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SÁBADO
| Sábado 24 de enero de 2015
Hábitos
Solos en casa: de vacaciones sin vacaciones
Con la familia en otro lugar, ellos aprovechan para ponerse al día con sus propios deseos: dormirse a cualquier hora, comer lo que quieran y compartir tiempo con amigos; la diversión desaforada, dicen, no está en el menú, pese a lo que suele imaginarse Viene de tapa
“El imaginario colectivo tiende a estigmatizar al varón que queda solo en casa en dos situaciones tan estereotipadas como extremas: de farra continua, aprovechando que no hay nadie que lo controle, o bien abnegado, sacrificándose por los suyos mientras el resto de la familia disfruta las vacaciones. Este reduccionismo ignora que ni para trabajar ni para tener amantes hace falta mandar a la familia de vacaciones”, señala Susana Mauer, psicóloga especialista en familia. De hecho, advierte Mauer, muchos rodríguez incluso padecen más de lo que disfrutan el tiempo que transcurre cuando están solos en la casa vacía: “Se pierden, la sienten rara, ajena: no es la casa que conocen, aquella que habitan. El hombre no tendrá reclamos conyugales, presiones, ni caprichos de niños pasados de sueño, pero aun así a muchos la experiencia no les resulta especialmente grata”. Claro que también es posible aprender a disfrutar eso que Martín Basile llama “minivacaciones”, y que no es sino un puñado de días en los que el trabajo se amalgama en rutinas de bordes más laxos, más individuales. “El mayor de los disfrutes es no sentirse tironeado entre el mundo de las presiones laborales y aquellas propias de la vida familiar –afirma Mauer–. Otro encanto, según refieren los hombres en estas coyunturas ocasionales, es el placer de llegar a casa sin una lista de tareas y deudas pendientes. Disponer de tiempo sin acotamiento para sí mismo es vivido como milagroso. Es un bonus que en estos casos suele aprovecharse.” “En muchos casos, los espacios de disfrute son aquellos que se ven perturbados cuando está toda la familia”, sostiene, por su parte, el psicólogo Santiago Gómez, director del Centro de Psicología Cognitiva, y aporta un ejemplo: “Si al hombre le gusta disfrutar de la televisión mirando fútbol, lo va a poder hacer tranquilo sin tener que negociar con el resto de los integrantes de la familia”. En el caso de Sebastián Donato, una de las actividades de las que disfruta los días de enero que pasa en Buenos aires mientras su familia veranea al sur de Mar del Plata es escuchar música a un volumen importante. “Tengo un equipo de audio muy grande, con el que me gusta escuchar música o ver películas, pero cuando está la familia, no lo puedo poner tan fuerte como ahora”, cuenta Sebastián, de 40 años, que se dedica a la construcción y que este enero reparte su tiempo entre las vacaciones familiares, de jueves a domingo, y su trabajo en la ciudad, de lunes a miércoles. Trabajo y familia Si bien la expresión “estar de rodríguez” nace en España cuando la mujer ingresa en el mercado laboral y sus vacaciones ya no necesariamente coinciden con las de su pareja masculina, en la actualidad el rodríguez porteño es una figura cada vez más habitual como resultado de las crecientes (a veces implacables) demandas del mundo del trabajo. “En la era de la flexibilidad y de las respuestas inmediatas y más allá de la ayuda que pueda brindar la tecnología, cada vez es más habitual observar situaciones en las que los miembros de las familias se van de vacaciones y los papás siguen trabajando –afirma el especialista en
Para Martín Basile, los días en su casa de San Isidro son “minivacaciones” que conjugan trabajo con placer personal
En Villa Urquiza, Sebastián Donato disfruta especialmente de ver películas o escuchar música a volumen alto recursos Humanos alejandro Melamed, pronto a publicar su nuevo libro Historias y mitos de la oficina–. El descanso está reservado a un par de días, no más. Puede ser un proyecto nuevo, una reestructuración, un viaje impensado o la visita de los jefes de la casa matriz. las razones son múltiples, pero la realidad es que se ha naturalizado el hecho de tener que minimizar, cancelar, suspender, postergar o directamente anular las vacaciones por razones laborales.” En este contexto laboral, que afecta por igual a varones y a mujeres, Melamed asegura que “hay una tendencia a que las madres respeten más su
compromiso asumido previamente con los hijos –y su pareja–, mientras que en los varones es más común ver la tendencia a acortar las vacaciones, o fragmentarlas por períodos más cortos”. Pero ¿cómo impacta sobre la vida familiar el hecho de que durante las vacaciones el marido permanezca en (o vuelva al, o vaya y venga de) el hogar? Susana Mauer señala que la organización familiar que implica que el hombre pase parte de las vacaciones trabajando en la ciudad lejos de su familia puede tener tanto efectos saludables como costos afectivos. “Por un lado, son las vacaciones
