Chamamé para escuchar con los ojos cerrados

17 ago. 2010 - Mel Gibson, fuera de control ... acordeón, la guitarra, el bandoneón y la poesía, a través del ... la Música, un dúo de guitarra y acor- deón, que ...
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Espectáculos

Página 6/LA NACION

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Martes 17 de agosto de 2010

MUSICA El festival de invierno, en Corrientes, revaloriza el género

Chamamé para escuchar con los ojos cerrados El ciclo del Teatro Vera permitió escuchar y ver a los grandes maestros y a las nuevas figuras de la música del Litoral, en un ámbito ideal

La nueva Lisbeth: La joven (y prácticamente desconocida) actriz Rooney Mara fue elegida tras una larga búsqueda para interpretar a la heroína de la saga Millennium en su versión de Hollywood, en la que ya fue confirmado Daniel Craig como Mikael Blomkvist.

(Variedades) El abismo de James Cameron MOSCU (DPA)– James Cameron celebró ayer su cumpleaños N° 56 sumergido en las profundidades del lago Baikal, situado en el sudeste de Siberia, a bordo del submarino ruso Mir-1. Según informó la agencia de noticias rusa Interfax, el director de Titanic y Avatar se sumergió en el lago, declarado patrimonio natural por la Unesco, a más de 1300 metros de profundidad.

Mel Gibson, fuera de control LOS ANGELES (AP).– Mel Gibson chocó su auto en una ladera de Malibú, pero no resultó herido. Según explicó la patrulla de autopistas de California, el actor y director estrelló su Maserati sobre la carretera del cañón de Malibú. Aparentemente, la policía no sospechaba que hubiera bebido.

El mal año de Michael Douglas Michael Douglas tiene cáncer de garganta, anunció su vocero a la revista People. El actor, de 65 años, del que pronto se verá su protagónico en Wall Street 2 es “muy optimista”, ya que sus médicos esperan que se recupere totalmente tras el tratamiento.

CORRIENTES.– Es domingo, cerca del mediodía, y los pequeños destellos de sol sacan a los correntinos de sus casas, guardados por el frío invernal. Los lapachos rosados están floreciendo sobre la avenida costanera, que ofrece una visión privilegiada del río Paraná. “Eso es señal que viene el mejor momento del año”, dice la artista plástica correntina María Itatí Obregón (“Mati”), que revaloriza la cultura devocional de su región a través de tejidos de virgencitas de Itatí, garzas y camalotes sobre jeans y otras texturas que tiene a mano, cuya pulsión recuerda a cualquier artista del Parakultural de los ochenta. La panorámica recorrida llega hasta Santa Ana de los Guacaras, un pueblo distante 7 kilómetros de la capital, que tiene el atractivo de la quietud, de calles de tierra y arena que terminan en lagunas; de casas coloniales con galerías detenidas en el tiempo; de siestas al sol de los baquianos al costado del camino, y un paraje que guarda cierta atmósfera desolada, provocada por el cierre del primer ingenio correntino, que ahora busca restituirse a partir del turismo rural. Sobre la ruta hay pescados del día para llevarse a la casa; señales del Gauchito Gil; monte salvaje y palmares. En un reproductor, suena el dúo Méndez-López, con Catalino Gill y su conjunto, haciendo una polca en guaraní. En un medio rural parecido, el chamamé cobró su forma, adquirió su carácter, tomó prestados los colores y sonidos de la naturaleza, y las formas de hablar de su gente. En Corrientes, el chamamé cobra absoluto sentido y la abundante riqueza musical del género tiene mucho para ofrecer a otros oídos. El Festival del Chamamé de Invierno, que se realizó durante tres días en esta ciudad, ofreció otra forma de revalorizar la propia identidad popular, como lo hace “Mati” Obregón con las artes plásticas, ubicando este género en un ámbito distinto, como el Teatro Vera, una sala de prestigio con condiciones acústicas para la lírica. Pero no se trató de esnobismo ni de hacer un “chamamé para chetos”, como le reprochó un amigo al propio

Tradición y novedad Dos para la música, el dúo formado por un acordeón y una guitarra, acompañantes de un cantor local, se llevaron una ovación en el Vera

Gabriel Romero, subsecretario de Cultura, sino todo lo contrario. El ciclo buscó en el receso invernal una mirada más en profundidad del género y revalorizando a figuras como Juan Manuel Silveyra, bandoneonista del legendario Ernesto Montiel. El ciclo, organizado por la subsecretaría de Cultura de Corrientes, despertó adhesiones en un nuevo público que se acercó a escuchar el género en otro espacio. “Entre los chamameceros nos conocemos todos, y estos días pasaron un montón de caras nuevas que nunca se habían arrimado a escuchar chamamé”, cuenta Aldy Balestra, quien junto al músico Nini Flores desarrolló la selección artística. “Fue muy difícil elegir a los doce músicos que integraron esta primera edición, pero sabíamos que queríamos que estuvieran presentes las distintas escuelas del chamamé en el acordeón, la guitarra, el bandoneón y la poesía, a través del canto, además de incluir otros instrumentos no tan vistos en el género como es el piano. Queríamos generar un espacio para escuchar al chamamé en toda su di-

