemos, nada de lo que está pasando actualmente es ajeno a lo que ha ocurrido antes. De hecho, desde la época de la Colonia. Por esta razón, una mirada histórica puede proporcionar la dimensión de las tensiones y desplazamientos que han ocurrido en ellas, tanto en el plano de la cultura, de la política, como en el plano social y humano. El tema es complejo, porque hay al menos dos variables que se cruzan: de una parte, el llamado ‘espacio público’ – si hablamos de ‘emergencias ciudadanas’ es porque nos referimos a fenómenos del espacio público – y de otra, los ‘movimiento ciudadanos’ propiamente tales. Ambas son variables complejas que han experimentado transformaciones significativas a lo largo del tiempo. En tal sentido, es importante hacer algunas precisiones respecto del espacio público, mirándolo desde la historia de Chile, no en abstracto. Históricamente, podemos hablar de espacio público en un doble sentido conceptual abstracto: a) como continente, en el sentido de que en él habitan y se mueven actores sociales, y b) como contenido, como espacio constituido por acciones sociales específicas. El espacio público tiene esa doble

dimensión, de estar abierto para recibir, y por otro lado está el contenido de ese espacio público, que no lo da el espacio en sí, sino que lo da la ciudadanía. La ciudadanía constituye espacio social donde quiera que vaya. Los actores sociales crean consigo mismos el espacio. La relación social es en sí misma un espacio, que no necesariamente coincide con el espacio físico de una ciudad o de un territorio. Por esto, es importante hacer la distinción puramente nominal. El espacio público como continente de algo y espacio público como contenido dinámico que puede expandirse, recogerse, desplazarse, puesto que tiene movimiento propio. Si partimos por la primera rama, la del espacio público como continente, en Chile tendríamos que distinguir al menos dos. Tenemos el espacio público en tanto espacio del Estado, de los poderes públicos constituidos. Hay mucha gente que cuando piensa espacio público, piensa en el espacio de la política o en el espacio que habitan los políticos en torno al Estado, físicamente. El espacio público estatal, como el gran continente de toda relación social relevante. Como quien dice, La Moneda y los Ministerios que la rodean. Este espacio ha sido un continente excluyente, que ha operado como un monopolio o continente que reprime y defenestra a los actores sociales, sobre todo a la ciudadanía popular. El Estado chileno ha sido un foso cerrado de poder constitucional. Tal es así, que cada vez que se ha construido el Estado, ha sido construido

con acción armada, con la intervención del ejército. En dos oportunidades, la intervención ha sido sangrienta (en 1829 y en 1973) y en la otra (1925) mediante un engaño monstruoso de parte del político encargado de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente (Arturo Alessandri Palma). En las tres oportunidades, los poderes fácticos que ocuparon y diseñaron el espacio estatal excluyeron de él a la mayoría ciudadana (2/3 de ella, más o menos). El año 1925, por ejemplo, los dos tercios de la población querían un Estado social-productivista; es decir: un Estado orientado específicamente a desarrollar la producción y superar la miseria existente. Eso implicaba construir un Estado con un mandato ciudadano específico, no una maquinaria política abstracta sin misión y sin mandato ciudadano, como son normalmente los Estados liberales. Pero luego de los dos golpes militares del 5 de septiembre de 1924 y del 23 de enero de 1925, y de la traición abierta de Arturo Alessandri Palma a la voluntad ciudadana y a la voluntad de los propios oficiales jóvenes del Ejército, se ignoró por completo el proyecto de Estado propuesto por los actores sociales en la Asamblea Constituyente de Asalariados e Intelectuales que se había reunido en marzo de 1925 (que se había auto-convocado). Todos los actores sociales relevantes concordaban en que el Estado debía ser ‘nacional-desarrollista’, pero se le impuso un Estado ‘liberal’. Una situación similar ocurrió con el golpe

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de Estado del año 1973 y con la Constitución del año 1980. Tres coyunturas constituyentes, tres golpes de estado, tres veces rechazado el proyecto de Estado de las mayorías ciudadanas, lo que dio como resultado un espacio público estatal excluyente por origen y funcionamiento. La efectiva participación ciudadana en ese espacio ha sido, históricamente, en ese sentido, sólo una ilusión. Hemos tenido, por tanto, un Estado ilegítimo que sigue siendo ilegítimo, en tanto la ciudadanía no participó ni deliberada ni informadamente en ninguno de los tres casos. Llevamos 200 años en que la ciudadanía, arrojada del espacio público estatal, perdió el sentido de participación en las decisiones públicas. Si trazamos una línea horizontal y por sobre ella ponemos el espacio público estatal y por debajo los espacios privados y comunitarios, la ciudadanía ha habitado normalmente el estrato inferior (algo así como la Caverna de Platón), y nunca, o de modo sólo excepcional, el espacio público superior. Es por esta razón que hablamos de ‘emergencia’. Es decir: salir de la Caverna para ‘invadir’ el espacio alto: el del Estado y de las Leyes. Al tener que vivir expulsada del Estado, las mayorías ciudadanas han tenido que recurrir a los mecanismos típicos de no-participación: protestas, demandas, acciones violentas, manifestaciones callejeras, vandalismo, movilizaciones de masas, etc. Acciones que, normalmente, emergen por sorpresa, de repente, como explotando luego de una largo período de permanencias bajo compresión. Las ‘emergencias’ ciudadanas han salpicado toda la historia de Chile. Como ‘reventones históricos’ que no sólo cogen por sopresa a las elites dirigentes, sino que, a menudo, desata en ellas el temor y aun el pánico: es el “miedo a la sociedad”. Podríamos escribir la historia del miedo de las oligarquías chilenas que han construido y se han habituado a estar domiciliadas en el Estado permanentemente. Por eso, es que cuando la ciudadanía emerge y se manifiesta por sí misma, las elites tienden a calificar esa emergencía como “anarquía”. Por eso los períodos en que la ciudadanía se ha rebelado y propuesto construir por sí misma el Estado que su buen sentido le indica (1823-1830), (1919-1932) y (1983-1987) los intelec-

tuales de la esfera oficial las han bautizado como períodos de anarquía, o de “anomia” (como en el último caso). Resultado: nunca hemos tenido un auténtico Estado ‘nacional-desarrollista’ como el que tuvieron Japón, Alemania, China, la Unión Soviética, etc. Los Estados liberales han demostrado ser inútiles para desarrollarse tardíamente en el plano industrial, porque el mercado mundial ya está conminado y monopolizado por las potencias que, por industrializarse primero, pudieron darse el lujo de ser liberales y exigir al resto que también lo fuera (Inglaterra, Estados Unidos, Francia). Está probadísimo que un Estado liberal no sirve para el desarrollo industrial y social de los países que han tenido, por ejemplo, un origen colonial. Automáticamente, uno tiene que pensar que el grueso de la ciudadanía, la que queda excluida del Estado, es al mismo tiempo aquella ciudadanía más empobrecida y marginada de la sociedad. Hasta podríamos decir que la clase popular es “la” ciudadanía en Chile, en tanto es la mayoría de la población. La ciudadanía en tanto actor histórico en Chile y en todas partes del mundo, es la clase popular, dado que es ella la que, por no habitar el espacio estatal que, sin embargo, la domina y disciplina, tiene por eso mismo una gran tarea histórica por hacer. Entonces, si consideramos el Estado como espacio público en términos de continente, éste ha sido un Estado excluyente, a pesar de ser liberal, porque ha sido producto de golpes de Estado dirigidos contra los 2/3 de la población. El segundo aspecto, que reconoce al espacio público como continente, es el espacio propiamente urbano: la ciudad. La ciudad, por su origen histórico en un mundo hispanoamericano, era sinónimo de “pueblo”, entendiendo por pueblo no sólo al espacio físico urbano, sino también y sobre todo, a la comunidad, o como dicen los documentos antiguos: “los vecinos con casa poblada”. En la Europa del Mediterráneo los “pueblos” eran autónomos, dueños de las tierras que cultivaban (“soberanía productiva”) y del gobierno de sí mismos. Fue una tradición que se traspasó a Hispanoamérica con los colonos pobres que emigraron. Pero en América Latina las cosas se complicaron: los “veci-

nos con casa poblada” fueron los mismos colonos; o sea: los campesinos y artesanos que devinieron en ‘conquistadores’. También lo fueron los indígenas a quienes el rey les reconoció su categoría de “pueblo” y su derecho al autogobierno (“cacique”). Pero eso no ocurrió con la gran masa de los mestizos, que no fueron constituidos bajo el régimen de “pueblos”, pese a su rápida multiplicación demográfica. Sin embargo, la masa mestiza fue, desde el siglo XVIII, abrumadoramente mayoritaria, teniendo una altísima composición de niños huachos. Era el “bajo pueblo”; el que no vivía en vecindarios, el que no tenía derechos y el que, por tanto, no podía habitar ni el espacio de “los pueblos” ni el espacio del Estado central. No era, por tanto, ‘ciudadano’. Por esa razón, la Constitución Política de 1833 les negó el derecho a voto, y la de 1925, que se los concedió en el papel (sufragio universal), admitió que en la práctica se practicara masivamente el “cohecho” y la compraventa de votos, diputaciones y senaturías (por los menos hasta 1957). Los huachos no pertenecían a familias con casa poblada. No eran, por tanto, ‘vecinos’, sino vagabundos, peones-gañananes, “rotos” y “desechos sociales” que vivían en ranchos de ramas y barro dispersos en los cerros, en los suburbios, en el fondo de las quebradas, etc. Eran ‘afuerinos’, una especie de bárbaros fronterizos que merodeaban, como lobos esteparios, los linderos de los pueblos y los fundos. Era gente peligrosa: se les podían violar sus no-derechos sin que eso implicara crítica o castigo. No todos los ciudadanos eran huachos, pero éstos constituían un altísimo porcentaje de la población. Las estadísticas de la época (siglo XIX, años 1870 o 1880) indicaban que aproximadamente el 37% de los niños que nacían en Chile tenían esa condición. Esa cifra se mantuvo a comienzos del siglo XX y sólo bajó entre los años 1938-1973, llegando al 16 o 17%. Actualmente, en pleno modelo neoliberal, ese porcentaje alcanza al 65% y más; o sea: el doble de lo que teníamos en el siglo XIX, cuando ese 37 % ya era “récord mundial”. Pero esta gran masa marginal también necesitaba emparejarse, casarse o por lo menos tener hijos, y para ello tenían que trabajar, tenían que producir. Y a ese efecto comenzaron aglomerándose en los únicos tres lugares donde podían

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hacerlo: 1) en los desiertos del norte, donde podían descubrir las minas y trabajarlas ellos mismos; 2) en los territorios de la Araucanía, al sur del río BioBío y, 3) las “chimbas”, o sea la “ribera mala” del río en cuya “ribera buena” se alzaban las ciudades del Valle Central. En el caso de Santiago, como se sabe, La Chimba estaba ubicada al norte del Río Mapocho. La “ribera mala” de los ríos es la que se inunda y, por tanto, está compuesta de arenales y pedregales. Ahí se arraancharon muchos mestizos, donde, mayoritariamente, se transformaron en artesanos. El barrio La Chimba en Santiago fue, durante mucho tiempo, un barrio de artesanos. Los artesanos constituyeron una masa popular que tendió a convertirse en una clase industrial, o sea: en una proto-burguesía industrial. Por eso entraron en un proceso febril de actividad productiva. Eso los llevó a invadir Santiago por tres de sus cuatro costados. Sus rancheríos ocuparon toda la ribera norte del Mapocho; al poniente, el barrio Portales, Matucana, San Pablo; por el sur, las sitios aledaños al Callejón de Los Monos (Avenida Matta). Una especie de herradura de ‘rancheríos industriales’ rodeó e invadió Santiago a mediados del siglo XIX. Como resultado de ello, centenares de acequias fueron excavadas desde el río Mapocho para llevar agua a los talleres y ranchos artesanales, y centenares de acequias con aguas servidas se derramaron por las calles, callejones y eriazos (no había alcantarillado). Al mismo tiempo, los ranchos artesanales se coronaban de chimeneas (la mayoría tenía fraguas y hornillas), las cuales esparcían su humo fétido (por curtiembres, badanerías, fábricas de almidón, herrerías, etc.) por toda la ciudad. De este modo, hacia 1850, Santiago se cubrió de barriales, lagunas y acequiones con aguas servidas, al tiempo que sobre la ciudad se detenían espesas nubes de humo y olores fétidos. La ciudad de Santiago fue así ‘tomada’ por una densa plebe artesanal que tenía entre sus manos un proyecto industrial de desarrollo. Pero como los talleres no podían vender sus productos en el mismo barrio artesanal (por la contaminación), miles de mujeres, mocetones y chiquillos se adentraron en la ciudad principal (el “Barrio del Comercio”, o “Ciudad Culta”, como la denominó Vicuña Mackenna) para

venderlos en el barrio de los poderosos. Así llegaron las mujeres a la calle Estado, Ahumada, a todas las calles del centro comercial. Allí levantaron tolderíos, instalaron braseros, ollas, chiquillos y estaban todo el día comiendo y vendiendo. Había bullicio, humo, olores, garabatos. La ‘aristocrática’ ciudad de Santiago fue plebeyizada e invadida por el mestizaje. El espacio marginal – la Caverna de Platón – se extendió sobre el espacio ocupado por el “pueblo”, erosionando incluso el mismo espacio público-estatal (en ese caso, el conspicuo Estado ‘portaliano’). Era la emergencia pública del “bajo fondo”. No una emergencia de ‘ciudadanos’, propiamente tales, sino de la masa mestiza que había sido excluida desde el principio de todos los espacios públicos de la República, y que ahora emergía (o ‘regresaba’) provista de un agresivo proyecto manufacturero-industrial de desarrollo. Por eso la ciudad, que había sido un continente estrecho, restringido y endogámico, se transformó en un espacio público en disputa. En el teatro de un conflicto social, económico y también político. Era el autoritarismo mercantil (militarizado) versus la masa marginal, que no invadió la ciudad para pedir limosna, sino para imponerle un proyecto de desarrollo económico diferente y contrapuesto al librecambismo mercantil de la elite santiaguina. La historia heroica y a la vez trágica de este movimiento mestizo-artesanal nunca ha sido contada en su detalle. No es tampoco ahora el momento de hacerlo, pero es una tragedia épica tan grande, tal vez, como la de los mapuches. ¿Por qué razón? Porque en Inglaterra, mal que mal, un movimiento similar, igual de sucio, fue amparado y protegido por la clase mercantil, lo que tuvo como resultado nada más y nada menos que la revolución industrial. Pero en Chile no hubo tal asociación ni tal protección, sino guerra a muerte. Una especie de segunda Guerra de Arauco. Porque el Estado construido a sangre y fuego por Diego Portales y su red de mercaderes se concentró en reprimir por todos los medios posibles a los “rancheríos industriales”, dado que los mercaderes de Santiago optaron por asociarse con los mercaderes europeos e importar los mismos productos que producían los artesanos locales. Esta guerrilla anti-artesanal fue coronada por la operación realizada por el

Intendente de Santiago Benjamín Vicuña Mackenna, de expulsar los rancheríos y el comercio artesanal del centro de la capital (obligándolos a irse fuera del “Camino de Cintura”) a efecto de recuperar el Barrio del Comercio como “ciudad culta” para que, en todo, reprodujera el aire modernista de París (símbolo: el cerro Santa Lucía). Esa operación, como se sabe, tuvo un éxito cosmético, pero un fracaso social e histórico: no se logró erradicar la masa popular desde las entrañas de la “ciudad culta”. Y la razón fue que no sólo los marginados se quedaron, pegajosamente, sino, sobre todo, porque los grandes mercaderes descubrieron que arrendar chacras divididas por ‘sitios’ y ‘pisos’ a los “rotos”, era mejor negocio que trabajar esas chacras agrícolamente. Y a partir de esos masivos y minúsculos arriendos se formó la ‘ciudad de los conventillos’, que se quedó no sólo en la periferia, sino en el mismo centro de la capital. En resúmen, el espacio público urbano –considerando el de la ciudad de Santiago– ha sido un espacio de lucha y disputa, provocado por una invasión irresistible, que se inició a fines del siglo XVIII y que continúa hasta el día de hoy. Por eso las elites vinculadas al gran comercio exterior, al no poder resistir la presión, optaron por darse a la fuga. Lentamente, casi furtivamente. Tomando como dirección los planos altos de la cuenca y los contrafuertes cordilleranos. Es posible trazar en el plano de fuga de las élites: desde el viejo Barrio del Comercio central, hacia el barrio aledaño al simbólico cerro Santa Lucía; luego por Providencia hacia Vitacura y El Golf, de donde se siguió hacia Las Condes, La Dehesa y Lo Curro. Hasta topar con los cerros y los valles intercordilleranos. Pero el sentido de persecución ha continuado, y ahora, presa ya de pánico, han horadado túneles en las cadenas de cerros del norte de la capital, para escapar hacia los valles de Chicureo, Colina y otros… Sembrando su línea de fuga de casonas y palacetes abiertas, primero, pero luego encerrados y protegidos en ‘condominios’. La endogamia urbana de las elites continúa… La invasión de los rotos también. La tercera manera de poder asumir el espacio público, mirándolo desde la historia, es, como se dijo, en tanto que ‘con-

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tenido’. Uno descubre ahí que lo que es ‘ciudadanía’, como se dijo, en Chile es y ha sido fundamentalmente la clase popular, porque es la mayoría que define el comportamiento ‘estadístico’ de la ciudad y la sociedad. Digamos que esta masa ciudadana no sólo ha tratado de instalarse en la ciudad para vender sus productos o sus servicios, sino que también para intentar una y otra vez construir un tipo de Estado que le permita resolver sus problemas estructurales o sus problemas históricos. Ya los artesanos, cuando ocupan Santiago a mediados del siglo XIX, exigieron del Estado políticas proteccionistas para la industria, no a la erradicación de los talleres artesanales del centro de la ciudad y exigieron además que el Estado fuera más abierto, democrático, participativo y productivo, razón por la que esas masas fueron reaccionando políticamente contra el tipo de Estado instaurado por Portales y su red de mercaderes. A nosotros nos han presentado ese Estado convertido en un mito legendario. Nos han dicho que fue un modelo de estabilidad, porque duró cien años, caso único en América Latina. Pero ese mito esconde el hecho de que ese Estado fue establecido por un sangriento golpe militar en 1829 (batalla de Lircay) y que desde esa fecha y 1837 (asesinato de Portales) hubo más o menos siete insurrecciones de los artesanos y de la tropa del ejército. En ese tiempo la tropa del ejército estaba constituida por los mismos artesanos que recibían instrucción militar los fines de semana, de manera que el ejército estaba constituido por milicias, es decir: por ciudadanos que a la vez eran militares. Por eso es que los artesanos, que a la vez eran soldados, se rebelaron siete veces con armas en la mano 1830 y 1837, hasta que mataron al “tirano”. Fue una amplia y profunda insurrección del Ejército de la Patria, que no sólo era artesanal, sino era el que había logrado la Independencia contra España. Todos los historiadores tradicionales se han deleitado contando que le dispararon a Portales, que quedó medio vivo, que luego le enterraron la bayoneta, que se le desencajó la mandíbula, que no moría nunca… Y nos cuentan con lujo de detalles la crueldad del asesinato del mayor ‘héroe político’ de este país, en circunstancias que fue un mercader fracasado, un tirano antidemócrata

que ordenó los primeros fusilamientos de jóvenes en Chile por razones políticas y que gobernó con “leyes secretas” igual que su émulo Pinochet. Ése es nuestro “gran estadista”, el “genio político” que construyó un Estado-Modelo en América Latina, razón por la cual a este dictador se le ha levantado una estatua en la Plaza de la Constitución y por lo que en todas las ciudades del país las calles centrales llevan su nombre. Ha sido nuestro más grande… anti-demócrata. Él mismo se reía de la Constitución: “la Constitución Política – decía, con gesto de repugnancia – es una señora a la que hay que violarla cuantas veces sea necesario”… Los artesanos conservaron en la memoria todo lo que aprendieron de su larga ‘guerra de Arauco’. Por eso, desde 1826, aproximadamente, se fueron organizando en sociedades mutuales, en las que conservaron la memoria de su autonomía, donde generaron y administraron recursos propios, y donde aprendieron a autogobernarse con eficiencia. Retuvieron en su memoria, por eso, el recuerdo de sus luchas contra Portales, Bulnes y Montt, pero también lo que fueron aprendiendo dentro de sus mutuales. Y fueron casi cien años en que esa memoria se trabajó hacia adentro y desde dentro, hasta emerger en el espacio público urbano y político como ‘sociedades mancomunales’. Siendo ya mancomunales, sus socios se plantearon lo siguiente: sabemos generar recursos, sabemos administrar recursos, sabemos autogobernarnos, hemos sido eficientes, por tanto, tenemos la expertise necesaria y suficiente para que nosotros mismos podamos gobernar desde el municipio. La oligarquía había cometido el error de dictar una Ley de Comuna Autónoma (1891), donde uno de sus artículos permitía que la “Asamblea de Electores” de la comuna, tomara las decisiones fundamentales de la política municipal. Luis Emilio Recabarren, al comprender eso, dijo: “si nos organizamos en mancomunales, podemos controlar el municipio, y a través de la asamblea de electores podemos construir un socialismo municipal, un socialismo comunal”. Lo pusieron en práctica y controlaron las comunas de Iquique, Antofagasta, Valparaíso, Coronel y otras. Entonces surgió el miedo crónico de las clase dirigentes, que, entonces, se

apresuraaron a suprimir la Ley de Comuna Autónoma. Y no sólo eso: vino la represión militar y las masacres del pueblo. A esa altura, con las reformas prusianas impuestas por el General Körner, el Ejército ya no era de ciudadanos sino de conscriptos (Ley de Servicio Militar Obligatorio). Las elites mercantiles, que habían parlamentarizado el Estado desde 1891, contaban ahora con un Ejército adicto, mercenarizado. Y vinieron las masacres: Valparaíso (1903), Santiago (1905), Antofagasta (1906), Iquique (1907), Puerto Natales (1919), San Gregorio (1921), La Coruña (1925), etc. Así, la segunda gran ‘emergencia’ de la ciudadanía, que partió con las mancomunales, se disolvió bajo la metralla y los cadáveres. Pero el impulso soberano contenido en la sociedad civil no podía morir, y no murió. Se extinguieron las “combinaciones mancomunales”, pero la ciudadanía, mayoritariamente popular, se asoció de otro modo, emergiendo esta vez activos y proponentes ‘actores sociales’: la Federación Obrera de Chile (FOCH), la Federación de Estudiantes de Chile (FECH), la Asociación General de Profesores de Chile (AGPCH), las Ligas de Arrendatarios (conventillos), la asociación de industriales (SOFOFA), los ingenieros del Estado (Instituto de Ingenieros), los oficiales jóvenes del Ejército (Club Militar), etc. Todos comenzaron a movilizarse contra la oligarquía, contra la Iglesia (sobre todo la FECH) y contra el librecambismo que traía desde el siglo XIX el Estado Portaliano. Tres actores: los estudiantes, los profesores y los obreros, se juntaron a partir de 1918. Nueva gran ‘emergencia’ ciudadana. Distinta a la de los artesanos del siglo XIX, porque los nuevos actores traían una cultura asociativa ya centenaria, sabían manejar recursos, publicaban diarios y revistas, sabían autogobernarse y querían gobernar en lo local y lo nacional. Por eso se organizaron en lo que se llamó la Asamblea Obrera de Alimentación Nacional (AOAN), que no sólo realizó gigantescos desfiles por todo Chile (“marchas del hambre”), sino que preparó un paquete de proyectos de ley destinados a convertirse en una nueva política económica. Tras una gran marcha, el Comité Obrero le entregó al presidente Juan Luis

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Sanfuentes un memorial, que no era un pliego de peticiones, sino un mandato ciudadano para que se innovaran radicalmente las políticas económicas. En rigor, era un ultimátum que la ciudadanía le planteaba al Jefe del Estado Oligárquico. La ‘emergencia’ ciudadana de 1918-1919 venía provista, pues, ya no de violencia y rabia, sino de informada y deliberada soberanía popular. Entonces la emergencia ciudadana venía armada de poder constituyente. Lo que no era un ‘derecho’ concedido por la Constitución, sino, simplemente, su soberanía. Naturalmente, vino la represión, inventaron una guerra inexistente con Perú, declararon ley marcial y mataron al joven estudiante de Derecho Domingo Gómez Rojas. Pero la emergencia ciudadana de 1919 no era una ola, sino un maremoto. De modo que el impulso siguió adelante. Así, en 1925, estos mismos actores, más una cantidad de otros ciudadanos, convocaron a una Asamblea Constituyente de Asalariados e Intelectuales, que se reunió entre el 8 y el 15 de marzo en el Teatro Municipal de Santiago, que se llenó con más de 2.500 delegados venidos de todo Chile, mientras otros miles tuvieron que permanecer fuera del Teatro. Esta Asamblea Constituyente se organizó de manera tal que quedaran excluidos todos los políticos. Nadie podía ir en calidad de político, ningún partido político, tampoco ningún militar. Sólo trabajadores, profesores, estudiantes, profesionales. Esta Asamblea no aparece en ningún libro de historia. Para esta ‘emergencia’, la política conmemorativa de los vencedores (recuérdennos a nosotros, olviden a los perdedores y no se hable del poder constituyente de la ciudadanía) ha prevalecido en los textos, las estatuas y la señalética de las calles y las plazas. El Mercurio, La Nación y El Diario Ilustrado, los tres grandes diarios de la oligarquía, concordaron en decir entonces lo mismo: que había sido una asamblea extraordinariamente ordenada, que se había discutido al más alto nivel y que los trabajadores y obreros habían llegado mejor preparados que los intelectuales. Me atrevería a decir que esa emergencia ciudadana es la más importante de toda la historia de Chile, porque es la oportunidad en que la ciudadanía (trabajadores,

profesores, estudiantes, profesionales e incluso agricultores e industriales) expresó con más decisión y transparencia su voluntad soberana en lo que debía ser la cosntrucción del Estado nacional. Allí se propuso que el Estado debía ser descentralizado, con autonomía comunal. Que el Estado tuviera una misión específica: desarrollar la producción e industrializar el país. Que, por tanto, el Estado debía estar dirigido sólo por representantes de las clases productoras. No tenía cabida allí, por tanto, la clase política profesional. Sólo representantes de la clase patronal y los trabajadores, porque eran los que entendían de producción y porque el problema central era desarrollar la producción. Los acuerdos de esa Asamblea Nacional Constituyente no se han registrado en los anales de nuestra Historia. Forman parte de la amnesia pública. No circulan como datos del espacio público, sino del polvo arácnido del fondo de la Caverna Platónica. Nadie, por tanto, nos ha enseñado que tenemos, como ciudadanos, poder constituyente. La educación en Chile no enseña a la ciudadanía a construir Estado, sino a vivir fuera de él (como los mestizos de la Colonia). ¿Qué hizo el presidente Alessandri frente a esta gran emergencia ciudadana? Nombró un comité de 10 personas y convirtió ese comité en un Comité Constituyente que ‘usurpó’ a la Asamblea Nacional Constituyente, que es la tarea para la que se había traído de vuelta al ex – Presidente. En la práctica, la Constitución que Alessandri impuso es una versión modificada de la Constitución del 1833. Exactamente lo contrario de lo que había aprobado la ciudadanía en la Asamblea libre celebrada en el Teatro Municipal. Así, poco a poco, el ‘poder constituyente’ del cual están tan conscientes los profesores, los estudiantes, los trabajadores, los profesionales, los ingenieros y hasta los industriales en los años 20, desapareció durante el período 1925-1973… El poder constituyente se fue diluyendo hasta desaparecer. Y como se sabe, la ciudadanía, sin poder constituyente, no es ciudadanía. La ciudadanía es soberanía. La soberanía no radica en el Estado, ni siquiera radica en la ley, sino, todo el tiempo, exclusivamente, en la ciudadanía, y por tanto, radica en lo social.

Por eso es que la soberanía, en Chile, ha sido escamoteada, expropiada, y hoy día cualquier político dice que algo es legítimo sólo porque es legal. Desde ese punto de vista se presupone que la ley, por ser ley, es legítima, independientemente de cómo se haya generado, si la dictó un dictador o la dictó la ciudadanía. Entonces se echan al bolsillo el problema de la legitimidad. Así es como, después de 1925, a partir de la democracia anterior (1938-1973), la ciudadanía, poco a poco, fue perdiendo su poder constituyente, para ser educada, en cambio, como ciudadanía peticionista. Nosotros, durante la democracia anterior, confundimos el poder ciudadano (diluido en la nada) con el poder de las masas (protestando en la calle), mientras pensamos que el poder radicaba sólo, y tan sólo, en los aparatos del Estado. Porque todo se decidía en el Estado, todo lo decidía la clase política que estaba instalada y encarnada en el Estado. Mientras se pensó que la soberanía radicaba en el Estado (y en las vanguardias), la ciudadanía fue reducida a una “condición de calle” (igual que los niños huachos). Por eso tuvimos Estado Empresario, Estado Docente, Estado Social Benefactor y finalmente, incluso, un Estado ‘revolucionario’. Y nadie reformó ese Estado desde el 1925 a 1973. Nadie lo modificó. En ese período la ciudadanía saltó, brincó, lo pasamos bien, en los carnavales de masas callejeras. Hasta la revolución se hacía alegremente en la calle, porque las decisiones se tomaban en los salones de La Moneda… El problema hoy día es distinto. Ni tenemos artesanos que al mismo tiempo sean soldados, ni tenemos sociedades mutuales o mancomunales donde el pueblo aprenda a generar recursos y administrar recursos, fondos sociales y previsionales propios, cultura propia, periódicos o radioemisoras propias; o sea: políticas propias. Recordemos que la gran mayoría de las mutuales tenían imprentas propias, donde publicaban sus libros, folletos y periódicos; que tenían grupos de teatro, escuelas libres y racionales; salones donde se daban conferencias y celebraban “veladas sociales”, etc. En esas sociedades se dio la absoluta igualdad entre los hombres, las mujeres y los niños. Eran, en verdad, células y matrices de democracia social participativa, empoderada…

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El fondo social que durante un siglo administraron los trabajadores, los productores o los artesanos en las mutuales, vino a ser después un fondo social que primero pasó al Estado y, ahora, a las AFP e Isapres y lo administran empresarios y, peor, compañías financieras extranjeras. ¿Cómo vamos a aprender a administrar recursos si los nuestros están usurpados por las AFP? Ciento veinte mil millones de dólares (US $ 120.000.000.000) que nos pertenecen (son nuestras cotizaciones) son administrados hoy por las AFP de una manera que la ‘administración capitalista’ es más importante que el ‘derecho de propiedad’… El fondo social fue absolutamente enajenado y hoy día pertenece al capital internacional… y estamos tan tranquilos. ¿Cómo vamos, así, a desarrollar nuestro sentido de poder? ¿Cómo vamos a desarrollar lo que decía Luis Emilio Recabarren: la “inteligencia del pueblo”, que consiste en administrar recursos eficientemente por sí y para sí mismos? Es interesante preguntarse el día de hoy cómo reconstruir el poder constituyente de la ciudadanía, cómo reconstruir la ciudadanía, como reconstruir la sociedad civil. Este es un enorme trabajo. Los alerces se demoran mil años en ser plenos alerces. La soberanía ciudadana es como un alerce: es un proceso de construcción de largo plazo. Pero en Chile, durante los últimos doscientos años, nuestras elites dirigentes (mercantiles y librecambistas) se han dedicado a destruir los alerces ciudadanos. ¿Cómo revertir este proceso perverso? Ése es el problema. La ‘emergencia’ ciudadana no es sólo cosa de describirla en función de su destrucción, sino que en algún momento es necesario reconstruirla y esto supone una gigantesca tarea por realizar. No es un objetivo para describir y examinar teóricamente, sino un problema de la construcción social de la realidad. Una tarea específica para la soberanía ciudadana, para su poder constituyente. La ciudadanía ha olvidado e incluso ignora la relevancia de lo que es y significa el poder constituyente. La tarea es grande y la cuestión es ver qué bases tenemos para ello. La gran mayoría popular hoy día es una masa marginal,

que no se siente muy marginal, porque, si bien tiene empleo precario, por lo menos tiene crédito barato. Entonces la pobreza no es el tema. La cuestión hoy día es ¿podemos construir ciudadanía a partir de la redes populares que existen en la masa poblacional? Las mutuales tenían recursos económicos propios sobre el cual tenían poder de administración. Las redes juveniles hoy día no manejan recursos económicos sobre los cuales pueden ejercer un efectivo poder de administración, pero tienen otra cosa, otro capital, que es cultura. No la cultura-objeto, esa que se objetiva en obras maestras, en libros, en sinfonías, en pinturas, en esculturas; no cultura objetivada, que se compra, que se colecciona, que se cuelga, que se exhibe, que uno paga la entrada por verla o escucharla, sino esa cultura que viene de la palabra cultivo, autocultivo de la identidad, cultivo del ser humano en función de un proyecto de humanización. O sea, esa cultura-sujeto, que emana de nuestro propio quehacer humanizador. Los pobres son maestros en el autocultivo, y tienen que serlo. Por eso que en Chile la cultura “nacional” no es realmente nacional, sino de los pobres. ¿Y de dónde viene? De la ramada, donde nació la cueca, donde nació el vestuario, la comida, la cazuela. Todo eso viene de la masa marginal, porque la clase alta en Chile no genera cultura, imita la cultura-objeto que importa, compra cultura. Una es, como dijimos, la cultura-sujeto: la del autocultivo, la cultura identitaria de los pobres. Otra es la cultura-objeto. Y en Chile el sistema educacional educa de acuerdo a la cultura-objeto y evalúa a los profesores en función de ella y nos evalúan en función de cuánto aprendemos y enseñamos a los niños a memorizar lo que es la culturaobjeto que viene de Occidente. Pero no educamos en función de la cultura-sujeto que es lo que querían hacer las mutuales, Recabarren, los profesores de la Asociación General de Profesores de Chile. Incluso la misma Gabriela Mistral. Por eso hoy día la tarea es complicada, porque no hay fondos sociales que estén al alcance nuestro para administrarlos y aprender poder. Pero tenemos cultura que hoy día es poder. Basta ver lo que están haciendo los raperos en su red nacional. Con ellos estoy muy orgulloso de

colaborar en un proyecto específico que tienen. Se trata de unos cuarenta grupos de raperos que decidieron rapear toda la historia de Chile, mirada desde los actores populares. Cuarenta grupos que se rotan para cantar un trozo de historia: la del inquilino, del peón, del huacho, de la profesora, o sea: desde los actores sociales reales que componen la ciudadanía. La cantan, la graban, van a hacer una película cuyo guión ya tienen escrito, y harán un libro. Es una especie de “Araucana”, pero sin Alonso de Ercilla. Sólo con cuarenta grupos de raperos. Estos jóvenes van a entregar para el Bicentenario la verdadera historia de este país, porque es necesario, dicen ellos, que nos auto-eduquemos en nuestra realidad, para que realmente, al abrir un nuevo siglo, seamos capaces de hacer algo distinto a lo que hemos hecho en estos doscientos años. Esta nueva cultura es cultura que se canta, que se aprende, que se discute, que se graba, que se muestra y que es generación de poder. Ellos entienden la politización de esa manera. Creo que sobre esas bases tendremos que pensar, de alguna forma, tímidamente, cómo poder reconstruir a este ciudadano que ha estado tan a mal traer en nuestra historia y que algún día podamos volver a ser una gran emergencia ciudadana, no para que nos devuelvan el derecho a petición, sino para imponer de una vez por todas un poder constituyente que emane de nuestra experiencia, nuestra memoria y nuestra voluntad soberana…

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Panel 2 ¿Qué vínculos se generan entre la ciudad y la emergencia ciudadana? Sobre la ocupación de los espacios públicos

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¿Qué vínculos se generan entre la ciudad y la emergencia ciudadana? Sobre la ocupación de los espacios públicos Matías del Río*. Provocador

Refiriéndose a la ocupación de los espacios públicos, ¿qué vínculos se generan entre ciudad y emergencia ciudadana? Esta pregunta busca abrir el debate en torno a la categoría de los espacios públicos. Tradicionalmente hemos asociado los espacios públicos a plazas, calles y espacios que tienden a ser compartidos por todos sin más restricción que el respeto por los demás, pero ¿qué sucede cuando un cartel publicitario, perteneciente a una

firma privada, se transforma en objeto de un conjunto de ciudadanos descontentos? ¿qué sucede cuándo clubes deportivos, colegios o murallas se tornan espacios para la expresión ciudadana, más aptos que las plazas y calles que, a diario, tienden a encontrarse cada vez más vacías? El debate sobre el espacio público guarda más relación con una propuesta colectiva desde distintos lados que con propuestas

desde lo institucional. Hoy lo institucional se ve absolutamente superado por las situaciones de facto. La construcción del espacio público es más simultánea, más espontánea de lo que podría ser la planificación desde una oficina diseñando un proyecto de espacio público. Esta rapidez mental que el ser humano tiene hoy día, superó el orden institucional. Tengo la intuición de que esta polaridad puede ser el punto de partida de nuestra conversación.

