TEXTO: (Mt. 1:20-24; 2:1-12) INTRODUCCIÓN: Aquella primera navidad, cuando Jesús nació en Belén de Judea, acontecieron varios sucesos que todavía siguen aconteciendo en nuestras navidades. Son los sucesos que revelan la condición y el corazón del hombre sin Cristo y sin esperanza. El escenario y las circunstancias en las que el niño Rey habría de nacer estaban listas. Era el cumplimiento del tiempo de Dios, cuando su Hijo fue enviado al mundo, nacido de mujer y nacido bajo la ley. ¿Qué fue realmente lo que sucedió en aquella primera navidad? En aquellos días sucedieron una serie de cosas pero en todo ese suceso en la vida de José y Maria vemos el “control divino de Dios” sobre las circunstancias, de modo tal que prevalezca su voluntad y sus propósitos se cumplan. Cuando hablamos de navidad, tenemos que pensar en los sucesos que acontecieron en los días en que el Verbo de Dios se hizo carne, tomando forma de siervo y hecho semejante a los hombres. Navidad, es una de las fiestas más emotivas del año. Diciembre es el mes de fiestas y festejos, en el cual todo el mundo se apresura para prepararse. La gente corre a los mercados y a las tiendas para comprar y vestir la mejor ropa y preparar la mejor comida. En esta época del año hay una mezcla de “sentimientos” que confunden a la gente con el verdadero “significado” de la navidad. Desafortunadamente, no todos experimentan el muy mencionado gozo de estos días. Los sentimientos negativos de tristezas, de amargura, de soledad y de dolor cuando son comparados con el buen tiempo que pasan otros, puede llevar a que la vida parezca doblemente deprimente. Hay muchos que no desean que el mes de diciembre llegue, porque el dolor en su corazón se hace más agudo al pensar en la dulce madre que ya no está o en el padre que ocupaba el lugar de cabecera, y que por la falta de él o de ella ya no hay tantos preparativos. La voz de la palabra profética de Dios iba a dar cumplimiento a las circunstancias y lugar del nacimiento del Niño Rey. Pero, ¿qué sucedió realmente en aquellos días? Lo primero que vemos en todo el relato histórico es: I. LA VISIÓN DE JOSÉ (1:20-24)
“Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es” (v. 20). Aquí tenemos el primer suceso que tenía que ver con la visión de José sobre la manera y el motivo del nacimiento de Jesús. La concepción y nacimiento de Jesucristo son acontecimientos sobrenaturales que están más allá de la razón humana. Por tal motivo Dios envió un ángel para que ayudara a José a comprender el significado de todo lo sucedido (1:20; 2:13, 19). Esta visión revela no sólo las circunstancias sino también el carácter de José. Revela que Dios tiene el control no sólo de las circunstancias, también controla el corazón del hombre. José estaba decidido terminar con su compromiso con María, pero Dios le envió un mensajero y por revelación de Dios confirmó lo que María decía acerca de su embarazo, y abrió un nuevo camino de obediencia para José. José fue un hombre: A) Devoto. “Era justo” El carácter de José se evidencia en la mesura que tuvo de no infamar a su prometida. Él no la repudió públicamente ante testigos, según era costumbre en la ley (Dt. 22:23-30). José era de carácter íntegro. Un hombre que tenía en su corazón “el temor de Dios”. La integridad de un hombre justo se mide por su carácter y no tan sólo por lo que uno cree. La devoción de José se puede ver en todo su proceder y prudencia en cómo trato el problema del embarazo de María. Fue “lento para la ira”. Su actitud fue la de Proverbios:“todo hombre prudente procede con sabiduría” “el corazón del sabio hace prudente su boca” (Pr. 10:12; 16:23; 13:16). Esto revela no sólo su carácter sino también su corazón sensible. José fue un hombre: B). Discreto. “y pensando él en esto” Fue un hombre con creencias definidas y, aún así, estuvo dispuesto a sufrir por sus creencias. Aquí podemos decir con Pablo y Salomón: “El amor es sufrido” “El amor cubre todas las faltas” y, “fieles son las heridas del que ama (1 Co. 13:4; Pr. 10:12; Pr. 27:6). La discreción de José se mide por la prudencia que usó al tratar el problema del embarazo de María. La Biblia dice: “Y pensando él en esto” Esto nos habla de que José había meditado sobre el asunto cuando María le habló acerca de su embarazo. José sabía que él no era el padre, pero guardó silencio y sabiamente enfrentó el asunto para que ella no fuera infamada y apedreada por el pueblo. A pesar de que José tenía el derecho de romper con su prometida, Dios le llevó a tomar otra decisión cuando le fue revelado que todo el suceso en la vida de María se debía a una obra sobrenatural del Espíritu de Dios. Esa concepción sobrenatural tenía que ver con una misión sobrenatural. Jesús era el esperado Mesías y el cumplimiento de la profecía de Isaías 7:14-16; Miqueas 5:2.
