Adolfito se animó a cantar en los festejos

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Lunes 10 de diciembre de 2007

Entrevista

Dos tricampeones, de

Lucas Monteverde y Mariano Aguerre son los dos jugadores de La Dolfina que no surgieron de Por Xavier Prieto Astigarraga

Monteverde y la copa; Aguerre y los premios que logró anteayer y tantas bochas como títulos de campeón argentino posee

De la Redacción de LA NACION

E

n ese tren arrollador en el que se ha convertido La Dolfina en lo mediático –también lo es en lo deportivo–, bien claro queda que es un club de Cañuelas. De ahí son Adolfo Cambiaso y Bartolomé Castagnola, inseparables íconos polísticos del partido del suroeste del Gran Buenos Aires, que entre 2000 y 2003 compartieron el equipo con los hermanos Merlos, de Trenque Lauquen, y ganaron un Argentino Abierto, el del 2002. Para 2005 abrieron otra etapa. Llevaron a La Dolfina a dos hombres de otro pago del interior de la provincia, 25 de Mayo. Y les fue muy bien. Tanto que hoy, al cabo de tres abiertos de Palermo, acumulan tres conquistas y un invicto de 12 partidos en La Catedral. Los corresponsables de semejante dominio son Mariano Aguerre y Lucas Monteverde. Uno, todo un ganador, con siete cetros en 15 años en Palermo, y anteayer premiado como jugador más valioso de la final, como el mejor montado del certamen más relevante del mundo y también por su yegua Machitos Jazz, criada por él. El otro, Lucas, el autor del gol para el 16-15 en el chukker suplementario frente a Ellerstina, que implicó el título de tricampeón para La Dolfina. –Mariano, ¿qué te genera que dos jugadores de 25 de Mayo hayan logrado tres Palermo seguidos en un equipo tan identificado con Cañuelas? –Es muy bueno por lo que fueron mi padre [Martín] y el abuelo de Lucas [Jorge Davel] para el polo veinticinqueño. Fueron los empezaron a moverlo. Hoy nos toca a nosotros ganar, pero mucha gente

Cañuelas; llegaron al equipo

// HE RN AN Z E N T E N O

La inspiración de Gonzalo Heguy “Aprendí muchas de las cosas que incorporé imitando a Gonzalo Heguy. Creo que es ireemplazable; fue la inspiración de todo polista”, elogió Aguerre a quien dio su nombre al premio MVP.

trabaja en el polo gracias a que en algún momento alguien empezó. El abuelo de Lucas fue uno de los grandes promotores. Esto es muy bueno por todo eso. Mariano dejó el pago hace años. Estudió en el porteño Colegio De La Salle y desde muy joven viajó a Estados Unidos para hacer su carrera de polista profesional en el exterior, pero siempre mantuvo el vínculo con su lugar de origen. Que va mucho más de que Aguerre haya nacido, coincidentemente, un 25 de mayo (de 1969); en esa localidad tiene su campo (Los Machitos) y su cría. Y actuando por uno de los dos clubes veinticinqueños, El Rincón,

obtuvo la Copa República en 1998. Para Lucas, por su parte, es casi un paraíso. Porque ama estar allí, pero apenas pasa una veintena de días en el lugar. “Tengo todo ahí. La única casa mía, porque acá alquilo, en el country La Martona, y cuido [tener los caballos] en lo de Lolo [El Chides, de Castagnola]. En 25 De Mayo tengo el campo, El Overo, con mi cría. Es donde más me gusta estar y donde menos tiempo estoy, lamentablemente, por ahora”, cuenta Monteverde, de 30 años. La llegada de ambos al conjunto se dio naturalmente. Aguerre, Cambiaso y Castagnola habían compartido triunfos en

Ellerstina; tras 1999, estos dos últimos siguieron su curso y Mariano, el suyo, hasta que volvieron a encontrarse hace dos años. “Adolfito siempre me preguntó cuándo íbamos a volver a jugar juntos”, recuerda Aguerre. “Si bien al principio Lucas no estaba en los planes, porque teníamos una propuesta muy buena de jugar con un patrón, al final dijimos «les debemos a nuestras carreras rescindir ciertas cosas para tener otras». Lucas era muy amigo de Lolo y de Adolfito y nos sedujo la idea de empezar de cero, de ayudar a Lucas, de motivar a Adolfito de nuevo... Así que estuvo muy bueno, en

EN UNA PARRILLA DE CAÑUELAS

Adolfito se animó a cantar en los festejos A Luján, para agradecer por las victorias En el festejo de anteanoche, Bartolomé Castagnola y Lucas Monteverde ya estaban pensando en su peregrinación propia a la basílica de Luján, de mañana, en agradecimiento por los tres títulos consecutivos de campeones argentinos. “Son 78 kilómetros”, contaba entusiasmado Lolo.

Castagnola, Guillermo Valent (asistente), Cambiaso y Monteverde, felices con la copa y la euforia en el festejo // GENTILEZA DE FEDERICO LOPEZ CLA RO

Ya es todo un rito. Conquistar el Argentino Abierto, celebrar brevemente en el podio, dejar el Campo Argentino de Polo, ponerse presentable y concurrir a una parrilla de Cañuelas para compartir un gran asado. Por tercer año sucesivo, entonces, el local gastronómico de la ruta 205, muy cercano a la ciudad de Cañuelas, recibió a los polistas, la copa del Abierto de Palermo y una muchedumbre para festejar. Esta vez, con la ausencia –avisada– de Mariano Aguerre, el único que no vive en los alrededores de La Dolfina –habita General Rodríguez–, hubo más de un centenar de personas. Como ya es tradicional, vibraron con la repetición televisiva de la final, y en este caso estallaron en el festejo cuando apareció en la pantalla el gol de oro de Lucas Monteverde. Y hasta alguno pidió insistentemente los 10 goles de handicap para el Nº 2. El del gol en el chukker suplementa-

rio fue el momento de mayor euforia de la noche, pero otro resultó el más curioso. En el turno del karaoke, cuando la parrilla ya era una suerte de cantobar, Adolfo Cambiaso se animó con una tema que le gusta interpretar y que, para los que lo conocen, ya es un clásico: “New York”. Crack del polo, Adolfito no es Frank Sinatra como cantante, pero se las rebusca bastante bien. Y la ovación, por supuesto, no se hizo esperar. A diferencia de años anteriores, cuando los festejos se extendían en un boliche del centro de Cañuelas, anteanoche hubo un disc jockey y baile hasta la madrugada. Los más animosos en eso de sacudir el esqueleto eran María Vázquez, la mujer de Cambiaso, y David Nalbandian, definitivamente un fanático de La Dolfina. Todo se apagó alrededor de las 3. Casualmente, el número por el que había habido tanto alboroto en la parrilla de ruta...