Una Cenicienta en Viena

complejidad en su combinatoria espacial. Esto evidencia la extraor- dinaria capacidad del coreógrafo en materia de puesta en escena, ejercitada también en el ...
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espectáculos | 3

| Martes 12 de novieMbre de 2013

El cine infantil siempre es líder

TeaTro

Mito norteño en poética clave de género

animaCión. Lluvia de hamburguesas 2, en el primer puesto

La fiera . ★★★★ muy buena. autor y director: Mariano Tenconi Blanco. elenco: Irene Mockert. escenografía: Oria Puppo. vestuario: Paula

Las más vistas

Delgado. música en vivo: Sonia Álvarez, Ian Shifres. coreografía: Caro-

Espectadores por película de jueves a domingo Lluvia de hamburguesas 2

lina Borca. sala: El Extranjero, Valentín Gómez 3378, 4862-7400. funciones: martes, a las 21. duración: 60 minutos.

166.578

1 semana en cartel: 168.578 espectadores

Escape imposible 48.068

3 semanas en cartel: 129.377 espectadores

Carrie 47.826 2 semana en cartel: 111.658 espectadores

Gravedad

Una original puesta en escena la de Renato Zanella, coreógrafo italiano

34.126

teatro colón

4 semanas en cartel: 433.392 espectadores

DaNza

Cuestion de tiempo 26.221

Una Cenicienta en Viena

1 semana en cartel: 26.221 espectadores

Total espectadores: 469.467 Fuente: Ultracine / LA NACION

Frente a una cartelera que en las últimas semanas no conseguía atraer a demasiados espectadores, el estreno de una película infantil, Lluvia de hamburguesas 2, tenía garantizado el primer puesto en su fin de semana de debut en las salas. Un pálpito que se cumplió al pie de la letra, como suele pasar con los films animados y más si se trata de una secuela de un éxito de público y crítica como Lluvia de hamburguesas. Frente al atractivo de una novedad para toda la familia, las únicas películas que pueden hacerles sombra y hasta tal vez arrebatarles el liderazgo suelen ser los grandes tanques de Hollywood. O los films de terror. Esta semana, de los primeros no hubo y en el caso del horror, apareció Las brujas, de Alex de la Iglesia con Carmen Maura, que se ubicó lejos de la cima: quedó en el octavo puesto, casi en el borde externo de la lista de las películas más vistas del fin de semana. En el décimo lugar se ubicó Un paraíso para los malditos, de Alejandro Montiel, con Joaquín Furriel, el único film nacional en integrar el top ten. Y aunque ya están lejos de esa elite reservada para los estrenos recientes, un trío de éxitos nacionales alcanzó nuevos hitos: Corazón de león superó la barrera del millón setescientos mil espectadores; Séptimo está menos de cincuenta mil espectadores del millón, y Wakolda, muy cerca de los 400.000. ß

La CeniCienta, baLLet en 2 aCtos. ★★★★★ excelente. coreografía :

Renato Zanella. música: Johann Strauss II. escenografía: Juan Carlos

Grecco. vestuario: Aníbal Lápiz. ballet del teatro colón. dirección: Lidia Segni. orquesta filarmónica de buenos aires. director: Emmanuel Siffert. teatro colón. próxima función: hoy, a las 20.30.

L

uce como un ballet enmarcado: el prólogo muestra el exterior de la Ópera de Viena, siluetas de público actual… y hasta un auto, anacronismos deliberados muy frecuentes en las régies de ópera. El propio autor del ballet, Johann Strauss II, anda rondando el teatro, como espíritu propiciatorio que reivindicará a una humilde modista del mundo de la moda vienesa: en eso se ha convertido La Cenicienta en esta versión. Strauss es Alejandro Parente (señorial en sus ascensos en la Nube, que aquí reemplaza al Zapallo); la costurerita se llama Greta (Nadia Muzyca, muy medida en su rol de ingenua) y su partenaire, Gustav (Federico Fernández, sobrio y preciso en los solos y en los dúos). Así se perfila esta original y compleja Cenicienta, según concepción del coreógrafo italiano Renato Zanella, que se ha incorporado al repertorio del Ballet del Colón que dirige Lidia Segni. La madrastra es, aquí, Mme. Léontine (una desopilante caricatura grotesca de Igor Gopkalo), regente del atelier de modas; sus hijas, las hermanastras de Greta, fueron asumidas con encomiable gracia y