José fue el hombre “lento para ira”. Fue un hombre que sopesaba, que meditaba las cosas, que no salió alocadamente a gritarle al pueblo la “supuesta infidelidad” de María. Por el contrario, fue un hombre ecuánime, que supo tratar el asunto con sabiduría. Dice Proverbios 15: 28 “El corazón del justo piensa para responder” En cambio, “El furioso muchas veces peca” “El que carece de entendimiento menosprecia a su prójimo; más el hombre prudente calla” (Pr.11:12). José fue también un hombre: C) Dispuesto. Estaba dispuesto a obedecer a Dios y a enfrentar todo lo que pudiera venir. Su amor por su Dios y por María le hicieron estar dispuesto a “llevar el oprobio por Cristo” ¡Piense cómo habrán hablado sus conocidos! En Juan 8:41 hay una referencia de que los judíos difamaban del nacimiento de Cristo, diciendo que habría nacido de fornicación. Satanás siempre atacó la verdad del engendramiento de Jesús para negar su persona y la palabra de Dios. Siempre que usted y yo estemos dispuestos a hacer la voluntad de Dios, el diablo nos atacará con pensamientos negativos. A Eva, el tentador le dijo: ¿Conque Dios os ha dicho? El apóstol Pablo dijo a los corintios: “pero temo que como la serpiente con su astucia engaño a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Co. 11:3). Fue un hombre que: D) No dudó. José fue un hombre que no dudó en todo lo que el ángel le había revelado. Esto nos habla de su gran fe para creer en el mensaje de Dios en sueño. Es probable que al principio cuando José recibe la noticia del embarazo de su prometida, haya tenido un sentimiento de duda, pero Dios, no permitió que esa gota de duda echara raíz. Tan pronto que José comenzará a sentir duda de lo sagrado del embarazo de María, Dios envió a su ángel para disipar toda duda y temor. La duda viene a nuestra mente cuando no estamos creyendo en toda la revelación de la palabra de Dios. El ejemplo de Adán y Eva nos muestra cómo la duda se inserta en la mente del hombre; cuando no estamos confiando en la palabra de Dios (Gn. 3). La decisión que José tomó al descubrir que María estaba embarazada, y a pesar de ser consciente que tomar a María por esposa sería humillante, eligió sin embargo obedecer a Dios porque confió en toda la revelación divina. José no dudó del embarazo de María porque Dios se manifestó en medio de su perplejidad; tampoco dudó en ponerle el nombre Jesús. El nombre de Jesús iba a ser: Ø
Un nombre sublime (Is. 9:6; Lc. 1:30; Jue. 13:17-18)
El nombre de Jesús es sublime porque vino del cielo, porque Dios lo escogió, porque nació y se originó en la mente y corazón de Dios. Ya Isaias 9:6 profetizó que su nombre sería: Admirable. Es un nombre admirable porque venía del Altísimo que declaró en su bautismo: “Este es mi Hijo amado” (Mt. 3:17). Es un nombre admirable porque todo el mundo iban a admirar su vida perfecta y sin pecado, sus milagros y su gran obra de redención.