* Periodista, Universidad Finis Terrae. Master de la Universidad Complutense de Madrid. Se ha desempeñado en medios como La Segunda, el diario español ABC, Revista Capital; en las radios Zero, Concierto Duna, ADN y en los programas de televisión “En Pauta” de Televisión Nacional de Chile, “El Termómetro”, “Tolerancia Cero” y “Última Mirada” de Chilevisión.

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¿Qué vínculos se generan entre la ciudad y la emergencia ciudadana? Sobre la ocupación de los espacios públicos Christian Beros*

El movimiento llamado The Urban Guerrilla es un grupo de arquitectos, artistas y diseñadores del Reino Unido y Europa del Este que partió hace alrededor de tres años y se conformó como una organización autónoma en pro de la recuperación del espacio público urbano.

teriorado de la ciudad, buscando incluir a la ciudadanía, ofreciéndoles nuevos canales de expresión sobre temas cotidianos como es la calidad y cantidad de espacio público en la ciudad. Para lograr esto, se ha desarrollado un proceso de gestión en tres escalas:

El grupo busca espacios para abrir el diálogo y exponer problemas y necesidades relacionados con el espacio público y los procesos de regeneración que se llevan a cabo en varias ciudades europeas. Para llevar esto a cabo, se exploran nuevas maneras de expresar ideas y preocupaciones, tratando de involucrar grupos sociales jóvenes, con energía suficiente para salir y manifestarse en las calles y también grupos de residentes o usuarios locales que son invitados a participar de distintas actividades de integración. Se busca además salir de los usuales sitios de intercambio social en la red y de los documentos de investigación profesionales que aunque nos sirven como apoyo a las acciones, no representan una acción concreta sobre los temas que nos preocupan.

En primer lugar se ha realizado un proceso de ‘promoción’ mediante intervenciones más bien anónimas en la cual se ha jugado con la idea de The Urban Guerrilla como un ‘brand’, incluyendo el logo y caricatura correspondiente en autoadhesivos y panfletos que se han repartido en lugares de reunión de estudiantes, facultades, etc. Estos han ayudado a captar la atención de los grupos más jóvenes abriendo la curiosidad sobre actividades que se anuncian a futuro.

The Urban Guerrilla trata de crear oportunidades de colaboración e interacción, ‘invadiendo’ el espacio no utilizado y de-

En segundo lugar, una vez lanzado el proceso de ‘promoción’, se abren ‘competencias urbanas’ donde se invita a los mismos grupos objetivos a participar de juegos que duran alrededor de un día y se ofrecen premios para los primeros lugares con el fin de atraer mayor atención. Las competencias toman distintas formas dependiendo del tiempo y del lugar escogido, pero en general apuntan a recuperar

la identidad de los lugaress forzando a los participantes a redescubrir los lugares y reutilizar los espacios. En tercer lugar, durante las actividades de premiación de la competencia, se invita a profesionales relacionados con artes visuales o el diseño, autoridades locales y residentes de las áreas escogidas y se monta una mesa redonda donde se abre a discusión los problemas y necesidades del área. De esta manera, se obtienen distintos puntos de vista sobre el mismo caso y se comparten ideas y soluciones, que si son bien orientadas desencadenan nuevas acciones o actividades de intervención donde la comunidad local comienza a tomar más control sobre el proceso. El caso ideal que se trata de apoyar mediante la gestión del equipo, es un trabajo colaborativo entre el organismo público, la comunidad local y los jóvenes participantes de la competencia, donde la intervención toma carácter físico, generando cambios reales y perdurables en el espacio público urbano. Un caso en particular, para ejemplificar el proceso, es la actividad que se llevó a cabo en Bucarest, Rumania. Bucarest es una ciudad que nos abrió la oportunidad de

* Arquitecto, Universidad de Chile. MSc in Advance Architectural Studies, University College London. Arquitecto asociado, Space Syntax London, UK. Director de The Urban Guerrilla, Europe. Ha centrado su quehacer en áreas de análisis espacial, wayfinding y diseño urbano, y ha liderado grupos de reacción urbana en Londres y Bucarest.

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realizar un trabajo mucho más libre y dinámico, sobre todo por el proceso de desarrollo en el cual se encuentra, que es bastante más incipiente que el de las ciudades de Europa occidental. En este caso, luego de la entrada de Rumania a la Comunidad Europea, se ha producido una dinámica de cambio bastante acelerada, donde los procesos de inversión inmobiliaria están cambiando la imagen de la ciudad día a día, con muy poco control del Estado y con una gran falta de planificación y visión de la imagen futura de la ciudad. Una de las imágenes características del Bucarest contemporáneo es la de una ciudad atestada de vehículos donde cohabitan 1,5 millones de vehículos para 2,5 millones de habitantes, en una ciudad que fue diseñada, en las áreas residenciales comunistas, con una proporción de un vehículo por cada 7 a 13 departamentos solamente. Dadas estas cifras, más la escasez de espacio de aparcamiento y la desintegración de la trama urbana (que no alcanza a cubrir la velocidad de crecimiento de la ciudad) se obtiene un espacio público dominado por el automóvil, en el cual el espacio abierto para el uso peatonal es prácticamente nulo. Tanto en el centro de la ciudad, como también en las áreas residenciales comunistas donde el concepto de vereda se reduce a un trozo de asfalto de un metro de ancho que es también utilizado como espacio de aparcamiento. Por otro lado, la mayor cantidad de intervenciones que se realizan por medio del gobierno local, son intervenciones decorativas del espacio para tratar de cubrir los problemas de infraestructura mediante maceteros, basureros, flores y escaños; lo que de cierta manera caricaturiza aun más el déficit de un espacio público abierto a la comunidad y con la calidad necesaria para permitir un intercambio social más rico que el que sucede en un aparcamiento, y no cerrado al concepto de parque o plaza urbana que es la definición política usual del espacio publico ‘verde’ y ‘seguro’ para la familia.

Para hacer públicas estas y otras contradicciones, comenzamos a trabajar con el Colegio de Arquitectos de Rumania, buscando propuestas para algunos espacios públicos y buscando más que nada incentivar la toma de conciencia de la comunidad de Bucarest sobre lo que era el espacio público y sobre lo que ellos podían exigir como ciudadanos. El gran problema con que nos encontramos fue a nivel cultural, ya que de cierta manera la gente está acostumbrada a un tipo de relación con el espacio público que no tiene que ver con la calle y los espacios de tránsito y encuentro, sino que el concepto de espacio público está literalmente asociado a la necesidad de ‘reforestación’ de la ciudad mediante la plantación sin control de parques, plazas y bandejones, dejando paradojalmente incluso menos espacio abierto para el tránsito peatonal. Por lo tanto, la misión que tomamos fue tratar de abrir un lugar de encuentro de la comunidad para generar conciencia sobre lo que el espacio público tenía que ser para ellos, o sobre lo que la ciudad les tenía que entregar. Empezamos con un trabajo orientado a redescubrir la identidad de Bucarest (Descopera Bucuresti ID) y lanzamos la primera competencia, donde llamamos a la comunidad a tomar fotografía urbana. Nos conseguimos con compañías relacionadas a la fotografía que nos apoyaran con equipos para premios (mediante intercambio de publicidad en nuestros avisos) e invitamos a la gente a competir los fines de semana, buscando capturar la mejor imagen de uno o varios espacios públicos determinados. Para esto, nos reunimos con los interesados en un lugar y pusimos las reglas de la competencia. Les entregamos un mapa a cada una de las personas y un set de claves que tenían que descifrar, una especie de búsqueda del tesoro, donde cada uno debía interpretar las claves, adivinar el lugar y sacar la mejor o más representativa fotografía del espacio. La idea era que la gente se esforzara en recorrer la ciudad y

caminara para encontrar y fotografiar dichos lugares. Las primeras veces lo hicimos a pie, luego abrimos la competencia a ciclistas para así ampliar el área sobre la cual podíamos trabajar. Partimos invitando a estudiantes universitarios que vivieran en cada uno de los barrios y luego invitamos a la comunidad local a participar. La idea de la fotografía no era que cada uno llegara con una toma de alta calidad artística o estética, sino que más bien representaran las críticas que ellos mismos tenían sobre los espacios urbanos y pudieran así tener un medio de expresión distinto donde exponer sus propias ideas. Para la última competencia invitamos a la comunidad de un barrio a jugar en el pavimento, premiando el mejor grafiti con tiza. Para esto, nos tomamos parte de una calle y desviamos el tráfico vehicular permitiendo a los invitados hacer una pequeña fiesta callejera. El evento se llenó de niños de una comunidad gitana residente y luego, junto con esta comunidad y con el auspicio de privados, tomamos un espacio frente al mercado de flores (que controla la misma comunidad) y realizamos un proyecto con ellos para regenerar un pequeño espacio público donde antes los niños jugaban con la basura de los camiones de flores. Para este caso, conseguimos algunos materiales y trabajamos con la gente de los alrededores para hacer esa plaza que ofrece a una comunidad de unos 20 niños un nuevo espacio de reunión. Lo más interesante de este proyecto no fue el proyecto en sí, sino más bien la puesta a prueba de las ideas de The Urban Guerrilla y el diseño de gestión y estrategia que existe por detrás de las iniciativas, que es esencial para no perder el objetivo principal que es buscar generar conciencia sobre la necesidad de calidad y cantidad de espacio público urbano y la importancia de generar interacción entre los distintos actores involucrados en el proceso de regeneración.

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¿Qué vínculos se generan entre la ciudad y la emergencia ciudadana? Sobre la ocupación de los espacios públicos Roberto Fernández*

Frecuentemente se dice que el espacio público está en crisis, que está desapareciendo, incluso que está muerto. El vaciamiento de calles y plazas, el enrejamiento de pasajes y parques, la proliferación de barrios cerrados y la masiva asistencia a lugares como los mall, son algunos de los argumentos que se esgrimen para dar cuenta de esta situación. Si bien estos hechos reflejan una importante tendencia en el desarrollo de las ciudades contemporáneas, es importante no perder de vista que ésta es solamente una expresión urbana, entre otras, y que existen otros fenómenos que vitalizan y recrean el espacio público. Sin embargo, estos fenómenos suelen no recibir la cobertura mediática que ameritan, prefiriéndose la mayoría de las veces el hecho delictual, dramático o del mundo del espectáculo. En este sentido es importante recalcar el rol de los medios de comunicación en la instalación de una visión unidimensional del espacio público, centrado en sus aspectos más negativos, visión a partir de la cual se promueve el imagina-

rio de ciudades peligrosas y poco acogedoras, pobladas de ciudadanos consumistas, desideologizados e individualistas. A fines de septiembre de 2009 se realizó en Santiago la 11ª Marcha Gay. A esta manifestación asistieron entre 8 mil y 15 mil personas, quienes, como todos los años, marcharon por la Alameda1 desde Plaza Italia2 hasta el Paseo Bulnes3, lugar donde se realiza un masivo acto central de cierre de la actividad. Una revisión de la prensa digital e impresa posterior a la marcha, muestra resultados interesantes y llamativos. Las ediciones en línea de los diarios El Mercurio y La Tercera informan brevemente de la marcha, mientras que al otro día sus ediciones impresas no entregan ninguna información al respecto. Por su parte, el diario La Nación, tanto en su versión en línea como en su versión impresa, no entrega ninguna información sobre la marcha. La única excepción es el diario Las Últimas Noticias que publica un artículo de media página. Una revisión de la edición impresa de estos mismos diarios en años

anteriores, ratifica la tendencia del año 2009. La cobertura de la marcha en los principales medios de comunicación es mínima o inexistente. Este hecho da cuenta de dos dimensiones relevantes del espacio público contemporáneo. Por una parte, que ciertos espacios públicos en la capital son utilizados para la realización de manifestaciones políticas de modo bastante más intensivo de lo que se podría suponer y, por otra parte, que la cobertura mediática de estas formas de uso del espacio público no guarda relación con la frecuencia y masividad de estas manifestaciones. Ambos aspectos contribuyen a reforzar la idea de que el espacio público está siendo abandonado o reemplazado por espacios privados. En esta exposición me interesa referirme a algunos aspectos de la Marcha Gay, relacionada con el uso de los espacios públicos para la manifestación de actores sociales que generalmente son excluidos de este espacio y también referirme a cómo esta marcha, en definitiva, recrea el espacio público en la ciudad de Santiago,

* Psicólogo, Universidad ARCIS. Magíster en psicología social, Universidad Autónoma de Barcelona / Universidad ARCIS. Candidato a Doctor en Arquitectura y Estudios Urbanos, P. Universidad Católica de Chile. Académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. 1. Avda. Libertador Bernardo O’Higgins. Eje vial y simbólico de Santiago. 2. Se le da el nombre de Plaza Italia a todo el sector del cruce de Avda. Vicuña Mackenna y Avda. Libertador Bernardo O’Higgins, en el cual se encuentra la Plaza Baquedano, pero tradicionalmente se usa el nombre de una plaza más al norte. En este punto se realizan las manifestaciones espontáneas de los santiaguinos a la hora de protestar o celebrar. 3. Paseo peatonal tras La Moneda.

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contribuyendo a hacerlo más abierto, plural y democrático. La marcha comienza en Plaza Italia, recorre la Alameda hasta el Palacio de La Moneda y culmina en el Paseo Bulnes. Al igual que en el resto del mundo tiene como objetivo conmemorar el Día del Orgullo Gay y que en Chile se realiza en septiembre, como un sentido homenaje a las víctimas del atentado incendiario a la discoteque Divine, ocurrido en Valparaíso en 19934. Esta marcha se caracteriza por integrar dos repertorios de manifestaciones del espacio público, como son las manifestaciones políticas y el carnaval urbano. Así, el marchar, gritar consignas y llevar banderas y lienzos con reivindicaciones, se combina con la presencia de carros alegóricos, globos y challas, música para bailar, y la realización de performance y acciones de arte. Como señala un antropólogo mexicano, fiesta y teatro no son meros procedimientos comunicativos al servicio de las organizaciones, sino que constituyen las formas light de reencantamiento del mundo, que convienen a una sociedad caracterizada por la secularización y por un alto grado de fragmentación de los credos y las ideas. Por ello, se va a buscar un mínimo denominador común, ahí donde, pese a toda diferencia, aún puede encontrarse en el lenguaje universalizado del cuerpo y su inagotable capacidad para inducir imágenes de comunidad. Para este autor, una marcha es una acumulación y concen-

tración de signos que implican sonidos, gestualidades, formas excepcionales de usar el lenguaje, elementos emblemáticos, pancartas, banderas, alegorías políticas, despliegues organizados y jerarquizados de cuerpos itinerantes por un espacio privilegiado. Como sucede en cualquier marcha, la emergencia ciudadana inscribe en el espacio público, prácticas y significados de actores sociales que muchas veces no tienen acceso a este espacio. Estas formas de ocupación de los espacios tensionan y transgreden las normas que rigen los comportamientos y establecen lo que puede y no puede hacerse en este espacio. La participación de manifestantes cobra distintas formas, dentro de las cuales destacan por ejemplo, el entusiasta baile de travestis prácticamente desnudos que van subidos arriba de uno de los camiones. En la Marcha Gay, la vestimenta, o la falta de ella, implica un cuestionamiento de los modos de presentarse en público. El travestismo, los trajes espectaculares y la desnudez transexual, ponen en escena una realidad más bien propia de la noche, de las discotecas y de los distintos espacios, donde la comunidad homosexual ha tenido sus lugares de socialización. Como plantea uno de los manifestantes que entrevisté en esa ocasión: “éste es un hito histórico donde los gay y lesbianas, bisexuales, trans, transgénero y transexuales, salimos del ghetto en que nos han instalado durante muchos años, que son

4. Incidente ocurrido el 4 de septiembre de 1993, con una veintena de muertos. 5. Manuel Delagado Ruiz. Barcelona 1956.

particularmente las discotecas y los espacios privados y nos tomamos los espacios públicos a la luz del día y ahí [nos] humanizamos y hacemos que este país sea más tolerante” Cuando este marco de participación ciudadana se ve alterado, la acción policial no se hace esperar, y vemos a Carabineros que ejercen presión frente a los manifestantes, rápidamente aparece una pancarta que pregunta ¿hasta cuándo? Esta forma de ocupar el espacio público pone en cuestión las normas de comportamiento en él, en palabras del antropólogo español Manuel Delgado5, una transformación visual y acústica del espacio. La ciudad se transforma, se alteran sus flujos y se redefinen sus reglas, aunque todo esto de modo efímero y momentáneo. Para quienes participan de esta Marcha y para quienes la presencian, la visión que tienen del centro de Santiago se amplia, pluraliza y dinamiza. Sin embargo, tal como decía al comienzo, la escasa cobertura mediática restringe las posibilidades de apreciar cómo la ciudad cobra nuevo sentido a través de este tipo de prácticas. La ciudad no es solamente lo que hacemos en ella sino también son sus formas de representación las que van configurando el imaginario que en definitiva define el carácter urbano de la misma. Delincuencia, celebraciones deportivas y actividades políticas e institucionales, nos muestran sólo una parte de la ciudad. La pregunta es cómo ver las otras dimensiones que definen la vida urbana contemporánea.

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¿Qué vínculos se generan entre la ciudad y la emergencia ciudadana? Sobre la ocupación de los espacios públicos Pablo Cottet*

Como miembro de un colectivo que reúne artistas, antropólogos, arquitectos, entre otros, partimos con la convicción de situarnos en una escala particular, en la escala del barrio, y de pensar preguntas y reflexiones teóricas que teníamos sobre lo que estaba ocurriendo en las relaciones entre lo público y lo privado, no sólo del espacio, sino que de la experiencia o el encuadre tiempo-espacio público-privado, en una escala de barrio. De manera que lo que hicimos como colectivo autónomo, independiente, fue buscar los fondos para poder realizar un proyecto que buscaba intervenir las fachadas de las casas en dos asentamientos de la zona oriente de Santiago, la Villa Jaime Eyzaguirre y la Villa Simón Bolívar, ambas separadas por la Circunvalación Américo Vespucio. Esto nos parecía además toda una provocación urbanística, dado que esta circunvalación buscaba ser el perímetro de la ciudad de Santiago y terminó siendo una carretera de alta velocidad, concesionada, mientras que el perímetro de la ciudad ya se encuentra actualmente lejos de esta cir-

cunvalación. Sin embargo, aparecía otra vez como una frontera entre ambos asentamientos (Simón Bolívar y Jaime Eyzaguirre). Ambos asentamientos representan soluciones habitacionales a uno de los movimientos sociales que en los años ‘50 y ‘60 irrumpen en toda América Latina bajo el nombre “sin-casa”, en lo que todavía sería parte de las luchas sociales por la segunda generación de derechos, esto es, los derechos sociales (eco de la antigua “cuestión social” de principios de siglo XX en Latinoamérica). El derecho a la vivienda hace que emerjan “Los sin casas”, dándose una singular producción de ciudad en nuestro continente, que considera la forma de las favelas en Brasil, las villas miserias en Argentina y como se llamó acá, las poblaciones callampas, por esa manera de aparecer y desaparecer. Estas poblaciones callampas comienzan a aparecer en algunos casos como tomas de terreno y en otros como soluciones habitacionales donde los gobiernos, el de Alessandri1 primero, luego el de Frei2 y luego el de Allende3, intentan solucionar como conflicto político

en Chile –a semejanza de lo que ocurría a nivel sudamericano–, a través de estas soluciones. Por ejemplo, la Villa Jaime Eyzaguirre presenta una posibilidad de solución de autoconstrucción. Fue una de las primeras en Santiago en donde a la gente se le subvencionaba mediante espacios especialmente adecuados para ellos, con materiales para la autoconstrucción, y la entrega de sitios y terrenos. En cambio en la Simón Bolívar, ocurrió una toma de terreno como antes había ocurrido en La Victoria y Lo Hermida, entre otras. Lo que a nosotros nos interesaba eran las fachadas porque representan una interfase entre lo público y lo privado. La fachada es la cara, el rostro de la vivienda privada y cuando los moradores de esa vivienda quieren mostrar a los habitantes sus casas lo hacen a través de las fachadas. Al mismo tiempo la ciudad aparece como un mosaico de estas caras, así lo hemos visto en otras ciudades, como por ejemplo el del barrio de La Boca en Buenos Aires, donde las fachadas son apropiadas por la ciudad. Acá en Santiago también hay iniciativas de este tipo:

* Sociólogo, Doctor en Filosofía mención Estética y Teoría del Arte, Universidad de Chile. Director de la Escuela de Sociología, Universidad ARCIS, Santiago. Miembro fundador del colectivo contra-disciplinario de arte público “Trabajos de Utilidad Pública” (TUP); investigador de Fractalidades de Investigación Crítica (FIC), Universidad Autónoma de Barcelona. Ha realizado múltiples investigaciones sociales que indagan fenómenos contemporáneos y experiencias públicas. Invitado durante 2009 al festival de filosofía pública Pienssieri in Piazza (Turín) y a la residencia de intercambio con IDENSITAT (Barcelona). 1. Jorge Alessandri Rodríguez, Presidente de la República entre 1958 y 1964. 2. Eduardo Frei Montalca, Presidente de la República entre 1964 y 1970. 3. Salvador Allende Gossens, Presidente de la República entre 1970 y 1973.

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diseño anónimo y ejecución cromática y figural aparentemente azarosa; de manera que nos parecía que ahí había un lugar donde nosotros podíamos situar un problema contemporáneo, una aporía de la modernidad, la de esa distinción público-privada. Teóricamente esa distinción, públicoprivada, adquiere una condición problemática decisiva en la década del 70, justamente cuando comienzan las dificultades para definir nítidamente lo que es público y lo que es privado. Esa distinción no sólo es fundamental para la constitución de los estados nacionales burgueses, que inician su fase de consolidación en el siglo XVIII, sino que es fundamental para el modo de exclusión, tal cual lo menciona Marisol [Saborido], porque la división social del trabajo no es sólo social, y ahora agregándole además el aspecto sexual, sino que también es una división sensible del trabajo. Ahí es donde se empiezan a tallar las dimensiones del tiempo y el espacio público y privado, y esa es una cuestión propia de los tiempos contemporáneos, de la modernidad contemporánea que no ha hecho más que interrogar las certezas modernas. Como dice el profesor de la Facultad de Artes de esta universidad, Pablo Oyazún, en “La Desazón de lo Moderno”, justamente instalando la perplejidad y una desazón de las certezas que la modernidad ofrecía. Decidimos ir a estas poblaciones e intentar una intervención sobre las fachadas ¿Cómo hacerlo? Nuestra segunda orientación táctica era conversarlo con los vecinos. De manera que nos pusimos a conversar con ellos en la Simón Bolívar, que tiene una red de organizaciones bastante fuerte. Ellos llamaron a los vecinos fundadores de esta población y nos empezaron a contar cómo construyeron sus casas. Grabamos estas historias, las editamos y las mostramos en una oportunidad, y ellos se entusiasmaron y quisieron contarnos más, nos invitaron a sus casas, etc. Después de escuchar las historias, después de cinco o seis entrevistas, los moradores

de estas casas nos contaban a qué se debía un conjunto de detalles que llamaban nuestra atención visualmente. Luego hacíamos una propuesta de intervención a esas viviendas. Una de las señoras nos contaba sobre la importancia de las arpilleras en el tiempo de la dictadura y cómo la parroquia del barrio había promovido un taller de arpilleras. Como en la casa no veíamos mayores detalles constructivos que nos llamaran la atención, y la señora nos hablaba mucho sobre las arpilleras, le propusimos instalar una arpillera gigante de 12 metros de largo por cuatro de alto que contara la historia de la villa según diferentes fragmentos. De la misma manera es como nosotros también hemos entendido la historia en el sentido de los fragmentos y la incomodidad que le provoca al historiador el que la historia se le desparrame en aquello que llaman anécdotas y que sin embargo, cuentan como testimonio. Esta es sólo una de las intervenciones. Podría contarles mucho más, pero todas eran diferentes. El proceso duró seis meses. Al frente, en la Av. Jaime Eyzaguirre había una organización vecinal completamente desperdigada y diseminada. Más bien había una fractura por parte de la municipalidad y algunos dirigentes. Allí no encontramos las juntas de vecinos con las que trabajamos en el asentamiento de en frente (Simón Bolívar). Decidimos entonces otra operación táctica en el mismo sentido de ponernos a conversar con los vecinos. Por supuesto no conversábamos acerca de los problemas de lo público y lo privado. Esa era nuestra hipótesis de trabajo, pero lo que nos interesaba poner en conversación, era la intervención de las fachadas. Sabíamos que en ese lugar se jugaban los problemas que teóricamente nos interesaban a nosotros y que no tenían por qué interesarles a los vecinos. Lo que hicimos fue instalarnos en una esquina con una parrilla, carbón, unos chorizos y un vino tinto, a las 7 de la tarde de un día viernes y la gente se empezó a acer-

4. Fondo de Desarrollo de las Artes y la Cultura, concurso publico amparado por el Gobierno desde 1992.

car y a preguntar de qué se trataba esto. Ahí les explicamos que era un proyecto Fondart4 y que era un trabajo artístico. Nos preguntaron por qué artístico y les dijimos que también esa era nuestra pregunta, una pregunta propia de arte contemporáneo que no sabíamos responder y que a lo largo de este trabajo, tal vez, podríamos abordar esa y otras preguntas entre todos. Mientras se servían una marraqueta con chorizo y un vaso de vino tinto, nos preguntaban que estábamos tratando de hacer, a lo que nosotros respondíamos: estamos tratando de averiguar cómo llegaron ustedes aquí y cómo levantaron este pedazo de ciudad. Así era como nos comenzaban a contar sus experiencias, iban a sus casas y nos traían una fotos bien amarillas; luego iban otros a buscar fotos y nos daban las 12 de la noche mirando estos testimonios a la luz de un farol y les dijimos a la gente: vamos a hacer algo con esto. La operación desde el colectivo siempre ha sido así. Nos juntamos a conversar lo que había significado esta experiencia y a diseñar el paso siguiente. Teníamos un financiamiento Fondart que como ustedes saben agradecemos públicamente por habernos permitido esta experimentación y estas publicaciones. Hemos tenido dos Fondart colectivos. Este que se llama Fachadas y otro que se llama Archivo Jaime Eyzaguirre, donde pudimos seguir trabajando sobre la idea de fragmentos de la historia y de la alegoría histórica. Armamos un container en medio de la población con un dispositivo de archivo, jugando también con la idea de que todo archivo es imposible y que sin embargo es imposible para todos no hacer archivos. Hacemos archivos en la billetera, en la casa, en la biblioteca, en el auto, cuando compramos las cosas y las almacenamos. Es imposible no hacer archivos y sin embargo todo archivo siempre es imposible. Ese fue el segundo Fondart: “Archivo Jaime Eyzaguirre”.

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Para terminar quisiera hacer algunas proposiciones generales. Este ha sido nuestro trabajo y en esta escala. Hemos ido por ejemplo a presentarnos a Post-it City (muestra itinerante Santiago-Buenos Aires-Sao Paulo), a una muestra para la que fuimos seleccionados por un trabajo de investigación que hicimos relacionado con que en toda ciudad, no sólo Santiago, hay una cuestión interesante que pensar: lo hechizo, tanto en el sentido del encanto, como también de lo hechizo, esto es, de lo hecho de manera pasajera y que sin embargo queda para siempre. Nos dimos cuenta que en el Transantiago existía lo hechizo, igual que en la Ley del Mono que en Chile funciona como un hechizo, la idea de la señora o señor que salen a la calle y rodean un arbolito para cuidarlo aunque no sea de ellos. Creo que ahí hay una cuestión fundamental respecto de lo que está más atrás, más abajo que la distinción público o privada, que es lo común. Creo que lo común y el encuentro han sido siempre una cuestión decisiva para la construcción de la convivencia, para espaciar mundo, especialmente por parte de las prácticas artísticas. En la actualidad, la crisis de las definiciones de autonomía en la esfera del mundo artístico, político, ético, ha permitido que determinadas derivas del arte contemporáneo terminen con el aura del museo, de la galería, del circuito; o que no termine con ello, pero que permita ubicarse en otra escala en la que se produce ciudad. Creo que en ese sentido la ciudad también podría ser calificada como la hoguera de la horda primitiva como cuando, según nos indica la historia natural, la especie humana decidió bajarse de los árboles y cruzar la estepa. Esos son los movimientos que están abajo, al fondo, al principio de todo. Creo que esto permitiría recuperar este fundamento anterior a la escisión públicoprivada para desde ahí trabajar la crítica.

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¿Qué vínculos se generan entre la ciudad y la emergencia ciudadana? Sobre la ocupación de los espacios públicos Marisol Saborido*

Cuando hablamos de ciudad y ciudadanía tenemos que hacernos algunas preguntas básicas. Ya que estamos hablando de ciudad y ciudadanía ¿quiénes son los ciudadanos?, pues depende del territorio, de la clase, el lugar que ocupamos en la sociedad. ¿Quiénes son hoy los que tienen derecho a la ciudad y al espacio público? ¿Cómo se ejercen estos derechos? o visto desde el territorio ¿Cómo se habita? ¿Cómo habitan los ciudadanos hoy día en distintos territorios? En esta perspectiva, nosotros somos herederos de una ciudad que viene de la ciudad industrial donde hay dos ejes muy importantes a reconocer: La división sexual del trabajo que separa la labor de reproducción de aquella de la producción y esas dos esferas de trabajo, reproductivo y productivo, son asignadas culturalmente a distintos géneros. Estamos hablando de la división sexual del trabajo, y esto tiene un correlato en la ciudad en la realización social del espacio.

Estamos hablando entonces de roles asignados a hombres y mujeres que tiene un correlato también en el espacio. Tradicionalmente, el espacio privado ha sido asignado a las mujeres en el rol reproductivo y en el trabajo doméstico, y el espacio público; el de la polis, ha sido asignado a los hombres y al trabajo productivo. Esto ha ido cambiando, estamos en 2009 de cara al Bicentenario de este país. Cada vez más el rol tradicional de hombres y mujeres se dinamiza1. Las mujeres han pasado a jugar un rol importantísimo en el espacio público, sin embargo, subsisten algunas desigualdades importantes. Las mujeres no son iguales como sujetos políticos2, en la esfera económica podemos mencionar que las mujeres son quienes reciben menores salarios3 y que en general son las encargadas, todavía, del trabajo doméstico no remunerado, que no se reconoce como trabajo productivo. Son también las voluntarias en la vida de la comunidad.

