Bienvenidos a la selva, en vehículos 4x4

11 ene. 2015 - selva, desde Buenos Aires. Viajába- mos con Ricardo García al volante de un Jeep Wrangler apto para to- doterreno y diseñado para grandes.
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10 | TURISMO

| Domingo 11 De enero De 2015

Bienvenidos a la selva, en vehículos 4x4 litoral. Aventura off road, desde Buenos

Aires hasta la reserva Yabotí, en Misiones Alejandro Rapetti PARA LA NACiON

El objetivo era llegar al corazón de la selva, desde Buenos Aires. Viajábamos con Ricardo García al volante de un Jeep Wrangler apto para todoterreno y diseñado para grandes travesías, con bidón extra de combustible, puertas removibles, techo descapotable y faros de alta gama. Ricardo tiene 47 años, se dedica a las finanzas y desde que cambió su antiguo Mini Cooper por este Jeep, hace unas temporadas, se inició en este tipo de aventuras off road, fuera de los caminos convencionales. Nos encontramos a las 5.45 en la estación de servicio junto al shopping Unicenter y salimos por la Panamericana. Apenas iniciamos el recorrido, Ricardo aclaró que viaja solo porque a su mujer y a su hija no les entusiasma la idea de andar cuatro días. Primera advertencia: una travesía de estas características supone cierta afición por las rutas y no incomodarse por pasar largas horas al volante. La recompensa será el hallazgo de lugares inquietantes, inaccesibles sin un vehículo con prestaciones diferentes. Esta vez, Ricardo viajaba acompañado por este cronista. Junto con una docena de vehículos similares, nos aguardaba un viaje grupal tan largo como entretenido, con paradas breves para cargar combustible y comprar algunas provisiones estratégicas. Al llegar a Zárate atravesamos el río Paraná por el Complejo Ferrovial Zárate-Brazo Largo y entramos a Entre Ríos por la RN 12. En Ceibas tomamos por la RN 14 para cruzar todo Corrientes y llegamos hasta Oberá, en Misiones, donde empalmamos con la RN 103. De a poco la

vegetación se volvía más espesa, se sucedían plantaciones de tabaco y yerba mate, zonas forestadas, aserraderos y camiones con sus mieles en el acoplado. Tomamos un desvío a mano derecha que bordea el río Uruguay hasta El Soberbio, donde encontramos la última YPF antes del destino. En total, doce horas seguidas hasta acceder al lodge de selva en el interior de la Reserva de Biosfera Yabotí, unos 65 kilómetros al norte de El Soberbio por la RP 2, y 1200 desde Buenos Aires. Entramos en la selva al caer la noche, en medio de un aguacero que hacía humear la tierra colorada. En realidad había diluviado durante todo el viaje; la lluvia nos acompañó desde Buenos Aires hasta Moconá sin escala, donde nos encontramos con el resto de los tripulantes, en su mayoría empresarios o profesionales en sus propios vehículos 4x4, con familia o amigos. Desde el lobby del Moconá Lodge, donde dormiríamos las próximas tres noches, una extensa pasarela se abría paso entre la maleza para bifurcarse hacia las cabañas, todas construcciones en madera muy confortables, con aire acondicionado, Wi-Fi (puede fallar) y un deck con vista a la vegetación más espesa. No hay allí señal de celular y 35 kilómetros a la redonda no se puede comprar una Coca-Cola. “La Reserva de Biosfera Yabotí comprende un área de 300 mil hectáreas. Desde aquí ingresaremos al Parque Provincial Moconá, una zona intangible de 999 hectáreas con 600 metros, donde se encuentran los saltos. Lleven botas o borceguíes, y tengan mucho cuidado donde pisan. Si los llegara a picar algo traten de ver qué los picó, atrápenlo si pueden. En la selva hay muchas serpientes

Onda verde: trece camionetas y una experiencia muy natural

Fotos x-perience tour

venenosas”, advierte el líder de X-Perience Tour Travesías, José Mujica, mientras enciende un tabaco enrolado bajo el ala de su sombrero, al estilo Cocodrilo Dundee. Mujica sabe de qué habla. Si la yarará es venenosa, la coral es venenosísima. Se contrae como un resorte y después da el golpe, con la boca abierta y los colmillos de punta. Por eso las serpientes no muerden, sino que pican. El flemón detrás del colmillo se inyecta como una jeringa. Corazón salvaje Al día siguiente, luego de beber un café negro con tostadas y dulces caseros, salimos con trece vehículos en caravana hasta el viejo camino de ingreso al Moconá, donde nacen los circuitos por dentro de la selva. A diferencia de la amazónica, la selva paranaense se alza entre serranías, una cordillera central que atraviesa la provincia de Misiones de norte a sur, con desniveles que permiten dimensionar el paisaje desde distintos ángulos y miradores.