Ø
Un nombre salvador. (Hch. 4:12; 10:43; 1 Ti. 2:5-6; Mt. 1:21).
Lucas declara en Hechos 4:12 “Porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres en que podamos ser salvos”. Podemos decir que este es el significado más maravilloso del nombre Jesús —Salvador. Los ángeles declararon a los pastores: “que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor (Lc. 2:11). Ya en su nombre Dios había impreso, había escrito la historia de la redención, la misión por la cual había venido al mundo y lo llevaría hasta el Calvario como oveja al matadero y donde sería molido por nuestros pecados. Ø
Un nombre soberano. (1 Ti. 6:15; Fil. 2:9)
El Salmo 8 declara: “Cuan glorioso y cuan grande es tu nombre en toda la tierra” Es soberano porque es sobre todo nombre. Es un nombre sobre todo nombre, y porque un día todos los confines de la tierra confesarán que Jesucristo es Señor. Juan en su Apocalipsis declara, sin paralelo y sin privilegios, que todo el universo en plenitud ha de rendirle homenaje y honor, doblegando sus rodillas en reverencias por todo lo que él es y por todo lo que él ha hecho. (Ap.5:13). Cuando Jesús nació le fueron dados los nombres Jesús — Salvador— de los hombres en su humillación. También recibió el nombre de: —Cristo— el ungido de Dios. El primero nos habla de su obra ministerial, y el segundo de su oficio mesiánico. Pero cuando Jesús ascendió a los cielos, después de haber vencido a la muerte y al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo; Dios le da título mayor y más glorioso: Señor Jesucristo. Esto nos habla de su honor por haber muerto en la cruz y por consumado la obra de redención y también por el triunfo sobre la muerte. El que descendió en humillación es el mismo que subió a los cielos exaltado por encima de todos los cielos, para que todos confiesen que Jesús, el Salvador rechazado es, el Señor resucitado. El nombre que Dios le dio no es comparativo, sino superlativo y, ese nombre que recibió de Dios el Padre es “Señor”. Es un nombre soberano ante el cual todo el mundo se doblegará y reconocerá la soberanía y el señorío de Jesús, para gloria de Dios Padre. En todo el N. T. vemos que más de 747 veces es llamado Señor. Ø
Un nombre sagrado. (Fil. 2:10-11; Mt. 1:23; Lc. 1:32, 35)
¿Quién nació? ¿Quién vino al mundo? Emanuel, Dios con nosotros. Y será llamado Hijo de Dios. Aquel Verbo, dice Juan era Dios, y aquel Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre (Jn. 1:14). El mundo de aquel entonces pudo ver a Dios en la faz de Jesucristo. Pero habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamiento y su necio corazón fue entenebrecido (Ro. 1:21). En Juan 14:8 Felipe le dijo: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Ø
Un nombre sempiterno. (Ap. 19:13; 22:4; Sal. 72:17, 19)
El nombre que Dios le dio a su Hijo es un nombre como él es, eterno. El Salmista declara: “será su nombre para siempre, Bendito su nombre glorioso para siempre.” Es un nombre que todos recordarán para siempre, porque es el nombre con el cual él se humilló hasta lo
sumo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres. Pero es también un nombre con el cual recibió todo el honor y el homenaje más gloriosos por todos los ángeles del cielo, por todo los siglos. Él es, el rey de los siglos. Todo el mundo político, religioso y romano quisieron borrar de la tierra el nombre de Jesús, pero ni los reyes, ni los religiosos, ni aún los que le rechazaron pudieron borrar su bendito nombre. Ni la cruz ni la misma muerte, ni Herodes pudieron con el nombre de Jesús. Es nombre eterno dado por el eterno Padre. Es nombre que quedó en los portales de la eternidad y en la frente de todos los redimidos que han sido lavados con la sangre del Hijo eterno, para gloria del eterno