VIAJANDO CON MONSEÑOR RUTA

Diáspora, testimonio vivo de la dispersión del pueblo judío. Atravesando luego fértiles colinas llegamos a Hebrón, donde está la Mezquita con los restos de.
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VIAJANDO CON MONSEÑOR RUTA

Siempre consideré un gran privilegio el haber tenido la oportunidad de hacer tres viajes con la dirección espiritual de Monseñor Ruta y la compañía de todo el grupo del Instituto de Teología, con quienes compartí momentos inolvidables. También tuve la sensación de que era el Señor quien siempre me señalaba el camino, principalmente en los momentos difíciles como aquél que acababa de pasar. Fue así que, enterada de que se preparaba un viaje a Tierra Santa bajo la dirección de Monseñor, hacia él me dirigí, preguntándole si me aceptaría como integrante del grupo. De más está decir que me aceptó y que conservo imborrables recuerdos de aquel viaje. Recuerdo la llegada a Tel-Aviv, donde visitamos el Museo de la Diáspora, testimonio vivo de la dispersión del pueblo judío. Atravesando luego fértiles colinas llegamos a Hebrón, donde está la Mezquita con los restos de Abraham. Luego hacia la gruta de Belén, cantando "Cristianos Vayamos"; vemos allí la Basílica construida por el Emperador Constantino, en cuya cripta San Jerónimo tradujo la "Vulgata". De ahí a la impactante ciudad de Jerusalén; llegamos cantando "Qué alegría cuando me dijeron vamos a la Casa del Señor"; recorrimos el Barrio Cristiano, el Templo, el Domo de la Roca, la Vía Dolorosa, el Gólgota, el Santo Sepulcro, el Monte del Padre Nuestro; el Barrio Judío y el Muro de los Lamentos; el Barrio Armenio; la Tumba del Rey David y la exhibición de los Rollos del Mar Muerto. Pasamos luego por Emaús, Sebastia, Eilat; navegamos por el Mar Rojo y el lago Tiberíades; pasando por el Mar Muerto y atravesando el Valle del Jordán llegamos a Acre, puerto marítimo desde tiempos remotos; pasaron por allí Carlomagno, los musulmanes, los Cruzados, los turcos y en 1918 fue incluida en el Mandato Británico. ¡Cuánta historia! Me sentí afortunada, no solamente por haber conocido esos pueblos y su cultura, sino principalmente porque en cada uno de los sitios podíamos escuchar a Monseñor Ruta, quien, con sus eruditas palabras, nos hacía revivir emocionalmente con los textos bíblicos, toda la historia sagrada. Finalizado el viaje, agradecí al Señor el privilegio que me había concedido y me dije: ¿Qué hice yo para merecer esto?

Isabel Justina Ocampo