Vecinos de Las Cañitas rechazan la nueva obra

25 jun. 2009 - calle Báez será convertida en peatonal, lo que elevará el nivel de ruidos mo- lestos, aumentará el uso del espacio público y se complicarán el ...
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INFORMACION GENERAL

I

POLEMICA Y LAS REFORMAS ESTAN CASI TERMINADAS

JULIAN BONGIOVANI

Las obras en la calle Báez están casi terminadas y serían inauguradas la semana próxima

Vecinos de Las Cañitas rechazan la nueva obra Se oponen a la nivelación de calzadas y a que Báez sea peatonal Protagonistas

PABLO TOMINO LA NACION Mientras el gobierno porteño ya tiene casi lista la obra de remodelación de la calle Báez, entre el bulevar Chenaut y Clay, en la zona de Las Cañitas, numerosos vecinos apuntalan una protesta: juntaron firmas, presentaron escritos ante las autoridades locales y se reúnen con legisladores y funcionarios porque temen que ese tramo de tres cuadras se convierta en peatonal. Además, intentan frenar la habilitación de nuevos locales gastronómicos en la zona. El gobierno porteño explicó que el tramo en cuestión, donde se concentra la mayor cantidad de restaurantes y bares, no será peatonal en forma permanente y que con estas mejoras “sólo se busca dar prioridad al peatón sin interrumpir el tránsito”. A fines de enero, el Ministerio de Desarrollo Urbano local comenzó los trabajos en Báez, que consistieron en el ensanchamiento y reemplazo de las veredas y en la nivelación de éstas con la calzada, en la ampliación de esquinas y en la colocación de luminarias, bolardos y cestos, obras que demandaron una inversión de más de 3 millones de pesos. Hace 15 días, un grupo de alrededor de un centenar de vecinos presentó un escrito en el gobierno porteño para que éste dé marcha atrás con la nivelación de la calzada y la acera, aunque las obras ya estaban avanzadas. Consideran que con las reformas la calle Báez será convertida en peatonal, lo que elevará el nivel de ruidos molestos, aumentará el uso del espacio público y se complicarán el tránsito vehicular, el estacionamiento y la recolección de la basura. Los comerciantes, en cambio, en su mayoría están de acuerdo con lo hecho. “Estas obras nos perjudican porque va a ser imposible estacionar y vivir tranquilos. Habrá más ruidos por el movimiento de la gente; aquí uno tiene que caminar esquivando las mesas y sillas que hay en las veredas”, contó a LA NACION el vecino Carlos Cacheiro. Y agregó: “A nosotros nunca nos preguntaron si estábamos de acuerdo con estas obras, y la verdad es que no”. Ayer, en representación de un

NICOLAS MOURIER EMPLEADO DE LA ZONA

➾No puede ser que hayan tardado

más de cinco meses en hacer estas obras. Las mejoras no son significativas y tampoco creo que sean de utilidad para el barrio.➵

DIEGO CALCABRINI ENCARGADO DE UN RESTAURANTE

pedido de informes al Poder Ejecutivo por las obras en cuestión. Los habitantes del barrio no descartan la posibilidad de presentar un amparo para impedir que se inaugure la obra tal cual está planteada, que se convierta en peatonal y que sigan proliferando los comercios en perjuicio de la zona residencial. Sara Coppes, que vive sobre la calle Arguibel, comentó: “Nos mataron el barrio con estas obras: ahora el ruido será terrible y el estacionamiento, imposible. No sé cómo seguirá esta historia”. El vecino Federico Kelly, arquitecto, dijo que “es una obra que debe haber costado mucho dinero y que tiene como objetivo potenciar la expansión comercial que va a dejar en descubierto el déficit de infraestructura que hay en la zona, como, por ejemplo, el estacionamiento. Otra cosa que habrá que revisar serán las habilitaciones que se les dan a restaurantes para que no sigan atentando contra la buena convivencia con los vecinos”.

