“Comunidad de Antioquía”
Los viajes misioneros Los textos En las cartas encontramos un testimonio de primera mano del apostolado de Pablo, en cambio en los Hechos hallamos el desarrollo de un itinerario esquemático y teológico.
El cuadro histórico-político La figura de Alejandro Magno plantea una unidad política, cultural y religiosa. La máxima expresión de esta unidad está en el concepto de PAX ROMANA, caracterizada por el expansionismo romano, las provincias, entre ellas las impectoriales, las curatoriales y las senatoriales, una administración unificada y una unidad jurídica.
Las vías de comunicaciones también unían el territorio del imperio, posibilitaban el intercambio entre las provincias y manifestaba una seguridad relativa. Entre ellas podemos desarrollar: Las vías terrestres: Vía Egnata, la Vía de Éfeso, la Vía Real, la Vía Maris y la Occidental, que recorrían la Palestina. Las vías marítimas: rutas de pequeños cabotajes, bordeando la costa, y las rutas de larga travesía. Entre estas rutas encontramos las del norte, centro (Cilicia) y las del sur (Alejandría-Egipto-Libia). Se podía navegar entre los meses de abril y noviembre, los otros meses el mar estaba clausurado. Todos los viajantes debían pagar el pasaje.
“Primer” viaje misionero El llamado “primer viaje” de Pablo y Bernabé (Hch 13s) tiene, probablemente, una buena base histórica. El apóstol ya había viajado mucho (desde la conversión: Arabia, Damasco, Jerusalén, Siria y Cilicia) antes del llamado “primer viaje”, y volvió a viajar después de su misión independiente (Hch 19-21): a Roma (Hch 27s) y, eventualmente, a otros destinos (España?)
Pero la denominación de los tres viajes es clásica y no está totalmente falta de fundamento en el libro de los Hechos: el primero es introducido con gran solemnidad (13,1-3), el segundo queda bien marcado, después del “concilio” de Jerusalén (15,36-41); no lo es tanto el paso del segundo al tercero (19,1); lo es más bien la decisión de ir a Jerusalén (19,21).
A diferencia de los otros viajes, esta travesía que comienza con un envío de la comunidad de Antioquía, no encuentra reflejo directo en las cartas indudables de Pablo. Lo tiene en 2 Tim 3,11, con mención expresa de los tres puntos en que la narración de los Hechos se hace concreta (cap. 13; 14,16; 14,8-18): Antioquía (de Pisidia), Iconio y Listra.
Todos los historiadores aceptan la existencia de este itinerario y hacen una construcción común entre las cartas y Hechos.
Hay detalles que presentan dificultades: el mismo itinerario, con posibles improvisaciones condicionadas por circunstancias geográficas (la vuelta atrás de 14,21) o desconocidas por nosotros (en Perge sólo se evangeliza a la vuelta: 14,25); nombres propios, como el de Sergio Pablo (13,7: ¿para qué otro Pablo?) o Barjesús vv. 6.8.10: ¿un “hijo de Jesús” como “hijo del diablo”?); la marcha de Juan Marcos, precisamente en Perge (v. 13), cuando podía haberles dejado en Chipre
Itinerario de la primera misión Aunque esta primera misión supuso ya cruzar los mares, sin embargo todavía conservó un cierto aire localista. Los lugares visitados estaban cerca de las patrias de origen de Bernabé o de Pablo. Más que ir todavía a tierras lejanas, exóticas, se trataba de momento de llevar el evangelio a Chipre, de donde procedía Bernabé, y a Pisidia, colindante con Cilicia, en donde había nacido Pablo.
La misión iba dirigida en un principio a judíos, es decir a las juderías que había en las ciudades del Mediterráneo. El punto inicial de predicación es siempre la sinagoga, aprovechando las reuniones que había en ellas los sábados.
Digamos antes de continuar algo sobre estas juderías de la diáspora El judaísmo helenista se había distanciado bastante del judaísmo palestinense, centrado en el Templo. La exposición de la Torah reemplazó al sacrificio, y los escribas y doctores de la Ley reemplazaron a los sacerdotes. Estas comunidades judías solían ser más liberales que las palestinas y estaban mucho más abiertas a los paganos, aunque entre ellas había determinados miembros más fanáticos muy vinculados con la ciudad madre y con el templo
De hecho, antes del cristianismo ya se había dado un amplio movimiento misionero entre los judíos, que intentaron convertir a los paganos con notable éxito. Este proceso de captación incluía dos grados en la adscripción al judaísmo, el de prosélitos y el de temerosos de Dios. Los prosélitos eran aquellos gentiles que se circuncidaban y se comprometían a guardar toda la Ley de Moisés como el resto de los judíos
En cambio los temerosos de Dios eran gentiles que se acercaban a las instituciones religiosas del judaísmo, sin por ello hacerse judíos ni circuncidarse.
