Espectáculos
Jueves 4 de febrero de 2010
LA NACION/Página 5
CINE Relato familiar que también es espejo social
Educación sentimental en la Inglaterra de los 60 Su protagonista, Carey Mulligan, nominada al Oscar Muy buena (((( Enseñanza de vida (An Education, Gran Bretaña/2008, color; hablada en inglés). Dirección: Lone Scherfig. Con Carey Mulligan, Peter Sarsgaard, Alfred Molina, Cara Seymour, Emma Thompson, Sally Hawkins. Guión: Nick Hornby, sobre las memorias de Lynn Barber. Fotografía: John de Borman. Música: Paul Englishby. Edición: Barney Pilling. Presenta Sony. 100 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años, con reservas.
Si se lo viera sólo como el retrato de un personaje admirablemente definido y mejor interpretado Enseñanza de vida ya exhibiría (por coherencia, agudeza y vivacidad) méritos suficientes para descollar entre tantas historias sobre jovencitas que inician su educación sentimental al lado de un hombre maduro. Pero el film de Lone Scherfig va más allá: en medio de la aventura personal, expuesta con refinada sensibilidad y llamativa fluidez, se filtran precisas pinceladas que describen una sociedad –la inglesa de los primeros años 60– a punto de experimentar cambios decisivos. El trabajo de la realizadora danesa (la misma de Italiano para principiantes) se apoya en dos sólidos puntales: el guión de Nick Hornby –que proporcionó formato dramático a la autobiografía de la periodista Lynn Barber– y la extraordinaria transparencia de Carey Mulligan, verdadera revelación que acaba de ser nominada, con justicia, al Oscar de la Academia. Imposible no destacarlos porque si Hornby supo calibrar con mano maestra la evo-
lución vivida por la protagonista entre la adolescente inteligente y un poco ingenua del comienzo y la joven que debe sobrellevar su primer fracaso, la actriz hizo visibles cada una de las etapas de esa transición con pasmoso dominio de los matices. A Jenny le gusta verse como sofisticada mujer de mundo que habla francés y adora a Juliette Greco, pero es la estudiante destinada a Oxford (aunque no resigna otras inquietudes), que a la salida del colegio debe esperar el ómnibus bajo la lluvia. En casa, la esperan una madre indulgente y un padre que vigila sus progresos con vistas al futuro. Hasta que aparece David, con su auto lujoso, su parla elegante y su aire mundano y la seduce. A ella y a toda su convencional familia: vale la pena renunciar a Oxford por un candidato semejante. Ya habrá tiempo para descubrir sus costados oscuros. Hasta entonces, las encandilantes experiencias de Jenny (conciertos, restaurantes suntuosos, museos, un viaje a París) irán conduciéndola paralelamente a un lento proceso de aprendizaje de la vida real. El film acusa cierta concesión en el epílogo, que puede soslayarse ante la cantidad de sus aciertos: entre ellos la sutileza con que son retratados el clima de la época pre-Beatles y algunos rasgos sociales (incluidos la hipocresía y el solapado racismo); el impecable diseño de producción y la excelencia de un elenco en el que también brillan Peter Sasgaard y Alfred Molina.
Fernando López
SONY
Alfred Molina y Carey Mulligan, en una escena del film de Lone Scherfig
Buena ((( Andrés no quiere dormir la siesta (Argentina/2009). Dirección y guión: Daniel Bustamante. Con Norma Aleandro, Conrado Valenzuela, Fabio Aste, Marcelo Melingo, Juan Manuel Tenuta, Celina Font y otros. Fotografía: Sebastián Gallo. Música: Federico Salcedo. Presentada por Primer Plano Film Group. Hablada en español. Duración: 108 minutos. Calificación: sólo apta para mayores de 13 años.
DISTRIBUTION COMPANY
Una película bélica fuera de lo común, que no busca emitir mensajes ni se apoya en personajes heroicos
Una experiencia contundente La realizadora, Kathryn Bigelow, fue comparada con los grandes cineastas clásicos Excelente ((((( Vivir al limite (The Hurt Locker, Estados Unidos/2008). Dirección: Kathryn Bigelow. Con Jeremy Renner, Christian Camargo, Brian Geraghty, Guy Pearce, Ralph Fiennes, David Morse, Evangeline Lilly Anthony Mackie. Guión: Mark Boal. Fotografía: Barry Ackroyd. Música: Marco Beltrami y Buck Sanders. Edición: Chris Innis y Bob Murawski. Diseño de producción: Karl Júlíusson. Presentada por Distribution Company. Duración: 131 minutos. Apta para mayores de 16 años.