destreza en la composición corporal por Paula Cassano y Daiana Ruiz. Como se ve, la pieza da lugar a no pocas caracterizaciones (habrá muchas más), algo invalorable para una compañía numerosa como la del Colón, que de esta manera da oportunidad de intervención –y de lucimiento– a casi todos sus integrantes. Es uno de los méritos de esta invención de Zanella, quien, a lo largo de buena parte del desarrollo de su Cenicienta, colma la amplia superficie escénica del primer coliseo con bloques corales de gran complejidad en su combinatoria espacial. Esto evidencia la extraordinaria capacidad del coreógrafo en materia de puesta en escena, ejercitada también en el terreno de la ópera a través de varias régies. En su creación reina un clima festivo de opereta, sea por lo exultante de la partitura (un poco abrumadora en su profusión de valses, pero ejecutada con brillo inusual por la Filarmónica, bajo la acertada batuta del maestro suizo Emmanuel Siffert), o bien por el carácter ligero de la acción, impregnada de ironía. En este sentido, la pieza evoca el estilo de El mur-

TeaTro

Futurista y sorprendente Carne de guerrero. ★★★ dirección :

buena . dramaturgia : Rebekka Kricheldorf.

Emiliano González Portino. elenco: Guido Grispo, Juan Pablo Re-

petto, Elena Achille, Manuel Martínez Sobrado, Florencia Sabatella y Eloísa Colussi. luces:

asistente :

Javier Nadra.

vestuario y maquillaje :

Silvia Zavaglia.

Claudio De Bianco. sala : Elkafka (Lambaré 866). funciones: jueves, a

las 21. duración: 80 minutos.

E

n este texto complejo de la alemana Rebekka Kricheldorf, ninguna palabra está ubicada al azar. Su lenguaje captura con una trenza de juegos y giros que transporta al público a un uni-

verso único, absurdo, donde rige la palabra, pero la comunicación brilla por su ausencia. Con pocos recursos escenográficos, la sala se transforma en el laboratorio de un futuro cercano,

con reminiscencias a Un mundo feliz, de Huxley. Si en esa novela se medía el tiempo de la humanidad antes y después de Ford, en Carne... el punto de referencia es el 493er. aniversario de la construcción del primer microscopio. Un grupo de científicos busca la fórmula de la inmortalidad y de la belleza. A pesar de los avances de la ciencia, de que el cáncer se cura de modo sencillo y eficaz, otros males aquejan. El tiempo pasa lento –se mide por cuatrimestres– y el

ciélago, todo un hit straussiano. Otro personaje que cobra vuelo propio es el de la sofisticada prima ballerina Cerini, que luce una aparatosa indumentaria de star y encarga un vestido en la maison: toda una creación, entre el refinamiento y el ridículo, asumida con talento por Carla Vincelli (se vuelve seria en su dúo con Edgardo Trabalón, eficiente partenaire). La fiesta de Año Nuevo pone a prueba el desempeño grupal del Ballet del Colón, con una secuencia de vasta exhibición, incluido el admirable vestuario de Aníbal Lápiz, en consonancia cromática con la escenografía de Juan Carlos Grecco, en un despliegue digno de los fastos del Imperio Austrohúngaro. El segundo acto propone escenas más íntimas, como el (soñado) dúo Muzyca-Fernández, en un depurado lenguaje neoclásico, con abundantes portés expresados en un código de romanticismo juvenil. El final depara un estallido de imaginería visual, a propósito de un desfile de “fanta-moda”: joyas, climas de las estaciones del año (como el muy aplaudido “Invierno” de Vagram Ambartsoumian, con su excepcional dominio del movimiento) y novias, muchas novias enfundadas en fantásticos modelos que, de modo brillante, cerraron un espectáculo infrecuente en cuanto a producción y, al mismo tiempo, de una fascinación irresistible.ß Néstor Tirri

derrumbamiento moral se palpa. En este mundo aparece un extranjero portador de un secreto, bien encarnado por Guido Grispo. También se destacan Elena Achille, con una ingenua y sensual criatura, y Florencia Sabatella. Por su parte, Juan Pablo Repetto compone a un ser torturado con una gran plasticidad. El director convocó a un elenco homogéneo, capaz de sortear airoso un texto complejo que exige un constante desplazamiento por el espacio escénico. La ciencia ficción –o ficción científica– es un género poco frecuente en el teatro. González Portino se animó a este desafío con Carne guerrera, una obra negra y futurista que nunca abandona la comedia ni la sorpresa. ß Laura Ventura

