Trabajar en verano. Ocho jóvenes del interior prueban ...

10 ene. 2015 - cipe Cubano”, Ángel Sánchez Carre- ño, que ... y quizá ni siquiera cubano, pero sí .... de Turismo porteño; se desempeñan en gastronomía, TV.
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BUENOS AIRES

| Sábado 10 de enero de 2015

Buenos aires

Edición de hoy a cargo de Pablo Tomino www.lanacion.com/buenosaires | @LNBuenosAires | Facebook.com/lanacion [email protected]

Trabajar en verano. Ocho jóvenes del interior prueban suerte en la ciudad

platos más tradicionales”, afirma. Ésta es su segunda oportunidad de desembarcar en Buenos Aires y sumar experiencia, algo que rondaba en su cabeza desde hace algunos meses. En octubre pasado Soledad fue convocada a una entrevista para formar parte del staff de la pastelería de Maru Botana. Pero ese no era un buen momento para armar las valijas. La revancha le llegó dos meses después, cuando fue seleccionada para la Experiencia Buenos Aires.

Fueron seleccionados en un concurso lanzado por el Ente de Turismo porteño; se desempeñan en gastronomía, TV y en emprendimientos; el objetivo: promocionar la Capital Mauricio Giambartolomei LA NACION

El calor de Buenos Aires lo asfixia a Franco Anzuate después de la caminata desde San Telmo hasta la Reserva Natural de Costanera Sur. A pesar de que en su Misiones natal se acostumbró a vivir abrasado por las temperaturas altas, “acá el clima es húmedo y se pega más al cuerpo”, dice. Será cuestión de acostumbrarse, piensa en voz alta, ya que estará en la ciudad al menos hasta el 31 de marzo para cuidar las plantas nativas del vivero, como premio por haber sido uno de los ganadores de un concurso para trabajar durante el verano en la Capital. Ecologistas, productores de contenidos periodísticos, fotógrafos, cocineros, sommeliers, bartenders, emprendedores y asistentes de moda de todo el país participaron de la selección de Experiencia Buenos Aires, un proyecto lanzado por el Ente de Turismo de la ciudad en Facebook, que recibió más de siete millones de consultas. Fueron casi 6000 los inscriptos, interesados en realizar prácticas profesionales en distintas áreas del sector público y privado. Entre ellos, fueron elegidos ocho jóvenes de entre 18 y 35 años provenientes de las provincias de San Juan, Entre Ríos, Mendoza, Misiones, Córdoba, Santa Fe, Corrientes y Jujuy, a quienes se les otorgó una pasantía rentada entre este mes y marzo venidero. “Sorprende la enormidad de la ciudad. Noté que la gente que vive acá no termina de ubicarse”, dice

La experiencia de los ganadores franco anzuate guArdApArques

“La reserva ecológica es distinta a todo. Me servirá para conocer sobre la flora autóctona” soledad bufaliza AyudAnte de cocinA

“El desafío es aprender las técnicas que se usan en la cocina, que parece un laboratorio” daniela condorí Asistente de producción

“Esta experiencia me ayudará a saber si la televisión me gusta más que escribir”

Franco, con aire parsimonioso, mientras agita su remera contra el cuerpo para ventilarse. “El contraste tan cercano entre la reserva y el cemento de los edificios es grandioso. En Misiones es al revés: los espacios verdes rodean a las ciudades y no la ciudad a los espacios verdes”, cuenta, mientras ojea el entorno de la reserva, donde los minutos transcurren sin nervios, entre mates y el canto de los pájaros. Oriundo de Jardín América, una ciudad de 70.000 habitantes a 100 kilómetros de Posadas y a 300 de Puerto Iguazú, Franco se recibió de técnico guardaparque en la Universidad Nacional de Misiones. “Pero allá fue complicado conseguir trabajo, entonces armé la mochila y viajé todo el año. Estuve en Luján, Corrientes, Chaco y Santa Fe, trabajando de lo que podía y juntando unos pesos”, le cuenta a la nacion. Además de cultivar plantas nativas, que se usan para reemplazar los ejemplares de especies exóticas que crecen en la reserva, se iniciará en la actividad de las visitas guiadas. Como ocurre con Franco, más de 1000 kilómetros separan el nuevo trabajo de Soledad Bufaliza y su casa en San Juan, donde quedaron su pequeño emprendimiento pastelero y sus clases de acrobacia aérea. Ahora es la nueva asistente de cocina del restaurante Tarquino, bajo el mando del chef Dante Liporace. Allí se rinde tributo a la cocina molecular. “El desafío es aprender las técnicas, porque la cocina parece un laboratorio. Se utilizan ingredientes que no usamos en San Juan. Allá a la gente le gustan los

