Sétnta Teresa de Calcuta

8 sept. 2016 - mano a lo largo de arios y otros, per- fectamente documentados, están al alcance de quien los busque en. Internet. Tal cual lo pienso lo escribí.
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OMO el ser imperfecto que soy, me resulta imposible vencer la ten tación de recurrir a l clásico, casi topicazo sobado, del Quijote. Con la Iglesia topamos, amigas y amigos lectores. Unas palabras -quizá un tanto desabridas, puedo admitirlo- sobre la ya oficialmente santa Teresa de Calcuta ha n hecho caer sobre mi la ira de los justos. También de media docena de injustos que me han dado hasta en el cielo de la boca y han llegado a bromear,jijí jajá, con mandarme un pistolero. Ahí les den a estos últimos. Me interesan los primeros. entre los que se cuentan personas a las que a precio, admiro y, por encima de todo, respetO. Lamento sinceramente haberlos irritado con mi prosa de alto octanaje, y si hace falta, retiro los epítetos que les encorajinaron -lo de "lw1ática con velo'", singularmeme-, pero me reallrmo

en el mensaje de fondo. lnsisto e n que entre mis muchos defectos no está el anticlericalismo trasnochado. No me cuesta nada reconocer que la solidaridad y la justicia más gen uina las practican desde hace mucho y sin presumir religiosas y religiosos. No puedo incluir ahí a quien, como la madre Teresa, una y otra vez hablaba de la pobreza, no como algo que hay que combatir y erradicar, sino como una especie de don de Dios. Suscitas sobre la belleza y la alegría de la miseria son incontables. Y respecto al funcionamiemo de sus centros, ab undan los testimonios críticos de gentes fuera de toda sospecha. Algunos los he recogido de primera mano a lo largo de arios y otros, perfectamente documentados, están al alca nce de quien los busque en Internet. Tal cual lo pienso lo escribí y lo escribo. • Deia 08-09-2016

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LA RAZÓN • Jueves. 8 de septiembre de 2016

OPINIÓN TRIBUNA

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Me duele que mi sociedad no sea sensible al valor de estas personas que trabajan por los más desfavorecidos sin hacer distinción entre las religiones que profesan, como hacía Teresa en Calcuta

Luis ALEJANDRE General (R)

MISIONES YMISIONEROS: HOMENAJE A ISABEL SOLÁ D efiendo y defenderé siempre a nuestras gentes de armas - soldados marineros y fuerzas de orden público- que cumplen misiones de riesgo en España y especialmente fuera de ella, en escenarios criticas, cuando no de alto riesgo. Utilizan su fuerza tanto para imponer la paz, para socorrer a emigrantes, como para a pagar incendios en esta patria iconoclasta y en ciertos aspectos insolidaria, en la que campan a su aire, odios, venganzas y frustraciones cainitas. Creo conocer la pasta de que está hecha esta gente que tiene bien asumido que mandar es servir, que tiene claro el concepto de «Servidor público» en el que pesan más sus deberes que sus derechos, algo en marcada oposición con el mundo material en el que vivimos, que no valora a los que menos necesitan sino a los que más tienen. Pero estas gentes, que han elegido voluntariamente - casi con carácter vocacional- una profesión, se han comprometido con un juramento solemne, se sienten herederos de siglos de nuestra Historia en los que el sol no se ponía en nuestros dominios, incluso asumen el dolor de nuestros fracasos y errores como heridas luminasas. Nosotros nos arropamos en unidades y formaciones y normalmente estamos mandados por personas preparadas y responsables. Estamos bien equipados con buena logística a retaguardia. Y aunque nuestra opinión pública no reaccione como la de otras patrias, vivimos en un clima relativamente favorable , una vez superada la prueba de fuego a que nos sometió en años de plomo, una panda de asesinos que buscaban sólo la provoca-

ción, la desestabilización y la ruptura de nuestra sociedad, de España. Isabel Solá, misionera de la Congregación de Jesús-María, orden fundada en 1818 por Claudine Thévenet, podríamos decir que estaba arropada por otras 1500 religiosas repartidas portado el mundo en algo menos de 200 centros. Podríamos decir: arropada por la Iglesia Católica. Pero ese viernes 2 de septiembre, cuando fue asesinada en la céntrica calle Ennery de Puerto Príncipe, la capital de Haití, estaba sola: ni escolta, ni chaleco antibalas. Sólo su fe y su compromiso. Barcelonesa, de 51 bellos años, había llegado a Haití en septiembre de 2008.Vivió el desolador terremoto que asoló el país caribeño ell2 de enero de 201 Oy siguió allí hasta hoy, entre las gentes de una de las naciones más pobres del mundo, un pueblo -decía- acostumbrado al sufrimiento. Este periódico recogía (4 de septiembre) una entrevista concedida por ella a José Beltrán, director de la revista