Padre. ¡Amén! II. LA VISITA DE LOS MAGOS. (2:1-12) El texto bíblico dice: “Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos diciendo: ¿Dónde está el (o el que ha nacido rey) rey de los judíos que ha nacido”? Cuando Jesús nació, no dice que nació en Jerusalén, la ciudad más importante del aquel tiempo. El nacimiento de Jesús tuvo lugar en el pueblo más humilde llamado Belén, un pueblo de Judá situado a unos 8 o 9 kilómetro al sudoeste de Jerusalén, cerca de la vía que la une con Hebrón. Antes se la conocía como Efrata (Gn. 35:19; 48:7). Era la ciudad de David donde creció y pastoreaba sus ovejas (1 S. 16:1-14; 17:12, 15; 20:6, 28). Belén estaba situada a 600 metros sobre el nivel del mar y es una región muy fértil donde todavía se puede ver los campos de los pastores. El viaje de José y María de Galilea, de la ciudad de Nazaret hasta llegar a Belén le llevó más de tres días, tomando en cuenta el embarazo de María. Las inferencias bíblicas del nacimiento de Jesús revelan no sólo los acontecimientos de los hechos, sino también las actitudes que todo verdadero adorador debe tener en estas navidades. Son actitudes que revelan el corazón y las convicciones de los que adoran al Padre en espíritu y en verdad. La Biblia realista no dice que eran reyes, ni cuántos eran y, mucho menos sus nombres. Estos magos probablemente eran de Persia, o de Arabia o Babilonia. La palabra “mago” en la Biblia describe a un grupo de sacerdotes de Media, relacionado con la religión de Persia. Eran sabios en la astrología y la astronomía. Originalmente los magos eran una tribu de Media que ejercían en la religión persa la función de sacerdote. Estos hombres eran estudiosos y conocedores de las estrellas. Es probable que estos magos vinieran estudiando y observando las estrellas y que de alguna manera interpretaron la voluntad de Dios como una señal dónde y cómo habría de nacer el niño rey. Pero ¿qué sucedió en aquella navidad, en aquella noche cuando los magos anunciaron dónde habría de nacer el rey, y que su motivación era sólo la de adorarle? ¿Con qué se encontraron cuando llegaron a Belén? Los magos: A. Se encontraron con un remanente: Ø
Apático.
Cuando Jesús nació en Belén nadie sabía dónde ni cómo habría de nacer. La llegada del esperado Mesías hubiera sido con júbilo pero en vez de gozo, aquellos magos encontraron
apatía, indiferencia. Vieron a un pueblo apático, un Israel que ignoró los sucesos del nacimiento de Jesús. Hoy podemos decir que son muchos los que llegan a esta navidad con un corazón apático. Lo único que piensan es sólo en comer y beber, y en hacer de la navidad una fiesta para divertirse. Se olvidan de los verdaderos significados que hay detrás de la navidad de Jesús. Hay personas que se tornan apáticas, cuando Dios nos dice que el nacimiento de su Hijo tiene que ver con la salvación de todos los hombres. La Biblia dice: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres (Ti. 2:11). “El cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Ti. 2:4). El deseo de Dios es que tú llegues a creer en todo lo que Jesús hizo allí en Calvario por tu pecado, por mí pecado. En aquella navidad lo que más tristeza trajo al corazón de Dios, fue ver a un pueblo, al pueblo de su promesa, de su pacto darle las espaldas a aquel que vino a dar su vida en rescate por ellos. Juan 1:12 dice: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Solamente los magos y unos pastores que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño, se interesaron por ver al niño del pesebre y unos a otros comenzaron a decir: tenemos que ver lo que ha sucedido en Belén, tenemos que ver a Jesús y así lo hicieron (Lc. 2:8-12, 15-18). B. Se encontraron con unos religiosos: Ø
Que Atesoraban las Escrituras pero no las practicaban.
