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21 sept. 2008 - a la hora de emular a Karen Blixen (en cuya autobio- grafía se basó la película Out of Africa). Más allá de la renombrada fama de sus parques ...
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Turismo

Página 6/Sección 5/LA NACION

Domingo 21 de septiembre de 2008

LA NACION/Sección 5/Página 7

[ AFRICA ] Por parques y reservas

Un viaje imprevisible Aun de la mano del mejor ranger, e incluso en varias salidas, nadie puede garantizar que se verán los famosos big five

H

acer un safari en un parque o una reserva no es como pasear por un zoológico. Entre muchísimas otras obvias razones porque, la verdad, nadie puede garantizarle al participante de tal excursión que en un determinado tiempo podrá observar a este o aquel animal, como sí ocurre en Temaikèn o en el Zoo de Central Park. Leones, elefantes, leopardos, búfalos y rinocerontes, los famosos big five de Africa, deambulan (en general) libremente por las miles de hectáreas abiertas de estos sitios protegidos. Y si bien los guías conocen sus hábitos y recorridos, no siempre logran acercarse o siquiera dar con ellos a voluntad. Lo que suele frustrar al turista desprevenido, que no está preparado psicológicamente para volver a casa, después de semejante viaje, sin fotos dignas de Daktari con las que impresionar a sus amigos. En el inmenso Parque Kruger, por ejemplo, contar con un ranger adecuado es una gran ventaja si no se quiere dar vueltas sin sentido por kilómetros y kilómetros de caminos sin ver más que a un cuervo solitario y aburrido en la rama de un baobab. No sólo porque estos profesionales saben bastante más que el visitante promedio, sino porque tienen el permiso y el vehículo para internarse por otros lugares en estos 350 kilómetros de Norte a Sur y 60 de Este a Oeste. Particularmente aquellos que trabajan dentro de las concesiones privadas que existen dentro del parque,

Búsqueda salvaje Gorilas en Uganda, elefantes en Botswana, estampida de animales en Tanzania y el Kruger en Sudáfrica... Propuestas para saber dónde desenfundar la cámara de fotos

Rinocerontes en el cráter del volcán Ngorongoro, en Tanzania

como las del Jock Safari Lodge y Lukimbi, que son áreas más reducidas y exclusivas. Todo turista llega al Kruger con una especie de lista de compras con los nombres de los big five, que pretende ir tildando: ahora el león, ok; búfalo, muy bien; ahora vamos por el rinoceronte... Pero cabe recordar que, incluso tras varias salidas de la mano de un experto, es bastante difícil completar el álbum de figuritas difíciles. Sin embargo, justamente esa imprevisibilidad es lo que vuelve más interesante la experiencia, incluso en un destino tan explotado como el mayor parque nacional de Sudáfrica. A veces se llegan a explorar durante horas las rutas del Kruger sin mayor emoción que la de descubrir las huellas borrosas de una cebra. Hasta que, precisamente en el límite del aburrimiento de los excursionistas, de pronto aparece frente al Jeep una familia de leones remoloneando sobre el asfalto. Es un momento casi mágico en el que pocos seres humanos adultos no sufren una temporal regresión a la infancia, como hipnotizados, con el pulso acelerado, con una sonrisa inocente, pero conteniendo los gritos de excitación, ya que se les advierte que no hay que alterar la paz de los animales. Esa sensación es la esencia del viaje, del safari. Y lo mejor y lo peor de todo es que nunca se sabe si va a llegar. Daniel Flores

FOTOS DE CORBIS Y SINGITA GAME RESERVES

Ubicación Uganda Kenya Ruanda 4 3

Tanzania Angola

Mozambique Zimbabwe

1 Parque Kruger (Sudáfrica) 2 Port Elizabeth (Sudáfrica) 3 Parque Serengeti (Tanzania) 4 Parque Masai Mara (Kenya)

Océano Atlántico

Bostwana

1

Sudáfrica 2 LA NACION

Por Teresa Bausili De la Redacción de LA NACION Hacer un safari en Africa es como vivir en un universo paralelo por unos días. Un universo en el que, de pronto, parecería que lo único que existe son animales, lo único que importa es qué animales se vieron ese día y prácticamente de lo único que se habla es, sí, de animales. Que el hipopótamo es el animal más peligroso de todos, que el embarazo del elefante dura casi dos años, que hace no tanto un león se engulló a un turista japonés que se bajó del Jeep..., y así. Claro que no todos los safaris son iguales, ni todas las reservas ni todos los paisajes. Africa en sí mismo es tan grande y tan diverso que, en palabras de Ryszard Kapuscinski, no existe. “Sólo por una convención reduccionista, por comodidad, decimos Africa”, sentenciaba el periodista y escritor polaco. De todos modos es inobjetable que la extraordinaria fauna salvaje que reúne el continente africano tiene pocos parangones en el mundo. ¿Quiere ver elefantes? El Parque Nacional Addo Elephant, en el Cabo Oriental de Sudáfrica, fue fundado en 1931 con los 11 elefantes que quedaban en la región; hoy concentra más de 450. Casi nada, si se compara con los 120.000 paquidermos del Parque Nacional de Chobe, en Botswana, mayor reserva de elefantes del mundo. ¿Lo suyo son los gorilas? El Parque Nacional Impenetrable de Bwindi, en los brumosos bosques de Uganda, alberga casi la mitad de los gorilas de montaña que quedan en libertad en todo el planeta. Del otro lado de la frontera, en Ruanda, está el Parque Nacional de los Volcanes, donde vivió y fue brutalmente asesinada Dian Fossey. La zoóloga norteamericana fue la primera persona que consiguió habituar a los primates a la presencia humana y, gracias a su labor, hoy es posible acercarse a ellos (a ocho familias de gorilas, más precisamente), previo pago de 500

