Un año sabático en el museo

16 sept. 2011 - Fragmento del reportaje a Alfred Hitchcock publicado en The Saturday Evening Post el. 27 de julio de 1957. Un espacio experimental en ...
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I

Viernes 16 de septiembre de 2011

AUTORRETRATO

PALABRAS

Un espacio experimental en busca de la entrevista soñada: el elegido se interroga y se fotografía

Recibir a la gente y contarle de las rutinas y de cómo, de pronto, un telegrama o una noticia de la radio cambiaban el clima de la casa. Después, los invitaría a sentarse en la cocina o en la galería para que me cuenten de sus casas, de sus vidas.

“El melodrama es la forma más colorida de contar una historia. Normalmente, sus villanos, sus héroes y sus heroínas son retratos toscos dibujados con brocha gorda. Yo le doy un enfoque diferente. Nunca he buscado el típico suspenso basado en puertas que rechinan. Me resulta más interesante un asesinato cometido junto a un arroyo que murmura a plena luz del sol que el cometido en una callejuela oscura y hedionda, alfombrada de basura, desperdicios y gatos muertos. “Mi héroe es siempre un hombre corriente al que le ocurren cosas asombrosas, y no al revés. Por esa misma razón hago que los malos sean encantadores y educados. Es un error pensar que todo delincuente que aparezca en la pantalla debe hacer muecas de desprecio, atusarse un bigote negro o darle patadas a los perros. Algunos de los asesinos más famosos de la criminología –hombres para los que el arsénico era un recurso repugnantemente compasivo– tenían que comportarse como auténticos caballeros para conseguir seducir a sus víctimas, generalmente mujeres. Lo verdaderamente aterrador de los malvados es su atractivo superficial, su apariencia amistosa. “No hace mucho escribí un artículo para The New York Times Sunday Magazine en el que describía el atractivo de un asesinato real en comparación con el de uno ficticio. Una vez más hice hincapié en que parte de la fascinación que ejerce el criminal auténtico reside en que en la vida real, la mayoría de los asesinos son seres muy corrientes, educados, incluso encantadores. He oído a la gente quejarse de que un asesino de verdad carece de misterio. No creo que eso sea un inconveniente. El suspenso es infinitamente más poderoso que el misterio, y tener que leer entera la narración de un asesinato ficticio para enterarme de lo que ha pasado, me irrita. “Nunca he recurrido a la técnica de las novelas policíacas, dado que tienen mucho de impostura, lo que desvirtúa y diluye el suspenso. “Es posible alcanzar un nivel de tensión casi insoportable en una película, aunque el público sepa en todo momento quién es el asesino y esté deseando gritarle al resto de los personajes que participan en la trama: ¡Ojo con ése! ¡Es un asesino!”

Producción: Fernando Castro Nevares

Fragmento del reportaje a Alfred Hitchcock publicado en The Saturday Evening Post el 27 de julio de 1957.

Un año sabático en el museo La cuentista Ana María Bovo revela un proyecto que la enorgullece: la casa de sus abuelos será convertida en museo. Después de la conversación consigo misma, se retrata en una autofoto con cámara incluida

–En el pueblo de Zenón Pereyra, Santa Fe, se abrirá un museo muy particular. ¿La casa de sus abuelos será la sede? –Sí. La idea surgió en 2010, cuando unos vecinos me convocaron para que edite y presente un libro con sus testimonios y recuerdos en la fiesta patronal. Los convencí de narrar sus historias en el escenario del teatro. Estaban muy tímidos, por eso viajé antes y abrí la casa para ensayar ahí. En una ronda de sillas bajo la parra fui eligiendo el corazón de cada anécdota. Les pedí que las recordaran para contarlas luego en el escenario.

–¿Usted contó? –No. Oficié de maestra de ceremonias para lograr una alternancia entre lo cómico y lo dramático. Fueron narradores tan eficaces que resultó un éxito a sala llena. Al final, el intendente Queco Toledo propuso que la casa donde nació mi madre sea la sede del museo.

–¿Cómo era la casa?

–Era la vivienda de un trabajador, un instalador de molinos de viento y bombeadores. Amplia, luminosa, con un patio inmenso. La construyó mi abuelo, Francisco Gómez, inmigrante andaluz. Fue una casa muy concurrida porque la gente del pueblo y del campo venía a pedir el agua, y de paso se quedaba a escuchar a un hombre muy ocurrente.

–¿Ya funciona el museo? –Falta poco. La casa está otra vez llena de voces, de gente que va y viene. Limpiaron el frente, abrieron el sótano, pusieron de pie la torre de un molino que quedó a medio armar debajo del peral. Iluminarán la chatita donde mi abuelo llevaba sus herramientas.

–¿Un museo de la vida cotidiana?

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–Sí. El botiquín del baño, la máquina de coser, el hervidor de losa, los frascos de dulce. Y habrá una habitación para que los vecinos exhiban objetos, fotos, cartas muy preciadas.

–¿Habrá una inauguración oficial? Sí. Y me encantaría, también, disponer de un año sabático para oficiar de guía del museo.

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