Rafael Arozarena - Gobierno de Canarias

El Día de las Letras Canarias se instauró en nuestro Ar- chipiélago en el año 2006 como un homenaje a la crea- ción intelectual en nuestras Islas y a los ...
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LC 2017

RAFAEL AROZARENA

Los hechizos de un poeta

... yo isleño de volcán apagado la visible piedra sometida a la inexpresión del fuego canto rodado por el mar único soy noticia del fondo.

Rafael Arozarena Antología poética

Antología poética

Rafael Arozarena Los hechizos de un poeta

Rafael Arozarena Antología poética

Presidente del Gobierno Fernando Clavijo Batlle Consejera de Turismo, Cultura y Deportes María Teresa Lorenzo Rodríguez Viceconsejero de Cultura y Deportes Aurelio González González © de la edición Gobierno de Canarias © de los poemas María José Pérez Andreu © de la ilustración de la cubierta Carlos Miranda Edición y selección de poemas María José Pérez Andreu Prefacio Fernando Clavijo Batlle Prólogo Rafael Padrón Fernández

Depósito Legal: TF-61-2017 Impresión: Gráficas Tenerife S.A.

Antología poética

Rafael Arozarena Los hechizos de un poeta

Índice

Prefacio Prólogo Obra poética Nota a la edición Antología poética

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ALTO CRECEN LOS CARDOS (1959)

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[1] Muerto, muerto, ya muerto...

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[2] Allá abajo en el mapa...

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[3] Decidme dónde el hombre...

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APRISA CANTAN LOS GALLOS (1964)

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[4] Te vendaré los ojos...

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[5] No sabemos por qué nos plantaron en el huerto

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[6] Abrí...

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EL ÓMNIBUS PINTADO CON CEREZAS (1971)

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[7] El caballo blanco del poeta ciego

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[8] Si los dioses no mueren

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[9] Zapato abandonado en Berlín

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[10] Hallazgo de una estatua sumergida en el Mediterráneo

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SILBATO DE TINTA AMARILLA (1977)

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[11] Pregunta sutil al hombre del espacio

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DESFILE OTOÑAL DE LOS OBISPOS LICENCIOSOS (1985)

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[12] Poeta herido en la guerra del amor

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[13] Tiempo y amistad para un solo cerezo

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[14] La dama de la silla celeste

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AMOR DE LA MORA SIETE (1989)

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[15] Haciendo nuestra vida en un manzano

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[16] Amaneciendo en el interior del fruto

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[17] Rojos quedan los picos de palomas

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FETASIAN SKY (2003)

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[18] Contemplación de la ciudad de los obispos

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[19] Anaga

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[20] Los vendedores de África

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[21] En el kiosko de la Alameda del Duque los punteros...

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CORAL POLINÉSICA (2004)

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[22] Puede con nosotros las tonsuradas noches celestiales descansos... [23] Dormitorio azul

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POEMAS PARA UN NUEVO LIBRO (2004)

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[24] El cabaret de la naranja

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[25] Inicio de la graciosa amistad

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POLIEDROS DEL MAR (2008)

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[26] El reloj de Dios

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[27] Descubriendo el mar

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[28] La frontera

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[29] Bodas en Garachico

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[30] Ruego a los vientos alisios

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Prefacio

El Día de las Letras Canarias se instauró en nuestro Archipiélago en el año 2006 como un homenaje a la creación intelectual en nuestras Islas y a los hombres y a las mujeres que, a lo largo de nuestra historia, han contribuido a enriquecer nuestro patrimonio literario y cultural. Pero, además, el Día de las Letras Canarias nació con objeto de celebrar el valor de la cultura como herramienta para lograr un mundo mejor, en el que las desigualdades desaparezcan y en el que prevalezcan, por encima de todo, el concepto y la práctica de la justicia. Al celebrar el Día de las Letras Canarias, tratamos de realzar el legado de nuestros creadores, basado en las posibilidades de la literatura y, en general, de la escritura para crear las condiciones necesarias para fomentar el placer de la lectura. En 2017 homenajeamos a Rafael Arozarena, y esta antología nos brinda una acertada selección de sus poemas con la que iniciar un personal encuentro con el autor. La lectura de estas páginas evocará la «isla» como metáfora y universo por el que transcurren los enigmas de la vida, en unos versos que describen la transformación de la realidad para encontrar la verdadera esencia de la vida, más íntegra y libre. Con Rafael Arozarena las Islas acabaron convirtiéndose en la gran isla a través del poder creador de las palabras.

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El Día de las Letras Canarias no solo contribuye a proyectar y ensalzar la trayectoria de nuestros más insignes escritores, sino que se preocupa también de fortalecer la presencia de su herencia literaria allí donde esta Antología llegue, con el único propósito de transmitir los valores universales que radican en ella. Canarias quiere con ello mostrar el camino recorrido, la tradición que la conforma y la enriquece para que, si un día volvemos la mirada, podamos comprender los pasos que hemos dado hasta llegar aquí. Por eso, cada año celebramos a uno de los partícipes de esta tradición, cuyas letras nos sirven de ejemplo y de estímulo para continuarla. La Comunidad canaria, con este homenaje a Rafael Arozarena, se reconoce y se afirma en una Cultura con nombre propio, que nos define e identifica, y nos señala de dónde venimos.

Fernando Clavijo Batlle Presidente del Gobierno de Canarias

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Prologo ´ [...] porque debes saber que todo hombre de juicio, después de haber corrido vanamente por los estériles sueños de la distracción, la ambición, la opulencia, la gula; por los de la política, las armas, las leyes, el comercio, la erudición, la historia, las humanidades, la heráldica, la..., no encuentra, si despierta de la pesadilla, y se desengaña, otro puerto, ni otra bonanza, ni otra consolación, ni otra cosa sólida y de agradable estudio que la Naturaleza. José de Viera y Clavijo

A Rafael Arozarena se le conoce generalmente como el autor de Mararía, una de las novelas que ha alcanzado mayor reconocimiento de la narrativa canaria del siglo XX. De todos es sabido, por las frecuentes declaraciones que hizo en vida, que el propio escritor siempre consideró esta obra de menor relevancia que Cerveza de grano rojo, a la que siempre le otorgó la seña de su mejor novela. Se puede plantear un cierto paralelismo con Juan Ramón Jiménez y su Platero y yo que, sin desmerecer el valor intrínseco de esta narración lírica, ha acabado eclipsando otras producciones poéticas de indudable valor literario del autor onubense. Arozarena fue narrador, pero ante todo siempre se consideró a sí mismo poeta, actividad a la que dedicó gran parte de su vida, desde sus primeras publicaciones aparecidas en prensa hasta los últimos años de su existencia. Debe destacarse asimismo su faceta de naturalista, que se encuentra estrechamente conectada con la de literato, siendo la interpretación de la naturaleza y su amor por 15