Eran los sacerdotes y los escribas que enseñaban al pueblo los preceptos de la ley, que sabían del esperado Mesías. Sin embargo, no fueron a Belén y ver si era verdad todo lo que se decía del nacimiento del niño rey. Se quedaron envanecido en su conocimiento religioso, pero no estuvieron dispuestos a ir los ocho kilómetros a Belén para reconocer y reverenciar a su Mesías. El hecho de saber de la Biblia y conocer las historias bíblicas y guardar ciertas Escrituras en nuestra mente, de nada vale cuando el corazón está lejos de Dios. Cristo dijo tiempo más tarde: “Este pueblo de labios me honra, más su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres” (Mr. 7:6-7). El hecho de ser un religioso no me hace salvo; la salvación no tiene que ver con una religión sino con una relación con el autor de la vida, el cual es Jesucristo. La Biblia cuenta de un religioso llamado Nicodemo, un hombre que sabía que Jesús había venido de Dios. Era conocedor de la ley, era devoto y guardaba la palabra de Dios. Pero Nicodemo se dio cuenta que durante toda su vida estaba aferrado a su religión, y que siendo religioso se sentía pecador, pecador como todos como vemos en la Biblia: “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Ro. 3:23). Cuando Adán pecó desobedeciendo a Dios, no perdió una religión sino su relación con el Creador, y desde entonces el hombre se ha tornado un errante en este mundo, y ha tratado
de cubrir su vergüenza con obras y religión. La Biblia dice: “No hay justo en la tierra que haga el bien y nunca peque” (Ec. 7:20). El hecho de guardar una religión no me hace menos pecador. Podemos ser buenos religiosos pero ante los ojos de Dios todos somos pecadores y lo que me cambia es un cambio de corazón. En aquella navidad los religiosos que atesoraban la palabra de Dios también se tornaron apáticos a la realidad de la venida de su Mesías. Les dijeron a los magos y a Herodes que ya estaba escrito que el Mesías iba a nacer en Belén de Judea, según la profecía de Miqueas 5:1-5. Sin embargo ninguno de ellos se interesó ir hasta Belén para ver a su redentor. C. Se encontraron con un rey: Ø
Antagonista.
El nacimiento de Jesús fue en días del rey Herodes, uno de los hombres más perversos y ambiciosos que manchó su conciencia y sus manos con sangre inocente. Cuando los magos preguntaron, ¿dónde está el que ha nacido rey de los judíos? Dice la Biblia que Herodes “se turbó”. El título que se le dio a Jesús: “rey de los judíos” fue una amenaza para el trono de Herodes. Él temía que Jesús le destronara. Su simpatía perversa de saber dónde habría de nacer el niño Jesús, no era para adorarle sino para matarlo. Este rey fue uno de los más despiadados y crueles que hayan existido. Para conservar su trono y su reinado construyó fortalezas y ensanchó y embelleció el templo de los judíos para que todos le adoraran y admiraran a él. Era tan ambicioso y cruel que, para conservar su trono, también mató a varios de sus familiares. En aquella navidad todo el pueblo de Belén se había enlutado de tristeza de amargura, cuando éste maniático mandó a matar a más de 20 niños menores de dos años. Herodes pensaba que matando a todos los niños, iba impedir que viviera el rey de los judíos. Pero Herodes muere, y el niño rey vive y crece. Todos los reyes y príncipes, filósofos, científicos han quedado en la historia y en polvo y cenizas. Pero el Hijo del Altísimo, el Verbo de Dios permanece por los siglos y su trono es eterno. Herodes temía que Jesús le quitara su trono, pero Él no nació, no vino para quitarle algo a la gente, sino para darle al mundo y a cada persona lo que la ambición y el antagonismo de este rey no podía dar: vida eterna. Jesús nació y vino a este mundo para darle a la gente la verdadera libertad, tal como el mismo Señor lo declaró en su misión y ministerio: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos (Lc. 4:17-20). III LA VENERACIÓN DE LOS MAGOS. (2:10-11) La navidad es un tiempo de alegría y de adoración por el niño que nos fue dado. Los magos al ver al niño se gozaron con José y María. Pero la verdadera alegría no pasa por tener un pan dulce y una sidra y una buena comida en la mesa de navidad. El mundo confunde —gozo— con “fiestas”. Piensan que el verdadero sentido de la navidad pasa por la diversión y tomar unas copas de más.
