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enfoques
| Domingo 30 De Diciembre De 2012
planetario
El valor sentimental de los regalos y la la lógica económica juana libedinsky
LA NACION
NUEVA YORK.– Se fue la Navidad y sólo quedan los regalos. Muchas alegrías, pero también, quizá, algunas decepciones. Por eso, no sorprende que en un país tan pragmático como EE.UU. todos los años se vuelva a citar el gran estudio publicado en The American Economic Review en los 80, donde se probaba que, desde un punto de vista económico, lo único eficiente es regalar dinero. En los regalos se probó que los objetos típicamente pierden al menos un tercio de su valor. ¿Por qué? Supongamos que una familiar compra, por 100 dólares, un suéter bastante feo. Para quien lo recibe posiblemente el valor que le otorgue,
si debe monetizarlo, estaría más cercano a los 70 dólares (después de todo, al menos la lana es de calidad). De haber recibido en vez un gran billete verde, el regalo sí sería de cien dólares, completos para disfrutar. Pero The Atlantic salió a refutar este argumento resaltando el valor extra de los regalos que le otorga el componente emocional, algo que vale más que el dinero y que contradice el sentido común que dictaría la economía. Por ejemplo, un estudio demostró que las mujeres tienden a preferir los regalos de sus maridos que son sentimentales y extravagantes, ya que los regalos prácticos no conllevan un componente romántico. Algo importante a tener en cuenta para Reyes.ß
La insolente salud de los medios de comunicación en la India luisa corradini
CORRESPONSAL EN FRANCIA
PARÍS. – Es difícil creerlo, pero, tanto en Buenos Aires como en París, un simple café consumido en el mostrador de un bar cuesta lo mismo que un diario. Si a esa insensatez se suman las consecuencias de la crisis y la invasión planetaria de Internet, se tendrá la explicación de la hecatombe que azota a la industria de la prensa. Pero algunos países son una excepción. Vistos desde Occidente, los medios de comunicación indios tienen una salud insolente. La difusión de diarios alcanza cifras récord gracias a la progresión de la alfabetización, la débil penetración de Internet, el aumento del poder ad-
quisitivo y la pasión por la política en ese país de 1212 millones de habitantes que, además del hindi y el inglés, hablan otras 21 lenguas. Los medios son tan buen negocio que todos intentan participar. Un nuevo diario sale a la venta cada dos horas y existen en el país más de 80 cadenas de información permanente. Y aunque las cadenas de televisión también deben desembolsar en India sumas colosales para subir a los satélites, ¡un diario se vende 30 veces más barato que un café! Entre paréntesis, vendidos por kilo para reciclar, los periódicos incluso terminan por hacer ganar cantidades considerables de rupias a sus lectores.ß
La 2 perspectivas
Duerman tranquilos, sólo es el PJ y los narcos Claudio A. Jacquelin —LA NACION—
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l primer año del que debería ser el último mandato consecutivo de Cristina Fernández tenía todo para ser inolvidable, pero como si la pasión por la épica, los récords y el monumentalismo fuera insaciable, llegaron los saqueos para que nada le faltara a la irreal realidad nacional. Sorpresivos, explosivos y fugaces, los asaltos a 292 comercios en 40 ciudades tuvieron en vilo al país y trajeron malos recuerdos, aunque nadie se confundiera y todos tuvieran claro que la realidad de hoy nada tiene que ver con la de hace 11 o 24 años. Ni paralelismos ni comparaciones posibles. Sí, otra vez, desconcierto y zozobra de millones de argentinos. Sí, otra vez, faltaron respuestas convincentes. Y, otra vez, sobraron teorías conspirativas y responsables a los que se acusa por la televisión y no se denuncia ante la Justicia. Moyano, Micheli y agrupaciones de izquierda volvieron a encabezar la lista de los culpables que encontró el Gobierno desde el primer día. El jueves, la Presidenta rompió una semana de silencio para sumarles a ellos sectores desestabilizadores del PJ, que, según dijo por primera vez en 11 años, son los mismos que ayudaron a la “destitución” de De la Rúa. Semejante revelación histórica merecía la cadena nacional. Pero esta vez no llegó. Si la jefa del Estado cuenta con semejante