ella parte de su esencia creadora. Arozarena es poeta de libélulas, mariposas, escarabajos, avispas, de paisajes desérticos, volcánicos, del fuego, de la luz, de la tierra, de los bucios, de la hierba y los pecios marinos... Poeta del color, de la magia, de los hechizos... La escritura, la naturaleza, la pintura se entrelazan en su ideario creativo como un tótem, con el que poder concebir su gran «grimorio fetasiano». Isaac de Vega, Antonio Bermejo y José Antonio Padrón completaron el «aquelarre» y se confabularon (a pesar de «acusadas diferencias») en ese gran misterio de la existencia que fue Fetasa, con un hermetismo similar al Rosebud de «Ciudadano Kane». Fetasa no es una ideología; no surge de pilares racionales o científicos, sino de la pura sensibilidad, de las sensaciones ante la indagación de lo misterioso de esa otra realidad que se nos oculta y cuya llave de acceso es la propia fantasía, la literatura. Se trataba de establecer una actitud diferenciadora, de saber concebir la vida como algo distinto, independiente, diferenciado de los convencionalismos, y apartada de la gris, plomiza y rutinaria atmósfera intelectual que les tocó vivir a aquel grupo de jóvenes de la posguerra en las Islas, que formaría la «Generación del bache», en los años 50. Aunque desde distintos enfoques y soluciones, los fetasianos indagaron sobre la esencia del hombre, buscando escudriñar los indescifrables enigmas de la propia existencia desde el microcosmos insular. El camino de Arozarena fue el de convertir su vida, a través de la poesía, en una experiencia mágica de investigación de sus propios sentidos, buscando, desde los dulces recuerdos de la infancia perdida, con mirada de asombro y risa traviesa, lo que Talleyrand denominó la «alegría de vivir».

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Rafael Arozarena Doblado nació en Santa Cruz de Tenerife el 4 de abril 1923. Su padre, Domingo Arozarena Reyes, oficial de correos, médico forense y masón, casó con Elia Doblado Sáiz. Rafael era el menor de cinco hermanos (Guillermo, Angelita, Antonio y Elías). Su madre falleció en 1931, contrayendo su padre, poco tiempo después, segundas nupcias. Entre las evocaciones de su niñez destacan especialmente los momentos de contacto con la naturaleza (en varios escritos, subrayó nuestro autor que su afición a las ciencias naturales comenzó de pequeño, en la huerta de su casa) y los colores percibidos durante aquel período, que se mantendrían de forma imperecedera grabados en su retina. En muchas ocasiones, a este respecto, el propio Rafael hacía referencia al recuerdo de infancia sobre sus reiteradas y caprichosas solicitudes a su abuela para que pusiera colorante (en cada ocasión distinto, rojo, azul..., incluso con gamas, turquesa, añil...) a la sopa para degustarla con regocijo infantil. Sus estudios primarios trascurrieron en el Colegio de San Ildefonso, resultando un niño algo díscolo para su ambiente escolar, lo que provocó más de un quebradero de cabeza a su padre. En 1935 comenzó el bachillerato en el recién creado Instituto de Segunda Enseñanza (en la plaza Ireneo González) de Santa Cruz de Tenerife, habiendo sido nombrado director ese mismo año Agustín Espinosa, cargo que el autor surrealista mantendría hasta el golpe de Estado de 1936. Un año después, al suprimirse el carácter mixto del Instituto de Santa Cruz, Arozarena continuó estudiando en el conocido por entonces como Instituto General y Técnico de Canarias (actual Cabrera Pinto), en La Laguna, que se hace exclusivo para estudiantes varones. La admiración

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que sintió el joven Rafael por Espinosa, así como por el naturalista Agustín Cabrera Díaz, catedrático de Historia Natural, ha quedado patente en varias afirmaciones del escritor. En los años cuarenta entabla amistad con Víctor Galtier (1921-1945), autor del poemario Cadena de espumas, muerto a los 24 años de tuberculosis. Precisamente en el segundo número de la revista Arco, que dirige Galtier, con la colaboración del poeta Manuel Castañeda, publica Arozarena «El idilio del río», en febrero-marzo de 1942. Galtier, gaditano de nacimiento, fue un personaje que, según palabras de Rafael, tenía una gran capacidad para la fantasía y una fuerte vitalidad con las que supo entusiasmar al propio Arozarena, así como a Serra Ràfols o a Mª Rosa Alonso (García de Mesa, 2004: 55-58). En diciembre de 1944 (un año antes del fallecimiento de Galtier) nuestro escritor le dedica una bella carta abierta, presintiendo su muerte, titulada «El mar y la ilusión», en la revista Tenerife gráfico. Las primeras publicaciones poéticas de Rafael Arozarena se producen en torno al Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife, en la revista Mensaje, editada entre 1945 y 1946, así como en el periódico La Tarde (con los incentivos del director de este rotativo, Víctor Zurita, hombre de especial sensibilidad literaria). Este último año sale a la luz su primer poemario, el Romancero canario, conjunto de romancillos, al estilo de los compuestos por Federico García Lorca en su Romancero gitano, algunos de ellos publicados previamente en la citada revista del Círculo. Un año más tarde, en 1947, Arozarena se desplaza a Lanzarote, contratado durante ocho meses como técnico de la Compañía Telefónica, al objeto de instalar y controlar la transmisión y recepción de unas antenas en la cima del volcán de La Atalaya en Femés (Arozarena, 18

2006: IV, 107). La aridez del paisaje calcinado por los volcanes de Lanzarote impacta en la visión de Rafael. En la soledad de la isla, empieza a pergeñar sus primeras concepciones literarias, que irán conformando su visión poética sobre la esencia del ser humano. El paisaje y el hombre se fusionan en un todo. El hombre en su soledumbre se despoja de lo que no le es necesario. Pero, ante un previsible precipicio y la consecuente dramática asunción de la nada, surge inesperadamente la poesía, la belleza, en su estado mínimo y, como en un paisaje sureño de Martín González, el hombre alza su cabeza, asume una nueva sensibilidad más pura y busca sus misterios. Ese mismo año, después de su regreso a Tenerife, publica A la sombra de los cuervos, donde figura el poema «María de Femés» (que luego será la base argumental de Mararía), tras haber conocido en el pueblo lanzaroteño a una anciana que solo salía al caer la tarde y a la que los lugareños consideraban bruja, antaño mujer de gran belleza. El 14 de junio de 1949, Arozarena se presenta al concurso de Poesía Antonio de Viana, promovido por el Cabildo de Tenerife. Obtiene el segundo premio con su obra Coronación de abril (el primero fue concedido a Ángel Acosta, por su poemario Vaho en el cristal). A pesar del interés del jurado en publicarla, Rafael decide arrojarla a las llamas del fuego, al considerar que su composición no tenía suficiente calidad poética. A principios de los años 50 comienza a desarrollar su vocación naturalista, estrechamente conectada con la literatura, como ya se ha indicado. Surge en él una afición hacia el estudio de los insectos, merced a la influencia recibida de un amigo de su padre, el prestigioso entomólogo Anatael Cabrera (1868-1943), a quien 19