En el caso de los sectores más pobres, las mujeres juegan un rol sumamente activo en la mediación entre el Estado y los ciudadanos, en la operación de la política pública, en la provisión de servicios. Y esto lo vemos permanente en la ciudad, en los servicios urbanos, en las luchas por las viviendas y por el suelo, en la estructura del barrio. Sin embargo, las mujeres también son las grandes ausentes en las decisiones sobre planificación y organización de las ciudades. El otro eje para interrogar los procesos de ciudad-ciudadanía y estas emergencias que propone el seminario, tiene que ver con la condición de seguridad o inseguridad en la ciudad. Esta pregunta tiene traducciones distintas entre hombres y mujeres, tiene vinculaciones, entre el espacio público y el espacio privado. Tradicionalmente, lo que pasa es que la violencia urbana se trabaja completamente separada de la violencia de género o la violencia contra las mujeres. La violencia urbana se ve como un problema público,

* Arquitecta, Universidad de Chile. Doctoranda en Arquitectura y Patrimonio Cultural, Universidad de Sevilla. Investigadora de SUR Corporación de Estudios Sociales y Educación. Coordinadora en Chile del “Programa Regional Ciudades sin violencia hacia las mujeres, ciudades seguras para todos”, del Fondo de Desarrollo de la Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM). Consultora Internacional Naciones Unidas. Miembro de la Red Mujer y Hábitat de América Latina. Experiencia en evaluación, políticas y programas de desarrollo social, desarrollo urbano y pobreza urbana, asentamientos humanos, seguridad ciudadana, planificación de género y patrimonio urbano. 1. Según datos de la OIT, en Chile la participación de la mujer en el mercado laboral pasó del 34.6% en 1997 al 38.5% en 2006. Valenzuela, M., Velasco, J., Maza, L. Desafíos para la igualdad en el trabajo: Chile. OIT Notas, mayo 2007 2. Según datos de la OIT, en 1989 un 2,6% de los senadores era mujer, y un 5,8% diputadas, para 2005 eran un 5,3 y 1 5 respectivamente. Op. Cit. 3. Según datos de la OIT, en 2005 el promedio de ingresos entre hombres y mujeres con educación universitaria era de $691.834 y $457.818, respectivamente. Op. Cit.

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que ocurre en el espacio público de la ciudad, mientras que la violencia contra las mujeres (o mal llamada “violencia intrafamiliar”) se ve en un espacio solamente privado (el hogar). Sin embargo, hay una vinculación. La ocurrencia de la violencia es una consecuencia de la desigualdad entre géneros. Hay también violencia privada en el ámbito privado de la familia, el hogar, hacia otros que no son mujeres, por ejemplo niñas, niños y jóvenes; y, por supuesto, hay también violencia pública en la ciudad hacia la mujer. La vinculación entre estos temas es sin duda la violencia y la inseguridad, sea subjetiva u objetiva. Esta es una restricción muy fuerte para el ejercicio de los derechos ciudadanos de hombres y mujeres. En este escenario de cambios, de múltiples transformaciones de la vida en la ciudad, de redefinición de redes sociales y también de redefinición de las vinculaciones del espacio público, el espacio local, el espacio nacional, el espacio global, Gianni Vattimo4, nos señala que desaparece la posibilidad de seguir hablando de una sola historia como una entidad unitaria y que esa concepción de la historia es una representación del pasado que está asociada a los grupos y las clases dominantes. Existen hoy día, señala Vattimo, nuevas historias, nuevas genealogías, sin pasados, inconclusas, que pueden plantearnos la posibilidad de otro patrimonio. Y esa es la propuesta que yo hago. Volver al territorio y en este caso, volver al territorio a una escala particular que es el barrio,

4. 5. 6. 7. 8.

para explorar allí prácticas sociales, posibles significados y valores. En los barrios pobres me interesó explorar los procesos de producción de hábitat y cuáles son esos modos de habitar, porque creo que en las prácticas sociales y en la vida cotidiana hay posibles valores y sentidos que hay que volver a mirar y recuperar. Entonces las preguntas que se plantean ahí son: ¿Cuáles son los significados que los habitantes en los territorios y en particular en los barrios pobres, le atribuyen a su vida política? y ¿qué es lo que ellos valoran de lo público como parte de una historia común? Voy a presentar aquí un caso que es representativo de una práctica que en mi trabajo asociado al Programa Quiero Mi Barrio5 y el Programa Ciudad Segura de UNICEF se replica a lo largo del territorio. El primer caso es el de la Población Santa Clara en la comuna de Cerro Navia6, que está en el límite con la comuna de Pudahuel. Es una población que nació en el año 1994 por erradicación de campamento y que es pequeña (tiene aproximadamente 600 viviendas). Lo que hicimos fue tener tres puntos de entrada: • Explorar componentes de la memoria y la historia del barrio a través de entrevistas. • Explorar intervenciones en la vivienda, en el espacio privado. • Explorar intervenciones en los espacios públicos y las formas de uso, producción y apropiación del espacio público.

Lo que más fuertemente aparece en las entrevistas, sobre todo en los habitantes mayores del barrio, es una fuerte nostalgia por el campamento y la “toma”7 como pasado común. Ahí hay un componente identitario muy fuerte. La gente de Santa Clara, como ocurre en muchas otras poblaciones, está contenta porque con la Población Santa Clara se hizo realidad el sueño de la casa propia, pero tiene una nostalgia y una pertenencia asociada a la vida en un campamento. En este territorio, rodeado por La Hondonada8, hay todo un desafío de conquistar el territorio y de introducir en él espacio público. Este gran basural tiene también otras formas de apropiación, se juega fútbol en el verano, se instalan circos, etc. En la vivienda encontramos una capacidad impresionante de ampliación y extrusión, este espacio privado en algunos casos se ve cerrado a la calle, al espacio público cuando éste resulta amenazante, y en otras se relaciona con el espacio público inmediato, que es en realidad una trama de espacios semipúblicos y semiprivados, que van de la casa al antejardín, al pasaje, a la esquina, a la calle. Hay en los espacios públicos una tensión que va desde la producción de espacios públicos con mayor grado de precariedad y menos consolidación, a espacios públicos, como la plaza central, más formales en donde la tensión está entre la vida que se pueda hacer en el día y la noche. Esto cambia mucho, está atravesado por amenazas, por temores que tienen que ver con la irrup-

Filósofo y político francés. Programa de recuperación de barrios, que desde 2006 funciona en el Ministerio de Vivienda y Urbanismo. Comuna ubicada en el sector poniente de Santiago. “Toma de terreno”. Apropiación de un terreno por parte de un grupo organizado de gente, por lo general, sin techo., La Hondonada Río Viejo comprende un sector ubicado en la Zona Poniente de la ciudad de Santiago, en las comunas de Cerro Navia y Pudahuel. Antiguamente fue un antiguo brazo del Río Mapocho, que fue utilizado para la extracción de áridos y que, en la actualidad, posee un área total de 44 hectáreas con 60 metros de ancho. En http://www.loshoyos.cerronavia.cl/

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ción del narcotráfico, de las bandas, de las balas locas que pueden matar a los niños en los pasajes, hay ahí por tanto, usos inclusivos o usos excluyentes. Hay usos del espacio público como el de las animitas9, que en este caso dan cuenta de la memoria de jóvenes pastabaseros que se suicidaron, y murales donde también se replica esta tensión entre pasado y presente. Existe por un lado un mural de la Brigada Ramona Parra10 y un mural recientemente hecho en el marco de la intervención del Programa Quiero Mi Barrio, que da cuenta de esta historia y este origen en el campamento. Entonces aparece en estos hallazgos, la toma y el campamento como pasado común, la conquista del territorio, una gran capacidad productiva y constructiva de producción de espacio público. Santa Clara es una población emblemática. Es justamente por eso que su realidad es replicable en otros territorios y nos parece que ahí hay una capacidad, a pesar de esta adversidad en estos habitantes, de transformar este margen, esta periferia, en una cosa que hoy día es un trozo de ciudad. Ahí hay un capital social con potencial de desarrollo. Sin embargo, para que podamos hablar de ciudad y ciudadanía hoy día tenemos un reto en el territorio: hacer ciudades más democráticas, más inclusivas, y eso está atravesado por las relaciones de género, violencia y territorio.

9. Gruta que marca el lugar en el que murió alguien. 10. Brigada muralista del Partido Comunista de Chile. El nombre de Ramona Parra es en honor a una joven militante de dicho partido asesinada durante una protesta realizada en la Plaza Bulnes el 28 de enero de 1946. Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Brigada_Ramona_Parra

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¿Qué vínculos se generan entre la ciudad y la emergencia ciudadana? Sobre la ocupación de los espacios públicos Nelson Morales*

Hablar de emergencia sin que se trate de una inundación o una toma, ya es gratificante y satisfactorio, y esto que quizás pueda parecer un poco anecdótico yo creo que de alguna forma establece uno de los principales rasgos de la reflexión a la que invita este seminario y es que las demandas de la ciudad cambiaron. Que algunas de las características que nos contaban antes son menos evidentes y son menos apremiantes, y que por lo tanto los habitantes, las personas, los ciudadanos de la ciudad, de las polis, evidentemente están estructurando un sistema de sociedad que es completamente distinto. Quiero referirme a la primera inquietud que planteaba Matías [del Río] en el sentido de que lo institucional pareciera que está siendo un poco superado. Estoy obligado a decir que no. Me voy a aprovechar de lo que han dicho aquí los panelistas para señalar que lo institucional está de moda. Tanto Marisol [Saborido] como Pablo [Cottet], de alguna forma vinculan acciones muy fuertes de emergencia ciudadana a acciones institucionales. La ciudad y la sociedad están cambiando.

Lo que pasa es que no podemos decir eso con una convicción tan grande sin darnos cuenta de que también la institucionalidad debe cambiar. Creo que desde esa perspectiva nuestra posición y la posición que hemos mantenido a lo largo de estos años, ha sido fundamentalmente aprender y rescatar aquello que efectivamente significa una dignificación de los ámbitos institucionales. Sólo un ejemplo: hoy día los profesionales del SERVIU1 que diseñan una plaza tienen que ir a las reuniones del CVD2 a validar ese diseño. Ese es un cambio institucional muy profundo. Sabemos que los cambios de estructura institucional toman un tiempo, son de largo plazo, pero creo que eso es parte de los logros invisibles de un programa como el de recuperación de barrios. Desde esa perspectiva creo que efectivamente -recordando lo señalado ayer por Manuel Antonio Garretón respecto de la matriz política, gobierno, sistema de representación y base social- el gobierno y las instituciones también tienen algo que decir. Respecto a las primeras interrogantes que hacía Matías [del Río] quiero pensar que

el espacio público como soporte físico ha cambiado, pero la conceptualización sobre éste no ha cambiado. Sigue siendo la misma: el espacio público nos permite reconocernos y constituir el concepto de ciudadanía. Desde esa perspectiva creo que algunas de las cosas que aquí se planteaban, refrendan esta idea. Las ánimas, los murales, los muros identitarios, son algo que permite reconocer a un barrio, como también la marcha gay que en definitiva ocupa ese espacio público, este espacio político que es la ciudad, no sólo para conmemorar y transgredir, sino que fundamentalmente a través de ello cohesionar de una manera distinta. Es reflejo de una ruptura de lo que antes era la sociedad y que hoy día hace que ésta sea distinta y mejor. Sin duda, mejor. A partir de ello quiero seguir pensando que el espacio público sigue siendo el mismo. Que ha cambiado el soporte físico, sus formas de manifestación, pero sigue siendo aquel lugar donde cobra sentido lo político, lo público. Sin embargo, la experiencia que hemos tenido a través del programa nos permite problematizar y

* Sociólogo, Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Doctor en Urbanismo, Universidad de Barcelona. Encargado Nacional de Multisectorialidad del Programa de Recuperación de Barrios “Quiero Mi Barrio”, del Ministerio de Vivienda y Urbanismo entre los años 2008 y 2010. Docente de las Universidades de Chile, Viña del Mar, Valparaíso y la Escuela de Investigaciones Policiales de Chile. Ha centrado sus investigaciones y quehacer académico en temas de segregación urbana, desigualdades territoriales y exclusión social. Autor de diversas publicaciones referidas al tema. 1. Servicio de Vivienda y Urbanización 2. Consejo Vecinal de Desarrollo

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plantearnos una premisa. Y desde esa premisa es que quiero señalar que la ciudad que conocimos parece que ya no satisface todas las necesidades de una ciudadanía. O puesto desde otra perspectiva, esa ciudadanía es completamente distinta, por lo tanto la ciudad tiene que tomar ciertos rasgos que son diferenciables. Algo de ello se decía acá, que la ciudadanía se conformó de acuerdo a lo que Marx estableció, incluso ayer Garretón señalaba que esta primera expresión de ciudadanía surgía en el siglo XVIII dando origen a los derechos civiles, a los derechos políticos y a los derechos sociales. Hoy día es una ciudadanía que se construye sobre nuevos derechos. Esto significa que, si tenemos una nueva ciudadanía, debemos tener una ciudad distinta. Una ciudad que supere aquello que hoy día aparece como la gran crítica, la gran amenaza de la ciudad: la ciudad exclusiva, segregadora, la ciudad capitalista. Eso significa que está emergiendo una ciudadanía y el síntoma de esta emergencia son los requerimientos de construir una nueva ciudad. No es casual que ayer dos de las mentes que mejor piensan la realidad del país por estos días, coincidieran desde distintas perspectivas sobre el carácter del espacio público y la ciudad en tanto espacio de discusión de lo político y de exclusión política, como también de la improvisación de pautas tendientes a la individualización o directamente al egoismo, como una pérdida de cualidades del espacio público. Si eso es cierto, el desafío que se nos plantea es cómo recuperar una ciudad de los ciudadanos. Y además planteado con una serie de factores que parece ser que tienden en un sentido contrario, donde los mensajes, los grandes metamensajes son la fragmentación e individualización de la sociedad. Hay un impacto de las economías post industriales sobre el mercado del trabajo. Lamentablemente las ciudades latinoamericanas, particularmente las

grandes áreas metropolitanas, presentan ciertos rasgos reconocibles de estas transformaciones del mercado del trabajo. Los límites de invisibilidad de las políticas sociales que hoy día abren una enorme esfera de análisis, no tanto de la pobreza como la conocimos en relación a las condiciones subjetivas, sino que en las condiciones objetivas. La pérdida de dirigencia de las organizaciones tradicionales. Ayer se hacía una defensa de éstas, pero también es cierto que el estado de la cuestión no es bueno. Desde esa perspectiva, el Estado y la participación de las organizaciones es algo que al menos tenemos que matizar. Pablo [Cottet] hacía una distinción entre las villas Simón Bolívar y Jaime Eyzaguirre que eran de la misma época, separadas por una condición vial, pero evidentemente sin una lógica de las organizaciones, las cuales pueden haber perdido ascendencia. Ese es uno de los grandes cuestionamientos que tiene nuestro programa, la idea de que dado un programa público, aparece una organización. Yo creo que los Consejos Vecinales de Desarrollo lo que han validado es ser un espacio nuevo de conversación y donde la Junta de Vecinos ha sido fuerte. El Consejo Vecinal de Desarrollo ha recaído sobre las Juntas de Vecinos, pero el balance que tenemos es muy positivo respecto de este nuevo espacio. La exclusión social en los barrios tiene un rostro que es cada vez más grave, que es la pérdida de conceptos muy fuertes. Aquello que cumplía un rol en el proceso de construcción social como son los sistemas educativos y el sistema de ingreso al mundo laboral, que establecían un cierto control, y que hoy día no están presentes. La pérdida de centralidad del EstadoNación, la escisión entre los ciudadanos y la política, la mercantilización creciente de las relaciones sociales, son todas condiciones que en definitiva han generado un nuevo tipo de ciudad o han permitido

deconstruir una sociedad. Aparece una no-ciudad ¿y por qué una no ciudad? Porque efectivamente se ha roto el elemento constitutivo de una ciudad que era la sociabilidad. La ciudad como el lugar público se ha transformado en un espacio de sospecha. La calidad del espacio público es una condición principal para la inclusión de la ciudadanía. Desde ahí nuestro Programa ha generado dos focos fundamentales: la utilización del espacio público como el soporte físico del despliegue de una actividad de fortalecimiento del tejido social, y por otro lado la idea de la convivencia ciudadana. La idea de una democracia fuerte es algo que va a permitir seguir desarrollando la construcción o la recuperación de lo colectivo, y este es uno de los logros fundamentales del programa. No sólo se trata de mejoras en los estándares del soporte físico, sino que fundamentalmente un nuevo impulso basado en volver a buscar ese objetivo común que significa mirar hacia atrás, buscando en los rasgos de identidad aquello que permitía generar nuevamente un espacio para lo comunitario, para lo colectivo, volver a generar una acción altruista sobre los vecinos y la idea de retomar proyectos colectivos en un contexto que invita a individualidades. Para terminar, una hipótesis. Mientras mayor es la producción y acumulación de activos cívicos, fundamentalmente de tolerancia y convivencia, mayor va a ser la posibilidad de construcción de una ciudad inclusiva y democrática. En ese sentido, el Programa ha sido una apuesta embrionaria para la cohesión social y desde ahí nos hemos planteado transmitir, no el hecho de que estamos interviniendo doscientas unidades en la ciudad, sino que estamos apostando a la generación de una transformación de la ciudad. Sólo entender esto nos va a permitir seguir avanzando en el logro de ciudades más inclusivas y democráticas.

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Conferencia magistral Vicente Espinoza Eduardo Dockendorff

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María Emilia Tijoux. Moderadora Me gustaría establecer algunas reflexiones que puedan contribuir al debate. En las últimas décadas del siglo XX la democracia parece haber triunfado. Así se ha dicho por lo menos a nivel mundial. Sin embargo, junto con el triunfo de la democracia, también está el triunfo de la desigualdad. Dos triunfos tan opuestos que invitan obviamente a pensar en una paradoja. La interrogante sobre la relevancia política que tiene la emergencia ciudadana en una sociedad democrática, con fines a enfrentar el desafío de la pluralidad y de la inclusión, me lleva a preguntar ¿Cómo se produce la inclusión en una situación de diversidad que cada día se nos escapa? ¿Es posible la inclusión? Pero sobre todo ¿En qué condiciones y a quiénes se incluye? Inclusión que además supone una lucha contra la exclusión, concepto ya bastante problemático, un término que en algunos lugares del mundo ya casi no se usa, por su multidimensionalidad y por las trampas que nos pone y nos propone. A partir de estas interrogantes, me parece interesante aludir a las “11 tesis sobre la política”1 que nos presentaba Jacques

Rancière hace algunos años y que nos dice lo siguiente: la política no es un ejercicio del poder, por lo tanto tiene que ser definida por sí misma como una modalidad específica de acción. ¿Quién practica la política si no es un sujeto específico? La tarea esencial de la política, entonces, es la configuración de un espacio propio que haga visible a sus sujetos; y su esencia por lo tanto, es la manifestación del disenso. Es una práctica del antagonismo. La política entonces, para Rancière, tendría su propia medida, pero lo político, -que no es lo mismo que la política-, quedaría reducido a una forma de enfrentamiento particular en torno a la igualdad. Lo político está presente en un espacio de luchas democráticas en un universo particular que lo relaciona con una comunidad que olvida o niega a una parte de ella misma. Sin embargo, la democracia constituye a lo político, aunque no tenga ni un contenido concreto ni esté nunca garantizada completamente. La única posibilidad que la democracia tiene es la aparición del pueblo que la hace posible. Lo interesante es que los que han sido negados, los ‘sin parte’, o los que ‘no se cuentan’ son de todos modos, a pesar de ellos y a pesar de nosotros, un importante sujeto político.

No cabe duda que en el actual contexto de mundialización en que estamos insertos, se hace indispensable detenerse en una reflexión que pueda tener resultados que lleguen a todos los ciudadanos, incluso, a los que fueron parte de esta parte no contada. Sin embargo, es ella la que se expresa ante lo político. ¿Qué es lo que vemos en los estudios recientes? Poca confianza, alejamiento de los problemas fundamentales de la sociedad, distanciamiento del Estado (aunque éste ya ha tomado distancia de lo social hace un buen tiempo). Todo esto traducido en el esfuerzo de armar una subjetividad frente a las preguntas que se hacen los especialistas, pero que sin embargo podrían ser examinadas a la luz de conceptos, como por ejemplo, la cultura política que implica actores, sistemas, dinámicas, productos y un civismo democrático que supone además la participación con miras a la inclusión. De hecho, la desigualdad devela la pérdida de confianza y con ella la disminución de la participación en lo que eran los ejes centrales de los movimientos sociales y los partidos políticos. ¿Pero cuáles son los orígenes de este cambio? ¿Qué nos ha pasado hoy día con nuestra democracia que tambalea? ¿O se recompone acaso? O, ¿tal vez era así, una democracia real?

* María Emilia Tijoux: Socióloga, Universidad de Chile. Magíster en Ciencias Sociales, Universidad París XII. Doctora en Sociología Universidad Paris 8. Ha centrado sus trabajos en estudios sobre actores sociales de la pobreza en las ciudades y en los efectos que tiene el lugar en la construcción de subjetividades y desigualdades sociales. Enseña teoría sociológica contemporánea e investiga los vínculos entre cuerpo y sociedad en Chile. 1. Rancière, Jacques. “Onze thèses sur la politique” en Filozofski Vestnik, Ljiublijana, XVIII, 2, 1997.

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Pero al mismo tiempo, con el fin de evitar los totalitarismos y reconociendo en la democracia su capacidad de controlar al Estado, de imponerle límites con el fin de permitirle al sistema político ser el espacio de mediación con la sociedad civil, nos seguimos preguntando todavía ¿cuáles son los lazos reales entre el Estado y nuestra sociedad civil? En el siglo XX, el Estado-Nación ha sido la forma dominante en el planeta. Parece la más natural, la más democrática. Sin embargo, no podemos desconocer la transformación del Estado chileno y la sensación de su retirada, del ‘menos Estado’ que se aleja para tantos ciudadanos que responden hoy a las preguntas que se hacen en estos proyectos. Pero al mismo tiempo, el sentimiento de pertenencia a la nación, el sentimiento profundamente nacional, importante factor de adhesión, también parece, en ocasiones, justificar el nacionalismo xenófobo y agresivo. No cabe duda que la democracia es una forma de organización política, definida

por Abraham Lincoln como ‘el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo’, pero como en todo sistema político, el pueblo, es decir, la población de ciudadanos agrupados en un marco del territorio es un pueblo gobernado. Y la especificidad de un sistema democrático es que los gobernados son quienes gobiernan al mismo tiempo, asociados a las principales decisiones de la vida, de la polis. Todo el pueblo está simultáneamente sujeto y sometido al poder político y soberano, que tiene supuestamente ese poder. Entonces el problema es realmente saber cómo y en qué medida el pueblo está asociado al propio gobierno, cuando al parecer está diciendo lo contrario. Pregunta central que atañe al carácter democrático de los sistemas políticos y obviamente a nuestro propio sistema. La democracia como sabemos implica instituciones, leyes, prácticas, culturas, pero también difusas representaciones. ¿Es posible, es compatible la ciudadanía política con la existencia de sociedades

abiertas? Hoy en día las sociedades se han diversificado. No cabe duda, por lo tanto, que plantean y reivindican también diversas cosas. Pero no basta con un reconocimiento de los derechos culturales u otros, sino que hay que ir más allá, en el sentido de los derechos que el individuo tiene de poseer y desarrollar valores, tradiciones compartidas y una propia vida cultural y ciudadana. ¿Cómo conciliamos libertad con igualdad individual de los ciudadanos? Además, las sociedades modernas cada vez más se organizan en torno al hecho económico-social y se muestra cada vez en el hecho político. Más preocupa la cesantía que la libertad política o muchas veces la libertad de los derechos o de la defensa de los derechos humanos. ¿Cómo repensar la ciudadanía política individual para que efectivamente ésta organice los comportamientos colectivos? Simplemente esta reflexión que trata de pasar por varios de los conceptos que aquí se han tratado y que se van a tratar, invita a poder abrir un debate que vaya más allá del propio debate.

Conferencia magistral Vicente Espinoza*

* Sociólogo, P. Universidad Católica de Chile. PhD en Sociología, Universidad de Toronto. Académico Universidad de Santiago de Chile. Investigador Instituto de Estudios Avanzados IDEA. Coordinador de la especialización Doctoral en Estudios Sociales y Políticos. Políticas de desarrollo social, análisis de redes sociales, sociología política. Actualmente es investigador titular del Proyecto Anillos “Nuevas Tendencias de la Estratificación Social en Chile”.

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Presentaré a continuación datos que muestran los resultados iniciales de un estudio que está en curso, en el primero de tres años de trabajo, que lleva por título Proyecto Desigualdades, un proyecto inter-universitario, que puede ser revisado en nuestra página web1. En el Proyecto Desigualdades participan diversas instituciones universitarias, de la sociedad civil, y del sector público. Participan la Universidad de Chile, la Universidad de Santiago, la Universidad Diego Portales, el Centro de Estudios de la Mujer, la Subsecretaría de Desarrollo Regional y el Ministerio Secretaría General de la Presidencia. Dirige el equipo Emmanuelle Barozet2 de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. Una de las actividades que hemos desarrollado es una Encuesta Nacional de Estratificación Social (ENES), recién terminada, que posee representatividad regional. Para cada una de las 15 regiones del país podemos presentar, con relativa certeza, resultados que cubren diversas dimensiones de la desigualdad. El trabajo de campo se terminó en agosto de 2009 y pudimos disponer de los resultados desde la primera semana de septiembre, del mismo año. Tenemos una muestra de 6.153 casos, que

representan poco más de 12 millones de personas de 18 o más años de edad. A nivel nacional el error muestral es de 1.3% y el máximo para las regiones es de 5.7%. La encuesta ENES aborda diversos aspecto de la desigualdad, partiendo por los elementos socioeconómicos, vale decir la escolaridad, la ocupación, el ingreso, pero también incorporando elementos nuevos en su tratamiento. La dimensión de género, por ejemplo, interviene en el status socioeconómico, de forma que nos preocupamos de distinguir con precisión qué pertenece a los hombres y qué pertenece a las mujeres. Aquí hay una dimensión de desigualdad que normalmente queda oculta. En los estudios corrientes se pregunta si existe auto en la casa y se supone que el auto es de todos, pero nosotros preguntamos a nombre de quién está el auto, a nombre de quién está la casa, si tenían otras cosas, a nombre de quién estaban esas cosas, etc. También incluimos la dimensión cultural, vale decir prácticas, uso del tiempo libre, religión y religiosidad de las personas. Finalmente, incluimos una dimensión fundamental que tiene que ver con desigualdad política; las diversas formas y la facilidad de acceso al poder que tienen distintos grupos de la población.

Incluyendo todos esos elementos, cada una de las personas que participa del proyecto está trabajando distintos aspectos de esa encuesta Dentro de las dimensiones dentro de la desigualdad, me gustaría concentrarme en el tema de desigualdad política y capital social o civismo, según lo voy a definir a continuación. La democracia se constituye sobre la ficción de que todos somos iguales, y cuando digo ficticio lo digo en el mejor sentido, con ningún afán peyorativo, suponiendo que el espacio ciudadano es un espacio donde no cuentan las diferenciaciones sociales. Es decir, un terreno en el cual alguien no es papá, no es mamá, ni es hijo, ni es marido, ni es esposa, no es patrón ni empleado, sino que es ciudadano. La ciudadanía política se constituye sobre la base de esa ficción, aunque por supuesto siempre hay elementos traspasándose desde lo social a lo político, que cuando se trata de personas con poder se denomina “conflicto de interés”. El juego entre la posición social y los derechos ciudadanos hace que no todas las personas tengan la misma posibilidad de acceso a las decisiones, vale decir, sus desiguales dotaciones de poder, establecen desiguales posibilidades de incidir en decisiones que afectan el bienestar de las personas.

1. Proyecto Anillos SOC12 financiado por el Programa Bicentenario de Ciencias y Tecnología de CONICYT. www.desigualdades.cl 2. Socióloga, titulada del Institut d’Études Politiques de París (1994), Magíster en Historia y Civilización (1995) y Doctora en Sociología por la École des Hautes Études en Sciences Sociales de Paris, Francia (2002). Realizó un postdotorado en Chile y Bolivia por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia (beca Lavoisier, 2003). Se desempeña como profesora asistente del Departamento de Sociología desde el 2006. 3. Agradezco los aportes de Ignacio Balbontín, investigador asociado al Proyecto Desigualdades, en la conceptualización de cultura política.

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Este complejo aspecto lo concretamos en dos elementos: la participación comunitaria y la participación política, sobre los cuales vamos a referirnos. Para avanzar en tal dirección se hace necesario establecer algunas definiciones iniciales, que guíen esta exploración3. Por cultura política vamos a entender un conjunto de valores y normas en cuyo marco opera el sistema político. Si bien los sistemas políticos están construidos sobre la ficción de la igualdad, también operan dentro de instituciones construidas históricamente, comprenden un repertorio de acciones aceptadas como más o menos legítimas, y consideran orientaciones, representaciones, percepciones y criterios de los propios ciudadanos, respecto de la legitimidad que tenga el tema político. Los elementos culturales generales del sistema político, normalmente varían entre países e incluso dentro de ellos. Vale decir, las percepciones sobre legitimidad en Chile, probablemente son distintas a las percepciones de legitimidad en Colombia o en Alemania, y ciertamente muy diferentes a las que existen en Somalía. Todos esos son elementos que incluimos en la definición de cultura política. De esta forma, cada sistema político institucional posee su propia historia, constitución y régimen, en el cual las demandas y propuestas ciudadanas, han pasado a convertirse en políticas autorizadas y reconocidas. Junto con sus instituciones, los sistemas políticos suponen también la presencia de ciudadanos con voluntad política, que conocen sus garantías, poderes, derechos y obligaciones y que participan en la actividad política de diversas formas. Tal como las instituciones poseen su historia, también la tienen las prácticas de inclusión en las decisiones, que expresan las formas de relación características entre la institucionalidad y los ciudadanos. La voluntad de inclusión y participación contempla prácticas democráticas que dan rasgos peculiares a cada nación. Desde el punto de vista de los ciudadanos, ahora, se les puede ordenar en un continuo que iría desde la apatía a la participación activa.

Nuestra visión de la participación cívica comprende lo que dentro de la reflexión de los últimos quince años se ha definido como capital social. El capital social ha sido un buen envoltorio para una cantidad de preocupaciones que han estado presentes por muchos años en las ciencias sociales, como la preocupación por la participación cívica, por el desarrollo comunitario, los análisis de redes sociales, etc. Todo eso se incluye dentro de lo que es capital social y lo consideramos porque la participación cívica tiene que ver en la relación entre ciudadanos y el aparato institucional público. Esto tiene expresiones concretas expresadas en la confianza en las instituciones y la confianza en las relaciones entre personas. Un primer aspecto que abordamos es la confianza interpersonal. La confianza es un reductor de la incertidumbre y la inseguridad. La confianza opera fundamentalmente como una manera en la cual una persona puede introducir elementos fácticos en la relación con otras personas, vale decir, alguien confía en otra persona en la medida que esa otra persona actúa de forma predecible, y a eso es lo que generalmente se le llama confianza. Visto así se entiende por qué algunos dicen que incluso se puede tener confianza en las malas personas porque siempre van a ser malas. En Chile tendemos a pensar en la confianza en términos de relaciones interpersonales positivas, pero ello no debe ocultar la función básica de la confianza como reductor de la incertidumbre frente a la posibilidad de que nuestra contraparte actúe de mala fe. Al preguntar en la encuesta utilizamos una formulación común a otras encuestas, para facilitar la comparación: ¿diría usted que se puede confiar en la mayoría de las personas o que hay que tener cuidado al tratar con ellas? Frente a esta pregunta sólo 11%, responde que casi siempre se puede confiar en las personas, mientras que un 87% dice que casi siempre hay que tener cuidado. Notable que frente a la dicotomía la gente no haya optado por lo que se consideraría una respuesta socialmente deseable, como confiar en otras personas.

