Buñuel: el ojo en la cerradura

23 feb. 2008 - En 1929, Luis Buñuel llegó al estreno de su prime- ra película, Un perro andaluz, con piedras en los bolsillos. Estaba seguro de que el público ...
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CINE | CREADORES

A los 29 años, Luis Buñuel selló su amistad con Salvador Dalí por medio de la filmación de Un perro andaluz

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Buñuel: el ojo en la cerradura El Festival de Berlín consagró al cineasta español un homenaje, que

POR JUAN VILLORO

mostró la vigencia de sus films. El

Para La Nacion México D. F., 2008

director pensaba que el mundo solo podía ser corregido por el sueño, y el surrealismo le reveló que el arte, en ese sentido, es como el sueño. Lo atraían el catolicismo, las herejías y las paradojas de la caridad. La noción de pecado fue un motor esencial en su obra

28 I adn I Sábado 23 de febrero de 2008

E

n 1929, Luis Buñuel llegó al estreno de su primera película, Un perro andaluz, con piedras en los bolsillos. Estaba seguro de que el público odiaría los veintisiete minutos que había concebido en compañía de Salvador Dalí. Para su sorpresa, la première fue un éxito. Poco después, la obra alcanzaría el repudio anhelado por el autor. En la escena más emblemática de la película, una navaja rebana un ojo. La metáfora condensa el cine de Buñuel y acaso remite a un recuerdo. De niño, Luis iba la playa de San Sebastián y hacía agujeros en las casetas donde se desvestían las bañistas. Cuando una de

ellas lo sorprendía, encajaba una aguja en el agujero: el precio de la mirada era una herida. A los 29 años, Buñuel tenía el porte atlético de un boxeador y la sensibilidad de un dandy. Un perro andaluz fue la tarjeta de presentación de un rebelde convencido de que el mundo es imperfecto y solo puede ser corregido por el sueño. Con el tiempo, las disconformidades del cineasta se volverían más precisas. Buñuel se opuso a las simulaciones de una sociedad hipócrita, pero sobre todo a Dios y a las arañas. El niño que acariciaba ratas y el joven que quiso ser entomólogo desarrolló una certera fobia a las arañas. Estas adversarias le parecían tan admirables que decidió que un personaje de El fantasma de la libertad enmarcara una en un cuadro, como una temida obra de arte. La fobia de Buñuel a las arañas se fundó en un sólido respeto. Lo mismo ocurrió con la idea de Dios, esencial en películas como Nazarín, Simón del desierto