había conocido en 1942, al finalizar sus estudios de bachillerato; pero sobre todo la inclinación al estudio de esta rama de las ciencias naturales (especialmente de los himenópteros) se despliega en las excursiones que realiza con José Mª Fernández y Manuel Morales, con quienes fue creando sus propias colecciones, y que serían el origen de la fundación de la sección de entomología del Museo Insular de Ciencias Naturales el 31 de enero de 1962, cuya primera sede estuvo en unas habitaciones de un viejo caserón situado en lo que actualmente es la zona del Parque de la Granja. En 1952, Arozarena empieza a trabajar como practicante, profesión que mantendrá hasta su jubilación en 1988, primero en la Organización de Trabajos Portuarios (O.T.P.) de Santa Cruz de Tenerife y luego en la Residencia Nuestra Señora de la Candelaria, en la misma capital tinerfeña. Por entonces, se crea en Santa Cruz de Tenerife un cautivador ambiente de tertulias literarias, que se desarrolla en torno a tabernas, cafés y algún que otro tugurio: «La Bombilla», «La Media Luz», el «Sotomayor», «La Gaditana» (frecuentados por Manuel Castañeda o Emeterio Gutiérrez Albelo) son ya hoy fantasmales recuerdos de locales donde se servían los imprescindibles elixires espirituosos para crear los «paraísos artificiales» que propician la chispa del discurso poético. La generación precedente formada por el grupo de «Gaceta de Arte» (Pedro García Cabrera, Eduardo Westerdahl, Agustín Espinosa, Domingo Pérez Minik) influirá en la de Arozarena, otorgándole ese sentido cosmopolita y la necesidad de una renovación formal que supuso la llegada del surrealismo a la isla: Europa en miniatura. Pero la Posguerra y la Segunda Guerra Mundial habían cambiado todo... Era necesario, por en20

tonces, reflexionar sobre el Hombre, no en sentido político (el silencio se impone), sino artístico. El Hombre y su soledad. Así surge el grupo de «Gaceta Semanal de las Artes» (que publica en La Tarde), suplemento auspiciado en un principio por la propia generación de «Gaceta de Arte», especialmente por Pérez Minik, y del que luego se ocuparían Julio Tovar, Enrique Lite, Miguel Tarquis y Pedro González, y en el que colaboraría el propio Arozarena entre 1956 y 1966. A finales de los años 50 se aprecia ya la madurez poética de nuestro escritor con publicaciones como Altos crecen los cardos (el autor con el tiempo prefirió por razones de eufonía modificar el adjetivo original de «altos» por el adverbio «alto»), en donde se canta a la aridez del paisaje y en el que se reflexiona sobre la esencia de la insularidad y los misterios que le produce la soledad –saudade– del individuo ante una misteriosa ausencia de completitud. Figura en este poemario la idea, que luego retomará en varias ocasiones (tanto en su obra poética como novelística), de la purificación simbólica a través del sacrificio del hombre (como la autoinmolación de Mararía arrojándose al fuego). El hombre debe morir para que surja el poeta. Para ello recurre al mito de Bennu, el fénix egipcio, que renace desde sus propias cenizas. Ya se aprecia en esta obra la perentoria necesidad de lo que José Antonio Padrón (1988: 11) llamó «la ruptura de la hegemonía humana», para otorgársela de nuevo a la naturaleza, idea que Arozarena compartió con sus amigos fetasianos: «El poeta pretende, / como el pájaro egipcio, / que la vida renazca / de sus propias cenizas» (Arozarena, 2006: III, 52). En la reflexión del «hombre solo» (utilizando el título del poemario de Tovar), el territorio se mitifica. La historia, la filosofía, la religión se revelan estériles para 21

descifrar el porqué de la existencia, por lo que se acaba prescindiendo de ellas. Y es que, en el universo fetasiano, desaparecen las coordenadas de tiempo y espacio en tanto que son constructos intelectuales. La cultura impuesta por la sociedad del momento queda superada por el escepticismo ante una realidad vacua de contenido. Se evidencia la ineludible búsqueda de la esencia del ser humano, no a través de la razón, sino desde los sentidos, desde las percepciones. La isla es territorio propicio para la «esencialidad». En la indagación sobre el hombre, este debe quedar sometido a su «reducción» más absoluta (Padrón, 1988: 11), a través del autodespojamiento, a su «pobreza» (en el sentido franciscano del término) más descarnada. En lo mínimo se encontrará la verdad. El fuego es el procedimiento de sustraer la hojarasca que esconde la realidad; la muerte del ser humano conlleva el renacimiento del hombre convertido en poeta. De ahí surge un nuevo símbolo (víctima propiciatoria), el del espantapájaros («hombre de paja»), que figura en Aprisa cantan los gallos (1964). En los años 70 Arozarena se consagrará como poeta y sobre todo como novelista. En 1971 publica El ómnibus pintado con cerezas, con un fin similar a lo que Pedro González intentó crear en su faceta de «Cosmoarte»: buscar un espacio estético propio donde plasmar sus reflexiones, su ética y estética desde una visión universal de la propia existencia. La influencia del surrealismo y el dadaísmo se percibe en este poemario, así como en Silbato de tinta amarilla (1977), cuyo título remite al verso sifflet d’encre jaune del poema de Tristan Tzara «Desfile ficticio y familiar», dedicado a Georges Ribemont-Dessaignes, y cuyas referencias a Europa, contemplada desde la isla, son constantes.

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Entre la aparición de estos dos poemarios se edita Mararía, que había sido ideada años atrás, a raíz de la estancia de Arozarena en Lanzarote en el año 1947. La novela, en opinión de Juan José Delgado, debió de haber sido redactada en la década de los 50 (con retoques en diversos momentos), pero hasta 1973 no sería publicada, tras haber quedado finalista en el premio Nadal, al que se había presentado en 1971. Con Mararía mantuvo siempre Arozarena una relación de amor/odio. El propio escritor expuso en diversas ocasiones la causa esencial de sus sentimientos encontrados con su primera novela: Mararía es una obra en donde no está él, una historia que le habían contado los habitantes de Femés y en la que el narrador se limita a actuar como «recopilador»; Cerveza de grano rojo, en cambio, trata de su propia vida y de su amistad con Isaac de Vega. Mararía retoma el símbolo poético de la resurrección tras la muerte que figura en Alto crecen los cardos, como ya hemos señalado. La catarsis de la propia condición humana está de nuevo en el ritual de la purificación a través del fuego. Mararía (María la de Femés) es la mujer, es la isla, es la naturaleza. Las llamas la queman, destruyen su belleza terrenal pero, a la vez, crean una belleza más pura, misteriosa, embrujada, en un ambiente crepuscular que conmueve y apasiona. El libro se inscribe en la línea del realismo mágico que se inicia en Sudamérica a finales de los años 40 (especialmente con El reino de este mundo de Alejo Carpentier). El profundo lirismo que rezuma la novela de Arozarena, que su propio autor reprobó en más de una ocasión, reviste la obra de una prosa poética singular.

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Un largo silencio creativo de siete años suceden entre Silbato y su próxima obra, Cerveza de grano rojo. Entre tanto, un viaje a Paraguay y Argentina, en 1978, adentrándose en la selva para ir a ver a los indios guaraníes. En 1984, once años después de la publicación de Mararía, se edita la gran novela de Arozarena, Cerveza de grano rojo, con un giro que desconcertó a sus lectores. Se trata de una autobiografía imaginada, cuyos protagonistas Rafael, Isaac y Horacio, tras una ceremonia iniciática, se convierten en Ra, Issatus y Horus. Su infancia se desarrolla en Sonora y Salmore (Igueste de San Andrés trasmutado en «paisaje cultural») y su juventud, en espacios urbanos. En la novela se plantea de nuevo la necesidad (esencialmente fetasiana) de la destrucción de las categorías humanas, de la realidad objetiva incapaz de asumir el mundo de lo imperceptible, de lo misterioso. Cada uno de los amigos asume su camino: Ra, el de la indolencia; Issatus, el de aceptar que en cualquier ser humano puede residir la excelsitud; Horus, el de la perfección (y esta convicción le condenará a la muerte, atado a su estatua, ahogado en el mar, en un proceso de purificación del arte y el triunfo final de la naturaleza). En el Museo de Bellas Artes se recogen pinturas y esculturas, todas bañadas simbólicamente en «cerveza de grano rojo», siendo Ka –‘el alma’, que representa al hijo de Nut (fecundada por el mar)– la pieza más sublime de todas, «superando en mi espíritu el concepto de belleza que todo artista pretende para su obra» (Arozarena, 2006: I, 487). La novela, en suma, insiste, en clave fetasiana, en el gran fracaso del ser humano como artista ante el gran poder creador de la naturaleza.