4. Sistema de encuestas desarrollado por el Centro de Estudios MORI.

Este elemento no es sorprendente porque de hecho la empresa MORI4, que aplica la encuesta Mundial de Valores en Chile, hace esta misma pregunta y obtiene resultados semejantes. En realidad, habría que concluir que Chile es un país donde la gente es muy desconfiada. Ahora, hay toda una discusión porque en la mayor parte de los países de América Latina aparecen muy bajos en esta escala de confianza; en cambio Estados Unidos o los países europeos aparece mucho más alto. Aparentemente, entre el norte y el sur habría una diferencia en la manera de entender la confianza y la manera en la cual las personas se relacionan con ella. Se puede apreciar además, que esta situación no varía mucho por regiones. Hay algunas que son particularmente más desconfiadas como la Región de Aysén, Maule, O’Higgins; y en otras regiones sus habitantes son algo más confiados, pero no mucho más. Para obtener una visión algo más completa buscamos establecer cómo variaban los niveles de confianza para distintas categorías de personas. Utilizamos una escala de respuesta igualmente rígida pero que comprende cuatro niveles, desde “casi siempre” hasta “no se puede confiar”. Lo que nos encontramos es con un panorama también relevante de comentar, porque el lugar donde existe más confianza es el reducido círculo de la familia. De todas formas, más del 25% de la gente no confía ni siquiera en la familia –sea lo que sea que quiera decir. En la medida que nos movemos hacia categorías sociales más lejanas al entrevistado/a ocurre algo bien interesante: hay grados similares de confianza para los amigos y la policía, mientras que para el resto de las categorías los niveles de confianza se ubican muy por debajo de los anteriores. Por supuesto, la amistad está definida en términos de personas con las cuales uno tiene confianza, por cual también resulta curioso que mucha gente diga que tampoco confía en los amigos (aunque el término amistad se usa muy laxamente en Chile). Cuando se habla de amigos se alude un amplio conjunto en el cual se debe distinguir entre los amigos-amigos,

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los súper amigos, los buenos amigos, etc,y muchas veces la palabra “amigo” designa simplemente un conocido que uno ve frecuentemente. La confianza que existe en la policía llama la atención, puesto que alcanza un grado semejante a la confianza que existe con los amigos. Luego viene una cantidad de categorías que tienen que ver con categorías sociales más lejanas como vendedores de las tiendas donde hacen las compras, vecinas mujeres, vecinos hombres, la diferenciación por condiciones de género, los compañeros de trabajo, donde los niveles de confianza son muy bajos. Con lo que nos encontramos acá es que la confianza está reducida a los círculos sociales más inmediatos y fuera de esos círculos sociales se espera que sea la policía la que ponga orden. Es una sociedad, por lo tanto, en la cual las personas se consideran incapaces de imponer control social sobre su entorno: están permanentemente amenazadas por la mala fe de quien no es de su familia o es su amigo. Uno de los temas básicos que está puesto acá en el tema de ciudad y ciudadanía: en la misma medida en que estos ciudadanos se sienten inseguros y desconfían del resto del mundo, reflejan su incapacidad para controlar socialmente su entorno. Controlar socialmente un entorno significa ocuparlo activamente, mirarlo, conocerse, significa una cantidad de cosas que probablemente hoy día están presentes sólo en el imaginario de algunos viejos. La mayor parte percibe un entorno amenazante, y uno podría asociar ese elemento de desconfianza con el elemento de inseguridad y la construcción que sobre ello se hace de la criminalidad y la delincuencia. Un segundo componente abordado en la encuesta, es la confianza en las instituciones públicas que operan como mediadores sociales de la confianza a los cuales las personas han traspasado derechos de control. La percepción de los entrevistados tiende más hacia los niveles bajos. Por cierto, el examen de los datos tiene que

resolver qué hacer con la respuesta “alguna confianza” la cual, en todos los casos comprende la mayoría de las respuestas. Si bien la formulación es positiva, debe suponerse que comprende elementos negativos que califican la percepción. En otras palabras, no siempre se puede confiar en estas instituciones. Las instituciones como mediador social, tampoco parecen ofrecer una oportunidad clara de lograr orden en el entorno. Es interesante que el gobierno nacional alcance el mayor nivel de confianza, mientras que las organizaciones más descentralizadas como la gobernación, el gobierno regional, las organizaciones sociales locales, ofrecen una escasa capacidad de control social. El siguiente elemento que abordamos tiene que ver con la participación organizada, uno de los aspectos centrales del capital social, sobre lo cual hay bastante que decir. Consideramos siete tipos de organizaciones, más una categoría residual para la participación en otras asociaciones no consideradas: partidos políticos, movimientos sociales o agrupaciones políticas que no son partido, sindicatos, organizaciones gremiales, organizaciones sociales, organizaciones no gubernamentales, ligas o grupos deportivas, organizaciones religiosas, comunidades parroquiales, y otras. Estos datos se presentan según niveles de participación calificados en términos de quiénes son participantes activos y quiénes son participantes ocasionales. Como participantes activos entendemos a quienes declaran participar activamente en cualquiera de las categorías de organización mencionadas; y ocasionales, a quienes participan en algunas y que no son activos en ninguna. Según la clasificación propuesta, al sumar participantes activos y ocasionales alcanzamos niveles de 43 o 44%, una cifra que coincide con la de otros estudios que lo han preguntado de la misma

forma5. Una cuestión interesante de destacar acá es un fenómeno de exclusión social. Siguiendo la estratificación alfabética que usan las empresas de marketing se puede resaltar que la participación activa, al contrario de lo que se piensa, no es tanto una propiedad de los sectores más desfavorecidos o desaventajados dentro de la sociedad, sino que quienes más activamente participan en organizaciones sociales son los sectores de ingresos altos y medios. Incluso en relación al sector ABC16 en esta encuesta, el 35% de ellos participa activamente en alguna organización, por oposición al 10,7% del sector E 7que participa activamente también en alguna organización. Es decir, niveles de participación activa que decrece a medida que uno baja en la estratificación socioeconómica. En el sector E hay una alta participación ocasional en organizaciones, cercana al 42%. Y este es un elemento novedoso que conviene explicar porque se refiere fundamentalmente a la participación en organizaciones religiosas. Tenemos dos extremos de la sociedad con alta participación en organizaciones religiosas, es decir, muy activos en su religiosidad. La élite –los niveles ABC1– participa activamente en la iglesia católica, mientras que en los sectores E y D8 su religión es fundamentalmente la evangélica. Sumados ambos grupos, encontramos que 30% activo en organizaciones religiosas. Al continuar la revisión de los niveles de participación en otras organizaciones –sociales y vecinales, deportivas, sindicales, partidos políticos, ONG, movimientos sociales y otras– encontramos invariablemente, que el nivel más alto de participación corresponde al sector ABC1 y que decrece hacia los sectores más pobres. Los clubes deportivos, contrario a cierta mitología todavía predominante, han perdido mucha de su capacidad de aglutinamiento social, estando incluso por debajo de las organizaciones sociales y vecinales.

5. Hay diferencias en los niveles de participación en organizaciones según el tipo de pregunta utilizado para registrarlo. Cuando se presentan listas de organizaciones los niveles detectados son más altos que al preguntar solamente si participa en alguna organización. 6. Nivel de estratificación socio-económico alto. 7. Nivel de estratificación socio-económico bajo. 8. Nivel de estratificación socio-económico medio.

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Otro aspecto relevante de señalar es la participación en los partidos políticos. Sumando ocasionales y activos, aparecen como militantes de partidos políticos un 7% de la población. Si consideramos que la muestra expandida para 2008 corresponde a unos once millones de personas mayores de 18 años, estamos hablando de unas 800.000 personas vinculadas con partidos políticos. Estas estimaciones no son descabelladas porque, aunque existen muy pocos estudios sobre militantes de partidos políticos –y aún con Ley de Transparencia9 el padrón de militantes de partidos políticos no es público– las estimaciones conocidas, ya sea hechas con preguntas a informantes claves o extrapolando desde algún padrón disponible, llegan a estimaciones entre 500 mil y 600 mil militantes. En comparación con las otras organizaciones consideradas en el estudio, los partidos políticos son la más poderosa; son pocos, centralizados, con alta capacidad de acción colectiva e indudable influencia en la sociedad y el Estado. Aún cuando en las organizaciones sociales y vecinales participa el 17% de la población, más del doble que en los partidos políticos, sus membresías comprenden entre 10 y 50 personas, a la vez que están localizadas en sectores muy específicos. Lo mismo pasa con los clubes deportivos y lo mismo se podría decir de los sindicatos, con algunos matices. Por contraste, los partidos políticos son 7, 8 o 9, y eso significa que estamos dividiendo 800.000 personas en 9, por lo tanto, estamos hablando de organizaciones muy grandes, que son capaces de actuar coordinadamente y que reflejan un grado de involucramiento cívico muy alto. No podemos sostener entonces que los partidos políticos son marginales en la vida social o que están completamente desprestigiados. En primer lugar, si bien su membresía vista en términos relativos puede parecer menor, vista en términos de volumen es bastante grande. En segundo lugar, su capacidad de acción conjunta, dadas la coordinación y su tamaño, resulta notable. En fin, no puede haber democracia sin partidos políticos y si los partidos políticos son débiles, la de-

mocracia no puede ser fuerte. Aún si los partidos son débiles uno debiera pensar en cómo fortalecerlos, no si acaso descartarlos. Del mismo modo, podemos revisar los niveles de participación por regiones. Esto es muy interesante porque también hay mucha variación. Pasamos desde niveles altos, por ejemplo en Tarapacá, donde prácticamente dos tercios de la población declara participar activa y ocasionalmente en alguna organización, hasta regiones como Maule (poco más de 20%) o Coquimbo (poco más de 30%) donde la participación organizada es mucho más baja. La participación en organizaciones en la Región Metropolitana tampoco es demasiado alta. El capital social se puede medir de muchas maneras. En nuestra metodología usamos distintas variables, pero me referiré en primer lugar a las que tienen que ver con conductas prosociales o procomunitarias de las personas. Capital social en su versión más pura es una propiedad de las comunidades, lo cual es muy difícil detectar por medio de una encuesta, porque no se le puede preguntar a la comunidad, sino que se le pregunta a personas que pertenecen a una comunidad. Y si uno le preguntara a cada una de las personas sobre la comunidad, obtendría los juicios de cada una de estas personas al respecto, pero no necesariamente la situación de la comunidad. Como alternativa buscamos una serie de conductas que podrían reflejar la presencia de capital social en una comunidad a través de prácticas individuales o personales tales como visitarse con líderes de una comunidad, visitarse con amigos que son de otro nivel socioeconómico, asistir a reuniones o manifestaciones políticas, asistir a reuniones vecinales o comunitarias, hacer donaciones para obras de caridad o filantropía, llevar materiales diversos para reciclar, participar en actividades de voluntariado o trabajar en algún proyecto comunitario. Cuando revisamos estos indicadores, encontramos que la principal forma de participación comunitaria de los chilenos consiste en hacer una donación. Ahí

encontramos que más del 60% ha hecho donaciones para obras de caridad o filantropía y hay un salto muy grande respecto de otro tipo de actividades comunitarias, incluso en el reciclaje. Si uno trata de medir conductas ecológicas, por ejemplo llevar a reciclar material, guardar el papel, no botar las bolsas plásticas a la basura sino que llevarlas a donde corresponda, es baja la incidencia de gente que lleva desechos a reciclar, aunque es más alta que otras actividades. Hay mucha gente que participa en reuniones vecinales o comunitarias, sin embargo, la forma predominante de participación es una forma más bien pasiva que hace donación. Hicimos una escala parecida para ver el nivel de actividad política de las personas. En términos de actividad política, podemos ver una gradación bastante clara, que va desde personas que han trabajado para un partido político o en una candidatura, que es menos del 10% y que es bastante consistente con la cantidad de personas que dice pertenecer a algún partido político. Si alguien milita, probablemente hace cosas como esas, o hace cosas como tratar de convencer a alguien de lo que se piensa políticamente. Después comienzan a ocurrir cosas interesantes como que hay cierta incidencia de la conversación con amigos o en familia sobre política. Lo que resulta relevante es que la mitad o más de la mitad de las personas lee sobre política, lee noticias políticas o ve programas políticos en televisión. Sin entrar a discutir sobre el tipo de opinión que forma la televisión, es interesante reconocer que más de la mitad de la población está interesada en informarse políticamente, y en segundo lugar, que el principal medio a través del cual forman su opinión política es a través de la televisión. Creo que la Campaña del “No”10 fue el momento en que los dirigentes políticos descubrieron que no necesitaban a los militantes para conectarse con la base social y ahí está, a mi juicio, la raíz del origen de la debilidad de los partidos. Con relación a la satisfacción por la democracia, si dejamos fuera a los no muy satisfechos y los que están nada satisfe-

10. El Plebiscito Nacional de 1988 realizado el 5 de octubre , que decidía la continuidad de Pinochet hasta el año 1997. Las opciones eran “Si” para la continuidad y “No” para el fin del régimen militar. El triunfo fue para el “No” con el 55,99% de los votos.

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chos, lo que arroja es que gran parte de la población, estamos hablando de cerca del 70%, está satisfecha con la democracia tal cual ésta se ha implementado en Chile, o tal cual ésta opera actualmente en nuestro país. Hay una cosa interesante: quienes más satisfechos están con la democracia son los que tienen más recursos. A los que les ha ido mejor están más satisfechos con esta democracia y los sectores menos aventajados o más desfavorecidos socialmente, están menos satisfechos con la democracia tal cual existe actualmente en Chile. Esto probablemente refleja la exclusión social en la esfera política: Los sectores más pobres efectivamente no ven que tengan mucho que ganar con la democracia. En otro plano relativo a la valoración de la democracia, encontramos que la división entre partidarios de la democracia y partidarios del autoritarismo sigue más o menos igual que hace 20 o 25 años atrás. Si bien el sector ABC1 es el que está más satisfecho con la democracia actual, es el que está más dispuesto a descartarla por un gobierno autoritario en circunstancias calificadas. Vale decir que estar satisfecho con la democracia no viene a ser precisamente sinónimo de espíritu democrático. Por otra parte, el sustento más fuerte de la democracia bajo toda circunstancia viene a ser la proverbial clase media, en la clasificación alfabética que estamos utilizando, el C2 y el C311. Ellos son los que no respaldan, ni siquiera en circunstancias excepcionales, el ejercicio del autoritarismo; mientras que los de mayor estatus so-

cioeconómico están dispuestos a abandonar rápidamente la democracia, si alguna circunstancia así lo requiriera. Quiero concluir haciendo referencia a algunas afirmaciones que me parecen también llamativas respecto del tema de la desigualdad. Las diferencias de ingreso en Chile son demasiado grandes y ahí hay un consenso. Más del 80% de la población está de acuerdo en que las diferencias en los ingresos son demasiado grandes. Más aún, cuando preguntamos sobre la justicia del ingreso, si reciben ingresos de acuerdo a su inteligencia y capacidad, menos del 30% cree que las personas reciben ingresos acordes con su inteligencia y capacidad. Cuando preguntamos respecto al esfuerzo, si las personas reciben ingresos acordes con su esfuerzo, el mismo porcentaje, incluso más cercano al 20%. Vale decir que aquí prácticamente hay un consenso. Las diferencias de ingreso son demasiado grandes y las remuneraciones al trabajo son injustas, pues no recompensan de acuerdo con la capacidad, la inteligencia, o el esfuerzo. Ahora bien, frente a la afirmación “yo estaría dispuesto a agregar el 10% del ingreso a impuestos para poder poner fin a la desigualdad”, ahí el acuerdo baja a menos del 40% entre los que estarían de acuerdo con una medida de ese tipo. Por otro lado, cuando uno les pregunta si estas diferencias de ingresos son necesarias para el desarrollo del país, cerca del 40% dice que sí, que son necesarias. Entonces, encontramos una situación curiosa porque

11. Nivel de estratificación medio-medio y medio-bajo, respectivamente

hay una cierta tolerancia a la desigualdad a pesar de saber que es injusto y a pesar de saber que son demasiado grandes las diferencias. Y eso nuevamente no es un resultado exclusivo de esta encuesta, sino que es un resultado que aparece en una encuesta mundial. En Chile, la gente sabe que existe la desigualdad, sin embargo la tolera más. Eso a mí me parece una de las cosas más insólitas y más intersantes de profundizar en el estudio de la sociedad actual. Agradezco nuevamente la oportunidad que me han brindado para compartir estos resultados, acompañados de algunas reflexiones relativas a la desigualdad de poder en el país. Las bases sociales de la democracia parecen requerir mayor fortalecimiento. Por una parte, prima la desconfianza en las relaciones sociales que van más allá de los estrechos límites de la familia y los amigos cercanos; las instituciones públicas ofrecen un escaso control sobre un entorno social que se percibe amenazante y dominado por la mala fe. Por otro lado, los niveles de satisfacción con la democracia son más altos entre quienes logran los mayores retornos y que, a la vez, son quienes están más dispuesto a abandonarla. Son estos los desafíos o “emergencias” que plantea la construcción de la ciudadanía del futuro para un mejor país.

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Conferencia magistral Eduardo Dockendorff*

* Arquitecto, Universidad de Chile. Estudios de postgrado en Planificación Regional y Urbana, Instituto de Ciencias Regionales de la Universidad de Karlsruhe, Alemania Federal. Director del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile (2008-2013). Vicepresidente del Directorio de la Empresa Metro de Valparaíso S.A. Docente de postítulo, Universidad Alberto Hurtado, Escuela de Gobierno (2006-2007). Ministro Secretario General de la Presidencia (2004-2006). Docente postítulo Instituto de Ciencia Política, P. Universidad Católica de Chile (2000-03). Subsecretario General de la Presidencia (2000-2002). Director de Estudios del Ministerio Secretaría General de la Presidencia (1997-2000). Consultor de la Sociedad Alemana de Cooperación Técnica (GTZ) para América Latina (1991-actualidad). Consultor del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) (1994-1997). Director del Centro de Estudios del Desarrollo (19911996). Publicaciones en español, en alemán e inglés en el campo de las Políticas Públicas, Descentralización, Planificación, Políticas de Desarrollo Regional y Urbanas, Políticas de Vivienda.

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Para intentar explicar la relativamente reciente preocupación del ser humano por la sociedad que lo contiene, el antropólogo norteamericano Ralph Linton1 sostenía que probablemente, de lo último de lo que los peces podrían llegar a tener conciencia, era del agua. Algo similar ocurre con nosotros y las ciudades. Nos hemos empezado a dar cuenta, lo cual nos parecerá siempre muy tarde, que existen estos poderosos catalizadores de vida social, de actividad productiva y de actividad humana que son las ciudades. A partir de esa afirmación, me interesa aquí primero, ofrecer una mirada desde el ciudadano global y segundo, esbozar una innovación en nuestros enfoques sobre la experiencia urbana de aquel ciudadano global. Partamos diciendo que todo nuestro siglo XX está muy fuertemente marcado por el Estado de Bienestar2. Ya en la crisis del año 303 se dijo que ésta sólo podría ser resuelta por un Estado que asumiera una responsabilidad y un protagonismo mucho mayor en la asignación de los recursos, para permitir una recuperación del sistema económico, por una parte, y generar condiciones políticas de gobernabilidad, por otra. Recordemos que estábamos en medio de un período extremada-

Quizás nunca reparamos en el hecho de que aquel Estado Bienestar funcionó gracias a una suerte de “complicidad” con el mercado. Si bien el mercado no es un agente en sí, es un mecanismo, es un ámbito, una plataforma donde transcurren las transacciones, las comunicaciones y los negocios. Pero debemos usarlo cautelosamente pues no se comporta de igual modo que el Estado por lo que tampoco corresponde equipararlo al concepto. Más bien, me parece propio pensar derechamente en quienes poseen el capital o en quienes tienen propiedad sobre bienes de producción y están en condiciones, en consecuencia, de mover la economía e incidir en la asignación de recursos.

El Estado de Bienestar es un instrumento que transfiere determinados beneficios a los ciudadanos para proveerle de bienes y servicios, y por ello tiende a generar naturalmente en el destinatario de beneficios, una determinada conducta política. En el contexto de democracias representativas, dicha conducta se traduce en una condición de ciudadano espectador. Espectador porque la democracia es un juego que él observa pero en el que no participa. Es un escenario que no le pertenece del todo. Esto hizo crisis varias veces. Sin embargo, en aquellos países o en aquellas regiones del mundo donde existió esta cooperación o esta alianza entre Estado y mercado, siempre el Estado se acomodó a las circunstancias y los requerimientos del mundo de la empresa para lograr el equilibrio de gobernabilidad. En efecto, se modificó la base tributaria o se suministró resguardo a las inversiones o se protegió a determinadas actividades económicas.

Esta “complicidad” entre el Estado y la empresa marcó muy decisivamente las formas y las crisis políticas que vivió el mundo, desde la Depresión de los años 30 en adelante. Por este motivo la historia política de Occidente se confunde con la historia del Estado de Bienestar.

Si uno lo mira desde la perspectiva de la gobernabilidad, el siglo XX está lleno de incidentes donde tuvo que intervenir el Estado, con aquiescencia de los empresarios beneficiados por aquél para poder preservar dicha gobernabilidad, sin la cual la inestabilidad política amenazaba con

mente inestable en el mundo occidental, epicentro del poder político mundial entonces. Al Estado le cupo una responsabilidad fundamental en ese proceso.

1. Linton, Ralph: Estudio del Hombre, Volumen Nº 52 de Edición Conmemorativa 70 Aniversario; Fondo de Cultura Económica, USA, 2006 2. Estado de Bienestar es un concepto utilizado en política y economía, que establece al Estado como proveedor de ciertos servicios o garantías sociales a la totalidad de los habitantes de una nación. 3. Conocida como la Gran Depresión. Crisis económica mundial que se desarrolló durante la década anterior a la Segunda Guerra Mundial.

Ciudadanía y Emergencia Emergencia: sustentabilidad, pesquisa de sentidos

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derrumbar todo el edificio institucional. La historia del siglo XX es una historia de una alianza sistémica entre Estado y mercado, pero sin ciudadanía. En esta dirección, me gustaría señalar que la suerte de la estabilidad política y la gobernabilidad democrática en este mundo global, ya no dependerán de los acuerdos que puedan alcanzar Estado con empresarios, sino de cuánto pueden influir los ciudadanos en el espacio democrático. La gobernanza, o la gobernabilidad, depende en consecuencia, y esto lo dice la sociología comparada4 hace ya más de 20 años, de un equilibrio sistémico entre el Estado, la economía privada y la sociedad civil o mejor todavía, el ciudadano global. Esto puede tener una expresión territorial ilustrativa. En efecto, hay un Santiago hecho por el Estado en los años 30 o 40, su barrio cívico y la proliferación de obras públicas iniciadas a propósito del primer centenario de la independencia nacional. Y hay otro Santiago que lo hizo la economía privada que hoy podemos observar en buena parte del sector oriente. En este último caso el Estado no intervino, excepto su tenue regulación municipal. Cabe la pregunta entonces ¿podemos imaginar una expresión en el sistema urbano que refleje un nuevo arreglo democrático en la ciudad? Formulado de otro modo ¿hay una ciudad construida por los ciudadanos o por un nuevo equilibrio entre éstos, el Estado y el mercado? En la democracia representativa, el Estado tiende paternalistamente a asumir la representación de las demandas e intereses ciudadanos para tomar decisiones sobre normas, leyes, sobre el deber ser, en suma. En años recientes, con el acceso a las tecnologías de información y comunicaciones, el peso político del ciudadano se ha incrementado exponencialmente. Pero ni el Estado ni los agentes privados del mercado parecieran estar en conocimiento o disponibles para asumir las consecuencias políticas de esto. Hace poco tiempo atrás un municipio santiaguino, de una comuna que alberga a población de altos niveles de ingreso, hizo lo que todos los municipios chilenos venían haciendo por años. Convino con

agentes privados e inversionistas un agresivo programa de intervención constructiva en un sector de la comuna. Parecía un promisorio negocio para el municipio, por el pago de patentes y derechos, y para los inversionistas, que obtendrían la renta privada. Sin embargo, un espontáneo movimiento vecinal, articulado sólo con medios electrónicos personales –teléfonos celulares y correos electrónicos- doblegó a la autoridad, que debió convocar a un plebiscito que terminó por rechazar la intervención y con ello el acuerdo implícito entre las partes, haciendo fracasar el proyecto inmobiliario. Por mucha fuerza que puedan llegar a reunir agentes inmobiliarios, muchos de ellos secundados por avezados profesionales de la construcción que son parte del mismo sistema de intereses del Estado, en este caso representado por el municipio, por poderoso que sea, pueden ver fracasado cualquier intento de progreso, si desoyen la voluntad ciudadana. Esta voluntad ya no es una mera depositaria de beneficios y subsidios sociales como en el auge del Estado Bienestar, sino una verdadera conciencia pública, informada, alerta y con insospechada capacidad de poner en jaque acuerdos políticos institucionales de grandes efectos potenciales en el desarrollo urbano futuro. ¿Cómo se logra esta articulación? Yo diría que ni el Estado, ni el mercado, ni el más ilustre de los ciudadanos globales tienen patente de éxito o alguna receta mágica de cómo asegurar las nuevas formas de gobernabilidad en las ciudades, o cómo hacerlo con los Estados y las sociedades para tener un desarrollo satisfactorio pero sobre todo, equilibrado. Estamos compelidos entonces, felizmente, a tener que ponernos de acuerdo e interactuar necesariamente mientras las reglas del juego –la democracia como bien público global- o alguna inteligencia superior ordenadora, no digan otra cosa. Debemos aprender a establecer acuerdos y buscar soluciones que interpelen, por cierto, a los sistemas políticos, a los sistemas de administración urbana, de una manera difícil de imaginar hoy día. Un desafío fundamental es rearticular el Estado para poder aprender a vivir con una ciudadanía alerta, infor-

mada, capaz de movilizarse con celeridad instantánea. Es urgente entonces emprender muchas reformas al Estado, entre ellas muchas de carácter territorial para hacer de la ciudad un espacio verdaderamente democrático. Pues bien, desde el punto de vista de la administración o del poder político, las políticas públicas deben situarse en el centro de gravedad de este triángulo –potencialmente virtuoso– entre Estado, actividad privada y ciudadanía global, de modo de articular y viabilizar procesos políticos, de negociación, construyendo espacios que permitan prevenir y regular conflictos que no paralicen ni tengan costos exorbitantes que terminen por deteriorar la calidad de vida de las personas y hacer menos atractivas las inversiones en comunidades políticas beligerantes o incapaces de ponerse de acuerdo. No siempre la democracia representativa va a ser una solución a los problemas que tenemos en nuestras ciudades o en nuestros países. Todos sabemos hoy día la catástrofe política que significa si lleváramos algunas decisiones que son de alta complejidad valórica a plebiscito. Hay decisiones que no se pueden someter a plebiscito, así como así, por el solo mérito democrático que tal instrumento represente. En efecto, dados los efectos profundos en la calidad de vida, salud pública y bienestar de la población que contiene un plano regulador comunal o un seccional, es que los instrumentos de la democracia representativa no siempre, quizás nunca, constituyan allí una respuesta favorable al objetivo de la gobernabilidad democrática. ¿Qué ocurre con los ciudadanos que se no se sienten en absoluto representados en una opción plebiscitada de instrumento de planificación? ¿Resignarse a vivir al gusto de una mayoría numérica circunstancial? Hay ámbitos de la vida pública que son irreductibles a procesos democráticos tradicionales porque las demandas de una vida moderna de calidad son mucho más complejas que un juego de mayorías. A eso me refiero cuando afirmo la urgencia de cometer reformas al Estado, a su estructura y sistema decisional, a su sistema político para redefinir los nuevos ejes del

4. La sociología comparada establece el estudio de la conducta humana mediante el estudio de otras especies y comparando los comportamientos encontrados con los humanos.

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poder político, así como a sus expresiones en la construcción democrática de las ciudades posibles. El rol de las políticas públicas entonces es articular a los actores principales en el juego de la gobernanza y la gobernabilidad, para hacer posible este espacio que permita siempre avanzar, de a poco, pero avanzar. Ciertamente existe entre espacio y política, y entre ciudad y democracia, una relación simbiótica. El territorio es poder y el espacio también representa políticamente un referente, y la democracia se juega también en el territorio. Por último, estas consideraciones políticas sobre la ciudad no surgen de la pura teoría o de un voluntarismo de las ciencias sociales, sino que de los cambios sistémicos que los mismos sistemas urbanos del siglo XXI nos están mostrando a diario, con su vertiginosidad impredecible. En el ámbito de lo propiamente urbano, y aquí le hablo más a arquitectos, sociólogos y antropólogos; cultivamos el anhelo por la recuperación del “lugar”, que se traduce después administrativamente en la noción de distrito, barrio u otra figura. Es una rememoranza quizás, de una modalidad del urbanismo que ha tenido su mayor expresión, incluso, desde el punto de vista teórico cultural, en Europa. Pero si hoy día observamos lo que es el desarrollo urbano en el mundo entero, particularmente el que observamos en las metrópolis asiátiacas, yo diría que el factor que rompe la noción de lugar, que nos genera esta cosa que a muchos nos descontrola o

nos desconcierta, es la proliferación de los “no lugares” en el mundo como son los aeropuertos o los sitios de tránsito. Llegó este factor a instalarse, el de los flujos. Es una ilusión intentar –como lo he constatado en alguna teoría urbana en el último tiempo- buscar un equilibrio entre flujo y lugar. El mundo global de hoy es de flujos. El ciudadano moderno que se refugia los fines de semana en espacios bucólicos –lugares- de suburbios o segundas residencias de fines de semana, pero que durante la semana debe volar para atender negocios, puede experimentar la fantasía de contar con un lugar, pero su experiencia urbana y social es global y por eso, es de flujos. Creo que tenemos que empezar lenta y gradualmente a acostumbrarnos a un mundo de flujos intensísimo y que nos crea las grandes incertidumbres que nos acosan en nuestra existencia, y que va a ser uno de los problemas más acuciantes que nos va a tocar vivir incluso desde el punto de vista de la salud pública en el siglo XXI. El gran desafío para el urbanismo y la arquitectura es la re territorialización, es decir, re-entender que la construcción del territorio no está solamente dada por cómo mi corporalidad se desplaza a 5 o 7 kilómetros por hora, generando círculos concéntricos parecidos al legendario barrio de nuestras urbes postindustriales, sino que tiene que ver con la posibilidad de conectarnos internacionalmente a través de estas tecnologías. Tengo la convicción de que éstas son las que proveen la

posibilidad cualitativa de construir una democracia de otro carácter en el siglo XXI. Creo que el futuro del urbanismo no está en Europa, creo que el urbanismo probablemente está en el desarrollo de las grandes ciudades latinoamericanas o en las ciudades asiáticas fundamentalmente, que es donde se están produciendo con más velocidad los procesos que tenemos que mirar a la hora de construir políticamente cómo nosotros buscamos soluciones a ello. En el juego democrático, fundamentalmente lo que impera es la experiencia de la diferencia del otro, y eso tiene un sentido muy profundo respecto de cómo nosotros vivimos nuestra experiencia de libertad colectiva. El autoritarismo nos lleva siempre a vivir una experiencia de libertad ficticia, condicionada, que es una libertad falsa. Un escenario perfectamente democrático que me puedo imaginar para reconstruir la relación de la política con la ciudad y de la democracia con el espacio. Esto es posible, las condiciones están dadas. Lo que está por construirse –espero entre todos- es cómo va a ser ese nuevo Estado, cómo va a ser ese nuevo gobierno, cómo se van a reorganizar las empresas y cómo los ciudadanos aprenden a usar bien su mayor poder político, que está ahí, virtualmente en sus manos. Para eso están las universidades, para pensar cuáles son las contribuciones que a cada uno de nosotros nos corresponde dentro de los ámbitos que nos compete, para hacer de esta alternativa o de esta democracia moderna, un sueño posible.

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Panel 3 Tensión entre ciudadanía y poder: ¿Quién moviliza a quién?

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Tensión entre ciudadanía y poder: ¿Quién moviliza a quién?

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Luis Eduardo Bresciani*. Provocador

La reflexión que deseo plantear se establece a partir de los efectos que tienen las emergencias de debates ciudadanos en la sociedad actual. ¿Cuánta influencia pueden llegar a tener cuando la ciudanía presenta sus demandas?, ¿Cómo se articula este proceso?, ¿Cómo reacciona el Estado frente a ellos? Por eso, el tema que nos convoca tiene que ver más con las tensiones entre legítimos intereses que con la mera expresión democrática. Una tensión que se produce entre la ciudadanía, la distribución del poder, la toma de decisiones y el efecto que éstas generan sobre las ciudades o sobre el hábitat. En los últimos años, los temas de la infraestructura, los temas ambientales y la configuración de las ciudades, han estado permanentemente en la agenda pública. No obstante, las problemáticas asociadas a la participación, a la ciudadanía, a la distribución de poder y de decisiones se han convertido muchas veces en una piedra de tope para el desarrollo en nuestros espacios urbanos. También se han transformado en la clave para resolver muchos de los temas pendientes de las ciudades, pues tienen que ver con cómo se toman las decisiones y quiénes participan en ellas, es decir, sobre “nuestras aspiraciones como ciudadanos”.

En muchos casos, la discusión se desarrolla en torno a polaridades en conflicto, estableciendo una compleja contrariedad entre la ciudad y el deseo de unidad e integración, con el deseo de exclusión y segregación que muchas veces las comunidades y personas ejercen en las ciudades y barrios. Una discusión que establece el deseo de proteger y resguardar aquellos bienes que nos identifican como grupo social, como comunidad a partir de nuestros valores, defensa que finalmente se traduce en mecanismo de exclusión. La pregunta que surge al respecto nos interroga de la siguiente manera ¿es válida la planificación urbana que aspira a integrar problemas y zonas con mirada local que aspira a la diferenciación y segregación? Por esto mismo, yo creo que hoy más que nunca se justifica la planificación, como única forma de mantener la unidad en medio de fuerzas que aspiran a la fragmentación. Los mismos conflictos existen frente a la emergencia valórica del concepto de capital social. Valoramos fuertemente la noción de comunidad organizada, con lo cual aceptamos la organización en torno a intereses, pues también hay capital social en la organización de intereses, es decir, grupos legítimamente organizados para defender sus valores. Valoramos el capital

social, pero este se torna conflictivo cuando se basa sólo en mis valores y mis intereses. Crecientemente uno se da cuenta que en la medida que el país y las ciudades tienen acceso a más bienes, las tensiones y los conflictos son mayores. ¿Por qué si hay más progreso la gente se siente más insatisfecha? Esta situación tiene que ver con las expectativas, con cuáles son nuestras expectativas como ciudadanos o como grupo, respecto a lo que queremos y respecto a lo que el Estado o el mercado nos dan y pueden proveernos. Expectativas que se enfrentan con lo que somos capaces de obtener. En tal dirección, la exclusión urbana que desde aquellos que la ejercen puede crear poder ciudadano y capital social, desde el lado de los excluidos sólo crea pérdida de capital social y desempoderamiento. A mi parecer, aunque el grupo social haya tenido acceso al poder, si percibimos que hay otros que están teniendo más acceso al poder, se generará una sensación de desequilibrio. Asimetrías de poder. No todos tienen la misma información, no todos acceden a las mismas oportunidades y eso genera un escenario de exclusión. Al final, dentro de los grupos con intereses distintos, unos tienen más poder que otros, y esos otros naturalmente tienden a privilegiar, en las agendas públicas y

* Arquitecto, P. Universidad Católica de Chile. Master en Diseño Urbano, Universidad de Harvard, EE.UU. Profesor de la Facultad de Arquitectura de la P. Universidad Católica de Chile. Jefe de División de Desarrollo Urbano del Ministerio de Vivienda y Urbanismo entre el año 2003 y marzo de 2010.