Se comprometían a la confesión de fe monoteísta, a una vida moral y a un mínimo de prácticas rituales (dietas de alimentos, sobre todo el no comer sangre ni animales vivos), para no resultar impuros a los ojos de los judíos. En estas condiciones podían asistir a la sinagoga, pero no tenían que romper con su familia ni con su cultura propia.
Probablemente la misión cristiana a los paganos iba dirigida a estos "temerosos de Dios" que ya habían tenido un fuerte influjo del judaísmo. Eran hombres atraídos por la sublimidad del monoteísmo y de la moral hebrea y hartos de las supercherías vergonzosas de los ritos paganos con sus politeísmos extravagantes y sus ritos orgiásticos.
El itinerario de la primera misión fue el de Chipre primero y el interior de Asia Menor después: Pisidia y Licaonia. Una vez llegados a lo que hoy es Turquía, hicieron un viaje de ida predicando en Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe, y luego en el camino de regreso volvieron a visitar las comunidades recién fundadas.
Antioquía de Siria, una Iglesia misionera La comunidad de Antioquía aparece ya estructurada en diversos ministerios. "Había en la Iglesia fundada en Antioquía profetas y maestros, Bernabé, Simeón llamado Níger, Lucio el cireneo, Menájem, hermano de leche del rey Herodes, y Saulo" (Hch 13,1). Por sus orígenes tenemos dos norteafricanos, un chipriota, un palestino y un cilicio. Todos ellos probablemente eran judíos helenistas de la diáspora, a excepción de Menájem. Lo cual muestra el carácter cosmopolita y abierto de aquella Iglesia, en contraste con la de Jerusalén, más uniforme y provinciana
Antioquía de Siria, una Iglesia misionera Se reunían para celebrar el culto del Señor. Se trataba ya de un culto netamente distinto del de las sinagogas. Probablemente celebraban el culto la vigilia del domingo, y tendrían un ágape en común, tras el que partirían el pan litúrgicamente. La celebración era probablemente muy espontánea, abierta a las intervenciones carismáticas de sus miembros.
Es una Iglesia que sigue viviendo un perenne Pentecostés
Antioquía de Siria, una Iglesia misionera En 1 Cor 12,28 Pablo enumera los tres carismas más importantes que debe tener una comunidad. El primero es apóstoles, el segundo profetas, el tercero doctores. Apóstol significa “enviado”. Aquí se refiere a los enviados a predicar el evangelio. El que envía siempre es Jesús, pero en cada caso lo hace por medio de una comunidad cristiana. Pablo afirma que una Iglesia que no tiene sus apóstoles, enviados y sostenidos por ella para predicar el evangelio, no es perfecta.
La Iglesia de Antioquía tenía profetas y doctores, pero no tenía apóstoles. Leamos nuevamente con detenimiento… Inspirados por el Espíritu Santo deciden enviar a Bernabé y Saulo como sus apóstoles:
Había en la Iglesia fundada en Antioquía profetas y maestros: Bernabé, Simeón llamado Níger, Lucio el cirenense, Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo.
Mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: “Separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado”. Entonces, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y les enviaron . (Hch 13,1-3)
Impresiona leer cómo esta primera Iglesia discierne la voz del Espíritu por medio del carisma de profecía, y atribuye directamente al Espíritu sus propias acciones y decisiones. ¿Quién de nosotros se atreve a dar su opinión con la frase "Dice el Espíritu Santo"? ¿Quién de nosotros redacta las conclusiones de una reunión o un sínodo diciendo:"Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros"? Cuando oímos a los pentecostales que todavía se siguen expresando en este género literario nos resulta chocante.