información todos los argentinos merecían conocerla. Quizá, esta vez sus frenos inhibitorios se hayan activado, aunque sea parcialmente. El subconsciente de la abogada exitosa debería haberle advertido que la Justicia podría llamarla para explicar por qué nunca lo denunció y para determinar si no incurrió en el delito de encubrimiento, teniendo en cuenta que muchos sospechados por los saqueos de diciembre de 2001 han sido funcionarios o colaboradores y aliados de su gobierno o del de su marido. En el medio apareció el jefe del bloque oficialista de diputados nacionales para aclarar que en Rosario, su territorio, no hubo activistas políticos detrás de los saqueadores, sino que estuvo el narcotráfico. Un verdadero alivio saber que en la segunda ciudad del país, donde murieron cuatro personas, los instigadores que conmocionaron a un país entero son los comerciantes de drogas. Resulta imposible, entonces, no recordar aquella escena magistral de Les Luthiers que relata que uno de los hermanos Mastropiero “explotaba un sórdido local en el que funcionaban un cabaret clandestino, un salón de juegos prohibidos y un centro de apuestas ilegales. Pero, en realidad, su local era sólo una pantalla… para ocultar la verdadera fuente de sus fabulosos ingresos. En los fondos funcionaba un almacén”. Según el relato de Cristina y de Rossi, para el Gobierno parece preferible admitir que en el partido gobernante hay golpistas e instigadores de saqueos y que el narcotráfico ya controla barriadas enteras, antes que reconocer lo que dramáticamente expusieron los “robos organizados”. Después de nueve años de crecimiento sigue habiendo miles y miles de excluidos y marginados. Como se vio en la televisión y los diarios, ellos son la carne de cañón que, si su relato es cierto, usan políticos y sindicalistas inescrupulosos o simples narcotraficantes para robar, saquear y hasta para intentar desestabilizar a un gobierno. El problema es que a aquéllos el modelo no logró incluirlos y a éstos no supo o no quiso combatirlos.ß
g Un cartel entre la farsa y la tragedia Por Diana Fernández Irusta | Foto Emiliano Lasalvia Buenos Aires, 25 de diciemBre de 2012. El cartón cubriendo el vacío que, seguramente, dejó una puerta de vidrio destrozada. Las letras del graffiti firmes, expresivas. Con un dejo de ironía que haría las delicias –si es que ya no las hizo– de los creadores de Proyecto Cartele, esa página web que se regocija con la desbordante creatividad que fluye en los afiches, pintadas y letreros que proliferan por todas partes, sin estridencias, rotundamente ignorantes de la mirada que los descubre como maravilla y no como simple recurso útil. Claro que no hay ese tipo de tranquila inconsciencia en esta pintada surgida tras los saqueos a una carnicería de Avellaneda y Acceso a Tigre. Hay en ella bastante de denuncia.
HuMor
Mucho, también, de hartazgo. En plena víspera de las Fiestas. El péndulo de un malestar profundo, una vez más, marcando su recorrido. De un lado, el frenesí de compras y ofertas y ansiosas maratones que ya ni siquiera pueden disfrazarse de hedonistas. Del otro, los saqueos. Que, organizados o no, igual revelan un mundo de efectiva, aguda, insistentemente olvidada miseria. Y en el medio, entre la histeria consumista y la furia saqueadora, la resignación: si hace demasiado calor, seguramente se vaya la luz eléctrica; si llueve demasiado fuerte, mejor no pensar en acercarse a la casa de tal o cual familiar. Ni siquiera pasa por preguntarse por el perdido sentido de
los encuentros navideños o los festejos de fin de año. El desafío está en preservar, al menos, una zona de paréntesis. Como el cartel de la foto: “Este negocio ya fue saqueado” acusa un hecho, pero también reclama una tregua: “Aquí no –parece decir–; a partir de ahora, en este lugar, abstenerse de violencias”. Entre tantas idas y venidas, tanto episodio repetido, se torna difícil discriminar dónde empieza la farsa y dónde la tragedia. Pero a consecuencia de los saqueos que hace poco más de una semana sacudieron distintas ciudades del país murieron personas. Y eso, necesariamente, tendría que ubicar la discusión sobre lo ocurrido en otro terreno. ß
fuera de foco
Un fin del mundo que ocurre en cámara lenta Francisco Seminario —LA NACION—
Peter Broelman / Australia –No funciona.