Sin embargo, vemos en la Biblia que el gozo de los magos tenía tiene que ver con algo sagrado y sublime. Se trata del nacimiento del Hijo de la gloria, del Dios Altísimo que nos dio a Emanuel, “Dios con nosotros”. Nos alegramos y nos gozamos grandemente en la navidad porque ha nacido aquel que traería salvación y libertad a los oprimidos y a sanar a los quebrantados de corazón. Cristo vino al mundo para traer salvación y sanar los corazones quebrantados y oprimidos por el pecado. Pero, los magos no sólo se alegraron viendo al niño rey, también lo adoraron. La palabra —adorar— viene del griego “Proskuneo” y es una palabra que implica: reverencia, reconocimiento, veneración y adoración. Es la palabra que se usa para postrarse ante un rey o reyes. Los magos reconocieron que aquel niño era “El rey de reyes y señor de señores”. Reconocieron que era el enviado y esperado Mesías, que traería salvación a su pueblo. Los magos tenían un solo motivo: adorar al niño que ha nacido rey. Los magos le adoraron con: ü
Reverencia porque él es santo (Lc. 1:35)
ü
Reconocimiento porque él es Señor (Fil. 2:9-11)
ü
Regalos porque él es soberano (1 Ti. 6:15)
IV. LO VALIOSO DE LOS REGALOS DE LOS MAGOS. (2:11) Los magos vinieron hasta donde estaba el niño rey con valiosos regalos como expresión de adoración por todo lo que él es. Los regalos que Cristo recibió en su nacimiento tenían un significado simbólico y aplicable a su vida. v
El oro: Su Deidad
v
El incienso: Su pureza
v
La mirra: Su muerte
Pero, ¿qué regalos espera el niño del pesebre en esta navidad? Podríamos decir que, una de las tantas cosas que Jesús espera de nosotros es que tengamos: A. Un corazón agradecido. (1 Ts. 5:18; Ef. 5:20) ¿Por qué darías gracias a Dios en esta navidad? ¿Cuáles son los motivos de tu corazón? Es lamentable que muchas personas sólo tengan en su corazón, resentimientos y reproches contra Dios. La navidad enseña que debemos dar gracias a Dios: En todo, no sólo cuando la vida nos trata bien sino en toda circunstancia debemos encontrar razones de agradecimientos a Dios. El ejemplo de Job, nos muestra que ante la pérdida de sus diez hijos él pudo encontrar razones de agradecimiento a Dios, en cambio su esposa encontró reproches y amargura hacia Dios (Job 1:19-22; 2:9-10). El apóstol Pablo aprendió esta lección en su vida cuando dijo: “he aprendido a contentarme, cualquiera sea mi situación”… (Fil. 4:11-12). También debemos dar gracias a Dios: Por todo, no sólo en
algunas cosas sino por lo bueno y aún por lo malo, porque todo tiene un propósito a los que aman a Dios (Ro. 8:28). Pero también debemos hacerlo: Siempre, nuestro agradecimiento a Dios debe ser siempre, no sólo a veces o cuando es conveniente. Yo puedo estar agradecido al Señor en todo pero no siempre, y puedo inclusive agradecer a Dios por todo pero no siempre; y puedo también agradecer a Dios por todo, pero no en todo. Él espera que lo hagamos siempre, en todo y por todo. Él espera que tengamos: B. Un corazón arrepentido (Hch. 2:38; 3:19) En la vida siempre hay cosas por las cuales arrepentirse y el arrepentimiento tiene que ver con la actitud y un cambio en nuestra forma de pensar. El arrepentimiento no es remordimiento. Judas sintió remordimiento cuando supo que había entregado sangre inocente y fue y se ahorcó. En cambio, Pedro, después de haber negado al Señor tres veces, se arrepintió y lloró amargamente por su pecado contra Jesús. En esta navidad Dios espera que vengas a él arrepentido y en sincera confesión le pidas perdón por todos tus pecados. La Biblia dice que Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad (1 Jn. 1:9). C.