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Después de haber escrito esta novela, no tarda en aparecer un nuevo poemario, Desfile otoñal de los obispos silenciosos, publicado en 1985, seguido de Amor de la mora siete (1989), fruto de la visita del escritor al Instituto Villalba Hervás (actual Rafael Arozarena) de La Orotava y de su compromiso de componer unos poemas, al objeto de ser acompañados de ilustraciones alusivas realizadas por los alumnos del centro educativo. Y es especialmente en los 90, ya después de su jubilación en 1988 (el mismo año en que le conceden el Premio Canarias de Literatura, ex aequo con Isaac de Vega), cuando el autor de Mararía desarrolla una vertiente didáctica en su producción literaria, con la redacción de obras destinadas a un público juvenil: La garza y la violeta (1996) y Fantasmas y tulipanes (1998). La primera de estas novelas cortas es una defensa de la naturaleza contra las agresiones paisajísticas que sufre el valle de La Orotava y una exaltación del mundo de la ensoñación. Las aventuras del protagonista Víctor, basado en parte en la figura de su amigo Víctor Galtier, ponen en un segundo plano la realidad frente al mundo de la imaginación. Fastasmas y tulipanes, por su lado, trata de Wake, pueblo de Tacoronte, donde viven unas familias de procedencia holandesa, descendientes de tripulantes que habían naufragado en el siglo XVII en Tenerife. Pablo, el personaje principal, narra las historias que le cuentan, con el mismo procedimiento narrativo utilizado en Mararía. El barco de los sueños, que describe mitos de las islas occidentales, incide igualmente en este tipo de narrativa juvenil, que intenta sumergir a los lectores en el mundo de la fantasía, elemento que siempre Arozarena quiso preservar como un legado de su infancia, con esa misma mirada inocente del niño,

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sorprendido ante el encantamiento del mundo, que tiene Rafael en el retrato que un día sus padres encargaron pintar a López Ruiz. En el último período de su vida, nuestro escritor publica tres poemarios: Fetasian sky (2003), Coral polinésica, inserto en sus Poesía Completa (2004) y en sus Obras Completas (2006), editadas por Juan José Delgado, y Poliedros del mar (2008). En esta época sale a la luz también Los ciegos de la media luna (2008), novela de reflexión sobre la muerte y la continuación del espíritu, cuyo ambiente se sitúa en Fez, sin duda aprovechando los recuerdos de la estancia de Arozarena en Marruecos en 1996. En sus últimos poemarios se percibe un concepto de poesía, ante todo, como expresión condensada de sensaciones vividas con intensidad. Las estructuras métricas se vuelven cada vez más irrelevantes en su expresión literaria, ya que lo que quiere su creador es que aflore cada vez más ese daimon fetasiano, que no precisa de métrica para manifestar su mensaje, sino de pura dicción mágica, no sometida a las estructuras del lenguaje. «Casi quiero dar la idea de una poesía que está fuera y es fuerza que quiebra la sintaxis y nos permite hablar con ángeles y muertos, con sabios y bestias» (Arozarena, 2006: III, 48), sentenciará el autor en el prefacio de su obra poética. El mensaje que subyace detrás de la obra de Rafael Arozarena es, en definitiva, su firme deseo de concebir nuestra existencia con el placer de la luz y el color que nos proporcionan los hilarantes hechizos nacidos de la Poesía, esa misteriosa y, a la vez, sugerente dama «sin pies ni cabeza». Rafael Padrón Fernández Director de la Cátedra Cultural Viera y Clavijo de la Universidad de La Laguna 26

Referencias bibliográficas AROZARENA, Rafael (2006), Obras Completas (I: Novela; II: Novela corta y cuentos; III: Poesía; IV: Artículos), Ed. e intr. de Juan José Delgado, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea. GARCÍA DE MESA, Roberto (2004), Conversaciones con Rafael Arozarena, Santa Cruz de Tenerife, Benchomo. PADRÓN, José Antonio (1988), «Lo fetasiano», Fetasa: Revista de Arte y Literatura, nº1, pp. 8-17.

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Obra poetica ´

Romancero Canario (1946), Santa Cruz de Tenerife, s. n., Tipografía Nivaria. A la sombra de los cuervos (1947), Santa Cruz de Tenerife, Colección Mástil. Altos crecen los cardos (1959), Santa Cruz de Tenerife, Aula de Cultura de Tenerife. Aprisa cantan los gallos (1964), Santa Cruz de Tenerife, Aula de Cultura de Tenerife. El ómnibus pintado con cerezas (1971), Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Nuestro Arte, 1971. Silbato de tinta amarilla (1977), Madrid, Taller Ediciones JB. Desfile otoñal de los obispos licenciosos (1985), Santa Cruz de Tenerife, HA Editor. Amor de la mora siete (1989), Santa Cruz de Tenerife, Editorial Alcandora. Caravane. Poemas y prosas (1992), Ed. de Juan José Delgado, Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias. Fetasian Sky (2003), Tenerife-Madrid, La Página Ediciones.

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Poemas (2003), Santa Cruz de Tenerife, Interseptem Canarias. Poesía completa (2004), Ed. y prólogo de Juan José Delgado, Santa Cruz de Tenerife, Edición Ka. Poesía (2006), Ed. de Juan José Delgado, Obras Completas, t. III, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea. Poliedros del mar (2008), Santa Cruz de Tenerife, CajaCanarias. Antología (2010), Ed. de Juan José Delgado, Santa Cruz de Tenerife, Academia Canaria de la Lengua.

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Nota a la edicion ´

La presente antología pretende ser una aproximación a la obra poética de Arozarena. Siempre los criterios antológicos se rigen bajo unos principios subjetivos de selección del editor. En este caso, dado el enfoque divulgativo de la obra que el lector tiene entre sus manos, se han recogido –siguiendo un orden cronológico– treinta poemas que reúnen los elementos más característicos del ideario del autor en las sucesivas fases de su producción literaria. Como en anteriores antologías, se ha prescindido de los poemarios de su primera etapa (Romancero canario y A la sombra de los cuervos, así como de los poemas publicados en periódicos y en las revistas del Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife), por el deseo expreso que manifestó el propio Arozarena de que no figuraran en sus futuras recopilaciones estos versos, fruto de sus inicios en la expresión poética. A su entender, no alcanzaban un nivel mínimo exigible de calidad literaria. Remitimos a las diversas antologías y a la edición de las Obras Completas de Rafael Arozarena y a sus respectivas introducciones, para ampliar y profundizar lo que en esta selección solo es una pequeña muestra de la poesía de uno de los autores más ilustres de las Letras Canarias.

