un museo perdido en berlín - El Siglo de Europa

14 jul. 2015 - 'San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino ante el crucifijo', de Francisco de Zurbarán (1629). ... 'San Sebastián', de José de Ribera (1636).
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DE LA CULTURA Y LA CIENCIA / EXPOSICIÓN

El arte que desapareció con la Segunda Guerra Mundial

UN MUSEO PERDIDO EN BERLÍN Este año se cumplen 70 años del final de la Segunda Guerra Mundial. Paralelamente a las ceremonias conmemorativas políticas propias de un aniversario redondo, la cultura también se ha movilizado en Alemania para marcar el paso de estas siete décadas. Por eso, en el Museo Bode, una pinacoteca de la Isla de los Museos de Berlín, se presta atención a través de una exposición al arte que se perdió en la capital germana durante el conflicto. La muestra se titula El museo perdido y da cuenta de aquellas obras que se perdieron para siempre en Berlín por culpa la conflagración planetaria. La civilización tiene que aprender a lidiar con esas ausencias y esta exposición sirve como singular ejercicio para reconocer que los daños de una guerra no son sólo humanos y materiales. También lo son artísticos. Por Salvador Martínez (Berlín)

título Das Verschwundene Museum. Es decir, El museo perdido. Inaugurada el pasado levo conmigo esa imagen de dos mes de marzo, la muestra tiene sus puertas niños en la galería del gran Peter abiertas hasta el próximo 27 de septiembre Paul Rubens, vestidos con hara- en la célebre Isla de los Museos de Berlín. A pos y mirando estos cuadros, des- través de originales, obras destruidas y rescalzos. La imagen de esos niños con los pies tauradas y, sobre todo, reproducciones, la desnudos sobre el suelo del magnífico mu- muestra examina, entre otras cosas, la amseo imperial: que miseria tan aterradora”. Así plitud de la destrucción cultural sufrida por describía el corresponsal suizo Robert de Tra- la capital alemana en la segunda gran conze en los años de la hiperinflación en Ale- flagración planetaria. mania el ambiente del museo más relevanHasta 400 obras perdió en esa guerra la te de la entonces arruinada capital germa- Gemäldegalerie, la galería de pintura más na. No podía imaginar el periodista helvéti- relevante de la capital germana, consideraco que, tras la Segunda Guerra Mundial, la da detentora de una de las mejores colecruina de la ciudad sería total, a nivel social, ciones en lo que respecta a la producción logística, económica y artísticamente. Y es pictórica comprendida entre los siglos XIII y que, por ejemplo, no pocas obras del maes- XVIII. El Museo Bode, por estar tradicionaltro de la pintura flamenca a las que aludía mente orientado a la exposición de escultuel escritor suizo terminarían perdiéndose pa- ra, incluye en esta muestra un significativo ra siempre en la guerra que trajo consigo la número de reproducciones escultóricas de destrucción de Europa. primer nivel. Eso sí, la muestra también da Así, cabe lamentar la pérdida de aquel cua- cuenta de lo que eliminó la guerra a nivel dro de Rubens dedicado a Neptuno y Anfí- pictórico. trite con fecha de 1614. Ese Neptuno y AnSe supone que las obras a las que está defítrite forma parte de la impresionante co- dicada El museo perdido iban a estar a sallección de obras desaparecidas durante el vo de la guerra en un búnker situado en Frieconflicto a las que el Museo Bode de Berlín drichshain –hoy parte del céntrico distrito dedica una singular exposición que lleva por Friedirchshain-Kreuzberg– Sin embargo, dos

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‘Neptuno y Anfítrite’, de Pedro Pablo Rubens (1614).

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‘San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino ante el crucifijo’, de Francisco de Zurbarán (1629).

‘Retrato de una joven conocida como la Princesa de Urbino’, de Desiderio da Settignano.

‘San Sebastián’, de José de Ribera (1636). nº 1119. 20–26 de julio de 2015

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grandes incendios en esa instalación, cuyos orígenes son todavía hoy un misterio, arruinaron los planes de conservación ideados por los responsables del III Reich. Las llamas “destruyeron innumerables obras de arte que se habían conservado para preservarlas, incluidas varias obras maestras”, señalan desde el Museo Bode. En la lista de maestros representados en la colección del museo perdido figuran los italianos Donatello, Sandro Botticelli o Caravaggio. De Botticelli, precisamente, se expone el marco original de un tondo –una imagen circular– cuyo título es María con el Niño y ángeles llevando velas. La lógica expositiva de la muestra del Museo Bode lleva a que el visitante se exponga, en la primera sala de la exposición, a ese marco, que rodea una reproducción en blanco y negro de la obra del maestro florentino. Con esa imagen bicolor se subraya la ausencia del lienzo, fechado entre 1485 y 1490. Ese cuadro se encuentra entre las obras

‘Juan Bautista’, de Donatello (1455).