Un corazón abierto (Ap. 3:10)
La palabra de Dios nos dice que él está a la puerta de tu corazón y llama. Pero nadie puede entrar a una casa si el dueño no abre la puerta. El Señor Jesús no puede darte su paz, su perdón y un porvenir seguro en los cielos, si tu no estás dispuesto a abrir tu corazón. Él nos llama por medio de su Palabra y por medio del evangelio de Jesucristo, pero el corazón tiene sólo una manija y esa está del lado de adentro del corazón. Qué bueno sería que en esta navidad tú puedas abrir la puerta de tu corazón para que entre el niño del pesebre de Belén y te cambie para siempre la vida, a través de la salvación en Cristo. D. Un corazón aceptable. (2 Co. 6:2) En esta navidad el regalo más precioso que Dios tiene para ti, es el regalo de la salvación. Esa salvación que vino con el nacimiento de Jesús. A los pastores les declararon: “Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lc. 2: 11). Pero nadie puede recibir un regalo si no tiene la actitud de aceptarlo. Él te ofrece el regalo más caro a cambio de tu fe en Jesús y en todo lo que él hizo por ti en la cruz. Él murió y pagó por nuestros pecados como la prueba más sublime de su amor por el pecador. La paga del pecado es muerte, más la dádiva, el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús. La Biblia dice. “Si oyeres hoy su voz no endurezcáis vuestros corazones” ¿Qué vas a hacer con el regalo que Dios te ofrece en Cristo? Una de dos cosas puedes hacer: recibirlo o rechazarlo. ¿Cuál será tu decisión?
V. La vuelta de los magos. (2:12) El texto de Mateo dice que: “los magos volvieron a su tierra por otro camino”. En aquella navidad nadie volvió igual después de haber visto al niño rey. Sólo los que viven lejos de Dios siempre vuelven por el mismo camino. Los que están sin Cristo, sin esperanza y sin Dios en el mundo siguen con el mismo corazón. Cuando vivimos cerca de Jesús no podemos seguir la corriente de este mundo, que se va tras los deleites temporales para celebrar una navidad que está fuera de los propósitos y la palabra de Dios. Cuando los magos salieron de la presencia del rey, Dios proveyó un medio de volver a su tierra. Esto me enseña que Dios siempre provee un medio de salir de nuestros problemas. ¿Cómo será tu regreso en este día? ¿Cómo será tu vuelta al año entrante? ¿Vas a volver por el mismo camino o dejarás que Dios te marque un nuevo camino? Jesús dijo: “Yo soy el camino”. Él es el camino nuevo y vivo que nos abrió a través de su sacrificio en la cruz. ¿Vas a volver con el mismo corazón, o con un corazón cambiado? El único medio que Dios proveyó para volver por otro camino, es el camino que Cristo nos marcó a través de su cruz. Es la cruz de: Ø
Redención. (Ro. 3:24; Ef. 1:7)
Ø
Remisión. (Mt. 26:28; He. 9:22)
Ø
Reconciliación. (Ef. 2:16; Col. 1:20)
Ø
Regeneración. (Tit. 3:5; Jn. 3)
Ø
Restauración. (Lc. 23:41-43)
Ø
Rebelión. (Lc. 23:39-41)
Tomado de la revista “Momento de Decisión”, www.mdedecision.com.ar Usado con permiso ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.