POLITICA
Domingo 28 de febrero de 2010
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La nueva etapa | El destino del caudillo que volvió al primer plano
Sólo quedan hilachas del poder de Menem Quedan pocos dirigentes que le responden y están en ruinas los símbolos de su imperio; vive recluido en un club de golf JUAN PABLO MORALES ENVIADO ESPECIAL LA RIOJA.– A la pista de aterrizaje más famosa le siguen creciendo los yuyos entre las grietas. A sólo unos cuantos metros de ahí, la hostería de las fiestas políticas hoy se requiebra del abandono, aunque los nuevos dueños prometen que algún día levantarán un hotel cinco estrellas. La bodega que llevó su apellido desapareció: la compró el empresario Carlos Spadone, que sigue agigantando los viñedos San Huberto. A menos de dos cuadras, la lujosa La Rosadita todavía está en venta, tapiada y con los postigos cerrados. Pasean sólo los caseros y dos perros silenciosos. Carlos Menem abandonó Anillaco. Dejó todo aquello que alguna vez representó el emblema de sus dominios, el centro político donde movió los hilos del poder durante una década, y se mudó 90 kilómetros al sur, a la casa que hace tres años hizo construir en medio del club de golf de La Rioja. La misma que eligió para refugiarse antes y después del faltazo en el Senado, que le permitió al kirchnerismo dejar sin quórum la sesión en la que iba a perder el manejo de casi todas las comisiones. La misma donde ahora, frente a las viñas que plantó entre los hoyos, prepara la estrategia para intentar reconstruir algo de aquel imperio que alguna vez ostentó y del que hoy quedan sólo hilachas. “Menem no tiene estructura”, admitió su amigo, médico personal y confidente, Carlos Santander: “La Rioja fue su vida, pero él ahora está en otros temas. Su candidatura a gobernador, en 2007, fue sólo un acto de resistencia. Un emblema contra el kirchnerismo.” En los hechos, al ex presidente le responde sólo un diputado (Nicolás Martínez, ex intendente de Arauco) de los 36 que integran la Legislatura. El otro que había entrado en su lista, el empresario Néstor Bosetti, ya parece reportar al gobernador Luis Beder Herrera. En La Rioja justifican con una frase cruel ese cambio de lealtades: “Acá, el que maneja el Estado maneja el poder”. Y Menem ya no está entre los privilegiados. Muchos dicen haberle perdido el respeto. La razón: “La gente ya no lo vota”. Anillaco es en un símbolo de aque-
Más débil y observado de cerca por los médicos Al ex presidente se le nota su frágil salud
FOTOS DE RICARDO PRISTUPLUK / ENVIADO ESPECIAL
La Rosadita de Anillaco: cerrada y en venta, es un símbolo de la era dorada del poder menemista llo que Menem dejó de ser. En 2007 perdió en su pueblo natal. “Acá hay gente desagradecida. Carlos nos hizo aparecer en el mapa”, insistía ayer Alfredo Nieto, dueño de un negocio de productos regionales. Alfredo ganó con el menemismo. El turismo hace años que no para de crecer. La gente ahora para en el pueblo para ver lo que quedó del imperio, lo que está en pie de aquel poder que ya no existe.
Ruta al pasado La primera parada es al costado de la ruta, antes de entrar, ante la obra más emblemática: la pista de Anillaco. La reja tiene un candado, pero no hay vigilancia. Los alambrados están rotos. El asfalto es como una avenida en medio del desierto, donde pasean lagartijas entre instalaciones eléctricas abandonadas. Alguien arrancó todas las luces. El pasto se apoderó de las grietas. Más allá aparece la hostería Los Amigos: un complejo de 28 habitaciones, con suite presidencial y un salón para 200 personas, donde la corte menemista hacía sus fiestas especiales. Hoy todos está abierto y lleno de telarañas. Se puede pasear por lo que queda del hogar a leña, de la pileta, de la recepción. A 5 kilómetros del pueblo, algo
parecido se ve en el tambo donde se hacía el yogur La Cecilia, en honor a Cecilia Bolocco, la última esposa del senador. Quedan dos máquinas abandonadas, basura, camas cucheta y un casero que no conoce a Menem. La última vez que alguien lo vio fue hace casi seis meses. Dicen que pasó por La Rosadita, que ya hace un año que está en venta. Zulemita pide 800.000 dólares. Ayer un turista se trepaba a los paredones para sacar fotos al agua podrida de la pileta. “Ya nada es lo mismo que antes. La gente no lo sigue como en otros años”, se quejaba ayer Delicia, mientras caminaba a metros de la mansión menemista. Venía enojada porque iba a tener que carnear unos cabritos para poder comer esta semana. Siguió todos los actos de Menem en los últimos 30 años. Todavía se acordaba del último. “No había casi nadie”, decía, acongojada. Tiene ganas de volver a verlo. Sabe que no será fácil. Encerrado en su casa, Menem sólo viaja de tanto en tanto al centro de La Rioja para tomar café en dos confiterías. Lo acompañan sus custodios y algún amigo ocasional. Algunos lo ven y lo saludan. Dicen que sólo “por cariño”, como si vieran a un abuelo mayor y un poco enfermo, al que ya no van a votar.
La pista: hace mucho que no se posa un avión por ahí
LA RIOJA (De un enviado especial).– A cada rato sostenía una mano con la otra para que no se notara que temblaba levemente. Terminaba cada frase con cierto dejo de olvido, como si necesitara hacer pausas para pensar cómo seguir. Miraba desde el fondo de unos ojos vidriosos, con una barba de dos días y la gorra bien puesta. No quiso sacársela, como si buscara evitar que se le viera el pelo blanco mezclado con mechones teñidos de marrón claro. A punto de cumplir 80 años, Carlos Menem ya no se muestra como aquel presidente que en los 90 se obsesionaba con su imagen. Quedó claro en su reaparición pública, anteayer. Más débil y con dificultades para moverse, hoy es un hombre que vive preocupado por su salud, siempre con un médico cerca. Lo confirma el equipo profesional que suele revisarlo: tiene un cuadro de diabetes complejo, que necesita atención constante. Un problema que se agravó el año pasado, cuando sufrió una neumonía grave, en medio del debate de la resolución 125. Dicen sus allegados que mejoró mucho en estos meses. Pero los cuidados no cambian: debe someterse a cuidados especiales cuando no está en su casa. Se ve cada vez que sale a jugar al golf. Nunca está solo. Lo llevan en carrito de un hoyo al otro. Sus amigos saben que le cuesta moverse y lo ayudan todo el tiempo. Ya no puede evitar encorvarse para caminar. “Necesita atención personalizada. Por eso muchas veces está recluido”, dijo un hombre de su confianza. En su vuelta, su grupo de colaboradores siempre se mantuvo cerca. Menem intentaba ser conciso, mostrar su enojo con sus compañeros de la oposición. Muchas veces repitió explicaciones. Cuando quiso hablar de otros, se tomó su tiempo; hizo un esfuerzo especial para completar los países que integran el Mercosur y para recordar el año de la guerra de Malvinas.