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A la poesía le sobran la rima, el ritmo, la métrica y la poesía. Rafael Arozarena

Antología poética

Alto crecen los cardos (1959)

[1] Muerto, muerto, ya muerto. Ya muerto y todavía alguien, algo me pide que encienda el corazón. ¡Si vierais que es difícil nacer como poeta! Censurar en los labios las palabras que sobran y borrar de los ojos los ficticios paisajes, decir tan simplemente las cosas por su nombre y esperar que ellas tengan su propia poesía. Así decimos árbol, así decimos piedra, así decimos isla. Isla, isla, la isla. Piedra tan solo. ¿Puede el mar, la mar, el mar servirte de sustento? ¿Basta y sóbrate el cielo para ofrendar la gracia de la flor más sencilla? Sin los ojos del hombre, sin la dulce palabra, ¿para quién el milagro de tu vana existencia?

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¿Para quién el milagro? Esta isla vacía de hombres y mujeres, de amigos y enemigos y de humanas pasiones, isla sin argumento limpia de corazón, de volcanes extintos, hecha fue para el árbol, para el pez, para el ave. Aquí nace el poeta y en su mirada lleva la comprensible incapacidad para el milagro: ese sol en la tapia a las tres de la tarde, la siesta de los niños, la roja flor abierta. (El poeta pretende, como el pájaro egipcio, que la vida renazca de sus propias cenizas) Y recuerda, revive la mirada del perro, el vilano que pasa, el insecto que brilla. Y recuerda, revive sus infantiles pasos por los rojos caminos donde no pisa el hombre y en los muros de piedra los lagartos azules se amodorran al sol. Isla deshabitada tan viva en la memoria, con tu cuerpo de piedra,

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de muerto y reluciente odiado paraíso. Al poeta le nace una rabia por dentro, porque al nacer sabía que aquello que albergaba era nacido todo, todo era muerto ya. Y ahora al primer paso por las sendas antiguas es la flor sin aroma, sin colores el barro y sin alma los ojos. Nacido, renacido para vivir tan solo y repasar las horas en los altos picachos o tumbado en las playas de las negras arenas, oyendo siempre siempre el graznido del cuervo y el murmullo del mar.

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[2] Allá abajo en el mapa hoy te descubro, isla, simple gota de tierra en el papel azul. ¿Eres tú, punto, cisco, solo mancha azarosa, quien aprieta los grillos en torno de mis sueños? ¿Eres tú por quien vivo? ¿Eres tú quien me tiene, quien contiene mi vida, quien educa mi muerte? ¡Qué alegría mirarte con mis ojos de águila, ánade microscópico en el estanque inmenso!

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[3] Decidme dónde el hombre florece abiertamente, de qué lugar la savia le viene a dar la vida. Ya están en el secano la roja flor del tuno, la higuera sarmentosa, el balo y el cantueso volviéndose a la tierra. Y el hombre apenas brizna, el hombre que he plantado en este barro mío, dulcemente quemado perdió la primavera. Decidme dónde el hombre florece abiertamente. Os devuelvo mi sueño y esta lágrima grande que olvidasteis un día.

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Aprisa cantan los gallos (1964)

[4] Apriessa cantan los gallos e quieren crebar albores Poema del Cid

Te vendaré los ojos. Escogeré un río. Pondré tus manos en el agua por ver si al agua que pase por tus manos decirle puedes agua eres del Duero. Luego te daré un carbón para que escribas. Toma un carbón y escribe. Escribe. Quiero saber si exclamas. Quiero saber si interrogas, si afirmas. Quiero saber cómo escribes la palabra España.

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[5] No sabemos por qué nos plantaron en el huerto. Alguien puso nuestros pies en la tierra y una capa nos echaron sobre los hombros. Así fuimos en la noche para espanto de los búhos inmóviles, inmovibles hombres de paja. Nos hacía mucha gracia después de todo que nuestros brazos en cruz fuesen señalados y pensaran algunos en la inútil pantomima del vuelo. Algunos dijeron: os perdonamos creyendo que pedíamos clemencia. Otros nos amaron tontamente y pregonaban el valor del sacrificio. La noche era fría y se hizo necesaria nuestra quema. Y nos hizo mucha gracia cuando nos prendieron fuego. Ardimos toda la noche. Ardimos como seres vivientes. Alumbramos el contorno del huerto, dimos calor y los gallos creyendo el alba cantaron toda la noche. Y tenía gracia para nosotros inmóviles, inmovibles hombre de paja, que cantaran los gallos.

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[6] Abrí la ventana. Vi latiendo al mundo, encendido corazón de todos. Estaba sostenido por los hombres. Yo solo era en la ventana Rafael Arozarena. Mirad qué poco. A diario me veía trozo de vidrio, cristal de puro vacío donde la luz del mundo, por caridad, dejaba una brasa encendida. (La vanidad no cuenta entre el hombre y la nube). ¡Rafael! ¡Rafael! Me gritaba el viento. Me buscaba el viento. Me sabía el viento grano de arena que aventar. Y en la noche salí de mi casa sin vendarme los ojos, sin atarme las manos. Me puse delante de la tapia y al viento le di en un grito la orden de mi muerte. Latiendo el mundo, encendido, grandioso corazón de todos sostenido por nuestros hombros para siempre. Aprendí la palabra somos. 49

El ómnibus pintado con cerezas (1971)

[7] El caballo blanco del poeta ciego Salta caballo, pájaro, poeta ciego conjunto, bala desgranada del pecho de los ángeles. Vuela, salta, libera los ríos ascendentes de la sangre encendida. Galopa fieramente como un bárbaro guerrero de la luz y de la sombra. Destrenza las inútiles verdades de tus versos malditos la mentira de todo lo que es cierto y ven tus ojos. Destruye y quema al viento como las crines sueltas de tu [propio entusiasmo. Galopa fieramente. La rabia sea contigo, las alas y el silencio. Traspasa las vidriosas ventanas del cielo navegable. Salta, galopa y salta con Dios o con el Diablo quema el alma y persiste. Aún te quedan alas. No se quiebren tus alas con premio ni castigo, con la vida o la muerte. Salta caballo, pájaro, poeta que el día fue una luz entre dos sombras. Galopa y vuela. Ya no serás ceniza cuando la inmensa hoguera del poniente de nuevo resplandezca. Ya no serás ceniza aunque los desalados los inútiles ángeles que imprimen sus huellas en la arcilla insolentes y dignos se pregunten si vas a parte alguna.

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[8] Si los dioses no mueren Diosa vida, señora, estoy cansado de matar y morir en cada cosa. Si los dioses no mueren son inútiles muertes en mis manos las vidas y existencias de este juego de matar y morir en cada cosa y nacer nuevamente de la misma materia del pasado que enterramos. He muerto ayer. Para nacer mañana no encuentro entre mis crímenes el cadáver de un dios asesinado. Si los dioses no mueren señora, estoy cansado de tener el origen de la muerte.

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[9] Zapato abandonado en Berlín

Dos a dos las espigas desgranándose manos incoloras en un cielo novísimo y vertical estrenan. Del más puro cristal inventado la celosía invisible nuestros pies separa el diestro del siniestro por mandato del propio cuerpo que sustentan. Dos a dos los pájaros en tierra los hombres, las mujeres y los pequeños escarabajos, a los cielos pares aguardan. Yo soy el payaso actual, yo soy el payaso, quien ríe con mis ojos de tanto ver muriendo. Otro será el poeta, Berlín de cristal, quien llore un zapato perdido y siempre contemplando.

