Riquelme: “Quieren confundir al hincha”

Habitualmente, cuando hay una alta dependencia del juego y de los caprichos de una estrella, ese club se acostumbra a transitar por etapas de autodestrucción. En la Ribera todos son respon- sables de una inusual sinrazón y hasta del desgobierno. Un club tan desarticulado que, en horas agitadas, la primera que reac-.
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un vestuario convulsionado | 3

| Sábado 8 de marzo de 2014

apuntar el foco hacia la prensa. Riquelme hizo un monólogo de unos cuatro minutos, acompañado por un Bianchi que no dijo ni una sola palabra, y se limitó a seguir, desde un costado privilegiado, la alocución de su jugador principal. “Desde que comenzamos la pretemporada estamos tratando de disfrutar, de entrenar bien, de jugar bien cada partido, y entendemos que hay mucha gente que quiere confundir a nuestros hinchas. Vengo a hablar de parte del plantel. Ya hemos hablado [entre nosotros]

durante un rato esta tarde. Ustedes lo saben también, porque creo que ya salieron por todas partes a poner eso, no nos sorprende. Hace dos o tres meses, en un diario –que creo que es serio, tengo que pensar eso– pusieron un mensaje, supuestamente de un jugador de Boca, sin nombre. Pasó el tiempo, y a medida que iban pasando los días, una noticia nueva. El sábado jugamos con Vélez, terminamos perdiendo el partido y el lunes nos encontramos en el entrenamiento con que dijeron que se cagaron a palos Gi-

gliotti con el Cata Díaz. Y después del partido con Vélez comentaron que no entendíamos al entrenador y muchas cosas más. El domingo, la tapa de un diario puso que yo me peleé con el entrenador. [Bianchi] Es como mi papá. No me da vergüenza decirlo acá delante de todos, es como mi papá. Sépanlo”, detalló Riquelme, con gesto contrariado. “Lo que están logrando es que el hincha, todos los días, en vez de hablar de fútbol se llene de cuentos y eso para nosotros no es nada lindo. Sólo queremos jugar bien, entrenarnos bien, disfrutar de la gente que tenemos, del entrenador que tenemos. Entonces, creemos que ya es hora de parar la pelota, de hablar con ustedes a la cara, de decirles lo que pensamos. Hemos tomado esta decisión con todo el plantel. Sabemos que quieren confundir al hincha, y pedimos por favor que muestren las pruebas que tienen de ese jugador que manda los mensajitos en estos dos días [hasta el domingo]. Nosotros los vamos a recibir encantados en el hotel, hablaremos si es verdad con el compañero que supuestamente dicen que manda los mensajes, y esto se aclararía. Si no aparece ninguno, el plantel de Boca tomó la decisión, a partir del lunes, de no hablar más hasta el final del campeonato”, amplió el capitán, que saludó y dejó la sala. No aceptó preguntas, ni hizo referencia alguna a los problemas internos dentro del plantel, y mucho menos sobre los trascendidos sobre una discusión violenta entre Pablo Ledesma y Agustín Orion. Riquelme dio la cara, pero eligió apuntar hacia la prensa, sin desmentir, por lo menos de manera directa, los conflictos internos. Bianchi, con su silencio, avaló lo dicho por Román, pero también pareció quedar rezagado en medio de una situación volcánica, impensada en otros momentos, o en otras gestiones del Virrey. Y más allá de la amenaza de no hablar más con la prensa, el clima enrarecido de Boca sumará, seguramente, más capítulos.ß

algún rey que se siente imprescindible y varios súbditos que hacen una distribución gallinácea y rastrera de sus enojos. Una olla de presión... que cíclicamente registra explosiones. Boca se las ingenia para reabrir las puertas de su cabaret una y otra vez, una y otra vez. Riquelme cree que está por encima del club y eso genera conflictos que suelen derivar en dramas puertas adentro. Algunos compañeros no lo soportan, pero tampoco lo enfrentan. Le temen al monstruo de mil cabezas que los domingos perdona o ejecuta desde la popular. Tampoco lo adora esta dirigencia, que elige sobrevivir esquivando el tormento popular antes que conducir desde sus convicciones. En el enésimo ejemplo, anoche Román tomó el club para trasladarle un ultimátum a

