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19 jul. 2013 - Néstor Tirri, al que le tocó hablar de su amiga, recordó hasta qué punto ésta interpretaba y orga- nizaba los episodios de la vida cotidiana.
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Viernes 19 de julio de 2013 | adn cultura | 3

CróniCas de la selva

Secretos y silencios Un autor joven se lució en la performance en que contó un episodio central de su vida; en otro lugar de la ciudad, la evocación de una narradora puso a todos de buen humor Hugo Beccacece | para la nacion

El talento de Félix Bruzzone pudo más que la computadora que se empeñaba tenazmente en no funcionar, en no proyectar los videos ni las fotografías. Fue en la primera conferencia performática del ciclo Mis Documentos, curado por Lola Arias. Que la clasificación “conferencia performática” no intimide a nadie ni trabe lenguas. Es el relato que escritores y artistas hacen de un episodio de sus vidas; en parte, lo hacen improvisando su narración; en parte, la narración está escrita. Los autores-protagonistas se valen de imágenes y objetos para ilustrar lo que cuentan. Bruzzone es sin duda una de las jóvenes voces literarias más originales de la Argentina. Lo probó con su novela Los topos y hace una semana en el ciclo de Arias. La intervención del autor tenía como título Campo de Mayo. En la periferia de Campo de Mayo, vive Bruzzone. Cuando se mudó allí, no sabía que en algún lugar de esas seis mil hectáreas habían matado a su madre, una desaparecida de la última dictadura militar. De un modo extraño, en esa zona está su pasado, su presente, su futuro, además de un secreto, de un silencio, que jamás podrá develar o poblar del todo con palabras. En ningún momento, Bruzzone puso en el centro el tema de los desaparecidos. Es demasiado inteligente y sensible para eso. Su mirada es lateral. Mostró videos en el que entrevista a vecinos para que hablen de esas tierras. Uno de esos vecinos, terminada la conscripción, se juró no volver a pasar frente a un cuartel y cuando levantó su casa, se dio cuenta de que iba a pasar todos los días frente a instalaciones que le recordaban el ejército. Bruzzone señalaba en un plano dónde estaban las viejas dependencias militares, qué hay hoy allí, qué funciona y qué no. Por último, dijo cuál es el verdadero problema de Campo de Mayo: el Ceamse. “En esos terrenos, donde se descarga la basura, va a parar toda la mierda de Buenos Aires”. Poco a poco la serenidad que emanaba del verde del follaje, del pasto y los árboles que mostraban las imágenes fue cobrando un carácter siniestro y cada palabra descriptiva, neutra, adquiría resonancias oscuras. Todos los días, Bruzzone sale a correr. Esa

actividad le inspiró su lectura, una pieza formidable que leyó sentado a un escritorio, mientras Lucas Balducci, su asistente, trotaba en el mismo lugar sin desplazarse, a la vez que, en la pantalla, una cámara recorría el paisaje de Campo de Mayo. El efecto era perturbador. Hasta que, de pronto, el lector puso el punto final y Balducci dejó de correr. Lo aplaudieron, entre otros, la escritora mexicana Margo Glantz, de paso por Buenos Aires, Tamara Kamenszain, Sergio Chejfec y Alan Pauls. El relato del corredor forma parte de una novela que Bruzzone está escribiendo: “Ahora estoy en una etapa de transición. No quiero repetirme. No quiero volver a escribir Los topos. Por eso, sigo con mi trabajo de piletero. Limpio una pileta de natación y después otra y otra.” Desde la pantalla, la sonrisa contagiosa y cómplice de Alicia Steimberg iluminaba la sala del Centro Cultural de la Cooperación donde se recordó a la escritora a un año de su muerte. Fue uno de los homenajes más conmovedores y, a la vez, más alegres en mucho tiempo. Alicia, la autora de Músicos y relojeros, manejaba el humor como pocos y armaba una historia a partir de un detalle. La editora Julia Saltzman anunció que el hermano, los primos, una sobrina y la hija de Alicia iban a leer cuentos de la homenajeada. Si alguien temió que la lectura fuera larga, terminó por lamentar que fuera breve. Esos relatos siguen teniendo la frescura de siempre, la de los clásicos. Néstor Tirri, al que le tocó hablar de su amiga, recordó hasta qué punto ésta interpretaba y organizaba los episodios de la vida cotidiana de un modo literario. Él le contaba una anécdota en un colectivo, ella le decía: “Eso es un microrrelato”. En ese estado de permanente inspiración literaria, Alicia redactaba los mails. Ana María Shua, su amiga y colega más próxima, con la que compartía afinidades, chismes y el té en la confitería Las Violetas, leyó varios de esos mensajes en la reunión: podrían integrar una antología de textos

asegura que no quiere que su narrativa se repita, y que por eso continúa con su trabajo de piletero Félix Bruzzone escritor

entre las tantas originalidades de la autora de Músicos y relojeros estaba la de redactar algunos de sus mails en verso alicia steimBerg novelista

breves. Algunos de esos correos están escritos en verso. Y la prueba definitiva de su valor literario, más allá del afectivo, es que los destinatarios, años después los conservan como fragmentos preciosos de una obra más vasta que la publicada. En una ocasión, Alicia le escribió a la autora de Los amores de Laurita sobre un sueño que había tenido con las hijas de Ana María: era un poema a la manera de García Lorca. Alicia tenía un taller literario y también daba clases de inglés. Entre sus alumnos, un día le llegó un hombre joven que le despertó curiosidad. Llamó por teléfono a Shua y le preguntó: “Ani, decime, ¿conocés a un muchacho que se llama Pettinato? Me dijo que trabaja en la radio”. En ese momento, el famoso animador iba a debutar en un ciclo radial y la ciudad estaba empapelada con su cara. Guillermo Martínez, otro integrante del panel que evocó a Alicia Steimberg, comenzaba su carrera literaria cuando se relacionó con ella. “La lectura de Músicos y relojeros me conmocionó. Era algo muy distinto de lo que yo había leído. Por eso, apenas salió mi primer libro, se lo envié a Alicia. Y ella me respondió con una larga carta.” Martínez la leyó. Es una carta familiar y extraña a la vez, si se piensa que era el primer contacto entre una escritora conocida y un autor novel. Ella le cuenta cómo son su esposo y sus hijos. Le relata los acontecimientos de la vida diaria de un modo llano y lo invita a visitarla. Al final del homenaje, Víctor Sokolowicz, uno de los hijos de Alicia, que vive en Roma y es fotógrafo, proyectó un video dedicado a su madre. El título, Cuando digo Alicia Steimberg, es una paráfrasis del título de la novela Cuando digo Magdalena con la que la escritora ganó el premio Planeta en 1992. Víctor tiene la misma gracia y el mismo humor de su madre. Musicalizó las imágenes y los fragmentos de entrevistas con una canción del cantautor Giorgio Gaber. El ritmo pícaro de la música era el mismo que animaba la fotografía de Steimberg que cerraba el corto. C