Estrategias para mantener las energías...

El camino es solitario y conduce al interior de un territorio húmedo, de vegetación abundante y en galería, con llanas, enredaderas y helechos montaraces.Ycientosdemariposasde colores revoloteando a nuestro paso. De inmediato, el primer escollo irrumpió en el camino. Una de las camionetas se encalló en una huella profunda. Había llegado el gran momento de hundir los pies en el barro, desenrollar el malacate y por fin estrenarlo. También llegaría la gran decepción y el desconsuelo: ¡justo ahora el malacate no funciona! “Una cosa es probar todo esto en un local de Callao y Santa Fe, y otra muy distinta es usarlo cuando salís al barro”, advertía de excelente humor Henry de Ridder, otro tripulante de este viaje, conductor del programa El aventurero, de El Garage TV, sin perder toma de la maniobra con su videocámara. A la distancia reapareció Mujica y con la ayuda de una eslinga y dos o tres indicaciones esclarecedoras (¡enderezá, hamacalo, hamacalooo!), consiguió succionar la camioneta del fango. Seguimos adelante. La mayor parte del camino transitamos por viejas sendas de obrajes madereros, rutas provinciales sin pavimentar, huellas de barro, vadeos de arroyos o picadas donde sería necesario abrirse paso a machete. Pero se trata siempre de una aventura planificada y respetuosa del medio ambiente, para viajar con amigos o en familia.

Navegación a los saltos, en Moconá

semirrígidos. De la camioneta a la lancha

Además de la travesía al interior de la selva paranaense, el recorrido continuó al día siguiente con una navegación en semirrígido a los saltos de Moconá (el que todo lo traga, en lengua guaraní), únicos en el mundo por sus características geológicas. Esta excursión se inicia en la bajada al arroyo Yabotí, a escasos 200 metros del complejo Mocona Lodge, frente al parque provincial. Desde allí navegamos 3 kilómetros por un gran cañón con paredes tapizadas por la selva hasta desembocar en el río Uruguay, límite con Brasil. “La rareza de los saltos de Moconá consiste en que no son transversales al curso de las aguas como la mayoría de las cataratas, sino que son longitudinales. Es una falla geológica en medio del cauce del río, y como justo en ese tramo el agua hace una curva en sentido horario viene por el lado argentino y derrama de costado hacia el lado brasileño. Es único en el mundo”, explica Miguel Ángel Taszi, nuestro timonel, que navega por los saltos desde hace 25 años. Luego de remontar otros 8 kilómetros sobre la frontera, finalmente accedimos a esta extraña gema oculta en medio de la selva. Según explica Taszi se trata de una falla de 20 a 25 metros de ancho que forma un canal profundo. Cuando el río crece, ese canal se va llenando de agua y hasta puede llegar a taparse completamente, hasta el punto de que los saltos se vuelven invisibles, desaparecen a simple vista. Sin embargo, cuando el río baja comienzan a emerger cada vez más altos hasta alcanzar los 10 o 12 metros. “La profundidad adentro de esa falla oscila entre 90 y 140 metros, es decir, es muy angosto, pero tam-

bién muy profundo –sigue el timonel–. El río viene de arriba con un ancho de 400 metros y de golpe se encajona en apenas 30. Todo ese volumen de agua derrama adentro de la falla, que se extiende 3 kilómetros de largo.” El mejor momento para ver los saltos con su altura máxima es el verano, porque el río se desagua más rápido, mientras que en invierno se mantiene crecido más tiempo. Sin embargo, en estos últimos años, debido a la construcción de represas en territorio brasileño, la mayor parte del tiempo, el río se mantiene en un nivel más elevado y los saltos no alcanzan la altura de otros tiempos. “Antes, el río crecía y bajaba

más rápido. Ahora, las represas acumulan agua y la van largando en forma más medida, sujetan las crecientes y mantienen el río a un nivel más alto. De todas formas, la mayor atracción de los saltos de Moconá no está en la altura, sino en el entorno de selva que lo rodea”, aclara Taszi. Como las represas acumulan más agua durante los fines de semana, cuando no generan tanta energía para la industria, se produce un pico de bajante que llega a Moconá el domingo por la tarde o el lunes a la mañana. Ese es el momento en que el río baja más y cuando los saltos pueden contemplarse en su mayor esplendor.ß