Somos demasiado conscientes de la complicada red de mediaciones humanas que hay entre la voz del Espíritu y la nuestra. Pero puede que este realismo y esta humildad nos hagan ir relegando la providencia y la guía del Espíritu al campo de la irrelevancia, y perdamos de vista el hecho real y firmísimo de que es el Espíritu quien personalmente sigue guiando a la Iglesia a través de las voces de los hombres. No se trata de ignorar las mediaciones, pero sí de adorar a Dios en ellas.
Con el gesto de la imposición de manos se consagra el envío de los primeros misioneros cristianos. Emociona contemplar esta escena fundida con otros millones de escenas en las que hombres y mujeres serán enviados a tierras lejanas a lo largo de los siglos para anunciar ese mismo evangelio
+ Corre el año 46.
+ Embarcan en Seleucia, el puerto de la ciudad, con dirección a Chipre, la patria de Bernabé. Les acompaña Juan Marcos, sobrino de Bernabé:
Ellos, pues, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia y de allí navegaron hasta Chipre (Hch 13,4)
Después de viajar por espacio de 200 kilómetros, los misioneros arribaron al puerto de Salamina, en la costa oriental de Chipre. Allí había una colonia judía bastante grande, atestiguada desde el siglo II a.C.
La praxis normal, como decíamos, era predicar a los judíos en la sinagoga. Todos los sábados se reúnen en ella los judíos para tener una liturgia de la palabra, compuesta de oraciones iniciales, lectura de la Biblia, homilía y oraciones finales. Era costumbre invitar a los judíos venidos de fuera a tener la homilía. Bernabé y Saulo aprovechaban esta ocasión para anunciar a Jesús.
La elección de la Isla de Chipre se debió posiblemente a varias razones: a)era el destino más accesible desde Seleucia; b)Bernabé era oriundo de esa isla (Hch 4,36), lo cual les posibilitaría el encuentro con personas conocidas; c)algunos judeocristianos helenistas, expulsados de Jerusalén tras la muerte de Esteban, ya habían ido preparando el terreno de la evangelización en dicho lugar (Hch 11,19).
Llegados a Salamina anunciaban la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Tenían también a Juan que les ayudaba (Hch 13,5).
Continúan en Pafos donde Saulo realiza un milagro.
Habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, encontraron a un mago, un falso profeta judío, llamado Barjesús, que estaba con el procónsul Sergio Paulo, hombre prudente. Este hizo llamar a Bernabé y Saulo, deseoso de escuchar la Palabra de Dios.
Pero se les oponía el mago Elimas - eso quiere decir su nombre- intentando apartar al procónsul de la fe. Entonces Saulo, lleno de Espíritu Santo, mirándole fijamente, le dijo: “Tú, repleto de todo engaño y de toda maldad, hijo del Diablo, enemigo de toda justicia, ¿no acabarás ya de torcer los rectos caminos del Señor? Pues ahora, mira la mano del Señor sobre ti. Te quedarás ciego y no verás el sol hasta un tiempo determinado”. Al instante cayeron sobre él oscuridad y tinieblas y daba vueltas buscando quien le llevase de la mano. Entonces, viendo lo ocurrido, el procónsul creyó, impresionado por la doctrina del Señor. (Hch 13, 6-12).
Abandonan Chipre y se dirigen al continente, desembarcando en Perge de Panfilia. Un dato curioso: a partir de ahora Lucas llama a Saulo con su nombre greco-romano, Pablo, y además lo hace en primer lugar, antes de Bernabé. Da la impresión de que se ha convertido en jefe del grupo:
Pablo y sus compañeros se hicieron a la mar en Pafos y llegaron a Perge de Panfilia. Pero Juan se separó de ellos y se volvió a Jerusalén (Hch 13,13).
El hecho tendrá consecuencias negativas, pues cuando comience el “segundo” viaje, Pablo se negará a llevar con ellos al que los abandonó antes. Luego de este suceso, Pablo y Bernabé continuaron solos rumbo a Antioquía de Pisidia, 260 kilómetros más al norte. Allí Lucas reproduce supuestos recuerdos de una predicación de Pablo, y por primera vez transmite la noticia de una gran conversión de gentiles a la fe cristiana (Hch 13,44), lo cual provoca la reacción contraria de los judíos (Hch 13,50). A partir de este momento, la predicación de los misioneros se inclinará hacia los gentiles, aunque sin abandonar del todo a los judíos.
