11 Cada compañía

por nuestra ignorancia y así poder estar en relación con El una vez más. La luz esta dentro de nosotros, lo único que tenemos que hacer es aceptar nuestra.
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Quinto domingo después de la Epifanía – 2/6/11

Cada compañía, club, asociación o asamblea en el mundo tiene un logo por el cual se reconoce. Por ejemplo, todos conocen en escudo del equipo del Chivas o del América. También el de Televisa, TV Azteca y Telemundo. ¿Podrían reconocer el logo de McDonald’s en cualquier parte del mundo, estemos en China, Francia o África? No solo eso, sino que también países tienen sus propios escudos por los cuales se reconocen. Tenemos el águila real sobre el nopal comiéndose a una serpiente en México, el oso ruso y el águila calva sosteniendo unas flechas y unas ramas de olivo en sus patas aquí en EEUU. Los símbolos o logos son las formas por las cuales cada organización puede llevar su marca alrededor del mundo. Son formas fáciles con las cuales nosotros podemos asociar una cosa con otra. A través de los siglos, los cristianos hemos adoptado un símbolo que lleve nuestra marca por todo el mundo: la cruz. Pero en realidad, la cruz no fue reconocida como el símbolo cristiano hasta el siglo tres después de la muerte de Cristo. Así que eso nos lleva a preguntar, ¿Cómo se reconocían los hermanos cristianos entre si durante los primeros años? Ellos no contaban con la marca que hoy nos identifica muy bien. Tenían que hacer algo para poder reconocer a los miembros de su grupo, en especial durante esos tiempos de persecución hacia los cristianos. Hay una canción en ingles titulada, “They’ll Know We Are Christians by our Love” o en español, “Ellos sabrán que somos cristianos por nuestro amor.” En realidad, esa es la marca que usaban ellos en ese entonces. Por la forma que ellos actuaban unos hacia otros, ellos se daban a identificar como un grupo diferente. Un grupo que se dedicaba al amor mutuo en el Espíritu. 1

Cuando la gente llegaba a los lugares en donde ellos estaban, lo que les enseñaban era que el amor y la compasión tenían que reemplazar el seguimiento de la ley que estaba sucediendo sin el Espíritu. Los Fariseos habían perdido la razón para seguir la ley. Así que estaban tan preocupados por seguir las reglas que se olvidaron la razón por las que la seguían. Así mismo Jesús nos manda que no nos olvidemos de la ley, sino que sigamos la ley teniendo en cuenta el amor y la compasión al prójimo. Jesús quiere que seamos “la sal de este mundo.” ¿Qué quiere decir con eso? La sal era algo indispensable en el hogar. También era muy valioso. No solo servía para darle sabor a la comida, sino que también se usaba para la chimenea. Para que el fuego quemara más fuerte y durara más tiempo, las personas ponían un bloque de sal en la chimenea. Ya después que un buen rato, la sal perdía sus propiedades y simplemente la tiraban a la calle porque no servía ya para nada. Igual Jesús nos manda a cada uno de nosotros a ser ese catalítico en el mundo. Nosotros somos los que hacemos que la llama del Espíritu arda con todo su poder en la tierra y dentro de las personas. Desafortunadamente, nosotros no tenemos el privilegio de que se nos acaben nuestras propiedades catalíticas. Lo bueno es que Jesús nos mando al Espíritu para que nos refresque y nos re-energice para seguir adelante. Siempre y cuando el Espíritu del Señor esté dentro de nosotros, jamás perderemos nuestras propiedades. De esa manera, siempre tendremos el poder de hacer que la llama del Espíritu arda en nosotros. Si por cualquier razón nosotros decidimos que no queremos seguir, entonces el Señor no tendrá más remedio que sacarnos de su casa y tirarnos al sufrimiento eterno lejos de su presencia. Es por eso que siempre tenemos que encontrar el valor y la fuerza para seguir 2

aunque cada vez parezca más difícil. Pero nada que vale la pena es fácil. Tomen por ejemplo a los hijos: ¿es fácil criar a un niño? No. Pero, ¿vale la pena? Jesús también nos dice que seamos la luz del mundo y es por eso que el Evangelio ha recorrido todo el mundo. Esta es la marca que nos identifica aún más que la cruz. Generaciones de cristianos han hecho cosas que llevan la luz del Evangelio al mundo. Personas como San Francisco de Asís, San Agustín de Canterbury, el Papa Juan Pablo II, el Rev. Martin Luther King Jr., o la Beata Teresa de Calcuta, son nuestro ejemplo que llevar a Cristo al mundo no significa tener una marca en el cuerpo o traer una cruz colgada en un collar, sino simplemente luchar por la justicia para el desamparado, amar a todas las personas y mostrarles que el amor de Dios es tan grande que mando a su propio Hijo para que cargara nuestro pecado, fuera asesinado por nuestra ignorancia y así poder estar en relación con El una vez más. La luz esta dentro de nosotros, lo único que tenemos que hacer es aceptar nuestra responsabilidad y deber como cristianos de no quedarnos con las Buenas Nuevas para nosotros solos, sino que la esparzamos por todo el mundo. Tenemos que dejar que la llama del Espíritu que ilumina nuestras almas crezca fuera de control. Solo de esa manera podremos nosotros ser lo que Jesús nos ha mandado a ser. En realidad, este trabajo es muy simple, pero no es fácil. Tenemos la fuerza del Espíritu dentro de nosotros y la promesa que Jesús jamás no abandonara. Tenemos la flama del Espíritu que no se extingue y la sal de la promesa de Jesús que solo hace que esa flama crezca y arda más fuerte. Solo tenemos que creer. Amén.

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