Dicen que no será peatonal

➾Las mejoras en la calle Báez son importantes y positivas porque atraerán más clientes. También será beneficioso para la llegada del turismo extranjero.➵

HUGO SALAMONE VECINO

➾Hoy ya no se puede ni caminar por la calle Báez por la usurpación del espacio público que llevan adelante los restaurantes: mesas y sillas obstruyen el paso. ➵

grupo de unos 200 vecinos, algunos de ellos se reunieron en una vivienda de la calle Báez para definir qué harán. Incluso participó de la charla el diputado porteño Marcelo Meis (monobloque), que presentará un

Sergio Agostinelli, subsecretario de Infraestructura y Obras Públicas de la ciudad, dijo a LA NACION: “Báez no es peatonal y se podrá estacionar de mano derecha. Está preparada con prioridad para el peatón y, para alguna ocasión especial, cerrarse al tránsito”. Consultado sobre las quejas, dijo que no entendía por qué los vecinos quieren volver atrás con la obra. “Cuando les expliqué a muchos de ellos las demoras que tuvimos, nadie me manifestó que estaba en contra de los trabajos”. Los vecinos, por el contrario, afirman que ellos no fueron consultados ni nadie que los represente fehacientemente. “Las obras quedaron muy bien y esto atraerá a los visitantes. Será muy positivo para el barrio porque la actividad crecerá notablemente”, dijo Salvador Marchese, dueño de una verdulería. En tanto, el ministro de Ambiente y Espacio Público porteño, Juan Pablo Picardo, afirmó a LA NACION que “no hay en el lugar modificaciones sustanciales que hagan prever problemas en la recolección de la basura”.

POR LA CIUDAD

El cafecito sucumbe a las lágrimas

N JAVIER

NAVIA El café se está convirtiendo en una pasión sofisticada, como el vino, con catadores expertos y charlatanes

o hay nada más porteño que un porteño cuando pide un café. El brazo levantado hacia adelante, tan sólo los dedos índice y pulgar extendidos, casi tocándose, y ninguna palabra, porque no hay porteño que no sepa que ese gesto significa “cafecito”. No sirve para pedir una lágrima, ni un americano en jarrito ni un capuccino. Sólo para pedir un cafecito, negro, clásico, en un pocillo blanco y tal vez cascado, de esos que se manchan con rouge en las primeras citas y que quedan a medio tomar al momento del adiós. Pero los porteños estamos cambiando nuestra manera de tomar café. Quien pise por primera vez un local de la cadena Sturbucks se sorprenderá al ver que al café más pequeño lo llaman “tall” (“alto”, en inglés). El más grande parece uno de esos baldes de pochoclo ahora comunes en los cines. Los sirven hasta con dulce de leche y uno puede agregarle de todo. Antes, el café se tomaba ante una mesa o de parado, con el pie en el estribo de una barra, listo para terminarlo, pedir la cuenta y salir. Ahora, en la calle se ven cada vez más porteños abrazados a su caramel macchiato. Algunos atribuyen a las mujeres, que abarrotan los Havanna, los Aroma y los

Coffee Store cuando salen del gimnasio, la nueva costumbre del café en jarrito, porque, se cree, suelen preferirlos cortados y suculentos para tapar el hambre y no echar a perder la clase de spinning en cinco minutos. Como sea, tomar café se ha vuelto complicado. Antes podía dudarse entre pedirlo con crema o con leche y dos medialunas. Ahora, en algunos lugares el mozo trae una carta y uno debe decidir si toma café de Jamaica, Guatemala o Etiopía. Es que el café se está convirtiendo en una pasión sofisticada, como el vino, con catadores expertos y también charlatanes. Hoy no hay nada más top que tener en casa una cafetera italiana de 2000 pesos. El filtro de papel es decadente. Entre tantos cambios, 500 cafés y bares han cerrado en la ciudad en lo que va del año, según afirmó la semana pasada una de las cámaras que los reúne. Como en su momento con el tango, algunos clásicos porteños, para sobrevivir, se transforman. Tal vez con el café esté ocurriendo eso. El futuro dirá si todo esto es pasajero o permanente. Esa respuesta, por ahora, acaso sólo pueda encontrarse leyendo en la borra de un café.

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Jueves 25 de junio de 2009