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privadas, sus perspectivas, sus posiciones. Hablamos de espacio público, pero muchas veces la agenda de espacio público es sinónimo de proyectos excluyentes, donde algunos grupos predominantes imponen una forma de usar el espacio público. Por eso, hay que resguardar que el espacio público sea para todos los ciudadanos, evitando la tentación de la estigmatización de hombres o mujeres, la estigmatización de otros grupos que comparten lo público con nosotros, de acuerdo a la agenda que imponen aquellos que tienen más poder o influencia. Otro aspecto relevante y en crisis, es el de las formas de representación, o la forma para resolver las asimetrías de poder en la sociedad. Hasta ahora nos hemos acostumbrado a resolver las decisiones del Estado, las decisiones de las ciudades, a través del sistema representativo. Creemos que la democracia es solamente elegir autoridades, elegir alcalde y concejales; que estos representan a los ciudadanos y van a tomar las decisiones que nos representan. Sin embargo, los movimientos ciudadanos o grupos de interés construyen agendas que no siempre son representadas por las

autoridades electas. Esta falta de espacios para acoger la diversidad de intereses, ha cuestionado a nivel urbano el modelo de democracia representativa y su capacidad de garantizar el bien común y los derechos de todos. ¿Es la mejor solución para todos que mediante un plebiscito, el 50%+1 decida sobre materias que afectarán al 100% o a veces, incluso sólo al 49% que perdió? ¿Es legítimo que un alcalde que fue electo por sólo un porcentaje de los vecinos, tome todas las decisiones que afectan la vida urbana de cada vecino? Claramente, estas preguntas presentan las debilidades para una democracia urbana de los acuerdos y la integración. Por lo tanto, la exclusión respecto de las demandas termina construyendo desigualdad y obviamente que para el Estado es complejo en términos de cómo actuar. ¿Cuál es el rol del Estado? ¿Debe el Estado jugar un rol distinto? ¿Debe dejar de ser el líder y ser más bien un intermediador? ¿El Estado debe no ser ni representante ni intermediador sino un interés más dentro de la agenda? Hemos hablado mucho de participación ciudadana en los últimos años. ¿Qué es una participación

vinculante? ¿Qué pasa si un barrio toma la decisión de excluir cosas que son necesarias para la ciudad? Puede ocurrir que el barrio cambie cuando la ciudad crea que juega un rol importante en el entorno. Entonces ¿quiénes participan? ¿solamente aquellos que viven allí o también aquellos que quieren llegar a vivir ahí? ¿Aquellos que trabajan o aquellos que invierten? Es un tema complejo. Si la participación es sinónimo de acuerdos ¿cómo se llega a esos acuerdos? Todas estas tensiones entre ciudad y ciudadanía, vinculados al rol del Estado y al Mercado nos obligan a replantearnos la pregunta acerca del nuevo concepto de ciudad que queremos construir. No hay plan regulador o instrumento público que sea capaz de resolver científicamente las tensiones y expectativas de una comunidad, tanto en su proceso, como en su ejecución, por tanto es evidente que cada día será más necesario poner énfasis en la formas de participación responsable e institucionalizada, como única forma de dar gobernabilidad a nuestras ciudades y barrios.

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Tensión entre ciudadanía y poder: ¿Quién moviliza a quién?

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Mauricio Tapia*

Tensión entre ciudadanía y poder. Un análisis desde el caso de la intervención urbana del Barrio Bellavista Las preguntas que nos plantea la discusión que nos convoca son al menos tres. La primera se refiere a las causas y a los efectos de las emergencias ciudadanas: ¿Dónde se originan? ¿Cuáles son sus consecuencias? La segunda pregunta es si tales emergencias surgen por inconformidad frente al sistema, frente al poder, o más bien, si surgen con un matiz propositivo, planteando soluciones. La tercera y última pregunta es ¿quién moviliza a quién?, en el sentido de que el poder responde a ciertas peticiones ciudadanas, pero esa respuesta también genera nuevas peticiones ciudadanas en ese ámbito o en otros distintos. En realidad, como en todos los movimientos sociales, hay corrientes contrapuestas: las emergencias generan reacciones del poder, y éstas producen a su vez nuevas emergencias en otras áreas por efecto demostrativo, o bien, en esa misma

área, por nuevas inconformidades frente a la reacción del poder.

y que generarán un aumento explosivo e irracional de la población del barrio.

En ese contexto, me parece oportuno plantear estas tres preguntas a propósito de un caso particular: las desafortunadas intervenciones sufridas por el Barrio Bellavista de la ciudad de Santiago. Advierto que soy un doble afectado por estas intervenciones, pues vivo en el barrio y hago clases en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, que constituye el histórico portal de ese sector de Santiago.

Si hablamos de emergencia ¿cómo surgió esta terrible intervención urbana?

La problemática se plantea -para referirse a las intervenciones más graves- a partir de la construcción de la Universidad San Sebastián, frente a la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, y al proyecto de erigir una estatua gigante del Papa Juan Pablo II en el Parque José Domingo Gómez Rojas1. En verdad, el edificio de la Universidad San Sebastián es parte de un desarrollo inmobiliario perteneciente a un mismo fondo de inversiones (entendemos que mayoritariamente constituido por capitales extranjeros), que ha violentado el barrio construyendo edificaciones que doblan la altura máxima del entorno,

Este proyecto viene planteándose públicamente desde el año 2007, aunque se comenzó a elaborar un año antes. El 2007 se obtuvieron aprobaciones municipales. Sin embargo, como tema de interés ciudadano masivo surge sólo en septiembre de 2009, de forma casual, por una noticia que publica el diario El Mercurio el 13 de septiembre de ese año, donde informa que “desde abril próximo, la bohemia nocturna y la oferta gastronómica no serán los únicos atractivos de Bellavista. Un proyecto arquitectónico pretende convertir el sector en un moderno barrio universitario, con un remozado parque y una colosal obra, la estatua más grande del mundo que recuerde la figura del Papa Juan Pablo II y también la más alta de este tipo fundida en bronce en Chile. Construir la figura fue iniciativa de Luis Cordero, hombre cercano a Jaime Guzmán, miembro del núcleo fundador de la UDI y actual Vicerrector de Desarrollo

* Abogado, Universidad de Chile. Profesor de derecho civil, Subdirector del Departamento de Derecho Privado y Consejero de la Facultad de Derecho, Universidad de Chile. Master en Derecho Privado (civil y comercial), Diplôme d’études approfondies de droit privé, Université de Paris – Val de Marne (Paris XII). Candidato a doctor en derecho privado de la Universidad de Paris – Val de Marne. Ha centrado sus investigaciones y quehacer académico en derecho privado patrimonial y extra patrimonial, así como también en las tensiones entre tales derechos privados y las exigencias impuestas por los intereses colectivos. 1. El Barrio, sin embargo, es objeto de otros ataques, como la concesión indiscriminada de patentes de alcohol y las discotecas ilegales que funcionan bajo el manto legal de autorizaciones de bares o centros de eventos.

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de la Universidad San Sebastián, entidad que levanta un nuevo campus en el sector. Además, en alianza con la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile y de Ciencias Jurídicas de la Universidad Andrés Bello, que también tienen sus sedes en la zona. Todas estas instituciones auspician el proyecto de crear la Plaza Juan Pablo II”2. Desde ya debe tenerse presente que es de público conocimiento que nuestra Facultad no es parte ni avaló este proyecto. La construcción de la manzana entera, donde se encuentra la Universidad San Sebastián, ya había comenzado hacía tiempo. Respecto del proyecto del “nuevo parque”, también iniciativa de esa institución, que eliminaba las especies arbóreas y sustituía áreas verdes por hormigón, habíamos escuchado sólo rumores. Sin embargo, la cuestión se convierte en un tema ciudadano desde el momento en que se difunde la posibilidad de instalar una estatua de 13,5 metros de altura del Papa Juan Pablo II. En ese momento aparecen una serie de reacciones frente a esta “emergencia”. De inmediato, fueron varios los que quisieron recabar más antecedentes de estos proyectos de la Universidad San Sebastián (los edificios, el nuevo parque y la estatua gigante). Pero el expediente en la Municipalidad de Recoleta, tenía cerca de cinco tomos, y esa entidad, en una medida reñida con la transparencia, impuso el precio de ochocientos pesos por cada página que se quisiera fotocopiar. Por lo tanto, fotocopiar todo el expediente de ese proceso de autorización costaba cerca de dos millones y medio de pesos. Tal actitud, en pocas palabras, equivale a negar acceso a la información. A pesar de ello, pudimos enterarnos de que el proyecto de construcción de la Universidad San Sebastián fue presentado como “conjunto armónico”. Lamentablemente, solo una parte del proyecto fue sometida a una Declaración de Impacto Ambiental. Aparentemente, optaron por ese camino porque el impacto del proyecto en su conjunto ameritaba la realización de un Estudio de Impacto Ambiental y no de una mera Declaración. La diferencia es

que el “Estudio” requiere de participación ciudadana y podía anticiparse que las tres juntas de vecinos del Barrio no estarían muy de acuerdo con esta intervención. Si revisamos la Declaración de Impacto Ambiental, algunas de sus afirmaciones parecen por lo menos insólitas. Por ejemplo, frente a la pregunta siguiente: “¿Generará tal proyecto aumentos o cambios significativos en la distribución de los grupos humanos en el territorio y la estructura espacial de sus relaciones, considerando la densidad y la distribución espacial de la población?”; la titular del proyecto responde: “El proyecto no genera cambios en la distribución de grupos humanos en el lugar”. Sin embargo, estamos hablando que el proyecto de construcción en su conjunto contempla cerca de mil departamentos, los que de incorporar un promedio de tres personas por unidad, arroja un total de tres mil personas, esto es, un 125% más de habitantes en ese sector del Barrio. Surge la pregunta acerca de cómo un aumento de población de un 125% no genera impactos en el entorno. Hay una serie de otras preguntas que son realmente importantes de revisar. Se les pregunta, por ejemplo, “¿Interviene las zonas con valor paisajístico y/o turístico o una zona declarada de interés turístico?” El titular del proyecto responde: “El proyecto se localiza en un lugar que no posee valor paisajístico y/o turístico, así como tampoco se encuentra declarada como zona de interés turístico”. Esto último es verdad. Las agrupaciones vecinales están recién solicitando que el Barrio sea declarado zona de interés. Pero no se puede afirmar que en la actualidad carezca de valor turístico o paisajístico. Es tal vez la zona más turística y paisajística del centro de Santiago. Cabe tener presente que en el proyecto, una torre de diecinueve pisos bloquea actualmente la vista hacia el Cerro San Cristóbal en un amplio espectro. Junto a esta Declaración de Impacto Ambiental surgió otro antecedente. En definitiva, sus impulsores querían darle otro destino al Parque José Domingo Gómez Rojas. Para ello, no se le consultó a la Universidad de Chile. No sólo eso, sino

2. Diario El Mercurio, Cuerpo de Reportajes, 13 de septiembre de 2009.

que pretendían arrancar todos los ombúes, decenas de árboles magníficos de una edad cercana a los cien años. Se les quiere arrancar para construir tres niveles de estacionamiento que la Municipalidad de Recoleta concedió por cincuenta años a la propia Universidad San Sebastián. Este nuevo proyecto, descubierto en el curso de este movimiento ciudadano, se trataba de un patio duro sobre el actual Parque José Domingo Gómez Rojas, que de esa forma se transformaba en una especie de antesala, de ante patio o jardín de la propia Universidad San Sebastián. Así, el parque daría la espalda a la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, proyectada por el arquitecto Juan Martínez Gutiérrez, premio nacional de arquitectura y uno de los hitos arquitectónicos del siglo XX. ¿Cuál fue la reacción ciudadana frente a esta emergencia? En primer lugar, de la propia Universidad San Sebastián ofrecieron pensar en reubicar la estatua, lo que nos lleva a preguntarnos si en verdad el tema de la estatua no fue sino un distractor. En segundo lugar, la reacción de los ciudadanos, en particular de los vecinos, fue categórica. El Barrio, organizado a través de “Ciudad Viva” emitió un comunicado el 14 de octubre de 2009 en que declaraba a la Universidad San Sebastián y al arquitecto señor Cristián Boza “vecinos indeseados” del barrio. Desde la Municipalidad, silencio y oscuridad. Sólo contamos con los datos filtrados por la prensa. Sí sabemos que omitieron antecedentes al presentar el proyecto a la Municipalidad, puesto que no se mencionó que se proyectaba además una sala de extensión, el edificio para la propia Universidad y otras instalaciones que también se iban a construir. Sí sabemos por el diario que la Municipalidad ofreció sacar los enormes carteles del parque y la feria artesanal que aún existe en él, aparentemente, a cambio de que la dejaran ejecutar este proyecto junto a la concesión de tal espacio público a un privado (me refiero a los estacionamientos).

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En tercer lugar, de la Universidad de Chile también hubo reacción. El propio Rector de esta casa de estudios denunció –con toda razón-, más allá de esta intervención de la plaza, un intento de apropiarse del simbolismo arquitectónico de nuestra Universidad. Debe tenerse presente, por otro lado, que detrás de la Facultad de Derecho se levantó recientemente otra universidad privada (con la carrera de Derecho) e instaló un cartel gigante que señala “Universidad Andrés Bello” y se presenta en sus dípticos como una Universidad ubicada en “Bellavista casi esquina Pío Nono”. Parece una clara apropiación de nuestros símbolos históricos, que fue posible gracias al lamentable e irreversible error histórico cometido por nuestra Universidad de no haber adquirido ese terreno oportunamente. Por otra parte, se puede pensar también en un cierto totalitarismo ideológico, en el sentido que es una imagen católica (la colosal estatua del Papa) en una plaza que enfrenta a una institución históricamente laica donde convivimos ateos, agnósticos, budistas, cristianos, etc.

3. Diario El Mercurio, 18 de septiembre de 2009. 4. Ibídem.

¿Cuál fue la reacción del poder? Ya hemos expuesto la conducta esquiva y poco transparente de la Municipalidad de Recoleta, así como la falta de sinceridad de las declaraciones ambientales. El otro actor relevante, el Consejo de Monumentos Nacionales, a través del Secretario Ejecutivo de esta entidad pública, declaró que sólo en ese momento se enteraron que existía tal proyecto. Esta autoridad sostuvo públicamente que todas las estatuas instaladas en plazas públicas deben, como es por lo demás evidente, contar con la autorización del Consejo de Monumentos. El arquitecto a cargo, profesor Cristián Boza, respondió duramente a esas objeciones, sosteniendo, que “En esto no tiene nada que ver el Consejo de Monumentos Nacionales. Este proyecto está financiado con recursos privados y cuenta con la aprobación de la Dirección de Obras de la Municipalidad de Recoleta, con el beneplácito unánime del Consejo Municipal”3. Respecto de su altura, agrega, que esta escultura “desgraciadamente tiene que competir y destacarse frente a esos letreros y avisos económicos circundantes”4. Como vemos, la intervención urbana por un grupo generó una reacción ciudadana,

que a su vez movilizó al poder. Dependerá de las decisiones que tome este último las nuevas reacciones que podrá provocar en la ciudadanía. En todo caso, considerando los antecedentes expuestos de autorizaciones ambientales y municipales, cabe la legítima pregunta de si tales reacciones en este caso revertirán lo que parece constituir una clara apropiación de espacios públicos para fines privados, en desmedro de los intereses generales. No puedo finalizar esta intervención sin antes recordar unas palabras del propio José Domingo Gómez Rojas (en cuyo honor se bautizó el parque en cuestión), en un poema escrito en 1912, que me parecen muy premonitorias. Escrito en una obra inspirada en los sucesos revolucionarios en México, escribió estas líneas contra el Imperio del Norte: “A los fieles aduladores del record, a la patria de los millonarios, avaros y filántropos, a los que se postran ante el becerro de oro y ante las ambiciones canibalescas que desdeñan el culto a la belleza. A ustedes dedico estos poemas, pues ustedes son la encarnación de este siglo, materialista e hipócrita”.

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Tensión entre ciudadanía y poder: ¿Quién moviliza a quién? Fernando Jiménez*

La problemática de las emergencias ciudadanas, nos plantea una amplia variedad de cuestiones, que se pueden resumir en conceptos como representatividad, identidad, poder, participación, integración, inclusión y cohesión. Me parece muy interesante que se estén produciendo procesos de participación ciudadana. Lo importante es establecer conceptos claros como menciona Iris Young1. Si de lo que estamos hablando es de explotación, si de lo que estamos hablando es de inequidad, si de lo que estamos hablando es de injusticia, digamos las cosas por su nombre. Lamentablemente esas cosas no necesariamente están ocurriendo y todavía tenemos mucha discusión en diversos términos. Michelle Foucault establece que el poder no existe, lo que existen son relaciones de poder y en ese sentido creo que en todas las inequidades, estamos hablando de un tema de relaciones, de cómo resolvemos esas dependencias. Ejemplos de buenas prácticas puede haber muchas y me gustaría destacar el programa “Quiero mi barrio”. Se pueden realizar muchas críticas al programa, a

su diseño, a su operación, pero éste deja algo notable: por primera vez la política pública llega a los barrios para decirle a la gente “Tenemos recursos para hacer algo aquí ¿Qué quieren hacer?”. Es algo impresionante y me remito a una experiencia. Haciendo una entrevista a una dirigente vecinal en la Población Pablo Neruda de Valdivia, uno de los primeros temas que ella reclamaba era “Yo soy de la Población Pablo Neruda, y para el ministerio y para todo el mundo este barrio se llama Yáñez Zavala, que son nuestros vecinos. El programa está interviniendo en ambos barrios, pero nuestra identidad es importante y nosotros exigimos que el barrio se llame Yáñez Zavala Pablo Neruda. No excluimos a los vecinos. Al contrario, por primera vez conversamos con ellos y estamos trabajando con ellos”.

donde ejercerlos. Estas familias del barrio Pablo Neruda venían de un campamento y decían, “Nosotros estuvimos 30 años en un campamento que tenía un humedal que cuando llegaba la neblina nos ocultaba, nadie nos veía. Es la primera vez que nos vienen a ver y nos preguntan qué queremos hacer”. Finalmente debemos entender la cultura como interculturalidad. Esto ya no se discute en Europa como concepto, porque se dice que evidentemente existe gente distinta y también hay muchos intereses. El problema es cómo nos relacionamos con esa interculturalidad. En síntesis: se trata de seguir creando, colectivamente como sociedad, espacios de reflexión y debate donde con argumentación deliberemos sobre nuestros futuros posibles y deseables

Aquella pobladora realmente daba un ejemplo de ciudadanía y de poder, de ejercicio de derechos que nadie se los dio, porque el poder no es un bien y los derechos tampoco son bienes que se entregan o se distribuyen. El poder es algo que se debe ejercer y los derechos también se deben ejercer. Si no existen los espacios para ello, la ciudadanía va a buscar los espacios

* Arquitecto, Universidad de Chile. Master en Planificación de Infraestructura, Universidad de Stuttgart. Doctor Ingeniero, Universidad Técnica de Berlín. Actualmente se desempeña como Director Ejecutivo de ONG Cordillera. Fue Consultor de GTZ en el Ministerio de la Vivienda y Urbanismo entre los años 1994 y 1997 y ha trabajado como consultor internacional en Alemania y Ecuador. Cuenta con experiencia en Políticas de vivienda social; Programas de Recuperación de Barrios; Planificación de Infraestructura; Planificación del Desarrollo Urbano; Gestión de Políticas Públicas, preparación, seguimiento y evaluación de proyectos y programas. 1. Iris Marion Young (1949-2006), profesora de Ciencias políticas de la Universidad de Chicago.

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Rosario Carvajal*

Barrio Yungay: experiencia de participación ciudadana

perímetro comprendido entre las calles Alameda, Manuel Rodríguez, Balmaceda y Matucana.

El Barrio Yungay fundado en 1839, es el “primer barrio planificado de la ciudad de Santiago”, concentrando parte importante del patrimonio arquitectónico del siglo XIX y XX. El decreto fundacional del 5 de abril de 1839 declara sus límites: al sur la Alameda de las Delicias, al oriente el Callejón de la Acequia de Negrete, actual Avenida Brasil, al norte el Camino a Valparaíso, actual calle San Pablo y al poniente la calle Matucana incluyendo la Quinta Normal de Agricultura, actual Parque Quinta Normal, Universidad de Santiago y Villa Portales. En este sector existen seis monumentos históricos: la Escuela Normal, la Basílica del Salvador, la Biblioteca de Santiago, el Teatro Carrera, el Monumento del Roto Chileno y el Museo Nacional de Historia Natural. Junto a ello, existen 4 zonas típicas que suman más de 180 hectáreas y se han declarado importantes espacios del barrio como inmuebles y zonas de conservación histórica. A diferencia de la autoridad que reconoce cuatro barrios (Brasil, Balmaceda, Concha y Toro y Yungay), la comunidad habla de un sólo gran barrio: “el Gran Yungay”, denominación que aborda un sentido de identidad y pertenencia del

El Barrio Yungay es considerado por muchos punto germinal de la cultura urbana y republicana chilena, por albergar a importantes personajes, intelectuales y creadores nacionales y extranjeros que realizaron un aporte al desarrollo del país. En él vivieron Domingo Faustino Sarmiento, destacado intelectual argentino, quien fundó en Yungay la primera escuela de profesores de América Hispana; Ignacio Domeyko, científico polaco y segundo Rector de la Universidad de Chile; Eloísa Díaz, la primera mujer médico de Sudamérica; Eusebio Lillo, autor de la canción nacional; como también Violeta Parra, Alberto Romero, Pablo de Rocka, Nicomedes Guzmán, Rubén Darío, Bartolomé Mitre, Augusto D´Halmar, Joaquín Edwards Bello, Armando Uribe, Alejandro Jodorowsky y Nicanor Parra. Actualmente, Yungay sigue albergando a creadores de todo tipo que día a día llevan adelante iniciativas culturales y sociales. Además de quienes han vivido por generaciones en el barrio, dándole sus particulares señas, tradiciones y modos de vida, hoy sus calles y plazas se nutren con la presencia de inmigrantes latinoamericanos que le han dado un nuevo color al barrio.

La iniciativa para consolidar el Barrio Yungay como barrio patrimonial fue impulsada desde el año 2006 por la agrupación de “Vecinos por la Defensa del Barrio Yungay”, en respuesta al intento del municipio de modificar el Plan Regulador Comunal en el sector Parque Portales para construir edificios en altura imponiendo un modelo de ciudad donde la comunidad no tenía derecho a decidir sobre su entorno. En muy corto tiempo se pasó de la protesta a la propuesta, generando una experiencia inédita de participación ciudadana a través de una serie de instancias democráticas, que se han expresado en la realización de Cabildos Abiertos “Por el Barrio que Soñamos”, seminarios, festivales “Por la Defensa de Nuestro Patrimonio”, la celebración del “Día del Roto Chileno, el Roto Sudaca”, campeonatos deportivos, mingas barriales, comités de vivienda, la página web www.elsitiodeyungay.cl, la edición de la revista “Bello Barrio”, el canal de internet TV Patrimonio; todas iniciativas que han tenido como objetivo el rescate, defensa y promoción del primer barrio republicano de la ciudad de Santiago. De esta manera, con la declaratoria de Zona Típica del Barrio Yungay, la comunidad organizada logró torcer el destino fatal del barrio y detener la voracidad inmobiliaria, convir-

* Licenciada en Educación con Mención en Historia, Universidad de Santiago. Presidenta de la Asociación Chilena de Barrios y Zonas Patrimoniales y vocera de la agrupación Vecinos por la Defensa del Barrio Yungay. Se ha desempeñado como consejera Cesco del municipio de Santiago y del Consejo Sociedad Civil, Ministerio Secretaría General de Gobierno, y Presidenta de la Fundación Patrimonio Nuestro. Ha centrado su quehacer en la protección y desarrollo de las zonas patrimoniales del país y la generación de instancias de participación ciudadana.

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tiéndose en referente nacional para otras organizaciones ciudadanas. Esta labor ha sido reconocida en Chile por el Premio Conservación de los Monumentos Nacionales, otorgado por el Consejo de Monumentos Nacionales en Mayo de 2008; el Premio Buenas Prácticas para el desarrollo de los Territorios, de la SUBDERE, en Octubre de 2009 y el Premio Ciudad, Fundación Futuro, en enero de 2010. Esta acción ciudadana responde a la aplicación de políticas neoliberales en la planificación urbana y a la lógica vertical de las políticas públicas, enmarcadas en una legalidad débil y vulnerable ante la presión de los intereses del gran capital inmobiliario o el gran negocio de privados. Sin participación de las comunidades, sólo somos convocados a la puesta en escena de participación ciudadana, el mercado finalmente determina la planificación de los territorios, generando todo tipo de desigualdad en la calidad de vida, desintegración social, violencia de todo tipo y la expulsión permanente de los pobres a la periferia. La lógica vertical de las autoridades para la elaboración de las políticas públicas ha excluido tradicionalmente los intereses ciudadanos, verticalidad que expresa el desprecio que tienen muchas autoridades y actores públicos de las capacidades de los ciudadanos y el conocimiento de las comunidades. Aquí lo que se ha antepuesto es el conocimiento

de los expertos, de los especialistas, de los arquitectos, de los urbanistas, por sobre los vecinos. Pero hoy nos enfrentamos a un nuevo escenario, el surgimiento de una ciudadanía patrimonial crítica, reflexiva y propositiva, que exige modelos de desarrollo coherentes a las identidades locales, que antepongan los intereses ciudadanos por sobre los intereses de la reproducción de capital, del poder económico y político. Necesitamos transitar hacia un cambio cultural para superar el desprecio y el temor a la participación ciudadana desde las autoridades. Necesitamos que la sociedad civil recupere la confianza en sus instituciones públicas. Necesitamos que las políticas públicas contemplen la participación ciudadana vinculante, donde los ciudadanos seamos sujetos y protagonistas del destino de nuestros barrios y no simples objetos receptores pasivos. Debemos transitar hacia nuevos modelos colaborativos y de cogestión del desarrollo de nuestros territorios. Eso nos dará garantía de pertinencia y eficiencia de las políticas públicas y fortalecimiento de la democracia. Tras el terremoto del 27 de febrero de 2010, el Barrio Yungay y su organización ha sido ejemplo nacional de cómo enfrentar la catástrofe, constituyéndose a pocas horas las Brigadas de Emergencia Patrimonial que lograron enfrentar con cerca

de 1.000 voluntarios las primeras horas de la emergencia. Gracias a la acción de la organización, hasta la fecha no ha habido ninguna demolición total y actualmente desarrolla la campaña “Yo Restauro mi Barrio”, que pretende recuperar el patrimonio arquitectónico del barrio con mingas barriales (jornadas de trabajos voluntarios) y la creación de la Escuela Taller de Artes y Oficios Fermín Vivaceta. La respuesta vecinal de Yungay oportuna y rápida frente a la catástrofe, comprueba el valor de la asociatividad de las comunidades y que en definitiva, el mayor patrimonio del barrio son sus habitantes, los que se organizan y luchan, los que mantienen vivo el espíritu republicano y hacen de Yungay un lugar de encuentro, creación y debate. Hoy Yungay, “el pueblecillo a las afueras de Santiago”, como lo describía Domingo Faustino Sarmiento, aún persiste en el trato cotidiano y particular, con una identidad forjada por distintas generaciones. El barrio de ilustres ciudadanos, sigue vivo en sus vecinos, creadores, trabajadores, inmigrantes y decenas de iniciativas culturales y sociales, que actualmente dan vida a un heterogéneo circuito cultural, único en la ciudad. Conocer, caminar y recorrer el barrio es parte de un ejercicio fundamental que abre las puertas a la participación de la comunidad.

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Jorge Larenas*

Cuando hablamos de ciudad y lo relacionamos con conceptos como ciudadanía, emergencia y poder, tenemos que entender la ciudad como un campo en disputa. Y cuando hablamos de un campo en disputa estamos haciendo referencia a un escenario particular donde hay un conjunto de agentes tensionados entre sí, por un capital determinado. En el caso de la ciudad, podemos decir que el capital en disputa tiene que ver con el suelo urbano, con la posibilidad de ocupar con cierta equidad el acceso a un lugar en la ciudad. Hay varios documentos que dan cuenta de la historia de los pobladores en Chile, estableciendo una lucha por un lugar en la ciudad. Uno puede entender también que ese capital por el cual los agentes están tensionados en la ciudad tiene que ver precisamente con poder tener un lugar en la ciudad, con equidad, donde podamos tomar decisiones respecto al lugar que queremos ocupar y todo lo que ello conlleva: tolerancia, diversidad, etc. Las ciudades también deben ser comprendidas como un fenómeno socio-histórico particular. Al hablar de ciudad se

puede hablar en genérico, pero claramente las ciudades tienen su historia particular. En ese sentido no es lo mismo hablar de Concepción, Valparaíso o Santiago, porque cada una tiene sus tensiones particulares. En este caso, me voy a referir a Santiago. Si uno mira el siglo XX situándose en Santiago podemos decir que está marcado en una primera parte por la Constitución del 251. Una Constitución que, más allá de que algunos digan que fue una respuesta liberal a los conflictos que se dieron a comienzos de siglo, marca un elemento fundamental que es la posibilidad de ejercer derechos, un dato importante. En esa posibilidad de constituir derechos, si uno lo traslada al escenario de la ciudad como un campo en disputa, van progresivamente apareciendo un conjunto de agentes que efectivamente producen una tensión respecto a la ciudad. No es la ciudad de las clases oligarcas, no es solamente la ciudad de aquellos que están dentro y aquellos que están fuera, la ciudad de Benjamín Vicuña Mackenna2.Es una ciudad que se va construyendo producto de la tensión y donde los agentes van apareciendo progresivamente con discursos, posición,

con intencionalidad respecto a la ciudad que se pide. Haciendo un camino corto, este proceso que se inicia en 1925 y que se va fortaleciendo con la construcción en torno a la idea de un estado de compromiso, comienza a consolidarse en la década del 30 y del 40, con el proceso de industrialización y sustitución de importaciones, de construcción de un sistema social de protección, educación pública, salud pública, promoción del empleo, integración, todo aquello que se da en el marco de un intento inconcluso de construcción de un Estado Benefactor y en un intento también de construir un proyecto democrático. Este proceso se fue tensionando progresivamente. Un conjunto de actores desarrollaron una presión creciente hacia las políticas públicas respecto a la ciudad. Cuando uno habla de Estado y políticas públicas claramente se hace referencia a que hay una racionalidad de por medio, sobre todo en la época mencionada, una época que tenía un componente ideológico y de clase importante, explícito, y que no se ponía en cuestión. Claramente ha-

* Licenciado en Sociología, Universidad de Chile. Diplomado en Estudios Avanzados en Urbanismo y Sociología, Universidad Católica de Lovaina. Su trayectoria profesional que se concentra en el mundo académico, particularmente como Director del Instituto de la Vivienda de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile y como investigador en diversos proyectos asociados a la problemática barrial-urbana, también lo ha vinculado al mundo de la sociedad civil desde el trabajo en organismos no gubernamentales con vocación territorial-local, observando directamente procesos socio-organizativos vinculados a luchas urbanas, pero situándose además en espacios asociativos que ponen en relación lo local con lo global. 1. Constitución política del año 1925, bajo el gobierno de Arturo Alessandri Palma. 2. Benjamín Vicuña Mackenna (1831-1886). Nombrado intendente de Santiago entre los años 1872 y 1875.

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bía un Estado que tenía un cierto compromiso de clases, una clase dominante que buscaba imponer una cierta racionalidad respecto de qué debía ser la ciudad. Hay respuestas del Estado y una institucionalidad que se va instalando y allí aparece un diseño de una política pública que busca abordar el tema de la vivienda, el tema de la ciudad. Tenemos un Plano Regulador del año 60, una respuesta racional, pero no suficiente para las tensiones que se van produciendo en la ciudad. Progresivamente, los movimientos de pobladores y las organizaciones se van consolidando y ejerciendo presión, junto con una fuerte articulación al sistema de partidos políticos. Un elemento importante en la historia de Santiago y en la historia urbana de Chile es la toma de La Victoria3, una señal de que los pobladores tenían capacidad de acción, tenían la capacidad de articularse con un partido, y con otros actores para decir “nosotros estamos aquí, estamos presentes y queremos ser parte de esta ciudad”. En aquella época podemos reconocer un fuerte nivel de representatividad que se articula en torno a los partidos. Yo podía ser habitante de un barrio y tenía una posibilidad de incidir en las políticas públicas si el dirigente del partido vivía en el barrio. Con todos los defectos que eso habría podido tener, existía ahí una integración entre las demandas ciudadanas y las políticas públicas que se desarrollaban. De esta manera, nos encontramos por ejemplo con la política de promoción popular en el gobierno de Frei Montalva4 que le da visibilidad, que le da soporte institucional a todos estos movimientos que se habían venido constituyendo. No obstante, con la política de promoción popular se produjo una tensión importante. En un texto del profesor Garretón5 se menciona que la elección del año 70 puso en aprietos al electorado chileno. Esa elección ponía en el escenario del electorado un salto importante en términos de la profundización de los cambios, en la profundización democrática: la

ampliación del beneficio del desarrollo o dar un paso atrás y volver al camino del desarrollo que habíamos tenido hasta los 50 probablemente. La decisión del electorado fue seguir adelante, seguir tensionando el modelo, seguir profundizando el cambio. Y eso desencadenó una crisis institucional que todos conocemos y que significó que esta ciudad, como campo en disputa, de un momento a otro tuvo ganadores y perdedores. Aquellos que ganan instalan un proyecto refundacional -una particularidad de la dictadura militar en Chile, a diferencia de otras de América Latina, y en eso también somos vanguardia, es que tenía proyectos- no sólo a nivel institucional sino que interfirió en todos los ámbitos de la vida. Nos cambió la vida, cambiamos nosotros. Se instalaron políticas públicas que buscaron reinstalar un cierto orden natural de desarrollo de las ciudades, eliminar la planificación urbana, la vivienda pasa de ser un derecho a ser un bien que se transa en el mercado y hay formas de acceder a este bien. Como parte de estas transformaciones desaparece la posibilidad de tensionar o más bien se termina la idea de que la ciudad es un campo en disputa, porque hay unos que ganaron y otros que perdieron, por lo tanto lo que se hace de aquí en adelante es lo que determinan los ganadores y las políticas públicas en el ámbito de la ciudad van en esa dirección. La idea de que la vivienda es un bien y no un derecho se va instalando progresivamente también en los ciudadanos, en aquellos que podemos provocar esas tensiones, en aquellos que podemos ejercer algún esfuerzo de transformación en la ciudad. Todo ello producto de transformaciones del mundo en el que vivimos. Esto no es sólo un problema de nuestro país, pero la diferencia era que teníamos un proyecto re-fundacional que iba acoplado a esas transformaciones del mundo occidental, de ensimismamiento, de una reorientación hacia lo privado por sobre lo público. Desde ese punto de vista, hoy día por ejemplo tendemos a organizarnos

más bien para defender nuestros bienes que para defender nuestros derechos, más preocupados de nuestros bienes privados que de nuestros derechos públicos y colectivos. Cuando alguien coloca una reja en el pasaje ¿qué está defendiendo? Está defendiendo sus bienes privados, interviniendo en el derecho público al libre tránsito. Esta es una paradoja importante. Ahí hay un proceso de transformación extremadamente importante y creo que la tensión entre ciudadanía y poder que hoy día tenemos debe ser entendida en esas grandes transformaciones que hemos sufrido en nuestra historia reciente. El desafío que hoy día tenemos es hacer visibles estas expresiones ciudadanas que tienen un estilo distinto al que teníamos antes, porque nos estamos reinventando, también estamos en un esfuerzo re-fundacional de cómo ejercer ciudadanía, cuestión que tiene que ver con preocupaciones que intentan vincular no solamente los grandes alegatos como era en tiempos pasados, sino cómo vivimos mejor, cómo recuperamos ciertos valores sobre un escenario más cercano, más local, una especie de republicanismo local, es decir, cómo somos parte de una comunidad de menor alcance quizás, pero en que nos sentimos parte, en la que podemos compartir ciertos proyectos. El desafío es cómo hacemos visibles esas tensiones, cómo hacemos visibles esos discursos. Hay grandes temas que no aparecen en la agenda pública, porque no tienen que ver con la reproducción de capital, ni con la reproducción del poder político, sino que están relacionados con la vida cotidiana y por lo tanto no aparecen. Ese es un gran desafío, al igual que el revertir la siguiente situación: producto de esta transformación, de esta instalación de un cierto proyecto hegemónico de aquellos ganadores, organizarse tiene sentido, es legítimo, es válido, es reconocido sólo si tiene que ver con caridad y filantropía, pero no tiene sentido organizarse si queremos defender nuestros derechos. Todo aquel que intenta levantar la

3. Población ubicada en la Comuna de Pedro Aguirre Cerda, en la Ciudad de Santiago. Fue la primera toma organizada de terrenos en Chile, en el año 1957. 4. Eduardo Frei Montalva (1911-1982). Presidente de Chile entre los años 1964 y 1970. 5. Manuel Antonio Garretón. Sociólogo y politólogo chileno formado en la Universidad Católica de Santiago y Doctorado en l’Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, Paris. Participante del Seminario.