¿Y qué es lo que hacen ellos cuando nosotras no estamos? opinión Dalia Gutmann Para la naCIOn
U
n par de veces me pasó al revés: fui yo la que tuve que viajar por trabajo y dejé a mi marido a cargo de todo. Es cierto; desaparecer de mi casa un par de días me parecía un buen plan para que él definitivamente me valorase. Que tuviera que vivir en carne propia lo sacrificado que es llevar un hogar adelante, lo difícil que es mantenerlo ordenado y la cantidad de variables que hay que tener en cuenta para que todo funcione. El tema es que después de pensar todo eso, cuando volvía de mi viaje, la estrategia se frustraba: la casa estaba más impoluta que nunca. “¿Cómo hace?”, me preguntaba, y la respuesta era simple: ¡no hace nada! Tengo la sensación de que cuando un hombre se queda solo en su casa, se ancla en el sillón a ver todos
esos programas, series y películas que no puede ver nunca tranquilo. O hace ese zapping con criterio inentendible para una mujer. O mira con libertad los videitos guarangos que le mandan sus amigos al celular, o stalkea con furia las redes sociales analizando anatomías femeninas. También puede decidir tirarse en la cama, y no moverse de ahí más que para ir al baño. Y cuando va al baño, puede que se quede hoooras y hoooras disfrutando de que nadie lo apure, de que nadie quiera ocupar su lugar, de que nadie lo juzgue por las “expresiones de su cuerpo” (para decirlo finamente). En fin. Creo que un hombre que se queda solo en su casa hace cualquier actividad que no requiera demasiado esfuerzo. Incluso para comer, seguramente la mayoría se hierva algunos fideos o se haga panchos. Otra posibilidad es que se pidan delivery y lo coman en todos esos lugares de la casa que están vedados para ingerir alimentos cuan-
do la familia está presente (sillones, camas y etcéteras). O incluso puede que le pida a algún amigo o “amiga” (¡ay, no!) que lo acompañe a comer afuera. Todo eso creo que hacen ellos cuando nosotras no estamos. En el caso de las mujeres, en cambio, si por alguna razón nos quedamos en casa lejos de la familia, tomaríamos la cosa de manera un poco distinta, creo… Digo, seguramente, nos pondríamos a ordenar armarios, cajones, alacenas; seleccionaríamos lo que es para tirar o tomaríamos la precaución de preparar cosas que podemos llegar a necesitar en el futuro. Es que nosotras necesitamos hacer, ocuparnos, hacernos cargo de cosas. En definitiva, no creo que el hombre haga nada en especial cuando se queda solo en su casa. Y eso, la verdad, me da un poquito de envidia.ß La autora es comediante y locutora; actualmente está al frente del stand up Cosa de minas, los jueves, en el Velma Café
el tiempo para compartir la vida en familia que durante el año en general no tenemos. Y en tanto tal es importante tratar de no resignarlo, ya que cuidarlo es una necesidad de todos y la vida familiar no debiera ser una variable de ajuste. Por otra parte, hoy la mujer, acostumbrada a manejar, a llevar y traer niños, a salir con amigos, aun sin pareja encuentra en la vida de vacaciones una oportunidad más que una limitación.” “al principio, era más difícil [veraneamos de esta forma hace diez años], pero luego una encuentra aspectos lindos, ya que, durante los días que Sebastián no está, lo extrañamos
Paula SaliSchiker
Daniel Jayo
mucho y cuando viene, estamos todos muy contentos”, dice en comunicación telefónica desde Mar del Plata Florencia Salvador, profesora de computación de 41 años y esposa de Sebastián Donato. “El secreto para que funcione estando yo sola con los chicos es organizar bien el día, para que ellos disfruten de sus actividades y yo también pueda tener mis tiempos para hacer las cosas que me gustan, como correr por la mañana o juntarme con amigas que también veranean acá.” la distancia que separa al rodríguez de su familia se hace más corta cuando median las palabras, y por
eso esta dinámica cada vez más frecuente de veraneo suele conllevar conversaciones telefónicas de frecuencia más que diaria. “Hablamos con mi esposa dos o tres veces por día, e incluso a veces es alguno de mis hijos el que me llama”, cuenta Sebastián, que no reniega del disfrute asociado a “estar un poco solo en casa, a veces con amigos. Trato de disfrutarlo en la medida en que puedo, aunque me encantaría estar en la playa con mi familia”. la esposa y los dos hijos de Juan Ignacio Ferrari están en Miramar hasta fin de mes. Él estuvo allí para fin de año y la primera quincena de enero. Juan Ignacio es arquitecto y tenía obras en curso en Buenos aires, aparte de la refacción de la casa a la que se mudaron hace poco en Villa Crespo. “aprovechamos que los chicos no estaban para pintar la habitación de ellos.” Es la primera vez que organizan así las vacaciones y él, a sus 43 años, cuenta que es raro que ellos no estén en casa, pero que aprovecha para ser el anfitrión de las noche de póquer con sus amigos. “Cuando están mi esposa y mis hijos, esto no es posible, porque nos