la prensa. ¿Los dirigentes? Evaporados. Boca vive en la distorsión, por eso jornadas como la de ayer le estallan frente a sus ojos. El poder desmedido que le han servido a Román sembró irritabilidad. Abrió distancias. Hoy es Orion el apuntado; ayer fueron Julio César Cáceres, Migliore, Cellay, Albín, Erviti o Lucchetti. O el impenetrable silencio de Palermo. Los que se animan a hablar sólo lo hacen cuando están a muchos kilómetros de la Bombonera. Callan por supervivencia, para no ser devorados. Habitualmente, cuando hay una alta dependencia del juego y de los caprichos de una estrella, ese club se acostumbra a transitar por etapas de autodestrucción. En la Ribera todos son responsables de una inusual sinrazón y hasta del desgobierno. Un club

tan desarticulado que, en horas agitadas, la primera que reacciona para pedir explicaciones es la barra brava, que se regodea con su vergonzante impunidad por el playón. Carlos Bianchi es una leyenda viviente en Boca. Se merece una estatua en el club. Anoche se comportó como tal: ausente, pese a estar ahí. Su figura es inmensa para reducirla a un instante decorativo. Daniel Angelici ni apareció; es más, se marchó con custodia cuando el vestuario ardía. Silencio fue la respuesta institucional ante dos empleados que resolvieron odios y rencores a las trompadas. Angelici, el mismo hombre que hace algunos días se jactó de que no le temblaría el pulso para tomar decisiones terminales con Bianchi…, ayer se alejó viendo cómo crecían las llamas.ß

El capitán de Boca, contrariado, acompañado por Bianchi, que no aportó ni una palabra

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Riquelme: “Quieren confundir al hincha” El capitán monologó durante cuatro minutos y cargó contra la prensa, pero no desmintió los conflictos internos

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oco después de las 20, ya en el epílogo de una jornada caliente en la Boca, Juan Román Riquelme ingresó en la sala de conferencias, junto con Carlos Bianchi. En los minutos previos, cuando se anunció la presencia del “10”, se comentaba que iba a concurrir todo el plantel, pero en definitiva sólo acudieron el capitán y el director técnico al encuentro con la prensa. Se esperaba que el mayor referente del plantel diera respuestas y certezas en medio de tantos rumores, pero el capitán del equipo prefirió

punto de vista

¿Quién manda en Boca? Cristian Grosso

LA NACION [email protected]

H

ace tiempo que en Boca el problema son los límites: ¿hasta dónde estirarlos? No hay, nadie los pone. Se conceden atribuciones que condicionan la intimidad del grupo, se complacen antojos, se satisfacen pedidos de divo, no se gestiona con la misma vara según el apellido... Un viejo relato entre vanidades, liderazgos,

Un vestuario con antecedentes En la historia de Boca hubo varios conflictos de plantel

halcones-palomas

b Dos grupos divididos Una de los enfrentamientos más recordados en el vestuario de Boca fue el conocido Halcones (Alberto Márcico, Carlos Tapia, Sergio Saturno y Sergio Martínez, entre otros) vs. Palomas (Carlos Fernando Navarro Montoya, Juan Simón, Alejandro Giuntini y Diego Soñora), en 1993, con Oscar Tabárez como DT.

el cabaret

b La famosa frase de Latorre Abril de 1998. Néstor Fabbri criticó: “No corremos parejo”. Claudio Caniggia disparó: “Hay jugadores que quieren hacer el gol de su vida. Que se dediquen al baby-fútbol”. ¿El destinatario? Diego Latorre, que replicó: “Me parece un poquito fuera de lugar ventilar estos problemas. Parece un cabaret”.

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b La recordada conferencia En el segundo semestre de 2001, Bianchi confirmó que no iba a continuar en Boca una vez finalizado su contrato a fin de ese año; para entonces, la relación con Macri y con algunos dirigentes, era muy mala. En la conferencia de prensa del 23 de septiembre de 2001, después que Boca le ganó 6-1 a Lanús. Macri irrumpió en la sala y le exigió a Bianchi que explicara porqué no iba a seguir. El Virrey abandonó la conferencia y dejó solo al presidente.

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b Ídolos enfrentados El 30 de abril de 2009 Martín Palermo hizo su gol 200 para Boca tras un pase de Juan Román Riquelme. El festejo fue por separado, en el momento más caliente de la pelea entre ambos.

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b Relación tirante Desde su llegada a Boca, en enero de 2011, el DT tuvo un trato distante con el “10”. “La otra vez me hizo correr como un bol... y al final no jugué”, se quejó Riquelme. En marzo de 2012, tras un empate en Venezuela, Falcioni se enojó con Cvitanich por entender que seguía indicaciones de Riquelme en lugar de hacerle caso a él, hasta que el resto de los jugadores le dijo que estaba equivocado. Eso dinamitó la confianza del grupo hacia el DT.