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[10] Hallazgo de una estatua sumergida en el Mediterráneo Venid, venid jóvenes atenienses, venid romanos y catalanes ante el espejo azul. Miradle cuán puro luce en el fondo de la urna con su cuerpo cristalizado en el mármol. No tiene galones, medallas ni riquezas. Solo una hoja de acanto cubre sus pudores y así a los siglos desafía. Inmóvil yace y sonríe y observa nuestros rostros torcido por las ondas [superficiales. La espuma veleidosa estalla en el aire salpicando [de vacío a los ojos. De aquí para allá nos lleva la corriente y nuestros cuerpos danzan y se contorsionan y mil veces al día [se parten en pedazos. Venid y mirad al hombre de la forma perenne. Así nos contempla allá en el fondo, desnudo y rompiendo los dientes al tiempo, con su ángulo facial de 90 grados, armónico y gracioso en su pureza sonríe. Venid y miradle hombres de España, de Italia y de Grecia heridos luminosos del Mediterráneo. Hoy nos salva que entre el oro y las violetas procelosas un hombre intacto y desnudo testigo en lo profundo permanece.

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Silbato de tinta amarilla (1977)

[11] Pregunta sutil al hombre del espacio Dime dónde estás si ves el dorso de las águilas y el esplendente brillo del gesto liberado cuando los soles esparciendo su luz reviven su ardentía por nada para nada que sepamos. Donde aúlla el sonido libre ya de su cárcel de garganta violín de cañón y campana. Donde el amor anega la redonda pupila por nada, para nada que sepamos. Dime dónde estás. Si estás y nos ves a los hombres cual cirios sosteniendo nuestras chozas encendidas por todo, para todo que soñamos.

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Desfile otoñal de los obispos licenciosos (1985)

[12] Poeta herido en la guerra del amor

Por combates hacia ti ocupo tierras detrás de los jacintos Robert Marteau

De mi postura ¿quién sabe la parte silenciosa, el premio que pretendo al ahogarme en el río? Brindo mi paz y el placer de mis gestos mejores a los pobres en medallas y diplomas, al corazón desahuciado, a la escoba nocturna que barre de los sueños la mimosa esperanza. Yo tengo la luz de una certeza, el relámpago que vislumbré en tus ojos. Yo tengo la caja feliz de tus bondades porque un día me brindaste muchos días que en el nido de mi pecho multiplico. Nadie sabrá que me apunté en esta guerra y detrás de las flores combatí a mis hermanos. Nadie sabrá de la herida que llevo porque a todos daré mi sonrisa más sana. Solo tú quienquiera que seas la mujer que pintó sus labios con mi sangre tendrás para siempre el sabor tan dulce de la cicatriz de mi llanto. Porque estabas allí donde mi cuerpo tendido quedó por las vulgares flechas. 63

[13] Tiempo y amistad para un solo cerezo Tendida relucía su mano lejana cuanto yo más próximo Giuseppe Ungaretti

Nunca supe hacia dónde va el tiempo ese tiempo que hice entre mis manos y se marcha libre como un ánade silvestre como el agua de un río desconocido. Curiosas campanas denuncian su paso y en la noche los astros intensos alumbran del corazón la fiesta en lugares ignotos. Nunca supe hacia dónde va el tiempo ni conozco mares, llanos o montañas donde sus alas se pliegan. Pero un día será posible que encuentre en mi camino un cerezo de flores perennes que descansa en el espejo [de una nube. Tan cerca estaré entonces como ahora tan lejos de una mano que el tiempo dejó entre mis manos.

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[14] La dama de la silla celeste ... ella era mi forma predilecta, la que me quitaba el pesar de ser hombre Paul Éluard

Sentada en la noche sus cabellos lucía como Berenice y sin saberlo bordaba cuadrantes de luz para los ciegos. Tan alta estaba como la mano de un poeta allí donde crece la hierba más transparente de la aurora, donde las palabras se enredan en los pies de algún dios. Sentada en su silla celeste así la descubrí con algo más que mis ojos. Temblaba una lágrima en el espacio o un diamante colgado en la interrogación luminosa de las Pléiades. Era la dama de la silla, el descanso de mi voz en su mano, forma de silencio encendido en la noche más oscura que en mis pies proyectaba la ruta jubilosa del día venidero.

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Amor de la mora siete (1989)

[15] Haciendo nuestra vida en un manzano Tomarás tú cualquiera de nosotros del mar polígonos diamantes o turquesas del cielo también por hacer la vida y hojas de labios verdes o ramas de terciopelo. Tomarás así por nacer del silencio la fruta sepultada en los infantiles ojos el difícil sesgo de la primavera o las crines del caballo cuando son arpa en el viento. Tomarás tú cualquiera de nosotros gaviotas anunciadoras por alas de campanas egregias nubes de peluca y una tarde muy grande para sepultar la muerte. Tú mi sonrisa y yo la tuya tomáramos de brazo por un cielo de blanquísimos dientes. Un árbol entonces surgiría de sangre y manzanas donde colgar los andrajos y las voces las manos y las sombras tan mansas del abuelo.

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[16] Amaneciendo en el interior del fruto Ya en el alba se anuncia tu evidencia. Cabalgados cristales, luz herida. En ceñirnos diamantes dura el juego. Cementerio del sol enamorado a tus fondos va el día y permanece. Alumbrado interior, constelaciones. En la noche conservas tu reflejo. Siendo joya que incendias tantas ramas ya no pueden las sombras silenciarte. ¿En qué ciego interior mejores lumbres? Tantas luces me das que me amaneces.

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[17] Rojos quedan los picos de palomas Encendidos cardones, alfileres cruenta aulaga del sol, pétreos cuchillos que nos clavan el cuerpo en nuestras cruces. En buscar una paz nos afanamos. Caracolas vacías, espirales donde gire el amor hasta la muerte. Todo el cielo de moras encendido como un alma sembrada nos invita. Suban, suban tus labios hacia el beso de esa herida de un dios que se desangra. Rojos quedan los picos de palomas y en el verbo el amor es un comienzo.

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Fetasian sky (2003)

[18] Contemplación de la ciudad de los obispos

Tiene que ser así para contemplarte que el sol funda los punteros del reloj de los agustinos y se marque el tiempo con la inversión de los cipreses y el viento pierda su turbillón en el halda de las monjas antes, poco antes que la coruja encienda sus ojos en la torre mayor. Ha de ser por noviembre en el respiro de los difuntos para contemplarte cuando invertimos la solapa del recuerdo y nos dueles bien ciudad novia y maestra de la mejor infancia retenida en los espejos de los charcos tu malvasía de obispo y fresa la tinta violenta del cielo imprimiendo en el corazón de la isla cristal de camelias litúrgicas y canas de latín en la oscura bóveda del silencio a cada instante una sílaba de Dios en las campanas que gotean religiosas en las manos dócilmente invertidas de los tejados humildes y las cúpulas catedralicias en las esquineras del libro de las aceras lloradas por la lluvia y el aire surcado por las góndolas de los [mirlos

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palpitas en la luz de los nísperos como en los cirios misteriosos del aro de tus nupcias tanto bronce en el agua y los panes donde allá dentro en las cortinas de brillantes del oxígeno la púrpura central del fuego más dulce vemos una llama toda tú ciudad incorrupta yacente entre las divinas pestañas en el cañaveral antiguo de espadas y escudos óxido ahora del agua disecada mármol persistente de una lágrima de Cristo que fue laguna. Ha de ser así para contemplarte siempre mientras no soñamos y arrodillados habites nuestra vigilia.

