SUMARIO | EDITORIAL "ÛPt/ñNFSP Sábado 20 de febrero de 2010 Buenos Aires, Argentina
POR HUGO BECCACECE Jefe de Redacción de adnCULTURA
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ENTREVISTA El autor chileno Pablo Simonetti cuenta cómo descubrió su vocación literaria y habla de su nueva novela, La barrera del pudor (Norma) POR MARTÍN LOJO
11 FOTO DE TAPA: ALDO SESSA
Manucho
TEATRO El crítico Stephen Greenblatt describe el proceso que lo llevó a recrear Cardenio, obra perdida de Shakespeare
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POR GRACIELA MELGAREJO
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CRÍTICA DE LIBROS Luis Majul, Eduardo A. Russo, Antonio Gramsci, Ezequiel Gallo, Lisa Block, Eduardo Berti y Juan Carlos Onetti
LA OLA MARCIANA Films y series televisivas renuevan la moda de los relatos sobre extraterrestres POR NATALIA GELÓS
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POR PABLO MAURETTE
Este año se celebra su centenario. Fue un escritor excepcional y un personaje fascinante. Por Jorge Cruz y Ernesto Schoo Páginas 4 a 9
ILUSTRAR ES UN ARTE Istvan Schritter (Istvansch) reflexiona sobre su oficio: dotar de imágenes atractivas los libros para niños
AFICHES Atractiva muestra de la obra de Pierre Mendell en el Museo Nacional de Arte Decorativo POR ANA ARMENDARIZ
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AGENDA
STAFF Director: Bartolomé Mitre tSubdirector: Fernán Saguier t Secretario general de Redacción: Héctor D’Amico tProsecretarios generales de Redacción: Ana D’Onofrio y Carlos Reymundo Roberts t Director de adncultura: Jorge 'FSO¹OEF[%ÌB[tDirector de Arte: $BSMPT(VZPUtJefe de Redacción: Hugo Beccacece tEditora: Verónica Chiaravalli tSubeditores: Pedro B. Rey, Héctor M. Guyot y Leonardo 5BSJGFÚPtEditora de Artes Visuales: "MJDJBEF"SUFBHBt Editora de arte: Silvana Segú t Editor fotográfico: Rafael $BMWJÚPtRedacción: Raquel Loiza, Pablo Gianera, Natalia Blanc, Celina Chatruc y Martín -PKPtCorresponsales: Luisa Corradini (Francia), Elisabetta Piqué (Italia) y Silvia Pisani &&66 tDiseño gráfico: Sebastián Menéndez y María 1BVMB1JMJKPTtCorrección: Susana G. Artal y Daniel (JHFOBtGerente comercial: (FSWBTJP.BSRVFT1FÚBt Propietario: S.A. La Nación - Bouchard 557 (C1106ABG) $"#"tDerechos: Dirección Nacional del Derecho de Autor: ADNCULTURA registro N° 741.158, 20 de marzo de 2009.
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Brillo y fascinación M
ujica Lainez, como Borges, pensaba que el placer era la única justificación válida para leer un libro, pero también para escribirlo. Manucho (así lo llamaban sus amigos y también quienes no lo eran) amó toda la vida que le contaran historias, así como le encantaba contarlas. En las reuniones sociales, tenía el magnetismo de un gran actor. Quienes compartían una mesa con él sabían que todo se desarrollaría de acuerdo con la división del trabajo tan mentada por Marx: los anfitriones se ocuparían del menú; Mujica Lainez, de la conversación; y el resto de los invitados, de escuchar con la atención debida: eso les habría de permitir al día siguiente llamar por teléfono a sus relaciones para diseminar las últimas ocurrencias de Manucho. Él, por su parte, aprovechaba las anécdotas que le narraban los demás para recrearlas en cuentos y novelas. Ése fue el origen de Aquí vivieron, La casa, Los Ídolos y de episodios de Bomarzo, El laberinto, El gran teatro o Los cisnes. No podía prescindir de los relatos. Por las mañanas, escribía. Sus últimos años en El Paraíso, se retiraba por las noches a su habitación y se sentaba frente a un televisor, casi pegado al aparato, para ver alguna película. Admirable equilibrio: dedicaba el comienzo del día a sus propias narraciones y, hacia el final de la jornada, se premiaba con lo que otros habían creado. Este año se cumplen cien años de su nacimiento. En esta edición de homenaje, el ensayista Jorge Cruz, vicepresidente de la Academia Argentina de Letras, y el escritor y periodista Ernesto Schoo evocan la vida y la producción de Mujica Lainez. Los dos fueron sus amigos durante muchos años y siguieron su trayectoria paso a paso. Mientras que Schoo muestra el papel fundamental que, desde la niñez, tuvieron las mujeres de la familia Lainez en el desarrollo de la imaginación del escritor, Cruz señala el carácter singular, por lo apartado de las modas y de las vanguardias, que tuvo la obra de ese descendiente de familias tradicionales. Se llegó a decir que Mujica Lainez era el Proust argentino, porque había dedicado la llamada “saga porteña” a pintar la alta sociedad local en la primera mitad del siglo XX. Por cierto, tuvo modelos en esa tarea y uno de ellos fue Proust, al que admiraba profundamente, pero la herencia literaria española y el interés por la historia marcaron un rumbo muy distinto en la producción del argentino. También puede decirse que Mujica Lainez tuvo modelos literarios en la vida. Su agudo sentido de la réplica, la malicia verbal y los desplantes lo acercaban a Oscar Wilde. En cuanto a sus casas, El Paraíso fue “armada” como un museo consagrado a su dueño, a la manera de la residencia de Enrique Larreta, en Belgrano, o del Vittoriale, la villa del poeta Gabriele D’Annunzio, en el lago de Garda. El autor de Cecil fue amo y esclavo de su vocación literaria. En sus escritos y en su existencia, nada estuvo librado al azar y todo, desde sus anillos hasta sus chalecos, apuntaba al mismo blanco: la perduración literaria. Verlo y escucharlo era ya leerlo. Su imagen hacía las veces de espejo por el que se ingresaba en una obra que enaltece a la literatura argentina y enriquece a sus lectores.