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más relevantes de la exposición, aunque también son protagonistas de la muestra lienzos de los españoles José de Ribera o Francisco de Zurbarán. De éste último destaca una gran reproducción de su San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino ante el crucifijo, con fecha de 1629. El cuadro del maestro extremeño forma parte de la serie que el pintor al que otrora apodaran “el Caravaggio español” dedicara a la vida del franciscano Juan da Fidanza, más conocido como San Buenaventura. En la muestra berlinesa aluden a esta obra “como la mejor” de las realizadas por el artista español bajo el mecenazgo del colegio franciscano de San Buenaventura de Sevilla. La lámina que reproduce esa imagen convive con el naturalismo de José de Ribera, representado en la muestra del museo perdido con una impresionante imagen en blanco y negro de San Sebastián. Ese lienzo, también desaparecido en el incendio del búnker de 1945, estaba fechado en 1636 y rememoraba la condena a muerte del sol-

dado cristiano a las órdenes del emperador Diocleciano. En el Museo Bode, no sólo las ausencias pictóricas son protagonistas. También lo son las esculturas que se tragó la Segunda Guerra Mundial. Eso sí, algunas de ellas vuelven a exponerse hoy gracias a los moldes de los originales realizados antes de que la conflagración planetaria se cebara con Berlín. En este conjunto destaca la escultura de Donatello dedicada a Juan Bautista cuyo original data de 1455 y del que en Berlín hay un molde hecho desde finales del siglo XIX. Otras obras de la muestra están más destinadas a interpelar al visitante. Así ocurre con esa escultura que lleva por nombre Retrato de un florentino, de 1495 y firmada por Antonio del Pollaiolo, artista del renacimiento y de quien aprendieron grandes de la historia del arte antes de consagrarse, como el propio Sandro Botticelli. Porque el retrato del florentino expuesto en El museo perdido se deja contemplar hoy pese a la degrada-

‘María con el Niño y ángeles llevando velas’, de Sandro Boticelli (1485-1490).

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ción sufrida por esta obra en el incendio del búnker de Friedrichshain. El busto de mármol, que inicialmente estaba coloreado, quedó oscurecido y la pintura solidificada tras haberse derretido y achicharrado como consecuencia de las altas temperaturas vividas en el incendio –llegaron a registrarse 1.200 grados centígrados–. Ver exhibido algo así plantea como pregunta qué ha de ser una exposición de arte. Tanto es así que esta obra de Antonio del Pollaiolo no podía exhibirse en los años cincuenta del siglo pasado. Porque la simple visión de este busto podría haber reavivado los horrores de la guerra en una población berlinesa –y europea– todavía traumatizada. Siete décadas después del final de la Segunda Guerra Mundial, el busto sirve ahora para dar cuenta de que también el arte puede ser una víctima de los grandes conflictos. Por otra parte, también hay esculturas presentes en la exposición que plantean un interesante diálogo entre la obra original –res-

‘Retrato de un florentino’, de Antonio del Pollaiolo (1495).

catada de las llamas–, la reproducción hecha a partir del molde y una imagen que da cuenta de cómo se exhibía dicha obra antes de que Adolf Hitler y el nacionalsocialismo se lanzaran a la conquista de Europa. Varias instalaciones plantean con estos elementos un recorrido histórico de la vida expositiva de diferentes obras durante el siglo pasado. Entre ellas, destaca la que lleva como escultura original la también oscurecida por el humo del incendio del búnker de Friedrichshain Retrato de la Princesa de Nápoles, firmada por el dálmata Francesco Laurana en 1470. El Retrato de una joven conocida como la Princesa de Urbino, del escultor renacentista Desiderio da Settignano ilustra igualmente este diálogo entre obra original y modelo. Otras obras, aunque sobrevivieran a la guerra o a las llamas en Friedrichshain, acabarían en manos de los soldados soviéticos que liberaron la ciudad. En este contexto, algunas esculturas de incalculable valor sirvie-

ron de incomprensibles entretenimientos. Sólo así puede explicarse que en El museo perdido se exponga una obra original restaurada del escultor belga François Duquesnoy, Cupido llevando su arco, realizada poco antes de 1629. Esta escultura del maestro barroco de Valonia presenta daños no reparados por disparos de un soldado ruso. Se ilustra así en la exposición que los bienes artísticos son también víctimas en tiempos de guerra. Sin duda, ésta es la idea que transporta la muestra, producto de la responsabilidad que Alemania sigue sintiendo por una Segunda Guerra Mundial que no se entiende sin Adolf Hitler ni su III Reich. En caso de que ese sentimiento no existiera, la muestra dedicada al museo perdido no comenzaría como comienza. En el primero de sus carteles explicativos se lee: “En 2015 se cumple el 70º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial. Esta guerra, que empezó Alemania, devastó grandes partes de Europa”. ●

‘Retrato de la Princesa de Nápoles’, de Francesco Laurana (1470). nº 1119. 20–26 de julio de 2015

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