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[19] Anaga Como otros apagan un farol soplando Sobre la llama, él la encendió con su aliento. Robert Marteau

Ciegas columnas la levantan brazos continentales, recia pegmatita sostiene su cuerpo con cintas de minio y fuego disecado hierro de siempre su carácter. Ella surge así. A diario la reconozco cuando el sol la enciende con su aliento. Te reconozco madre venida del infierno por el laurel que orla tu cabeza tus grandes ojos abiertos al enigma y el no-me-olvides que surge de tus manos. Bálsamo pido para un dolor de infancia mientras enciendo los candelabros de Igueste garras manos de filosos dedos aquí en mi particular abismo como el sol tibio aliento para la savia eléctrica de los malos sueños. Ya mis arrugas muestro, tus caricias mejores mis pies de polvo y sandalias mi corazón herido en tanto juego con la espina. Así, madre, pariste mi sufrimiento la adversidad al salón de las espléndidas rosas mi seca habitación tu vientre donde siempre muero. Orando sigo en el interior de las hermosas catedrales que trajiste 77

del Averno. Templos de la oración más dura cuevas de la verdad árboles invertidos de azufre igual el pasto de la bicorne luna. Ya en el ara de las blancas inocentes y amansadas flores los latidos de Proserpina. No más muerte retorcida ni lacerantes luces. Prosiga en tu cuerpo el horror transformado en belleza el indoloro aliento que te enciende. Muerta y serena te quiero madre impasible mientras peino tu cabellera de laurel y susurro el arrorró que me enseñaste con el viento y las abejas.

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[20] Los vendedores de África Habitantes descolgados de otras muertes Donde el sol compareció en la batalla De nuevo se prestan a morir Electrizados por los grillos o la linterna de los astros Ellos pasean su corazón negro por el ansia de la noche En avenidas ribereñas Junto al mar dócil y sobrante de puertos No queda más codicia en sus ojos blancos Ni un punto de la piel de las panteras vendidas Nada queda en sus manos africanas Ni lanza ni escudo Al rostro sin arcilla Con la flor de la paodia se cubren la cabeza Empuñan la sombrilla azul de la jacaranda Como único cielo donde reflejan los tambores de los [volcanes En sus manos zumba el mar en las caracolas La voz que persigue el hilo dulzón de las abejas Mientras venden su propia muerte tallada en el ébano Sus dientes de marfil con la sonrisa y cuidan que sus [muertos de madera lleven en el rostro la cicatriz de su estirpe Ellos murieron en África Árboles hermosos.

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[21] En el kiosco de la Alameda del Duque los punteros del reloj están erectos Sabor de la madera dulce del vermut La extranjera se abanica con palomas El gran barco entra por las puertas de la ciudad indiferente al niño que se inclina sobre su pupitre en la escuela Tinta violeta de la infancia A las doce pasa el ángel tan saludado El juez ha sentenciado un eclipse de luna para esta noche La mecanógrafa se ha manchado los dedos con cinta de la máquina El recuerdo de una primavera en Budapest Pocas cosas tienen forma de libro Un barco y su título: Columbus Es agradable la sombra de las higueras de Indias Todas las joyas expuestas en los escaparates En el piso alto pedirán el carnet de conducta Las poetisas riman rimas para echar en los buzones Esta noche hay arroz de estrellas Entrar en el sueño no es caro en Canarias.

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Coral polinésica (2004)

[22] Puede con nosotros las tonsuradas noches celestiales [descansos en las playas de un interior tan muerto de grito tan [infantil en la queja de las alas contra el viento en el lugar [espacio donde ya no somos y aún carga nuestro rostro con el [disco de la gardenia. Domina otras cosas que en nada se detiene entre los [labios como río huérfano del agua predestinamos el trazo más sutil de los meridianos [hacia las imprescindibles espumas de los caballos aire en libertad donde la inmaculada ignorancia forma [el hogar asilo de un dios de luto por perdernos tan nada en la noche un gato en la ventana sin paloma yo isleño de volcán apagado la visible piedra sometida a la inexpresión del fuego canto rodado por el mar único soy noticia del fondo.

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[23] Dormitorio azul Al poeta Agustín Millares que habita en el fondo del mar canario

Quedaron en el fuego las pavesas más puras el ácido concentrado en la esencia del aire la fruta dispuesta limpiamente sobre un lecho de insumiso azufre. El buzo del cuarzo sigue alerta la transparencia da la vida sin muerte y el sueño infantil seguirá película en la alcoba de un caramelo de sal donde los sirvientes prepararon el capricho de los [candelabros con noctílucas en las puntas de los corales y los ojos en vigilia para reconocerte puro en el espejito de los peces. Mas no hay mirada que se instale y reconozca méritos [de difunto. El sueño es la indiferencia en forma de abandono la atención al portal que permanece abierto la habitación dilatada insonoro el aplauso la vida prosigue de alguna forma dando noticia [del naufragio las campanas del techo y las caracolas suenan [en la superficie allí donde humedezco mi dedo en el mar tiene el sabor salado de la poesía y clamo Agustín, amigo, con toda la muerte en el alma sin romperte el sueño. 84

Poemas para un nuevo libro (2004)

[24] El cabaret de la naranja Este era un castillo rojo en el centro de una ciudad roja con calles de agua como Venecia, donde canta el agua y las corrientes llevan hermosos [barcos de papel. Solo hay una ventana una ventana grande donde está el gato negro de la mañana a la noche. Ahora estoy en ese mundo que es el mío y desconozco fabricando el sueño grande que me produce el encantador [desasosiego de campanas que repican en el lejano Perú. Allá descubrí a la mujer que tenía los pechos tan hermosos de mi madre y aquí llaman ahora «Mademoiselle d’orange moi». He alquilado la única ventana y he preguntado por ella al gato negro de los ojos verdes. Y yo no sabía que ni en los sueños los gatos hablan con los poetas pues son sus rivales nocturnos en el mundo del amor. ¿Quién es ella? Pregunté por si alguien podía contestarme. Y un aire esposo con aroma de azahares se detuvo [dulcemente en mi oído: Ella es «Mademoiselle d’orange moi». Me pregunto si la ciudad será un corazón con grandes bulevares de hermosos flamboyanes

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y sombríos callejones aquí se dan bien las cerezas y las mujeres pasan en tropel [y dejan una marca roja en las paredes con la palabra «$í» la bella palabra de la felicidad. Es el mundo de ellas dentro de esta ciudad roja la noche comprendida mejor por el gato de los ojos verdes sus ojos de semáforo anunciando la vía libre. A la misma hora ocurre igual escena en una calle de Berlín, la fílmica ciudad de la bella Marlene donde hay accidentes mortales porque el gato ha cerrado los ojos. Esto no es el centro del mundo sin embargo. Por estas calles solo pasan reyes de poca monta y el viento arrastra y hace rodar por los suelos cómicamente a los magnates de Asia y América que [lucen blancas pecheras con manchas de petróleo y marcas de carmín de [sus insulsas amantes. Desde mi ventana oigo cómo tañen las campanas de [un templo de Perú en la ciudad de Callao donde inició sus pasos «Mademoiselle d’orange moi». Ella entra ya en la avenida de los flamboyanes pues yo siento los calambres del alborozo y pienso [en su cuerpo hecho con el nácar de los amaneceres y el esplendor de los [cielos del Sur. ¡Ay, sangre apasionada de Cariñena, generadora de esta [ciudad roja de este sueño tan cruel!