fernando massobrio

Sus nuevas tareas Algunos de los seleccionados llevan adelante actividades afines a sus profesiones; quiénes son y qué hacen Franco Anzuate (arriba), de 22 años, trabaja en el vivero de la Reserva Natural. Soledad Bufaliza (en el medio), de 24 años, es asistente de cocina del chef Dante Liporace en el restaurante Tarquino, donde aprende las técnicas de la cocina molecular. Y Daniela Condorí (abajo), de 20 años, está en la producción de un programa en el Canal de la Ciudad.

Para los más jóvenes “Apuntamos a los jóvenes para acercarles una herramienta de acceso laboral que los ayude a insertarse en Buenos Aires, tan difícil para «entrarle» laboralmente, sobre todo para el segmento joven”, dice el director del Ente de Turismo porteño, Fernando De Andreis, responsable del proyecto que, además de los sueldos, cubre los gastos de transporte y alojamiento de los ganadores. Otro de los objetivos del Ente fue promocionar a la ciudad de Buenos Aires en el interior del país. “El proyecto tuvo mucha repercusión en las provincias de los ganadores”, resalta el funcionario. Tal vez esa oportunidad que se le estuvo negando desde que llegó a la ciudad está cerca de Daniela Condorí, que se anotó en Experiencia Buenos Aires cuando ya vivía y trabajaba en la zona del Abasto. “No me gano ni una rifa, así que no le di mucha importancia a Facebook, donde vi la propuesta. Pero una noche, cuando llegué a mi casa, pese a que estaba cansada, me puse a escribir y mandé el texto que pedían”, recuerda hoy, sentada en el estudio del Canal de la Ciudad, donde será asistente de producción en un programa de vitivinicultura. Sin reparos, Daniela aclara que no es una experta en vinos, aunque sabe que puede contar con el asesoramiento del sommelier Gabriel Vivanco, de Mendoza, y del bartender Javier Barrionuevo, de Paraná (Entre Ríos), otros dos ganadores de Experiencia Buenos Aires. Los otros seleccionados son el fotógrafo José Luis Suerte (Corrientes), el diseñador de moda Franco Guallanes (Córdoba) y el emprendedor Cristian Inderkumer (Santa Fe). Todos ellos ya viven en una residencia universitaria de San Telmo, donde comparten experiencias y se cultivan amistades. “Creo que me darán ganas de ir a visitar a todos los chicos en sus ciudades”, ya piensa la jujeña.ß

GPS barrial

La calle del pecado, la bohemia y los rincones de la felicidad Por el barrio de Monserrat pasaron tangueros populares, personalidades y políticos; allí vivió parte de su vida la autora de esta crónica tan porteña Texto Graciela Melgarejo | Ilustración Javier Joaquín

A

ntes de ser “la calle de los cines”, Lavalle fue “la calle del pecado”. A lo mejor lo fueron contemporáneamente, no lo sé, porque ésos eran cuentos de mis padres, que iniciaron su vida de casados en un departamento de un edificio construido por el estudio Aslan-Ezcurra, en 1947, justo enfrente de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música (Sadaic), en Lavalle entre Paraná y Montevideo. Claro que para esos tiempos todo era pasible de ser “pecado”, pero en realidad el dicho hacía referencia a que en muchos edificios sobre ese tramo de Lavalle había departamentitos puestos para las amantes de los políticos y de la gente de la noche, es decir, un pecado que hoy es casi venial. La bohemia porteña –tan extrañada ahora– tenía varios puntos de encuentro en el barrio: además de Sadaic estaba, casi en la esquina, el bar El Águila, adonde iban a departir, fumar y tomar café y algo más todos los tangueros de nota y sus amigos. Y a la vuelta, sobre Paraná, el famoso cabaret Chantecler, el mismo que hace muy poco Mora Godoy rescató del olvido y homenajeó con un espectáculo bellísimo. En el Chantecler reinaba el “Príncipe Cubano”, Ángel Sánchez Carreño, que seguro que no era príncipe

y quizá ni siquiera cubano, pero sí fue un gran animador, creador del apodo de “El Rey del Compás” para el maestro Juan D’Arienzo. En la misma vereda de Paraná al 400 estaban el teatro-cine Comedia y, en la esquina sobre Corrientes, la confitería Comedia. Si se cruzaba la avenida, enfrente remataba la otra esquina la confitería Premier, casi