quedamos charlando hasta tarde”, dice, y admite que, aunque le gusta poder darse estos gustos, no se considera “alguien solitario”. De ahí que todas las noches alguno de sus amigos lo busque para ir a cenar o pase de visita. “Mis amigos se aparecen en casa más espontáneamente, me llaman y me dicen que traen un vino, me da la impresión que a todos les gusta que me quede solo”, reflexiona. al mediodía, Juan Ignacio tiene la costumbre de almorzar en su casa, pero estos días solo en la ciudad optó por visitar a sus padres y almorzar con ellos algunas veces por semana. “Cuando veo a mis viejos sin los chicos, se dan otras charlas y otro clima que disfruto mucho también. Me doy cuenta de que me sobra tiempo, yo siempre soy el encargado de llevar y traer a mis hijos de 9 y 6 años a sus actividades; ese tiempo de sobra lo usé trabajando más y saliendo a andar en bici, que es lo que hago siempre para desconectarme”, añade. a José Ferreyra, arquitecto de 42 años, estar solo en Buenos aires le sirve para dedicarse de lleno a todas aquellas cosas que no puede hacer cuando está su familia presente. “Por ejemplo: si hay un recital en la semana de alguna banda que quería ver desde hace mucho, voy sin problemas y sin tener que pedir permiso o sin tener que explicar de qué se trata –señala–. También aprovecho para conocer algún restaurante o bar del que leí cosas durante el año y al que no pude ir... Es como ponerse al día con una agenda íntima que muchas veces queda lógicamente tapada por otras cosas.” Consultado acerca de la opinión un poco prejuiciosa de que los hombres solos aprovechan para desembozar su soltería escondida, José explica: “Todo lo contrario: ponele que al principio hacés una salida a un bar, tomás algo y volvés un poco tarde... al segundo día, lo único que querés es quedarte en tu casa a disfrutar de tus cosas, aunque al principio es muy raro y, de hecho, me pasó de mantener los ritos familiares de orden de manera inconsciente hasta que me impuse desactivarlos para poder disfrutar. Pero por momentos, es cierto, uno también extraña mucho”.ß Producción de Natalí Ini
“Estar de Rodríguez”, un modismo español que llega a estas latitudes La expresión alude al marido que, con mujer e hijos de vacaciones, está “suelto” para divertirse MaDrID (El País).– Si de 500 millones de hispanohablantes, apenas 48 son nativos de la Península e islas adyacentes, no debería extrañar que ciertas voces del habla cotidiana española resulten incomprensibles en américa latina. Es el caso de la castiza expresión “estar de rodríguez”, que tanto desconcierta al otro lado del charco a pesar de su presencia en el cine, la literatura y los medios españoles. ¿Cómo se puede estar de rodríguez? ¿Y por qué no de González? ¿“De” rodríguez no debería ser la esposa? El caso es que “estar de rodríguez” significa que la mujer se ha ido de vacaciones con los niños y que el marido se convierte en “viudo de invierno” (o de verano) y queda suelto para divertirse. De hecho, en España se habla de los rodríguez como una
especie estival en celo permanente, con sus bares, hoteles, discotecas y otros entornos naturales propios. Pero ¿por qué rodríguez? al parecer, la expresión tuvo su origen en El cálido verano del señor Rodríguez (1965), una película en la que José luis lópez Vázquez encarnaba a un marido que soñaba con una aventura extraconyugal. Sin embargo, diez años más tarde se acabó la censura y los rodríguez por fin pudieron actuar, como se pudo apreciar en Tres suecas para tres Rodríguez (1975) y otras películas españolas del destape. Pero una cosa es que los rodríguez hayan triunfado en el imaginario sexual español y otra muy distinta que hayan ingresado en el Diccionario de la Real Academia Española (DraE). En efecto, desde la vigésima edición de 1985 el DraE contempla la siguiente entrada: “rodríguez. m. fam. Marido que permanece en la ciudad trabajando, y a menudo divirtiéndose, mientras la familia está de vacaciones”. ¿no es rocam-
bolesco que en apenas veinte años el señor rodríguez y su cálido verano hayan entrado en el DraE? no todas las palabras tienen tanta suerte. no obstante, como ahora también se liga por Internet, resulta divertido advertir las numerosas consultas que algunos usuarios formulan en los foros de traducción de Word reference, interesados en saber cómo podrían decir en inglés “estoy de rodríguez”. Y ante la perplejidad de los anglohablantes y el desconocimiento de los latinoamericanos, las explicaciones de los rodríguez convierten la consulta lingüística en consultorio sentimental. Uno ya se resignó a que palabras como “wapa” o “keso” entren en el DraE, pero lo que sí deprime es que hayan eliminado bellas voces como “guañir”, “mulier” o “deliramento”. Por eso sería maravilloso que algún cineasta español filmara una película que se titule –por ejemplo– Los Rodríguez se acuestan con el rosicler, y así salvar una hermosa palabra del Siglo de Oro en vías de extinción.ß