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voz respecto de situaciones anómalas que están ocurriendo tiende a ser criminalizado, a ser tachado como un sujeto crítico y antisistémico. Creo que ahí hay un elemento, un desafío muy importante respecto de cómo estas organizaciones ciudadanas efectivamente logran constituirse en agentes que tensionen la ciudad y la transformen nuevamente en un campo en disputa, una expresión de todas las posiciones, de todos los discursos, de todas las intencionalidades que están presentes en la ciudad. Hoy día la ciudad tiende a responder más bien a los intereses de los grandes grupos corporativos, de las inmobiliarias, lo que es legítimo por cierto, pero estas expresiones ciudadanas deben adquirir mayor visibilidad y para ello deben avanzar hacia una mayor articulación tanto con sus pares -para vincular preocupaciones locales con problemáticas societales- como con otro tipo de organizaciones (universidades, centros de estudios, otras redes temáticas) para construir y/o consolidar una agenda de incidencia en lo público.

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Panel 4 ¿Qué efectos tiene la emergencia ciudadana sobre la cultura nacional?

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¿Qué efectos tiene la emergencia ciudadana sobre la cultura nacional?

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Loreto Rebolledo*. Provocadora

Este panel se organiza a partir de la pregunta ¿qué efectos tiene la emergencia ciudadana sobre la cultura nacional? Ese es el tema central que vamos a abordar, sin embargo, en este mismo orden cabe preguntarse si existe realmente una cultura nacional. La respuesta dependerá desde dónde se habla. Si respondemos desde el mito que ha construido para nosotros la historia oficial, que ha reforzado el sistema escolar y ha sido difundido por los medios de comunicación, podemos afirmar que existe una cultura nacional, caracterizada – hasta hace poco y entre otros aspectos- por la austeridad, la hospitalidad y la homogeneidad, lo cual habría sido facilitado por el aislamiento geográfico y la australidad, en los cuales se ha desenvuelto la mayor parte de nuestra historia. Sin embargo, si la pregunta sobre la existencia de una cultura nacional se le hace a los “otros”, a aquellos sobre cuya negación por razones de etnia, género, clase social o lugar de residencia se ha construído la versión oficial; la respuesta será otra. Emergerán allí las alteridades – desvalorizadas pero presentes desde tiempos remotos - que actualmente exigen con fuerza

participación en la vida comunitaria y reivindican derechos ciudadanos que tienen que ver más con la identidad y la cultura, que con la política. Me interesa discutir el tema de la cultura nacional a partir del concepto de homogeneidad. Cuando se habla de que somos una cultura homogénea, uno podría preguntarse ¿Qué respondería la gente de las regiones respecto a esa cultura homogénea, cuando Santiago no sólo ha sido considerado el centro, sino la cabeza, y tiende a ocupar todo el espacio? Por otro lado, ¿qué es lo que ocurre con los indígenas?, ¿Qué dirían las mujeres? ¿Qué dirían los grupos que han quedado excluidos o cuyas identidades no han sido reconocidas en este discurso de la homogeneidad? Revisando la historia oficial -se constata que el estado chileno, desde el siglo XIX ha intentado hacer realidad, a través de sus políticas de inmigración, la homogeneidad cultural y racial. Cuando Pérez Rosales1 está intentando traer colonos desde Europa a residir y a colonizar la zona sur, Vial2 sostiene que “se polemizó sin tregua ni fin, si era mejor traer católicos, decían los clericales, o protestantes, afirmaban los laicos. Se enfatizó el peligro

que significaban las minorías extranjeras cuando no se fusionaban con los chilenos”. Posteriormente, en el año 27 en una carta oficial de la Cancillería a todos sus cónsules se daban instrucciones de “rechazar la inmigración de indeseables, particularmente los chinos, sirios y africanos por razones de raza,(…) y se enfatizaba sobre la inconveniencia de traer hijos de Israel, pues –y esto lo decía la carta- “… carecen de nacionalidad efectiva y no son susceptibles de adquirir una definitiva, ya que son los más fieles discípulos de la escuela que recomienda ser católicos en Roma e idólatras en Pekín” (ibid). A través de estas políticas se marca distancia con los “diferentes” por razones religiosas, de color de piel u otras, a la par que se refuerza la idea de una homogeneidad interna que no exístía ni existe más allá del deseo de algunos. La realidad muestra que no hay una sola cultura nacional, ni hay una sola identidad cultural, hay distintas identidades que vienen marcadas por su origen regional, por historias distintas, por el uso de lenguas diferentes, entre otros aspectos. Si la ciudadanía es una característica de la modernización de la sociedad, vinculada

* Periodista, P. Universidad Católica de Chile. Antropóloga, P. Universidad Católica de Quito. Maestra en Historia Andina, FLACSO-Ecuador. Doctora en Historia, Universidad de Barcelona. Subdirectora Instituto de Comunicación e Imagen, Universidad de Chile. Su docencia e investigación se enmarcan dentro de los estudios de género. 1. El gobierno de la época le encomendó la tarea de organizar la colonización de Llanquihue con familias de origen alemán. 2. Gonzalo Vial Correa, historiador abogado y periodista chileno, cercano a las corrientes conservadoras de Chile.

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al surgimiento de ciudades autónomas, normas igualitarias de membresía y al crecimiento de los sistemas políticos parlamentarios e incluye la idea de una cultura común donde todos los ciudadanos pueden participar igualitariamente cabe preguntarse ¿quiénes pertenecen y cómo se pertenece? Las respuestas a esas interrogantes nos llevarán a los mecanismos de inclusión/exclusión los cuales se han complejizado en las últimas décadas del siglo XX. Con la globalización las fronteras físicas y culturales se han desbordado, tanto por el incremento de las migraciones como por la presencia de nuevas tecnologías comunicacionales. Como efecto de esto, las preocupaciones de hombres y mujeres, además de las que atañen directamente a sus sociedades de origen, se amplían a escala planetaria. Las tecnologías de comunicación nos instalan en el mundo desde nuestro propio lugar, desde nuestras propias ciudades, conectados absolutamente de manera global e inmediata, no sólo viendo cómo los aviones atraviesan y derriban las Torres Gemelas en Nueva York, sino enterándonos por internet que una mujer llamada Amina en Irán va a ser lapidada lo que permite que miles de mujeres de todo el mundo a través de correos electrónicos o de distintas formas, pueden cuestionar, interpelar y exigir que eso no ocurra. Vemos que tanto las fronteras culturales como las fronteras físicas, que hasta hace poco tiempo daban sentido de pertenencia y definían ciudadanía, se van haciendo difusas. Y somos testigos de una de las paradojas de la globalización: por un lado una emergencia de identidades que

estaban reprimidas, bloqueadas o subordinadas bajo esta apariencia de culturas o de identidades nacionales que exigen un espacio de reconocimiento ciudadano en el nivel local, y simultáneamente vemos el surgimiento de una cultura transfronteriza que posibilita levantar demandas hacia el exterior, más allá de los límites del estado-nación que dan cuenta de una ciudadanía global. Ejemplo de lo primero son los movimientos indígenas, que amparados en una historia común, en una lengua y una identidad diferente a la nacional, reivindican derechos culturales en tanto comunidad particular. En el segundo caso, el movimiento hacia el exterior, podemos mencionar a los movimientos ecologistas, que trascendiendo fronteras, pero con raíces socioculturales vinculadas a un lugar, exigen un cuidado al medio ambiente en cualquier lugar del planeta, apelando a los principios de un desarrollo sustentable, igualitario y perdurable. Un ejemplo de ello fueron las manifestaciones en diferentes lugares del mundo contra la caza de ballenas por parte de los japoneses. En esa ocasión en Chile mucha gente de distintas edades, hombres y mujeres, de diferentes sectores sociales se reunió en el Parque O’Higgins (de Santiago),3 si bien su exigencia era la misma que la de los ciudadanos de otros países y ciudades, se hizo desde un lugar llamado Chile, desde un lugar llamado Parque O’Higgins, demandando algo como ciudadanos de la tierra4, pero ciudadanos de la tierra situados en un espacio particular. Estamos viviendo una situación bastante particular: lo local y lo global se dan de manera simultánea y claramente generan

una tensión respecto al concepto de ciudadanía, porque la ciudadanía se ha pensado desde un territorio y hoy día esos límites se hacen imprecisos y se amplían. Pero por otro lado, también se reivindica que a nivel local, en lugares y territorios específicos, la gente tenga derecho a contar con los clásicos derechos de la ciudadanía: derechos civiles, políticos, sociales y económicos, a los cuales se agregan los llamados derechos de cuarta generación - los derechos culturales-, y que empiezan a marcar con mucha fuerza las demandas de distintos movimientos. Vemos que emergen cuestiones que pueden parecer más globales o que aparecen en distintos lugares del planeta, pero desde lugares situados. Estoy hablando, por ejemplo, de los movimientos de mujeres, de las minorías sexuales o de los movimientos étnicos que reivindican una igualdad de derechos a la par que un reconocimiento de su diferencia respecto a lo que tradicionalmente se ha definido como la cultura o los derechos de todos. En síntesis, la globalización y las transformaciones societales de las ultimas décadas, que han permitido el surgimiento y la reivindicación de las identidades particulares, han venido a interpelar el mito histórico de la cultura nacional como un ente homogéneo y estático, obligándonos a pensar en que la heterogeneidad cultural y la pluralidad de formas de vida deben enmarcarse en nuevos modos de convivencia a escala global y local. Con esto ya se puede dar un marco general y espero haber logrado provocar la reflexión y el debate en los participantes de la presente mesa.

3. Cientos de chilenos formaron una ballena gigante para manifestar su rechazo a la cacería de las diversas variedades de este cetáceo. 4. Esa denominación la usan mucho los ecologistas porque se dice que el movimiento ecologista es un movimiento internacional, es decir, no tiene fronteras.

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Loreto Schnake*

Antes de intentar abordar la pregunta que se nos hace respecto a los efectos de las emergencias ciudadanas sobre la cultura nacional, esa que ya sabemos que no existe como tal, aunque ha tenido pretensiones históricamente; quisiera hacer unas consideraciones previas, además tomando en cuenta las participaciones del día de ayer, que me parecieron tremendamente provocativas e interesantes. En el programa aparece un texto que nos llama a inspirarnos y provocarnos, que dice algo así como que el horizonte social de la ciudad es un lugar como un laboratorio de experimentación de formas de sociabilidad nueva en incesante transformación; es también una masa de minorías cada una con su código y costumbres, con formas diversas de atribución de valor y sentido al espacio. La pregunta es ¿cuáles son los efectos de las emergencias ciudadanas sobre la cultura nacional? Primero sería importante entender o ponernos de acuerdo, y si no lo estamos mejor todavía, en esto de la ciudadanía que preguntaba ayer Eduardo Bresciani1, la ciudad y la ciudadanía. En este seminario y en las dos jornadas previas se ha estado hablando constantemente de la ciudad.

Situándome desde la Región Metropolitana de Santiago, quisiera decir en primer lugar que queremos entender la ciudadanía como un proceso, no como algo estático, sino como una dinámica social histórica que tiene como objetivo la construcción de la condición de ciudadano o de ciudadana. Es decir, ese sujeto con derechos y deberes políticos, en consecuencia, un sujeto también con responsabilidad sobre el gobierno, la gobernabilidad de una ciudad, de una nación, de un Estado. Por otra parte, cómo se ordena el espacio, cómo se transforma, en fin, cómo la gestión y la administración del espacio ya no son tan sociales o no quedan en nuestras manos. También queremos entender la ciudad como el espacio de cohabitación de diferentes grupos y personas, clases sociales, culturas, redes, tejido social, el ágora, el mercado, las calles. Los espacios públicos son los que se comparten, los espacios donde se producen encuentros, los espacios donde se vive colectivamente, donde se producen intercambios, donde se estimula la convivencia, pero también se produce el conflicto. A mi modo de ver, no hay ciudad ni lugar, ni convivencia, donde se produce el miedo o rechazo al espacio público o la agorafobia, el miedo o rechazo a los pobres, la aparofobia, la

exclusión, la marginación, la enajenación, etc. Y tampoco hay ciudad, y no se produce convivencia, cuando hay xenofobia o miedo o rechazo a lo diferente. Para seguir hablando de ciudad quiero entender el término ciudad, aunque yo me sentiría más cómoda –y también la Comisión Bicentenario desde el Gobierno Regional Metropolitano y en general desde el gobierno– utilizando un enfoque diferente para abordar este tema, que es desde el concepto de territorio, el espacio y las personas que viven en este territorio y que conforman el paisaje humano. La otra consideración previa es la cultura nacional. Eso está claro para nosotros al menos en la región, en el sentido de que no existe la cultura sino que estamos viviendo en una sociedad multicultural y que hoy más bien estamos hablando de la interculturalidad, de cómo relacionarnos con las diferentes identidades. Otra consideración era el trasfondo histórico. Lo que vamos a ver hoy o lo que estamos analizando no surge de la nada, no es instantáneo, no es estático, hay un devenir, hay estadios diferentes.

* Filóloga M.A. con mención en Politología, Universidad Libre de Berlín. Secretaria Ejecutiva Comisión Bicentenario Región Metropolitana de Santiago. Concejala I. Municipalidad de Santiago durante tres períodos. Ha centrado su quehacer en el ámbito del desarrollo de ciudadanía y desarrollo local. 1. Participante del Seminario.

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La última consideración tiene que ver con esta Región Metropolitana, desde la cual voy a hablar. Nosotros somos la Comisión Bicentenario de la Región Metropolitana de Santiago, una región mosaico, multicultural, un territorio en pleno proceso de construcción de un proyecto identitario, actualmente en pleno proceso de construcción de una estrategia de desarrollo. Ha tenido otras pero estamos ahora en construcción de las estrategias para los próximos 10 años, y esto también tiene que ver con los desarrollos, los devenires de la cultura política, esto tiene que ver con que estamos viviendo un proceso de traspaso de competencia, en un proceso de descentralización que ha sido muy lento en el Estado chileno. Hoy estamos viviendo un traspaso de competencias desde el Estado central hacia los gobiernos regionales que les entrega la facultad de planificar y desarrollar la región. Recién ahora, en el año 2009, estamos pudiendo pensar la región y ver con los actores cómo llevar adelante su desarrollo. Yo quería decir algunas cosas que pueden ser obvias, pero que a veces se olvidan o se desconocen intencional o no intencionalmente, como que la Región Metropolitana no es Santiago y que la Región Metropolitana no es solamente urbana, es decir, Santiago no es toda la ciudad. Hay un estudio sobre la identidad regional que está terminado o en fase de término. El estudio fue encargado por el gobierno regional, se llama Santiago Más Región, y plantea la existencia de una gran diversidad de vocaciones identitarias en la Región Metropolitana, que podrían ser entendidas como identidades territoriales de diferente orden. Por otra parte, tenemos la escala de las identidades territoriales barriales y comunales que involucran los barrios destacados, como barrios históricos por ejemplo, barrios patrimoniales y también poblaciones históricas de la provincia de Santiago. Las identidades barriales se han revitalizado a partir justamente de la movilización comunitaria o ciudadana.

Ayer se presentaron varios casos. Estuvo aquí Rosario Carvajal, Presidenta de la Asociación Chilena de Barrios Patrimoniales, y que además es Coordinadora del Comité de Vecinos por la Defensa del Barrio Yungay. Vemos ahí un ejemplo claro de que estas identidades barriales se han ido revitalizando, cobrando fuerza y visibilización, a partir de la movilización comunitaria o ciudadana en relación a un conflicto de barrio como el problema de la basura, proyectos inmobiliarios en muchas comunas, trazado del recorrido del Transantiago3, plan regulador comunal como es el caso de Vitacura, etc. Las identidades barriales poblacionales por su parte tienen una vigencia bastante fuerte, particularmente en los núcleos que están asociados a las poblaciones históricas, que en este caso no se canalizan en un desarrollo político local y que además contrastan con la baja valoración y visibilización por parte de los gobiernos locales o administraciones comunales. También se encuentran en la Región Metropolitana determinadas identidades territoriales comunales, por ejemplo el orgullo de ser Maipucino o Floridano o, como dice Alberto [Gurovich], en determinados lugares de la Región Metropolitana, en algunas comunas. En otras efectivamente se ha ido perdiendo, se ha ido desdibujando o se ha transformado en otro tipo de identidad como vamos a ver a continuación. Comparando ambas identidades barriales y comunales, habría que concluir que las identidades barriales aparecen como mucho más importantes, con más fuerza y más visibles que las comunales. Luego se detecta una escala de las identidades territoriales agrarias y rurales, que son las que menos conocemos. Cuando pensamos en la Región Metropolitana pensamos en Santiago, el Gran Santiago, y nos olvidamos de las provincias de Melipilla, Talagante, Maipo, Cordillera y Chacabuco, que constituyen la mayor superficie del territorio metropolitano. Aquí se encuentran identidades agrometropolitanas, por decirlo así, pensando en San Bernardo y Buin; e identidades rurales urbanas aso-

ciadas a antiguos oficios como es el caso de Pomaire y Las Canteras, entre otras. Y por último, tenemos las escalas de las identidades translocales que están asociadas a la fuerte presencia de los pueblos indígenas en nuestra región. Aquí vive la mayor parte la de población indígena de Chile, y de comunidades de inmigrantes provenientes especialmente de América Latina. Si citamos el estudio, el escenario identitario actual de la región plantea una fuerte presencia de identidades territoriales que no han sido visibilizadas por el actual proyecto o por esta cultura política, puesto que permanentemente éste se ha fundado en torno a una Región Metropolitana que se vuelve a fundar una y otra vez en torno a la imagen de lo urbano, reducido a una escala metropolitana, a la ciudad de Santiago, invisibilizando la riqueza de lo barrial. La pregunta es ¿qué efectos tienen estas emergencias ciudadanas en la cultura nacional? Yo pienso que el actual proceso de construcción de ciudadanía tiene efectos importantes en esta cultura nacional en la medida que la emergencia de los nuevos movimientos sociales pone de relieve nuevas subjetividades y está proponiendo nuevas perspectivas y dimensiones de ciudadanía y democracia. En primer lugar, reivindica esta llamada cuarta generación de derechos ciudadanos que están relacionados con los llamados bienes públicos, el patrimonio natural, el patrimonio cultural, el patrimonio intangible, los estilos de vida, la calidad de vida, la diversidad, el patrimonio histórico, el patrimonio económico y un medio social sin violencia. Aquí tenemos tres ejemplos, vecinos del Barrio Yungay y toda la Asociación Chilena de Barrios Patrimoniales, la Red de Comités Vecinales de Seguridad Ciudadana de la comuna de Santiago y las Asociaciones de Consumidores. Por otra parte, esta construcción nueva de ciudadanía emergente, interpela y desafía al modelo político de democracia representativa que, como decíamos ayer,

3. Sistema de transporte público urbano que opera en el área metropolitana de la ciudad de Santiago desde comienzos del año 2007.

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es incapaz de incorporar plenamente a los ciudadanos en los asuntos políticos. Tenemos un Estado inspirado aún en un paradigma paternalista y casi autoritario en el sentido que define las necesidades y ofrece las soluciones y, por tanto, esta nueva ciudadanía interpela este modelo en la medida que reclama participación real y vinculante en la gobernabilidad de la ciudad y en ocasiones incluso se toma los espacios. Por otra parte, esta nueva dimensión, esta nueva perspectiva de ciudadanía, propone complementar el pensar globalmente y actuar localmente, con el pensar localmente y actuar globalmente, permitiendo entonces el reconocimiento de las identidades particulares, de las diferentes subjetividades, las diferencias étnicas, de género, de orientación sexual, de edad, pero también las sectoriales, el trabajo, el medio ambiente, la educación, etc. y las territoriales, que mencionaba antes, conjugándose a la vez con la defensa y la conquista de principios universalistas como los derechos humanos o los mismos valores democráticos. Ello plantea el desafío de desarrollar. Ellos también quieren configurar su espacio territorial o conseguir el desarrollo desde las identidades territoriales. Lo que nos están planteando es un cambio cultural, recuperar la convivencia y las diferencias del compartir, recuperar la ciudad y potenciar los derechos de la ciudadanía y esto demanda un cambio cultural importante que recupera la convivencia y la reconquista del espacio público. En todo caso, la emergencia ciudadana plantea esta necesidad de una nueva cultura política, que no va a provenir exclusivamente de la política formal pero tampoco va a desarrollarse sin ella.

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Francia Jamett*

La aproximación a una respuesta o a respuestas múltiples para las interrogantes que plantea la exposición, la haremos desde el recorrido de una experiencia. De una experiencia de intencionalidad de política pública justamente en el ámbito de la cultura, desde el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, que desde el año 2007 viene implementando el programa que se llama “Creando Chile en Mi Barrio”, un programa que se genera para responder a la política cultural diseñada del 2005 al 2010, que apunta a generar condiciones de acceso a bienes y servicios culturales a barrios o a personas de escasos recursos y a localidades alejadas territorialmente. Desde este mandato, en la política se origina este programa que comienza en el año 2007, y empieza con una experiencia o una etapa piloto en 40 barrios, los cuales en primer lugar fueron focalizados territorialmente a partir de la vulnerabilidad social y física que hace el programa “Quiero Mi Barrio” del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, con quienes iniciamos un convenio de colaboración, el que mantenemos hasta ahora, justamente para poder complementar y tener una ges-

tión territorial integrada desde la mirada pública, que es desde donde vamos a ver por un lado cómo hemos logrado avanzar en esta experiencia, desde el Consejo de la Cultura, y cuáles han sido las constantes reflexiones y alguna producción de conocimiento desde este ámbito, respecto a los territorios y a la construcción de ciudadanía cultural. Primero quiero señalar que este programa responde a una orientación de política pública enmarcada en la política cultural y es dirigida hacia una población determinada, considerando la exclusión que se encuentra caracterizada en la encuesta de consumo cultural que hay hasta el año 2005. El acceso de bienes y servicios culturales fundamentalmente en estas poblaciones, por la limitación que hay del consumo, se reducía particularmente a los domicilios, es decir a la televisión, la música y a la radio. Además, se manifiesta una desigualdad en el acceso a la lectura, a espectáculos, y en general, a las expresiones y prácticas relativas al acceso de bienes y servicios de consumo cultural. Lo que muestra esta encuesta de consumo cultural es una brecha altísima de estos

sectores, que son poblaciones de escasos recursos o de bajo nivel socioeconómico, o de los quintiles más bajos respecto tanto al acceso a consumo y prácticas culturales, como a tener espacios para su desarrollo y su visibilidad. Por otro lado, el informe de desarrollo humano que el PNUD1 publicó, refleja también el déficit que se da como debilitamiento de desarrollo humano en términos de la convivencia, el imaginario de vida en común, la comunicación, la construcción de confianza, vínculos y diversidad creativa. Lo que predomina en estos sectores es más bien el aislamiento, la desconfianza; más que la construcción hacia el otro; se da la negación del otro. Entonces, son políticas que van orientadas al control ciudadano, a la seguridad, que no apuntan mayormente a la ocupación de la convivencia en los espacios comunes sino más bien al refugio particular en lo individual. Y eso incidiría fuertemente en esta fragmentación de la vida en común y colectiva en aquellos territorios. De este modo se genera o se configura una intencionalidad de generar una intervención sociocultural o socio-artísticocultural, cuya particularidad se orienta a

* Licenciada en Historia, P. Universidad Católica de Valparaíso. Docente, investigadora y trabajo directo en temas de género y cultura juvenil. Coordinadora nacional del Programa “Creando Chile en mi Barrio” del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, entre los años 2006 y 2010, desde donde ha desplegado un intenso plan para el desarrollo social, artístico y cultural de las personas que viven en poblaciones vulnerables. 1. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

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superar esta falta de acceso de expresión y desarrollo artístico-cultural en sectores socialmente empobrecidos y vulnerables, incorporando dispositivos de recursos humanos, técnicos, metodológicos y financieros, para favorecer el desarrollo humano y local. Esta dimensión artística y cultural, se entiende en un territorio como producción social y simbólica del sentido de pertenencia, que necesariamente pasa mucho por la apropiación que hagan sus habitantes de su identidad y pertenencia. Pero no solamente a través de la memoria colectiva u oral que hagan del reconocimiento a sus orígenes o apropiación del espacio, sino también a través de aquellas manifestaciones como valorizar, posicionar o visibilizar la dimensión estética de la vida en común, puesto que esto también va configurando identidades. Uno ve poblaciones que son fácilmente reconocibles por su configuración estética, por sus murales, sus grafitis, etc. Por ejemplo, es posible identificar inmediatamente a la Villa Francia3 por los íconos o símbolos que ésta tiene. Si uno la recorre, se encuentra con las imágenes de los hermanos Vergara4. En la Población La Victoria5, por su lado, es posible reconocer una manifestación estética de apropiación, de sentido de pertenencia a esa comunidad. Por lo tanto, en esto de la vida en común y su condición estética en tanto lenguaje y expresiones de reconocimiento de revaloración de teatralidades, tonalidad, visualidad, iconocidad, se despliega y recrea la vida en común de una comunidad. El Programa en ese sentido es bastante ambicioso. Partimos de la premisa de que este fenómeno existe y que genera una multiplicidad de formas. Lo que pretende el programa es visibilizarlas, reconocerlas y generar plataformas también de expre-

sión y de integración de esta dimensión estética de la vida en común, para ponerla en un lugar de la construcción de una cultura, tanto de ciudad como una cultura regional y nacional. A partir de esta intencionalidad –propósito que se genera desde el programa y desde el Consejo de la Cultura–, necesariamente se tenía que tener una visión de coherencia, fundamentalmente con la necesidad de reconocimiento, visibilidad, legitimación y valoración de esta vida en común en su dimensión artística cultural. Tenía que tener un enfoque en coherencia con la política pública y para nosotros resultaba, en ese sentido, un enfoque promocional. No podíamos reemplazar la acción de los propios habitantes de los barrios. Escogimos, por tanto, el enfoque emergente, el enfoque de los derechos culturales. En este sentido creemos que aquellos son los derechos que garantizan el desarrollo libre, igualitario y fraterno de los seres humanos en esta capacidad singular que tenemos de poder simbolizar y crear sentidos de vida que podemos comunicar a otros. Ese es el sustento, el fundamento y el enfoque transversal que se ha ido incorporando al programa. En este sentido, veíamos que era el derecho de toda persona. Quiero decir que la reconstrucción del enfoque de derecho se fue integrando progresivamente al programa, porque ésta era una experiencia piloto, por lo tanto había enfoques participativos, de políticas culturales, de ciudadanía obviamente promocional, social, no podía ser de otra manera. No obstante el enfoque de derecho, tomado como el sustento, el sentido y el fundamento del programa, se fue haciendo durante la misma experiencia piloto a partir de lo que fueron recogiendo las propias comunidades en relación a cuáles son sus derechos.

Nosotros publicamos un manual de derechos culturales, sistematizado a partir del trabajo realizado por los propios animadores culturales, quienes recogen en sus propias comunidades cuáles son estos derechos. Lo hacemos en conjunto con la Corporación Forja6. Se trata del derecho de toda persona con vida en común a elegir su identidad cultural en la diversidad, su modo de expresión, el derecho a participar en la vida cultural, el derecho a acceder a los patrimonios culturales, el derecho a acceder y participar libremente de la vida cultural, sin consideraciones y fronteras, la libertad de expresarse en la lengua a su elección, el derecho de autor, el derecho a una educación permanente y la libertad de recibir enseñanza en su propia lengua; el derecho a la información y el derecho a participar de acuerdo a los procedimientos democráticos en la elaboración, ejecución y evaluación de las políticas culturales que le conciernen. En este sentido, en la modalidad de trabajo del programa, se puede expresar que el ejercicio de este derecho se ve fundamentalmente plasmado a través de un instrumento de participación que son los planes de desarrollo artístico cultural consensuados con la comunidad, donde esta comunidad se activa a través de un comité cultural o a través de la comisión de cultura en los mismos CVD7 del programa “Quiero Mi Barrio”, quienes expresan y definen cuál es el proyecto artístico cultural o la visión de futuro respecto al plan de desarrollo de acuerdo a su comunidad. Ese sería un instrumento de participación de la comunidad para definir libremente cuáles son sus aspectos o la visión de futuro y las acciones que quieren para desarrollar esto en distintos ámbitos estratégicos del desarrollo local y de su comunidad. Si bien nosotros iniciamos con criterio de focalización territorial, de trabajar estas unidades territoriales a través de los

3. Ubicada en la comuna de Estación Central, fue parte de las soluciones habitacionales entregadas por el Presidente Eduardo Frei Montalva en el marco de la Operación Sitio. 4. Los hermanos Vergara Toledo, muertos durante el régimen militar. En homenaje a este hecho de sangre se instituyó el día del joven combatiente que se conmemora el 29 de marzo de cada año. 5. Ubicada en la comuna de Pedro Aguirre Cerda. Famosa por ser la primera toma organizada de terrenos de Chile (30 de octubre de 1957) y también en América Latina. 6. ONG. 7. Consejo Vecinal de Desarrollo.

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criterios de vulnerabilidad física y social del programa “Quiero Mi Barrio”, por la misma especificidad de nuestro trabajo, tuvimos que construir o agregarle estos nuevos criterios que son los barrios como escenarios culturales o como territorios culturales. En este sentido pudimos ver que en estos barrios, como territorio cultural, había una marca histórica fundacional que incidía directamente en las dinámicas de participación de cada barrio y además en la forma en que se representaban los habitantes, la forma de ser de cada uno de ellos. Decíamos, por ejemplo, que según el origen de la pertenencia al barrio, ya sea un barrio de operación sitio, un barrio histórico, toma de terrenos o de radicación y erradicación, se determina más o menos el sentido de pertenencia a la ciudad o el sentido de integración o exclusión de cada una de ellas. Es decir, la construcción del sentido de ciudadanía, dependiendo de su origen. Eso también define o redefine la posición en cada una de ellas. Por ejemplo, tenemos barrios en base a poblaciones y villas producto de erradicación y soluciones habitacionales. Todos sabemos que pertenecen a un momento histórico, a un corte en la política habitacional. Esos son la mayoría de los barrios donde se está interviniendo obviamente y en coherencia, porque parece que ahí hay que hacer una política correctiva. Uno podría al revés decir que la mayoría de los

barrios que están en vulnerabilidad social y física son estos barrios. En segundo lugar, tenemos barrios en base a poblaciones históricas cuyos orígenes son la toma y la operación sitio. Aquí el actor o el centro de decisión debe generar la construcción desde la orientación de la política pública; la referencia al actor de origen es el propio poblador o pobladora y eso evidentemente le da otro sentido, y otro lugar y ubicación inclusive en la ciudad a estos barrios. En tercer lugar, los barrios de corte patrimonial. Estos barrios tienen un sentido y un lugar en la ciudad muy distinto a los que ocupan los otros. Tenemos barrios como el Barrio Pabellón Histórico de Lota o un barrio Centenario en Rancagua, que si bien coinciden con criterios de vulnerabilidad, el sentido de su ubicación en la ciudad tiene un valor en sí mismo por esta característica principal que adquiere para sus habitantes y no solamente para los habitantes del barrio, sino para la ciudad donde se ubican estos barrios. Por otro lado, los macrobarrios. Son barrios aislados en la escala comunal. Es el caso de Placilla en la V Región o Boca Sur en Concepción, que son barrios más bien segregados de la ciudad que aspiran a convertirse en comuna, es decir con pretensión de ciudad o integrarse a la ciudad. Si uno va a Valparaíso se da cuenta que antes de llegar a la ciudad está Placilla,

que pertenece a la comuna de Valparaíso, pero el objetivo de sus más de 40 mil o 50 mil habitantes no es la pertenencia a esta comuna o a esta ciudad. Su intención es definir su propia identidad. Otro caso corresponde a los barrios de clase media sujeta a decadencia y aislamiento urbano. Un clásico es la Villa Portales, que si bien tuvieron un proyecto urbano interesante, hoy en día se encuentran en este nivel de aislamiento urbano, con un sentimiento de progresiva decadencia. Finalmente, desde el año 2008 hemos integrado los llamados no barrios, localidades alejadas geográficamente, como son por ejemplo las localidades de Porvenir y Cochrane, y otras más que hemos ido integrando, que son casos en los que tanto en su imagen como en los aspectos técnicos quizás no tienen un peso en términos de aporte al desarrollo productivo y más bien se caracterizan por estar alejados de los bienes o los servicios públicos; sin embargo su peso en la construcción de la identidad nacional son gravitantes. Por ejemplo el caso de la identidad andina que es parte de una colección o la composición caleidoscópica de esta identidad.