Iride Mockert, en un trabajo impactante

T

odavía sin haber sido “descubierto” por los jurados locales que conceden anualmente premios a la producción teatral, el dramaturgo y director Mariano Tenconi Blanco ya está presentando su cuarta obra, en la que prosigue ratificando su singular creatividad, la coherencia de su cosmovisión, una rigurosa búsqueda en la formulación de sus ideas. Para quienes no vieron, por ejemplo, Lima Japón Bonsái o Quiero decir te amo, vale subrayar que Tenconi tiende a explorar vertientes imprevisibles de los temas que elige tratar, suele trabajar minuciosamente (desde la escritura, desde la pronunciación en escena) distintas formas del lenguaje coloquial y habitualmente incorpora, con eclecticismo y de manera orgánica, la música y el canto. Todo ello en espectáculos bien diferentes entre sí, aunque con el sello ya reconocible de este autor con rasgos de utopista, cuya poética no duda en manifestarse en pos de un mundo más justo e igualitario. La fiera se adentra sin rodeos en el género fantástico reescribiendo una leyenda del norte argentino, la del yaguareté u hombre tigre, que Tenconi transmuta en mujer tigre. Toma entonces la estructura del doble –en el origen de tantos mitos ancestrales, tan aplicada por la literatura, el cine, la historieta– para referir las prodigiosas aventuras de una joven tucumana analfabeta y apocada que, desobedeciendo instrucciones de la tradición, logra convertirse en tigre por la fuerza de su voluntad. Ingresa así, por mérito propio, en la rica y fascinante galería de mujeres araña, avispa, gato, reptil que han surcado la pantalla, los cuadros de la historieta. Al desdoblarse en la noche, la mujer tigre extermina a cuanto hombre maltratador, violador, tratante, se le avecine. Su condición transitoria de bestia le da la coartada y los recursos para llevar a cabo sus carnicerías, que ella desde luego considera justicieras: su madre y su hermana

menor, ella misma, han sido víctimas de distintas violencias de género. De zapatillas que afelpan sus pasos felinos, con una campera animal print en fucsia y negro, brillantes calzas azules, la mujer le confía candorosamente sus correrías al público. Lo hace en una suerte de idioma paralelo inventado por el autor luego de indagar sobre el habla y ciertas expresiones de la cultura popular tucumana, pero sin intentar una reproducción fiel, sino más bien buscando una resonancia, una musicalidad. Y logrando que ese peculiar dialecto resulte rápidamente descifrable para los espectadores. Por otra parte, Iride Mockert, la poderosa actriz que este año ha explotado en obras tan disímiles como A mamá, La leyenda de Lis Chi o Los áspides de Cleopatra, tuvo un coach para ajustar la tonada, aparte de un entrenamiento físico y vocal. Porque la intérprete, además de ir de la sonrisa pícara a la aflicción profunda con asombrosa ductilidad, se mueve cimbreante siguiendo la estilizada coreografía de Carolina Borca, y canta varios temas que hablan, entre otras cosas, de lo triste que es ser tigre (con un guiño, acaso, al Cabrera Infante que experimentara con el lenguaje cubano en Tres tristes tigres) aunque la causa sea justa. En algún punto al estilo de Jacques Tourner en el maravilloso film Cat People (1942), donde se eludían las evidencias, Tenconi opta por una escenografía conceptual, alusiva, que sugiere una ruta perdida, tal vez separando la selva del pueblo. Las luces, sobre todo las sombras, dan la tonalidad nocturna del relato, a la vez que difuminan por momentos los límites del escenario. Tan jóvenes como virtuosos con sus instrumentos, Sonia Álvarez y Ian Shifres (piano) componen una banda sonora que respira al compás de la mujer tigre, de sus desplazamientos y acciones, de su dolor y sus logros. ß Moira Soto