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CAPITULO XXIX LA REINA DE LOS LAGOS Llegada á Chicago.—Progreso rapidísimo de esta ciudad.—Sus principales producciones.—Investigación de las causas de esta rápida evolución.— Su situación comercial.—Belleza de sus calles.—La Avenida Michigan. La grande avenida circular.—Una representación en el teatro McVicker.—El Wild-West y el Circo romano.—Los Stock-Yards.—Las Packing Houses.—La división del trabajo.—El trig^).—Cobden y la Liga.—El libre cambio.—Influencia de los trabajos de Cobden en el prog:reso de América y en la evolución política de Europa.—Los ferrocarriles y Chicago.—Ideas retrógradas dominantes en los Estados Unidos con relación al libre cambio.—Riqueza enorme de Chicago.—Loa clubs, los Bancos y el espíritu de asociación.—El incendio de 1871.
Poco diré de lo que se ve desde el ferrocarril. ¡Es tan poco lo que puede verse en esa carrera desenfrenada! Campos mejor cultivados, pequeñas casas campestres rodeadas de árboles, blancas y de aspecto aseado. Aquí trigo, allá maíz, más lejos avena, de vez en cuando trébol, hasta los confines del horizonte; en las líneas divisorias de las propiedades hileras de arces; árbol cuya savia evaporada da al condensarse un dulce exactamente igual en la forma, el color y el sabor á nuestra panela, y cuya producción se cuenta por millones de arrobas en los Estados del Norte de la Unión (1). Ausencia completa de montañas; por todas partes onduladas semejantes á las olas de un mar repentinamente petrificado; de trecho en trecho divisábamos la flecha aguda de los campanarios de las iglesias de las aldeas; pero la rapidez del tren y la nivelación del terreno constantemente igual no nos daban tiempo de observar bien la apariencia de (1) 1.600,000 de arrobas en 1885.
Cercanías de Chicago
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éstas. En los caminos toda la gente circulaba en coches y carros tirados por caballos: nada de jinetes y muy poco de gente á pie. Por la tarde empezó a menudear el número de locomotoras que veíamos pasar á lo lejos, al Norte, al Sur, al Oriente, al Occidente, y también cruzábamos yá con frecuencia los rieles de otras líneas. Luego alcanzamos á ver á nuestra derecha los reflejos de un mar; las velas blancas de los botes pescadores, semejantes á bandadas de gaviotas, y la cabellera flotante de humo de los vapores, aparecieron en lontananza; á nuestro frente el horizonte se cubría de nubes de humo espeso que brotaban de altas chimeneas; entramos en un campo cubierto en una grande extensión de rieles extendidos en un gran número de paralelas. Estábamos en Chicago. Tumulto inmenso en la estación. Atentos á nuestros baúles y maletas en medio de esa multitud, yá no volvimos á ver nada hasta que no nos detuvimos á la puerta del hotel Sherman. Chicago es uno de los milagros realizados por los americanos en el siglo XIX. Su localidad se reducía á una llanura pantanosa en el costado Sudoeste del lago Michigan, atravesada por un pequeño río que allí descargaba sus aguas. Una ó dos chozas de cazadores, y un fuerte de poca importancia, construido por el Gobierno para vigilar á los indios, constituían todo su caserío. En 1835 un señor Beaubien compró en $ 94-61 todo el terreno en que está edificada hoy la ciudad, lo dividió en lotes y ofreció algunos de ellos en la bolsa de Nueva York; hecho que Michel Chevalier menciona en sus célebres Cartas sobre la América del Norte, publicadas en 1836. En un pleito que se siguió, el título de Beaubien á la propiedad de esas tierras fue declarado nulo, y los proyectos de éste vinieron al suelo. En 1837, sin embargo, principió la construcción de la ciudad. En En En En En En En
1830 habitaban allí 1840 1850 1860 1870 1880 1886
70 habitantes. 4,853 — 29,900 — 112,000 — 298,000 — 503,000 — 703,817 —
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Ramos de producción
La actividad industrial de sus habitantes había crecido en proporciones todavía mayores. Esa ciudad había asumido la posición de centro principal de negociación y distribución de la inmensa riqueza agrícola y manufacturera de todo el gran Oeste. Tres fueron en el origen los ramos de producción que allí tomaron asiento. A. La matanza de cerdos y la preparación en grande escala de las carnes y mantecas de este animal para distribuirlas á sus consumidores de Europa, de toda América y aun de Asia: las carnes secas ó cocidas; los jamones; los salchichones y embutidos de todas clases; el tocino en su estado primitivo y la manteca conservada en potes de lata; La matanza de ganado vacuno y lanar, y la preparación adecuada de sus carnes para conservarlas por largo tiempo y exportarlas á diversos países. B. La negociación de cereales, principalmente trigo y harina, para exportarlos á todo el mundo ó dirigirlos á los mercados del interior. C. El acopio y distribución de maderas cortadas en los inmensos bosques de pinos y robles que se extienden á lo largo de las primeras vertientes del Mississippi y del Missouri y al rededor de los cinco grandes lagos del Norte. La matanza de cerdos y preparación y empaque de sus productos estaba concentrada en Cincinnati hasta 1850, lo que había valido á esta simpática ciudad, llamada por unos La Reina del Oeste, el menos poético nombre de Porcópolis; en 1854, sin embargo, yá Chicago llegó á matar y empacar: En En En En En
1854 1860 1871 (año del grande incendio) 1881 1886
52,800 cerdos. 151,000 — 919,900 — 5.752,000 — 8.000,000 —
Su comercio
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La de ganado vacuno ascendió en 1863 á 70,086 cabezas. En 1885 1.319,000 — En 1886 alcanzó á 1.500,000 — La de cameros había subido en 1886 á 2.000,000 — Los embarques de trigos y harinas para otras plazas, habían principiado en 1853 con cargas de 10 arrobas:.... 19 Subieron en 1870 á 13.500,000 Y en 1883 á 35.430,064!