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Doce bandos de palomas de papel preceden su llegada [como si ya fuera a comenzar la gran fiesta de mis difíciles deseos cantan las palomas el aria de la despedida de Madame [Butterfly mientras yo ignoro la crueldad de esa razón cantan las palomas sin fin cuando el gato negro cierra sus ojos terriblemente cierra los ojos.

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[25] Inicio de la graciosa amistad Tenía que conformarme con una brizna de hierba el esplendor escaso de un tiempo fugaz en el bosque de los laureles mientras hay gentes que entran y salen de los árboles y llevan el gozo en el rubor de sus mejillas. Ellos pasean felices en las tardes luminosas entre montañas de piedras sonoras y los corazones que las [libélulas dibujan en el aire. Ellas se miran mientras hacen el amor sobre los [espejos y vuelan sorteando las espinas de los cardones. Yo en cambio sombras más que luces las que habito en esta aventura mientras el sol a trozos paga sus deudas de luz en mis palabras. Hay pájaros que hablan claramente. Son pájaros casi humanos de color azul y sus plumas negras de cuervo a veces reflejan el color de dios. Son mis pájaros intérpretes porque ellos conocen la palabra que necesito cuando pienso en la doncella que prende el fogón en el palacio de Proserpina. Pienso en la diosa Proserpina cuya flor surge en el ojal profundo de los barrancos. Y también ¡Oh, madre! ¡Oh amor mío! ¡La ternura está presente en la floración del Guaydil! 90

Este es el paseo nuestro paseo por el esmeril luminoso del primer conocimiento de la amistad. Ella pasea junto a mí asombrosa y confiadamente. Me pregunto si será mi destino quemarme en la nocturnidad de sus ojos. Repetir, repetir ¡Ah! Repetir que la amo… en esa oscuridad donde aparece entre palomas negras y blancas entre sombras y luces un rayo de sol sus labios afilados cuchillos cortando el sueño, haciendo una noche de carbón semejante al ala de un cuervo. Mi ternura. El ave sentenciosa de Poe allá adentro en sus ojos volando grita en la selva oscura: ¡Nunca jamás! ¡Nunca jamás! Y es mi cuerpo el gusano que penando se agita tantas veces entre las hojas de la oscura laurisilva como en el pico de un pájaro azul.

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Poliedros del mar (2008)

[26] El reloj de Dios

Nadie duerme sobre el mar Si alguien duerme es el tiempo Pero nadie duerme sobre el mar Su ruido de mariposas Ahuyenta la intención del sueño Y cualquier ola de gallo Pone su canto en el cielo Nadie duerme sobre el mar Lo saben los marineros Nadie duerme en el amor Ni en el amor ni en el mar hay sueño El tiempo es dedo de Dios distraído Mientras soñamos despiertos.

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[27] Descubriendo el mar

Mar quién eres si no eres todo Por todas partes tu voz no deja de musicar mi vida De ti nací isleño y escucho cómo me llamas Detrás de todas las puertas Detrás de los muros blancos de las espumas Gritas en los limones del sol Saltas y cantas y me llamas con lengua del barro De tus honduras Clamas allí como en el azul semejante del cielo Dios de abajo hablándome siempre de amor o felicidad Mar o dios que me requieres Para algo tan distinto de la muerte Y vuelves a nacerme Entre los brazos femeninos de la mar Hoy te descubro madre En el amor de una mujer.

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[28] La frontera

Te lo he dicho para el árbol del mar Para cada ola Paul Éluard

Me gustan las ondulaciones del aire Las huellas mejores de Dios en tu cuerpo El calor del desierto y la sal de tu piel Tu luz reflejada en el cielo Así eres la esencia de un sueño... Aquel que se oculta en el horizonte Vela ya naufragada En las fronteras de mis deseos...

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[29] Bodas en Garachico

Estaba el conde en el balcón Haciendo campana en el aire Con un racimo de uvas Ya en las manos de un obispo El mismo color del tiempo venidero Carmín del todo apasionado Pintaba nubes para el color del día Cuando vino el mar a mis brazos Con el abandono de todos sus metales Sus cortantes filos y el alboroto de sus Ondulaciones Vino esa vez en silencio Inmóvil su lengua azul callaba Frases que surgían de profundos abismos Los bellos diálogos entre peces y caracolas Exentos de traducción para el hombre Supe de ti ese día Un domingo de dolor en mi costado Mientras miraba el mar Mientras miraba su dulce ojo de cielo Y escuchaba únicamente La levedad de los pasos de las ancianas que se Dirigían a la iglesia Vino el mar a mis brazos entonces O tú mi pensamiento Tú rodeada del blancor más puro Del pulmón de las gaviotas

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Tal era el resplandor del día Que el pueblo dirigió todas sus calles al mar Donde ocurriría Esta nueva e inusitada ceremonia Del casamiento de azules sombras y blancas luces Un nuevo sueño del mar y sus naranjas Naranjas naranjas Cosa que la mar sí tiene cuando la tarde la Colora Importa que el amor no sea invento terrestre Es el navío donde ángeles y poetas se sostienen Sobre los profundos abismos Ahí estas palabras flotan como Dios sobre Las aguas Aquí hoy san Borondón presente El veneno prodigioso Nuestro horizonte domado por la poesía La dulce cuerda donde me ahorco cada mañana Para unir mi paz contigo Así me dispongo para estas bodas En este pueblo y su don luminoso donde te busco Te busco por las amplias calles Por los estrechos callejones que forman los conventos Por el perfume de lavándulas de los jardines Perseguiré tus pasos hasta la hora de la luna Porque eres difícil como el mar y te escurres del sueño Hacia el secano de las realidades donde yo soy ausencia Ahora ya es otro día Cuando visito el pueblo de Garachico Y en el aire descubro el aroma de los inciensos que ardieron

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Y reconozco tu silueta Allí por donde pasaste tu sombra quedó en las paredes En las fachadas más blancas de las iglesias Como pasquines de amor para el recuerdo Y fueron bodas en Garachico Con su soledad empedrada Ya de noche Y a la luz de un racimo de uvas Con el conde asomado en su balcón Lo sabrás ahora Cuando vuelvas al sueño Y tu cuerpo deslices Por el alijar resignado de este nuevo poema.

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[30] Ruego a los vientos alisios

Llegar a la feliz frontera La quintaesencia del país amigo Atravesar la vidriera de los ojos Allá afuera ser libre dejando atrás el vuelo lento de Las mariposas Y avanzar hacia mí Ser cuchillo del aire como ala de vencejo Saltando sobre las nubes Rasgando el aire para herir al tiempo Sin desfallecer en el caracol de las nebulosas La dulce espuma del cielo La falsedad de las antiguas Luces el engañoso espejismo de una ciudad de [promisión Ni otra cosa me detenga Nauta de siglos Perdido en el inevitable viaje Hasta la frontera del universo Fuera ya del normal calendario que vivimos Lléveme Dios y los buenos alisios Hacia ti que eres mi querencia Allí donde mi soledad termina Y da comienzo tu piel.

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