dólares y acatando una serie de normas (como hablar en voz baja, mantenerse siempre en grupo e incluso, ante la presencia del macho dominante, tenderse en el suelo en actitud de sumisión). ¿Prefiere ver animales exóticos o poco comunes? El Samburu, en Kenya, es una buena opción. Aquí encontrará las famosas jirafas reticuladas, con sus manchas rojizas; la cebra real, de rayas más estrechas y numerosas; el gerenuk, gacela de cuello larguísimo y orejas prominentes; el avestruz somalí, con su pescuezo azulado, o el oryx, un antílope que se parece a un caballo. Pero lo cierto es que, más allá de las aficiones del público y del infinito abanico de opciones de cada parque, la mayoría de los turistas –en especial, los que se aventuran en Africa por primera vez– busca hacer el clásico safari de los big five, o los cinco grandes mamíferos que todos quieren ver: león, elefante, rinoceronte, búfalo y leopar-

do. Y además, claro, hay un surtido de actores secundarios como hipopótamos, monos, hienas, jirafas, ñus y tantos otros que uno ni siquiera sabe que existen. Cómo. En rigor, casi todos los safaris siguen más o menos la misma rutina: dos salidas diarias, una al amanecer y otra poco antes de la caída del sol, cuando los animales están más activos, salen a cazar y ya no se esconden para resguardarse del calor. Lo usual es hacer el avistamiento desde los Land Rover o Jeep en grupos de seis a ocho personas, aunque también hay algunas variantes más sofisticadas, como los safaris a caballo (generalmente se hacen en Botswana), en camello (Kenya) o sobre el lomo de un elefante (Sudáfrica). En este último caso, más que un safari en sí se trata de un paseo de no más de dos horas, no sea cosa que el elefante se estrese y el desprevenido jinete termine rodando por el piso.

También está la opción, cada vez más popular, del walking safari o el safari caminata. Nuevamente vendría a ser una suerte de complemento del gran safari, un recorrido que se hace en las horas muertas del mediodía, cuando los animales han comido, están más tranquilos o directamente descansando, como es el caso del león (que duerme un promedio de 19 horas por día). Siempre en fila india, en estricto silencio, escoltado por un ranger y su tracker –o asistente–, el grupo se interna en senderos inaccesibles para los vehículos, atento a detalles que sobre ruedas pasarían desapercibidos. Así se descubren desde huellas de predadores hasta serpientes o nidos de arañas. Y sí también se ven algunos de los grandes, aunque siempre a una distancia prudencial. Dónde. Aun tan importante como saber qué clase de safari se quiere hacer es elegir el país donde hacerlo. Sudáfrica es, por lejos, el preferido de los argentinos

a la hora de emular a Karen Blixen (en cuya autobiografía se basó la película Out of Africa). Más allá de la renombrada fama de sus parques y de ser la escala más directa desde Buenos Aires, es el único país de la región donde alquilar un auto y moverse por cuenta propia no termina siendo una ruleta rusa. Todo lo contrario: las rutas son excelentes, seguras y están perfectamente señalizadas, mientras que los autos con GPS incluido ya no sorprenden a nadie. Un dato no menor es la tremenda inversión en infraestructura, con caminos y autopistas a la cabeza, que el país está encarando en vistas al Mundial de fútbol 2010. Dentro de Sudáfrica, el parque estrella es sin duda el Kruger, que con sus dos millones de hectáreas tiene el mismo tamaño de Israel. La reserva cuenta con una amplia red de caminos asfaltados, que se pueden recorrer libremente en autos particulares, aunque está terminante

prohibido salirse del camino y, a veces, hay que resignarse a ver una familia de leones junto a otros 15 vehículos arremolinados alrededor. En el otro extremo, las siete u ocho concesiones privadas que existen dentro del parque son mucho, mucho más exclusivas. No sólo porque garantizan el encuentro cara a cara con algún animal, sin turistas ni asfalto de por medio –y de la mano de un guía de ojo entrenadísimo, por supuesto–, sino también por el lujo superlativo de sus lodges, que se amolda increíblemente bien al concepto de vida salvaje. Sin ir más lejos, el Singita Private Game Reserve (www.singita.com) fue elegido este año nada menos que como mejor hotel del mundo, según la revista Travel & Leisure. Hablamos de precios astronómicos, claro, algo así como 1500 dólares la noche por persona (con todo menos el spa incluido, incluso la lavandería, los licores y los safaris nocturnos).