Para quienes esperan de una película ambientada en el conflicto de Irak grandes elaboraciones sociopolíticas, personajes heroicos y mensajes aleccionadores, Vivir al límite puede resultar una propuesta decepcionante. En cambio, para aquellos que estén dispuestos a sumergirse en la intimidad cotidiana de los profesionales de la guerra (en este caso, expertos en desactivar bombas que se juegan la vida a cada segundo), podrán ser protagonistas de una de las experiencias cinematográficas más contundentes y desgarradoras de los últimos años. No hay en esta nueva película de Kathryn Bigelow ningún atisbo de metáfora, denuncia ni frases altisonantes (algunos intelectuales la cuestionaron con el dudoso término de “apolítica”). La talentosa directora de Cuando cae la oscuridad, Testigo
fatal, Punto límite, Días extraños y K-19 –una de las pocas mujeres que incursionan tan bien (o mejor) que los hombres en el cine de género (supuestamente) masculino– prefiere concentrarse en el accionar de los tres artificieros de la compañía Bravo mediante un sofisticado mecanismo de repetición y acumulación, una sucesión de escenas en las que deben desarmar explosivos con el reloj y los francotiradores como principales enemigos. Tanto el preciso guión de Mark Boal (un periodista experto en coberturas bélicas) como la puesta en escena que elige Bigelow (mucha cámara en mano, tomas subjetivas y una edición que prioriza la tensión) sirven para que el espectador sea testigo privilegiado de la intensidad y la crudeza de cada misión, de la carga de adrenalina que es el verdadero combustible que mueve a estos verdaderos adictos a la guerra, de los que sólo conoceremos algunos detalles a partir de un par de muy cuidadas escenas intimistas en los que afloran algunos rasgos de “humanidad”, pero que evitan con elegancia caer en el didactismo y en la sensiblería. Comparada con grandes cineastas clásicos como Anthony Mann o Sam Fuller, Bigelow ofrece una narración quirúrgica (en definitiva, estos profesionales son verdaderos cirujanos) en la que para su desarrollo resultan tan importante los grandes picos de tensión como los pequeños detalles
(una silueta que se esconde detrás de una ventana, el paso de unas cabras, un cigarrillo que se prende, un teléfono que se activa, una roca que se mueve, una canción de heavy-metal que se escucha, un civil iraquí que se cruza en el camino). Porque en la espectacularidad con que están construidas las escenas de acción y en el valor que adquieren cada una de las sutiles observaciones reside, precisamente, la enorme sabiduría de esta realizadora. Los tres actores principales están impecables con sus contradicciones y diferentes matices, pero es Jeremy Renner –el artificiero que luego de haber desarmado 873 bombas se sigue calzando un traje que parece de astronauta y se enfrenta solo a lo desconocido– el verdadero protagonista del relato, un personaje sin grandes luces ni atributos, pero por el que no podemos dejar de consustanciarnos y comprometernos emocionalmente ni por un segundo. En una era en que las películas se ven cada vez más en monitores de computadoras o incluso en minúsculos celulares, Vivir al límite –que desde hace meses se consigue en copias truchas– es digna de ser vista con la mejor calidad de imagen y sonido en pantalla gigante para recuperar, así, el placer genuino del gran espectáculo cinematográfico.
Diego Batlle
Andrés, un niño de 8 años, pierde a su madre en un accidente y su vida sufrirá un rudo golpe de alcances que ni él mismo puede anticipar. El escenario es la ciudad de Santa Fe, hacia fines de la década del setenta, en un barrio en el que todo es amable y apacible aunque sólo en la superficie, ya que todos conocen que allí, junto al baldío en el que los pequeños juegan al fútbol, funciona un centro de detención clandestino. Frente a la tragedia de haber perdido a su madre, Andrés se verá forzado a vivir, junto a su irascible padre y a su hermano mayor, en la casa de su abuela Olga, figura protectora y matriarcal que se jacta de saberlo todo de sus familiares y vecinos. Sin embargo, nunca des-
PRIMER PLANO
Norma Aleandro y Conrado Valenzuela
cubrió la otra existencia que llevaba su nuera, activa militante de un grupo extremista. El novel director Daniel Bustamante logró un relato de hondo significado dramático a través del pequeño protagonista –un excelente trabajo de Conrado Valenzuela– que poco a poco comprobará que la dureza de su abuela es, también, la dureza que se vive en ese país del terror y las persecuciones. El relato se convierte así en una alegoría de aquellos años de horror imbricados, aquí, en esa familia para quien, también, la fuerza será el eje de sus vidas. Norma Aleandro vuelve aquí a demostrar su gran talento interpretativo al ponerse en la piel de Olga, en tanto que Fabio Aste, como el padre, y el resto del elenco logran apuntalar el relato al que una impecable fotografía y una música de logrados tonos suman puntos.
Adolfo C. Martínez