dave Granlund / estados unidos La Madre Naturaleza, en dificultades: –Disculpen...¡Últimamente he estado teniendo problemas con mi control remoto!
E
l fin del mundo ya ocurrió por lo menos una vez, según una de las teorías más fundadas sobre el dramático ocaso de la cultura rapanui, que floreció alguna vez en la Isla de Pascua y dejó como testimonio esas extrañísimas y monumentales estatuas de piedra, los moáis. Alrededor de nueve siglos se supone que pasaron entre la llegada de los primeros pobladores de la isla, navegantes provenientes de la Polinesia, y el momento en el que, al filo de su extinción, sumidos en guerras tribales y entregados al canibalismo, fueron “descubiertos” por expedicionarios holandeses que, a principios del siglo XVIII, hicieron pie en esa isla lejos de todo, pequeño laboratorio, según el biólogo y evolucionista Jared Diamond, de la autodestrucción de un pueblo mediante la técnica del ecocidio, popularizada ahora a nivel global y que consiste, básicamente, en terminar con toda posibilidad de supervivencia como producto de la destrucción sistemática e irresponsable de las condiciones de vida vegetal y animal.
El ecocidio rapanui, según esta teoría que Diamond describe en su libro Colapso. ¿Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen?, de 2004, tuvo lugar de manera lenta pero inexorable, a través del agotamiento progresivo de los recursos de la isla y el quiebre casi definitivo de un equilibrio que entró en crisis por la acción del hombre. Cuando los primeros europeos llegaron hasta allí, de los tupidos bosques de palmeras que alguna vez cubrieron la isla prácticamente no quedaban rastros y las tierras cultivables, de pobre calidad y barridas por el viento y por un clima inclemente, eran objeto de feroces disputas. El colapso –el fin de ese mundo– ya había ocurrido. Que la escasez de recursos provoque competencia y –cuando la carencia se agudiza– también violencia es algo visto y conocido y que ha sido uno de los motores de la historia. No es eso lo que interesa extrapolar de la tragedia de la Isla de Pascua, sino el interrogante que ésta plantea a un mundo que hace muy poco por preservar sus fuentes de vida y que, posiblemente, de la misma manera en que los pobladores de la isla provocaron a ciegas las condiciones de su propia destrucción, avanza en cámara lenta y sin casi darse cuenta
hacia un ecocidio similar. No es el fin del mundo que pronosticaron los mayas (o la interpretación maliciosa de su calendario), con fecha precisa (y a primera vista errónea) y colosales cataclismos planetarios, sino una marcha continua e imperceptible en esa misma dirección, provocada también por el hombre. Lo que equivale a decir, además, que la predicción maya de alguna manera estaba en lo cierto: el fin del mundo probablemente esté ocurriendo en este preciso momento, sólo que tan lentamente que no lo notamos, cuadro a cuadro en un largometraje que combina escenas del derroche irresponsable de agua, la tala de bosques, el exceso de basura y el exceso de contaminación; el abuso y la degradación de la tierra, la exterminación de especies y la depredación de los mares. La progresiva destrucción medioambiental y la competencia creciente por recursos cada vez más escasos son escenas de una catástrofe posible. El fin del mundo está pasando, pero no parece todavía un destino ineludible: el colapso de la Isla de Pascua no es necesariamente un espejo que nos devuelve imágenes del futuro. Pero puede servir de advertencia.ß Twitter @franseminario