una gemela de la Comedia, que al final, en 2013, sucumbió al cambio de costumbres para pasar a integrar una cadena de pizzerías. De manera que ver circular a Charlo, Cátulo Castillo, los hermanos Homero y Virgilio Expósito o a Hugo del Carril –empezó a noviar con Violeta, que trabajaba en Sadaic, ante el interés cholulo de to-

dos los vecinos–, por nombrar sólo algunos próceres del tango, era algo muy habitual, tanto como que, para la época de elecciones, pasara la bañadera de los radicales, todos con sus boinas blancas y tocando la marcha. El 24 de junio de 1973, a las cinco de la mañana, los madrugadores fueron testigos de una presencia

trascendental: el general Juan Domingo Perón había ido a esa hora al velatorio del músico y compositor Rodolfo Sciamarella, su gran amigo, que acababa de morir y era velado allí. Todavía hoy, Libertad, la bibliotecaria de la institución, y las dos señoras de la recepción recuerdan muy bien ese momento. Sobre Paraná, por la vereda de enfrente del Chantecler, estaba la librería, bazar, ferretería y todo lo que uno quisiera pedir, de los hermanos Gomiz. Allí, mi madre tuvo que comprar la colección entera de las aventuras de Tarzán, editada por Tor, una maravilla que no se volvió a repetir, pero que debía de tener como una veintena de títulos. Los libros estaban al fondo, en una caja grande de cartón que debió contener alguna vez jabón en polvo, porque a eso olían los Tarzanes, y no a selva africana. En Callao 450 estaba –está todavía– el Normal Nº 9 “Domingo Faustino Sarmiento”, un edificio que había nacido para museo, pero que terminó siendo colegio. De aquel pasado más glorioso conservaba una colección de animales embalsamados, gracias a la cual las alumnas citadinas podíamos entrar en contacto con todo tipo de fauna “originaria”, incluido un cóndor bravío que iba perdiendo plumas con cada generación. El colegio sufrió muchos años después un incendio que casi acaba con él, pero hoy está bastante bien restaurado y sigue acogiendo chicas y chicos (ahora es mixto). Tenía un himno, cuya música había compuesto Alberto Williams –no recuerdo al autor de la letra–, que decía: “La escuela es una fuente cristalina / que sacia nuestra sed de conocer / y su frescor engendra lozanías / en las opimas huertas del saber” (nosotras acentuábamos ópimas, por exigencias de la música). Quizás en Google esté el resto, porque era un texto largo. En cada esquina de ese tramo de

Callao, entre Corrientes y Lavalle, había una librería: La Nena, casi sobre Corrientes, y Nelson, casi sobre Lavalle. La Nena disponía de un local enorme para aquellos tiempos; Nelson era más chica y modesta, pero las dos señoras que atendían conocían de memoria todos los libros de texto que las madres iban a pedir, con lo cual la atención era muy “personalizada”. Con los años, los locales han cambiado de rubro: en el solar de La Nena hay una zapatería. Y una dietética –hasta donde sé, porque cambian muy rápido de ramo– en donde estaba la librería Nelson. Hay un dicho ruso que dice: “Nunca vuelvas a la aldea adonde fuiste feliz”. Cambié la casa de mis padres de la calle Lavalle por un departamento en Venezuela 451, al lado de la casa del virrey Liniers, que hoy es un centro cultural, y comencé una feliz vida en común con el escritor Isidoro Blaisten. Pasamos dos años después a México y Piedras, a vivir en un primer piso de un petit hotel del Sur, que le alquilábamos al corresponsal de la nacion en Washington en ese entonces, Julio Crespo (allí se escribió un cuento muy hermoso, “Beatriz querida”). Siempre dando vueltas por Monserrat recalamos en Alsina 829 (la misma numeración que el Tortoni, en la Avenida de Mayo), enfrente de la iglesia de San Juan Bautista, en un piso sexto desde el cual, todos los días, recibíamos la bendición del Jesús que corona el edificio. Hoy, cada vez que salgo a la calle y miro la placa de mármol gris, en el edificio de la calle Talcahuano donde estoy ahora, y leo “Aquí vivió sus últimos años Isidoro Blaisten (19332004). Homenaje de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires”, me doy cuenta de que, como Aníbal Troilo (perdón por la comparación), yo podría decir: “¿Cuándo me fui del barrio? Si yo nunca me fui del barrio”. Ahora lo sé; siempre he vivido en la Comuna 1.ß