Antioquía de Pisidia era una ciudad vinculada a Antioquía de Siria, pues había sido fundada por Seleuco, uno de sus reyes. La conquistaron los romanos y la hicieron capital de Galacia inferior y uno de los seis centros defensivos importantes que tenían en Anatolía central.
Ciudad comercial con una numerosa colonia judía. Pablo y Bernabé posiblemente se dirigen a ella por sus vínculos con la ciudad que los envía.
El sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Después de la lectura de la Ley y los Profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir: “Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad. Pablo se levantó, hizo señal con la mano y dijo: “Israelitas y cuantos teméis a Dios, escuchad:” (Hch 13,14-16)
La homilía fue larga (Hch 13,17-41), pero se resume en tres ideas: 1) Desde Egipto a David, antepasado y tipo de Jesús, que es el Hijo prometido al rey y el Salvador de Israel (Hch 13,16-25) 2) Pasión-muerte-resurrección. Los Doce Apóstoles son testigos cualificados de ello. Dios ya ha cumplido lo prometido por los profetas (Hch 13,26-37). 3) Sólo por Jesús se consigue el perdón de los pecados, no por la Ley de Moisés. Exhortación a la fe y a evitar la incredulidad (Hch 13,38-41).
Fruto de la homilía: piden que continúe hablando otro sábado y un grupo de oyentes se convierte: Al salir les rogaban que les hablasen sobre estas cosas el siguiente sábado. Disuelta la reunión, muchos judíos y prosélitos que adoraban a Dios siguieron a Pablo y a Bernabé; éstos conversaban con ellos y les persuadían a perseverar fieles a la gracia de Dios (Hch 13,42-43).
El sábado siguiente se oponen los judíos: El sábado siguiente se congregó casi toda la ciudad para escuchar la Palabra de Dios. Los judíos, al ver a la multitud, se llenaron de envidia y contradecían con blasfemias cuanto Pablo decía. Entonces dijeron con valentía Pablo y Bernabé: “Era necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la Palabra de Dios; pero ya que la rechazáis y vosotros mismos no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad que nos volvemos a los gentiles.”
Pues así nos lo ordenó el Señor: “Te he puesto como la luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra.” Al oír esto los gentiles se alegraron y se pusieron a glorificar la Palabra del Señor; y creyeron cuantos estaban destinados a una vida eterna. Y la Palabra del Señor se difundía por toda la región. (Hch 13,44-49)
¿Qué pasó en Antioquía de Pisidia? El rechazo judío justifica el que Pablo se dedique ahora a los gentiles, apoyado en la palabra de Dios, en concreto, en la tercera profecía del Siervo de Yahvé (cita Is 49,6), donde se anuncia que el Siervo será misionero de los gentiles hasta el confín de la tierra. Así Pablo aparece asociado a la obra del Siervo: compartiendo el camino del Rechazado, llegará al confín de la tierra (Hch 26,17: Roma) encadenado. Los gentiles se alegran de que se dedicaran a ellos.
+ Finalmente son expulsados de la ciudad por instigación de los judíos. Se sacuden el polvo de los pies y se fueron a Iconio:
“Pero los judíos incitaron a mujeres
distinguidas que adoraban a Dios, y a los principales de la ciudad; promovieron una persecución contra Pablo y Bernabé y les echaron de su territorio. Estos sacudieron contra ellos el polvo de sus pies y se fueron a Iconio. Los discípulos quedaron llenos de gozo y del Espíritu Santo.” (Hch 13,50-52)
Iconio es la actual Konya, ciudad de cerca de medio millón de habitantes y centro del culto de la secta sufita de los monjes danzantes. La ciudad fue fundada en el III milenio y después de varias dominaciones el año 133 a.C. pasó a Roma. En este contexto la visitan Pablo y Bernabé.
En Iconio se repite el esquema pastoral anterior: predicación el sábado en la sinagoga, conversión de gentiles, persecución judía, huida a otro lugar:
En Iconio, entraron del mismo modo en la sinagoga de los judíos y hablaron de tal manera que gran multitud de judíos y griegos abrazaron la fe. Pero los judíos que no habían creído excitaron y envenenaron los ánimos de los gentiles contra los hermanos.