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Alberto Gurovich W.*

Urbanismo y modernización “Oh bella edad de ilusiones y utopías, …” 1 En un documento en ciernes intentamos sostener que, dadas ciertas circunstancias, el desarrollo de las intervenciones urbanísticas podría estar aportando una suerte de “atajo” facilitador en el trayecto hacia la modernidad, allanando demostraciones, pero también evidenciando conflictos y tensando contradicciones. La base teórica que nutre esta conjetura se funda en los textos sobre la triada conceptual de Henri Lefebvre (1974), quien articula las representaciones del espacio con los espacios de la representación y las prácticas espaciales 2; en la “crítica operativa” de Manfredo Tafuri (1976) concerniente al ejercicio del capitalismo en el orden urbano 3, y en el artículo de Michael Gunder (2010), donde relaciona

planeamiento e ideología con la fecundación del espacio neoliberal 4. A manera de ensayo, abordamos uno de los períodos menos analizados desde la perspectiva de la modernización: el manejo de la ciudad en el montaje político e ideológico de la independencia nacional, es decir como resultado y herramienta en el proceso de emancipación, afianzamiento de la libertad, búsqueda de la homogeneidad y la justicia, innovación del sentido temporal de la legitimidad y desarrollador de la conciencia común de compartir una situación de cambio progresivo fundado en la aplicación de la lógica y la racionalidad. Entre las acciones más efectistas de aquella fase, en cuanto consigue implicar la salud pública, el enaltecimiento simbólico de lo universal y la disyuntiva entre los valores tradicionales de la religiosidad y el laicismo teñido de implicancias revolucionarias, aparece la formación del llamado Panteón

General de la capital, cuyos orígenes como iniciativa se remontan al gobierno de Ambrosio O’Higgins y al informe de la gestión de Larraín y Salas, Reyes y Goycoolea publicado en El Araucano de 6 de julio de 1813. Se realiza por mediación de un acuerdo del Senado Consulto emitido en la Gaceta Ministerial Núm. 20 de 24 de noviembre de 1821 –que de alguna manera inhibe el uso de las iglesias como enterratorios–, seguido por un Decreto específico de Bernardo O’Higgins, de 9 de diciembre de 1821, y se consolida después en la defensa pública de su existencia que hace Francisco Antonio Pérez, oficiosamente divulgada el 20 de marzo de 1823. No obstante aquello, la fuerza opositora de la Iglesia católica será tan trascendente, que sólo en 1874 será posible crear el Patio de Disidentes, y sancionar la Ley de los Cementerios Civiles, recién el 2 de agosto de 1883.

* Arquitecto, Universidad de Chile. Candidato a Doctor en Arquitectura y Urbanismo, Universidad Politécnica de Madrid. Ex Director del Departamento de Urbanismo, Director de la “Revista de Urbanismo” e investigador de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile. Actualmente dedicado al estudio de las dinámicas de cambio de la interfaz urbano rural en las formaciones metropolitanas, al manejo de modelos emergentes orientados a la experimentación aplicada a la planificación y diseño urbano, y a la historia del urbanismo chileno. Docente en pregrado y posgrado en Urbanismo, Diseño Urbano, Planificación Urbano-Regional, y Análisis y Evaluación de Proyectos urbanísticos, Universidad de Chile. Proyectista en Diseño y Planificación Urbana. Autor y coautor de libros y artículos en materias de su especialidad. 1. PUCCINI Giacomo, GIACOSA Giuseppe y Luigi ILLICA (1896) La Bohême, Acto II, “Quando m’en vo’ soletta”. 2. LEFEBVRE, Henri (1974) La producción del espacio. Art. en PAPERS: Revista de Sociología, Núm. 3, Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, pp. 219-229. 3. TAFURI, Manfredo (1976) Architecture and Utopia: Design and Capitalist Development. Cambridge, Mass.: The Massachusets Institute of Technology, 184 pp. 4. GUNDER, Michael (2010) Planning as the ideology of (neoliberal) space. Planning Theory 2010, 9(4):298, 314 pp.

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Otro hecho de similares efectos democratizadores se expresará en dos Decretos de O’Higgins, de 22 de marzo y 15 de septiembre de 1817, por medio de los cuales abolirá los títulos de nobleza y mandará destruir los escudos de armas instalados en los frontispicios de las casas. Pero la medida más consecuentemente “republicana” estará contenida en una verdadera subversión urbanística. En 1818, el Director Supremo, decidiendo el saneamiento de un espacio dispuesto a lo largo de un antiguo brazo del río Mapocho, ordena la limpieza de los numerosos basurales de las Cañadas de Santiago, el trazado de canales de riego y la plantación de hileras de álamos que van conformando el nuevo “Paseo de la Alameda”, bautizada más tarde como “de las Delicias”. Utilizando las condiciones ganadas por esta “área verde” de deleitoso ambiente –el espacio del no-trabajo que representa la esencia de la ciudad (“el hueco del cañón”, al decir comparativo de la plaza citada en “La rebelión de las masas” de José Ortega y Gasset, 1929-1932) que irá conteniendo las festividades públicas y muchas otras celebraciones populares–, es seleccionada por el Padre de la Patria para una obra maestra que estará situada en el segmento medular, la cual, por lo demás, diseña por su propia mano. Así es como el 22 de septiembre de 1820, dicta un Decreto acerca de las contribuciones de los propietarios y vecinos directamente beneficiados por el proyecto de un paseo público que denomina simbólicamente “Campo de la Libertad Civil”, calculadas en función de la distancia 5, y para inaugurarlo preside una ceremonia cívica de plantación del Árbol de la Libertad. Los pasos que van a seguir, van siendo sistemáticamente modernizadores:

5. Con lo cual, y planteando los mismos principios teóricos, se adelanta a la Teoría del Lugar Central de Johann Heinrich von Thünen, sobre los usos agrícolas del suelo tocantes a la posición del mercado, cuyo primer tomo será publicado en 1825, en Alemania.

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Considerando la defensa del acceso sur de la capital, de frente a una eclosión del bandidaje rural que será distintivo del período siguiente, designado como “de la anarquía”, se legaliza un Acuerdo del Senado Consulto de 9 de febrero de 1821, que declara la fundación de San Bernardo, que se hará parte del proyecto regional del Canal del Maipo - Mapocho, cuyo trazado y dirección fueran asumidos por Domingo Eyzaguirre. El segundo hecho urbanístico reside en los alcances que provendrán de un encargo formulado por el Presidente Joaquín Prieto, de 5 de noviembre de 1835, al físico y matemático francés Carlos Francisco Antonio Lozier, para diseñar el Plan del traslado y cuarta fundación de la ciudad de Chillán. Lo singular del proyecto de Lozier, un rousseauniano empedernido que luchara como científico en el ejército napoleónico, fuera contratado por Carrera y O’Higgins, tratara de cambiar la educación en el Instituto Nacional y formara parte de la Comisión Técnica de estudio de los efectos del terremoto y maremoto de 1835 en Concepción, en un grupo de estudio que incorporaba a Simón Rodríguez, Charles Darwin y Robert Fitz Roy, es la traza armada y provista a la manera de la comunicación de la Ciudad Perfecta de Platón, una estructura de barrios con grados de autonomía relativa, y la soberbia dimensión de las vías y plazas. El proceso modernizador se irá coronando a continuación, cuando en enero de 1839, el Ministerio del Interior se dirige a la Municipalidad de Santiago, requiriendo la “pronta formación de un plan de arquitectura urbana”, que justifica el primer levantamiento cartográfico técnico, dibujado por Jean Herbage y editado en 1841, justo en el momento en que se está construyendo la Villita de Portales o de Yungay, el primer negocio inmobiliario deliberadamente habilitado como nuevo “barrio” satélite de Santiago. Alameda de las Delicias a más de 100 años del Decreto Supremo que conformaba el “Paseo de la Alameda” (fuente: http://www.fund-edlb.org/postales.htm, autor desconocido).

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Conferencia magistral Alberto Mayol*

* Sociólogo, Universidad de Chile. Magíster en Ciencia Política, Universidad de Chile. DEA Teoría Sociológica, Universidad Complutense de Madrid. Doctor en Sociología, Universidad Complutense de Madrid. Licenciado en Estética, Universidad Católica de Chile. Académico Asociado, Departamento de Gestión y Políticas Públicas, Facultad de Administración y Economía, Universidad de Santiago de Chile. Ha sido Profesor Asistente de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile. Investigador Núcleo Milenio sobre Estructura Social. Ha centrado sus investigaciones en sociología de la cultura, sociología política, ética económica y sociología del arte. Autor de diversas publicaciones sobre dichas temáticas.

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¿Es posible reconocer sentidos en la emergencia ciudadana? Fundamentos y motivaciones. Cuando a uno lo invitan a una conferencia que tiene un título previo, siempre tiene ganas de cambiarle el título porque no le parece muy convincente. Y muchas veces no sólo el título no es muy convincente sino que además, como un problema anexo, uno no sabe lo que significa. En este caso, me pareció excelente el título y además me pareció excelente esto de generar una cita por cada ponencia, porque permite delimitar un territorio en el cual moverse mucho mejor. Se me ha invitado a hablar sobre la posibilidad de reconocer sentidos en la emergencia ciudadana. Revisando la literatura sobre participación ciudadana se puede decir que desde el año 60 hasta nuestros días, sistemáticamente se ha observado que existe una emergencia ciudadana, o es al menos en lo que insisten numerosos documentos. Esto no es un dato nuevo y habla tanto para bien como para mal del fenómeno. Habla de que siempre hay movimientos a nivel de la participación ciudadana que merecen ser reconocidos como tales, y al mismo tiempo, habla

de la precariedad de estos movimientos que no han logrado generar una consolidación como tal, ya que continúan en la mera ‘emergencia’ (en tanto surgimiento, se entiende). Los diagnósticos también coinciden en señalar que efectivamente la participación ciudadana en nuestro país no logra llegar a tener una masividad suficiente, una textura suficiente, como para poder lograr una mayor calidad democrática. Ese es un dato más o menos sencillo de señalar.

ciudadanía, al tiempo que generaría nuevas fórmulas de distribución de poder en la sociedad.

Tenemos este tema de la emergencia, que a mi juicio puede significar dos cosas: la emergencia ciudadana como episodio o la emergencia ciudadana como síntoma. Si lo miramos como episodio estaríamos en presencia de una situación concreta coyuntural, que no reviste mayor horizonte, que no reviste mayor destino, que simplemente involucra un momento en el que la conjunción de factores puede determinar una eclosión ciudadana o al menos un evento de mínima resistencia desde el mundo civil. Si lo pensamos como síntoma, estaríamos hablando de aquella señal o signo, aquel fenómeno que al ocurrir está develando que detrás de él avanza escondida otra realidad, y que a través del síntoma podemos llegar a él. En este caso, la emergencia ciudadana escondería una nueva forma de relación política/Estado y

Uno de los motivos por los cuales me extrañó mucho que me invitaran a dar esta conferencia magistral, es porque yo no parezco optimista. No tengo muy claro si lo soy. He llegado a pensar que soy optimista en el largo plazo. Pienso que a la larga las cosas van a andar mejor, lo malo es que después me acuerdo de Keynes1, que decía que en largo plazo todos estamos muertos y ahí se me produce un problema nuevamente. Este es un fenómeno que he tenido que tratar de subsanar, en búsqueda de algo parecido al rigor y la objetividad durante la preparación de esta conferencia.

De alguna manera, quienes participan en los temas de participación ciudadana, quienes han investigado, quienes se mueven en ese ambiente, siempre esperan que estos sean más bien síntomas que episodios. Y aquí viene uno de los rasgos fundamentales de la gente que trabaja en participación ciudadana: es gente optimista.

La cita ya la comentó Francisco Brugnoli2, pero la voy a repetir porque me parece muy útil para poder construir la problematización: “Tras las situaciones localizadas en conceptos muy dispares podrían

1. Jonh Maynard Keynes, economista británico. Se centró en el análisis de las causas y consecuencias de las variaciones de la demanda agregada y sus relaciones con el nivel de empleo y de ingresos. 2. Vicerrector de Extensión de la Universidad de Chile en esa fecha, organizador de los seminarios en torno a la ciudadanía y el espacio público.

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develarse situaciones concretas que fracturan determinados conceptos sociales y, al mismo tiempo, habilidades subjetivas en la tarea de reconquistar el espacio público frente a la presión institucional a la que se está sometido”. Fíjense que aquí hay tres elementos fundamentales: uno, las fracturas para la ciudadanía, otro tema son las habilidades subjetivas, y el tercer tema es el del espacio público. Esos son los tres temas que están permanentemente presentes cuando hablamos de participación ciudadana. Cuando hablamos de participación ciudadana hablamos de la posibilidad de que la subjetividad o las subjetividades logren acceder a un nivel de participación en el cual afecten la vida pública. Esa es su gracia, su destino, su horizonte. La participación ciudadana, además, nace como un correlato, como una especie de relación con y sin el Estado. Cuando el Estado se configura como un aparato estatal que se aleja de la ciudadanía, porque necesariamente tiene que transformarse en un aparato administrativo y burocrático, aparece la necesidad de que el otro, el referente del Estado, el ciudadano, adquiera un poder por sí solo también. El Estado no va a ser siempre sólo defensor del ciudadano, motivo por el cual el ciudadano también tiene que tener un poder. Ha de existir un equilibrio de poder. Bajo una mirada amplia, nos aparece una triada fundamental en las sociedades capitalistas, que es la triada entre el Estado, el ciudadano, y un elemento que es mucho más complicado, que es el mercado, porque en el mercado también hay poder, pero un poder que no tiene ningún procedimiento de legitimación y despliega su influencia en proporción a la acumulación material de recursos de sus actores. Entonces los ciudadanos enfrentan al mercado en una relación muy dispar y muy difícil de sobrellevar. Cuando digo que no hay ningún elemento de legitimación me refiero a elementos capaces de generar la obediencia aceptada, la sumisión y justificación con relación a una determinada dominación. Y es que claro, en el mercado hay elementos de seudolegitimación que son, por ejemplo, la seducción, la posibilidad de aceptar los eventos que nos subyugan en el mercado, a partir de la generación de algún otro recurso, pero no hay una legitimidad de la

dominación en sí misma, como sí la hay en la política. La pregunta entonces es: ¿es posible reconocer sentidos en la emergencia ciudadana? Yo he convertido la pregunta en tres problemas, para poder tratar de llegar a ella. Primero, la emergencia ciudadana que nos convoca hoy ¿a qué forma de ciudadanía apela? Esa es la primera pregunta que tenemos que tratar de desentrañar. Una cosa es la emergencia, démoslo por sentado, y otra cosa es la fortaleza, sentido, coherencia, amplitud, cuál es, en definitiva, la fertilidad de esta emergencia. El segundo punto, y el más importante a mi parecer, ¿cuáles son las bases de sentido que explican la emergencia ciudadana, la asociatividad existente en Chile, la apelación a la ciudadanía como un locus, como un lugar emancipatorio? ¿Cuáles son las bases de sentido? Esa pregunta que es la que responde más directamente lo que se estaba pidiendo, me parece muy importante. Y aquí hago un comentario metodológico. La mayor parte de quienes trabajan en el tema de participación ciudadana lo hacen desde el fenómeno mismo de la participación, en el análisis del caso de participación, lo que está muy bien porque uno no puede analizar un objeto sin introducirse en él. Eso es obvio y natural. Dado que cuento con investigaciones que provienen de una matriz distinta y mucho más general, pero además por una convicción también de corte epistemológico, yo he seguido una trayectoria diferente. He seguido una trayectoria que tiene que ver con revisar qué es lo que pasa con el sentido ciudadano en general y cómo ese sentido ciudadano alimenta o no alimenta, choca o no choca con las posibilidades de participación ciudadana existente. No cabe ninguna duda, y así lo dicen las ciencias sociales, las excepciones tienen que, de alguna manera, relacionarse con la regla. Insisto en esto. Asumimos que la participación ciudadana en Chile, al menos en su grado más avanzado, es un fenómeno excepcional. El tercer punto, todavía más importante y por lo mismo sumamente conjetural, por lo cual no aportaría nada de momento, sería ¿es acaso la emergencia ciudadana

existente un síntoma de los problemas de la ciudadanía? Es decir, ¿nos aparece algo que tiene una proyección futura y que puede generar un sentido de lo público algo distinto, o simplemente se trata de un episodio más en esta historia donde ha habido muchos episodios? Esta provocación tiene algo de falaz porque evidentemente hay episodios que no obstante su carácter episódico, luego redundan en una determinada consecuencia. Nunca un fenómeno carece de toda consecuencia. Evidentemente, hay síntomas que parecen indicar que hay un horizonte o un destino y que finalmente no terminan en nada. En la historia hay muchos casos, que no es momento de abordar, pero sí hay una tensión un poco arbitraria. Entonces, sabemos que en Chile la situación del ciudadano frente a los poderes del mercado y del Estado es relativamente débil. Esto es reconocido incluso por los mismos actores que participan en los espacios favorecidos. Es decir, quienes participan en el mercado y quienes participan en el Estado asumen que esto es así. Pero además, hay algo que está sumamente presente y es que no sólo hay un diferencial de poder que es evidente, sino que hay una sensación de vulnerabilidad a nivel ciudadano, de daño, de dolor, de irrelevancia, como imágenes sumamente recurridas. No se trata solamente de malestar social o de malestar ciudadano que claramente cruza nuestra estructura social, sino que se trata de una sensación de impotencia. Esto es algo que está muy presente en nuestra cultura ciudadana actual. Incluso es más. Si uno revisa las entrevistas cualitativas que nosotros hemos hecho desde Iquique a Puerto Montt, es visible un fenómeno muy curioso que podríamos denominar artificiosamente como la aparición de un tipo de sujeto que vendría a ser un revolucionario adaptativo. Es decir, alguien que quiere cambiarlo todo, pero que luego dice, lo único que me queda por hacer es adaptarme. Y ese revolucionario adaptativo, habiendo casos muy extremos y conocidos, parece ser algo que cruza toda la sociedad y que nos cruza a todos nosotros. A todos nosotros nos habita un revolucionario adaptativo, con las ganas de cambiarlo todo y teniendo que hacer lo que hay que hacer día a día. El

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horizonte deontológico queda negado por la acción cotidiana.

estudiantiles, que es un nuevo actor en la escena política.

¿Cómo abordar todo esto? ¿Cómo abordar el problema del malestar? Quiero detenerme brevemente en el tema del dolor y el sufrimiento, porque hay un sentimiento muy delicado en términos de malestar ciudadano. La sensación de dolor y sufrimiento como parte de la identidad política y social de las personas es sumamente desmovilizadora. Estas son emociones que no ayudan mucho a salir de situaciones difíciles, que está bien sentirlas como parte del proceso comprensivo de la subjetividad en la vida social, pero no son emociones proactivas que faciliten la ciudadanización. La existencia de una identidad en el dolor, que es algo que yo en particular vengo investigando hace bastante tiempo y que ha aparecido muy fuerte en determinados contextos políticos, es parte relevante como elemento de determinadas políticas públicas, es decir, es un elemento que está presente en nuestra sociedad. Este es un tema que no ayuda mucho a la posibilidad de una emergencia ciudadana. El dolor conduce a la victimización, la victimización conduce a una relación ambivalente con el sufrimiento, que incluso produce un poco de placer, y finalmente es una buena excusa para que nada funcione, sin ese mínimo de esperanza para poder emerger. Entonces, no va a ocurrir lo que estamos esperando con el mero anclaje en el sufrimiento.

Esta situación obviamente se interrumpe en 19734. Por supuesto hubo una nueva emergencia ciudadana que tenía que ver con el surgimiento de las ONG, que es un tema bastante trabajado, bastante conocido, que canalizaron la participación existente con fines del retorno a la democracia. En los ochenta se suele hablar de una desarticulación, pero al mismo tiempo articulación. Es decir, hay una desarticulación generalizada promovida desde el Estado, pero una rearticulación de tejido social fundamentalmente en las poblaciones, como las ollas comunes, que ayudan a reconfigurar un escenario de apoyo para la crisis económica, por un lado, y una base de reformulación política que va a ser muy importante. Las ONGs también siguen, pero pierden protagonismo porque el proceso de institucionalización de las decisiones políticas comienza a transitar hacia los partidos o al menos se produce una relación entre el ámbito no estatal y la política partidista.

¿Dónde está situada nuestra emergencia ciudadana? ¿Dónde la podemos encontrar? Voy a seguir la literatura con que he trabajado el tema y obviamente voy a mencionar algunas cosas que ya han dicho Manuel Antonio Garretón y Vicente Espinoza3. Se ha dicho que los años 60 son la época de desarrollo y auge de la emergencia ciudadana, pero que siempre estuvo colonizada por el Estado y que fundamentalmente estaba vinculada a la potencia que adquieren determinadas formas de participación que emergen hacia lo público desde el mundo del trabajo fundamentalmente, básicamente los sindicatos, y la aparición de los movimientos

También hay una emergencia ciudadana que es necesario mencionar, que tiene que ver con la emergencia ciudadana participativa. Es el caso de las reuniones de jóvenes UDI5 y de Cema Chile6, que también tendríamos que catalogar como participación ciudadana y que no se parece mucho a lo que estamos esperando quienes estamos aquí presentes. Ya en los noventa, existen iniciativas de base, pero casi todas fueron perdiendo la fortaleza, la intensidad y el vigor que tenían antes. Aparecen muchas actividades, pero a esas actividades les falta la energía de la lucha por la democracia que es muy importante, la lucha contra los poderes establecidos. Aparecen estos movimientos con menos energías. Hubo una cierta recomposición de la relación entre Estado y ciudadanía y aparece una ambivalencia que es muy interesante, que va a cruzar la historia de los 90 hasta el día hoy. Es la ambivalencia entre gobernabilidad y participación ciudadana. De alguna manera,

3. Participantes del Seminario. 4. Golpe de Estado acaecido en Chile el 11 de septiembre de 1973; derrocó al gobierno de Salvador Allende G. 5. Unión Demócrata Independiente (UDI) es un partido político chileno de derecha y tendencia conservadora. 6. Institución de voluntariado femenino que tiene por objeto el desarrollo integral de la mujer y su grupo familiar.

nos pasó algo que es bien absurdo, pero le puede pasar a los países, les puede pasar a las personas. Hubo temor a una pérdida de gobernabilidad en la medida en que se salía de la dictadura. Hay que decirlo. Las dictaduras son sumamente gobernables. Entones había temor de que, habida cuenta de que se iban a retirar todos estos mecanismos de vigilancia, todo este concepto de que “no se mueve una hoja en Chile sin que yo lo sepa”, podía entonces emerger nuevos riesgos. Había temor. Un temor que estaba presente en todo Chile. Yo hice entrevistas por todas partes. Normalmente no hago entrevistas a gente de la élite, sino a ciudadanos que responden a ciertas categorías sociales que sirvan para la investigación que se está realizando en ese instante. Y recuerdo perfecto un caso que me parece notable por lo extremo. Hablo de un jubilado de Valparaíso, miembro del Partido Comunista, torturado, cuyos hijos tuvieron que irse del país, exiliados, que me decía: lo que pasa es que la delincuencia es como una venganza del pueblo cuando sale el poder que los oprime. Sale el poder y la gente se rebela porque desaparece la vigilancia. Fíjense en esto. Estamos hablando de una persona que pertenece a una matriz completamente distinta a la del régimen militar, y que, sin embargo, reproduce esta imagen de que la gobernabilidad es una especie de panóptico, de gran visor, que está por sobre cada uno de los ciudadanos. Eso está sumamente presente en nuestra cultura política. Cualquier movimiento ciudadano va a jugar con ese problema, con esa tensión. Respecto de la actual situación de las organizaciones sociales y la participación ciudadana en Chile, hay un informe que está bastante claro, que es el Informe de Naciones Unidas para el Desarrollo, del año 2004, que trata sobre asociatividad y organizaciones sociales. Se habla de 80 mil organizaciones sociales básicamente, de distinta índole, pero dice (cito): “Sin embargo esta asociatividad suele tener como norte un impacto que se concentra en sus

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propios miembros, sin que busque influir en el ámbito público”. Por lo general, estas organizaciones no se constituyen como instrumentos de equilibrio ni disputas del poder en la sociedad, sino que aparecen lejanas a los círculos de poder de las actuales elites. De ahí que uno pueda señalar que no hay una capacidad de salir de una finalidad inmediata, no quiero decir instrumental porque la palabra instrumental ha llegado a sonar como que simplemente tiene que ver con recursos económicos, pero sería instrumental en términos técnicos. Es decir, hay un fin al cual quiero llegar y ocupo los medios para ello y mi movimiento como ciudadano está asociado a ese fin ¿Qué significa eso? Que no tenemos una cultura de participación ciudadana. Señala el informe que esta situación representa un desafío para el desarrollo humano en Chile, porque no existirían suficientes movilizaciones capaces de reivindicar derechos, expresar opiniones, controlar a sus autoridades e influir en las decisiones que afectan a la comunidad. Aquí hay un tema que es muy importante, porque no tiene que ver solamente con hacer el mero diagnóstico sobre una participación ciudadana mal orientada, mal enfocada, entre otros posibles defectos. Eso no es así. Los problemas son normalmente estructurales. En Chile tenemos un déficit histórico de espacio público, que además se incrementó durante la dictadura. Chile es un país que en el siglo XIX desarrolló muy bien el Estado institucionalmente y muy mal el espacio público, porque este último sólo se desarrolla por procesos distintos a la organización institucional. Se confundió el tema político con el espacio público. ¿Cómo se desarrolla el espacio público en todo el mundo? Con las sociedad literarias, con el desarrollo de la imprenta, fundamentalmente con el desarrollo de la cultura en general, de la literatura, el periodismo del siglo XIX, de Stendhal y Dostoievski. Un periodismo donde los diarios publicaban El Capital de Marx y vendían el diario, y muchos de los escritores clásicos escribían novelas por entregas en los semanarios 7. Asociación Nacional de Deudores Habitacionales.

(Dumas por ejemplo). Hoy día las leemos como grandes clásicos, como la teleserie de la época. Lo hacían para que se vendieran los diarios, porque estos no traían noticias frescas debido a que las imprentas no eran capaces de sacar producción todos los días. Desde entonces tenemos un déficit de espacio público que se radicaliza en la Dictadura a niveles que hoy día son gravísimos y que no hemos logrado revertir. Nosotros hablamos de la concentración de los medios de comunicación, que ya es muy grave, pero que hoy aquí no puedo enfatizar suficientemente. Los medios de comunicación son parte muy relevante de lo que es el espacio público, por la importancia que tiene el debate público. Pero la gente siente que al salir de su casa, lo que piense no tiene ninguna importancia. Dentro de la casa pueden discutir o conversar de política, pero sabe que si sale de la casa, lo mejor es quedarse callado y no opinar nada porque no tiene ninguna importancia y además puede ser un problema, porque la gente que habla de política termina siendo un problema. Entonces, la posibilidad de reivindicación de la ciudadanía es muy débil con un espacio público sumamente colonizado, más aún con la publicidad que es una presión enorme en el espacio público y que lo transforma en otro locus del mercado. Es la subversión de utilizar el espacio público como sitio de venta y manipulación emocional para fines comerciales. Es un espacio público que se torna mero escaparate. Les doy una cita respecto de esta sensación de fragilidad. Un obrero industrial, de Santiago, de 40 años, dice: “En estos momento yo no tengo grandes decisiones que influyan en algo. Yo bailo al ritmo que los demás me imponen. Yo no tengo recursos, medios, una situación que me permita decir esto no va a ser así, esto no debiera ser así. En este momento mi opinión quizás vale, tal vez es un tema de conversación, pero más allá de eso no. Es decir, yo tengo que entrar en el sistema y acomodarme”.

Esta cita es todo lo contrario al imaginario republicano, que consiste en que yo tengo un malestar, luego éste aparece en el espacio público, hacemos un juicio público colectivo, un diagnóstico, construimos un proyecto colectivo, ese proyecto colectivo redunda en políticas públicas, además redunda en candidatos que representan ese proyecto político, este proyecto político yo lo muestro en todas partes y no permito que alguien me diga algo en contrario sin rebatirle, etc., eso me va a permitir articular mi sistema de valores con mi vida política. Todo ello constituye un ciudadano y es un proceso que termina en un debate general sobre el modelo de sociedad y la forma de construirlo. Sólo así es posible una democracia sustantiva. Pero eso no está ocurriendo porque tenemos una fractura en nuestro espacio público que hace que nuestro malestar emerja como malestar social, choque con un espacio público que no es capaz de tematizarlo y se nos devuelve a nosotros mismos y tenemos que resolverlo individualmente. Y ahí estamos con el nivel de psicotrópicos más alto del mundo y teniendo que resolver los problemas públicos como problemas personales. Los temas de la educación los resolvemos cada uno por nuestra propia cuenta. Esa fractura es muy importante a la hora de entender lo que nos está pasando. La sensación de malestar, de rabia e impotencia es otro elemento muy importante, y quizás la rabia es uno de los sentimientos más prehistóricos. A pesar de que no es precisamente el que más quisiéramos difundir, la rabia por lo menos es un elemento activo que ha permitido que determinadas agrupaciones, desde la rabia, desde el malestar, transformado en acto, hayan hecho algo. Las actividades de ANDHA7 y de Ciclistas Furiosos8, como su nombre lo indica, lo que acreditan es la rabia. Felizmente, es una rabia sublimada, no una rabia transformada en una agresión constante al espacio público, que tiene que ver con la inmadurez del espacio público también. Una inmadurez que se refleja, por ejemplo, en lo siguiente: somos incapaces de distinguir entre las emociones sociales. La

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alegría y la rabia terminan haciéndonos romper la Plaza Italia9 ya sea cuando estamos contentos o cuando estamos enojados, es decir, ejecutamos el mismo acto para distintas emociones, o quizás directamente las confundimos. Los bebés son así. Cuando les da mucha risa, de tanta risa se ponen a llorar, porque confunden las emociones, porque no tienen suficientemente maduras sus emociones. A nosotros nos pasa lo mismo. En ese sentido, tenemos una inmadurez dramática. La sensación de prisión del ciudadano es muy clara. La siguiente cita es notable y constituye una teoría que es muy lamentable por un lado, pero está muy bien expresada por un funcionario privado del sector de servicios de nivel medio, que dice: “Mi teoría es la siguiente: en una punta de la tenaza están los políticos y todos los aparatos que se mueven en la política, y en la otra punta de la tenaza está la delincuencia y otras personas que no se rigen por las normas sociales. Al medio estamos nosotros, los otros 14 millones de rehenes que tienen estas dos formas de vida. Ellos, políticos y delincuentes nunca se tocan, porque mientras más aprietan, siempre nos aprietan a nosotros. Por lo tanto los delincuentes casi nunca atacan a la clase política, porque saben que inmediatamente les van a caer encima los Carabineros, les van a mandar escuadrones especiales para pillarlos; y por otro lado la política nunca hace cosas de verdad contra la delincuencia, y ambos dos, las dos cofradías, se levantan en la mañana pensando “cómo sacamos más plata”, los ladrones cómo nos roban y los políticos cómo nos hacen más impuestos”. Esta frase tiene un nivel de articulación muy superior. Lo que revela es una sensación que está presente y expresa muchas voces que hemos visto en las entrevistas que dicen relación con esta percepción relativa a la existencia de grupos que controlan las escenas territoriales, las escenas financieras, las escenas del poder, mientras todos los demás son espectadores. Y eso es absolutamente contrario a la par-

ticipación ciudadana. Somos además espectadores sometidos a la lógica del espectáculo, que es la lógica publicitaria, es decir, llamar la atención y nada más.

tología siempre se tiende a hablar sobre el tema de la gobernabilidad y nada más, perdiéndose con ello bastante de la textura del fenómeno.

Si ustedes se fijan, los movimientos que reúnen a la gente son aquellos que buscan influir en cierta forma, tienen que llamar la atención, tienen que lograr generar un movimiento social que no sólo sea un movimiento, que no sólo tenga una textura social, que no solamente tenga personas que se le unen, sino que además logre que el espacio público, que al mismo tiempo ha sido estetizado publicitariamente, en rigor se transforme en un lugar donde se logre generar un impacto. Tomarse un espacio es estar en un lugar que genere la presencia, poner un símbolo ritual –el de los Ciclistas Furiosos, por ejemplo, con su señalética propia-, un carácter ritual que permita ir señalando todo el día “yo estoy molesto, esto no puede ser, esto es una injusticia”. Esa es la sensación.

Nuestra participación ciudadana peca de lo mismo que peca nuestra política. Está presa de las fracturas que tenemos en nuestra sociedad, que son estructurales. Sin embargo, hay una gran diferencia que quiero remarcar para ir respondiendo los puntos relacionados con el sentido y la posibilidad de otros sentidos. La participación ciudadana siempre se origina en las fracturas, en los espacios que están teniendo algún nivel de fractura social. Cuando esa fractura es muy grande la participación se destruye, pero cuando son pequeñas son muy movilizadoras. Tener fracturas pequeñas le hace muy bien a las sociedades y éste es un elemento que en Chile no hemos entendido aún porque se confunde la política de llegar a acuerdos con el partir de acuerdos, cosa que está muy mal. Ese es el sentido de la modernidad. Con una situación de fracturas permanentes nace la necesidad de cambio social. Cuando hay fracturas la participación ciudadana emerge casi espontáneamente y hay que lograr canalizarla, hay que lograr darle el espacio.

