viernes, 31 de agosto de 2012
SUPLANTACION DE IDENTIDAD Me encuentro entre los cientos de miles de ciudadanos que fuimos falsamente registrados y dolosamente vinculados a determinadas organizaciones políticas. Nuestras identidades aparecen en los listados de firmas de “adherentes”, que son el requisito necesario para el otorgamiento de personería a supuestas “organizaciones políticas”. Nunca he firmado un formulario de adhesión, y sin embargo mi identidad fue registrada, validada, y vinculada a una específica organización. Para que esta suplantación de identidad haya ocurrido, quien elaboró las “fichas” de adherentes disponía de una base de datos con nombres, cedula, y firma; de allí se copiaron estos elementos a los formularios. La única institución que dispone de esta base de datos completa, es el CNE. Moraleja, alguien copió y distribuyó la información, ahorrando a las “organizaciones políticas” el trabajo de recolectar firmas en la calle para cumplir con el número requerido para “nacer” a la vida política. Estos inmorales actos de “viveza criolla”, ponen de relieve nuestra ínfima cultura política, y además las profundas fallas en la normativa, que son producto de una errónea conceptualización de los procedimientos. Sin embargo el escándalo de la falsificación de firmas tiene otras repercusiones, que desde el punto de vista de nuestros principios de convivencia, ponen a prueba los paradigmas construidos a partir de de nuestra atávica “cultura del papel”; paradigmas en los que se han sustentado por siglos las relaciones jurídicas. Hoy en día, la firma no es un elemento confiable de la expresión de la voluntad ni de la identidad de una persona; menos aun, de generar una relación jurídica. Nos resulta risible, que un notario, cual escribano del Medioevo, manifieste “dar fe de conocer” a una determinada persona que firma ante él. Sin que haya puesto mi firma en ningún documento, aparezco como militante de un determinado partido político. Esto significa que alguien fabricó una ficha con mis datos, y con la copia de mi firma se me atribuyó un acto de voluntad. Esa ficha fue verificada por el CNE y validada como auténtica. De esta forma, se creó una relación jurídica con deberes, derechos y obligaciones: Puedo elegir la directiva de ese partido, y puedo ser candidato. Pero esto a su vez me inhabilita para ser candidato del partido de mis amores.
De la misma forma, podrían aparecer otros múltiples títulos o contratos con mis datos y mi firma “auténtica”, porque dichos datos y firmas circulan por doquier; y en consecuencia se puede fabricar fácilmente cualquier documento que contenga mi nombre, mi número de cédula y mi firma. Y esto es aplicable a cualquiera de los 10 Millones de ciudadanos registrados en el Consejo Electoral. En suma, se ha producido una MASIVA SUPLANTACION DE IDENTIDAD. La identificación positiva de una persona -frente a un sistema informático-, se produce utilizando tres elementos: 1.- Mediante algo que la persona SABE (ej. Una contraseña, una firma) 2.- Mediante algo que la persona TIENE (ej. Una llave o certificado digital), y; 3.- Mediante algo de la persona ES (ej. Huellas, iris, rostro.) Las dos primeras se pueden falsificar u obtener. La tercera no. ¿Cuál es la solución para evitar la suplantación de identidad? Pues comenzar a utilizar masivamente aquello que nadie entiende o sabe para qué sirve: La identificación biométrica almacenada en el “chip” de la cédula de identidad. Con una computadora portátil, un simple lector de huellas de pocos dólares y un extractor de la información biométrica almacenada en la cédula de identidad, se puede verificar en modo “off line” (sin conexión a la red) con un 99,99% de confiabilidad, que la persona que se encuentra presente, es la misma que aparece en la cédula de identidad. Para cualquier trámite que requiera de una identificación positiva y/o de la manifestación de la voluntad de una persona, se debe utilizar la identificación biométrica. Para que ello ocurra, se tienen que distribuir tantos lectores de cédulas y huellas como sea necesario. Resuelto el problema.
Leonardo Hernández Walker, MBA, MPA LEXIS S.A. Presidente