Con todo se detuvieron allí bastante tiempo, hablando con valentía del Señor que les concedía obrar por sus manos señales y prodigios, dando así testimonio de la predicación de su gracia. La gente de la ciudad se dividió: unos a favor de los judíos y otros a favor de los apóstoles. Como se alzasen judíos y gentiles con sus jefes para ultrajarles y apedrearles, al saberlo, huyeron a las ciudades de Licaonia. (Hch 14,1-6)
Nueva huida. Ahora a ciudades de Licaonia
Huyeron a las ciudades de Licaonia, a Listra y Derbe y sus alrededores. Y allí se pusieron a anunciar la Buena Nueva. Había allí, sentado, un hombre tullido de pies, cojo de nacimiento y que nunca había andado. Este escuchaba a Pablo que hablaba. Pablo fijó en él su mirada y viendo que tenía fe para ser curado, le dijo con fuerte voz: “Ponte derecho sobre tus pies.” Y él dio un salto y se puso a caminar.
Cuando el paralítico de nacimiento fue curado, los naturales del lugar los confunden con Zeus, jefe de los dioses (Bernabé) y con Hermes, dios de la palabra (Pablo). Creían que se repetía una antigua leyenda que decía que en tiempos pasados los visitaron Zeus y Hermes en forma de pobres miserables. La gente, al ver lo que Pablo había hecho, empezó a gritar en licaonio: “Los dioses han bajado hasta nosotros en figura de hombres.”
El sacerdote del templo de Zeus que hay a la entrada de la ciudad, trajo toros y guirnaldas delante de las puertas y a una con la gente se disponía a sacrificar (Hch 14,6-13).
Pablo y Bernabé rechazan este culto: Al oírlo los apóstoles
Bernabé y Pablo, rasgaron sus vestidos y se lanzaron en medio de la gente gritando: “Amigos, ¿por qué hacéis esto? Nosotros somos también hombres, de igual condición que vosotros” (Hch 14,14-15)
Y les enseñan que hay un solo Dios, creador: “Os predicamos que abandonéis estas cosas vanas y os volváis al Dios vivo que hizo el cielo, la tierra, el mar y cuanto en ellos hay, y que en las generaciones pasadas permitió que todas las naciones siguieran sus propios caminos; si bien no dejó de dar testimonio de sí mismo, derramando bienes, enviándoos desde el cielo lluvias y estaciones fructíferas, llenando vuestros corazones de sustento y alegría...” (Hch 14,15-16)
Con estas palabras pudieron impedir a duras penas que la gente les ofreciera un sacrificio. Vinieron entonces de Antioquía e Iconio algunos judíos y, habiendo persuadido a la gente, lapidaron a Pablo y le arrastraron fuera de la ciudad, dándole por muerto. Pero él se levantó y, rodeado de los discípulos, entró en la ciudad. Al día siguiente marchó con Bernabé a Derbe. (Hch 14,18-20).
En Derbe, la siguiente escala, lograron evangelizar la ciudad. (v. 21)
Vuelven sobre sus pasos, visitando las iglesias recién fundadas, organizándolas, poniendo al frente de ellas responsables y exhortándolas a superar las dificultades:
Habiendo evangelizado aquella ciudad y conseguido bastantes discípulos, se volvieron a Listra, Iconio y Antioquía, confortando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a perseverar en la fe y diciéndoles: “Es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.” Designaron presbíteros en cada Iglesia y después de hacer oración con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído (Hch 14,21-23).
Desde allí retomaron el camino de vuelta por los lugares ya visitados: Listra, Iconio, Antioquia de Pisidia y Perge. En esta ciudad se detuvieron para predicar, cosa que no habían hecho en el viaje de ida, y finalmente bajaron al puerto de Atalía para regresar por barco al punto de partida de la misión: Antioquía de Siria.
Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia; predicaron en Perge la Palabra y bajaron a Atalía (Hch 14,24). Como enviados de Antioquía, regresan allí y dan cuenta a la comunidad de su trabajo. Corre el año 49. Han pasado tres años desde que partieron.
Allí se embarcaron para Antioquía, de donde habían partido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían realizado. A su llegada reunieron a la Iglesia y se pusieron a contar todo cuanto Dios había hecho juntamente con ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe (Hch 14,26-27).
Era la noticia que la comunidad esperaba ansiosamente oír + Buen resumen: “Dios ha abierto a los gentiles las puertas de la fe”. Ya hay comunidades judeocristianas, mixtas y étnico-cristianas o compuestas solo de gentiles.
Y permanecieron no poco tiempo con los discípulos” (Hch 14,28).