Teatro Vera, el mejor marco para escuchar el género en un tono intimista

mensión”, agrega Nini Flores. Por eso, el encuentro con su compadre entrerriano Carlos Aguirre, en un dúo de piano y bandoneón memorable, entre solos, improvisaciones y climas exquisitos con la música del Litoral como excusa, sirvió para despejar

cualquier duda entre la gente, que lo disfrutó desde el comienzo hasta el final. En un medio musical que los propios correntinos reconocen como cerrado, el festival generó un interesante debate interno entre los seguidores, agregó otro aire a la escena y

brindó la posibilidad de escuchar a los creadores de las escuelas fundacionales, todos con tremendo currículum en su historia, pero opacados como acompañantes, arregladores y compositores, detrás de las leyendas. Había que ver tocar al bandoneonista Bruno Mendoza con su conjunto tradicional para entender la sobriedad y el melodismo del instrumento en el chamamé, con la misma sutileza para emocionar con “Tiempo de antes”, o despertar el sapucay en la popular con una de Montiel. El ciclo permitió ver de cerca a un grande como Faustino Domínguez, con su colorida y “tuneada” botonera por la que se desplazaba pisando las notas de una manera que marcó a toda una generación de “gurises” y que sobrevive al maestro Roque González, acordeonista de Cocomarola, o se mantiene también en Tilo Escobar, otro grande que fue de la partida. Cada estilo dejó al descubierto un chamamé en su completa esencia musical: la forma de las frases en los dúos entre la mano izquierda y derecha en el acordeón; el contrapunto con el bandoneón; la forma instrumental solista de la guitarra que fundaron Mateo Villalba y Pocholo Airé (que despertaron la admiración y ovación en sus presentaciones) y el sentimiento del canto en la voz de Ofelia Leyva (con una de esas actuaciones que provocaron nudo en la garganta). “Todos estos artistas son creadores de tendencias musicales de las que solemos disfrutar sólo los músicos. Lo sacamos de la bailanta y los festivales, y, sin embargo, nos emocionan desde otro lugar”, dice Aldy Balestra. Sus palabras se comprueban en el escenario cuando aparecen Dos para la Música, un dúo de guitarra y acordeón, que deja con la boca abierta al público con su propuesta, en la que funden creaciones propias, arreglos de clásicos en contrapuntos increíbles y hasta pequeños guiños a la música brasileña. El dúo formado por AlegreGiménez, acompañantes de un cantor de la escena correntina, dejan en claro que, como anuncian los lapachos en flor, un nuevo tiempo para el chamamé está llegando.

Gabriel Plaza

GENTILEZA PILAR GOLF

La soprano argentina interpretó un programa conformado por arias líricas, la canción española y la comedia musical

Una noche encantadora en Pilar Virginia Tola conquistó al público con su natural musicalidad y refinamiento Muy bueno

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Recital de la soprano Virginia Tola, con el pianista Jorge Ugartamendia. Obras de Mozart, Cilea, Ravel, Charpentier, Gounod, Falla y Luna. Conciertos Pilar Golf. Auditorio.

El sexto concierto de la temporada que coordina en el auditorio de Pilar Golf Graciela Nobilo, permitió apreciar los méritos de la soprano Virginia Tola, cantante argentina consagrada, que fue ganadora del concurso de canto 1999 Reina Sonja en Noruega (Oslo) y en el certamen de canto Operalia, que le significó actuaciones junto al tenor Plácido Domingo en teatros europeos y de los Estados Unidos y, lógicamente, en el Teatro Colón de Buenos Aires y en el Argentino de La Plata. Un programa variado en estilos, conformado por arias líricas, la canción española y del mundo de la comedia musical, permitió apreciar su natural musicalidad, refinamiento e indudable expe-

riencia para encarar con aplomo y gracia un género tan íntimo como exquisito, a partir de la buena idea de comenzar su recital con aquella hermosa aria “Io son l’umile ancella...”, de Adriana Lecouvreur, de Cilea, donde la protagonista trata de explicar que no es más que una humilde servidora del genio creador con una versión sutilmente teatralizada con encanto, que suscita de inmediato una atención muy especial.

Versátil Luego, Virginia Tola cantó con soltura todo su programa, desde “Dove sono...”, de Las bodas de Fígaro, de Mozart, el perfume e inocencia de Louise y de Margarita, las heroínas de las óperas de Charpentier y de Gounod del gran repertorio de Francia, en todo momento encarado con la inteligente y sobria intervención del pianista y músico de raza que es Jorge Ugartamendia, quien, para provocar una corta pausa a la voz, ofreció un interludio con una muy acertada versión del primer movimiento de la Sonatina de Maurice Ravel, página nada

sencilla, por cierto, que confirmó los quilates de un músico y noble pedagogo. Y estas virtudes se reiteraron en la segunda parte, cuando Virginia Tola, luciendo mantón español, otro desplante en las miradas y en el movimiento, regaló una estampa impecable del maravilloso lenguaje de Manuel de Falla con sus Siete canciones populares, donde hay ritmo, estados de ánimo y de la vida cotidiana, y al final, de la zarzuela El niño judío, de Pablo Luna, con su encendida “De España vengo”, joya del color y de la idiosincrasia. Frente a la muestras de aprobación del público, bien perceptibles por el cálido aplauso, sobrevinieron agregados a cual mejor vertido; un pasaje zarzuelero de Chueca, la conocida “Estrellita de Ponce”, un tema de la comedia musical My fair Lady y la pícara e inocente “O mio babbino caro”, del eterno Giacomo Puccini; una delicia y broche de brillantes, para una noche en Pilar amable, sabrosa y refinada.

Juan Carlos Montero