Ricardo Dircie tiene la fórmula

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Lunes 17 de diciembre de 2007

El Nacional 2007

Ricardo Dircie tiene la fórmula

No tenía caballo, le facilitaron un ejemplar y conquistó su primer título argentino; Martín Moschini fue segundo y Martín Dopazo, tercero Buenos amigos y un préstamo que dio sus frutos

Por Kim Mandel

Ezequiel Sack, el dueño del padrillo Llavaneras Gribouille d’Elle, no estaba compitiendo últimamente y decidió prestar el ejemplar a su amigo Ricardo Dircie, que suele ayudarle como coach cuando concursa. “Ricky siempre tuvo un buen entendimiento con el caballo”, explicó Sack, que festejaba el triunfo de su amigo con mucha alegría.

ace dos meses y medio, no tenía caballo; ahora, gracias a un ejemplar prestado por su amigo Ezequiel Sack, Ricardo Dircie saltó y se consagró campeón nacional por primera vez. Hubo mucha emoción en el final del 64° campeonato en el Club Hípico Argentino, pues en el comienzo de la última prueba había una muy estrecha diferencia entre los cuatro jinetes de la vanguardia: Dircie, Martín Moschini, Alexis Trosch y Martín Dopazo. Sin embargo, los desafíos que presentó Jorge Llambí, el diseñador de pista, en el primer recorrido sobre 1,50 metros, hicieron la diferencia para que Dircie se alejara de sus rivales. De los 11 participantes, únicamente Dircie, con Llavaneras Gribouille d’Elle, terminó sin faltas. El corral triple, penúltimo obstáculo, fue un gran filtro. Sólo el flamante campeón y Alexis Trosch, con Amax Z , lo salvaron sin derribos. Tal es así, que el público –numeroso– lo aplaudió con gran entusiasmo. Moschini, ubicado segundo con Duc de Ramiro, volteó tanto la entrada como la salida del corral triple, compuesto por

Para LA NACION

H

Ricardo Dircie, con Llavaneras Gribouille d’Elle, en camino al título nacional

AJEDREZ

// F. M ASSO B R IO

una paralela, una vertical blanca sobre un cajón y otra paralela. Antes había tirado la cuatro, una paralela, y así sumó 12 faltas; una ventaja de 13 puntos para Dircie en el segundo recorrido de 1,60 metros. Aquí se hizo más notoria, pues Moschini finalizó la segunda vuelta con ocho faltas más, una por tiempo, y un total de 29 en el campeonato. Dircie, que carga con 7,985, contaba con un amplio margen de cinco vallas. Pero a partir de la valla cinco, una vertical, el ejemplar pareció cansarse, y sumó 17 faltas. Igualmente, su total de 24,985, le permitió a Dircie alcanzar su primer título nacional. Resultó subcampeón Moschini (29), y Dopazo, con El Capricho Aldino, quedó tercero gracias a una buena actuación en la segunda pasada –cinco faltas– para totalizar 32,710. Fue muy buena labor de la amazona Cruz Aizpurúa, con Sil Pichacu, que terminó el primer recorrido con sólo dos derribos en el fatídico corral triple. Su fuerte alazán también pareció sentir el cansancio en la segunda pasada, pero igualmente se clasificó segundo en la prueba (8-12), que ganó Dircie (0-17), y empataron en el tercer puesto de la prueba Dopazo (16-5) y Moschini (12-9).

Ganó el título en Siberia

Gata Kamsky encontró su lugar en el mundo Por Carlos A. Ilardo Para LA NACION

Ahora, el norteamericano de origen tártaro Gata Kamsky, de 33 años, disfruta con lo que hace. Su nombre volvió a ocupar un lugar de privilegio en el mundo del ajedrez. A dos años de su regreso, después de casi una década de ausencias forzadas en los certámenes de elite, ayer, en la ciudad de Khanty Mansiysk, un punto en la inmensa geografía de Siberia, se adjudicó la Copa del Mundo de Ajedrez, tras batir en la final al español Alexei Shirov por 2,5 a 1,5, luego de hacer tablas en la última partida. Con este éxito, Kamsky se clasificó para disputar el año próximo un match a doce juegos frente al búlgaro Veselin Topalov, para determinar a un nuevo desafiador al título mundial de la FIDE; el ganador se enfrentará con el vencedor del otro duelo que protagonizarán el gran maestro indio Viswanathan Anand y su par ruso Vladimir Kramnik. Así el nombre de Gata Kamsky vuelve a brillar junto a las mejores estrellas del reino del ajedrez; como si se tratara de un volver a vivir. “Vuelvo porque en verdad amo este juego, y esto, jugar al ajedrez, es lo que más me gusta hacer”, le dijo Gata Kamsky a LA NACION, en agosto de 2005 cuando visitó la Argentina para participar del Campeonato Continental de las Américas. Tenía entonces 31 años, un título universitario de abogado y había conformado una familia. Con su decisión de volver a los trebejos

Gata Kamsky exhibió lo mejor de su talento; finalizó invicto en Siberia

había sepultado un pasado de dolor y mucha bronca. En 1996, tras ser subcampeón mundial –perdió la final ante el ruso Anatoly Karpov y percibió 500.000 dólares–, su papá, Rustam, un hosco ex boxeador, confundió hazaña con fracaso y lo obligó al retiro. “No sirves para esto, mejor búscate otra carrera”, le dijo sin culpa ni remordimiento, sentimientos ajenos a ese pétreo corazón. Gata, con 22 años y razones parecidas al miedo, no cuestionó el mandato familiar y archivó el ajedrez en un rincón del corazón.

Los años de estudios universitarios despertaron romances con dulces inquietudes y amargos desencantos; dieron paso al casamiento y más tarde a la emancipación de su progenitor. Dos años después, en Siberia, Kamsky se impuso de manera brillante en una competencia que por eliminación directa reunió a 128 maestros. Pasó las siete ruedas sin ceder ninguna partida. En las semifinales venció al prodigio noruego Magnus Carlsen y en la final al español Alexei Shirov. Kamsky y un regreso con gloria; su vida de novela aguarda nuevos capítulos.