Caminando hacia la cruz Por Brian Bill Usado con permiso Llegué a Taxco, México la mañana del viernes santo. Comencé el ascenso por la montaña en busca de la plaza del centro. Cuando por fin llegué, vi cientos de personas que parecían estar esperando algo. Algunos se habían subido a los árboles, otros se paraban en las bancas del parque, y otros se estaban asomando por ventanas de los edificios alrededor de la plaza. Encontré mi lugar en el balcón en segundo piso de un restaurante donde podía ver todo mientras disfrutaba de una buena comida mexicano. Mientras estaba sentado en mi mesa viendo el gentío abajo, un grupo de jóvenes se acercaron a la mesa junto a la mía. Les di una sonrisa de bienvenida a mis amigos gringos y di una mordida a mi quesadilla, esperando que ellos no bloquearan mi vista a la plaza. Ellos ordenaron pizza y cerveza y comenzaron a contar chistes. Justo a ese instante, el gentío partió y vi un hombre cargando una enorme viga en su espalda. Caminaba despacio, con grande esfuerzo, luchando por no perder su equilibrio. Otro hombre le seguía. Este dejó caer su cruz, sacó un látigo y comenzó a golpearse en la espalda. Sangre brillante y roja apareció en su espalda encima de las golpizas que se había dado antes. Yo estaba en espera que parara porque parecía que le daba mucho dolor. Pero no paraba. Seguía golpeándose hasta que el látigo se volvió rojo y sus músculos estaban sangrientos. Cuando cayó sobre los adoquines, lágrimas cayeron de mis ojos y salpicaron mi Coca dieta. Para este entonces los jóvenes en la otra mesa habían comenzado a burlarse de la procesión que observábamos en la calle. Entre los chistes, miraban para abajo para decir algo que les parecía chistoso, y regresaban a su pizza, inconscientes del dolor y la agonía que les enfrentaba. Yo quería decirles algo, pero estaba ahogado en lágrimas. Aquí estuve yo, viendo a algunos pocos hombres tratando de relacionarse con el sufrimiento de Jesús, y sentado junto a otros que no les importaba ni jota. Al pensar en esto, me llegó a la mente que esto es un cuadro de la raza humana. Algunos de nosotros estamos haciendo todo lo que podemos para llegar al cielo. Enfocamos en tratar de ser buenos, o, cuando eso falla, nos castigamos con la esperanza vana de que Dios aceptará nuestros sacrificios. Otros están solamente pasando por la vida, enfocados más en divertirse que en las realidades eternas. Para esta gente, la vida es solamente una fiesta grande. Cuando me asomé a los jóvenes irreligiosos junto a mí, y después miré fijamente los hombres religiosos en la calle, di un trago fuerte dándome cuenta que ni uno ni el otro de estos métodos llevaría al cielo. La única manera de lograr el favor de Dios y disfrutar de los beneficios del perdón y la vida eterna es por entrar en una relación con Jesús. Durante este tiempo de la semana santa, apóyese en el que caminó a la cruz y murió en su lugar. Ponga su fe en él. Recíbelo como su salvador y Señor. Vea Juan 1:12, 5:24 y 14:6.
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