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NOCHES DE HOSPITAL. Por Arlina Cantú. Lectura bíblica: Mateo 25:31-40. Texto clave: “Estuve desnudo y me cubristeis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel ...
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NOCHES DE HOSPITAL Por Arlina Cantú Lectura bíblica: Mateo 25:31-40 Texto clave: “Estuve desnudo y me cubristeis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel y vinisteis a mí”. Mt. 25:36 Una de las ocupaciones que calan más hondo en el alma humana es la de pasar una noche entera en un hospital cuidando de un enfermo condenado ya a la muerte por la ciencia y a quien se ama profundamente. Es posible esforzar nuestro sentir a imaginar lo que sucede en el corazón de una madre que vela junto a la cama del hijo que ha sufrido un accidente; o la zozobra del corazón del esposo que acompaña a la esposa que está en peligro de muerte junto con el hijo que lleva en su seno; o la profunda pena que lacera el corazón de una hija, durante las largas horas de desvelo al lado de la cama de su madre, condenada a muerte por una enfermedad terminal. Parece que las horas se vuelven interminables cuando los pasillos se quedan levemente iluminados. Parece que el dolor se vuelve más desgarrador al contemplar a los demás enfermos, cuyo padecimiento les obliga a gritar de dolor o de impotencia ante lo que les toca vivir. Pero lo más doloroso se percibe cuando se tiene la oportunidad de pararse junto a un ventanal. El contemplar las calles solitarias de la ciudad, por donde ocasionalmente transitan algunos a pie y otros en coche durante la madrugada, inmersos en sus propias vivencias y sin mostrar el mínimo interés por todos los que sufren dentro de las paredes de un hospital. La herida del alma, al sentir que a nadie le importa aquel dolor, que nadie levanta la vista hacia aquellas deslucidas paredes donde ronda la muerte esperando a sus víctimas, es -sin quererla muestra palpable de la falta de amor al prójimo y el incumplimiento al mandato divino de amarnos los unos a los otros. Los creyentes hemos sido llamados a un fin más elevado. Hemos sido investidos de gracia y de poder para compartirlo con los que sufren y debemos cumplirlo. Se hace necesario reflexionar en las carencias de quienes nos rodean y en los talentos que Dios ha puesto en nuestras manos para que le glorifiquemos con el testimonio de nuestro interés hacia ellos. Y si no existe la posibilidad de permanecer físicamente ministrando en un hospital, hagamos presencia espiritual orando sin descanso por todos los que ahí sufren. Con la conciencia plena de que Dios devuelve al ciento por uno cada acción que realizamos para honrarle, debemos recordar a cada instante el deber ineludible que nos asiste, de amar al prójimo como a ti mismo, colaborando así aunque sea en mínima parte a mejorar este mundo y nuestra convivencia en él. OREMOS POR LOS ENFERMOS A PUNTO DE MORIR. Usado con permiso

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