Haciendo números

Visitas a tribus

Lluvias y vacunas

Conviene consultar con diferentes agencias y saber qué se quiere hacer antes de decidirse por algún safari. Porque hay paquetes para todos los presupuestos, desde US$ 2200 (con aéreo a Johannesburgo, alojamiento fuera del Kruger y safaris en la zona pública del parque) en adelante, en las reservas y lodges más exclusivos. El promedio de días para un safari son dos, y los precios de los lodges arrancan en los US$ 400 o 500 por noche, por persona. Algunas de las agencias y mayoristas que ofrecen programas de safari son Swan Turismo (www.swanturismo.com.ar, tiene un paquete de 14 días en Sudáfrica), Piamonte (www.piamonte.com, con viajes a Sudáfrica, Kenya y Tanzania) y Barceló Viajes (www. barceloviajes.com.ar, para ver gorilas en Uganda).

Cada vez más, y como actividad complementaria, los safaris incluyen visitas a poblados de las tribus locales, como los masai en Kenya o los himba en Namibia. De todos modos hay que ser especialmente cuidadosos para no convertir las aldeas en una suerte de Disneylandia africana, además de saber reconocer la autenticidad de cada una: no es lo mismo un hombre blanco vestido de guerrero zulú en un show montado para turistas en Durban, por ejemplo, que un auténtico pastor nómada que abre las puertas de su casa (en el verdadero pueblo donde vive) para mostrarle al visitante cómo vive y compartir algunas de sus costumbres con él.

Las mejores épocas para hacer safaris varían según el país, la temporada o lo que se busque ver. Por ejemplo, en Kenya suele llover de marzo a mayo. Algunos países como Mozambique se derriten del calor en enero y febrero (además, conviene saber que en verano los animales son más difíciles de ver ya que se resguardan del calor). Sudáfrica es óptima para hacer safaris durante todo el año, o el Serengeti, en Tanzania, está lejos de ser caluroso, al estar a 1700 metros sobre el nivel del mar. Sí es importante tener en cuenta que ningún país de la región está libre de la malaria, y algunos como Kenya y Tanzania también requieren la vacuna de la fiebre amarilla.

Además del Kruger, la zona de Port Elizabeth, en el Cabo Oriental de Sudáfrica, es muy popular entre familias, sobre todo por ser una zona libre de malaria. Los parques y las reservas de la zona –cuyo tamaño varía entre las 3000 y 25.000 hectáreas– están vallados, con los pros y los contras del asunto: menos autenticidad (y si los animales están separados, sobre todo en las reservas más chicas, olvídese de ver un león devorándose una cebra, por ejemplo) versus mayor posibilidad de ver más animales. Sería interminable nombrar todos los parques de todos los países de la región. Sólo Kenya, por ejemplo, cuenta con más de 50, aunque el Masai Mara es en este país el parque de los parques. Famoso por su nutrida población de leones y por ser el hogar de especies amenazadas como el rinoceronte negro y el guepardo, el Masai Mara es, en realidad, una

continuación del Parque Nacional Serengeti, en Tanzania, en cuya inmensa llanura dorada (15.000 km2) se inspiraron los paisajes del Rey León. Pero mucho antes que la película de Disney, el Serengeti fue desde siempre el escenario privilegiado de uno de los espectáculos más extraordinarios de la naturaleza: la migración anual de 1,4 millones de ñus y 200.000 cebras a través de la extensa planicie y hasta las colinas del Masai Mara, donde crecen pastos nuevos y frescos. Los mejores meses para presenciar la estampida son junio, julio y agosto, cuando los animales corren en ordenado tropel por la sabana de acacias. Mala época, sin embargo, para visitar otro de los parques más populares de Tanzania, el cráter del volcán Ngorongoro. Esta gigantesca Arca de Noé, un área relativamente pequeña cuyas ricos pastos y agua permanente sirven de refugio a más de 30.000 animales, está atestada de turistas durante esos meses. De todos modos hace dos años se limitó la visita al cráter a medio día, en un intento de reducir a la mitad el número de autos. Así y todo, Tanzania, y también su vecino Kenya, son algunos de los territorios más autóctonos para hacer un safari. Además, el hecho de que sus principales parques estén alejados de los grandes núcleos urbanos les permite conservar algo que cada vez es más raro en Africa: los animales se desplazan libremente, sin vallas ni alambrados ni otros obstáculos. Y aunque tres partes de su territorio sean técnicamente un desierto, Botwsana también se está perfilando como un paraíso para el avistamiento de vida salvaje, con el Delta del Okavango como uno de los santuarios de aves y animales más asombrosos de Africa. Aunque los que saben dicen que los próximos países que se vienen en materia de safaris son Angola, Mozambique y Zimbabwe (que solía serlo antes de sumirse en la feroz convulsión política y social que todavía lo tiene en jaque). Habrá que esperar un par de lustros para comprobarlo.