SOLEMNIDAD de NUESTRA SEÑORA del CARMEN COMENTARIO

Estamos celebrando esta fiesta en honor a María; es una fiesta muy celebrada y querida por todo el país. María es nuestra Madre; nos cuida; está siempre cercana. En esta etapa de nuestra historia es muy necesario su presencia y su ayuda en nuestra sociedad. El espíritu del mal está tratando de eliminarla de.
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SOLEMNIDAD de NUESTRA SEÑORA del CARMEN COMENTARIO A LAS LECTURAS P. JORGE PETERSON, OCSO

PRIMERA LECTURA:1Re 18,42-45

SEGUNDA LECTURA: Hch 1,12-14 EVANGELIO: Jn 2,1-11

Estamos celebrando esta fiesta en honor a María; es una fiesta muy celebrada y querida por todo el país. María es nuestra Madre; nos cuida; está siempre cercana. En esta etapa de nuestra historia es muy necesario su presencia y su ayuda en nuestra sociedad. El espíritu del mal está tratando de eliminarla de la vida pública. Nuestra celebración exterior y nuestras oraciones son importantes para avivar la consciencia de que tenemos una Madre que nos ama y nos cuida. Gracias a Dios, María acompañó a los primeros cristianos que llegaron a Chile. Siempre ha estado presente con nosotros. Hoy queremos reconocerla y agradecerle por ser NUESTRA MADRE, la madre de Chile. Como la mejor de las madres, nos lleva en su corazón. Ella siempre nos lleva a su amado Hijo, Jesús. Ella es siempre su discípula. Nos enseña a ser discípulos también. En esta Eucaristía hemos escuchado el anuncio de las Bienaventuranzas. Estas 8 frases resumen las disposiciones del corazón de Jesús durante toda su vida. María es un buen espejo que refleja fielmente estas disposiciones. En su sencillez y disponibilidad, por su fe inquebrantable y su amor siempre fiel, nos muestra cómo era su hijo. La luz de Dios es demasiado brillante para que podamos mirarla directamente. En Jesús esta luz nos ha llegado a través de su vida humana. En María vemos la misma luz a través del corazón de una mujer, de una Madre. La corona de la creación, es la creación del hombre y de la mujer. Después de crear los dos, Dios pudo exclamar: Es muy Bueno. "Y los bendijo Dios y les dijo: Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra." Es una bella bendición. Engendrar vida es una linda tarea; es una noble vocación: las personas humanas pueden cooperar con Dios para traer una nueva vida humana a la tierra. El Papa Francisco ha resumido con 4 palabras la vocación de los esposos: desear los hijos, aceptarlos, educarlos y luego soltarlos. La tarea de educarlos es larga; hay momentos de gran satisfacción y otros de preocupación angustiante. La tarea de los padres es un arte. Pero el hombre y la mujer llegan a ser plenamente persona humana a través del amor: un amor mutuo que se entrega y recibe. El matrimonio exige que los dos crezcan y maduren como personas: amando, aprenderán a amar; entregándose con amor, conseguirán olvidarse por amor. También las religiosas y los sacerdotes tienen que entregarse con amor; su vocación exige salir de sí mismos miles de veces para servir con amor. Renuncian a un amor matrimonial, pero este es solamente un tipo de amor humano. Los consagrados tienen que amar mejor, más desinteresadamente. No renuncian a la fecundidad. Por su amor espiritual y cordial, engendran nueva vida en muchas personas para la Gloria de Dios. Es evidente que la persona humana no se realiza si no muere a su egoísmo y aprende a vivir para que otros tengan una vida más plena. María se entregó con todo su corazón a la misión bella de ser Madre del Hijo de Dios; una misión muy bella, pero no fácil. Al decir SÍ, su vida fue entregada, para que toda la humanidad pudiera conocer el amor divino-humano a través de su Hijo, Jesús. En realidad, al aceptar libremente ser Madre de Jesús, significaba salir de sí misma; morir a sus propios planes. Desde ese momento, entregó su vida en las manos de Dios. Dependía totalmente a Él. Este es el camino de todo cristiano. Queremos entregar nuestras vidas en sus manos para asociarnos con Él para la construcción de una sociedad más sana en sus leyes y en las relaciones solidarias. Todos somos hijos de Dios; cada uno tiene derecho a una vida digna. Así en esta Eucaristía démosle gracias por su entrega a la misión que Dios le asignó. Miremos a la Estrella, invoquemos a María.