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I
Viernes 23 de septiembre de 2011
AUTORRETRATO
PALABRAS
Un espacio experimental en busca de la entrevista soñada: el elegido se interroga y se fotografía
La actriz Marta Bianchi rescata una autofoto, hecha con trípode y todo en un museo neoyorquino, y se enfrasca en un profundísimo diálogo consigo misma. Se conoce bien
Siempre por las cornisas
–¿Por qué quiso ser actriz? –Lo consciente es que cuando era chica vi en el cine de mi barrio, Caballito, Si muero antes de despertar, una película protagonizada por chicos; yo me metí en la pantalla, me identifiqué con la chica y me enamoré del protagonista. Cuando terminó le dije a mi mamá que quería ser actriz y trabajar con ese chico. Y desde ese día, todos los siguientes estuve enfocada en mi deseo de concretarlo. A los 13 años convencí a mi mamá de que me llevara a la Escuela Nacional de Arte Dramático, pero no me dejaron entrar porque había que tener 15. A los 14 insistí y como medía 1,72 metros y cumplía años en octubre me dejaron dar el examen de ingreso, y allí estaba el chico: Néstor Zavarce, sólo que ya no estaba enamorada de él y fuimos muy amigos. Lo inconsciente fue que intuí que la única salida que tenía para escapar del mandato de ser esposa, madre y ama de casa como único futuro era movilizar el deseo frustrado de mi madre a quien no le permitieron ser cantante lírica, por los prejuicios de su época, para que me apoyara.
–El deseo suena fuerte en el relato. –Es que el deseo fue el motor de mi vida, siempre corrí detrás de él para apropiármelo, para materializarlo, para concretarlo.
–¿Y de dónde sacaba esa fuerza desde chiquita? –Creo que de mis abuelas, bisabuelas y tías abuelas. Todas mujeres fuertes y transgresoras que pagaron altísimos precios por concretar sus deseos. Siempre me apasionaron sus historias,
tragedias –en algún caso– y logros épicos –en otros–. Creo que ellas me eligieron para que las reivindicara, para que trabajara por la libertad, por mi libertad interior, por la autoestima de mis hermanas de historia y experiencia, por la equidad de género.
–¿Nunca tuvo dudas? –Siempre tengo dudas, estoy en
crisis con frecuencia, me angustio, me asusto, pero cuando me aclaro el deseo, tomo riesgos. Soy capaz de andar por las cornisas, de caerme y levantarme, de reciclarme.
–¿Cuál es su balance a esta altura de su vida? –El trabajo de actriz me ha permitido unir la vocación con la profesión. Y utilizar las herramientas de la cul-
tura para realizar trabajos sociales que hacen a la inclusión. Pero la profesión no me impidió formar una familia, tener dos hijas, cuatro nietos, una pareja..., y todos son una parte grande de la razón para vivir.
–¿A qué se resiste?
–¿Qué cosas no le gustaría volver a vivir?
–A creer que he llegado, siento que tengo tanto aún para aprender que no puedo perder tiempo, porque es mucho, y porque me divierte y me hace feliz seguir andando, no parar, seguir aprendiendo, porque siempre falta.
–La dictadura militar, la violación de los derechos humanos, la intolerancia,
Producción: Yamila Schmies
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la falta de libertad, el despojo del país.
El desquite te aferra al pasado. La venganza siempre revierte en contra de quien la pone en práctica y el odio engendra odio, no importa cómo quieras disfrazarlo. ¿El orgullo herido? Un duelo bien manejado requiere que te guardes el orgullo en el bolsillo. Si ya no te aman, ¿de qué vas a vengarte? ¿Del desamor? La venganza te mantiene atado al otro. En una relación que te hizo infeliz, por el motivo que sea, ¿no habría que decir: Si se acabó, mejor? ¿O prefieres seguir siendo víctima de un amor insuficiente, agresivo o confuso? El verdadero desquite es dejar de querer a quien no te quiere o te ha hecho daño intencionalmente. Alguien dijo con gran acierto una vez: “La mejor venganza es ser feliz”, a pesar del otro y más allá de toda duda. Querer pasarle tu flamante amor por las narices al ex demuestra que tu relación no es tan buena, porque si estuvieras bien con una nueva pareja no buscarías sacarte ningún clavo, sino disfrutar tranquilamente de lo que tienes. Una vez más: el intento de generar rabia o celos al ex hará que el viejo amor cobre más fuerza. La consigna es no fragmentar el amor y tratar de mantener sus componentes activos y unidos en una misma persona. Una prueba de que un clavo no saca a otro clavo, o de que por lo menos esto no se logra tan fácilmente, es que podemos enamorarnos de dos personas a la vez, aunque nuestra intención sea otra. La sorpresa suele ser mayúscula, ya que al tratar de acabar con el amor enquistado, descubrimos que el viejo amor y el sustituto no son incompatibles y nos enganchamos doblemente. No te dejes llevar por las carencias, niégate a un amor fragmentado. Me refiero a la posibilidad de construir una relación sin ninguna carencia básica, sin tener que recurrir a soportes externos o a pequeños amores suplementarios o subsidiarios. Tener el amor repartido entre varias personas es vivir una insatisfacción permanente: cuando estés con una, te faltará lo que posee la otra, y así andarás de escasez en escasez, de penuria en penuria, tratando de hacer un rompecabezas donde las piezas no encajan.
Walter Riso es psicólogo especializado en terapia cognitiva y autor de varios libros. Aquí, un fragmento del último: Manual para no morir de amor.
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