SOLEMNIDAD de SANTA MARÍA MADRE DE DIOS

ella fue descubriendo lo que Dios estaba haciendo poco a poco, por etapas. ... Pido que “resplandezca su Rostro sobre Uds.” Dios nos mira con amor; mira con.
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1 DE ENERO

SOLEMNIDAD de SANTA MARÍA MADRE DE DIOS COMENTARIO P. JORGE PETERSON, OCSO

PRIMERA LECTURA: Nm 6,22-27 SEGUNDA LECTURA: Gal 4,4-7 EVANGELIO: Lc 2,16-21

Hace 8 días celebramos el nacimiento de Jesús. Hoy queremos mirar a su Madre, María. Ella es Madre por vocación. Su carisma es ser Madre. Siendo que su Hijo es Dios,

ella es MADRE DE DIOS. También por ser Madre de Jesús es Madre nuestra, sus miembros. A veces cuando hablo de María tengo cierto temor. Bien puede ser que lo que diga esté muy lejos de lo que ella vivió. Tomen en cuenta mis limitaciones. De hecho no me convencen algunos autores antiguos que imaginan que su vida no era como la de una persona "normal". Como si le hubieran ocurrido muchos milagros o cosas bien extraordinarias. O que ella entendía claramente todo desde el principio. Bien puede ser que ella fue descubriendo lo que Dios estaba haciendo poco a poco, por etapas. María vivía la gracia, era una mujer de fe y crecía de fe en fe. El ángel le saludó: "Llena de gracia." Dios la miraba con complacencia. No podemos saber todo el significado que esta mirada de ternura significaba para María. No por eso tenemos que pensar que María era un ser fuera de este mundo; que no tuviera nada en común con nosotros. A cada uno de nosotros, también Dios nos ha mirado, y nos mira, con complacencia. Hemos recibido una gracia abundante. En María esta gracia no encontró resistencias; nosotros, desgraciadamente, oponemos resistencias. Ella es modelo de la unión de voluntades con el Padre en todas las etapas de su vida. Nos enseña cómo responder a la gracia. En una ocasión, Jesús dijo: "Al que tiene, se le dará y le sobrará; y al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene." Es una ley de la gracia: la persona que coopera con este don de Dios, sigue aumentando el don; al que es negligente o perezoso, va perdiendo lo que había recibido. Isabel proclamó: "Dichosa tú que has creído." María era una mujer de fe. Vivía su fe en toda su vida. Caminaba de fe en fe. Creo que su vida fue muy parecida a la de las otras mujer de Nazaret de su tiempo, por lo menos en lo exterior, lo visible. Interiormente, realmente sólo Dios sabe todo. Creo que ella vivía de la fe, una fe muy probada, en ocasiones enormemente probada, como al pie de la Cruz. Sin embargo, su fe seguía inalterable, constante, con una confianza plena en Dios. Su fe crecía entre una etapa y otra de su vida. En realidad, ella vivía de fe en fe. Ella fue la primera creyente en su Hijo. De nuevo, encontramos algo parecido a nuestro camino de fe. Vamos adentrándonos más y más en el misterio de Dios, la Encarnación, la Trinidad, la Providencia de Dios; esto se hace solamente por la fe. De a poco vamos integrando nuestras vidas en esta relación personal con Dios. Entonces sigamos los pasos de María. Ella nos ayudará a vivir siempre más consecuentemente nuestra fe. El Evangelio de hoy tiene una frase que muestra cómo en muchas circunstancias María no entendía lo que significaba lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, "María conservaba y meditaba todo en su corazón." Esta frase se repite dos o tres veces en el Evangelio de S. Lucas. Aunque no entendía, confiaba. Ella observaba todo, guardaba los detalles y las palabras en su memoria. Meditaba sobre todo en su corazón. El Papa emérito escribió: "Este recordar es una comprensión guiada por el Espíritu Santo. Recordando el creyente entra en la dimensión profunda de lo sucedido y ve lo que no era visible desde una perspectiva externa. De esta forma, no se aleja de la realidad, sino que la percibe más profundamente, descubriendo así la verdad que se oculta en el hecho." Jesús dijo: "Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, les enseñará hasta la verdad plena." María meditaba todo en su corazón. Era su lectio divina. Nosotros también entramos más plenamente en los misterios de Dios, ejercitando la fe, rumiando la Palabra de Dios. Encarnando la Palabra en nuestras vidas.

En la primera lectura, Dios nos regala una bendición solemne. “Que el Señor haga resplandecer su rostro sobre Uds.” Esta mirada de Dios es muy saludable. A Dios le gusta bendecir a sus hijos e hijas. Su bendición nos toca en lo que somos y en lo que vivimos. Pido que “resplandezca su Rostro sobre Uds.” Dios nos mira con amor; mira con su amor infinito a todos sus hijos. FELIZ AÑO NUEVO