La madera acopiada en los almacenes de Chicago, para despachar y vender á todo el mundo fue, en 1853, de Pies cúbicos en vigas, cercos, chaflones, etc Y en tablas (número) Subió en 1885: en vigas, cercos, etc., pies cúbicos.... En tablas (número de tablas)
202.101,000 93.483,000 1,744.892,000 795.248,000
Al lado de estos artículos surgieron otros muchos: sal, carbón mineral, cueros de res, de ovejas y de cerdos, lana, minerales de hierro y de cobre, mercancías extranjeras y nacionales, etc. Las transacciones comerciales, excluyendo el valor de los objetos destinados al consumo propio de la ciudad, montaban á $ 20.000,000 en 1850, á $ 97.000,000 en 1860, á $ 377.000,000 en 1870, á $ 900.000,000 en 1880, y á $ 1,050.000,000 en 1883. Es decir, el comercio interior de esa sola ciudad montaba á una suma apenas inferior en un 25 por 100 á todo el comercio exterior, exportaciones é importaciones reunidas, de toda la Unión! Su riqueza es tan grande, que al visitarla no se sorprende uno al saber que se está trabajando para rodear el caserío con una espléndida avenida sembrada de árboles, de 10 leguas de largo en toda la circunferencia exterior!
A la vista de esa prosperidad maravillosa la mente se recoge para investigar las causas que la han producido, y separar
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Causas de su prosperidad
lo que es obra espontánea de la naturaleza, de lo que es resultado de las instituciones sociales, del trabajo del hombre, de agencias al alcance de la voluntad humana. Lo primero que involuntariamente viene á la memoria es la acción de los ferrocarriles y de la inmigración extranjera; pero recapacitando un poco se cae en la cuenta de que el desarrollo anormal, prodigioso, de los Estados Unidos no había sido menor, proporcionalmente, en los primeros cuarenta años de la independencia (de 1790 á 1830)—época en que no había ferrocarriles y la inmigración era insignificante,— que en los cuarenta siguientes (de 1830 á 1870), y se comprende que tanto los ferrocarriles como la inmigración extranjera han sido efecto más bien que causa de esa prosperidad. Si se busca el origen en la fertilidad del suelo y en la localidad favorable al comercio de esa región, basta ver que en España, por ejemplo, el suelo y el clima de Andalucía no son menos fértiles ni menos adecuados al trabajo y la felicidad del hombre; tanto que ahora ocho ó nueve siglos en esa región brotó también una de las más extraordinarias fulguraciones de civilización, riqueza y poderío que conserva la historia del mundo. Córdoba y Sevilla, en efecto, no sólo no cedían, sino que tal vez sobrepujaban á Chicago, Boston y Nueva York en los tiempos modernos. ¿Por qué Andalucía no es hoy una de las más ricas y civilizadas mansiones del globo?—¿Por qué hay tanta distancia entre la riqueza de Chicago y la de Nueva Orleans, siendo esta última quizás la que cuenta á su rededor tierras más fértiles y en su situación, sin igual para el comercio, las mejores condiciones de toda la América? Chicago no tiene, como San Francisco ó como las ciudades de Australia, la vecindad de ricas minas de oro y plata; no ha recibido, como recibía Roma ahora veinte siglos, los despojos de cien países conquistados; no está, como Londres y París, en el centro de la civilización y riqueza del mundo: fue fundada, al contrario, á 300 leguas del mar, en el centro de lo que, al tiempo de su fundación, era un desierto inhospitalario. Destruí-
Posición admirable
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da por el fuego en 1871 y 1874, se levantó de entre sus cenizas y continuó con pasos de gigante su carrera. Todo lo que puede decirse es: que en su localidad concurrían condiciones adecuadas á lo que la evolución social de los tiempos modernos pide para realizar el progreso: tierras fértiles al alcance de todos los hombres; libertad religiosa y política; facilidades naturales para la locomoción económica; ausencia de trabas y ligaduras creadas por las instituciones y costumbres de lo pasado al desenvolvimiento de las fuerzas del hombre civilizado. En una palabra: naturaleza primitiva y pueblo yá formado por la adversidad á la lucha contra los obstáculos. Si el hombre yá maduro por los años pudiese volver á la primera juventud con todo un caudal de experiencia, ¡cuánto no sería capaz de realizar en esa segunda vida que todos querríamos poder volver a vivir! Algo semejante ha sucedido en Chicago y en toda esa región del Oeste y Noroeste de los Estados Unidos. Pobló esas llanuras espléndidas no el salvaje ignorante, sino el hombre yá civilizado; gobernó la emigración de esos