Stravinsky siempre está de temporada MUSICA CLASICA

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Espectáculos

Página 10/Sección 4/LA NACION

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Jueves 7 de mayo de 2009

MUSICA CLASICA (Allegro)

Opinión

(Acordes)

Por Pablo Kohan

Por Pola Suárez Urtubey

Cher, Midori, Pinky, Charlo y... Lucrezia

El oro del Rin Más allá de las invenciones y de las fantasías de escritores que le endilgaron hechos que nunca realizó, el niño Mozart fue, realmente, un fenómeno sorprendente. Antes de sus seis, ofrecía conciertos que su padre promocionaba con generosidad y que eran llevados a diferentes geografías europeas. Cuando la adolescencia tocó a su puerta, Wolfgang continuó asombrando, pero ya no como atracción circense. Con suma facilidad, el muchachito comenzó a escribir divertimentos, sonatas y óperas. Pero para el público, mal que le pesó a papá Leopold, hubo diferencias sustanciales. Después de todo, no era lo mismo tocar el clave o el violín con los ojos cerrados cuando apenas se ha superado el metro de altura que producir obras que, además, sí podían ser comparadas con las de otros compositores. Pero a los 14, Wolfgang, en Italia, protagonizó otra de esas hazañas dignas de figurar en los

“créase o no” de Robert Ripley. Como es harto sabido, después de haber escuchado una sola vez el Miserere de Allegri, Wolfgang pudo transcribir, completa, la obra, cuya partitura era propiedad privada y exclusiva de la Basílica de San Pedro. Pero en ese mismo viaje, ahora, en Bolonia, el muchacho repitió su proeza de superhéroe. En una carta a su madre y que se conserva intacta, Mozart le cuenta que fueron a ver una ópera y que había quedado encantado con Lucrezia, una soprano muy ágil y que llegaba al do agudo sin mayores dificultades. Y para ejemplificar sus habilidades, como quien hoy toma una foto para recordar un viaje, Wolfgang le escribió, nota tras nota, la brillante cadencia vocal que la cantante había improvisado la noche anterior. Sin proponérselo, Mozart le abrió a Lucrezia las puertas de la eternidad. Aunque, como Cher, Midori, Pinky o Charlo, Lucrezia quedó sin apellido.

N Los cantantes Ileana Tonca,

Tomasz Konieczny y Elisabeth Kulman interpretan los personajes de Woglinde, Alberich y Flosshile sobre el escenario de la Opera de Viena donde se representa la ópera El oro del Rin, de Wagner, con dirección de Franz Welser Moest y Sven-Eric Bechtolf, que se estrenó en la noche del último sábado. N La Bohème, para todo público. Anteayer comenzó a presentarse en el Teatro Compaq Gran Vía de Madrid con La Bohème, una de las obras más emblemáticas de Puccini, por la compañía Opera Romántica (María José Santos y Santos Arino, en la foto). Se trata de una versión pensada para acercar nuevos públicos a la ópera. Tras La Bohème tocará el turno a Madame Butterfly, también de Puccini, y dos óperas de Verdi: Rigoletto y La Traviata, que pondrá el cierre a esta secuencia de

María José Santos y Santos Arino FOTOS DE REUTERS

obras de autores italianos en Madrid.

La Cenicienta, en el MET. La Metropolitan Opera House continuará este fin de semana con su ciclo de transmisiones en directo desde Nueva York. En esta oportunidad, llegará pasado mañana, a las 13.30, hasta el teatro 25 de Mayo de Villa Urquiza (Triunvirato 4444), La Cenicienta, de Rossini, con dirección de Maurizio Benini y las interpretaciones de Elina Garanca como Cenicienta y Lawrence Browniee en el papel del Príncipe Azul. N

Stravinsky siempre está de temporada Pasar de ser considerado por unos como un ejemplo de modernidad o un producto anquilosado, por otros, ha sido una constante en la trayectoria de Igor Stravinsky. Nadie olvida que con posterioridad a los años de la segunda posguerra se acentuaba el tajante enfrentamiento entre la estética de Schoenberg y la de Stravinsky, definido por Adorno como el duelo de progreso del austríaco frente a la restauración representada por el ruso. Entre los primeros en desconfiar de un maniqueísmo simplista estuvo el francés Pierre Boulez, al aportar una lección de inteligencia crítica que los años futuros pudieron heredar. * * * La supervivencia del genial Stravinsky en los repertorios de estos comienzos de siglo es una realidad que nadie discute. Que sus obras gocen de mayor o menor aceptación es natural. En cambio, lo que nunca lo ha acompañado es la indiferencia y menos el olvido. Lo prueba la elección de Buenos Aires Lírica que, a partir de mañana, lleva al escenario del Teatro Avenida su ópera The Rake’s progress, conocida entre nosotros, al igual que los franceses, como La carrera de un libertino, mientras ahora nos la presentan, con una traducción más acotada, como El progreso del libertino. El estreno de la obra en

El progreso del libertino se dio en el Colón en 1959, retornó en 1977 y 2001, y mañana Buenos Aires Lírica la lleva al Avenida Buenos Aires tuvo como escenario al Teatro Colón, donde se la conoció en 1959, ocho años después de su lanzamiento mundial en Venecia. Luego retornó en 1977 y por última vez en la temporada 2001, con un elenco internacional. * * * Penetrar hasta el fondo en el verdadero sentido que Wystan Auden (el consagrado poeta inglés de The Age of Anxiety) e Igor Stravinsky pretenden reflejar en The Rake’s Progress, basándose e interpretando la serie de grabados de Hogarth del siglo XVIII, es tarea fascinante y por cierto ha sido intentada en varias ocasiones en estos casi 60 años que nos separan de su estreno. Es cierto que tanto el libretista (que asumió la tarea junto con Chester Kallman) como el compositor nos han dejado escritas sus propias intenciones, la voluntad de contar una historia moral como lo pretende Hogarth, aunque modificando el carácter del libertino, que cambiará su cinismo por una ingenuidad idealista y quimérica. Poeta y músico renuncian al sentido trágico, en busca de un final apacible, como lo sugiere la berceuse de la escena de Anne, en busca de un horizonte de orden y belleza, hasta que llega el epílogo, a la manera del Don Giovanni mozartiano, en el que surge con toda evidencia el mensaje moral de la historia. Obra extraordinariamente abierta, más allá de las precisiones del compositor en cuanto a su estilo operístico modelo siglo XVIII y mozartiano para más datos, resulta una fiesta para la inteligencia y sensibilidad del espectador. Y un desafío para los directores de orquesta y de escena. Veamos qué nos propone ahora esta bienvenida reposición.