Autora: Michelle Ivette Sosa Ayala EL ARPA Hace ya muchos años, en las profundidades de la selva Amazónica, entre sus verdes árboles y exóticos colores se encontraba un joven llamado Gustavo, y su fiel amigo Manchas un perro muy cariñoso que siempre iba a donde fuera su dueño. Ellos dos vivían en el límite del río, en el cual se encontraba el paso del agua y a lo lejos se veía la selva. El lugar donde vivían era muy tranquilo con los sonidos del agua que pasaba cerca de ahí, las aves y su canto por las mañanas cuando entraba lentamente el sol y calentaba todo el lugar. Todas las mañanas Gustavo y Manchas se iban a recolectar algunas flores exóticas que encontraban a su paso pues a Gustavo le gustaba coleccionarlas y observar cada detalle de cada una de ellas. Pero cada vez que el salía a recolectar las flores, la poca gente que vivía ahí le decía que tuviera mucho cuidado con porque siempre al medio día se escuchaba a las orillas del río unos sonidos muy dulces y cálidos, que provenían de un arpa, que tan solo escucharlos te olvidabas de todo a tal grado que te perdías dentro de la selva y ya no regresabas. Gustavo nunca les creía a los que lo advertían, pues diario salía con Manchas y jamás escuchó ningún sonido y mucho menos de un arpa, pues él no se imagina como era posible que fuera a estar en medio de la selva. Pero todo cambió cuando un día en sus paseos matutinos, Manchas comenzó a olfatear algo y comenzaba a ladrar, Gustavo comenzó a seguir a su amigo para ver qué era lo que había encontrado, cuando de pronto de entre los arbusto verdes y cerca de donde pasaba el río ahí estaba, en una roca del otro lado del río el arpa, del tamaño de Gustavo, bañada en oro el cual relucía todo su esplendor cuando los rayos del sol la tocaban. A simple vista era perfecta la condición en la que estaba.
Asombrado Gustavo pensó “Así que es verdad, es realmente cierto”, la curiosidad invadió por completo a Gustavo y a Manchas por lo que saltando las rocas pudieron cruzar del otro lado del río para poder apreciarla más. Al estar frente a frente Gustavo no pudo evitar la tentación de tocar una de sus cuerdas para escuchar ese dulce sonido, pero al momento en que su mano rozo las cuerdas, ningún sonido produjo. Sorprendido Gustavo intento nuevamente hasta lograr que se escuchara algo, pero ninguno de sus intentos dio resultados. Así que decidió llevarse a su casa el arpa, la cual la puso junto a sus flores exóticas que había recogido y nuevamente intento tocarla, esta vez no pudo creer lo que pasaba, pues al tocar las cuerdas comenzó a producir un sonido tan hermoso que no se cansaba de escucharlo, después de un poco tiempo vio que habían muchas personas afuera de su casa, así que decidió ver que es lo que sucedía. Al abrir la puerta no podía creer lo que estaba viendo, pues muchas de las personas que las habían dado por perdidas en la selva, regresaron sanas y salvas. Gustavo les preguntó que cómo habían llegado después de tanto tiempo, todos le contestaron que fue por el sonido del arpa el cual los llamaba de regreso a casa mostrándoles el camino. Fue entonces que Gustavo entendió que el arpa solo necesitaba un hogar en el cual fuera apreciada para que la música que saliera de ella transmitiera paz y armonía. Es por eso que la comunidad decidió nombrar a Gustavo el guardián del arpa el cual se encargaría de brindar armonía y paz al tocar el arpa. Cuidando de ella durante muchos años.
FIN