Pero ¿cómo resolver esto? ¿cómo salir de esto? Primero, comenzando por romper esa lógica de que la participación ciudadana es contradictoria con la posibilidad de gobernabilidad. Si hay algo que es muy evidente hoy en día es que aquellos espacios donde se está perdiendo la posibilidad de gobernabilidad son los espacios donde hay controles territoriales privados, principalmente en las poblaciones o en sectores de la elite, que tienen el control total sobre sus zonas. Esa pérdida de gobernabilidad no viene por el lado de la participación ciudadana, sino todo lo contrario, ocurre por la pérdida de textura de la ciudad. Tenemos que evitar comentarios como el que hizo el politólogo Patricio Navia10 el año 2006, refiriéndose al gobierno ciudadano de Michelle Bachelet: “Cuando se siembran vientos, se cosechan tempestades. No le entregue la banda presidencial a tanta gente, que la gente se lo cree.” Desgraciadamente, esa cultura está muy presente. Tengo varias citas de distintos intelectuales y politólogos que dijeron lo mismo. Lamentablemente, desde la poli-

Para ello es fundamental que en la participación –que tiene dos grandes avenidas, la del espacio público que es una avenida macro y permite llegar al Estado, y la avenida local– es fundamental que la avenida local sea a tal punto fértil que naturalmente converja al espacio público. Ese es el sentido del espacio público, no que sean caminos distintos y que tenga que moverme para llegar al espacio público y por otro lado moverme para obtener una vida local. Cuando se tiene al ciudadano dividido, éste no funciona, no es viable, enloquece. Es lo que vemos actualmente con una ciudadanía incapaz de procesar el malestar que la atormenta en su vida cotidiana pues ese malestar parece estar separado de los problemas generales. Tenemos que resolver los problemas sociales conjuntamente. No podemos seguir

8. El Movimiento Furiosos Ciclistas aboga por los derechos de los ciclistas y por su lugar en el espacio urbano. 9. Plaza en la cual se acostumbra realizar manifestaciones y celebraciones que usualmente terminan en actos vandálicos de diversa escala. 10. Cientista político y sociólogo chileno, columnista e invitado en varios programas de discusión y análisis político de la televisión chilena.

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privatizando culturalmente nuestra visión. Eso es fundamental. Nosotros estamos privatizados mentalmente. Pensamos que las cosas que son problemas colectivos hay que resolverlas individualmente. No podemos seguir por ese camino porque no conduce absolutamente a nada, conduce a desintegración, aislamiento, y eso finalmente conduce a una imposibilidad. Tenemos una lógica social, tenemos un tipo de sociedad que está construida sobre la lógica de la cooperación. Es imposible funcionar de otra manera. Entonces ¿es posible reconocer los sentidos en la emergencia? Por supuesto que se reconocen los sentidos presentes en nuestra sociedad. Gran parte de la emergencia de proyectos de participación ciudadana o de manifestaciones ya consolidadas de participación ciudadana, nos muestra tanto los defectos como las virtudes que tenemos como país. Hay algo que la sociología enseña y es que los procesos estructurales están en todo, de lo contrario no serían estructurales, y que desgraciadamente las voluntades individuales simplemente no son capaces de resolver los problemas estructurales. No podemos erigirnos en superhombres para resolver ese tema individualmente. No lo vamos a poder hacer. Ni siquiera vamos a poder erigirnos en un sujeto extraordinario para poder hacerlo con nuestras propias vidas, frente a un malestar social que nos viene. Entonces, el punto es que la participación ciudadana, en lugar de ser un espacio de reproducción de la ética y sentidos existentes, debe ser una oportunidad para poder construir desde un nuevo sentido. Nunca es posible en una sociedad partir de la nada. Pero todo elemento social, incluso los elementos más perversos incluyen desde su origen, en su base, las posibilidades de transformación que se nos presentan como oportunidades. Esta es una tesis que para efectos de la historia económica postuló Marx, por un lado, pero respecto de la cultura la postuló Simmel. El dijo que, aún en un entorno todo lo perverso que ustedes quieran, siempre hay una posibilidad de sacar un elemento desde el cual afirmarse y con el cual revertir la situación. Sólo desde dentro, no necesariamente del sistema, sino desde dentro de la cultura que tenemos, desde dar vuelta la

palabra gobernabilidad por ejemplo, lograr invertir, lograr dar vuelta estos signos que nos están aprisionando de alguna manera. Sólo desde ahí vamos a poder generar unas nuevas emociones públicas que no respondan a la lógica de manipulación que hoy día tienen las emociones públicas. Nos estamos acostumbrando tanto a manipular, que necesitamos manipuladores para la manipulación.

ataque. En cambio la noción de defensa es una noción de defensa de un espacio, de un territorio que yo defino como nuestro, como propio y, a partir de eso, proactivamente puedo estar permanentemente en esa defensa. La defensa no necesariamente es una actitud pasiva. Entonces la ciudadanía que siempre tiene ese sentido defensivo frente al Estado y frente al mercado, es muy importante.

Si ustedes se fijan, ya la tesis de una gran manipulación, que es una especie de teoría de la conspiración, no nos sirve. Somos todos “manipuladores manipulados” y andamos buscando ser incluso manipulados por nosotros mismos. El acto del consumidor es un ejemplo notable al respecto. Es el acto de la automanipulación. Soy capaz de generarme pena para que el elemento que me va a generar el rendimiento (el objeto) pueda ser comprado razonablemente según mi propio criterio.

El gran desafío es cómo construir una ciudadanía capaz de enfrentar al gran poder actual que es el mercado. Este es un tema decisivo. Es necesario mejorar las condiciones de los sujetos en tanto consumidores, pero no se soluciona con el sujeto insertándolo en el mundo del consumo para, a partir de ese mundo del consumo, aumentar su poder y enfrentar a las empresas de mejor forma. Por supuesto que se requiere algo de esto, porque de lo contrario ocurre lo que pasó vergonzosamente con las farmacias, y donde, cualquiera de nosotros sabe, que los precios incluso están más altos que antes del asunto12. Pero no se resuelve como consumidor, se resuelve entendiendo que como ciudadanos económicos, también somos ciudadanos. La economía también es una dimensión de la ciudadanía. Por tanto, la igualdad económica es muy importante, y en ese sentido hay un conjunto de factores que tenemos que homologar y vincular para que esto realmente funcione.

El contenido de esa vida social no se debe limitar a reproducir el orden que se nos está entregando. Eso sí lo podemos hacer. Necesitamos salir de la rebeldía adaptativa y transitar hacia una crítica no flagelante. No transformar esto en una crítica que diga: no hay nada que hacer, hay que destruirlo todo, etc., sino que simplemente asumir que hay una crítica que es fundamental, aun cuando lentamente asumimos que esa crítica va a ir transformándonos a nosotros mismos. Porque la gran diferencia es que la rebeldía adaptativa marca una distancia tan grande entre los dos puntos que es imposible resolverlo, motivo por el cual el sujeto se mantiene tan rebelde como adaptado y nunca cambia. Está tan enojado como contento. Tengo tanta rabia como aumento de sueldo, por ejemplo. Entonces no funciona. Lo que funciona es una noción de crítica social que debe ser comentada, para lo cual el sistema educacional es vital; una noción de crítica inserta en todos nosotros que permita lentamente ir recomponiendo el espacio público, porque es cierto que los ciudadanos sí son capaces de tener estrategias defensivas. La participación ciudadana es una estrategia históricamente defensiva. La diferencia es que es distinto defensivo a reactivo. El defensivo reactivo se defiende siempre esperando el

Entonces, debemos entender que hay que salir del sufrimiento como base, dejar de lado un elemento que puede estar presente en la sociedad pero no puede transformarse en el elemento articulador de las relaciones de clase, que es la caridad. No puede toda la sociedad convertirse en donantes y mendigos. Entonces, sin desgarro, pero con la convicción de que la participación debe ser un espacio distinto a lo existente, que por tanto construirá nuevos contenidos y formas, el locus, el espacio de la acción ciudadana debe ser una conquista más hacia la superación del malestar social y la construcción de ese fin último en política que es, desde tiempos inmemoriales, desde Aristóteles, la felicidad. Me dirán que he terminado con cierto optimismo. La verdad es que más nos vale tener un poquito de esperanza en esta situación.

12. Se refiere a las tres principales cadenas de farmacias de Chile, cuestionadas por una supuesta colusión de precios perjudicando a los consumidores.

PANEL 1

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Clausura

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Francisco Brugnoli*

En primer lugar, debo agradecer las palabras de la señora Alejandra Vio, Subsecretaria del Ministerio de la Vivienda y también las de nuestro último conferencista el profesor Alberto Mayol. En ambas se expone un valioso carácter de síntesis de los objetivos del trabajo cumplido en nuestro encuentro. La señora Subsecretaria en gran medida ahorra mis palabras . Ella ha hecho un resumen muy apropiado de las actividades del muy fecundo trabajo desarrollado en estos días, lo que agradecemos muy especialmente. Por su parte, el Profesor Alberto Mayol ha dicho algo que me ha parecido muy pertinente poner inmediatamente como marco, como un epígrafe a lo que me corresponde decir con respecto a un objetivo de esta reunión. Dijo: “porque yo soy político también” y él es un académico joven, representante de una nueva generación. Esto coincide con las palabras de otro académico joven, Mauricio Tapia1, quien no elude una posición muy comprometida en todas sus palabras y en su discurso en general. Coincidiendo también con las palabras de Pablo Cottet2, otro académico joven, sociólogo, doctorado en filosofía, especializado en estética y quien trabaja desde la esfera del arte y quien nos habló del Taller de Utilidad Pública, instalado en cierta pesquisa local de sentidos. Creo que ahí hay algo muy interesante y que se contradice con ese pesimismo que de pronto el mismo Alberto Mayol se atribuía. Tal como señalaba Alejandra Vio, este seminario, y también con el importante apoyo del MINVU, tiene antecedentes en seminarios anteriores, como fue el realizado

con el título de Ciudad del Futuro, oportunidad en la que nos preguntamos por ciudadanía y espacio público, y donde definimos esa doble categoría de espacio público como un espacio físico, pero también como el espacio del pensar colectivamente, el espacio del acuerdo, el espacio que se constituía antiguamente en las plazas pero también en los cafés y en los bares, y que ahora tiene distintas formas de concurrencia. En un segundo seminario, Ciudad y Deseo, nos enfocamos en una sociedad, la nuestra, que de hecho se deja ver como excluyente. Oponíamos en ese momento a esto una idea de nación compleja, integrada por diversas naciones y culturas, preguntándonos por otra posibilidad de autocomprensión. En el año 1977 Estados Unidos celebraba su Bicentenario y en el Museo de Antropología Smithsonian se realizó una exposición gigante que se llamó “América, una nación de naciones”. Allí se mostraba cómo se había constituido la nación del norte a través de diversas migraciones, desde los primeros individuos que atravesaron el Estrecho de Bering, hasta llegar a las migraciones judías, italianas, irlandesas, suecas, chinas etc. Había pequeñas salas especiales reservadas para cada una de ellas, donde se reproducían interiores domésticos que reflejaban cómo esas naciones, en un nuevo territorio, recogían ciertos objetos y recontextualizándolos creaban sus ambientes culturales de origen generando así nuevos imaginarios colectivos. Reconocer esta complejidad me pareció muy notable y comencé a pensar en nuestra dificultad para la mutua comprensión.

* Francisco Brugnoli: Vicerrector de Extensión de la Universidad de Chile entre los años 2006-2010. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile, donde fue alumno de José Balmes y Mario Carreño. A mediados de 1998 asumió como Director del Museo de Arte Contemporáneo (MAC), cargo que también desempeña en la actualidad. 1. Participante del Seminario 2. Participante del Seminario

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Cuando era un escolar se nos hablaba de ser una raza homogénea. En esta ocasión escuchamos a nuestro profesor de la Facultad de Medicina, Ennio Vivaldi, recordar un hecho semejante. Durante muchos años vivimos con esa idea y de pronto emergió ante nuestros ojos una confrontación de agresividad inédita. Es decir, algo se reveló violentamente. Algo que nos obliga a entendernos, comprendernos, de otra manera. Ahora hablamos de ciudad y emergencia. Aquí hablamos de la pesquisa de sentido, hablamos de la ocurrencia de experimentos de nuevas sociabilidades y nos preguntamos por su sustentabilidad, por su permanencia en el tiempo, por sus proyecciones. Nuestro Seminario no tiene por objetivo sacar conclusiones. La idea es trabajar universitariamente, es decir, exponer los problemas. La universidad no es un lugar de soluciones sino un lugar para plantearse problemas. Para nosotros el conocimiento es un territorio para la pregunta. Una buena clase universitaria no es la que enseña a resolver problemas, es la que enseña a preguntarse por los límites del conocimiento. La posible solución del problema o su mayor apertura será una consecuencia de ello. Por esa razón, los docentes deben ser personas que, a su vez, habiten el problema. Que habiten un espacio de frontera de conocimiento problematizado por ellos mismos. Por esto y porque avalamos nuestra universidad como una entidad de investigación y creación, traemos un problema desde distintos ángulos, representados por habitantes de distintos sectores, distintos especialistas, distintas generaciones. No solamente académicos, no solamente gente de la universidad, nos interesan los dirigentes vecinales, los grafiteros, los grupos urbanos más diversos. Como un concierto discursivo desde el territorio en que ellos actúan y generen una mutua interpelación. Si nos interesa la frontera del conocimiento nos debe importar el borde de la universidad. Como una universidad que fue secuestrada del espacio público y que asume la tarea de reencontrarse, reposicionarse, en ese espacio público. Tenemos que indagar sobre él, preguntarnos cómo es, cuál es su estado de situación, cómo poder actuar con él, cómo poder volver a ser parte de él. La única manera de ser parte es reflexionando juntos, haciendo universidad allí donde la Universidad de Chile pertenece por historia y fundación, su contexto social. Ese es su rol fundacional, desde Andrés Bello. No en vano, ya en la reforma de los estatutos de 1879 aparece la tarea de la extensión. Pero ya antes Andrés Bello hablaba de la ampliación de la universidad hacia la sociedad. Más recientemente hemos precisado que extensión no significa simplemente culturizar a la sociedad, si no hacerse de ella, conocerla, problematizar con esto la propia experiencia, renovando nuestra capacidad de problematización.

Respecto a este Seminario, la Universidad de Chile ha hecho otras actividades relacionadas que nos resulta preciso nombrar: La Escuela Chile-Francia, dirigida principalmente por nuestra Vicerrectoría de Investigación, pero también con participación de nuestra Vicerrectoría, hace anualmente un encuentro de carácter académico. Allí ha concurrido la pregunta por el espacio público y en este momento se va a hacer una sobre el cuerpo y por lo tanto, también sobre el comportamiento social. Los proyectos Domeyko son proyectos de investigación transversales en el que concurren especialistas de distintas áreas disciplinarias y entre sus proyectos también ha existido la interrogante sobre la ciudad en su condición actual. La Facultad de Arquitectura y Urbanismo, FAU, a través del Instituto de Vivienda y de diversas discusiones internas también se ha hecho esta pregunta. La ciudad como artefacto es un espacio de la arquitectura, pero es un espacio donde la arquitectura asume una responsabilidad concreta desde la pregunta por la sociabilidad, por el habitante, por el habitar. El Museo de Arte Contemporáneo apoya en este momento dos iniciativas impulsadas por jóvenes. Una es la Plataforma Cultural Digital. Nos interesa fundamentalmente lo que está sucediendo con los nuevos medios informáticos en este país, que es el que tiene más celulares de toda Latinoamérica, es uno de los que tiene más computadoras y mayor consumo de internet y ya desde los años 80 llama la atención la gran antidad de televisores en uso en nuestra población. Un porcentaje que no termina de crecer y la televisión está presente constantemente en nuestra cultura. Esto determina dos cosas. Desde luego el poder que se transmite a través de estos aparatos, pero también una cultura visual basada en las nuevas tecnologías de creación de la imagen. Sin embargo, este país usa todos estos medios de manera increíblemente complaciente. Pololeamos a través del chat y del messenger, creamos nuevas familias por el facebook, creamos nuevos barrios por el blog, pero pocos reflexionan sobre esto. ¿Cómo avanzar a un estado reflexivo crítico sobre ello? Con los jóvenes estamos trabajando justamente en ese sentido. Por otra parte, están las actividades de arte relacional que nosotros llamamos Arte Ciudad o Arte Público, de la que hablaba Pablo Cottet. Hemos hecho dos grandes exposiciones internacionales, Spam City, con las experiencias de Italia, Inglaterra, Holanda, España y Chile. Últimamente hemos hecho Post-it city, una exposición inaugurada en Chile y que en este momento se está desarrollando en la ciudad de Sao Paulo en Brasil, para luego partir a Buenos Aires y que integra una participación internacional muy importante.

También hemos hecho una importantísima exposición sobre las buenas prácticas de barrio del Programa “Quiero Mi Barrio” del Minvu. El Programa “Quiero Mi Barrio” nos interesa no solamente por su gran impacto cultural sino porque además es cultural en un sentido realmente profundo y estructural. Por primera vez en Chile un programa institucional, un programa de Estado, trabaja en una pesquisa de orientación, en una pesquisa de deseo, en un testeo de campo, para generar una pregunta desde esa procedencia. Hay dos experiencias que me han seducido mucho: uno es el Programa de Trueque en Valparaíso. En un determinado sector un grupo de personas se juntan los días domingo para intercambiar cosas en razón de una situación económica apremiante, no pidiendo más apoyo que sólo mesones que faciliten su actividad. La consecuencia: el Programa de Trueque se desarrolla generando dinero para becas estudiantiles, apoyo a las familias más necesitadas, se pintan salas de clases, etc. Este es un cambio estructural de sociedad. Por una parte, cambia la percepción de estructura de lo que puede ser una institución. Las instituciones del Estado y del gobierno tienden a solidificarse, pero aquí hay una que se perfora, que ablanda su borde y hace ese ejercicio desde la ciudadanía misma o desde los proyectos de ciudadanía y cuyo efecto se expresa en una acción solidaria que se prolonga en el tiempo, generándose un cambio profundo de percepción interpersonal. La otra experiencia es un caso que no voy a detallar en este momento. Es la de un barrio en Punta Arenas que decide pintar sus casas. ¿Ustedes se pueden imaginar la cantidad de problemas para congeniar colores cuando todos los vecinos se juntan a hacer la maqueta? Sin embargo, el acuerdo se alcanza y el resultado es realmente espectacular constituyendo en sí una puesta en valor del ejercicio ciudadano. Ahora, respecto de la metodología de nuestro Seminario, esta incluyó una concurrencia transversal y conferencias magistrales donde un pensamiento tiene un campo mayor para expresarse, ofreciéndose el espacio para la transversalidad y confrontación en los paneles de debate. Sobre los ejes concurrentes de este Seminario, desde el comienzo hemos sostenido que pensamos a la ciudad en una tríada compleja, y aquí hemos coincidido con las palabras de Luis Eduardo Bresciani. Desde uno de los puntos de la tríada podemos pensar la ciudad como un artefacto urbano dimensionable (edificios, calles, etc.), lo que podríamos llamar el placer del diseñador. Es decir, sin considerar nada, yo puedo idear una ciudad. Aunque ese placer del diseñador no lo veo tan duramente, porque si bien podría ser efectivamente resultado de un

acto brutalmente arbitrario y tecnocrático, el urbanista, el arquitecto, tienen sensibilidad relacionada con el arte, por lo tanto ahí hay una expresión de deseo y como concurrentes y participantes de un colectivo; su deseo de alguna manera calza con las necesidades de ese colectivo y por esto la pregunta debería dirigirse a la misma formación de estos especialistas. Pero la ciudad como artefacto tiene hoy su principal problema con el desarrollo del mercado. Un artefacto es algo objetivo que se puede comprar, transar, y eso es lo que estamos viendo en las discusiones que han aparecido, con problemas como el del Parque Gómez Rojas3 por ejemplo, donde el mercado se apodera de un bien público y lo hace saltándose todas las leyes, todas las normas, las ideas de los vecinos y la de los mismos especialistas. El segundo polo de la tríada mencionada sería el habitante, que es otro concepto mensurable. Santiago tiene tantos habitantes, necesita tantos hospitales, necesita tal sistema de movilización para su desplazamiento, es decir también resulta una dimensión cuantificable. El habitante también se convierte en una cifra de mercado. Cuántos supermercados, cuántos automóviles se toleran antes de que se produzca el rechazo. Podría darse acá nuevamente ese placer del diseñador. El tercer polo es aquel del cual hemos estado hablando especialmente. Es el sujeto histórico, el sujeto político, el que es capaz de llegar a acuerdos, el que puede exigir, el agente de cambios, es decir, el ciudadano, la ciudadanía. No podemos separar los tres polos, especialmente este último es determinante en el diseño, en los modos de habitar, etc. Hemos querido trabajar con esos tres polos, en su transversalidad, incluso llegando a su fusión. Hemos hablado de la crisis de la ciudad. Y esto me permite recordar las palabras de un antiguo profesor que en un discurso, en el contexto del proceso de la Reforma de los años 60 de nuestra casa de estudios, dijo “por qué se teme a la crisis, cuando toda crisis es generadora de cambios”. La palabra crisis tiene que ver con el concepto de movimiento, de giro, cambio. La crisis de la ciudad es un tema que nos cruza desde distintos ángulos y no es, en lo que nos interesa, un tema local. Es la razón por la que en seminarios anteriores hemos contado con especialistas europeos. La crisis de la ciudad de Berlín después de la caída del Muro, que no es menor; la crisis de la ciudad de París con la gran presencia de inmigrantes, son crisis de la ciudad y la ciudadanía hoy día. Surgen los problemas de los nuevos barrios, los barrios ghettos, etc. Esta crisis, en el caso de la ciudad de Santiago, tiene una característica especial. Como bien dijo María Emilia Tijoux4, aquí se ha hecho y se está haciendo un experimento. Es el experimento de un nuevo liberalismo sal-

3. Parque ubicado frente a la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile. 4. Participante del Seminario.

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vaje, impuesto profundamente en un pasado reciente, en un escenario de terror y donde se inculcó la sospecha de unos hacia otros. Las estadísticas de Vicente Espinoza5 nos muestran que, en nuestra sociedad actual, la desconfianza alcanza cifras impresionantes. Es una crisis de sociabilidad, como dijo muy bien Manuel Antonio Garretón6. Se han deshecho los vínculos de sociabilidad. Hoy día la amistad se hace por facebook, por lo tanto tiene que ver con mercado. Abro mi correo electrónico y me empiezan a florecer amigos por todas partes, pero son amigos sin cuerpo, sin valor tangible. Esto es un asunto cultural de la máxima importancia, por lo tanto es necesario dedicarle atención. Esta pérdida del vínculo social indudablemente apunta a ese individualismo, a la competitividad. Es un eje del neoliberalismo que ya se ha hecho parte de nuestro comportamiento. Este neoliberalismo también significa un asedio permanente por el consumo, un bombardeo de estímulos que no nos permite discernir. Vivimos en la inmediatez absoluta, lo que significa incluso perder la capacidad de retener la misma imagen de aquello que nos asedia y que nos permitiría reflexionar sobre ella, nombrarla y evocarla . Todo es inmediato y todo es desechable. Todo está hecho para ser sustituido, reemplazado. Gabriel Salazar7 nos decía que esto también se relaciona con una crisis de la historia. Y esto es interesante desde la ponencia de Roberto Fernández8 cuando nos habla del movimiento gay apoderándose de los monumentos, torciendo sus emblemas. Reclamo que, mirado desde el punto de vista de Salazar, se relacionaría con esas grandes “estafas” a que históricamente ha sido sometido nuestro país. Él citaba aquella de 1925, cuando un gran movimiento ciudadano, tal vez el mayor de nuestra historia, hace un reclamo al Presidente Arturo Alessandri y éste, un presidente populista, cierra la puerta, lo que demostraría con esto ser la constante de una trampa histórica. La concurrencia de la emergencia indudablemente habla de posibilidades de un nuevo contrato social. Una pregunta de sentido y de bicentenario. Borges tiene un texto maravilloso titulado “La Esfera de Pascal” don-

5. Participante del Seminario. 6. Participante del Seminario. 7. Participante del Seminario. 8. Participante del Seminario.

de cita a Giordano Bruno hablando del concepto de universo. Bruno dice que el universo es una esfera gigantesca que no tiene centro y cuyo perímetro está en todas partes, sencillamente no hay sentido. Indudablemente la consecuencia fue que lo quemaran y le cortaran la lengua. No se puede decir eso, es una brutalidad que expone la necesidad de sentido, sin el cual nuestra vida aparece imposible. Pero el sentido es una responsabilidad nuestra. ¿Cuál es el sentido que queremos dar a nuestra nación? ¿Cuál es el sentido que queremos dar a nuestro espacio cultural? Es la pregunta que nos urge. Pesquisamos los sentidos preguntándonos por los sentidos que se abren desde distintas experiencias y por su posibilidad. Indudablemente que esto afecta el plano cultural y se relaciona con nuestro último panel. Cultura tiene que ver con cultivo, decía Salazar, pero cultivar significa herir la tierra y eso significa romper la horizontalidad, el plano, la tranquilidad; significa justamente provocar la otra cosa, significa sembrar, producir, construir. Ese es nuestro destino: preguntar, herir la tierra, producir, construir, y la construcción real, la más importante, es la construcción de sentido. Ahí se inscribe todo. Este Seminario ha sido realmente asombroso y nos da pie a una publicación extraordinaria. Uno de los aspectos más interesantes que acontece con nuestros encuentros sobre ciudad es que cuando instalamos y asistimos al desarrollo de uno, constatamos que ya comenzamos a pensar en su continuidad. De un seminario comienza a aflorar la pregunta para el otro y por eso todos estos seminarios han salido totalmente encadenados en un factor común de pensamiento. Las ponencias se comenzaron a relacionar ya en cada mesa abriendo el espacio de un futuro encuentro. ¿Cuál será su nombre y cuál será la pregunta? Nos parece claro ahora plantear la pregunta por la utopía. ¿Es posible la utopía hoy día? Hay que pensar en la ciudad, en ciudadanía y en utopías posibles. ¿Es posible pensar hoy en utopías? ¿Los sentidos que se van produciendo están pensando a su vez la posibilidad de nuevas realidades? Es lo que esperamos indagar en nuestra próxima reunión. Hasta pronto.

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Alejandra Vio*

El Ministerio de Vivienda y Urbanismo tiene el desafío de construir viviendas de calidad, barrios amables y ciudades más integradas, pero también tenemos el de reflexionar sobre cómo mejorar las políticas públicas para que incorporen las diferentes visiones que existen en la ciudad y de este modo hacerlas más integradoras. Este ha sido nuestro reto. En un contexto de profundas transformaciones sociales, culturales y económicas, este Seminario nos ha invitado a reflexionar durante dos días acerca de la ciudadanía, el siglo XXI y sus nuevos sentidos. Eso significa la búsqueda de nuevas construcciones y nuevas miradas sobre todo desde la ciudad. Ello con el desafío de recuperar como centro del debate la discusión sobre lo público y lo compartido y, desde nuestro quehacer sectorial como Ministerio, avanzar en el establecimiento de la nueva relación Estado-ciudadanía; aunque no desde cualquier perspectiva sino desde la pluralidad de miradas, a veces contrapuestas pero que finalmente comparten un deseo: contribuir a la construcción de una mejor ciudad, más democrática, más equitativa y más inclusiva. Concluimos un ciclo que se inició en el año 2007 con La Ciudad del Futuro1, continuó el año 2008 con Ciudad y Deseo2, y se mantiene hoy con Ciudadanía y Emergencia. En estos tres seminarios hemos compartido un amplio debate. En el 2007 fue sobre el desafío de una nueva po-

lítica urbano-habitacional y los desafíos de la instalación del Programa de Recuperación de Barrios, que representa una nueva apuesta en la cohesión social y un fortalecimiento de la participación ciudadana organizada en la construcción de la ciudad y una mejor democracia. En el año 2008 los énfasis estuvieron en los desafíos para la política en materia de la participación ciudadana y la lucha contra la exclusión en la ciudad. Debatimos ese año acerca de los primeros logros del Programa de Recuperación de Barrios, particularmente sobre los impactos en la recomposición del tejido social a escala barrial y la recuperación de la confianza entre los ciudadanos y las instituciones. Estos espacios de reflexión fueron muy importantes porque construimos una política basada en la cooperación, en el diálogo y la participación; una política que promueve la intersectorialidad en la gestión de los programas y la integralidad de las intervenciones. En Ciudadanía y Emergencia3 hemos podido reflexionar sobre la emergencia de un nuevo ciudadano, uno que busca un lugar más propio en la ciudad, tensiona las políticas y nos obliga a recoger y a responder sus demandas, deseos y expectativas. Un ciudadano que conoce sus derechos y que está haciéndose responsable también de sus deberes. No es una novedad constatar que nuestras ciudades han mejorado en las últimas dos décadas, sin embargo nuestro diagnóstico es que hoy nos enfrentamos a retos

* Asistente Social, Licenciada en Servicio Social. Magíster (c) Políticas Sociales y Gestión Local. Diplomada en Salud Mental, especialización en Vivienda Social. Desde 1997 ha estado vinculada al sector de vivienda y los últimos cuatro años a la gestión local en la Municipalidad de Peñalolén. Encargada nacional del Programa “Recuperación de Barrios” del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, entre los años 2009 y 2010. 1. Primer Seminario organizado por la Vicerrectoría de Extensión, publicado con el número ISBN 978-956-19-0592-4. 2. Segundo Seminario organizado por la Vicerrectoría de Extensión, publicado con el número ISBN 978-956-19-0659-4. 3. Tercer Seminario organizado por la Vicerrectoría de Extensión, correspondiente a la presente publicación.

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urbanos distintos y mucho más complejos. La exclusión social muestra su cara más cruda en las grandes ciudades. Por una parte aún existen guetos de pobreza en la periferia de la ciudad, mientras que en otra parte vemos a personas que crecen y se desarrollan con mejores estándares. Como Ministerio, creemos que las mejoras que se evidencian en la ciudad deben ser compartidas, y estamos concientes que nuestras ciudades y barrios podrían ser mucho mejores, más sustentables e integrados. En este Seminario se ha debatido ampliamente sobre la aparente y progresiva pérdida en la cohesión social y la baja participación, la disolución del sentido de lo colectivo y lo comunitario, que constituye el espacio de intercambio fundamental para avanzar en la constitución de espacios públicos de calidad y de ciudades inclusivas. Una realidad que presenta desafíos para la institucionalidad y las formas de diseñar y de gestionar políticas públicas que deben ser no sólo más cercanas a la gente, sino que deben incentivar permanentemente la mayor participación ciudadana. Sin embargo, a pesar de este escenario, la ciudad actual no está inmóvil, y plantea y expresa nuevas demandas sobre su construcción y desarrollo, representadas por nuevos actores. Cada vez es más común mirar a grupos que se organizan, que representan a nuevos actores, nuevos vecinos y habitantes, planteando propuestas para crear espacios públicos, exigiendo resguardo patrimonial o decidiendo cómo quieren sus comunas. Se tensiona así la institucionalidad, a propósito de ajustar éstas a las nuevas demandas. En este sentido, los proyectos de ley en materia de mejoras al sistema de participación ciudadana, en los instrumentos de planificación así como en los Consejos Vecinales de Desarrollo de cada barrio, son una muestra del compromiso institucional en esta materia.

Para la expresión de la convivencia ciudadana y el desarrollo de ciudades más democráticas e inclusivas en los barrios del país, hoy existen comunidades que diseñan, deciden y se convierten en protagonistas de su propio desarrollo y de su propia historia y que, eligiendo y diseñando, levantan obras de gran impacto. La recuperación de un barrio es un proceso de recuperación de ciudadanía que fortalece nuestra democracia. También desde la sociedad civil asistimos hoy a la emergencia de una nueva fuerza que demanda por los derechos a la ciudad y que es parte de la búsqueda más común de la sociedad para procurar los derechos y deberes mínimos sociales, que tienen una expresión clara en el sistema de protección social del gobierno indiscutible de este mandato. Porque el desarrollo y el crecimiento sustentable en la ciudad, desde la base de una igualdad de derechos y la integración de todos los habitantes, no debe ser sólo el resultado de las intervenciones procedentes desde la institucionalidad, sino que debe comprender también, en gran medida, la acción de sus habitantes, la aceptación de la diversidad, de la tolerancia en el uso y el goce de la ciudad por sus distintos actores y sus diversas expresiones. En definitiva, de un cambio de actitud en la valoración de los espacios públicos por parte de los ciudadanos. La emergencia ciudadana no debe ser comprendida, entonces, como nuevas demandas, sino como un ejercicio de corresponsabilidad en la construcción de la ciudad, por parte de la ciudadanía organizada y las instituciones. En este sentido es muy importante manifestar el desafío de lograr nuevos puntos de conexión sobre la base de la participación, de la tolerancia que nos permitan avanzar en la construcción para una ciudad más inclusiva y democrática.

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Ciudadanía y Emergencia: Sustentabilidad y pesquisa de sentidos Elisa Giesen • Jefa de Proyecto • Socióloga Universidad de Chile

Desde el momento en que comenzamos a pensar el “Seminario Ciudadanía y Emergencia: Sustentabilidad y pesquisa de sentidos”, surgió la necesidad de hacerse cargo de la ambigüedad que suscita el concepto emergencia. Refiriendo a todo aquello que entendemos como urgente, grave y que por ende, requiere de una solución inmediata, también apunta al surgimiento de algo, una idea o sentimiento que brotando desde lo más hondo, suele tener la intensión de quedarse. Entendiendo que actualmente los ciudadanos tienden a organizarse cuando consideran que sus derechos han sido vulnerados, nos pareció que la palabra emergencia era apropiada para tratar estas materias. Si la urgencia genera propuestas y permite la instalación de proyectos colectivos, bienvenida sea. Con el propósito de integrar este panorama social al seminario, contactamos a Carlos Molina y a Jorge Peñaylillo -miembros del Colectivo Nodo Ciudadano- para que plasmaran en un graffiti el conjunto de emociones que provocan las emergencias ciudadanas. Junto con ello, quisimos incluir a nuestros pueblos originarios, mediante una degustación de la comida típica mapuche, a cargo de María Hueichaqueo. La compenetración que se produjo entre las expresiones ciudadanas y los asistentes al evento, reflejó la actual necesidad de canalizar estos movimientos y abrir espacios a sus manifestaciones. A su vez, corroboró la idea de que hoy los ciudadanos esperan desenvolverse libremente y motivados básicamente por los proyectos que emergen a partir de las emergencias a las que se enfrentan.

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