nuevos israelitas la libertad inteligente, no el brazo de hierro de Moisés, inspirado por el demonio de la intolerancia; sembró semillas fecundas en el suelo fértil, no sembró de sal las ruinas humeantes de las ciudades destruidas; levantó altares, no al Dios de los Ejércitos ni á la Divinidad exclusiva de Abraham, Isaac y Jacob, sino al Omnipotente, que cubre con su manto á todas las criaturas y mira con ternura especial á los débiles y á los afligidos. La Reina de los Lagos tiene en efecto una situación admirable. Encima de las primeras vertientes del Mississippi y del Missouri se extienden en medio de una vasta llanura, en la mitad del ancho continente, cinco grandes lagos, cinco mares de agua dulce. El Superior y el Michigan, con 130 y 100 leguas de largo y 40 y 20 de ancho, respectivamente; el Erie y el Hurón con 90 y 80 de largo y 16 y 30 de ancho; el Ontario, en fin, con 60 de largo y 13 de ancho: todos ellos con profundidad de 60 hasta 400 varas, rodeados de inmensos bosques de excelentes maderas, comunicados ó fácilmente comunicables entre sí por canales naturales y artificiales. La altura que los separa de los
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Las vías de comunicación
ríos tributarios al Mississippi es tan pequeña, que con gastos comparativamente reducidos ha podido comunicarse los lagos con el río, por canales de pocas esclusas; de suerte que Chicago, recibiendo sus aguas potables del lago Michigan, ha podido arrojar las aguas sucias de sus cloacas al golfo de México, por medio del Canal de Illinois y Michigan. La salida natural de estos lagos es el río San Lorenzo, por el cual los buques cargados en Chicago pueden seguir viaje hasta Liverpool; el Canal de Erie los pone en contacto fluvial con el Hudson y la ciudad de Nueva York; el de Illinois y Michigan con el Mississippi, y 10,000 leguas de ferrocarriles en todas direcciones comunican la ciudad con todos los extremos de la Unión.
Situada en la extremidad Norte del Estado de Illinois, tiene al Norte los lagos y los Estados de Michigan, Wisconsin y Minnessota; al Oriente, los de Indiana y Ohio; al Occidente, el de lowa, y al Sur, los de Kentucky y Missouri. Es decir, ocupa el centro de un territorio homogéneo y compacto poblado por más de 16.000,000 de habitantes. Excusado es decir que en punto á iglesias, hoteles, bancos, clubs, estaciones de ferrocarriles, hospitales, hospicios y establecimientos de caridad, escuelas y colegios, teatros y parques públicos, calles y plazas, está a la altura de las primeras ciudades del mundo. En materia de calles, daré idea de una sola, de la Avenida Michigan, que no es la mejor, sino aquella de que conservo recuerdo más distinto, por haberla atravesado mayor número de veces. Empieza en el Parque del Lago, al cual da vista cerca del monumento levantado á la memoria del distinguido orador y hombre de Estado Stephen A. Douglas, muerto en 1862, y, extendiéndose paralela al lago, termina en la calle de Jackson, vecina al Parque del mismo nombre,—el más extenso de los muchos que encierran la ciudad,—en una prolongación de más de una legua. Se compone de una carretera, macadamizada á tre-
La avenida Michigan
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chos y á trechos cubierta con adoquines de madera, de 30 metros de anchura. A cada lado se extiende una faja de 15 m e - ^ tros de césped, con doble hilera de frondosos árboles, olmos casi" % todos. Al costado de esta faja de verdura va la acera ó enlosa-:v'-»3 do de grandes piedras labradas, que es el camino de la gente IA de á pie, y tiene no menos de 8 metros de espacio. Luego empie- -> zan los jardines de las habitaciones, protegidos por elegantes enrejados de hierro sostenidos á trechos por columnas de piedra labrada coronadas por faroles de gas. En partes sólo hay edificios de un lado, y en el opuesto va la playa del lago; pero toda la parte edificada se compone de casas de uno ó dos pisos altos, rodeadas de un parquecito plantado de árboles, enredaderas y flores escogidas, siempre con un juego de aguas fresco ..,y gracioso en el centro.
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En las grandes ciudades europeas fatiga la vista en las / -.^ } calles la monotonía general de las construcciones, casi todas ca- [ »i-ij sas de cuatro, cinco ó seis pisos de arquitectura uniforme. En -, r,^....~\ la Avenida Michigan, así como en otras calles modernas de las ciudades de Norte-América, casi no hay casas iguales: la una figura un castillo gótico con torres cuadradas coronadas de almenas ; la siguiente es una casa morisca sostenida por columnas , :^!